Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

5.7M 561K 731K

Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 43

87.3K 7.6K 11.6K
By Mila_Darkness

Debo reconocer que mi propia percepción de mí mismo a veces llega a ser muy positiva, no al punto del narcisismo, pero sí mostrando un buen autoestima. Otras veces me sucede lo contrario: tiendo a ver solo las cosas negativas de mí, los insultos que crecí escuchando desde que era un niño, y no veo más allá de eso. 

En este momento mi percepción de mí mismo es esperable, para nada reveladora...

Soy un jodido imbécil. 

Y Aaron también. 

Sobre todo Aaron. 

Hace apenas unos minutos que mi calentura terminó, la sangre por fin regresó a mi cerebro luego de haber estado en un lugar incorrecto, uno que el diabólico rubio succionó hasta dejar mis piernas temblorosas. Y francamente no sé si matarlo, o arrodillarme para chupársela. Soy consciente de que todavía debe tener una enorme erección. 

Si aún siguiera en ese estado tan lujurioso, no lo pensaría dos veces y lo haría, pero por suerte mi mente recobró el sentido. Estamos en la maldita fiesta donde se supone que debíamos comportarnos, no abandonar el salón por quién sabe cuando tiempo, poniéndonos en riesgo. Mi padre pudo notar nuestra ausencia, cualquiera pudo hacerlo. Aaron fue presentado a casi todas las personas del lugar, y a mí ya me conocían desde antes, sería extraño que ambos desapareciéramos al mismo tiempo. 

—Sé lo que estás pensando —dice el rubio, su voz mezclándose con la oscuridad—, deberías dejar de ser tan paranoico. Me aseguré de traernos a un lugar alejado, nadie nos vio venir. 

Mi piel se eriza al sentir sus manos rozándome el pecho, enseguida comienza a prender los botones de mi camisa. Bueno, por lo menos eso intenta. El no poder ver hace que se le dificulte encontrarlos, y algo en eso me da mucha ternura. 

—Lo que me preocupa es que alguien se haya dado cuenta de nuestra ausencia —hablo tratando de no reír mientras Aaron sigue luchando con los escurridizos botones... Mierda, sus dedos deben estar escurridizos después de lo que hizo. 

—Allí hay fácilmente trescientas personas —responde continuando con su lucha—, dudo que alguien esté tan pendiente de nosotros como para notar que nos fuimos. Patrick estaba invitando a mi madre a bailar, Adrienne solo se quejaba de que su esposo no quiso venir con ella, y la única persona que sabe de esto es tu amiguita. Los gestos extraños que te hizo dijeron más que suficiente. 

—Su nombre es Kara —digo exasperado, sintiendo cómo prende mi último botón. Logro escuchar un sonido extraño, cuando estoy por preguntarle qué hace, una de sus manos toma mi ropa interior junto con mis pantalones y los sube. 

Olvidé por completo mi desnudez. 

Sé que debo tener el rostro completamente rojo, aun más al notar cómo mete mi pene flácido dentro de la ropa. 

—¿Te gustó mi sorpresa? —susurra demasiado cerca de mí, su aroma dulce bloquea todos mis sentidos. Un repentino calor vuelve a recorrerme, y antes de que sea tarde muerdo mi lengua con fuerza. 

¿Cómo demonios consigo ponerme caliente tan rápido? Si él sigue así, no voy a tardar nada en ponerme duro de nuevo. 

Malditas hormonas. 

—Sabes que sí —le conteste rápidamente, alejándolo con un suave empujón—. Yo también te daré una sorpresa esta noche, me encantaría que fuese ahora mismo pero ya desaparecimos por mucho tiempo. 

—Esperaré con ansias —ronronea tomándome de las mejillas con poca delicadeza, de inmediato une sus labios con los míos. 

El beso no dura tanto como me hubiese gustado.  

Nos costó un poco encontrar uno de los baños, por suerte estaba cerca del pasillo. Agradezco a los dioses, como dice Kara, que decidiéramos ir. Aaron fue más que nada para deshacerse de su ''problema'', no pude decidirme entre sentirme caliente, o reírme en su cara. Él lo notó, no parecía nada contento. Yo fui para asegurarme de que me viese presentable, y arreglar lo que pareciera desaliñado, no me sorprendí al ver que me veía de todo menos presentable. 

