Ese último momento

Von BiancaMond

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Lucas Urriaga está pasando por el mejor momento de su vida. Su noviazgo avanza de manera maravillosa, está si... Mehr

Nota inicial. Secuela de "Por culpa de un instante".
1. El mejor cumpleaños
2. ¡Que me lleve el diablo!
3. ¿Nuestra última esperanza?
4. Tristemente jodidos
5. MT Entertainment
6. Una confesión desafortunada
7. Todo lo que deseo
8. Actitud
9. ¿Un fantasma?
10. ¿Por qué?
11. Secretos
13. Pasar página
14. ¿Una nueva oportunidad?
15. Noche de "hombres"
16. Su guerra: mi problema
17. Una más del montón
18. Bésala
19. Si te duele, te aguantas
20. Exclusividad, no. Preferencia
21. Miedos
22. Pulga
23. Compañeros de vida
24. Algo así como una madre
25. Para aliviar la fiebre
26. Las mujeres de mi vida
27. Mi primera amiga
28. Si todavía me quiere
29. Nunca me dijo "te quiero"
Extra: "Mejor de lo que esperé" Samantha Burgos
30. Por ti
31. No son celos
32. Me estoy volviendo loco.
33. De cero
34. Distracciones
35. Ese último momento

12. Ocho meses

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Von BiancaMond

Estoy segura de que Eric ha notado mis nervios, en especial porque me he quedado detenida con la mano sobre el pomo de la puerta de la sala, sin animarme a ingresar.

Todo mi cuerpo me advierte que entrar podría ser un error.

—¿Estás bien? ¿Quieres que le diga que no puedes recibirlo? —pregunta con ternura.

Niego, a pesar de lo fuerte que me aprieta el pecho.

—Gracias, Eric, no te preocupes.

Hago un esfuerzo por empujar la puerta e ingresar, cerrándola de nuevo a mi paso. Lucas está parado delante del televisor apagado, con las manos en los bolsillos, y se gira apenas me oye. Ninguno de los dos dice nada. Me acerco unos pasos hacia él, conservando mi distancia, y lo analizo.

El dolor se ve en cada rasgo de su rostro, nunca ha sido bueno para ocultarlo. Tiene tanto miedo de esta conversación como yo. Sin embargo, también noto en sus ojos determinación y entiendo que no se irá de aquí sin una respuesta.

—¿Podemos hablar? —pregunta en un susurro.

Asiento a pesar de las dudas que no me sueltan. Hablaremos todo lo que quiera, pero no puedo decirle la verdad y eso me carcome.

Él se sienta en el sofá y espera que haga lo mismo, aunque me abstengo. Me preocupa acercarnos demasiado porque me estoy muriendo por sentir sus caricias y no sé si me pueda contener.

—Di lo que necesites y te escucharé —propongo, sin moverme de mi sitio.

No deja de mirarme, como si me hubiera extrañado tanto que quisiera aprovechar cada segundo que estamos en el mismo lugar. Yo también estoy así y eso me hace sentir muy frágil.

—Es que no entiendo nada de lo que ha ocurrido... —empieza, pero se queda ahí, como si no supiera qué más decir.

—Lucas, hemos terminado—insisto, buscando dejar claro mi punto—. No vamos a volver.

Sé que soy dura, pero con él es necesario serlo porque, de otro modo, seguirá haciéndose ilusiones. Él jamás se ha dado por vencido cuando se trata de mí. No se rindió ninguna de las veces en que lo había rechazado antes de ser novios.

Sus ojos se enrojecen levemente.

—Lo sé, y no estoy aquí para presionarte, solo quiero entender por qué. ¿Qué es lo que hice mal?

Sabía que iría a culparse a sí mismo y eso me duele incluso más.

—Nada —me apresuro en aclararle—. No se trata de ti o de algo que hayas hecho.

Ojalá pudiera decirle que me gusta todo de él, que no le cambiaría nada.

Mira hacia otro lado y se rasca la nuca, nervioso y atormentado.

