Solo Amor

بواسطة MarchelCruz

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Jonathan ha viajado con sus padres durante toda su vida pues el trabajo de su padre así lo requiere, pero aho... المزيد

Dedicatoria.
Cita.
Capítulo 1: El rubio de la primera clase
Capítulo 2; El castigo.
Capítulo 3; Sentimientos emergentes
Capítulo 4: Jonathan y Oscar
Capítulo 6: Solo amor
Capítulo 7: La noticia
Capítulo 8: El tiempo que nos queda.
Capítulo 9: La pelea.
Capítulo 10: Adiós, te quiero mucho.
Capítulo 11: Cuatro años más tarde.

Capítulo 5: Nubes grises en el paisaje.

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بواسطة MarchelCruz

Capítulo 5: Nubes grises en el paisaje.

Ambos solían pasar mucho tiempo juntos, pasaban horas en casa de uno u otro, pero habitualmente más en la casa de Oscar porque su padre llegaba del trabajo a las seis. Jugaban videojuegos, veían televisión, comían juntos, de vez en cuando también iban a la playa, pero desde hacía unas semanas que ya no les gustaba, eso después de un pequeño incidente… Ese día hizo calor, un calor inusitado para la fecha del año, y aunque era un día entre semana decidieron ir. Habían estado corriendo durante horas, jugando fútbol, nadando, y terminaron tumbados sobre la arena después.

Oscar solía ser siempre el más impulsivo de los dos así que se subió en el pecho de Jonathan y, echando una última mirada a su alrededor comprobando que seguían completamente solos, comenzó a besarlo, con uno de eso besos voraces que daba Oz, esos que dejaban a Jonathan todo confundido y con su rostro sumamente sonrojado, pero ahora aún más ya que ninguno de los dos tenía ropa del pecho para arriba. De pronto el beso pasó de solo ser eso a ser algo más, comenzaron a empujarse entre la arena, tocándose como normalmente no lo hacían. De pronto Oscar, que estaba sobre Jonathan, paró abruptamente y se echó para atrás como si el otro muchacho lo hubiese empujado con ambas manos solo que no lo había hecho.

Jonathan tuvo miedo un instante pero siguió la trayectoria de la mirada de su amado rubio, y entonces los vio. Oscar tenía la mirada enterrada en un par de chicos mayores que aparecieron de pronto detrás de una gran roca que descansaba en la playa, lejos del alcance de las olas.

Los chicos los miraban con repulsión y comenzaron a burlarse de ambos allí como estaban tirados en la arena. Hicieron burlas tan vulgares y degradantes que Oscar acabó por responderles un par de cosas, cosas que los hicieron molestar, cosas que les dio a esos chicos unas muy buenas razones para golpearlos. Pero al final no lo hicieron, solo los miraron con una miraba terrible, como si fueran contagiosos, como si tuvieran lepra en fases muy avanzadas, y se fueron.

Oscar había terminado llorando, pero no lloró por él, ni por las burlas de aquellos muchachos, lo hizo por el rostro que puso Jonathan. Su bello rostro se deformó hasta casi las lágrimas, entonces no tuvo más opción que llorar primero. Lloró para darle la oportunidad de ser el fuerte esta vez a Jonathan, lloró porque quería hacerlo, lloró porque no soportaba ver que Jonathan llorara.

Ahora estaban sentados en el suelo de la habitación de Oscar con controles de juego en las manos. Realmente ninguno deseaba estar allí en un sábado caluroso. Otros de sus amigos irían a la playa, pero ellos dijeron que no en el momento en que los invitaron porque sabían que no soportarían estar medio desnudos sin tocarse o besarse.

—Oye, Jony —llamó Oscar distrayendo a Jonathan de su juego en el monitor, donde se movían vertiginosamente autos futuristas por unas intricadas pistas espaciales.  —Una carrera, si te gano harás lo que yo quiera…

Jonathan rió pero sin apartar la mirada de la pantalla.

—¿Y qué es lo que quieres? —preguntó, al tiempo que lo miraba con una sonrisa curiosa en sus labios rosas.