Cada botón de mi camisa estaba mal prendido. 

Quise hacerle algún comentario burlón, pero su mirada asesina me detuvo. No lo culpo, yo mismo me he prendido mal las camisas hasta con toda la luz del mundo. 

Lo más probable es que no vea a mi rubio en un buen rato, quiero ver qué excusa dará cuando alguien le pregunte por qué se fue tanto tiempo. Ahora me dirijo hacia la mesa donde estábamos sentados antes, y extrañamente Adrienne no está a la vista, solo mi mejor amiga. Patrick está bailando con Rebeca, parecen completamente distraídos, lo que me da tranquilidad. Significa que él quizás no notó nuestra ausencia. El salón principal sigue repleto de parejas danzando en el centro, aunque algunas parecen haber decidido marcharse para continuar cenando. 

—Regresé —le digo a Kara, sentándome en el asiento libre a su lado. Ella sostiene un tazón con bastante helado adentro, debieron estar sirviéndolo cuando nos fuimos. Verlo me da antojo, así que le quito la cuchara de su mano y robo rápidamente una enorme cantidad. Lo meto en mi boca antes de que reaccione, el sabor a vainilla con chocolate no tarda en llegar. 

—¡Dominik! —se queja, quitándome la cuchara para enseguida mirarla con sospecha—. Espero, por tu propio bien, que esa boquita hermosa tuya no haya estado en cierta parte del novio tóxico que tienes. 

Trago el helado de golpe, atragantándome. Me preocuparía por el evidente sonrojo en mi rostro pero el toser hasta sentir que escupo un pulmón, más la corriente helada que recorre mi cerebro, lo evitan. 

—¡K-Kara! —la reto poniendo una mano en mi pecho para calmar la tos, ella suelta una carcajada—. Tú y Aaron van a matarme un día de estos. 

—¿Se la mamaste o no? —pregunta divertida—. Necesito que me lo digas porque así sé si debo incinerar esta pobre cuchara.

En este momento estoy experimentando la sensación de tener una hermana molesta.

¡Era obvio que iba a hacer este tipo de comentarios! Chica desvergonzada, pervertida, e invasiva... ¿Por qué eso me hace amarla más?

—Para que te quedes tranquila... No, no se la ''mamé'' —suelto resignado, con una leve sonrisa. Ella me mira fijamente, luego sonríe con malicia. 

—Entonces fue él —susurra entretenida, comiendo nuevamente de su helado—. Dom, es descortés no devolverle el favor a tu novio. 

Rodeo los ojos, ignorando su comentario.

—Aaron no es mi novio —digo simplemente, aunque algo en eso me molesta. 

—Sí, tienes razón —contesta con voz sarcástica—. No son novios, solo se besan como novios, follan como novios, se tratan como novios... Ah, y se aman como novios. 

Sus palabras se sienten como olas cálidas llenando mis venas, pasando por cada extremidad de mi cuerpo hasta recorrerlo por completo. 

Sé bien lo que siento por él, toda la confusión que tuve antes ha desaparecido. Es verdad que todavía hay cosas que me preocupan, pero actualmente puedo decir con todo mi corazón que lo amo. Aaron me importa, logra que me sienta querido, necesitado. 

—Tienes un buen punto —le respondo honesto—. El problema es que nunca hablé de eso con él, quizás no sea necesario ponernos una etiqueta.

Mis últimas palabras suenan inseguras, y entiendo el motivo. Jamás estuve en una relación, todo el asunto me pone nervioso. Tal vez esta sea mi zona de confort, ese lugar o estado en el que estamos cómodos y preferimos mantenerlo así. El que seamos novios implica compromiso, ponerle un título a lo nuestro, definir lo que ya tenemos.

¿Por qué esa idea se me hace tan bonita y aterradora a la vez?

—Mira, actualmente varias personas te dirían que ya no tiene sentido hacerse novio de alguien, que las etiquetas limitan, que el amor debe ser más ''libre'' —habla negando con la cabeza, pero mirándome con tanta ternura que me llena el alma—. Y está bien si lo creen, pero no tiene por qué ser así. No nos limitamos por querer darle un nombre, un significado más profundo, a lo que sentimos. Yo lo veo liberador, algo íntimo que comparto con mi novia. Nosotras mantenemos una relación oculta, en el instituto no voy a poder decir libremente que somos novias, pero me basta con saber que ambas conocemos ese hecho. Es nuestro, nos pertenece, y nadie nos lo podrá quitar.