—Entonces... ya no... ya no me qu... —Se queda en silencio y veo un temblor en su garganta.

Mis ojos se llenan de lágrimas al entender cuánto le duele siquiera pensar que podría haber dejado de amarlo.

Doy un paso adelante, incapaz de controlar mi propio cuerpo por un segundo, pero me detengo de nuevo. Aun así, se percata de mi indecisión y estoy segura de que no le cuesta descubrir en mi mirada lo que todavía siento por él. Se mueve hasta llegar a mí y toma mis manos entre las suyas, desbaratándome.

—Lucas... —Intento detenerlo, pero es tarde, su cuerpo está tan cerca del mío que siento reducido el espacio y me envuelvo por esa familiaridad tan dulce que se produce alrededor cada vez que estamos juntos.

Aferro mis dedos entre los suyos y distingo por un segundo un atisbo de esperanza en su mirada, antes de que me pregunte:

—¿Aún me quieres?

Desvío la mirada, intentando escapar de este tormento de no poder decirle lo que siento y, a la vez, desear demostrárselo.

—No voy a volver contigo. —Consigo recuperar la compostura y ponerme lo más firme que su cercanía me permite—. No tiene sentido que estés aquí.

Una de sus manos suelta las mías y sube hasta detenerse en mi cuello. Sus caricias comienzan a invadir mi piel con recelo y cuidado. Su rostro se acerca un poco al mío, lenta y cuidadosamente.

—¿Cómo esperas que me vaya si todavía siento que me quieres? Sea lo que sea eso que está alejándote, podemos resolverlo juntos, mi amor.

Pensé que no podría llorar luego de todo lo que lloré delante de Bruno, pero mi entereza se está poniendo a prueba una vez más y me siento a punto de sucumbir.

Cierro los ojos y permito que mi cuerpo se incline hacia su pecho. Él me abraza al instante, llevando su mano hasta mi nuca y atrayéndome más. Un primer beso se siente en el costado de mi rostro y los siguientes son tan sutiles que causan pequeños cosquilleos en mi cuello.

—¿Por qué me dejas? —susurra en mi oído, a medida que me besa—. ¿Por qué nos haces esto?

Mi boca busca la suya en un impulso y la tomo con fervor, él me recibe sin titubeos y nos devoramos durante intensos segundos en los que su cuerpo contra el mío desprende un calor reconfortante. Hundo mis dedos entre sus cabellos y vuelvo a tocar su piel, intentando disfrutar a plena consciencia de cada roce, cada instante en que estamos sintiéndonos.

Sus besos son algo adictivo para mí. Como un néctar sin el que será extrañamente difícil seguir.

Necesito apartarme, lo sé, pero una parte de mí se rehúsa a soltarlo y se aferra cada vez más.

—Te extrañé —susurro sobre su boca incapaz de controlarme. ¡Maldita sea!

Él sonríe y su calma me da mil años de vida, me renueva y me permite olvidar por un segundo que debo dejarlo. Lo vuelvo a besar, sintiendo el abrazo de su lengua y la manera en que contiene mi cuerpo como si de ello dependiera nuestra existencia.

De pronto, la consciencia empieza a abrirse paso en mi cabeza y me fuerza a disminuir el ritmo de a poco, hasta que me permito detenerme y dejar un espacio entre nuestras bocas, momento que él aprovecha para responderme:

—Yo también, no sabes cuánto. No quiero perderte nunca más.

¡Esto es un desastre! Ahora piensa que todo está bien, que estamos juntos de nuevo.

Doy un paso atrás, cortando esa cercanía que me impide pensar con claridad y me funde en deseo.

—No puedo volver contigo, no te confundas.

La frustración lo ha vuelto a invadir al entender que me dejé llevar más de lo debido pero que no hemos avanzado en nada. Cierra los ojos y suelta un suspiro. Los abre de nuevo, con decisión e intenta acercarse hasta que lo detengo con mis manos.

