Ese último momento

By BiancaMond

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Lucas Urriaga está pasando por el mejor momento de su vida. Su noviazgo avanza de manera maravillosa, está si... More

Nota inicial. Secuela de "Por culpa de un instante".
1. El mejor cumpleaños
2. ¡Que me lleve el diablo!
3. ¿Nuestra última esperanza?
4. Tristemente jodidos
5. MT Entertainment
6. Una confesión desafortunada
7. Todo lo que deseo
8. Actitud
9. ¿Un fantasma?
10. ¿Por qué?
12. Ocho meses
13. Pasar página
14. ¿Una nueva oportunidad?
15. Noche de "hombres"
16. Su guerra: mi problema
17. Una más del montón
18. Bésala
19. Si te duele, te aguantas
20. Exclusividad, no. Preferencia
21. Miedos
22. Pulga
23. Compañeros de vida
24. Algo así como una madre
25. Para aliviar la fiebre
26. Las mujeres de mi vida
27. Mi primera amiga
28. Si todavía me quiere
29. Nunca me dijo "te quiero"
Extra: "Mejor de lo que esperé" Samantha Burgos
30. Por ti
31. No son celos
32. Me estoy volviendo loco.
33. De cero
34. Distracciones
35. Ese último momento

11. Secretos

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By BiancaMond

Llevo al menos dos horas intercalando la mirada entre el techo de mi habitación y mi celular. Espero que Tadeo me conteste el mensaje que le envié preguntando cómo se encuentra Lucas, pero son más de las once de la mañana y mi mejor amigo aún no se ha conectado.

Stacy abre la puerta y se arroja en mi cama, a mi lado. Ya está bañada, vestida y con el cabello seco atado en una larga trenza.

—Mamá ha vuelto a preguntar si ya te levantaste —comenta—. Dice que, aunque sea sábado, no puedes quedarte en la cama hasta el mediodía.

Suelto un suspiro y giro sobre mi cuerpo, dándole la espalda y cubriéndome con la frazada hasta la cabeza.

—Solo dile la verdad... Que terminé con Lucas y no estoy de humor para salir al mundo.

Ella se acurruca y me estrecha entre sus brazos desde atrás.

—¿Ya me vas a decir qué fue lo que ocurrió entre ustedes? —Aparta con una mano el mechón de cabello que caía en mi rostro y se arrima parar mirarme a los ojos—. Y no evadas mis preguntas igual que anoche. Si estás así de triste es porque aún lo quieres, entonces ¿por qué lo dejaste?

No puedo decirle la verdad. Nadie puede saberlo.

—Necesito estar sola un tiempo... —Mi mentira sale en un susurro inseguro.

—No te creo, seguro lo estás protegiendo. ¿Estuvo con otra? Pensé que Lucas era distinto a su amigo.

—No —niego con firmeza, intentando contener la pena que me quiere invadir de nuevo—. Él no haría algo así.

Lucas sabe querer. Tanto, que sé que perdonaría a Melania por haberlo abandonado. Sé que le daría una oportunidad si ella decidiera decirle la verdad. Y, por eso mismo, no puedo permitir que la relación con su madre termine incluso antes de empezar.

—¿Entonces qué? —La insistencia de Stacy me obliga a buscar una manera de resguardarme de sus preguntas y entonces se me ocurre una perfecta.

—Quieres que te hable de Lucas, pero tú no me dices nada sobre ese alguien que no es Bruno. —Giro sobre mi cuerpo y la encaro. Su mirada me muestra confusión, así que me explico mejor—: El chico con el que estabas hablando el otro día y le pediste que te deje en paz.

Sus ojos se agrandan un poco y la vergüenza parece incomodarla.

—Te refieres a Marcelo —deduce y luego se encoje de hombros—. Pues sí, asistió conmigo a la Academia en el verano, pero no hay mucho que decir de él.