Antes de que me dé cuenta, mis brazos rodean a la rubia que tengo frente a mí. Ella corresponde enseguida, sosteniéndome con fuerza. Hay tantas emociones en sus palabras, tanta felicidad y alegría, que mis ojos se ponen llorosos de verla así. Todo lo que deseo es verla feliz, se lo merece. Es tan bellamente obvio lo mucho que ama a Rose, un tipo de amor tan puro, tan incondicional. 

Precioso. 

—Kara, lo que has dicho es lo más hermoso que he escuchado en mi vida —susurro contra su pelo, sintiéndome en casa. 

—Es lo que pienso —responde separándose de mí, con una bella sonrisa en su rostro—. Y te conozco, tontito, sé que te gustaría poder decirle ''novio''. 

—Si miro la idea desde tu perspectiva, definitivamente me gustaría —suspiro acercando tentativamente mi brazo hacia su helado—. Es solo que tengo un poco de miedo, además creo que él debería ser quien me pregunte si quiero ser su novio... ¿No?

Mientras ella me mira con cierta indignación, yo aprovecho para robar su tazón. Está por la mitad, un poco derretido debido a la calefacción, aun así no me importa. Vuelvo a tomar la cuchara de su mano, y comienzo a comer el delicioso postre, feliz. Kara parece tan metida en sus pensamientos que ni siquiera se queja.

 Sé que podría pedirme uno para mí, pero me da pereza levantarme. 

—Mi niño, soy muy consciente de que eres el pasivo de la relación —dice cuando por fin reacciona, haciéndome atragantar nuevamente, aunque con menos intensidad que antes. Jodido infierno... ¿Por qué espera a que coma para decir cosas sexuales?—. Pero no por tu actitud, realmente no encajas en el estereotipo de homosexual, sino por cada vez que fuiste a casa y te sentaste de maneras bastante divertidas —suelta una carcajada—. No dejabas mucho a la imaginación.

¿Yo hice eso?

Esta conversación iba bien antes, maldita sea. 

—No estoy entendiendo tu punto —contesto metiendo otra cucharada en mi boca, gozando del dulce sabor. 

—El punto es que tu rol sexual es solo eso, algo que pasa en la intimidad y ya, no determina tu personalidad —continúa hablando, inspirada—. Así que ve, como el chico directo que eres, y pídele que sea tu novio. 

—Sé que tienes razón, además no decía en serio que él deba preguntarme, solo buscaba una forma de distraerte para robar tu helado —respondo encogiéndome de hombros, Kara abre los ojos con genuina sorpresa. 

—¿Cómo demonios hiciste eso? —pregunta observándome como si fuese una criatura mágica. No puedo evitar reírme, ella en serio estaba tan distraída que ignoró mi malvado acto. 

—Es un secreto —contesto divertido.

Ambos nos sorprendemos cuando Aaron se sienta bruscamente a mi lado, el lugar que antes ocupaba mi padre. Se ve inmaculado, como si no hubiera estado de rodillas hace veinte minutos. Su cabello, el cual se encontraba hecho un desastre, ahora parece recién lavado. Y bueno, digamos que mis manos tenían que tocar algo en ese momento. 

—Aaron... —le habla mi mejor amiga, en un tono cantor que solo puede significar malos presagios, muy malos presagios. Entrecierro los ojos mientras la miro fijamente, en una clara señal de que ni siquiera piense hacerle alguno de sus chistes. 

—¿Qué? —pregunta cruzándose de brazos, aunque su postura es bastante recta y formal. Frunce el ceño con desagrado, generando en mí unas enormes ganas de patearlo. 

Hoy mismo pudieron mantener una conversación civilizada, además de otras ocasiones donde hablaron, no importa que en una de ellas Kara le partió el labio.

—Tú sí que no vas a comer de mi cuchara —contesta quitándome el tazón de las manos, comiéndose el último bocado. Ella comienza a reírse, y solo puedo mirarla divertido, aguantando la carcajada que se quiere escapar de mí. 

