Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|

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By CazKorlov


—Es cierto que quise destruirlos,

es cierto que yo los salvé en su lugar.

Si por mi fueron capaces de vivir.

¿Qué diferencia había en morir por mi causa?

Harlem se consideraba un hombre paciente.

Si cualquiera lo observaba con atención mientras dormía, podría ver que en realidad sus ojos estaban volteados hacia adentro, y las pupilas plateadas se dedicaban a escrutar el interior de su cuerpo en un bucle invisible de pensamientos que jamás llegaban a concretarse.

Venían a él en forma de sucesos particulares o personajes que guardaban alguna relación con el tiempo en el que se encontraba, pero nada de eso significaba más que una memoria perdida en un cuerpo con demasiadas vidas. Sí, se transformaba en una carga, ya que muchas veces, esas vidas no le pertenecían, y también sí, le era imposible desentenderse como lo hacían sus hermanos.

Su sombra, la figura que igualaba su porte inflexible frente a la luz del sol. Era la viva imagen de un hombre que se negaba a aceptar la lógica de los que ignoran cosas. Aunque ese fuera su ferviente deseo; tener la capacidad de pararse frente a la luz y observar sin más. Danzar entre las imágenes superfluas sin detenerse en ninguna. Sin que la sensación de ligereza se transforme pronto en ideas pesadas como yunques. Él no podría, en realidad jamás lo haría, aunque tuviera la posibilidad.

«Ustedes lo arruinaron en el momento en el que decidieron darme la espalda, por esa simple razón es que no merecen ser llamados por su nombre.»

Harlem se pellizcó el labio inferior con los dientes e intentó ignorar las palabras que Caos le había dedicado hace mucho tiempo, una vez que sintió el sabor de su propia sangre pudo concentrarse en lo que sucedía a su alrededor.

Su hermana, lo había mandado a llamar de nuevo.

Se cruzó de brazos apoyado sobre una de las columnas rojas de la sala, el disgusto se mezclaba en su lengua y se traducía a su expresión de eterno mal humor.

—No es práctico enviar a nuestras niñas a morir, le regalamos el trabajo a ese horrible Recolector —le dijo a Zora, su voz mostraba ese ligero matiz ronco que decía que todavía no se había acostumbrado a hablar.

La mujer parada en la esquina más alejada de la enorme mesa principal resopló impaciente, intentaba descifrar el aparato electrónico entre sus manos, y a juzgar por su ademán molesto, no estaba cerca de hacerlo.

—Ya lo sé.

—Lo más fácil sería quitarlo del medio —anunció él.

Zora torció la cabeza, pero continuó tecleando en su celular, las uñas largas contra la pantalla producían un ruido irritante e iba en aumento a medida que se le terminaba la poca paciencia en su sistema. Parecía que no iba a responder y Harlem chasqueó la lengua. Su voz lo interrumpió a medio camino.

—Sería lo más fácil, pero las estrellas no lo aprueban.

El pelirrojo hizo lo posible por ocultar su sorpresa, no funcionó y tampoco retuvo el asco que destiló en su pregunta.

—No me digas... ¿Te gusta ese esclavo?

Zora soltó el aire entre sus dientes y dejó el celular en la mesa, estaba molesta.

—A mí no. —Alzó la cabeza esta vez, los collares dorados alrededor de su garganta centellearon—. Hicimos un pacto y tampoco es como si pudiéramos incidir demasiado sobre el destino de esas criaturas, sabés bien que ellos les pertenecen a la Corte, y aunque sean una molestia sirven para mantener el equilibrio.

—Tantas limitaciones, debemos...

El móvil sobre la mesa empezó a vibrar y el grito de su hermana silenció lo que sea que Harlem iba a decir. En un rápido movimiento, ella lo agarró sin pensar y lo arrojó a través de la sala. El aparato se estrelló contra la columna más cercana, la misma sobre la que se apoyaba el pelirrojo, él observó con desinterés el objeto roto que había estado a centímetros de golpearlo antes de hablar.

—Deberías calmarte.

—No está en mis planes —soltó, la expresión fiera de su hermana se centró en él—. ¿Por qué no llega el wifi a esta asquerosa pocilga?

Frustrado Harlem se restregó la cara e intentó aplacar las ondas con los dedos, antes de agacharse a tomar el aparato roto. Lo agarró con dos dedos y comenzó a acercarse a su hermana.

—Restablecer el wifi no está entre mis prioridades. Puedo arreglar las cosas, pero el tamaño de tu idiotez excede mi conocimiento, Zora.