—¿Cómo no? —me incorporo hasta sentarme en la cama—. ¿Cuántos años tiene? ¿Qué clase de persona es? ¿Se han besado? Cuéntamelo todo.

No puedo creer que mi hermana haya conocido a un chico y se lo haya guardado.

—Brenda... no es como crees. Solo nos dimos unos besos y ya se ha acabado.

—Él sí quiere seguir viéndote —recuerdo.

—Ni siquiera me gusta.

—¿Cómo...? Pero lo has besado...

Suelta una risita al ver mi expresión confundida. Entonces se coloca detrás de mí, de rodillas, y toma mis cabellos entre sus manos, iniciando una de sus típicas trenzas.

—¿Ves por qué no debiste terminar con Lucas? —Susurra en mi oído—. Tú eres de noviazgos reales, dulces y apasionados. No estás hecha para los chicos de un rato, como Marcelo o Bruno.

—No digas eso —la regaño con cariño—. Bruno fue tu novio.

Ella deja escapar una risa nerviosa.

—Y ese fue mi error, darle más importancia de la que merecía. Desde el comienzo debí tratarlo como lo que es en verdad: alguien para pasar el rato.

De pronto, Stacy parece la hermana mayor y yo me siento como una niña. Sus palabras le producen una extraña sensación a mi pecho. Pero ella tiene diecisiete años y siempre ha creído en el amor... ¿Acaso ya no lo hace?

—Esa Academia de danza te ha cambiado —me limito a comentar. Es lo que he pensado desde que volvió, pero decirlo en voz alta me hace ser más consciente de ello.

—No he cambiado, he aprendido que la mayoría de los hombres buscan una sola cosa. Y no ha sido la Academia la que me lo ha enseñado.

Entonces, fue el dolor.

—Ha sido él —me arriesgo a acertar—. Bruno.

Ella suelta mi trenza sin terminar de cerrarla. La deja caer por encima de mi hombro, hacia adelante, y se mueve hasta la salida.

—No permitiré que alguien vuelva a jugar conmigo, eso es todo. Ya no soy una tonta —declara antes de salir y cerrar la puerta a su paso.

Durante el almuerzo le cuento a mamá y a Eric sobre la ruptura. No les doy demasiados detalles y pronto entienden que prefiero no hablar de ello. Mi padrastro se ve incluso más afligido que mamá, después de todo, sé que lo aprecia mucho.

Tadeo me contesta un momento después. Me cuenta que los chicos se quedaron hasta tarde tomando cerveza y tratando de animar a Lucas, quien ahora no sale de su cuarto.

Me duele tanto que se sienta mal, pero esto por su bien.

Decido ir a pasar la tarde al departamento de Gloria. Necesito estar con alguien que entienda cómo me siento.

—Lo hice —le cuento apenas me abre la puerta—. Terminé con él.

—Ay, mi niña, pasa.

Me lleva hasta el sofá de su pequeño estar y se pierde tras la puerta de la cocina, murmurando algo sobre preparar té. Escucho ruidos de vajillas al otro lado y casi puedo sentir sus nervios chocar con los míos.

—No he podido dormir anoche —la oigo expresar—. No puedo dejar de pensar en que tendré que mirar al señor Anthony a la cara, sin poder decirle que Mireya ha vuelto y su temor más grande se está haciendo realidad.

Me levanto y voy aprisa a donde está.

—No puedes decirle nada —le recuerdo.

Ninguna de las dos debe arruinar esto.

—Lo sé, pero será difícil. Es mi jefe.

—También el mío, y mi suegr... Bueno, exsuegro. —Me duelen mis propias palabras—. Esto nos costará mucho a las dos, pero no podemos flaquear.

—Ay, quisiera tener tu carácter —se lamenta—. Eres tenaz y valiente.

¿Valiente? Para nada. Tengo un miedo terrible de lo que Melania pueda hacer. Me aterra pensar que arruine la carrera de su hijo si no me alejo.