Me alegra que Aaron no entienda nada. 

—Es un chiste nuestro —le explico al verlo confundido, lo que me hace querer reír más.

Una mano cae sobre mi hombro con excesiva fuerza, clavando los dedos en la piel ya magullada. Esa maldita sensación de pesadez queda atrapada en mi pecho, el odio me consume. Mi buen humo desaparece junto con el de Kara, quien pierde su sonrisa genuina, cambiándola por una forzada. El ambiente pasa de ser cálido, a frío y desagradable en pocos segundos. El brillo furioso en los ojos de Aaron sigue siendo algo que me preocupa, porque cada vez se le dificulta más fingir ante él. No quiero que lo descubra. 

Todos mis sentimientos negativos, provocados por estar ante la presencia de Patrick, desaparecen cuando me doy cuando de algo. 

No estoy solo.

Ellos están aquí conmigo, protegiéndome a su manera, como pueden. Hay dos personas a las que les importo en verdad, que me quieren sin condición, y ese hecho me hace sentir fuerte. Bueno, también está Fred, aunque estemos distanciados. Los tres son quienes más me han demostrado afecto, atención, consuelo. Cosas que solo había conocido a los cinco años, antes de que mamá muriera. 

Ellos son mi fuerza.

Y creo que ella estaría orgullosa de mí por eso, por ver que no crecí para convertirme en mi padre, porque yo sí sé amar. 

—Patrick —digo levantando la cabeza, el odio fue reemplazado por una agradable sensación de seguridad. Él hunde sus dedos con más fuerza en mi hombro, detesta que lo llame por su nombre—. ¿Ocurre algo? 

—Sí, Dominik —contesta mordaz, escupiendo mi nombre—. Hay alguien que quiero presentarte, en algún momento decidiste que era conveniente irte de la fiesta, así que no pudiste verlo —inclina su cuerpo sobre mí, acercándose a mi oído—. Da gracias a que Rebeca quería bailar, porque pensaba ir a buscarte. 

Su discurso amenazante se ve interrumpido gracias a Adrienne, quien llega a la mesa con un gran platillo entre sus manos, en él hay algún tipo de postre extraño, lleno de crema. Parece sumamente complacida mientras se sienta en su respectivo lugar, frente a mí. 

—Está delicioso —habla luego de ingerir un trozo—, pero mi marido los hace mejor. 

—Eso es injusto, Adrienne, no todas podemos tener un marido chef —le responde Rebeca con diversión, sentándose junto a ella. Ni siquiera pude ver de dónde acaba de salir, se mueve como una sombra sigilosa. 

—Y no todas podemos tener de pareja a un empresario multimillonario, querida —ataca sin malicia, con picardía, ambas se ríen cómodamente. Cuando se detienen, Adrienne me mira como si recordara algo—. ¡Oh, Dominik! Estuve hablando con Rayner un buen rato, es un amor. 

¿Qué Rayner? No conozco a nadie que se llame así. 

—No sé de quién hablas —digo con verdadera confusión, consiguiendo que ella frunza el ceño sin entenderme. 

—Pensé que eran cercanos... —contesta inquisitiva, dejando su postre olvidado—. ¿Estás seguro de que no sabes? Habló como si te conociera de toda la vida, tengo entendido que es un amigo de la familia Evans. 

Eso definitivamente es extraño, mi padre no tiene amigos de verdad. Ve a las personas como inversiones a largo plazo, siempre buscando conseguir algo de ellas. Solo tiene socios que trata de manera decente por conveniencia, y ningún socio suyo hablaría de mí, cuando mucho preguntarían cómo estoy por cortesía. 

—Dominik no debe acordarse de él, era muy pequeño cuando se fue del país —le dice, mirándome de reojo—. Rayner es como un hermano para mí, y una excelente persona también.  

—Eso parece, habla con mucha educación, también tiene acento británico al igual que mi Bastian —dice afectuosa, sus ojos brillan de ternura.

—Su acento es debido a que nació y se crió en Inglaterra, al igual que yo —habla mi padre, todavía parado al lado mío—. Pasamos gran parte de nuestra infancia juntos, pero en mi adolescencia tuve que mudarme a Estados Unidos. Aun así no perdimos el contacto, siempre venía en las vacaciones de verano. 

