OJALÁ...

Por LeslieLaFuente

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Él necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros... Más

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Personajes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Asesino: Parte 1
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Asesino: Parte 2
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Asesino: Parte 3
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Ian
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Extra - Ian
Booktrailer
Extra II: Ian.

Capítulo 6

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Por LeslieLaFuente

Siento como si no hubiese transcurrido ni una hora desde que logré conciliar el sueño cuando una fuerte mano comienza a zarandearme. Abro lentamente los ojos, imaginando miles de posibles muertes para la persona que no me permite dormir y, lo primero que observo, es el rostro de Ian frente al mío, mi memoria se inunda de los acontecimientos del día anterior haciéndome consiente de donde me encuentro. Frunzo de mala gana el ceño, siempre que era despertada por alguien o algo, significaba una mala manera de iniciar el día, sobre todo si no pegué ojo en toda la noche anterior, me costaba acostumbrarme a una nueva cama, o mejor dicho sofá.

—¿Qué quieres? — pregunto un poco más grosera de lo necesario.

—Hora de levantarse, hay que trabajar. —Su tono de voz es neutral.

Intento girarme para seguir durmiendo, pero la sensación de un objeto pesado sobre mi abdomen me lo impide, alzo un poco la cabeza y, a pesar de la escasa iluminación de la recamara, veo que se trata de Holmes descansando aún.

«Parece Ian no me mintió cuando dijo que tendría que compartir sofá con Holmes».

Vuelvo a tirar la cabeza sobre la almohada a la par que intento organizar mis ideas, por lo visto mi cerebro aun está medio dormido. Miro a mi alrededor obviando a Ian, cuando algo llama mi atención, además de la poca luz artificial en la habitación, no hay rastro de más iluminación, ¿por qué esta todo medio oscuro? Ni siquiera entran por la ventana los primeros rayos de sol del día.

—¿Qué hora es?

—Las cinco de la mañana.

Ian aún permanece sin moverse de mi lado, sin embargo, el tono de su voz me indica que comienza a irritarse.

—¡Tienes que estar bromeando! No hemos dormido casi nada.

La conmoción había sido más que suficiente para lograr espabilarme por completo. En mi apartamento de Nueva Orleans solía levantarme temprano para ir a trabajar o cuando cursaba estudios universitarios, pero jamás a la cinco de la mañana. «¿Por qué demonios es necesario levantarse a esta hora luego del largo día que tuvimos ayer?».

Le miro detenidamente fijándome en cada movimiento o gesto que realiza para saber si se trata de una broma, pero por lo visto no es así. El vikingo diabólico se encuentra vistiendo unos vaqueros de mezclilla y una camisa sin mangas de color blanco, también lleva un par de botas de cuero, no se parece en nada al look formal que llevaba cuando le conocí, esta ropa combina más con su aspecto de Neanthertal. El olor fresco de su colonia invade mis fosas nasales, por lo visto ha tomado un baño antes de decidir levantarme.

«¿Pero es que este hombre no ha dormido nada?, ni siquiera se ve cansado».

—Debemos comenzar a trabajar.

—¿A esta hora? ¿Y qué haremos? ¿Despertar al sol?

El sarcasmo en mi voz tan solo parece ser la gota que colma el vaso, lo cual debo admitir que me resulta divertido, pero Ian no tardaría en hacerme pagar por mí atrevimiento.

—Escucha princesa. —Acerca su rostro al mío hasta que nuestras narices casi chocan, puedo sentir como trago en seco de manera inconsciente—, O te arreglas y bajas a desayunar en cinco minutos, o te bajo yo ahora mismo con las ropas que llevas puestas, y te advierto, ya mis trabajadores estas todos despiertos y rondando la casa.

La calma en su voz me aterra más que si se hubiese escuchado molesto o alterado; el brillo de sus ojos me da a entender que no está hablando en broma, no dudará en cumplir su amenaza. Quizás, en otro momento, le hubiese retado, pero solo de recordar que las únicas ropas que llevo puestas ahora mismo constan de un fino camisón, las bragas y el sostén, la idea de irle a la contraria se esfuma de mi cabeza.

