Esposa del CEO

By EliseCastro

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Una bebida alcholizada y una habitación equivocada será más que suficiente para cambiarle la vida a la retraí... More

Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Final
Segundo libro
¡2da parte disponible!

Capítulo veintitrés

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By EliseCastro

— ¿Recuerdas todo lo que ensayamos? — Anastasia permanecía en un silencio absoluto, arreglando la corbata de Erick solamente como un señuelo para cubrir la conversación que tenían.

— Nos conocimos en tu reunión de bienvenida a la empresa, yo estaba un poco pasada de copas y me ayudaste a regresar a casa... Mantuvimos el contacto gracias a que necesitabas una secretaria y yo apliqué para el puesto. — Contestó de manera monótona. — Luego de eso todo fue un paseo por la villa del amor y la felicidad tan maravilloso como un cuento de hadas

— Omitamos la parte donde eres sarcástica. — Comentó. — ¿Mi nombre completo cuál es?

— Erick Alexander Russo, estás llegando a los treinta años, no eres amante de las cosas dulces en particular, ni de los animales, tu pasatiempo favorito es ver sufrir a las personas que te rodean y empujar abuelitas por las escaleras.

— ¡Anastasia, sé seria! Arruinarás mi reputación si abres la bocota tan libremente. — La interrumpió de inmediato. — ¿Puedes tomarlo en serio? Esto es importante para los dos, es mi última oportunidad y si ellos no se tragan el cuento de que somos una feliz pareja todo mi duro esfuerzo habrá sido en vano ¿Lo comprendes?

Anastasia le apartó las manos cuando él la sujetó de los hombros. — Por supuesto que lo entiendo. — Contestó con seriedad en su rostro. — Lo único que no entiendo es por qué estás actuando como si lo de ayer no hubiera sido nada.

Desde el momento en que despertó y no vio a Erick al lado suyo empezó a sospechar, volvió a paralizarse creyendo que había ocurrido la misma situación por segunda vez, pero no fue así. Al poco tiempo él salió del baño y le ordenó prepararse para la cena de la noche, sin más, no le dio explicación alguna y se marchó.

— Porque no ocurrió nada.

— ¿Encontrarte a punto de morir ahogado e intoxicado es nada? ¿Debo recordarte todas las veces que te levantaste vomitando durante la madrugada? Pensé que ibas a morir. — Y sin embargo cuando se despertó la habitación estaba completamente limpia, como si nada hubiera pasado en realidad. — No entiendo por qué no confías en mí, yo podría...

— ¡No puedes ayudarme, Anastasia! — Alzó la voz de manera abrupta. — Ni tú ni nadie ¿Lo entiendes? — Erick se tranquilizó respirando hondo al ver que había empezado un escándalo. — Solamente yo puedo solucionarlo, así que no interfieras en donde no te llaman.

Ella atinó a asentir, pensativa. — ¿Haces todo esto por esa tal Raquel? — Vio a Erick paralizarse en su sitio, sorprendido. — ¿Es por ella?

— No sé de lo que estás hablando... — Evitó el tema, mirando la hora en su reloj. — Hay que irnos o se nos hará tarde.

Anastasia lo detuvo en el camino.

— No necesitas mentirme, vi el colgante el día en que estaba en tu sótano y lo conservé. — Añadió, juzgando por la reacción de Erick había dado en el clavo, lo que le permitió seguir hablando. — No le he dicho a nadie más, ¿Lo ves? Y si tú quieres reencontrarte con ella puedes hacerlo. Yo te ayudaré a que puedas encontrar al amor de tu vida, confía en mí. No necesitas pretender ser feliz con una mujer a la que no amas pudiendo serlo con el amor de tu vida.

— ¿De qué diablos estás hablando ahora? — Erick alzó una ceja, confundido.

— Voy a reunirte con Raquel, se ve que la amas demasiado y estás tratando de ahogar tu soledad y llenar el vacío que ella dejó con mujeres y trabajo duro, pensar en ella te da ansiedad y no te deja dormir. Es por eso que debes volver a su lado, por lo que vi ella también te sigue amando, así que ustedes aún pueden darse una oportunidad.

— Tú dices que puedes reunirme con Raquel de nuevo... — El rostro de Erick demostraba lo que pensaba; No creía a Anastasia capaz de hacer aquella locura. — ¿Es eso así?

Anastasia asintió enérgicamente. — No será muy difícil de lograr debido a que los sentimientos entre ambos son sinceros, Erick, puedes ser feliz con ella. Creo que eso es todo lo que quieres.

Erick dejó salir una carcajada amarga, burlesca y llena de desprecio mientras llevaba una de sus manos al bolsillo de su pantalón.

— Te dejaré hacer lo que quieras, creo que resultará entretenido después de todo. — Simplemente se encogió de hombros justo en el momento en que Anastasia pensó que refutaría.

Que accediera tan fácilmente dejó mucho en qué pensar.

* * *

Pero no era el momento de pensar en Raquel, ahora debía enfrentarse a una situación mucho más monstruosa: La familia Russo.

Durante todo el camino le temblaban las piernas sobre el asiento del auto, Erick también permanecía extrañamente silencioso e inquieto, como si estuviese a punto de dar marcha atrás para huir de la situación, pero era imposible y completamente inevitable.

— Estás bien, no estés tan nerviosa. — Erick la pilló mirándose por decimotercera vez en su pequeño espejo de mano, el cual guardó de inmediato. — Si te miras tanto podrías romper el espejo y traernos siete años de mala suerte.

Anastasia rió a secas. — Idiota.

