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❛.*🐺 🐀 CHAPTER ONE *🐕 🦌ˎˊ˗
▰▰▰▰▰▰ ¿quién es el padre? ❞ .˚. ✦
Olivia Kinsley no era una llorona.
Era un montón de cosas: lengua afilada, atrevida, hermosa, una completa coqueta, arrogante, orgullosa, astuta, ambiciosa, impulsiva, fría, pero débil definitivamente no era una de ellas.
Olivia había sido educada para ver las emociones como una debilidad, para soportar el dolor en silencio. Había aprendido que llorar no era más que perder el tiempo.
Ella sabía que si querías que se haga algo, tenías que levantarte y hacerlo tú mismo.
No lloró cuando se cayó del palo de la escoba cuando era niña, no lloró cuando su madre pasó horas gritándole a la cara. No lloró cuando su hermano tenía la marca oscura en su brazo a pesar de que ella suplicaba. Y ella tampoco lloró cuando murió sirviendo al señor oscuro.
Pero esta vez, Olivia se permitió llorar. Ella no estaba llorando por sí misma, no. Ella estaba llorando por el niño dentro de ella. Por el mundo al que Olivia la traería. Lloró por el futuro que ahora nunca tendría.
Olivia Kinsley lloró.
Abortar al niño era una de sus opciones, pero Olivia sabía, en el fondo de ella, que nunca castigaría a un niño inocente por sus errores, por su descuido.
Sintió una mano reconfortante en su hombro. Olivia quería apartarla y hacerse un ovillo, con la esperanza de que tal vez si se negaba a creerlo, no sería verdad, pero sabía que no era así cómo funcionaba la vida. Ella lo aprendió por las malas. Tendría que afrontarlo de una forma u otra.
—Señorita Kinsley —dijo suavemente la medimaga y miró a Olivia con lástima en sus ojos. Olivia odiaba la compasión. Ella lo odiaba más que nada—, ¿está bien?
La chica no pudo responder ¿Estaba bien? No, no lo estaba. Ella acababa de cumplir diecisiete años. Tenía un año más de estudios. Ella era tan joven. Sus padres la repudiarían cuando se enteraran, o tal vez la matarían primero. Olivia no está preparada para ser madre. Apenas podía evitar perder la cordura por completo, y menos podía preocuparse por un niño.
—Olivia —volvió a llamar la medimaga—, ¿puedes decirme quién es el padre?
Olivia cerró los ojos. El padre. Su hijo tenía un padre. Ella se había olvidado por completo de él. Había sido una aventura de una noche, una follada casual. Ambos estaban borrachos. Olivia apenas había hablado con él durante todo su tiempo en Hogwarts, sólo había escuchado sobre él y las discusiones ocasionales en clase y ahora tendría que decirle que estaba a punto de convertirse en padre.
—¿Quién es él, señorita Kinsley? —Madame Pomfrey preguntó de nuevo.
Olivia tragó saliva con dificultad, temiendo que si abría la boca fuera vomitar.
— J-James Potter.
🦌
James Potter ya tenía un mal día antes de que Dumbledore lo llamara.
Se despertó con Sirius cerrando de golpe la puerta del baño, discutiendo en voz alta con Remus sobre algo sin importancia. La noche anterior se repitió en la mente de James. Ver a Lily besuqueándose con el chico Diggory había sido la gota que colmó el vaso.
Había hecho todo lo posible para complacer a la pelirroja. James Potter era un imbécil arrogante e insufrible. No lo negaba, pero también tenía otras cualidades agradables. Mientras que Diggory no era más que eso; un chico guapo arrogante con la cabeza llena de polillas. ¿Y por quién va Lily? Por supuesto, por Diggory.
La noche había llevado a Sirius a animar a James a beber un vaso de whisky de fuego como cura para un corazón roto. Debería haberlo sabido mejor antes de escuchar las estúpidas ideas de Sirius, así que en realidad, él era el culpable.
—No hagas tanto ruido, amigo. —refunfuñó mientras trataba de enterrar su cabeza más profundamente en la comodidad de su almohada. Su cabeza se sentía como si estuviera siendo abierta, pero no es nada comparado con la sensación de vacío en su pecho.
Qué dramático ¿Vacío? ¿Desde cuándo empezó James a sentirse así?
—No puedo evitarlo, Cornamenta —dijo Sirius con voz cantarina, arrojando su cuerpo sobre su mejor amigo con resaca—. Es hora del desayuno.