Es predecible que no ganaré esta batalla de terquedad por lo que, sin rechistar, aparto todas las sabanas a un lado. Holmes se lanza al suelo del susto cuando me pongo en pie, tomo mi neceser y sin volver la vista atrás me dirijo rápidamente al baño, no obstante, puedo sentir aún el peso de la mirada de Ian sobre mis hombros. ¡Maldito vikingo del demonio! ¿Nadie le ha enseñado en su vida un poco de educación? Mira que amenazarme desde tan temprano en la mañana, debería darle vergüenza, y decir que sentí un poco de pena hacia él por todo lo que ha tenido que vivir.

«Me compadezco de su difunta esposa si también tuvo que soportar estos malos tratos, pero está muy equivocado si piensa que será siempre así».

Comienzo a quitarme la ropa para tomar una rápida ducha mientras pienso en todos los antepasados de Ian Cates, por lo menos me desahogo un poco la frustración murmurando por lo bajo. Entro en la bañera y giro el grifo aun abstraída en mis pensamientos, un chorro de agua helada cae sobre mi piel desnuda provocando, a su vez, que un sonoro grito escape de mis labios.

«¡Mierda! Este día ya no puede ir a peor».

Cuando escucho la puerta del baño abrirse con un estruendo, me regaño mentalmente por haber pensado en esas ilusas palabras; está demostrado que sea cual sea la situación, siempre puede ser peor. Con los ojos aun empañados por el agua, estiro las manos intentando buscar una toalla que me ayudase a cubrirme el cuerpo desnudo.

—¿Qué demonios te ha ocurrido? —pregunta un confuso Ian.

Al percatarse de mi situación actual, aparta la vista de mí, gira la cabeza en otra dirección para evitar el contacto visual. Aprovecho ese breve intervalo de tiempo para envolverme correctamente en la blanca toalla, sin que esta se me resbale debido al agua, cuando me aseguro que no se moverá de donde la he colocado presto atención al hombre frente a mí.

—¿Es que en este lugar no hay agua caliente? —Intento obviar el rubor que aparece en mis mejillas ante la vergonzosa situación.

—El calentador del agua se averió anoche luego de que me di una ducha, no he tenido tiempo de repararlo con todo lo sucedido.

—¿Y cómo haces para bañarte con el agua tan fría?

—Estoy acostumbrado al agua helada, la ducha fría compensa al intenso calor del día.

—Bueno, pues yo necesito un poco de agua caliente en las mañanas, no quiero pescar un resfriado.

—Por el momento no será posible, te aconsejo que te vayas acostumbrando, costará reparar el calentador.

Miro en todas direcciones a excepción de donde se encuentra Ian. Esta era, sin duda alguna, la situación más bochornosa por la que he pasado en mi vida; ni siquiera los tontos accidentes en la cafetería del señor Bernard se le podían comparar. Por lo visto Ian tampoco encuentra nada para decir, debe ser la primera vez que le sucede algo así también. De seguro jamás pensó que su matrimonio por conveniencia traería tantos dolores de cabeza.

—Será mejor que termines de ducharte, hay muchas cosas por hacer.

Sale del cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí, no puedo evitar preguntarme si entre tanta confusión me habrá llegado a ver desnuda, espero haberme cubierto el cuerpo a tiempo, pero la verdad es que no estoy muy segura de ello. Hago de tripas corazón y vuelvo a abrir el grifo del agua, esta vez las frías gotas no me toman por sorpresa. Me aseo lo más deprisa que puedo, no quiero tener que volver a discutir con Ian. Al momento de buscar mi ropa para vestirme me enfrento a un nuevo problema: olvide tomarla de mi maleta. ¡Maldita sea! Con mucho sigilo voy en puntillas de pies hasta la recamara, para mi alivio Ian no se encuentra por todo el entorno. «Por lo menos algo me sale bien el día de hoy».