—Solo quiero que él esté bien... —Me recuesto sobre la mesada, sosteniendo el rostro entre mis manos, mientras ella saca la tetera del fuego y descarga parte de su interior en dos tazas—. Y detesto pensar que, haga lo que haga, sufrirá. ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

—Las cosas nunca fueron fáciles con Mireya cerca, ¿sabes? Siempre quiso ser un alma libre, incluso cuando estaba con Anthony. Decía que él le sacaba el tiempo que necesitaba para ser una gran estrella.

Ella coloca las tazas sobre una bandeja y nos ocupamos de llevar todo a la sala para acomodarnos en el sofá. El té está hirviendo, pero el calor que atraviesa la  cerámica me transmite cierto confort.

—Es lo mismo que dijo de mí —recuerdo—. Que le corto las alas a Lucas, que a mi lado él no logrará triunfar.

—Se equivoca.

No estoy segura de eso.

Me dedico los segundos siguientes a hacer girar con mi cuchara el líquido opaco y ver el vapor que sale de este.

—Ella tiene razón en que a Lucas le cuesta tomar decisiones y se apoya mucho en mí —acepto.

—Mi niño te quiere y valora tu opinión en los asuntos que le importan, eso es todo. No pienses que eres mala para él, al contrario. Es Mireya quien hace mal al comparar la relación de ustedes con la que ella tuvo con Anthony.

Las palabras de Melania vuelven a mi mente, y la rabia, la frustración con que las dijo:

"Él tiene un talento envidiable y tú solo eres una piedra en su camino. Yo sé muy bien el daño que enfocarse en una relación le puede hacer a su carrera artística. En unos años, cuando él esté camino a la cima, tú querrás casarte, tener hijos, y él dejará su sueño por ti. Sé que lo hará, porque hice lo mismo por su padre y, cuando me arrepentí, ya era tarde. No permitiré que eso le ocurra a mi hijo".

Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar que Lucas podría llegar a pensar así en un futuro, que yo podría ser la razón por la que se sienta tan frustrado como se siente su madre. Me fuerzo a contener mi llanto y le muestro a Gloria una leve sonrisa, porque sé que intenta animarme.

—¿Qué clase de persona es ella? —pregunto, luego de beber un sorbo de té—. ¿Crees que sería capaz de hacer esas cosas horribles que dijo, si le decimos a él la verdad?

Gloria se mantiene en silencio durante unos segundos. Luego deja su taza sobre la mesita y se levanta de nuevo. Camina despacio hasta un estante cerrado con puertas de vidrio y se agacha a abrir uno de los cajones de madera que están en la parte de abajo. Busca algo debajo de unos libros y se acerca de nuevo.

Una vez que llega a mí, extiende su mano y me pasa una vieja fotografía. Miro la imagen y veo a una Melania más joven. Diecinueve años atrás, o eso asumo al notar al pequeño bebé de cabello rubio que está en sus brazos.

—Anthony me dio este, entre otros recuerdos de su exmujer, porque no quiere que mi niño los vea —me explica—. Él tenía menos de un mes de haber nacido cuando su madre se fue, así que esta es la única imagen de los dos juntos. Una original, sin copia, guardada en mi cajón juntando polvo.

La melancolía me invade al entender que Lucas jamás ha visto esto y es posible que nunca lo haga. Me parece injusto que su padre le oculte esos recuerdos. Aunque ahora que conozco a Melania, entiendo que haya querido protegerlo de su crueldad.

Me quedo observándolo en la foto. Tan tierno e inocente, con esos brillos dorados en sus cabellos que tanto me gustan. Está abrazando a su madre con una enorme sonrisa, aunque ella no lo mira a él. Luce seria, con la mirada perdida, y no se percibe en su expresión distante alegría alguna.

—Respondiendo a tu pregunta de antes —Gloria prosigue—. Creo que Mireya tiene muy claro lo que quiere y, si Lucas no consigue llenar sus expectativas, no tendrá reparo en volver a irse. Pero ¿sabes? Mi niño ha pasado toda una vida sin ella, no puede perder a alguien a quien nunca tuvo.