Él sonrió de lado, negando con la cabeza.

Al menos su pequeña broma fue suficiente para alivianar el ambiente que los rodeaba.

— Hemos llegado, el umbral de las puertas que te llevan directo al infierno con una muerte lenta y dolorosa. — Giró su cabeza hacia Anastasia, quien miraba la inmensidad de aquella casa. — ¿Vas a estar bien?

— Sí. — Murmuró, anonadada. — Es solo que nunca antes he sido el centro de atención en público, esto me pone realmente nerviosa.

— No necesitas agradarles, tampoco dejes que te humillen y pisoteen a merced. Ya no eres la chica de los mandados, recuerda eso. Ahora eres la esposa del futuro CEO De RCO. — Explicó mientras le abría la puerta del vehículo para que saliera, Anastasia lo tomó del brazo como habían ensayado. — Solo necesitamos que parezca como un matrimonio verdadero, si sigues al pie de la letra todo lo que ensayamos no tendrás problemas.

Anastasia asintió, tragando en seco tratando de no olvidar las preguntas que repasaron con anterioridad. Se supone que conoce perfectamente todo acerca de Erick y viceversa, no importaba si él metía la pata y comentaba algo erróneo sobre Anastasia, en un lugar donde nadie la conocía no había problema. Sin embargo, al enfrentarse con personas que habían visto crecer a Erick la presión caía sobre los hombros de ella, si daba un paso en falso serían descubiertos y exhibidos rápidamente. No podía arruinarlo, su futuro dependía de lo que sucediera tras atravesar aquella entrada.

El timbre sonó, los nervios recorrían su cuerpo como sangre viajando por sus venas.

El sonido del seguro de la puerta siendo sacado la hizo tragar en seco, tenía el pulso a millón y el corazón se le estaba por salir del pecho.

Echó una mirada rápida hacia Erick, quien le regresó el gesto con una mueca indicándole que todo estaría bien, trató de relajarse, no podía ser la única que parecía como si estuviesen a punto de fusilar.

— ¡Erick, cariño! — Fue una mujer mayor quien abrió la puerta, vestía con ropas muy elegantes y un sombrero fino. En seguida abrazó a Erick, apretándolo entre sus brazos. — Hace tanto tiempo que no vienes a casa, todos te hemos extrañado tanto ¡Estás cada vez más guapo!

— Tía Lydia... — Murmuró como saludo, aunque desde la perspectiva de Anastasia solo escupió su nombre con desprecio sin siquiera corresponder el abrazo. — Ella es mi esposa, Anastasia. Ana, ella es mi tía Lydia. Esposa del hermano de mi padre.

— Viuda, soy la viuda del hermano de tu padre. — Aclaró aquella mujer y luego sonrió, saludando a Anastasia con un amigable estrechón de manos más fuerte de lo usual. — Mucho gusto, querida Ana... Qué alegría me da ver que Erick por fin consiguió a una mujer para establecerse.

El que enfatizara la última oración mascullando cada palabra como si le estuvieran arrancando los intestinos le indicó una sola cosa: No contaba con su aprobación.

Erick había mencionado que desde que murió su esposo había estado yendo tras Anthony en busca de posicionarse en la cima de la pirámide como la esposa del dueño directo de RCO, escalando posiciones. Algo que su esposo jamás habría podido darle debido a que el abuelo Russo lo desheredó gracias a una enorme estafa en la que se vio envuelta, aquel hombre solamente había podido darle el apellido, cosa que perdió en el momento de su muerte.

Sin embargo no pudo ser exiliada gracias a que tuvo un hijo que heredó legalmente el apellido de su padre.

En pocas palabras aquella mujer es una piedra en el zapato.

— El gusto es mío, señora viuda de Russo. — Anastasia sonrió, especificando la posición de esa mujer en aquella casa: Ninguna. — Mi Erick me ha hablado tanto sobre usted, me alegra el poder conocerla en persona. Usted es como una segunda madre para él ¿No es así?

No necesitaba ganársela como enemiga, Lydia daba la impresión de ser peligrosa.

— ¿Eso te dijo? — Ablandó su ceño fruncido al escucharla, cambiando a una sonrisa de oreja a oreja. — ¡Por supuesto! Lo conozco desde que usa pañales, a mi esposo y a mí nos encantaba cuidarlo. Tengo muchas fotos de él cuando era pequeño jugando con mi querido hijo, deberías visitarme algún día para que las veas.

— Agenda un día y dinos con antelación para no estar en casa. — Erick la adentró aún más en la casa tras interrumpir la conversación. — ¿Dónde están todos?

La casa por dentro era casi como si hubiesen imitado la decoración de un palacio, había mucamas limpiando por todas partes o trayendo comida y arreglando algunas cosas.

— Están todos esperando en el patio, tu padre tuvo que atender un asunto de último minuto así que es probable que llegue un poco tarde. — Explicó detalladamente, Erick caminaba como si tuviera prisa por alejarse de ella. — Los alcanzaré en un momento ¿De acuerdo?

Anastasia asintió, despidiéndose con un ademán mientras la dejaban marchar.

Si la casa de los Russo era enorme el jardín trasero podía llegar a ser una finca completa, estaba perfectamente decorado, con farolas de luz colgando por encima de todos e iluminando preciosamente el ambiente y una pista de baile en medio de todo el gentilicio.

Las miradas se posaron en ellos desde el momento en que abrieron las puertas. Anastasia sostuvo con más firmeza el brazo de Erick, sobre todo durante el momento en que la familia Russo comenzó a rodearlos.

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