¿Escuchas Girl in Red? | PRON...

Par Ash-Quintana

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Las cosas comienzan a complicarse para Andy cuando descubre que siente algo más que una simple amistad por su... Plus

1. Ahora soy tu novia
2. Hay que pegarle
3. Los amigos no te cuernean
4. Quedé como estúpida
5. Jade con J de "Joder, qué pesado"
7. Tengo un gay panic
8. Una pelea (finalmente)
9. LA BESÉ
10. Reforzamos la amistad
11. ¿Charlie escucha Girl in Red?
12. He dicho algo malo
13. Ahora ella es mi novia
14. ¿Qué somos?
15. No salió como esperaba
16. Expongo a Charlie y Jade me expone a mí
17. La novia de Noah (no soy yo)
18. La estampo contra la pared (padre nuestro que estás en el cielo)
19. Mamá, papá, soy gay
20. La hice llorar (verga)
21. Ahuevo chismesito
22. Alana esconde algo
23. Ay, atrapadaaaa
24. ¿Noah?
25. Jade me es infiel
26. Se me junta el ganado
27. Reunión en la ducha
28. Sexo telefónico
29. No puede ser
30. Hay destinos más ricos que otros
31. Chica promiscua ¿Me estás coqueteando?
32. F
33. ¿Lo que pasa en el ascensor se queda en el ascensor?
34. Lo lograron. Finalmente la rompieron
35. Hoy es noche de...
36. El no novio de Jade
37. Caballo homosexual de las montañas
38. Charlie me acorrala
39. Un último baile
40. Epílogo
Ash llorando
Extra 1: Que me bese la cumpleañera
¡Segundo libro!
¡Libro en físico!

6. Me sacan del armario

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Par Ash-Quintana


No tuve que pensar demasiado al respecto porque Jade no tardó en mostrar sus intenciones. Al día siguiente me acorraló en uno de los pasillos de camino al salón.

Quiero decir, no de la manera en la que ustedes piensan.

Creo.

Apenas había comenzado el receso y yo llevaba un emparedado que acababa de comprar en la cafetería. Planeaba salir al patio para buscar un hueco de sol donde acurrucarme, pero él se interpuso. Podría haberlo esquivado sin problema, pero me detuve, mordí mi emparedado y le alcé las cejas.

—Ya sé cómo puedes devolverme el dinero —tuvo el descaro de decir.

—No estoy interesada —respondí con la boca llena.

La sonrisa de Jade flaqueó. Él suspiró, apoyó la mano en la pared que estaba a su izquierda y bajó la cabeza. Lo miré con mi interés renovado y me encontré con unos ojos suplicantes.

—Dame un respiro, Andrea —me pidió con derrota—. Llevo toda la semana intentando invitarte a salir ¿Puedes hacerlo más fácil?

¿Que él qué?

Dejé de masticar e intenté con todas mis fuerzas no verme tan sorprendida como me sentía.

—¿Eres masoquista o qué? —pregunté sin creérmelo.

—Depende —su sonrisa volvió con más fuerza. Había un matiz de vanidad inherente que dejaba ver cada vez que tiraba de la comisura lo suficiente—. ¿Eso te gusta?

No pude evitar reír. Me daba un poco de pena el camino que estaba decidiendo tomar conmigo, pero al menos su descaro era divertido.

—No me gustas —le dije.

Era lo mínimo que podía decirle por la gota de empatía que sentía por él. No quería que se molestara en alguien que, definitivamente, nunca le iba a prestar atención.

Consideré decirle que no me gustaban los hombres. Estuve a punto de hacerlo. Pero mi boca se cerró antes de emitir sonido.

Ser gay no era una razón para sentirme avergonzada. Tampoco buscaba que fuera un secreto. Pero no quería tener que lidiar con la reacción de los demás y me molestaba demasiado saber que era algo que aún así me afectaría directamente.

Y no confiaba en Jade para mantener su bocota cerrada. Él no parecía el tipo de persona que lo hacía.
   
—¿Y como amigos? —preguntó.

Una chica se aclaró la garganta para que la dejáramos pasar y Jade se hizo a un lado, pero volvió a prestarme atención de inmediato, a la espera de una respuesta. Cómo podía tener tanto entusiasmo antes del mediodía, eso era un misterio.

—¿"Como amigos", qué? —pregunté.

—Sal conmigo como amigos —dijo, como si fuera una suposición obvia—. No quiero caerte mal.

Arrugué la frente con desconfianza.