—Besarte, pero cuanto yo quiera y como yo quiera —respondió Oz, con una sonrisa pícara en el rostro.

—De acuerdo, pero si yo gano lo mismo —Accedió Jony, con una pizca de emoción en su semblante.

Y regresó la mirada al juego, cada uno igual de interesado por ganar. De pronto, Oscar vio que el auto verde que controlaba Jonathan pasó al suyo y, molesto, golpeó su mano. Este perdió el control en el suelo pero lo recuperó rápidamente.

—¡Trampa! —exclamó Jony consiguiendo únicamente que Oscar se doblara de la risa.

Al regresar al juego se percató de que el auto del otro ya le llevaba mucha ventaja, e hizo exactamente lo mismo.

El auto de Oscar se quedó estático en donde estaba cuando soltó el control negro.

—¡Tramposo! —le propinó un empujón en el brazo y este detuvo el auto en el juego.

—Tú empezaste primero —exclamó Jonathan y le regresó el empujón pero con demasiada fuerza logrando tirarlo completamente al suelo.

—¡Idiota! —Dijo Oz y se incorporó enfurruñado, derribando a su novio. Una vez Jonathan cayó, aferró sus brazos al suelo, se subió en él y lo besó. Este era un beso que se había estado guardando por varios días, desde el incidente en la paya, voraz e insistente entre los labios del otro.

En alguna parte del cerebro de Oscar, recordó que su padre llegaría hasta las seis porque había tomado un turno extra el sábado. Entonces, feliz del hecho de que tuvieran tres horas más para ellos, se volvió a concentrar en Jonathan, que se debatía por librarse de su agarre sobre sus manos que mantenía a cada lado mientras lo besaba. No era que Jonathan quisiera parar, sino que quería tener sus manos libres para aferrar el cabello rubio de Oscar.

Cada vez que estaba a punto de liberar sus brazos, Oscar lo estrellaba nuevamente en el suelo, y lo seguía besando. Sus pulmones se quedaban sin aire cada poco tiempo lo que los obligaba a parar pero rápidamente regresaban. Luego de un momento Oscar retiró los brazos que sujetaban de su novio, entonces Jonathan, libre y encendido, lo atrajo a él, lo agarró del cuello y comenzó a besarlo allí.

Mientras se besaban, Oscar luchaba por llegar a la cama pero lo más cerca que llegaron fue justo a un lado. Allí tirados continuaron. Ensimismado en el fuerte latido de sus corazones contra el pecho de cada uno, Jonathan no notó el momento en que Oscar comenzó a desabrochar los botones de su camisa azul, y tampoco opuso resistencia cuando lo incorporó para sacársela del cuerpo. Oscar se maravilló del cuerpo de Jonathan, de su torso delgado, y lo recorrió desde arriba abajo, trazando con sus dedos los canales donde apenas se marcaban los músculos. Cada toque era un temblor en la piel del otro. Se inclinó y comenzó a besar su hombro desnudo, Jonathan cerró los ojos disfrutando de los bruscos besos de Oscar sobre su piel.

Sus pieles estaban tan acalenturadas que comenzaban a sudar. Oscar desocupó sus manos y se quitó la camiseta de un solo movimiento de hombros, Jonathan sonrió complacido al ver el cuerpo blanco lechoso del otro y lo tocó, con una mano temblorosa, por todas partes, encantado y asustado de estar juntos de esa manera.

En ese momento cambiaron de lugar, Oscar se desplazó debajo del cuerpo de su novio para que pudiera tocarlo como lo había hecho él hacía unos segundos. Mientras Jonathan estaba perdido en eso, él deshizo su cinturón y deslizó suavemente sus dedos por el borde de la ropa interior de Jonathan…

Pero este al sentirlo se levantó del suelo con los reflejos de un gato y se alejó unos pasos hasta llegar a la esquina del cuarto, en donde se dejó caer bruscamente con la cabeza oculta entre las rodillas. Sintiendo un pánico escénico que nunca tuvo en su vida. Sintiéndose terrible por no poder continuar.

