"Adoro cada una de tus expresiones, incluso cuando estás asustado porque te doy pescado."
—Dime que no me vas a dar pescado hoy, por favor.
—murmuró después de leer la nota y dirigirse a ella en la cocina.
Pero ya era demasiado tarde. La mesa estaba servida. Y había pescado en ella.
—¡Tienes que comerlo, Kaito Kuroba! —exclamó ella. —¡Es sano!
—¡No, claro que no tengo que comerlo! —respondió él entre molesto y asustado.
Ella se levantó.
—¡Es más, si lo comes te daré un regalo! —aseguró acercándose a él, quién tenía la mirada perdida de miedo.
—No lo quiero... —Y salió corriendo de ahí para esconderse en algún lugar de la casa.
—¡Vuelve aquí, cobarde!