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By teffyrula

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❝ Me iré viajando a donde mis fantasías me guíen; bailando un compás que sólo nosotros sabemos de qué va. Por... More

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By teffyrula

(。☬ Hinata Shouyo ☬。)

Somos adictos a la luz de aquellos que queremos. Estando cerca de ellos nuestro corazón vibra, si no están, nos asustamos. Sobre todo si es la persona que consideramos, es la correcta en nuestras vidas. Porque vemos su Halo y nos hallamos a nosotros mismos, amando esa luz ajena.

Tanto amamos ser traspasados por esa luz, que si, se llega a ver apagada de un momento a otro, estaremos sofocados. La gravedad nos tritura bajo tierra, hasta hacer que el concreto se quede corto de la dureza en nuestro choque emocional.

Haruhi contuvo esos atisbos de amorío apenas lo conoció. ¿Por qué es tan hiperactivo? ¿Tiene que gritar para todo aquello que lo haga explotar de alguna u otra forma? Qué expresiones tan raras está usando.

Pero las murallas de su corazón, fueron demolidas, una tras otra, por cada sonrisa. Cada vistazo a la grandeza deportiva de sus átomos en un cuerpo tan pequeño. Los muros no hicieron ni un sonido, ni se notaron al caer. Porque no estaba en guerra, estaba enamorada. Tras largas horas de sesiones de estudio, de manotazos en su cabeza por quedarse dormido en su presencia si lo ayudaba a estudiar, esas invitaciones a sus partidos.

Sus sonrisas, eran cegadoras, potentes. Los rayos solares mascullaban groserías por ser opacados de esa manera.

Tardó tiempo en darse cuenta que estaba enamorada. Aún si se lo podrían gritar en plena cara, reaccionaría mal y gritaría peor. Degustaba en bandeja de plata verlo correr, rematar como loco, sus amenazas infantiles. Cuando se le quejaba en voz alta si sentía que estaba siendo fuerte con él.

“Ahora tengo mi propio ángel”, casi se cae y choca contra su pupitre. ¿Dónde había leído eso? ¿Lo escuchó acaso? Vino a su mente cuando un día de su segundo año, la mandarina andante le devolvió un saludo tan animoso.

Y pasó. Como agua fría mojando su espalda. Quemando su cara al rojo vivo, al estilo de un árbol de navidad. “Me gusta. Me gusta Hinata” –se sentenció a si misma–.

Ahí venía la gravedad, porque la hacía caer, despertando su cerebro en parpadeos por sobre del letargo.

Pero fue más que gustar. Estaba escrito en toda su cara, que echaba humos por sus orejas y naufragó mas de una vez divagando en qué hacer. Porque Hinata proyectaba fuerza bruta sin hacer esfuerzo, sin arriesgarse, más que romper, estaba conspirando contra sus reglas. Al darse cuenta, el chapoteo de vergüenza le hace retorcer el estómago. Odiaba eso. El brillo penetraba como una droga. Fue más que algo prohibido, adictivo. ¿En qué momento su compañía pasaba a ser un bálsamo? Cuando estaba cerca, en definitiva vibraba, sus terminaciones nerviosas despertaban después de estar escondidos durante años. Era una gracia salvadora.

Por ello y más, al final de todos esos exámenes, de un nuevo inicio de año escolar, el retoño de los vientos primaverales decoraban su nerviosismo. “No lo hagas, no lo vas a hacer. No tienes el valor...”. Al carajo, se fregó todo. Haruhi alzó la voz.

—Acompáñame a un recado.

¿Que qué? ¿Un recado? La mutua confusión en ambos jóvenes rivaliza con el orgullo de la castaña. No quería decir un recado como tal, era una cita lo que iba a pedir. No le salió como esperaba.

—¡Con gusto, Miyamae-san! –su voz en combustión luchaba en parecer calmo–.