¿Por qué me veo obligado a escuchar su vida? 

Cuando era un niño, me preguntaba cómo era Patrick antes. Actualmente lo único que me da curiosidad es saber cómo pudieron criar tan mal a un hijo para que les saliera así. Sé que mis abuelos fallecieron incluso antes de que yo naciera, eran personas mayores. Las pocas veces que lo escuché hablando de ellos, todo lo que decía era positivo, nostálgico. 

Tengo la teoría de que lo consintieron demasiado, convirtiéndolo en un monstruo consumista. 

—No tenía idea —contesta Adrienne—. Debe ser lindo tener amistades tan antiguas, yo perdí la mayoría al irme de Francia. Acordamos mantenernos en contacto pero con el trabajo, la crianza de mi niña y la responsabilidad con mi matrimonio, no tuve tiempo para ellos. 

—¿Responsabilidad con tu matrimonio? —se burla mi mejor amiga, sonriendo divertida—. Papá vive quejándose de que no le das atención. 

—Tu padre es un ser exigente de amor, abrazos, y cursilerías como tú —dice quejándose—. Sé que yo no soy la mujer más cariñosa del mundo, pero les demuestro que los quiero. 

—Eres un gato arisco —dice molestándola.

—Y tú un panda empalagoso —ataca ella. 

—Es adorable lo bien que se llevan ustedes dos —habla Patrick, esta vez yendo hacia uno de los asientos libres y sentándose en él. Por suerte está alejado de mí—. Además, te entiendo completamente, es complicado mantener amistades cuando el trabajo y la familia te tienen ocupado. 

—No imagino lo difícil que debió ser criar a tu hijo solo —le responde Adrienne, su mirada se vuelve triste—. Mi Bastian es quien educó prácticamente a Takara mientras yo debía salir del país por viajes de negocio, incluso se la llevaba a su restaurante con tal de no conseguirle una niñera. Siempre le dio miedo dejarla sola con cualquier extraño, y estuve de acuerdo, hay personas muy malas en el mundo. 

Será mejor que me prepare para el discurso de ''padre del año'' que va a lanzar Patrick a continuación.

En todas las otras fiestas hace lo mismo, usándome como su peso a cargar para que los demás crean que es un mártir, un ser bueno y bondadoso. Estoy harto de escucharlo, no parece cansarse nunca. 

¿Por qué olvidé traer mi celular? Aaron se ve jodidamente entretenido usando el suyo, y Rebeca igual. 

—Supongo que todo pasa por algo, pero fue difícil cuidar de Dominik sin ella —suspira, actuando como si recordase algo doloroso—. Elizabeth era quien se encargaba de él cuando yo iba a la empresa, aunque nuestro matrimonio era un desastre. 

Mis puños se aprietan involuntariamente. 

—¿En serio? —pregunta ella, sorprendida—. ¿Por qué? 

—Solo se casó conmigo por interés, su familia era de clase baja—dice con cierto rencor, tengo demasiadas ganas de golpearlo—. Llegué a creer que realmente me amaba, que le importaba nuestra familia, me equivoqué. 

Quizás pueda soportar que hable de mí, pero jamás soportaré las mentiras que dice de mamá. Ella nunca fue alguien materialista, y jamás lo amó porque siempre le tuvo miedo. 

—Lo bueno es que tienes a tu hijo —responde ella, intentando animar el ambiente—. Ambos se cuidan el uno al otro. 

—Por supuesto, sin mencionar que tenemos dos nuevos integrantes en la familia —sonríe mirando a Rebeca, quien continúa en su celular—. Nunca pensé que fuese posible enamorarme de nuevo, y aquí me ves, cautivado por los encantos de Rebeca. 

Ella, al oír que mencionan su nombre, levanta la vista y sonríe. Seguramente ni siquiera sabe de lo que están hablando, lo que me causa gracia. 

—¿Interrumpo? —pregunta alguien a mis espaldas, su voz es masculina. Por el rabillo del ojo consigo ver parte del traje que lleva puesto: tela delicada y de color oscuro, casi negro. 

—¡Rayner! —saluda mi padre—. Ven, siéntate con nosotros. Justo hace un rato hablábamos de ti.

—Solo cosas buenas, espero —responde en tono juguetón, caminando hasta el asiento al lado de Patrick. 