La mujer se volvió hacia él y se apoyó en la mesa como si pudiera verlo detenerse por la prepotencia de su ademán, era enorme. Un mechón de cabello blanco caía sobre su mejilla, el resto estaba trenzado sobre su cabeza y bajo la camisa remangada la piel de sus brazos se tensaba por los músculos, su pecho era visible por la abertura de esta. Harlem se tensó, por un instante los párpados se fundieron en el negro de sus ojos sin pupila. Parecía una estatua a punto de hacer reventar la mesa bajo sus puños.

Demasiado intimidante para su gusto, por eso la evitaba siempre que podía.

—No recuerdo cuando accedí yo a vivir en el campo —dijo ella, sí había escuchado el insulto en la boca de su hermano decidió ignorarlo.

—Esto no es el campo, estamos en plena capital. —No era buena idea contradecir sus palabras, pero la paciencia de Harlem había empezado a agotarse.

—Pero lo parece, no se me hace raro que Jocke se la pase afuera. ¿No podés hacer algo para mejorar la señal? Necesito contarte lo que vi y sabés que no puedo decir los detalles concretos en voz alta.

Su maravillosa suerte, pensó él. Sin ella no habríamos llegado ni siquiera a la mitad del camino. La mención de su hermano le trajo a Harlem una nueva punzada de dolor a través de su cabeza, frunció el ceño.

—No seas dramática —la acusó.

—¿Dramática yo? ¿Quién llora cuando muere un personaje literario? ¿Y quién es el que se duerme con los monólogos de Hamlet en sus auriculares?

—Basta, prefiero escuchar eso antes que tus gritos.

—Entonces usa tu enorme habilidad fundada en la memoria y arregla el wifi. Harlem ahora, no me hagas repetirlo.

Él no podía decirle que no a su hermana menor, cerró los ojos con cansancio y apoyó la palma abierta en la superficie lisa de la columna más cercana. Localizó la fuente del problema en el mapa mental que tenía del hotel y forzó un cambio de estado. Hace algunos años el lugar había tenido señal, la recuperó sin mucho esfuerzo. También le ofreció el celular restaurado, la pantalla brilló al encenderse. Zora hizo ademán de tomarlo, pero sostuvo su mano y tiró de él para estrecharlo en un inesperado abrazo que lo dejó sin aliento.

—Gracias, te quiero mucho. Lo sabés ¿no?

—No te exaltes. —El pelirrojo apenas le palmeó la espalda, no se dejó arrastrar por su juego—. ¿Qué es lo que querés?

—¿Por qué asumís...? —comenzó ella, la inocencia del tono empleado fue desmentido por la sonrisa que tiró de sus labios.

—Somos hermanos, el cariño injustificado nunca es gratis. Ahora decime, no dilates tanto la situación.

Silencio. Zora se separó de él y empezó a teclear la pantalla del celular, su propio móvil vibró en el bolsillo de sus pantalones. La sonrisa satisfecha no había desaparecido de la expresión de ella cuando habló, pero Harlem ya podía adivinar lo que iba a decir.

—Es Jocken, otra de sus rabietas en realidad, andá a buscarlo y preparate para lo peor.

✴✴✴

Harlem podría haberlo adivinado sin mucho esfuerzo, sabía lo que su hermano era capaz de hacer cuando se olvidaba de su autocontrol, pero al recordar las palabras de su hermana "lo peor" no era siquiera comparable a la escena que se desarrolló ante sus ojos.

El contenido del mensaje era una dirección, la ubicación exacta de Jocken junto a la descripción de la puerta por la que debía entrar. Harlem terminó en un concurrido club nocturno que se alzaba en pleno centro de la ciudad. "Eat me" rezaba el cartel de neón, arrojaba un saturado velo rojo sobre la calle y las palabras se iluminaban con un ritmo intermitente sobre los cuerpos desperdigados, consecuencia de una noche agitada a punto de culminar.

El interior del club no era muy diferente, solo aumentaba su intensidad.

Fue irónico, Harlem presionaba su mandíbula mientras esquivaba a las personas que se apostaban alrededor. Había entrado por la puerta de atrás, lo cual agradeció porque en medio de su molestia no había considerado cambiar su atuendo. Las personas estaban listas para perderse en el aura nocturna con prendas que se ajustaban a la moda actual, y el suéter verde de punta en blanco que tenía puesto junto a su cabello rojo no estaban de acuerdo con eso.

Parecía un padre enojado que había encontrado ese lugar después de enterarse de que su hija se escapó de casa a una fiesta con sus amigos.