—Lo siento—se disculpó Jonathan. Su voz era entrecortada y lastimera, pero no miró a Oscar, seguía con la cabeza entre las rodillas—¡Soy un maldito maricón…Tuve miedo…No pude…Soy un miedoso…en toda la extensión de la maldita palabra! —con cada palabra se estrellaba la cabeza en sus rodillas.

Al escuchar todo aquello, el aturdimiento de Oscar, que seguía en el suelo, fue sustituido por algo más, un sentimiento más poderoso. La voz de Jonathan denotaba que había estallado en llanto.

—Jony, Jonathan…—le puso una mano en el hombro pero este se la derribó con brusquedad—. No me detuve porque creí que querías que…

—¡Déjame! —le gritó y levantó su acalenturado rostro surcado en lágrimas—¡No lo intentes arreglar! ¡Yo sé que fue mi culpa, no pude continuar…!

—Escucha, escucha…No te estoy culpando de nada—su rostro era más de preocupación que de reproche.

—Pero fue mi culpa…Tuve miedo…—intentó controlar su voz pero lo logró, y se sintió terriblemente avergonzado de ese tono patético que salía de su boca. Él quería ser el fuerte de los dos.

—Eso es normal, yo también tuve miedo…— dijo Oz, arrodillado a su lado.

—¿Te refieres a ahora o la primera vez que lo hiciste…? —lo miró directamente a los ojos azules de Oscar con sus ojos negros bordeados de pestañas empapadas.

—A la primera vez que lo hice —le explicó—. Tenía tanto miedo…pero no fue importante, porque no quería al tipo ni él a mí—se acercó más y lo tomó por las mejillas, como si por un momento Jonathan fuera menor que él—. Pero ahora me sentía tan feliz, tan emocionado porque eres tú…

—Lo siento—volvieron las lágrimas de culpabilidad en el rostro de Jonathan.

—No te estoy recriminando nada, solo digo que está bien tener miedo…—le besó la mejilla—¿Es la primera vez que…?

Asintió.

—La primera vez con un hombre —le explicó. 

Oscar lo agarró del cuello y lo abrazó.

—Está bien, no estoy enojado, nunca te obligaría a hacer nada que no quieras, tú decidirás cuando… ¿Bien? Cuando tú estés listo —se apartó un poco para a verle el rostro.

—Bien…Gracias, Oz —susurró Jony y luego lo besó, pero esta vez fue suave y fugaz, sin precipitación ni segundas intenciones—. Esa es una de las muchas razones por las que te amo —se abrazaron hasta que Oscar reaccionó.

—¿Qué? ¿Qué dijiste? —pregunto, estaba atónito, no todos los días le decían eso, su padre casi nunca usaba esa palabra y cuando lo hacía terminaba agregando otras que lo arruinaban.

—Que te amo —repitió con aplomo Jonathan.

Estaban recostados sobre la superficie plana y fría de la cancha de basquetbol en la que llevaban horas jugando. Ese día no habían asistido a la escuela, en lugar de eso se citaron allí. Aquel lugar fue elegido por Oscar, ya que él conocía la zona, que era una cancha a la que casi nadie visitaba, y cuando ambos llegaron estaba completamente desierta.

—Jony, mi padre me acaba de avisar que hoy llegará tarde a casa… ¿Quieres ir? —preguntó Oscar, recostado en el frío suelo giró la cabeza para verlo.

—Sí—se limitó a contestarle y le sonrió ligeramente, en lugar de decirle que él siempre tenía ganas de ir a donde él fuera, que le encantaba pasar tiempo en su compañía, pero todo eso era demasiado para decirse en voz alta.

—Genial, pediremos pizza o algo…—continuó Oscar con la mirada en su dirección.

—Claro, pero ya tengo que irme —se incorporó Jony, sentándose—Mi madre insiste en que tengo que pasar tiempo en casa, quiere que coma con ellos y toda esa porquería.

Oscar sonrió.

—¿Te veo a las cuatro? —preguntó Jonathan y alcanzó la pelota que se estaba yendo rodando.

—Sí.