Me llama la atención el largo de su cabello castaño, cayéndole por los hombros. Él se sienta con elegancia, sonriendo ampliamente. Cuando sus ojos se conectan con los míos, siento la sangre de mi cuerpo congelarse. 

—Dominik, él es Rayner Logan —lo presenta, pero apenas puedo escucharlo. Los sonidos a mi alrededor se vuelven confusos, mi cuerpo tiembla y se me dificulta respirar. 

Logan... 

La visión me falla, todo se vuelve borroso, difuso. El mundo es un umbral negro, un túnel que me consume, dejándome sin poder ver nada. Solo oscuridad. 

Estoy caminando por los pasillos solitarios de alguna mansión, encontrándome con un niño de espaldas a mí, parado al lado de un ventanal. La luna alumbra una parte de su rostro, y cuando se da vuelta lo reconozco de inmediato. 

Soy yo, otra vez estoy atrapado en un recuerdo. 

—Hey, pequeño —habla un hombre desde algún lugar desconocido, la oscuridad me impide ver dónde se encuentra—. ¿Qué haces por aquí? Todos están en el comedor. 

—Mi padre no —responde intentando localizar al propietario de la voz, sin éxito. 

—Tu padre está algo ocupado en este momento —le dice.

—¿Qué está haciendo? —pregunta el niño con evidente confusión. 

El hombre se acerca hacia él, la luz me permite verlo mejor: su cabello largo y castaño, su cuerpo robusto e imponente, piel bronceada. Pero son esos ojos color miel lo que me permiten reconocerlo. 

Es Rayner Logan. 

—Cosas de adultos —responde con una sonrisa, agachándose para quedar a su altura. El pequeño lo mira expectante—. ¿Quieres venir conmigo? Si él no puede cuidarte, yo puedo hacerlo. Los niños no deberían quedarse solos sin nadie que los proteja, ¿no crees?

Miro mi aniñado rostro y me sorprendo al ver cierto enojo en él.

—Ya tengo alguien que me protege —dice cruzando sus bracitos.

—No veo a nadie que lo esté haciendo ahora —contesta con simpleza, sus ojos brillando de manera intensa.

—Mi mamá lo hace, siempre —susurra apartando la vista. 

—Los muertos no pueden cuidarte, niño —escupe levantándose, quedando mucho más alto que el infante.

Solo puedo observar la enorme diferencia de altura, lo pequeño e indefenso que me veo. Tengo un mal presentimiento, y no quiero saber qué ocurrirá a continuación. Me siento atrapado en mi mente, deseo salir de aquí, necesito volver a la consciencia.

—Ella sí puede, desde el cielo —contesta irritado, el enojo se filtra en su voz. Rayner suelta una carcajada aterradora. 

—No la enterraron en el cielo, ¿cierto? —dice mientras entrecierra los ojos, inclinándose sobre él—. Está bajo tierra, y desde allí nadie puede ver, mucho menos protegerte. 

—¡No es verdad! —espeta, luciendo desafiante—. Ella subió al cielo cuando se fue, desde ahí me cuida. Por la noche puedo verla, es la estrella más brillante de todas. 

—¿Quién te dijo eso? —pregunta en tono burlón.

—Mi estúpido compañero de clases —responde arrugando la nariz, descontento—. Al principio no le creí, pero la maestra Lucy dijo que era verdad y ella nunca miente. Por eso jamás necesitaré que tú o alguien más me cuide.

—Entonces déjame hacer algo mejor por ti —dice sonriente, el niño lo mira inquisitivo.

Algo está muy mal con este hombre, el ambiente se siente peligroso. Puedo ver que mi yo pequeño también lo nota, pero parece ignorarlo.

—¿Qué cosa? —pregunta curioso. 

—Si te lo dijera... arruinaría la sorpresa —contesta ahora en un tono amigable, juguetón. 

—¿Sorpresa? ¿Cuál sorpresa? —cuestiona con entusiasmo poco disimulado—. A mis compañeros de clase a veces sus padres les hacen sorpresas, pero nunca me hicieron una. 

—Bueno, pues yo tengo una para ti —responde de buen humor, luciendo amigable—. Debes venir conmigo, las dejé en el bolsillo de mi abrigo. —El niño lo mira dudoso, un poco inseguro, pero enseguida estira la mano para que el adulto lo guíe—. Excelente, pequeño. 