— ¡Maldito infierno! —James gimió, tratando de apartar al chico de él.— Quítame tu gordo trasero de encima.
— ¿Me acabas de llamar gordo? —Sirius fingió estar ofendido.
— Dale un descanso, Canuto —dijo Remus mientras trataba de arreglar su corbata frente al espejo.
— Sí, todavía tiene el corazón roto por Lily y Diggory —añadió Peter con demasiada alegría.
James empujó con fuerza al chico sobre de él, lo que resultó en un ruido sordo y un ego bastante herido. Es decir, Sirius Black besó el suelo esa mañana.
James se incorporó, recogiendo la ropa doblada en la parte superior de su baúl, que por supuesto, habían sido los elfos quienes lo habían arreglado. Dios no permita a James Potter doblar y ordenar sus pertenencias y se dirigió al baño.
—Gracias por el recordatorio, Colagusano. —Dijo a regañadientes, cerrando la puerta de golpe antes de que alguno de sus amigos pudiera decir una palabra más.
El desayuno no había sido mejor. Diggory se sentó en la mesa de los Gryffindor con Lily, sus amigos flanqueando a su alrededor. Eso instantáneamente lo puso de peor humor.
—Diggory. —llamó amargamente, interrumpiendo las risitas que venían de Alice Fortescue y Marlene Mckinnon.
—James, tal vez... —Remus trató de intervenir, poniendo una mano en el hombro de su amigo, pero James simplemente se encogió de hombros.
— Potter —saludó Amos Diggory, sonriendo mientras ponía la frente en alto y pasaba un brazo alrededor de Lily, sabiendo que molestaría al chico de Gryffindor.
—¿Qué estás haciendo en la mesa de los leones? —Preguntó James, tratando de sonar casual pero miserablemente fallando en hacerlo.
— Potter, —siseó Lily, mirando al chico.— no hagas una escena.
Demasiado tarde. Amos se había puesto de pie. Era unos centímetros más bajo que James, por lo que había inflado el pecho con una sonrisa de suficiencia en los labios.
—Me invitó Lily ¿Algún problema?
—Sí, lo hay —dijo James, ahora apartando la mano de Sirius de él.
— James, detente. —La voz de Remus era firme cuando una vez más intentó alejar a su amigo.— Solo te hará lucir peor frente a Lily.
Apretó la mandíbula sabiendo que Remus tenía razón, como siempre. Entonces, dándole a Diggory una última mirada, se alejó, olvidándose por completo del desayuno.
James se había retirado a su dormitorio enojado y sus amigos le dieron el espacio que tanto necesitaba esta vez.
Uno pensaría que James ya estaba acostumbrado a la angustia. Había estado persiguiendo a Lily Evans durante más de cinco años y, cada vez, la chica lo rechazaba acompañado de insultos ofensivos de bajo perfil y discursos de rechazo desgarradores. Pero, por desgracia, James Potter era un Gryffindor de principio a fin; era decidido y leal hasta el extremo. Incluso si no se quería su lealtad.
Decidió que su día había sido arruinado para siquiera intentar asistir a sus clases, se permitirá a sí mismo revolcarse en la auto compasión y cuidar su resaca.
Se quitó los zapatos, se arrastró bajo las sábanas y cerró los ojos, sin tener idea de que el día significaría mucho más que tener el corazón roto. Fue el día en que su vida cambiaría para siempre.
🦌
James se despertó por los golpes en su puerta. Un vistazo rápido al reloj le dijo que eran un poco más de las dos, lo que significaba que todos estaban en sus clases en ese momento, donde él debería estar.
Al darse cuenta de que un profesor que pretendía sermonearlo era probablemente el que estaba detrás de la puerta, James gimió mientras se acercaba a la puerta haciendo un berrinche.
—Lo siento, profesor. No me he sentido... —comenzó a decir, parpadeando para despabilarse mientras trataba de limpiar sus gafas con el dobladillo de su suéter. Sin embargo, incluso con su visión borrosa, vio que la persona frente a él no era un profesor. La chica tenía el pelo rojo ardiente e incluso si James no podía ver su rostro, sabía quién era— Oh hola, Evans ¿Te cansaste de Diggory?
Lily puso los ojos en blanco y le puso un trozo de pergamino en las manos.