—No, Lucas. Vete, por favor.

—¿Esto te parece justo? —Se ríe, nervioso, y sus labios tiemblan—. Ni siquiera me lo vas a explicar.

—¡No seas patético! —Suelto con la intención de hacerlo enojar.

Es lo único que podría funcionar con él y ya estoy empezando a quedarme sin fuerzas para rechazarlo.

—¿Por qué, por querer arreglarlo? Tú en mi lugar tal vez te rendirías, porque eres demasiado orgullosa, pero yo no quiero dejar que esto se arruine sin siquiera intentarlo.

Me alejo más, llena de impotencia y desconsuelo.

—No se puede solucionar. No se trata de lo que siento o de nuestra relación.

¡Maldita Melania, demonios!

—Entonces, ¿qué es?

Me asusta no saber qué decirle o pensar que, si no consigo que se rinda ahora, volveremos a caer una y otra vez.

Tampoco puedo volver atrás. No puedo arriesgarme a que su madre lo arruine solo porque soy incapaz de ponerle un alto a esto.

Debo terminarlo ahora.

—¡No puedo estar con alguien como tú!

Su silencio se percibe tan pesado que debo abrir los ojos para asegurarme de que sigue allí.

—¿Alguien... como... yo? ¿A qué te refieres con eso...? ¿Acaso no me esfuerzo siempre para ser mejor?

Claro que sí. Tiene razón y esa excusa es totalmente absurda. No se la va a creer.

—Sí... Es solo que las cosas han cambiado. —Intento ser firme y a la vez no darle demasiadas explicaciones, para que se vaya de una vez.

Me quedo en silencio sin saber qué más decir. Sin embargo, enseguida entiendo que está sacando sus propias conclusiones, cuando prosigue:

—¿Qué es lo que ha cambiado? Hablas de mi futuro en la música, ¿no?

¿Qué? ¡Oh, vamos! Sabe que siempre lo he apoyado en eso.

—N-n... —Estoy a punto de contestar cuando noto lo molesto que se ha puesto de repente.

—¿Crees que no llegaré a ningún lado? ¿Piensas igual que papá?

El rechazo de su padre hacia su vocación es algo que siempre lo ha hecho enojar, incluso cuando ni siquiera él sabía que quería dedicarse a esto. Y esa rabia es justo lo que necesito para que deje de insistir, por mucho que me duela mentirle.

—Sí, es eso —afirmo—. Es que, piénsalo, yo seré abogada y tú un simple músico.

Deja escapar un bufido al escucharme. La indignación se ve en sus ojos que vuelven a aguarse, aunque esta vez de pura rabia.

—Es injusto que digas eso...

Lo sé, en especial porque mi padrastro vive de la música y gracias a ella nos ayuda a tener la vida que llevamos. Sin embargo, al verlo tan molesto siento que esta excusa podría dar resultado.

—Ni siquiera sé si terminarás por recibirte en la universidad. —Aprieto donde más le enojará. Sé que lleva los últimos meses sacando notas muy buenas y esforzándose por mantener el promedio que nunca tuvo. También sé que está muy emocionado por hacer que todo resulte bien, por lograr sus metas. Justamente por eso, estoy segura de que no me va a perdonar lo que digo a continuación—: Yo necesito a mi lado a alguien que no vaya a ser un fracaso.

Apenas me oye, se aproxima a mí con tanta firmeza que casi me hace retroceder. Sus ojos me acusan con recelo y rencor, como hacía mucho tiempo no me miraba.

—¿Un fracaso? —repite, sin sacarme los ojos de encima—. ¿Eso es lo que piensas de mí?

Asiento, obligándome a mí misma a presionarlo y aguantando el nudo que se forma en mi garganta al ver la decepción en su mirada.

—Voy a ser el mejor, vas a ver. —Su rabia y convicción me dejan de piedra, mientras prosigue—: Me voy a recibir de ingeniero y seré un músico exitoso, también. No importa cuánto me cueste, te lo voy a demostrar. —Una lágrima se le escapa y se la limpia con rapidez, apretando la mandíbula—. Y tú... tú vas a querer volver conmigo, pero te vas a quedar con las ganas. Te lo aseguro, Pulga.