El corazón le dolió con fuerza en una rapidez inexplicable. “Ah, es eso”. La luz de Hinata le cegaba todo, porque ahora todo lo veía con esos colores fuertes. Su orgullo parecía ser más grande para aquel momento.

Más que un recado, fueron muchos recados. Constantes. Ya no encontraba excusas para decirle que le acompañara a comprar pan o productos que su madre le encargaba para la cena.

Un día dijo sin querer “Un poco más despistado y me flecharás peor de lo que ya estoy”.

Oh oh. ¿Qué fue lo que dijo? Estúpida Haruhi. La confesión más mordaz y socarrona que le salió fue esa. Siendo el mes de julio, la humedad calurosa le desprendía cachetadas y gritos guturales a su torpeza sobrehumana.

El rostro de Hinata era una especie de copla sin sentido alguno. Rojo, muy rojo. Combinaba con su cabello y sin razón, le gritó a todo pulmón que saliera con él.

Porque desde el primer hasta el tercer año, evolucionaba en constancia de ser mejor. Replanteándose que Haruhi estuvo ahí casi que todo el tiempo, inamovible, quieta, con raíces profundas que crecían de la forma más hermosa posible. Hasta pasar a ser unos pocos centímetros más alto que ella, que se había cortado el cabello y el uniforme escolar le lucía muy bien. Sobre todo ese vestido de verano azul con flores blancas. Que su carácter a veces era de perros, colocándole regla en los límites que por los instantes no podía cruzar y que se diera el tiempo de perfeccionar.

Así empezó todo.

Bajo sus brazos, era el único que quería. Estando a prueba justo cuando el Karasuno perdió en el torneo de primavera contra Itachiyama. ¿Apagarse? ¿Su luz ya no quemaba en la oscuridad? No, no debía. No iba renunciar así. Cuando nos volvemos adictos a algo, buscamos hasta por debajo de las piedras la manera de conseguirlo, y Haruhi lo hizo. Podía encenderse y parpadear todo el tiempo, pero no ahora. Porque la gravedad iba a actuar pero no para hacerles flaquear sus piernas.

—Shouyo –el susurro tintinea la oscuridad de su cuarto. El lugar donde se encontraban, sentados en el suelo–.

Estando con la frente postrada en su hombro, frente a ella, Shouyo quería permanecer así más tiempo.

—Humm.

—Atraviesas todos los muros hasta ahora, incluyendo los míos. ¿Sabes lo que eso significa?

Tenía dos días de haber llegado del torneo, de su último torneo de preparatoria, el último que participó con sus amigos y compañeros de equipo, en el cual perdió y su aura estaba llena de una fricción depresiva, haciendo catarsis en su sistema. Porque para él no podían existir raíces, tenía que salir corriendo, salir adelante así se cruce con quién sea. Porque hoy fue el que perdió pero mañana sería alguien más, alguien que iba a volar mucho más alto.

—¿Que soy un destructor? –su pequeña sonrisa con los ojos tristes parecía una pintura con girasoles alrededor–.

—No un destructor como tal. Eres mas bien, como un ángel demoledor.

Sonrió por completo, embarcando resoplidos de gracia enterrado en su cuello. Le tomó el rostro con la manos, obligándolo a verla. La cara con pinceladas de colores acuosos, retomando su brillantina tan radiante como el sol.

Acto seguido, tomando impulso, la besó por segunda vez de lo que tenían en relación, porque eran unos miedosos que iban a su propio tiempo. Y de repente, no se sintió tan mal. Sabía a donde iría, ella sabía lo que haría, y que por más tarde que cayera en cuenta de su adicción, la luz de Hinata era mejor que cualquier inyección.

Adonde fuera que mirara, estaba bajo su divina luz. Sintiendo su halo angelical. Sus labios, su calidez. Sus torpez movimientos bajo su blusa.

Eres todo lo que necesito y más”.

(。☬ Halo - Beyoncé ☬。)
Álbum: Yo Soy... Sasha Feroz
2008

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