Sin demora, visto un simple short de tela y una camisa sin mangas, ambos de color blanco. Recuerdo que Ian dijo que en Texas los días suelen ser muy calurosos. Alzo mi cabello en una coleta para evitar que se me pegue el cabello a la nuca y, por último, calzo mis zapatillas deportivas. Salgo de la habitación, como no veo a ninguna persona en todo el perímetro imagino que se encontraran en el primer piso desayunando o haciendo alguna labor, después de todo, el propio vikingo fue quien dijo que en este lugar suelen trabajar temprano. Mientras bajo por las escaleras, vuelvo la vista atrás en dirección a la puerta sellada con la cinta policial, no dejo de sentir curiosidad por lo que se pueda encontrar en el interior de esa habitación, sin embargo, una nueva pregunta invade mi mente, ¿Seguirá extrañándola Ian? Qué tontería, de seguro que sí, era su esposa y, a pesar del mal carácter de él, debieron quererse mucho. ¿Quizás tuviese otra personalidad con ella? ¿Quizás solo me trata así para recordarme que nuestra unión no es más que un mero negocio? ¿Quizás? ...todo se resume a esa pequeña palabra.

Los primeros rayos del sol comienzan a entrar por las grandes ventanas vidriadas. Anoche, debido a la oscuridad, no pude apreciar mucho el entorno, pero ahora con la claridad del día puedo ver mejor. La casa parece una construcción colonial, en su mayoría compuesta por maderas preciosas, pero también se notan algunas reformas modernas. Todo se ve extremadamente rustico, lo cual debo admitir que me encanta, sin embargo, a ojos de algún decorador de interiores se diría que faltaba el típico toque de elegancia. Dejo a mi mente divagar e imagino que mi nuevo esposo debe tener alguna suma respetable de dinero para poder mantener este lugar, a los trabajadores y a los caballos; aunque si es un entrenador muy reconocido no debe de asombrarme, aun así, lo hace.

Del lado opuesto del recibidor se extiende un largo pasillo que da a varias habitaciones, por una de ellas escucho un conjunto de diversas voces masculinas, de las cuales, puedo reconocer dos.

—Los nuevos caballos llegaran en unas horas, iré reparando los bebederos, también es necesario limpiar las antiguas caballerizas o nos quedaremos sin espacio. —No pude evitar sentirme deslumbrada por la voz de Ian impartiendo las ordenas, me brindaba la sensación que toma muy en serio su trabajo, y eso me gusta—¿Alguna novedad con Sombra?

—Ninguna—responde Cooper—, Sigue resistiéndose a ser alimentada, está mal herida y no permite que ninguno de los cuidadores se le acerque, a este paso perderá al bebé.

Debían de hablar de alguno de los caballos de la hacienda, por lo visto estaban teniendo algunos problemas.

—Verán que logran solucionarlo todo rápido, no por gusto son los mejores en lo que hacen, si dependiese de mí ya habría vendido este lugar hace mucho tiempo.

No soy capaz de reconocer la tercera voz, por lo visto no es uno de los trabajadores de la hacienda. Es hora de dejar de escuchar a escondidas y entrar a la estancia. La habitación no es nada más y nada menos que la cocina que, deduzco, ha sido uno de los lugares remodelados en la casa, en vez de la usual madera, se encuentra recubierta por baldosas y metales como la de cualquier edificio moderno en la ciudad, aunque una gran mesa de caoba continúa aportándole el toque rustico a la estancia. Los tres hombres paran de hablar ante mi presencia y fijan su mirada en mí, yo paseo la vista de uno a otro un poco confundida, sin saber que decir.

—Buenos días.

—Cariño—suelta finalmente Ian extendiendo una sonrisa por sus labios—. No esperaba verte despierta tan temprano, pensé que dormirías más.

Se acerca a donde estoy para darme un casto beso en la mejilla, por cuestión de segundos puedo ver el tono desafiante en sus ojos a que le desmienta frente a sus amigos.

«¡Será sínico! Por lo visto volvemos a fingir ser la parejita enamorada».

—Desperté temprano y no te vi en la cama. —Le sigo el juego—, No quería parecer una perezosa por lo que decidí levantarme y ver en que puedo ayudar.

—Por eso te quiero. —Su repentina confesión casi provoca que se me salga una carcajada, pero logro controlarme—. Harley, amor, permíteme que te presente, ya a Cooper lo conociste anoche. —Señala al rubio antes de girarse para el otro hombre—Este de aquí es nuestro otro amigo de la infancia, Roger, es arquitecto en la ciudad, crecimos los tres juntos.