Trago la espesa saliva que se ha acumulado en mi boca, impidiéndome responder. Ambos nos miramos durante largos segundos en los que puedo comprobar en sus ojos que este es el final. Lo he conseguido.

Sin decir nada más, sale de mi campo visual y lo escucho moverse hasta la puerta, que luego abre y la cierra de nuevo con firmeza.

Me dejo caer en el sofá, estropeada y maldiciendo en mi interior los últimos acontecimientos. No puedo culparme a mí misma por esto. Era necesario lastimarlo porque, de otro modo, él lo habría seguido intentando con todas sus fuerzas.

Tampoco es culpa de Lucas y, en cierta forma, me agrada saber que no era capaz de rendirse con nosotros así nada más.

La culpable es ella, Melania. Y el día que me enteré de que es su madre, estuve tan impresionada que ni siquiera pude enfrentarla. Ahora, sin embargo, con la rabia que tengo encima, me va a tener que escuchar.

No acostumbro a saltarme la universidad, principalmente porque sé que Eric y mamá se esfuerzan mucho para pagarla. Sin embargo, hoy sí lo hice, he evitado la primera hora de clases y me he trasladado en bus hasta el edificio de MT Entertainment.

Llevo media hora sentada en la recepción. La secretaria me dijo que Melania no está, por lo que decidí esperarla.

No se va a librar de mí tan fácilmente.

—Señorita... ¿Allen? —se aproxima de nuevo mientras estoy terminando el café que me ofreció—. ¿No preferiría que le asigne una cita para la semana que viene?

—No, gracias, esperaré.

No quiero una cita ni me iré de aquí hasta hablar con ella.

La joven asiente, a pesar de que todo en su rostro revela dudas. Se mueve de nuevo hacia su sector, unos pasos, antes de insistir:

—Es que ni siquiera sé si la señora Thompson vendrá hoy.

Me encojo de hombros.

—No tengo mucho que hacer de todos modos —miento.

Tomo de vuelta mi vaso de plástico y me llevo a la boca el líquido oscuro. El café de máquina suele ser agrio, pero este no está nada mal. Al menos no es tan desagradable como mi exsuegra.

El sonido de mi celular me hace fijar la vista en este.

"¿Qué demonios pasó entre ustedes ahora?" Reza el mensaje de Bruno, al que le sigue otro al instante. "Lucas está insoportable y ya no quiere saber nada de ti."

Esas palabras duelen y se transforman en rabia contra esa mujer que me forzó a lastimarlo.

"Es lo mejor" le contesto.

Su respuesta llega segundos después: "Lo mejor mis bolas, ven tú a aguantarlo ahora".

Suelto un suspiro. De cierta forma compadezco a Bruno, Lucas puede ser muy impredecible porque le cuesta trabajo controlar sus emociones y cuando se molesta no piensa con claridad.

Al menos sé que debo prepararme mentalmente para lidiar con su enojo. Para lo que no podría haber estado preparada es para la escena que está ocurriendo en el fondo. Una chica que acaba de salir del pasillo que lleva a las oficinas le está comentando a la secretaria sobre una sesión de fotos que están realizando ahí dentro. Creo que es miembro de Whatever, me pareció haberla visto en uno de los posters de la banda. Concentrada en mis propios pensamientos, casi ni me estaba fijando en ella, hasta que la oigo decir algo sobre que "Melania quiere que se le acerque una cerveza fría".

¿Qué diablos?

Me levanto impulsada por la furia y me acerco hasta donde están, coloco ambas manos sobre el mostrador de la recepción y me inclino hacia la secretaria.

—Me dijiste que Melania no está.

Las dos mueven la cabeza hacia mí, aturdidas. La secretaria abre la boca, pero parece incapaz de decir algo coherente para justificar su mentira.