Jonathan caminó hasta el borde de la carretera y justo en ese momento un taxi pasó. Él levantó la mano deteniendo el vehículo y se subió, pero en ese momento Oscar apareció en la ventanilla trasera introduciendo la cabeza ligeramente.

—Déjame el balón, quiero jugar un rato más…—le dijo, inmediatamente Jonathan lo sacó, pero Oscar no se fue, se quedó allí. Jonathan se dio cuenta del porqué, entonces lo besó ligeramente en los labios, y este dio un paso atrás despidiéndose sonriente con la mano extendida cuando el auto arrancó.

No habían pasado ni diez minutos cuando Jonathan se dio cuenta de que el hombre al volante no perdía oportunidad para verlo a hurtadillas por el espejo retrovisor.

—¿Algún problema, amigo? —preguntó Jonathan, destilando enojo.

—No…—dijo el hombre apartando la vista de él en el espejo—, para nada…

—Ok.

Pero aun así lo volvió a mirar, y Jony se inquietó.

—Adelante, adelante, solo dígalo —se molestó Jonathan. Él sabía que de ahora en adelante tendría que soportar gente inculta como este hombre.

—Disculpa, no quise incomodarte, hijo…—en ese momento Jonathan notó que el hombre era más viejo de lo que había pensado en un principio. Fácilmente pasaba de los cuarenta, quizá tendría la misma edad que su padre—. No pude evitar notar lo de tu amigo y tú…

—No es solo mi amigo —Contestó cortante. Jonathan aún estaba molesto y en ascenso.

—¿Tu novio…? —preguntó el chofer, levantando una ceja en el espejo retrovisor para mirar a Jonathan, este solo asintió—. Es solo que estoy preocupado por mi hijo…—continuó el hombre—Tiene diecisiete años y parece que no le interesan las muchachas, no ha salido con ninguna hasta el momento —le explicó, pero eso sólo logró que Jonathan se revolviera en su asiento.

—Eso no tiene nada que ver —contestó—yo tengo dieciséis y salgo con un muchacho… Antes salí con un par de chicas, pero eso no me hacía feliz. Si es gay entonces lo es, y si no, no —todo aquello lo dijo mirando perdidamente por la ventana y con voz ecuánime.

—Nunca fue mi intención molestarte, hijo—siguió el sujeto— ¿Pero puedo hacerte otra pregunta? —inquirió en voz ronca.

Jonathan solo asintió.

—¿Tus padres lo saben, se los dijiste?

Esa era una pregunta que no podría responder con facilidad. Crispó el rostro con pesar pero luego lo compuso.

—No se los he dicho, no creo que pueda, no puedo ni imaginar que dirán… ¿Mi madre llorará? ¿Me gritará? ¿Simplemente dejará de hablarme? ¿Y mi padre? —Tragó audiblemente—¿Me golpeará? ¿Solo gritará…? ¿Será terrible conmigo…?

El hombre no encontró palabras para eso.

—Solo escuche…—continuó Jonathan—. Si su hijo es gay no hay nada que pueda hacer, él lo será siempre y tiene que quererlo como es…porque lo hará feliz —se aclaró la garganta—. Yo no me he sentido tan feliz en años.

Y en ese momento habían llegado a la calle enfrente de la casa de Jonathan, así que se bajó y le dedicó una última mirada al hombre, pensando firmemente que hay tres clases de personas: las que dicen que están bien con los gays y es verdad, los que dicen lo mismo siempre y cuando no les salga uno en la familia, y los que simplemente son incultos e ignorantes, esos eran los peores…

A la tarde, cuando Jonathan ya se había liberado de sus padres y los había convencido de que iría a estudiar con un amigo…un amigo que no era el rubio, pudo salir de casa camino a la de Oscar.

Llegó apenas media hora más tarde y Oscar le abrió la puerta, le sonrió y juntos subieron a su habitación. Se instalaron enfrente de la consola de videojuegos y pusieron ese juego nuevo de moda que Jonathan consiguió para Oscar.