Sorteó el par de miradas curiosas lanzadas por algunos pocos conscientes de lo que sucedía a su alrededor y un cuerpo chocó con él de frente, hizo una mueca y no pudo ver que salía del baño, tampoco calculó el volumen de su desesperación ya que no miró atrás ni una vez antes de perderse en la multitud.

Harlem se sostuvo la sientes para menguar el dolor que le producía la música electrónica a todo volumen, e intentó centrarse en lo que tenía que hacer mientras abría la puerta del baño.

Sin embargo, le fue difícil concentrarse con tanto rojo en su línea de visión.

Parpadeó para desviar el humo que venía de afuera. Los tubos de luces que decoraban el extenso espejo teñían la moderna habitación por completo, pero Harlem fue capaz de diferenciar la sangre de la simple iluminación. Manchas más oscuras se extendían por el suelo cuadriculado de negro y blanco, formaban un camino desigual hacia la pared frontal.

El grito agudo le siguió un segundo después, ajustó su visión para reconocer a la silueta aparentemente humana que se inclinaba sobre el lavamanos, encerraba con su cuerpo la fuente de esos chillidos irritantes, intensificaron su molestia.

—¿Qué tengo que hacer para que me des un beso? —Jocke endulzaba su voz hasta volverla un susurro tentador, pero su expresión denotaba aburrimiento mientras le apretaba la barbilla a la mujer que se revolvía contra su peso. Ella casi tocaba la cabeza contra el espejo a sus espaldas, en un inútil intento por alejarse del muchacho de sonrisa voraz—. Ah, por favor, no voy a morderte.

La sangre que chorreaba de su barbilla demostraba que esa afirmación carecía de fundamento. Harlem interrumpió los balbuceos de ella.

—Jocken, ya basta.

No recibió respuesta, pero su expresión sonriente se crispó. El muchacho con la camiseta empapada de rojo apoyó una mano ensangrentada contra el cristal, el rostro de la mujer estaba regado de lágrimas que se mezclaban con el líquido vital que tenía embarrado por toda la cara y el vestido.

—No me hagas esperar, linda, no sos tan interesante como tu amiga.

Una silueta se sentaba al final del rastro de sangre que había visto al principio, al notarlo la paciencia de Harlem se agotó.

Un nuevo llanto ahogado le dijo que Jocken había enredado la mano libre en el cabello rubio, tiraba de su cabeza hacia atrás y abría la boca, enseñando los dientes, pero Harlem ya se había movido para entonces.

Hizo desaparecer la distancia que los separaba, a Jocke le clavó los dedos en la nuca mientras a ella la tomó del brazo tan fuerte que seguro le iba a dejar moretones, los forzó a separarse con un violento ademán, como si fueran simples marionetas.

—¿Quién te dijo que podías ignorarme, pedazo de descerebrado?

Jocke deslizó una mirada cargada de desprecio por el rostro enfurecido de su hermano.

—Te dije que iba a ir a cenar. ¿No te enseñaron que es de mala educación interrumpir una comida?

Harlem hizo una mueca de asco y solo observó a la mujer al darse cuenta de que el peso en sus rodillas cedía, estaba a punto de desmayarse. Jocke emitió una pequeña risa.

—Creo que ya estoy bastante satisfecho de todas formas, te la dejo para que te disculpes por mí, adiós.

—Por supuesto.

Intentó liberarse, pero el pelirrojo le presionó la nuca hasta que sintió un extraño crujido salir de los huesos de su hermano. Se desplomó cual peso muerto y lo dejó sobre los azulejos sucios para voltearse hacia la mujer, apenas era consciente.

—Mírame.

La sostuvo más fuerte y a ella se le escapó un chillido, Harlem aprovechó para palmear su mejilla en un intento por disipar su embotamiento y apenas notó el color de sus ojos la obligó a no separarse de su mirada.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, su voz estaba tranquila en comparación con el ceño fruncido impreso en su cara—. Mírame, no dejes de mirarme, por favor.

—Abigail —musitó ella, Harlem hizo lo posible por suprimir su disgusto. Intentó luchar, pero solo consiguió que los dedos de él se hundieran más en su carne, no se inmutó al escucharla gritar otra vez.

Controlaba su fuerza porque de otra forma ya le habría roto el brazo.

—Escúchame Abigail, no te vas a morir hoy ¿sí? —Sostuvo su barbilla y la empapó de la plata derretida que había en sus pupilas—. No dejes de mirarme, cuando salgas de este lugar no vas a recordar nada sobre esto, solo va a ser una pesadilla muy real que te dejó sudando durante la noche, vamos.