—Sigue soñando, Potter. Solo estoy aquí porque el profesor Dumbledore me pidió que te dijera que lo fueras a ver. —Y con eso, la pelirroja se dio la vuelta y se marchó.
James miró el pergamino que sostenía para ver las palabras "Enfermería, ahora" escritas en un elegante garabato.
La confusión lo atormentó y el terror vino después. Todos sabían que ser llamado a la oficina de Dumbledore hoy en día significaba que alguien de tu familia había resultado herido, o peor aún, muerto, en la guerra que se desarrollaba fuera de Hogwarts. James sabía que era muy posible que esto les sucediera a sus padres. Ambos eran miembros activos de la Orden después de todo y su padre era un auror bien conocido que había puesto a varios mortífagos en la cárcel. Fleamont Potter era un objetivo que caminaba y respiraba para el Señor Oscuro.
Antes de que James se diera cuenta, estaba corriendo hacia la enfermería.
No tuvo tiempo de preguntarse por qué la enfermería y no la oficina de Dumbledore. La lógica lo había abandonado por completo. Con el corazón latiendo fuera de su pecho, James corrió tan rápido como pudo. No le importaba que estuviera empujando a la gente fuera del camino o que los profesores lo llamaran por su nombre. Tenía que llegar a la enfermería lo más rápido posible. Tenía que saber si tenía algo que ver con sus padres.
Jadeando, empujó las puertas dobles de la enfermería haciendo que todos se volvieran hacia él. Todos lo miraban con lástima, lo que solo lo aterrorizaba más. Se apiñaron alrededor de una cama que tenía las cortinas corridas y James corrió instantáneamente hacia ellos.
Lo que no esperaba era que la cama estuviera ocupada por una chica de Slytherin cuyo cabello oscuro enmarcaba su bello rostro. Al ver que no era su mamá o su papá, James dejó escapar un suspiro que no sabía que había estado conteniendo.
—Profesor. —se volvió hacia Dumbledore, una parte de él todavía temía que le estuvieran esperando malas noticias.
—Señor Potter, ¿sabe quién es ella? —preguntó el director, asintiendo con la cabeza hacia la chica que dormía pacíficamente en la cama.
James la conocía, por supuesto, pero mentiría si dijera que realmente la conocía. Notó que sus mejillas estaban manchadas de lágrimas y la piel que cubría sus ojos estaba roja e hinchada, lo que supuso que era por llorar también.
La noche que pasó con ella de repente entró en su mente. Recordó cómo la había visto tan irresistible esa noche. Se había olvidado por completo de Lily Evans.
Recordó cómo todos los hombres de la sala habían intentado bailar con ella, así que juró que él sería el único con quien bailaría. Habían hecho más que bailar y James podría haber jurado que voluntariamente le habría dado todo su mundo.
Pero luego se fue a la mañana siguiente y todo lo que James tenía de ella era el rastro de su perfume adherido a sus almohadas. Había intentado hablar con ella después de eso, pero era dolorosamente obvio que ella no estaba interesada y James solo podía ser un mártir para la chica.
— No personalmente, señor —dijo James mientras se preguntaba qué diablos tenía que ver con ella. Había pasado un mes desde esa noche y, sinceramente, se alegraba de ello. James se dio cuenta rápidamente de cómo parecía perder todo el autocontrol y sus pensamientos cuerdos cada vez que estaba cerca de ella.
— Señor Potter —dijo lentamente como si se estuviera asegurando de que James entendiera perfectamente.— La Señorita. Kinsley fue encontrada inconsciente en la biblioteca. Afirmó haber estado experimentando náuseas y vómitos. —hizo una pausa— Recientemente se descubrió que la Sra. Kinsley es...— Dumbledore se detuvo mientras buscaba una mejor manera de expresarlo. Miró a James directamente a los ojos mientras trataba de transmitir lo serio que era el asunto— Ella está embarazada.
Por un momento, el cerebro de James se negó a procesar las palabras. ¿Llevando un niño? ¿Ella estaba embarazada? Luego se preguntó si quizás esa había sido la razón por la que ella lo evitó como una maldita plaga después de esa noche. Estaba embarazada del hijo de otra persona.
Luego lo golpeó y sintió que su mundo se salía de su eje. Estaba embarazada un mes después de haber tenido relaciones sexuales. Se habían olvidado por completo de usar protección esa noche y ambos estaban borrachos y estaban desesperados el uno por el otro.
Estaba jodidamente embarazada de su hijo.
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