Un suave bostezo escapó de los labios de Myoui Mina. La muchacha japonesa deslizó lentamente su mano sobre el lugar vacío a su lado. Frunció el ceño y abrió lentamente sus ojos. Soltó un jadeo leve al darse cuenta de que la joven coreana no estaba por ningún lado. Se sentó y miró a su alrededor.
No había ningún sitio en donde Chaeyoung pudiese esconderse. Su casa era literalmente una habitación individual. Entró en pánico, rápidamente cepilló sus dientes y salió por la puerta. Como de costumbre, los elfos se dirigían al taller, al granero, al hospital y al comedor. Mina volvió la cabeza de derecha a izquierda ¿Dónde podría haberse metido la joven?
— Oh no, perdí a mi amiga. No, no, no. — Estaba preocupada. Se mordió el labio y miró hacia la nieve. Había un rastro de huellas de calzado sobre el blanquecino elemento. Mina sonrió. Pero luego se dio cuenta de que había muchas más de ellas esparcidas por todos lados, y todas del mismo tamaño, incluido el de Chaeyoung. Mina mentalmente se palmeó la cara. Eso no era bueno. No sabía con quién se encontraría la coreana. Pero algo llamó su atención.
El sonido de una campana. No, no fue el sonido "Ding dong". Fue suave, casi melodioso para sus oídos. Algo que sólo podías escuchar en el silencio si prestabas atención.
Pero Mina lo escuchó, a pesar de que había sonidos circundantes. Parecía llamarla. Teniendo en cuenta que nunca antes había escuchado una campana sonar como aquella. Se dejó llevar y siguió al sonido hasta el comedor.
— Uhm ¿Dijiste que Mina antes era humana? — Preguntó la joven que llevaba un gran bocado de panqueques en su boca.
Sana sonrió. — Por supuesto. Todos lo fuimos. Nos convertimos en elfos con el transformador de elfos. Éramos bebés y luego Santa nos convirtió en elfos. — Le dijo Sana con orgullo.
Con la boca cerrada, Chaeyoung se tomó un minuto para pensar.
"Santa... ¿Secuestra bebés?". Pensó.
— Sé lo que estás pensando. Él no nos secuestró. Simplemente éramos niños no queridos después del nacimiento. Estábamos en orfanatos por ser una carga. Y Santa nos acogió. Es como nuestro papá. — Chaeyoung se tragó el último trozo de panqueque y asintió ante las palabras de la elfa.
— ¿Entonces por eso Mina tiene veintiuno? ¿Porque técnicamente es humana? — Sana asintió y deslizó su dedo por la mandíbula de Chaeyoung. — Pero basta de hablar de ella ¿Por qué no hablamos de nuestro próximo destino? ¿Ya has visto nuestras casas? La mía. — Se inclinó hacia delante haciendo que Chaeyoung jadeara y se pusiera rígida.
— Es cálida y acogedora. — Le guiñó. Chaeyoung se sonrojó locamente. Al igual que con Mina, Chaeyoung se preguntó si todos los elfos eran así de asertivos.
— ¡Sana! — Ambas chicas escucharon la fuerza en el tono de voz de Mina. Chaeyoung se dio la vuelta para ver lo que parecía ser una Myoui Mina agitada, de brazos cruzados y resoplando.
Sana sonrió y se cubrió con Chaeyoung, frotando su nariz contra el cabello de la chica mientras miraba a Mina directamente a los ojos. Mina podía sentir un sentimiento inexplicable en su corazón. Algo parecido a los celos y, sin embargo, todavía no estaba familiarizada con eso. No podía explicar la razón por la que estaba celosa. Ella no tenía sentimientos por Chaeyoung ¿Cierto?
— Sana. — Gruñó Mina ligeramente y tomó la mano de la coreana tirando de ella suavemente. Chaeyoung rápidamente se escondió tras la elfa menor, todavía nerviosa por los acercamientos de Sana.
— Ah, así que nos encontraste ¿Cómo supiste que estábamos aquí? — Preguntó la elfa mayor.
Giró sobre sus talones y tiró suavemente de Chaeyoung. Las dos se alejaron de la muchacha mayor. Cuando entraron en el frío exterior, Chaeyoung fijó la vista en sus manos. Amigas. Así las llamó Mina ¿Pero eran realmente sólo amigas? ¿Las amigas se ponen celosas como lo hizo Mina? ¿Las amigas se besan? ¿Envuelven sus brazos alrededor de la cintura de su amiga cuando duermen? ¿Se miran dulcemente como lo hace Mina con ella?