—Y-yo...

La chica de la banda se echa a reír.

—Tal vez no está para ti —se burla.

Aprieto los puños y le lanzo una mirada de pocos amigos.

—Gracias por decir lo obvio —le retruco y, a continuación, camino hasta la entrada del pasillo, abro la puerta y me meto en dirección a la oficina del fondo.

—Espera, debo anunciarte —La joven intenta detenerme.

—No es necesario, ya sabe que estoy aquí —me quejo, sin detener el paso. Empujo la puerta de vidrio del salón de reuniones en el que estuvimos el otro día, y la veo sentada allí, al lado de un joven con pinta de rockero. Clavo mis ojos en Melania y dejo salir mi enojo—: ¡Al menos deberías tener la decencia de decirme que no quieres verme!

Ella se sorprende en un primer momento, hasta que su sonrisa se enmarca a un lado.

—Pensé que eso era obvio, Brenda —se jacta. Entonces, sin mirarla, le hace una seña a la recepcionista para que salga—. No olvides esas cervezas —le recuerda. La joven asiente con ojos asustados, hace una reverencia con la cabeza y cierra la puerta a su salida.

Esa actitud altanera que tiene me saca de quicio. Camino lentamente hacia ella, apretando los puños y sin intentar contener mi furia. Ya lo he hecho demasiado.

—Por ti terminé con él y no pude darle siquiera una razón para justificarme, así que tuve que dañarlo todavía más. ¡¿Y tienes el descaro de negarte a recibirme?!

La sonrisa en su rostro se borra al ser consciente de que, esta vez, estoy decidida a enfrentarla. Se mantiene en silencio, analizándome, cuando el chico que está a su lado se carraspea la garganta de forma notoria.

—¿Quién es esta pequeña guerrera? —le pregunta con cierta gracia.

—La ex novia de su hijo —contesto yo, adelantándome a ella para que vea que no necesito que responda por mí.

Él escupe su cerveza al momento en que me escucha, lo que me lleva a mirarlo. Aparenta unos veinticinco años o tal vez menos. Su despeinado cabello castaño se pierde tras sus orejas, en una de las cuales se puede ver un piercing. Lleva puesta una camiseta con el logo de Whatever, la que acompaña con unos jeans gastados. Entonces me fijo en su rostro por primera vez y no tardo en reconocerlo: Es él, Oliver Sorja, el ídolo máximo de Lucas.

—¿Tienes un hijo, Melany? ¡No jodas! —Él se echa a reír, a pesar de no salir aún de su asombro—. ¿Las brujas pueden ser madres?

Si no estuviera tan nerviosa, hasta me habría hecho gracia. Melania no lo mira, no saca de mí sus ojos marrones llenos de maldad.

—Pues no deberían —ataco sin compasión—, porque los abandonan por años para luego volver y querer entrometerse en sus vidas.

Ella frunce las cejas por mi comentario y la veo morderse un lado del labio, molesta. Se levanta del asiento y comienza a deambular por la sala, con ambas manos unidas tras sus caderas.

—Él está bien. Ha podido sobrevivir a mi abandono y también lo hará a su ruptura. No es necesario hacer un drama —contesta.

¿En verdad tiene corazón?

—Te equivocas al pensar que esto será bueno para él. Es más sensible de lo que tú crees —dejo escapar mi frustración, intentando hacerla entrar en razón por muy difícil que eso parezca—. ¡Me necesita!

Puede ser que yo no le agrade o incluso que me deteste, pero al menos que piense en su hijo.

—Pues ese es justamente el problema: te necesita demasiado y eso se nota.

—¡No es cierto! Lucas toma sus propias decisiones —le aclaro.

La chica de la recepción nos interrumpe al volver y colocar unas cuantas botellas sobre la mesa. Se hace un silencio durante el tiempo que le toma acomodar todo. Oliver Sorja agarra una cerveza y la destapa con los dientes, escupiendo luego la tapa a un lado y descargando el contenido en su boca. Una vez que ha ingerido su primer trago y la secretaria se ha perdido tras la puerta de entrada, él vuelve a hablar:

—Lucas... —susurra—. ¿Dónde escuché ese nombre antes?

