Siempre me sentía feliz cuando estaba con los chicos. Y aunque mi padre no me dejó estudiar con ellos, yo seguía feliz porque aunque no estuviera tanto con ellos, al menos no como quisiera, nuestra amistad era lo más importante para mí. Sin embargo, las cosas no eran tan fáciles como parecían. Aunque estaba mejorando, todavía luchaba con mi ansiedad en lugares con mucha gente y el temor de que descubrieran quién era en realidad. A pesar de no conocer completamente mi historia, los chicos siempre me brindaron su apoyo en todo lo que podían. ¿Qué más podía pedir? Cada vez me sentía más completa gracias a ellos.
O eso parecía... Hasta que mi padre, después de actuar de forma extraña durante meses, me citó para tener una "charla" o algo parecido. Su semblante era serio y yo no tenía idea de lo que podría ser. Me senté junto a él en la sala de nuestra casa, esperando que todo estuviera en orden..
Sabía que mi padre estaba hablando, pero sus palabras se desvanecían en el aire, sin tener ningún significado para mí. Mi cerebro parecía resistirse a escuchar cualquier cosa que dijera.
—і_______! —, exclamó molesto, poniendo sus manos en su frente. Su pierna izquierda no dejaba de moverse, mostrando la desesperación que sentía en ese momento.
—¿Ah? —fue lo único que pude articular. Me encontraba en un trance, incapaz de explicar lo que estaba pasando dentro de mi.
—Cariño, ya lo repetí mil veces—, dijo frustrado.
—Es que no escuche, disculpa.
—Lo lamento, sé que es duro. Sé que has progresado mucho aquí y créeme, eso me hace más feliz, pero ya no podemos quedarnos aquí— mencionó con pesar. Fue en ese momento cuando comprendí que lo que tanto mi cerebro rechaza escuchar se haría realidad. Nos íbamos de nuevo.
—Yo... nosotros... ¿de nuevo?— balbuceé sin saber exactamente qué estaba diciendo. El shock era tan grande que parecía que volvería a caer en un profundo hoyo de desesperación.
—Ojalá pudiera dejarte aquí para que siguieras mejorando—, dijo con la cabeza agachada.
—Déjame—, grité sin pensar. —Déjame quedarme, puedo quedarme con los chicos o con algún guardaespaldas. Por favor, déjame— supliqué desesperadamente, al borde de las lágrimas.
—Cariño—dijo mientras tomaba mis manos, demostrando lo conmovido que estaba. Sus dedos apretaron suavemente los míos—. Tienes 12 años, no puedo hacer eso. No puedo permitir que nada malo te pase... eres lo único que tengo— sus palabras se entrecortan mientras una lágrima resbala por su mejilla.
—Yo...—Tragué saliva y con mis ojos húmedos por la resignación y el enojo, volví a ver hacia arriba tratando de contener las lágrimas. Mi corazón se sentía pesado, como si estuviera cargando el peso del mundo sobre mis débiles hombros. Sin embargo solo suspiré—... Entiendo—, dije en un tono casi inexpresivo, evitando que mi voz traicionara la mezcla de tristeza y rabia que sentía.
—¿En serio?—, dijo sorprendido por mi aparente entereza. Rápidamente, volteó su rostro hacia el mío y una sonrisa leve pero sincera se dibujó en su rostro, aún con lágrimas en los ojos. —Eres una niña muy fuerte y valiente— me abrazó— Gracias por hacer esto más fácil— me tomó las mejillas con suavidad y delicadeza, acariciando con un gesto tierno. Aunque sus ojos estaban empañados por lágrimas, depositó un dulce beso en mi frente, como una muestra de su apoyo y cariño incondicional.
A pesar de que me esforzaba por mantener la calma y no mostrar mi enfado, no podía evitar sentir una irritación profunda. Era consciente de que la pérdida de mi mamá había sido difícil para los dos, pero me dolía que él no pudiera comprender la complejidad de mis emociones. Sin embargo, sabía que debía mantenerme serena. No quería complicar aún más su vida, por lo que me reprimí y elegí el silencio. A pesar de mi frustración, continué cumpliendo con las expectativas y siendo la "niña perfecta".