El agarre sobre su brazo se suavizó de forma considerable cuando ambos llegaron a la puerta del baño, la obligó a voltearse para enfrentarlo, la apoyó contra la pared y su mano se posó sobre la tela de su vestido. Al instante las manchas de sangre se arrastraron hasta su palma e hizo lo mismo con la suciedad de su piel.

Al finalizar, Harlem le tomó la cara con las manos, le limpió las lágrimas que tenía en las mejillas con paciencia religiosa y el peso asfixiante de sus ojos de plata le hizo separar los labios para tomar aire.

Le perforó la conciencia.

Con tristeza Harlem hizo un agujero en sus recuerdos y los obligó a retroceder, ocultó aquella situación que su hermano había causado, los hechos de esa noche no iban a ser más que algún bache sin sentido en su vida cotidiana. Abigail parpadeó en blanco y el hombre le acarició la barbilla para indicarle que debía cerrar la boca.

Al trabar la puerta tras de sí el pelirrojo tenía una mueca asqueada, bajó la vista a su propio atuendo y la molestia se hizo más grande, estaba repleto de sangre, la que le había quitado a ella. La sacudió con un ademán y se volvió, su suéter verde volvió a estar impecable.

El cadáver sentado a la altura del último cubículo desinfló su semblante.

—Dios —siseó frustrado, los atributos de ese cuerpo no pasaron desapercibidos para él.

Sin dejar de observar su cuello abierto y el hueco que tenía a la altura del corazón se acercó a su hermano. Jocke parecía haber recuperado la estabilidad de sus huesos y empezaba a sentarse en el suelo. Harlem se agachó hacia él sin despegar la mirada del cadáver y cerró los dedos alrededor de su garganta, tiró para levantarlo del todo, su cuerpo se sacudió.

—Decime ahora que no hiciste lo que creo que hiciste.

Jocke le mostró una sonrisa salvaje.

—No es ella, pero se parecen. ¿A que sí?

Harlem lo estrelló contra la pared que separaba dos cubículos, pero su vista no se movió. Fue desde el cabello negro de la mujer cuya vida le había sido arrancada, y bajó a través de su cuerpo pálido, era mayor. Jocke pareció leer su expresión porque interrumpió el hilo de sus pensamientos con voz estrangulada.

—Su milagro no moriría tan fácil, aunque sirvió para quitarme las ganas.

—Estás enfermo —escupió Harlem, no había aflojado su agarre, el rostro de su hermano empezaba a ponerse violeta.

—La amo. —La mano se dirigió a su boca demasiado tarde, él no quería escucharlo, su estómago se retorció del disgusto. Los ojos le ardían, dejó de cubrirlo para limpiarse la cara.

—Olvídate de ella. Eso no es amor, estás obsesionado —soltó Harlem bruscamente.

—¿Cómo podría?

—Empezando por aceptar que no es la mujer que conociste una vez, ahora es un monstruo.

La expresión de dolor que hizo Jocke se trasladó a la suya propia, empezaba a sentir una intensa punzada en el pecho.

—Todo esto es su culpa —se quejó Jocke, su expresión se arrugaba y tenía los ojos cristalizados.

Harlem aflojó su agarre un poco, pero no le dejó tocar el suelo aún.

—Lo es —concedió y sabiendo del dolor que aceptar eso producía en ambos siguió hablando—. Pero nuestro error fue dejarla con vida, una inocente por miles de millones más no valía la pena.

—No me arrepiento de haberlo hecho.

Yo tampoco, pensó Harlem. Un error humano que desató una catástrofe, pero nosotros no lo somos, tener un cuerpo físico no nos hace humanos.

Las manos le habían estado arañando el pecho, era imposible luchar contra la fuerza de su hermano mayor, pero no dejó de intentarlo hasta ese momento. Los brazos se deslizaron por su ropa, para caer sin fuerza de los lados de su cuerpo. Harlem parpadeó para desviar sus propias lágrimas y no lo soltó a la primera, quería hacerlo razonar.

—No había necesidad de causar esto, en un lugar como este, no matamos a menos que tengamos una razón para imponer nuestra voluntad y lo sabés.

—Matar por hambre es excusa suficiente para mí —se recuperó Jocke, pasó sus manos a través de su rostro e intentó construir una expresión elocuente, falló en el proceso porque la mano de Harlem continuaba presionando su garganta—. Todos lo hacen en este mundo.

Fijó los ojos plateados en la cara contraída de su hermano y finalmente lo soltó.