—Es el vocalista de Musageta. Te hablé de él hace unos días —le contesta ella, indiferente. Se mueve hasta la mesa de bebidas, toma una botella y la arroja hacia mis manos de improvisto. Consigo sostenerla en vuelo, evitando por poco que se estrelle contra el suelo. Entonces agarra una propia, desenrosca la tapa y me habla a mí, antes de beber—: Ya sé que terminaste con él y lo vi mal en la reunión que tuvimos en la semana. Lo que no entiendo es exactamente a qué has venido...

Ella ya sabía todo eso y... ¿le da igual? ¿Acaso lo aprecia de alguna manera?

Pensaba hacerle entender que está equivocada, abrirle los ojos e intentar que entre las dos podamos ayudarlo a alcanzar el éxito sin necesidad de lastimarlo. Eso es a lo que había venido, pero ya veo que no será posible porque ella en realidad no siente ningún afecto hacia su hijo. Nunca lo hizo.

—¿Qué es lo que esperas de él? —pregunto, empezando a resignarme en que solo busca que Lucas cumpla sus expectativas, como había dicho Gloria.

—Ya te lo dije el otro día; él tiene carisma y una desenvoltura sobre el escenario que no se ve en cualquier chico de su edad, buena voz y ejecuta la guitarra casi como un profesional. Estoy segura de que puede llegar muy lejos con mi ayuda y sin distracciones como tú —comenta con una sonrisa confiada.

Cualquiera que la viera hablar de él con tanto orgullo, jamás pensaría que en realidad este es el único sentimiento que su hijo le genera. Me siento mal por Lucas. Merece mucho más que ser reconocido por su propia madre solo por su talento artístico.

—Eso es todo lo que ves en él —la acuso y luego suelto un suspiro—. No tienes idea de lo buena persona que es, de lo que sería capaz de hacer por quienes ama... —Me aproximo a ella y dejo sobre la mesa la botella que me había invitado, sin abrirla. No saco mis ojos de los suyos y, ya cerca, prosigo—: No te interesas por su felicidad, por las metas que desea lograr. Es tu hijo, pero no sabes cuál es su lugar favorito o cómo se llama su mejor amiga... Ni siquiera a quién considera su ídolo musical, a pesar de que lo tienes sentado aquí contigo.

Sus ojos sorprendidos se desvían por un segundo hacia el rockero y vuelven a mí cargando un sentimiento parecido a la culpa, aunque la aplaca enseguida. Sus labios forman una línea casi recta y la veo tragar saliva.

—¿Lo que quieres es que le presente a Oliver? —Se encoje de hombros, simulando que no le ha afectado en nada lo que he dicho—. Puedo hacer eso en cualquier momento.

—Es lo mínimo, sabiendo que está triste —contesto tajante.

El susodicho se pone de pie y viene hasta nosotras. Deja la botella que acaba de vaciar y toma una nueva, para luego hablarnos.

—Bien, estoy ansioso por conocerlo.

Ella le muestra una mirada seria, casi molesta.

—Recuerda que es un secreto, que a ti te encanta meter la pata. Lucas no puede saber que es mi hijo, porque pensaría que tiene algún tipo de ventaja. Su padre lo ha acostumbrado a tener todo y quiero que se esfuerce en realidad por esto.

¿Está hablando en serio?

—¿De verdad crees que tienes derecho a criticar la crianza de Anthony luego de que lo dejaste solo?

Mi reclamo sale sin filtro y ella se sorprende. Se cruza de brazos antes de contestarme.

—Pudo haber hecho un mejor trabajo; pero no, dejó a Lucas a cargo de esa vieja consentidora.

Ya está, yo la mato.