—Le das mucha importancia a lo que yo pienso.

—Eso es un si.

Dejó de apoyarse contra la pared y me dio la espalda para marcharse antes de que pudiera responderle. Se veía tan entusiasmado que lo dejé estar. No porque sintiera pena por él (aunque lo hiciera), sino porque me daba curiosidad el ver a dónde intentaba llegar.

Unos dedos se colaron por el bolsillo de mi abrigo con suavidad y chocaron con los mío. Creí que alguien intentaba robarme, así que tomé la mano para que no se apartara y me volví con brusquedad. Charlie alejó su rostro del mío con precaución y me alzó las cejas.

Solté su mano y ella sacó un billete. Me lo enseñó y lo dobló con sus dedos.

—Te lo devuelvo mañana —dijo—. Dejé la billetera en casa. —Miró por sobre mi hombro hacia donde Jade había estado hace unos segundos y juntó las cejas—. ¿Qué quería?

De repente recordé lo que había dicho Jade ayer sobre ellos hablando de mi cumpleaños. Ellos volviendo juntos del instituto en el bus y Charlie insistiendo para que lo invite a mi fiesta.

—Podrías disimular un poco más las ganas que le tienes ¿no? —la molesté.

Ella rodó los ojos y chasqueó la lengua.

—¿Por qué odias el amor?

—Yo no odio él...

Charlie tomó mi rostro entre sus manos y me acercó para dejar un beso en mi frente. Sus labios se sintieron rasposos contra mi piel y su perfume dulce invadió mis fosas nasales.

Cerré los ojos con nervios.

—Él es mío —murmuró cuando comenzó a apartarse—. No lo toques.

La miré sin procesar lo que acababa de decir. Por un momento creí que hablaba sobre no golpearlo, pero luego me di cuenta de que ella creía que yo estaba interesada en él.

Probablemente le habría aclarado la situación si ella me lo hubiera preguntado, pero el hecho de que acabara de amenazarme me hizo hervir la sangre.

—¿Estás segura de que quieres comenzar una pelea conmigo? ¿Por un chico? —le pregunté.

Quizá no fuera la chica más lista, ni la más ingeniosa, pero era competitiva y agresiva. No me iba a negar nunca a un enfrentamiento.

Ella abrió los ojos con sorpresa por mis palabras y su expresión se volvió más amistosa. Cerró los ojos y sonrió antes de negar con la cabeza.

—No estoy peleando contigo —me aseguró y retrocedió un paso—. Sólo te estoy advirtiendo ¿va?

Hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto y se marchó hacia la cafetería con prisa antes de que acabara el receso.

No podía creer que Charlotte se estuviera poniendo así de pesada por alguien como Jade. No podía creer que lo estuviera haciendo conmigo. Sabía que eso no significaba que estuviera molesta, pero el filo de su voz aún así me atravesó el pecho. No dejó herida, pero si unas ganas enormes de responderle.

De haber heredado la paciencia de mi padre, habría aclarado el malentendido con ella y me habría alejado de Jade para no generar conflicto innecesario.

Pero desafortunadamente tenía el mal genio de mi madre y el viernes por la noche me encontré subiendo a la estación de metrobús con la dirección que Jade me envió anotada en un papel.

El viento del río llegaba con más fuerza luego de que el sol caía, pero al menos el aire era más fresco. Cerré mi saco delgado con una mano y sostuve el teléfono contra mi oreja con la otra. Esquive algunas personas haciendo filas hasta llegar a la que pertenecía a mi autobús.

—Te tuve que haber dicho que no —le protesté a Jade, quien me escuchaba desde la otra línea—. Me harás ir hasta algún galpón para sacarme los órganos y ni siquiera has tenido la decencia de pasar a buscarme.

—Es el puto barrio chino, pesada. Ábrelo en google maps —me contestó. Pude oír música desde el otro lado de la línea y un murmullo constante—. Y no puedo pasar a buscarte porque sigo trabajando. De hecho, tú pasarás a buscarme. Las damas primero.

Sabia que era el barrio chino el sitio en el que me había citado. Mamá me dejó ir porque ojeó el sitio en street views una docena de veces y me obligó a pasarle el número de Jade y de sus padres.

Desde la pantalla de la laptop de mamá se veía como un pequeño restaurante de los tantos que rondaban esas calles. Un cartel pequeño al costado decía que había karaoke toda la noche y junto a él se veían dos tiendas de recuerdos bien iluminadas.

—¿Trabajas en el karaoke? —pregunté con interés auténtico.