Dejo la fotografía a un lado, me levanto y comienzo a dar vueltas por la habitación.

—Es su madre, tampoco puedo permitir que por un error mío se vaya de su vida y se lleve con ella su carrera. —Me quejo, no contra Gloria o sus palabras, sino contra esta injusticia que lleva días llevándose mi calma—. ¡No solo amenazó con romper el contrato en su cara, sino con cerrarle las puertas de todas las productoras!

—No estoy diciendo que hayas hecho mal en cumplir sus exigencias... Es solo que... —Deja escapar un suspiro y sus ojos se enrojecen—. Me pesa mucho guardarle secretos a mi niño y... este ya es el segundo.

Su mirada me muestra un profundo dolor, ese que no sana en años.

Me acerco de nuevo y me siento en el sofá, luego tomo sus manos entre las mías. Se sienten débiles, temblorosas.

—¿De qué estás hablando?

—Estoy enferma, mi niña. Y no voy a sanar.

La picazón en mis ojos se hace más intensa y pronto es acompañada por una leve sensación de falta de aire.

Esto no puede ser verdad.

Quiero hablar, pero mis labios me traicionan con un intenso temblor y un suspiro es todo lo que sale de ellos, por lo que ella prosigue.

—Solo mis jefes lo saben. Ellos están ayudándome a costear mi tratamiento, pero soy consciente de que no voy a aguantar demasiado tiempo. —Entre más habla, más me invaden las ganas de llorar. Me contengo por ella, más que nada, para que pueda continuar hablando—: No he tenido corazón para contárselo a él y, cada vez que me pregunta cómo han salido mis análisis rutinarios, le digo que está todo bien.

Podría jurar que, incluso más que su propio dolor, le pesa ocultárselo a Lucas.

—Lo siento mucho —susurro.

Me muestra una dulce sonrisa llena de tristeza y acaricia mi mejilla.

—Solo quiero que entiendas que a mí también me gustaría que él tenga una relación con su madre, al menos si ella fuera diferente. De esa manera, una vez que yo le falte, ella podrá estar a su lado. Sin embargo, no es justo que venga aquí a imponer sus condiciones y mucho menos a hacerte sentir que él estará mejor sin ti.

—Supongo que eso solo el tiempo lo dirá —finalizo, mientras ambas nos quedamos abrazadas en el sofá.

El inicio de la semana resulta pesado para mí, en especial porque Samantha no está muy contenta conmigo últimamente y no sé si debe a que haya terminado con su mejor amigo. Los días siguientes hablamos poco, discutimos bastante e intentamos ignorarnos todavía más, lo cual es complicado puesto que no hablamos con casi nadie en el curso.

Lía aprovecha esos días de evidente tensión entre nosotras para intentar acercarse a mí. Siempre ha sido su deseo que yo deje sola a Sam y hasta ahora me he resistido a hacerlo. Y no voy a permitir que mi ruptura con Lucas arruine todo el avance que hemos tenido en llevarnos bien, aunque ella ni siquiera haga el intento por evitarlo.

—¿Sabes? Si ya no disfrutas mi compañía, puedo ir a sentarme con el grupo de Lía —propongo en el almuerzo, al escucharla suspirar por tercera vez y luego de media hora en la que no hemos intercambiado palabras porque no ha soltado su celular.

Ella levanta la vista por encima de su pantalla y me observa.

—No es eso, es solo que... estoy preocupada.

—¿Por qué?

Abre la boca para hablar y entonces la cierra de nuevo, niega y baja la mirada otra vez.

—Cuéntame —insisto—. ¿Se trata de Lucas?

—No debería decírtelo, pero sí. —Vuelve a suspirar.