—Zora va a castigarte por esto.

No estaban tristes por la misma razón. Harlem no podía aceptar la muerte tan fácil, al mirar el cadáver su cabeza repasaba el que seguro había sido el peor momento en su vida, reconstruyó en su memoria el llanto y el dolor que sintió la mujer antes de que su hermano le arrancara el corazón. Tenía el estómago encogido, quería vomitar.

Unos duros golpes a la puerta lo hicieron saltar sobre sus pies, Harlem observó a su hermano.

—Voy a matarte.

Otra vez, la intensidad decía que no iban a esperar mucho, una voz anunciaba que la policía había llegado al club e intentaba averiguar qué era lo que sucedía. Harlem recordó a la mujer que se chocó con él antes de entrar al baño. La había dejado irse, deseó partirse la cabeza contra la puerta del baño.

Jocke lo miró con una mueca y se rascó la nuca.

—¿Podrías limpiar esto?

El pelirrojo se sostuvo el puente de la nariz con frustración, pero cerró los ojos y caminó al centro de la habitación, al instante toda la sangre comenzó a deslizarse bajo sus zapatos. La muerte se impregnó por completo en su cuerpo y la ropa estaba manchada otra vez. Luego se acercó al cadáver, lo tocó para arreglar el hueco en su pecho y la herida en su garganta. No podía traerla a la vida, pero sí hacerla ver presentable.

Al terminar no pudo evitar estremecerse otra vez, el parecido que tenía con aquel monstruo que tenía encargado matarlos era atroz. Estaba seguro de que Jocken había usado su habilidad con esa pobre humana.

—Voy a moverla hacia el último cubículo, vos ocúpate de nuestra apariencia, ahora idiota.

Percibió el asentimiento de su hermano por el rabillo del ojo y sintió el tirón de su estómago que le indicaba que estaba trabajando sobre él.

Pronto su rostro dejó de ser suyo y las manos no le temblaron al observar en el espejo, la cara de la mujer a la que le había ocultado su memoria, su pelo rubio y sus facciones femeninas ahora acompañadas de un traje de oficial de policía. Hizo una mueca al observar la cara del hombre calvo a su lado, le doblaba la altura, pero sonreía justo como lo hacía su hermano al darse cuenta de que se había salido con la suya.

Quiso golpearlo de miles de formas diferentes.

Los estallidos contra la puerta lo distrajeron, parecía que querían tirarla abajo.

—Actúa natural, ahora sos una linda oficial —le susurró Jocke al pasar—. ¡Ya va, ya va! ¿Es tan difícil ser un poco paciente en este mundo?

Harlem no podía hacer más que absorber el dolor y los berrinches de su hermano, lo odiaba, pero el sufrimiento que habían compartido durante todos esos años lograba unirlos de una forma que nunca terminaba de comprender.

Se odiaba también por eso.

Se alisó el traje y en una zancada alcanzó a su hermano que abría la puerta. Ambos dijeron sus apellidos inventados al hombre de ojos grises que los escaneaba en el portal. No necesitaban ponerse de acuerdo, fingir ser algo que no eran ya formaba parte de su identidad. 


✴✴✴

¡HOLA! LLEGAMOS A LOS 1K, SOY FELIZ. MUCHAS GRACIAS  

Por eso voy a actualizar en la semana antes del domingo que viene. Dato: El próximo capitulo va a ser desde la perspectiva de Reina👁️

Capítulo laaargo, me disculpo, pero hubo de todo, me compadezco de Harlem a veces, pero después me acuerdo que vive con cara de culo y se me pasa. ¿Ustedes tienen paciencia con sus hermanos? Yo un poco. 

No sé si ya lo aclaré, pero hay pistas en todo el libro, hasta en las palabras que uso para describir a los hermanos. 

Este capítulo se lo dediqué a mi esposa ilegal camilanraven porque se ríe de mis memes chafa y la adoro, fin. Escribe fantasía también, su historia es genial 

PREGUNTAS: 

¿Qué opinan de Harlem? ¿Cumple bien su papel como hermano mayor?

¿Y de Jocken? ¿Su enamoramiento alguna vez les llevó a consumir carne humana? 

¿De qué creen que se trata la suerte de Zora? ¿Opiniones sobre ella?

¿Dudas? ¿Amenazas? Amo leer y responder comentarios 👁️

Dejo un humilde dibujo de Zora que hice con mucho amor, un edit de Harlem que tengo hace rato y un meme con el que muero ignorada cuando intento promocionar. 

Mil gracias por leer 

El edit: 

Y el meme: 

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