—¿A dónde iremos ahora?— pregunté casi sin ninguna emoción.
—Te lo diré pronto, ¿está bien?— respondió con una expresión sospechosa. Sentí que no quería revelarme información y, aunque me llenaba de intriga, decidí aceptarlo.
—Está bien. ¿Al menos me puedes decir en cuánto tiempo nos vamos?—, pregunté con una leve sonrisa fingida.
— Un mes— respondió—. ¿Quieres ir a ver a los chicos? Yo pued...
— Le diré a Robert que me lleve— interrumpí y me pare velozmente del sofá
A pesar de tener tiempo, sentí que todo estaba cambiando rápidamente y para peor. Siempre había pensado que después de ser feliz en Corea, mi vida mejoraría, pero parecía que el destino tenía otros planes para mí. Sentía que la vida me daba mil vueltas, dejándome mareada y sin poder tomar un respiro. Estaba cansada y solo deseaba tener una vida tranquila, pero ahora tenía que irme lejos y abandonar todo lo que me generaba felicidad.
Por ese motivo, llegué hasta donde estaba Robert casi llorando, ya no podía contenerme más. Solo quería estar en mi lugar feliz.
—Hola—, dije con voz entrecortada. Él levantó la mirada de su libro, notando mi evidente angustia.
—¿Pasó algo, señorita Jones? —, preguntó con una sincera preocupación en su rostro. Respiré hondo antes de responder.
—Necesito que me lleves a la mansión del grupo Shinhwa, por favor. Ya le pedí permiso a mi papá— le supliqué, sintiendo cómo el peso de mis emociones se afianzaba en mi pecho.
Aunque en otras ocasiones no solíamos entablar una relación cercana, él parecía comprender lo que estaba pasando en ese momento. Sin tener que preguntar a mi padre para corroborar mi historia, ya que previamente había mentido en otras ocasiones para que me llevara con los chicos, decidió llevarme a la mansión.
Baje del auto, sabiendo que Robert me esperaría ahí.
Entonces cuando por fin llegué a la imponente puerta de la mansión, me detuve un instante, buscando fuerzas para enfrentar lo que vendría. Sentía un nudo en la garganta y mis piernas comenzaban a temblar, sintiéndome completamente perdida, sin saber qué hacer o qué decir.
—...señorita Jones— esa voz conocida llegó a mis oídos sacándome de mi trance. La puerta estaba abierta, y mis ojos se encontraron con el mayordomo Lee.
—Mayordomo Lee—, susurré con la voz cargada de tristeza. El mayordomo captó al instante mi estado emocional. Sus ojos revelaron preocupación genuina
—¿Todo bien? —, preguntó preocupado, y yo solo asentí. —¿Desea que la acompañe a donde están los chicos?— ofreció.
—Gracias, pero prefiero ir sola—sonreí a medias
—Bueno, los chicos se encuentran en la habitación del joven amo. Recuerde que si necesita algo me puede llamar, estoy a su disposición— comentó con una cálida sonrisa.
—Muchas gracias, mayordomo Lee. Lo veo luego— musité con una sonrisa, despidiéndome con una reverencia de cortesía antes de dirigirme rápidamente hacia la habitación de Jun Pyo.
Mi pulso se aceleró al subir las escaleras, más aún al tocar la puerta. Sin respuesta, mi mente recordó que solía entrar como si nada, pero esta vez mis piernas se negaban a moverse. Quería actuar como si todo estuviera bien, pero en mi interior se desataba una tormenta emocional. Lo único que deseaba era llorar y liberarme de todas las preocupaciones. Tras tomar un respiro, toqué por segunda vez.
—¿Qué pasa? Si necesitas algo, solo entra— gritó Jun Pyo molesto desde el otro lado de la puerta—. Qué fastidio— se escuchó a lo lejos.
—Soy yo— anuncié tímidamente, ingresando lentamente en su habitación.
—¡Oh, eras tú! ¿Por qué no pasabas? Como si fuéramos a morderte— dijo con fastidio en su tono de voz.
—Perdón...— dije apenada, sintiéndome culpable por esconder mis sentimientos. En ese momento, cada acción y palabra parecía delatarme, sin poder ocultar lo que realmente estaba pasando en mi interior.