—Sí —rio un poco, como si acabara de recordar algo—. Y por alguna razón tenemos el opening de Evangelion, que está en japonés. No te pierdas, por favor. Tu mamá me da miedo.

Colgué y me asome por el borde de la estación para leer los números de los autobuses. Por la noche los carteles brillaban, pero algunos eran lo suficientemente antiguos como para no tener iluminación en el frente y era difícil leerlos desde la distancia.

Le envié un mensaje a mi mamá cuando subí al bus y luego otro a Noah. Otra de las condiciones de mi progenitora había sido que volviera a la casa de ella para dormir, no a la de Charlie.

La madre de Noah era amiga de mamá, así que tenía sentido.

Mi teléfono vibró cuando Noah me respondió.

De: Ángel:

Llámame cuando te aburras y pasaré a buscarte.

Le respondí algo rápido.

¿Preocupada?

Ella estaba en línea cuando le llegó el mensaje, así que la vi comenzar a escribir una respuesta apenas lo envié.

De: Ángel:

Aburrida.

Pensé en preguntarle si planeaba ir a algún lado luego de pasarme a buscar, pero me gustaba la idea de dejarlo como sorpresa.

No fue tan difícil encontrar el restaurante luego de bajar. Los números de los comercios saltaban a la vista y los carteles en chino tenían su traducción arriba.

Esquivé a muchas familias y parejas paseando, y a algún que otro perro callejero. Le envié una selfie a mamá en la puerta del karaoke y entré.

La música se oía suave y llegaba desde el fondo. Las mesas se amontonaban, redondas y pequeñas, hasta llegar al escenario del lado derecho. En el izquierdo se encontraba la barra y, detrás de esta, la cocina.

Jade se inclinó sobre la barra y presionó su labio con los dedos para silbarme mientras se sostenía con la otra mano. Un rizo negro se pegaba en su frente, pero parecía no molestarle.

Me acerqué hasta la barra y me senté en una de las butacas. El olor de la cebolla dorada me llegó con fuerza desde la cocina y mi estómago se despertó. Él sacó un menú de la pila que descansaba junto a la caja registradora y lo dejo delante de mí.

—Pide algo para beber —me ordenó sin siquiera saludarme. Abrió el menú y apuntó a la lista de refrescos—. Salgo en cinco minutos. Compraremos algo para comer allí.

—¿Allí, dónde? —pregunté ojeando la lista—. ¿Me pagarás la bebida?

—"Ésta" te pagaré.

Jade se arremangó la playita y señaló su entrepierna antes de marcharse hacia la cocina. Me incliné hacia adelante para examinar su delantal negro desde atrás y luego volví a fijarme en el menú.

Del otro lado del local las personas se organizaban para sentarse en mesas cercanas cuando eran grupos grandes. Aún nadie subía al escenario, pero por la manera en la que el volumen de sus voces iba subiendo de a poco, esperaba que no faltara mucho para eso.

Había de todo: desde familias con sus niños hasta hombres de negocio o parejas bien vestidas. Un grupo de adolescentes comía del mismo plato como si acabaran de gastarse sus últimos billetes en eso.

—¿Qué te doy?

Alcé la cabeza para encontrarme con una chica mayor del otro lado de la barra. Llevaba el cabello recogido en una cola de caballo y me miraba animada. Su delantal negro era el mismo que el de Jade.

Apoye los codos en la barra y descansé el rostro en las palmas de mis manos.

—Algo dulce —le pedí.

Ella sonrió y sacó del refrigerador una lata de Fanta.

Iba por la mitad de mi bebida cuando Jade salió de la cocina. Llevaba otra ropa: se había cambiado la camiseta arremangada por una sudadera gris y el delantal negro desapareció. Sobre el hombro llevaba una mochila cargada.

—Vamos —dijo, y salió de la barra.

Saludé a la otra camarera y lo seguí fuera del restaurante. El cambio de clima me hizo resoplar cuando salí y maniobré con el cierre de mi saco para cerrarlo. Jade me miró con curiosidad, pero no dejó de andar.

Comenzamos a deshacer el camino que yo había hecho unos minutos antes. Por un momento creí que nos meteríamos a otro de los restaurantes, pero entonces salimos del barrio chino y cruzamos la avenida que llevaba al lado opuesto.

—¿A dónde vamos? —le pregunté.

Él sonrió con los labios cerrados y bajó la cabeza para verme. Siempre me consideré una persona de estatura promedio, pero Jade me llevaba unos buenos veinte centímetros.