—Un placer Roger. —Extiendo mi mano al hombre que me devuelve el saludo con una sonrisa, sin embargo, la calidez no llega a sus ojos, es como si no le agradase.

Roger es alto y delgado, a diferencia de los otros dos hombres que visten como auténticos vaqueros, la ropa de este es mucho más formal, compuesta por jeans y camisa de mangas largas en colores neutros. Su cabello oscuro se encuentra pulcramente peinado hacia atrás y su barba bien recortada. Sus ojos son de color azul y posee pómulos bien definidos. Definitivamente no es el tipo de hombre que esperas ver en una hacienda de caballos trabajando bajo el sol o con los animales.

—Finalmente conozco a la famosa señora Cates, ¿y a qué te dedicas? Ian no ha querido contarnos nada, tal parece que quiere guardarte para el solo. —La sonrisa de sus labios no me engaña ni por un segundo, me está interrogando.

—Soy escritora—digo con sinceridad—, Aunque no he publicado un libro oficialmente, espero que estar por aquí me ayude a inspirarme.

Incluso Ian parece sorprendido con mis palabras.

—Hablando de ello cariño, nunca me contaste que géneros escribías.

—Novelas de romance, pensé que no te interesaría, la verdad. —Y es cierto, pero su curiosidad parece ser genuina.

—Bueno, quien sabe—habla esta vez Cooper—, Quizás logres escribir una novela de vaqueros estando por aquí.

Todos sonríen con sus palabras.

—No sería mal tema, tendrá mucho material de primera mano—añade Ian otra vez—. Como estará trabajando con los caballos algo se le podrá ocurrir.

No puedo evitar dar un brinco ante sus palabras, le miro atónita sin terminar de creérmelo. Cooper parece darse cuenta de mi sorpresa porque le dice a Roger.

—Démosle un momento a los tortolitos antes de comenzar a trabajar, no olvidemos que aún están en su luna de miel.

Espero pacientemente a que los hombres salgan de la cocina por una puerta que da directo al patio exterior, ya mi paciencia se está agotando por el día de hoy. Cuando me percato que estamos lo suficientemente solos como para que no nos escuchen exploto.

—¿Qué diablos quieres decir con qué trabajaré en la hacienda? —Le miro directamente a los ojos, si en la mañana no tenía deseos de discutir, ahora soy toda una fiera enjaulada, quiero respuestas y las voy a tener—. Nuestro acuerdo no decía nada de eso, así que más vale que comiences a explicarte maldito vikingo.

No sé si lo que sobresaltaba en los ojos de Ian era diversión o sorpresa, pero estaba visto que no esperaba mi desafío.

—Mira Harley, puede que olvidase decírtelo, pero...

—¿Qué lo olvidaste? Estaré viviendo contigo todo un año y solo me dices que olvidaste mencionar que tendría que trabajar también, como que no era muy difícil mencionarlo.

—¿Habría cambiado tu respuesta a mi propuesta si te lo hubiese dicho?

Su pregunta es un golpe bajo, ambos sabemos que habría aceptado de todos modos.

—Mira Harley, no es tan complicado, tan solo nos ayudaras a mí y a Cooper a cuidar un poco de los caballos y los establos, además de cocinar tu propia comida, aquí todos estamos adaptados a prepararnos nuestros alimentos.

Vi mi oportunidad para rebatirle su lógica y la aproveché.

—Si cada cual se prepara su propia comida, ¿no sospecharan de nuestro tan romántico matrimonio? —Vuelvo a utilizar el usual sarcasmo que poseo y, que empiezo a comprender, que exaspera a Ian.

—Tienes razón, por ello en ocasiones yo comeré de lo que tu cocines y otras veces comerás tú de lo que prepare yo. Nos dividiremos los días para que sea más sencillo y administremos mejor el tiempo.

Dios bendito, este hombre tiene una respuesta para todo. Era mejor decirle la verdad.

—Escucha Ian. —Trato de parecer calmada en un falso acuerdo de paz—, No puedo trabajar con los caballos.

—¿Por qué? — interroga sin apartar los ojos de mí, pero ante mi silencio y mi mirada de súplica lo entiende—. Les tienes miedo ¿Cierto?