Me quedo callada durante unos segundos. Sé que él no lo ha estado llevando muy bien. Tadeo me contó que casi no lo ha visto sonreír desde ese día, que se pasa casi todo su tiempo libre encerrado, sin ganas de hacer nada, y que solo lo ha visto mejor una noche en la que le aseguró a mi amigo que hará lo posible por recuperarme.

Solo espero que no haga ninguna tontería, pero es Lucas, estoy segura de que eso es exactamente lo que hará, y Sam me lo confirma cuando vuelve a hablar.

—Quiere ir mañana a sentarse afuera de tu casa y no se moverá hasta que salgas a hablar con él, aunque tenga que quedarse allí todo el fin de semana. Está loco.

—Sí que lo está. —Me cubro el rostro con las manos, pensando cómo demonios impedir que haga algo así.

—Te extraña mucho... —Susurra ella.

Yo también.

—Sam, tienes que decirle que no lo haga.

—Ya lo hice, pero está convencido de que servirá al menos para que hables con él. Deberías ser honesta y darle una explicación, ¿no lo crees? —Repite lo que me ha dicho varias veces ya—. Lucas solo quiere entender por qué lo dejaste.

Me levanto, dejando mi comida sin terminar, y me disculpo con ella para luego alejarme.

No voy a decirle la verdad a Lucas y tampoco tengo alguna excusa que justifique haber terminado con él. Si va a casa mañana, será un desastre. Y solo conozco a una persona capaz de impedirlo.

Camino durante al menos un kilómetro entre los grandes pabellones que componen el inmenso campus de la universidad, ubicados uno a varias cuadras del otro. Me toma unos minutos llegar al edificio de la facultad de Ingeniería. Ya he estado varias veces aquí, visitando a Lucas. Ahora, sin embargo, intento a toda costa evitar el pasillo que lleva al área de su carrera, para no cruzarme con él.

La hora de almuerzo ha llegado a su fin, así que voy directo hacia las aulas de Ingeniería Civil. Subo la escalera hasta el primer piso y detengo a una chica que está a punto de ingresar a un salón.

—Disculpa, ¿esta es el aula de primer año?

—Sí —contesta con una sonrisa amable—. ¿Eres nueva?

—No, estoy buscando a alguien —le aclaro. Entonces miro dentro del salón e intento ubicarlo entre los alumnos que se mueven de un lugar a otro, mientras se van acomodando en largas filas escalonadas de asientos que se pierden hacia el fondo—. Pero veo que será difícil hallarlo.

—Si me dices quién es, tal vez pueda ayudarte —propone.

—Bruno Belotto.

Sus ojos se agrandan al escuchar mi respuesta y su boca forma un óvalo.

—¿Bruno? Tú... tú debes ser... Oh, verás, yo soy Chiara, estoy segura de que te ha hablado de mí... —Ni siquiera termino de procesar lo que ha dicho o entender por qué tendría que conocerla, y no me da tiempo a expresar nada, porque prosigue—. Lo siento mucho, no debería haberlo invitado a salir, es que no tenía idea de que tuviera una novia, pero apenas me lo aclaró me eché atrás. Eh... De todas formas, eres muy bonita y entiendo que... Bueno, mejor dejo de hablar tanto y lo llamo. Hasta luego.

Hace una pequeña reverencia a la que solo puedo contestar con un movimiento de cabeza antes de que ella desaparezca en el interior del salón.

Bruno se acerca un minuto después y su mirada muestra confusión al verme.

—¿Allen? ¿Qué haces aquí y por qué demonios dijiste que eres mi novia?

—No lo hice —le aclaro con un gesto de repugnancia—. Ella lo ha asumido porque tú le has dicho que tienes una. —Le muestro una sonrisa maliciosa que hace que la vergüenza se plasme en su rostro. No tiene idea de qué contestar. Lleva las manos a los bolsillos y desvía la mirada, así que insisto—. Parece una buena chica, ¿por qué la has rechazado con una mentira?

—Qué te importa —cuestiona, evidentemente incómodo—. ¿A qué mierda has venido?