—¿Te vas a quejar de Gloria? ¡Luego de todo lo que ha hecho por él! —La rabia me impulsa a darle un golpe a la mesa y veo en ambos un pequeño sobresalto—. Si hay alguien que es como una madre para Lucas, es ella. Tú no eres nada, no existes en su vida. ¡Jamás se ha preguntado en dónde estás! —Ni siquiera la dureza de mis palabras consigue un efecto en ella. Me mira impasible, poco intimidada por mi arrebato—. ¡No eres más que su mánager, alguien que puede desaparecer hoy mismo y le dará reverendamente igual!

El silencio se apodera de la habitación al mismo segundo en que termino. Melania tiene los labios ligeramente fruncidos, pareciera que está apretando la mandíbula y ninguna de las dos deja de mirar a la otra hasta que veo sus ojos mostrar un brillo que no estaba ahí un segundo antes. Entonces, desvía la mirada y la clava en la pared lejana.

—¡Vaya! Ya entiendo por qué la quieres fuera del juego —Exclama Oliver, rompiendo de golpe al tenso ambiente—. Esta chica es explosiva.

—Y dominante —agrega la otra con repulsión—. Lucas, por el contrario, es dependiente. Deberías haberlos visto juntos. La llevó a la audición, le pidió ayuda con el contrato y, cada vez que debía decidir algo, lo primero que hacía era mirarla. Incluso estuvo en nuestra reunión y me reclamó que les diera un departamento, solo porque no figuraba en el contrato.

—Pensé que querías estafarlos —me defiendo.

Tiene algo de razón en que Lucas es indeciso, pero busca mi apoyo, no mi aprobación como piensa ella.

—¿Estafarlos? —Suelta una carcajada—. Solo quería evitar que las reuniones se hicieran en la casa de su padre, para no cruzarme con él.

—Eso no cambia el hecho de que hice todo eso porque sospechaba que eras una víbora, y no me equivoqué.

Su boca dibuja una sonrisa de lado y me mira con ojos amenazantes. Le da un trago a su cerveza y se aproxima un paso más, analizando cada rasgo de mi rostro.

—Tal vez está mal ahora, pero se va a recuperar y, a la larga, me lo agradecerá —asegura, absolutamente convencida—. Lo que estoy haciendo es lo mejor para él.

Dice que yo domino a Lucas, pero ¿qué hay de ella? Piensa que tiene derecho a decidir sobre su vida.

—Si no tienes idea de lo que significa ser madre, ¿cómo podrías saberlo? —Me defiendo con maldad.

Mis palabras tocan alguna parte de su orgullo y eso se nota al instante, pero no tarda en disimularlo y responder:

—Eres decidida, firme y comprometida —susurra. Entonces levanta una mano y pretende tocar un mechón de mi cabello, pero inclino la cabeza a un lado, para impedirlo. Ella afila más los ojos y continúa—. Me recuerdas mucho a Anthony cuando estábamos juntos, por eso sé que él estará mejor sin ti.

Suelto un bufido y desvío la mirada porque, si la sigo viendo tan cerca, no podré contener las ganas de empujarla contra la pared.

Nos quedamos de nuevo en silencio durante pesados segundos en los que solo se escucha el sonido de líquido pasando por la garganta de Oliver Sorja, quien debe estar presenciando esta escena como quien mira a sus vecinos un domingo de tarde.

No tiene sentido seguir aquí y cada segundo que paso cerca de ella me molesta todavía más su intromisión, su egoísmo y esa sonrisa engreída que me duele de forma especial, porque me recuerda a la que Lucas suele mostrar cuando está sobre el escenario lleno de confianza. Me sorprende saber que ese aspecto suyo que tanto me gusta pueda haber sido heredado de su madre.