—Pánico, la verdad, no me atrevo a estar cerca de uno.

—¿Y aun así has venido a vivir a una hacienda de cría de caballos en el medio de Texas?

—No pensé que tendría que tener contacto con ellos.

—Entiendo, espera aquí unos segundos, puedes ir desayunando, la nevera está llena.

Sin darme tiempo a responder, Ian desaparece por la puerta en la que minutos antes se habían marchados Roger y Cooper. Decido seguirle el consejo y me preparo un zumo, no suelo desayunar en las mañanas, pero dadas las circunstancias, ahora mismo no sé qué sería de mí en el resto del día y es mejor tener algo en el estómago. Cuando estoy bebiendo el refrescante néctar de naranja que encontré, el vikingo vuelve a manifestarse en la estancia acompañado de Cooper.

—Harley, Cooper necesitará ayuda en los antiguos establos que tenemos en el terreno, vienen nuevos potros y hay que tener el lugar limpio, te encargarás de ello.

No es una petición, sino una orden, en estos momentos soy uno de sus capataces, de sus trabajadores, no su esposa.

—Ahí la única yegua que hay es Sombra y no tendrás que tenerla cerca, la llevarán de paseo para darte el tiempo necesario para limpiar.

«Si piensa que no seré capaz de eso se equivoca». Es uno de mis defectos, no se rechazar un reto.

—Seguro cariño.

—Será mejor que te pongas otra ropa para trabajar—sugiere Cooper—, Sería una lástima que se te estropeará el atuendo.

—Que se mantenga así. —Se adelanta a responder Ian—. Hace mucho calor y no está adaptada a ello, de la manera en que va vestida se mantendrá fresca, además. —Se acerca a mí, mi rostro roza su pecho, sostiene mi mentón entre su pulgar y el dedo índice para que le mire directo a los ojos—, Se encuentra muy hermosa tal y como está.

Voy a responder con un fingido halago hacia mi esposo, pero su próximo movimiento me deja tiesa en mi lugar. Lentamente, desciende su rostro hacia el mío y presiona nuestros labios en un casto beso, quiero empujarle y echarme atrás; no obstante, coloca su mano alrededor de mi cintura impidiéndolo y acercándome más a su cuerpo, a pesar de mantener mi boca cerrada, puedo sentir su cálido sabor a través de los labios. Nos separamos muy despacio, no puedo evitar mi gesto de sorpresa, por lo menos el sonrojo natural en mis mejillas ayuda a la actuación. Ian pasa sus dedos por mis húmedos labios y mi corazón late desbocado. Es como si mi propio cuerpo me traicionase con las reacciones, no lo sentí tan desagradable como debió de haber sido. No puedo dejar de mirar sus pardos ojos.

—Estoy muy feliz por ustedes, hacen una hermosa pareja, ya era hora que mi amigo volviese a casarse.

La voz de Cooper, rompe la mística aura que se había creado a nuestro alrededor, sus palabras son de una genuina alegría, me siento mal por engañarle de esta manera.

—Será mejor que vayamos a trabajar—sugiero, necesito escapar del lado de Ian.

Salgo acompañada de Cooper por la puerta que va al patio, veo a Holmes descansando en la sombra y le acaricio antes de continuar mi camino. Por lo visto, las propiedades de Ian no es solo la enorme casa, sino también un gran número de hectáreas de tierras en los alrededores donde se hallan varias caballerizas, también se puede observar una pequeña pista de carreras, debe ser donde entrenan a los caballos para los grandes eventos.

Luego de algunos cuantos metros de caminar en completo silencio llegamos a unos establos alejados. Desde el exterior se notaba la necesidad de una reparación en el lugar; es completamente de madera, pero está carente de vida. Puedo jurar que incluso vi algún que otro tablón suelto en las paredes. Cooper abre las puertas y tengo que aguantar los impulsos de taparme la nariz por el pestilente olor. Todo el suelo está repleto de estiércol de caballo, ahora entiendo porque Cooper me recomendó que me cambiase de ropa. «¡Maldito Ian, esta me las pagará!».