Nadie me enseñó el peligro de irme con desconocidos. 

Siento ganas de gritarle, de decirle que se aleje. Quiero salir de este lugar, no quiero ver esto, tengo miedo de lo que ocurrirá, pero no tengo más opción que quedarme.

Lo lleva hacia una habitación cercana, dejándolo pasar primero. Cuando ambos entran, cierra la puerta y prende la luz del lugar, dejando a la vista una biblioteca personal de colores cálidos. El infante suelta su mano para enseguida correr hacia un sillón y sentarse en él, observando su entorno con interés, moviendo las piernas en un vaivén.

Rayner regresa a su lado con una bolsa pequeña entre sus manos, su exterior lleno de brillantina azul. Se sienta en el posa brazos, entregándole el paquete al niño. 

—¡Galletas! —grita animado abriendo la bolsa, el hombre ríe en voz baja. Pero enseguida la alegría de mi yo pequeño se esfuma, cambiándola por confusión mientras mira el contenido. 

—¿Ocurre algo? —pregunta Rayner, la impaciencia haciéndose presente en su rostro.

—Mamá me dijo que no debía aceptar dulces de extraños —responde sacando una galleta de color rosa, mirándola indeciso. 

Si tan solo mamá me hubiese dicho también que no los siguiera... 

—Sería descortés no aceptar un obsequio —dice sonriendo forzosamente, pero en sus ojos puedo ver un brillo de irritación—. Además, ella no está aquí. 

Acerca su mano hacia la mejilla del infante, el tacto repentino hace que se asuste y aparte de él, pegándose más contra el sillón. 

—Ella sí está aquí —responde intentando levantarse pero el adulto se para rápidamente, acorralándolo con sus brazos inmensos para alguien tan pequeño. 

El menor levanta su mirada hasta estirar el cuello todo lo que puede, encontrándose con la intenta mirada de Rayner. Parece confundido, no entiende las acciones del adulto que tiene frente a él. 

—Yo no la veo —susurra intentando tocarlo de nuevo, el pequeño lo nota y trata de apartarse, sin tener a dónde huir. 

No quiero ver esto, no quiero ver esto. 

No puede ser real, no quiero que sea real. 

Ese bastardo pone sus manos sobre el niño, sobre mí... Y ahí es cuando reacciona, sintiendo miedo, dándose cuenta de que está en una situación peligrosa. Intenta patearlo sin conseguir nada, él es mucho más fuerte. Grita pero enseguida recibe un violento golpe en el rostro, su boca es tapada con fuerza desmedida. 

Las lágrimas caen de su rostro, el miedo se convierte en resignación, y deja de luchar. Rindiéndose. 

Cuando creo que va a ocurrir algo horrible, los ojos del pequeño captan un brillo extraño. Aprovechando que Rayner está distraído intentando quitarle la ropa, acerca su mano hacia uno de sus bolsillos. Toma con firmeza el objeto que sobresale, uno el cual mi padre ya me había mostrado antes, y lo clava con fuerza en la pierna del maldito bastardo. 

Él grita sonoramente, la sangre comienza a derramarse por su herida. Mi yo pequeño tira patadas desesperadas tratando de alejarlo, en una de ellas le da en la entrepierna, haciéndolo caer de rodillas. Consigue salir del sillón y corre como si no hubiese un mañana. 

Porque si no escapaba, quizás realmente no hubiera un mañana. 


Continue Reading

You'll Also Like

286K 28.9K 49
Lo último que Miguel recuerda antes de recibir la llamada con la noticia que su mejor amiga murió, es lavar sus manos de sangre y que alguien lo esta...
30.8K 2.7K 14
Es una obra protegida con documentos legales. Queda prohibida su copia o reproducción total o parcial. Cuando Samuel Da Silva y William Delz fueron a...
197K 20.8K 39
Gadreel ha pasado toda su vida creyendo fielmente en la secta a la que su familia pertenece. No desobedeció hasta que el hijo del alcalde de la ciud...
721 94 1
Todos saben que en Grimore reinan las mentiras, los secretos, la cuenta bancaria más grande y el linaje más puro. Ser rico no es suficiente para entr...