—¿Por qué andas tan rara?— preguntó Yi Jeong, rompiendo el incómodo silencio.
— Bueno, ya eres rara de por sí, pero hoy parece que más que de costumbre— añadió Woo Bin.
—¿Podemos ir al patio o a algún lado?—, insistí, viendo al suelo. Si los miraba era seguro que lloraría.
—Oye...—, dijo Ji Hoo acercándose. A pesar de mi deseo de mantener el control, mis lágrimas comenzaron a fluir cuando se acercó y suavemente posó su mano en mi hombro—. ¿Todo está...?— Se dio cuenta de mi angustia y decidió no continuar con la pregunta pendiente.— Vámonos al patio— declaró para los demás, con un tono autoritario
—Aquí estamos bien, ¿por qué debemos ir abajo?—, reprochó Jun Pyo, a lo cual Ji Hoo le lanzó una mirada fría.— ¿Por qué me ves así? No te he hecho nada—, suspiró.
—Jun... Vamos al patio—, insistió Woo Bin, poniendo su mano en el hombro de Jun Pyo. Creo que le insistió al darse cuenta de mi estado
—Ash, qué molestos—, gruño Jun Pyo molesto.
Todos bajamos con rapidez al patio.
— ¿Y bien, qué estamos haciendo reunidos aquí, niña tonta?— Jun Pyo preguntó, con los brazos cruzados. El tono de su voz combinaba curiosidad y preocupación, insinuando su deseo de claridad.
—Tengo una noticia que darles— Cuando la atención se centró en mí no pude evitar sentir una pesadez en el corazón. Mi mirada se desplazó hacia abajo, la tristeza se me podía notar a kilómetros...
—¿Una noticia?— Woo Bin intervino, su curiosidad evidente en su tono— ¿Ganamos un premio o algo?— Intentó aliviar el estado de ánimo con una broma juguetona, con la esperanza de aliviar la tensión, pero no funcionó
—Yo... debo irme—dije con voz temblorosa, impidiendo cualquier contacto directo con los chicos.
—¿A dónde vamos o qué?— El nerviosismo de Jun Pyo era palpable cuando preguntó. Sus palabras temblaron, revelando su miedo.
Ese chico de cabello rizado, sin duda era mi mejor amigo, no puedo negar que todos nos llevábamos bastante bien, pero nosotros dos éramos inseparables, y era un hecho conocido. Realmente sabía que mi partida no le sentaría muy bien y eso era lo que más me dolía.
—Ojalá fuera eso— susurre con la mirada fija en Jun. Con un nudo en la garganta, traté de forzar una sonrisa, pero mis ojos traicionaron la tristeza oculta en mi interior—. Mi papá debe irse a trabajar... No sé exactamente a donde vamos— continué, con la voz entrecortada—. Solo sé que es un viaje sin retorno y yo...— ya no pude contener las lágrimas. Corrieron por mi rostro, traicionándome en el peor momento
—Mejor quédate conmigo, puedes vivir aquí— mencionó con determinación
—Jun...— dije suavemente—. No es algo que pueda hacer...— Las lágrimas se mezclaron con una pequeña sonrisa por la ocurrencia
—Lo sé...— susurro Jun Pyo, extendiendo la mano para abrazarme. Su abrazo transmitió una mezcla de cariño y tristeza— Simplemente no quiero que te vayas— Sus palabras resonaron con un profundo sentimiento de pérdida y el miedo a que nuestro vínculo cambiará.
—Lo siento—, dije, las lágrimas brotaban de mis ojos sin control, empapando mi rostro y mis palabras se ahogaban en sollozos desesperados. Era como si mi corazón se rompiera en mil pedazos.
—Oye, no tienes que disculparte... sabemos lo que es esto, así es nuestra vida— dijo Woo Bin, y con paso decidido, se acercó a mí y nos rodeó con sus brazos en un abrazo cálido y reconfortante.