Me recuesto por la pared más próxima, pensativa.

—Quiero hablar de Lucas. Sé que no está bien y...

—Te equivocas —me interrumpe con rudeza y una pésima actuación—. Él está perfectamente bien, genial. Ni siquiera ha pensado en llamarte.

—Bruno, eso no es verdad.

—¡Claro que sí! ¿Qué crees, que se va a quedar llorando por una trastornada?

Nunca va a dejar de ser un imbécil.

—Stacy tiene razón, no dejas de mentir —contraataco—. Sé que él quiere ir a mi casa mañana y está triste.

Se molesta por mi declaración, mi presencia, o tal vez por ambas.

—¡Le rompiste el corazón! ¿Qué esperas? ¡Está hecho mierda!

—Y justamente por eso vengo a hablar contigo. —Estoy haciendo un esfuerzo enorme por mantener la calma, por mucho que me cuesta hacerlo delante de este idiota—. Porque eres su mejor amigo y solo tú puedes mantenerlo lejos de mí. No permitas que siga buscándome.

—¡Claro! Debo reparar el desastre que hiciste —me acusa con rabia—, mantenerlo entero, y ahora también esperas que sea su niñero porque no tienes las agallas para decirle que ya no lo quieres. Al menos le hubieras dado algún motivo absurdo y no irte sin decir nada.

Como siempre, sus palabras duelen. Sabía que no sería fácil hablar con él, pero no tengo opción, necesito que cuide de Lucas.

—Es por su bien...

—Por supuesto que lo es. ¡Lo mejor para él es no volver con la loca bipolar que ahora lo tiene sintiéndose como el demonio por creer que hizo algo mal! —Se cruza de brazos, sin dejar de mirarme con rabia—. Tú no lo mereces.

Esas últimas palabras son suficientes para que todo el peso que he estado aguantando desde que terminamos, caiga sobre mis hombros. Me dejo derrotar, cansada de reprimir mi llanto, porque me duele todo. Me consumen la impotencia, las dudas y el remordimiento, y termino por romperme en llanto.

Quiero volver a Lucas, curar su dolor, rogar que Melania nunca hubiera aparecido en nuestras vidas, aunque eso solo me hace sentir egoísta porque es su madre. ¡Demonios!

Bruno se sorprende al ver cómo mi rostro se cubre de lágrimas de un segundo a otro y comienzo a sollozar sin contenerme.

—A-Allen... ¿en serio?

De todas las personas con quienes me podía poner así, ¿tenía que ser delante de él?

—No me voy a disculpar por llorar —me quejo al momento en que consigo hablar—. Eres un idiota.

Limpio mis lágrimas con el dorso de mis manos mientras aprieto mis ojos con fuerza, incapaz de mirarlo a la cara. Entonces percibo cómo sus dedos se cierran sobre mi hombro y, sorpresivamente, me hace una caricia.

—Lo siento... —Susurra tan bajo que apenas consigo entenderlo—. Creí que ya no lo querías, pero si te pones así es que me equivoqué.

Si no fuera Bruno quien se encuentra delante de mí, ya me habría arrojado a sus brazos porque necesito con ganas que alguien me contenga. A pesar de lo que podría haber esperado de él, hace el intento con esos secos e incómodos roces que le da a mi brazo. Repite las caricias durante largos minutos, en silencio, esperando pacientemente que me recupere.

—Lucas no debe saber sobre esto —le pido.

Mi llanto ha empezado a cesar y al fin consigo que ese vacío en mi pecho se vuelva sostenible.

—No tendría idea de qué decirle, de todos modos. Nadie me creería que te echaste a llorar delante de mí —Él suelta un bufido.

Su declaración me hace emitir una leve risa. Consigo abrir los ojos y veo su expresión preocupada. No deja de mirarme como si esto fuera un fenómeno irrepetible y yo fuera de cristal.

—Y nadie creerá que tú me has consolado —expreso.