Estaban al principio concentrados en el juego, que era realmente genial, pero luego pasó lo que siempre pasaba cuando llevaban horas sin tocarse y estaban tan cerca. Era como si sus cuerpos fueran un par de imanes, como si hubiera chispas entre ellos que los obligaran a estar más y más cerca…

—Jony…

—¿Sí…?—Jonathan apenas apartó la mirada del televisor.

—Ven acá…—gimió Oscar y lo jaló del cuello de su camiseta blanca, que hizo un ruido de desgarre allí donde la tomó con mucha brusquedad.

Y comenzaron a besarse. Jonathan estaba recargado en la parte frontal de la cama y Oscar ligeramente encima de él. Siempre que ellos se besaban lo hacían con demasiada urgencia, como si fuera un delicioso néctar de la fruta más exótica, y se perdían el uno con el otro, pensando que nunca una chica podría darles lo que ellos se daban. No es que las menospreciaran, porque no lo hacían; las respetaban mucho, incluso las encontraban más comprensivas, pero menos atractivas para lo que ellos hacían.

Y de pronto la puerta se abrió. En los oídos de Oscar no pudo sonar algo peor que su puerta abriéndose, porque él sabía que la única persona que podría ser era su padre.

—Oscar…—jadeó el hombreen la puerta—¿Qué demonios estás haciendo? —al hombre repentinamente le temblaba una mano que estaba en un puño tan apretado que sus nudillos eran blancos como la cal. Aquel hombre era alto, de uno noventa aproximadamente, de cabellos aún más rubios que los de su hijo, pero no era flaco, era robusto, como si en algún momento de su juventud hubiese sido muy musculoso. Jonathan pensó que en otra ocasión  estaría maravillado de ver por fin al padre de Oscar, pero no en ese momento y no con esos ojos asesinos, exactamente del mismo color que los del chico que tanto amaba.

Oscar logró incorporarse del suelo en su aturdimiento.

—Papá…—alcanzó a decir con voz temblorosa pero en el mismo momento que lo dijo fue interrumpido por un golpe en la cara, y cayó penosamente al suelo.

—¿¡Haces esto cada vez que no estoy…!? —exigió el hombre en un grito y dio un paso en dirección a Oscar, que se encogió en el suelo.

—Lo siento…—logró decir, pero su voz se cortó y Jonathan pudo ver el terror en su mirada.

—¿¡Qué es lo que sientes!? ¿¡Ser un jodido maricón!? — Exclamó su pare, que lo tomó del cuello de la camisa que traía puesta y lo sacudió frenéticamente—¿Eres puto, sí o no? ¡Responde! —y como Oscar solo comenzó a llorar lo azotó contra el suelo y se retiró.

—¿Y tú quién eres? —se dirigió a Jonathan ahora, que estaba quieto y pálido como un cadáver sentado en el suelo presenciando todo aquello.

—¡Déjalo! —Exclamó Oscar ya de pie —¡Él no tiene nada que ver!

El hombre regresó la mirada a su hijo.

—¿Lo defiendes?—preguntó atónito y con la cólera hasta el cielo—¿Es tu novio o tu novia? —Señaló a Jonathan —¡Explícame, Oscar, porque no entiendo cómo funciona toda esta porquería!

—Jony, vete…—articuló Oscar solo con los labios, sin sonido alguno. Pero él se negó.

—¡Tú! —Exclamó el hombre, apuntando a Jonathan—¡Lárgate! ¡No quiero maricones en mi casa!—se le acercó, lo tomó del cuello y lo aventó a la puerta.

 Jonathan, con impotencia en los ojos, vio el rostro de Oscar desapareciendo cuando la puerta terminó de cerrarse. 

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Por cierto, les dejo a la derecha un vídeo con la canción que me inspiró a escribir esta novela. No sé porque la empecé a escribir luego de escucharla, simplemente se me ablandó el corazón y este es el resultado. Ah, y los de la imagen, de la derecha también, son los autores de la canción. 

Voten y comenten si les gustó, y si no, pues también :D

PD: Visiten mis otras novelas terminadas. "Sólo una vez más" y "El secreto de Nicolás" ;)

-Chel 

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