—Así como dice Woo Bin, no debes disculparte. Aquí estaremos para tí, siempre—. Añadió Yi Jeong uniéndose al abrazo
—Siempre tendrás amigos en quienes confiar, no importa en dónde estemos— dijo Ji Hoo con ternura, mientras colocaba su mano en mi hombro y me transmitía su apoyo
—No seas malo y únete al abrazo– le dijo Woo Bin, un poco molesto, pero con una sonrisa en el rostro. Su gesto logró hacerme soltar una pequeña risa entre sollozos.
Entonces, en medio de aquel abrazo, pude sentir la tristeza reflejada en las miradas de mis amigos. Sus ojos estaban vidriosos, mostraban un rastro de dolor por mi partida inminente. Pero aquel abrazo también me demostró que, sin importar las circunstancias, siempre seguiríamos siendo los amigos que éramos, unidos y dispuestos a apoyarnos mutuamente.
—Ya dejemos las cursilerías— dijo Jun Pyo apartando a todos del abrazo y limpiándose rápidamente las lágrimas— No hay que perder el tiempo.
—¿A qué te refieres?— preguntó Woo Bin con curiosidad, notando el tono decidido en la voz de Jun Pyo.
—Hay que aprovechar el tiempo que nos queda juntos— respondió Jun Pyo con determinación, sus ojos desafiando cualquier rastro de tristeza—. ¿Cuánto tiempo te quedarás todavía?
—Un mes
—Planifiquemos el mes completo con lo que haremos, será divertido— sugirió Yi Jeong con una sonrisa traviesa y una chispa de emoción en sus ojos.
—Eres un tonto, me quitaste la idea que iba a decir—. dijo Jun Pyo con fastidio, pero su mirada dejaba claro que su enojo era solo una fachada. Incluso en medio de su preocupación, pude notar su expresión afectuosa hacia mi.
—Divirtámonos hoy sin preocuparnos por mi partida. Mañana en mi casa podemos planificar nuestras actividades, ¿no creen?— propuse, tratando de aliviar la tristeza que envolvía el momento.
—Tiene razón, mejor divirtámonos en el parque— sugirió Yi Jeong, animado y dispuesto a mantener un ambiente alegre.
—Perfecto— gritamos al unísono cuatro de los cinco miembros de los F4+1
—Ji Hoo, eres un aguafiestas. Si no quieres gritar al menos sonríe— dijo Woo Bin y todos reímos
En ese momento, una sensación de alivio y felicidad llenó el aire, como si todos nosotros estuviéramos determinados a hacer de ese día un recuerdo inolvidable.
[...]
AL DÍA SIGUIENTE
—Bien, podemos salir a Macao, Nueva Caledonia, o cualquier otro lugar que nos parezca interesante. Siempre es una buena idea explorar nuevos destinos—comenté emocionada. Todos asintieron con entusiasmo, mientras observábamos la página donde planeábamos cada día del mes para aprovechar al máximo nuestro tiempo juntos.
—¡De acuerdo! Además, haremos pijamadas todas las noches, sin importar dónde estemos—. Añadió Jun Pyo con una sonrisa en su rostro.
—No olvides que también tenemos que ir a la Isla Jeju, nunca he estado allí—comenté, deseando descubrir ese lugar junto a mis amigos.
—Ah, cierto— respondió Jun Pyo, anotando rápidamente en el papel—. ¿Qué más nos queda por agregar?
—Hmm, ¿cuál será nuestra última parada?— preguntó Ji Hoo, y todos nos sentimos nostálgicos al recordar que esa sería la última vez que estaríamos juntos...
—Creo que sería una buena idea ir por unos helados a nuestro lugar favorito, ese que está cerca del parque— propuso Yi Jeong, tratando de distraernos y hacer que disfrutáramos del momento sin pensar demasiado en el final.
—De acuerdo, así será —dijo Jun Pyo con un tono de tristeza en su voz, pero esta vez decidió no anotarlo en el papel. Woo Bin, siempre tomando la iniciativa, arrebató la página de planificación y comenzó a escribir en ella por su cuenta.
—Listo, si se les ocurre algo más, pueden anotarlo aquí— dijo pegando la página en la pared—. Esta será nuestra "pared de los recuerdos"—. Observamos con cariño y emoción esa página llena de ideas y planes.