Al ver que me estoy recuperando, él se mueve a mi lado y apoya la espalda contra la pared, pensativo.

—Supongo que los dos hemos cambiado.

Asiento, con la mirada gacha.

De alguna forma, el dolor puede cambiar a la gente. Me pregunto si mi decisión traerá cambios también en Lucas. No me gustaría que deje de ser como es.

—Intentaré convencerlo de que no vaya a tu casa, pero no prometo nada. Anda terco como la mierda y no quiere saber nada de nadie, ni siquiera de la banda.

—Gracias —expreso—. En verdad has mejorado, aunque Stacy no lo vea. Estoy segura de que es por ella que has rechazado a la chica de antes.

Los chicos tienen razón cuando dicen que Bruno no ha querido estar con nadie desde que mi hermana lo dejó. Él sigue siendo fiel desde que no están juntos, a pesar de no haberlo sido cuando estaban.

—¿Todavía me quiere? —pregunta, mirando al techo.

—No lo sé. Solo sé que ya no ve las cosas como antes. Está herida y tal vez tengas que reconquistarla.

Asiente con seguridad como si cualquier reto le diera igual cuando se trata de ella.

—Entonces, lo haré. Haré lo que sea necesario.

Sonrío, conmovida por su determinación.

—Me alegra que no te rindas con ella.

—¿Te alegra? Eso es nuevo —se burla.

Me encojo de hombros, intentando disimular el rubor en mis mejillas.

—Supongo que te lo has ganado.

—Lucas tampoco se va a rendir contigo, lo sabes, ¿no? Aunque tú, yo o cualquiera se lo pida.

Lo sé y es exactamente por eso que no tengo idea de qué hacer.

—Solo ocúpate de que no me busque —me despido—, yo haré el resto.

Vuelvo a casa al salir de la oficina y entro a darme una ducha. Stacy se encuentra en el departamento de los chicos, como casi cada tarde. Está mucho más unida a Tadeo desde que le hace compañía en los recreos, así que van juntos al salir del colegio. Afortunadamente, los compañeros de él se han olvidado del incidente con Julio y este ha sabido mantenerse alejado de mi amigo.

Me envuelvo en la toalla y salgo del baño, a mi habitación. Me pongo la ropa interior y sujeto mi cabello en una larga cola. Me aproximo a mi celular para poner música cuando un mensaje llama mi atención. Entro a revisarlo y veo que es de Bruno, de hace veinte minutos.

"No tengo ni puta idea de dónde se ha metido" dice.

Mi corazón comienza a palpitar con rapidez. Pensaba ponerme la ropa de casa y bajar a cenar, pero si no sabe dónde está Lucas, debo ir a buscarlo. Me coloco un pantalón, una blusa y unos tenis, me cuelgo mi cartera al hombro y salgo de mi habitación. Tomo las llaves del auto de mamá y bajo corriendo las escaleras, donde encuentro a Eric en medio del pasillo.

—Debo salir —anuncio al paso.

—Brenda, espera. —Sus palabras me detienen en la puerta de entrada y giro rápido hacia él, que me mira algo consternado—. Me pidió que no te molestara, pero Lucas está esperándote —señala la puerta cerrada de la sala y mi corazón se detiene.

—¿A-aquí?

—Sí, llegó hace unos minutos.

¡Diablos! Le había dicho a Sam que vendría mañana.

¿Y ahora qué hago?


"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""

Sé que este capítulo se ha demorado pero necesitaba ajustarlo todo lo posible y la verdad es que Majo y yo estamos teniendo unos días algo cargados.

Voy a intentar que el próximo llegue lo antes posible.

Gracias como siempre por seguir aquí y apoyar esta historia :)

Aprovecho para avisar a quienes aún no han podido leer "Hasta que su muerte nos separe", que voy a estar haciendo un sorteo de monedas en estos días. Así que estén atentos a mi Instagram o al grupo en Facebook.

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