—Adivina.

—No con tu madre, espero —le advertí—. O le diré lo mal que me tratas. Me haces comprarme mi propia bebida y me robas a mis amigas.

—Yo no te robo a tus amigas.

—Y luego los dos hablan de mí a mis espaldas.

Él chasqueó la lengua y siguió avanzando. Levanté la cabeza cuando unas luces titilantes captaron mi atención. Al final de la calle se alzaba el parque, pero esa noche estaba repleto.

Puestos de comida de diversos colores se erguían por todo el largo y dejaban pequeños espacios para caminar, como un laberinto. Cerca de la acera se extendían mantas con cuadros de pinturas, figurines de madera y juguetes de luz. Un grupo de niños correteaba cerca del semáforo mientras pateaban una pelota con energía.

Había música, pero no sabía de dónde venía.

—Nadie habla de ti —protestó Jade.

Tuve que hacer memoria para recordar de lo que estábamos hablando.

—No, claro que no. Hablan de mi cumpleaños.

Bebí otro sobro de mi lata antes de cruzar la calle. Rodeamos a una pareja con un carrito de bebé y nos detuvimos frente a un puesto de perros calientes.

—¿Te molesta? —preguntó—. Que hable con ella.

Pasé mi mirada del señor que armaba su perrito caliente a él. Jade me miró de reojo y me sonrió con la seguridad que sólo tiene alguien tan estúpido como él.

Él de verdad pensaba que me gustaba.

—Claro que me va a molestar, Jade. Con lo mucho que me gustas —ironicé.

El señor del perro caliente soltó una risotada y le cobró el dinero a Jade.

La frente de Jade se arrugó con ofensa, pero tomo su perro y lo mordisqueó antes de que nos adentráramos en el parque. Creí que mantendría la boca cerrada en lo que comía, pero no avanzamos ni dos puestos cuando decidió responderme.

Mordisqueé el sorbete que me habían dado en el restaurante antes de continuar mi refresco.

—No te preocupes por Charlie. A ella le gustan las chicas.

Tosí y la Fanta fue hacia mi nariz. Escupí soda por la boca y por las fosas nasales en medio de mi ataque de tos. Jade golpeó mi espalda y yo intente recobrar la compostura.

Cuando pude volver a respirar me enderecé y me limpié la mano contra los vaqueros.

—¿Ella qué? —pregunté atónita.

Alce el rostro para verlo y pasé la manga de mi abrigo por debajo de mi nariz.

—Ahora sí estamos hablando de algo que te interesa ¿No? —preguntó.

—¿Eh?

Dejé el brazo en mi rostro y lo miré, sin comprender lo que sus palabras juntas significaban. Él se inclino hacia mi y tomo mi brazo para bajarlo.

—¿Qué has dicho de Charlie? —pregunté.

—Qué te importa.

Pareció disfrutar cada palabra. Sus ojos estaban fijos en los míos, atentos, como si lo único que le importara fuera ver cómo reaccionaba. Le dio otro mordisco a su perro caliente y me alzó las cejas.

—No te gusto yo ¿verdad? —dijo.

Jade tomó mi rostro con su mano libre para obligarme a verlo. Dejamos de caminar y un chico casi tropezó con nosotros.

—¿Te ha costado mucho asimilarlo? —pregunté.

—Te gusta Charlie.

—No —respondí demasiado rápido.

—¿No? —presionó mis mejillas— ¿Por qué te has puesto roja, entonces?

🌸🌸🌸

Declaro este día como el día de golpear a Jade.

Interesados saquen ticket JAJAJA

Hablemos de Jade JAJAJA porque honestamente ni yo me esperaba que lo descubriera por su cuenta. Y eso que yo soy la autora ¿hace cuanto creen que sabe que a Andy le gusta Charlie?

Aunque en realidad Andy nunca dijo eso.

¿Le gusta Charlie?

Cambiando de tema: creo que solo una persona pudo adivinar los colores del quipo de Andy. Eran negro y rojo, como los ravens 😌

El nombre del equipo es "mambas negras" y el logo es esa serpiente.

Las mambas tienen una historia bastante interesante así que espero que con el paso de los capítulos Andy vaya revelando y descubriendo algunas cosas al respecto.

No me quiero alargar más.

Que tengan una bonita semana. Recuerden que pueden encontrar el link al grupo de discord en mi bio (carrd.com) y seguirme en mis redes sociales para ver más contenido de la historia.


Bai ♡

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