— ¿Mina? — Preguntó la menor y mordió su labio. Caminaron por la nieve, los copos de nieve golpeaban sus rostros delicadamente. — ¿Hm? — Fue el sonido de pregunta de Mina. Chaeyoung se sonrojó. No podía creer lo que Mina la hacía sentir. Qué tranquila se ve Mina cuando se toman de la mano, cuando duermen una al lado de la otra, cuando se besan ¿Era Mina tan ingenua con los sentimientos que brotaban en el aire?
— ¿Cómo me encontraste? Yo... no dejé una nota.
Mina sonrió. — Te oí. — Dijo con orgullo. Chaeyoung detuvo en seco.
— ¿Qué? ¿De qué hablas? — Mina se volvió hacia Chaeyoung.
— Te escuché. Hubo un sólo sonido que escuchaba entre tanto ruido. Era una sola campana y... sabía que eras tú. Era un sonido dulce. No un "ding dong". Era algún tipo de melodía. La seguí y me llevó hasta a ti. Eres mi amiga y viajaría por todo el Polo para encontrarte. Porque eso es lo que hacen las amigas. — Le dijo Mina mientras sonreía.
Amigas. A este punto, Chaeyoung había perdido toda fe en salir con la elfa. Sin embargo, aún caminaba de la mano con Mina.
— ¿Alguna vez has visto un oso polar? — Chaeyoung abrió en grande sus ojos.
— ¡¿Oso Polar?! ¡¿Dónde?! — Volteó la cabeza rápidamente en búsqueda del animal. Mina rió.
— No aquí, tonta. Te lo mostraré. Y no tendrás que tenerle miedo, aquí estoy para protegerte. — Le dijo la elfa.
Chaeyoung se rió. — Más bien yo te protegeré a ti. Soy como un tigre ¡Roawr! — Mina sonrió. — Supongo que un pingüino como yo necesita protección. — Dijo contagiándole la sonrisa a la coreana.
— ¡Vaya, es realmente grande! — Chaeyoung dijo con los ojos bien abiertos. Mina tocó su barbilla "¿Qué es lo que dicen los humanos?" — Eso dijiste anoche. — Mina dijo y sonrió descaradamente. Chaeyoung parpadeó un par de veces y se sonrojó.
— De acuerdo, uhm ¿Nos acercaremos?
— Chaeyoung... esto es lo más cerca que podemos llegar a estar sin que nos coman. — Le respondió la nipona. Chaeyoung retiró su mano de la de Mina. Se subió a la cima de una roca cubierta de nieve y se puso la mano en la cintura. — Mina, te protegeré a toda costa. No le tengo miedo a un oso polar. — Declaró Chaeyoung. Mina abrió en grande sus ojos.
— ¿Qué? ¿Sorprendida? — Preguntó con una sonrisa. Mina se lanzó hacia adelante y agarró a Chaeyoung tirándola consigo y cayendo encima de ella. La menor jadeó cuando su rostro se posó sobre el pecho de Mina. La mano de la japonesa envolvió de una forma protectora la cabeza y espalda de su menor. Los ojos de Mina se habían puesto rojos.
El oso polar gruñó y terminó por alejarse. El corazón de Chaeyoung golpeteaba en su pecho. Debería estar acostumbrada a estar tan cerca de Mina. Pero nunca antes se había sentido tan protegida como en ese momento. Mina estaba realmente dedicada a proteger a su "amiga". Chaeyoung cerró sus ojos y frotó su nariz contra el pecho de Mina, aspirando la embriagadora fragancia que poseía ésta.
— Se ha ido. Ya estás a salvo. — Susurró. Mina tomó la barbilla de la joven y alzó su cara y la miró a los ojos. — Debes tener más cuidado, Chaeyoung. Mi dulce Chaeyoung. — Sonrió. Chaeyoung se sonrojó a más no poder y se puso de pie.
— Está bien. — Dijo avergonzada. Mina soltó una risa entre dientes y palmeó suavemente la cabeza de la menor.
— Oh, te traje a algo para que lo lleves contigo a casa. Algo para recordarme. — Mina metió la mano en su bolsillo y sacó una esfera de nieve. Chaeyoung jadeó y tomó el presente.
— Oh. Espera... ¡Oh, Mina, mira! — Dijo la coreana cual niño vertiginoso. — ¿Cómo hiciste eso? — Mina sonrió.
— Magia. — Tendió su mano a la joven y ésta la tomó con alegría.
— ¿Volverás a casa conmigo? — Preguntó la pequeña.
— ¿A casa? — Chaeyoung sonrió y miró a Mina. — Sí, a casa.
Ambas chicas sonrieron de oreja a oreja ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo se hayan vuelto tan cercanas? ¿Era la magia de la navidad que permanecía en el aire lo que causó esto?