Entramos al lugar, abro todas las ventanas y puertas para que circule el aire mientras Cooper va en busca de accesorios de limpieza como cubetas, escobas, palas y demás, también me entrega un par de guantes de cuero.

—Los necesitaras, el trabajo aquí es muy pesado y puedes lastimarte las manos, no deseamos que luego no puedas escribir.

Sonrío ante su gentileza, me pruebo los anchos guantes y como era de esperar me quedan grandes, algo es mejor que nada. Un resoplido en la estancia provoca que pegue un brinco, alzo los ojos para encontrarme con la oscura mirada de un caballo del color negro como el ébano más oscuro, si creyese en los jinetes del apocalipsis no tengo duda alguna que cabalgarían en animales como este.

—¿Por qué es el único caballo aquí?

—Es Sombra, digamos que se ha vuelto muy indomable; sus antiguos dueños la maltrataban mucho y perdió a su cría, ahora está preñada nuevamente, pero necesita cuidados y no permite que ningún animal o persona se le acerque.

—¿Y qué será de ella si nadie puede montarla?

—Lo más probable es que la vendan, aunque si cae enferma de seguro la envían a sacrificar. —Un sudor frío me corre por la espalda al contemplar al pobre animal—. La sacaré de los establos para que puedas limpiar este lugar, utiliza primero la pala y la cubeta, pronto estaré de regreso para ayudarte.

Asiento, agradecida, el rubio vaquero era una de las pocas manos amigas que considero que tendré en este lugar. Observo como Cooper se marcha con la yegua, siento una contradicción en mi interior: estoy aterrada por la presencia del animal, pero, a su vez, al cruzar la mirada con sus grandes ojos negros es como si notase la tristeza y soledad que reflejan. «Vuelve a la tierra Harley, ¿Cómo puede ser eso posible?».

Comienzo a palear el estiércol del suelo intentando contener las náuseas, no sé cuánto tiempo llevo en ello cuando siento que mis brazos comienzan a cansarse. A pesar de que estoy adaptada al trabajo duro para ganarme la vida, jamás había tenido que llegar a este límite, primera vez que realizo trabajos de granjas. Tanto las zapatillas como la blanca ropa comienzan a mancharse por todos lados.

—Maldito vikingo, juro que me las pagarás muy caro—susurro por lo bajo.

—¿Con quién hablas?

Doy un brinco del susto provocando que mis pies resbalen y caiga. Miro tras de mi para encontrarme nada más y nada menos que a Roger, su mirada no es muy amigable que digamos.

—Lo siento—digo mientras me pongo en pie—No te oí llegar.

—Escucha no me iré con rodeos: Estoy muy preocupado por Ian, ha pasado por muchas cosas ...

—Los cargos por asesinato, lo sé.

La mirada del hombre es confusa por unos segundos.

—¿Te habló de ello?

«¿Qué hago? Diablos yo y mi bocota». No puedo confesar que lo leí en internet, tendría que comenzar a dar muchas explicaciones, supuestamente ¿Por qué buscarías en internet información de una persona de la que estás tan enamorada como para casarte en menos de tres días? Debo responder rápido y elijo la opción más lógica.

—Sí, lo hizo.

Parece sorprendido por mis palabras.

—Entonces, entenderás porque mi duda hacia ti, Ian no quería saber nada de mujeres desde aquello, y ahora viene muy enamorado y casado, no quiero que sufra.

—No le haré sufrir, jamás podría. —La verosimilitud de mi voz me sorprende incluso a mí—. Ni siquiera creo que haya sido él quien mato a su mujer.

—Me gustaría creer eso también. —No me gusta la duda en su voz: es su amigo, debe de creer en Ian—. Yo fui quien llamo a la policía aquella noche temiendo que algo les hubiese sucedido, lamentablemente Melanie murió, pero mi mejor amigo está bien. No permitiré que vuelva sufrir de ese modo. Te estaré vigilando Harley Cates.

Sin darme tiempo a responder se marchó dejándome sola, confundida y con más preguntas aun sobre la muerte de la difunta señora Cates. Pero, sobre todo, preocupada porque en su vigilancia descubriera nuestra farsa.

—Creo que acabo de hacer un nuevo amigo—digo antes de continuar con el pestilencioso trabajo.

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