—Lucas quiere esto, ¿sabes? —Expreso, todavía incapaz de mirarla a la cara y sintiendo que se me humedecen los ojos—. Él quiere triunfar en la música y tú eres su pase para lograrlo. —Me detengo un momento, juntando fuerzas para lo que voy a decir—: Y yo... Yo lo amo tanto que me he hecho a un lado, con tal de que así sea. Pero no dejaré que te salgas con la tuya tan fácilmente, Melania —sentencio—. No seré un obstáculo para su carrera, como deseas, pero tú también tendrás que cumplir con tu parte.

Se toma unos segundos para analizar mi amenaza, hasta que la escucho exhalar un leve bufido.

—¿Y qué se supone que debo hacer?

—Ayudarlo a alcanzar el éxito. —Esta vez sí la miro de nuevo a los ojos, demostrándole seguridad—. Y lo harás en el tiempo que yo considere suficiente porque, si no, le contaré tu pequeño secreto. —Su sonrisa se borra y puedo atisbar algo de miedo en sus ojos, así que la presiono todavía más—. Si llega ese plazo y no lo has hecho exitoso, no me guardaré nada, le diré todo. Y quién sabe si sea capaz de perdonarte. —Levanto una ceja y llevo las manos a mis caderas—. Te doy un año.

Se cruza de brazos, algo preocupada, y la risa de Oliver nos interrumpe.

—¿Un año? Eres muy solidaria, Brenda. Ella lo puede hacer en menos tiempo.

Melania rueda los ojos y se gira hacia él, molesta.

—¿De qué lado estás, Oliver?

—Del suyo —contesta el otro, con gracia y sin miedo—. No te ofendas, Melany, pero esta chica tiene los ovarios del tamaño de un estadio. ¡Me encanta! —Su comentario me fuerza a soltar una sonrisa. Pronto llega a donde estoy y coloca su mano en mi hombro—. Pero voy a ayudarlas a ambas, voy a hacer que Musageta triunfe en seis meses. Después de todo, ambas quieren eso, ¿no?

—¿Seis meses? —replica la otra—. Lo dices porque no has visto a Tadeo, la segunda guitarra. Hay niños de cinco años que podrían conseguir mejores resultados.

Me hierve la sangre al oírla hablar así de mi amigo. A pesar de que quiero golpearla, aprieto los puños y me contengo.

—Que sean ocho meses, entonces —propone él, dirigiéndose a mí—. Y dejen a este chico Tadeo a mi cargo, yo mismo me ocuparé de que esté a la altura.

—Gracias —susurro en dirección a él.

Melania está de piedra, no sabe qué decir o hacer ante este cambio en sus planes. Aprovecho para moverme hacia la puerta para demostrar que no hay nada más que hablar, que mi decisión está tomada. Sostengo el picaporte para girarlo y las palabras de ella me detienen.

—No pensé que fueras a ponerme un plazo, pero lo acepto... Antes de ese tiempo, no puedes permitir que él sepa la verdad —expresa. Busca sonar autoritaria, aunque su voz no tiene ese tono de superioridad de siempre.

Me giro un instante, para verla a los ojos.

—Te da un miedo terrible que pueda enterarse, ¿no? —Evita contestarme y, honestamente prefiero que no lo haga, así que prosigo, dejando claro mi punto antes de salir—. Tienes ocho meses, mejor empieza a moverte.

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Necesito leer sus impresiones sobre este capítulo.

majortellado me dijo que es el que más le ha gustado a ella hasta ahora, ¿piensan igual?

Sabíamos que Brenda no podría quedarse mucho tiempo en el molde ante tantas injusticias y haber lastimado a Lucas fue la gota que colmó el vaso. ¿Cómo piensan que reaccionará él de ahora en más?

Las que leyeron "Casa no en venta". ¿Les gustó ver a Oliver? Les confieso que disfruté muchísimo volver a incluirlo en alguna escena, así que espero que ustedes también.

Anuncio importante: Estoy haciendo un sorteo en Instagram para quienes todavía no pudieron leer "Hasta que su muerte nos separe", así que no olviden pasar por ahí. Si ven este mensaje cuando el sorteo se haya acabado, no desesperen porque es el primero de muchos ;)

¡Abrazos!

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