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INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
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SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
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TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
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EXTRA #1
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Camila

— ¿Puedo sentarme contigo o estás ocupada?

La voz de mi mamá llama mi atención cuando estoy por levantarme. Y aunque quisiera negarme, ella se sienta en mi cama aunque en el fondo sepa que no quiera ni verla; parece conocer que es la última persona en el mundo con la cual querría hablar esta mañana, pero lo ignora y esboza una sonrisa que más que ponerme de buen humor, me incomoda.

—Tengo una regalo para ti. —Agrega.

— ¿Un regalo por qué? —Le pregunto, acomodándome en la cama—. ¿Pasó algo?

— ¿Tiene que pasar algo para que quiera consentirte un poco? —Me toca la mejilla, o al menos trata porque me aparto con el ceño fruncido. Desde años dejó de gustarme que me haga cariño.

No sé por qué me habla como si fuera una adolescente rebelde a la que tuviera que convencer, comprar, pero no me gusta. No me gusta que me trate como si no entendiera que ella tampoco me soporta. Es evidente que odia tanto como yo pasar tiempo conmigo, y que sólo lo hace para no hacerme enojar y lograr que me vaya de la casa antes de que su matrimonio con mi papá se rompa.

—No estoy de ánimos para recibir regalos —le digo, con la voz adormilada por haberme despertado hace menos de diez minutos por los incesantes gritos de Julia al pedirme que le salvara el culo esta noche cuando fuera a quedarse en casa de su novio. Me pide que mienta con que estará en casa de una de sus amigas porque incluso embarazada es una cobarde que no se atreve a decirle a mis papás que tiene sexo, que no le gusta usar condón y que como consecuencia de eso, Sherlock está horneándose—. De hecho, quiero ir a ducharme. Hoy me gustaría salir con Kat.

—Es importante que hablemos, cariño, ¿no puedes salir más tarde con Kat? Te prometo que no te quitaré mucho tiempo, pero es importante que tengamos una conversación seria porque la necesitamos.

—No tengo tiempo para hablar ahora. —Intento levantarme porque presiento de qué se va a  tratar y no me siento cómoda—. Quizás mañana. —Me sostiene de los hombros y me obliga a quedarme en la cama—. Mamá, en serio quiero ducharme. —Repito.

Ella me ignora, como siempre, y me extiende unos folletos que deja caer sobre mis piernas para que no pueda levantarme. Me acomodo el pelo detrás de las orejas y suspiro, cansada. Ni siquiera tengo ánimos de discutir porque soy la única que pierde, la única que debe pedir disculpas aunque no tenga la culpa.

Me desperté de mal humor después de enterarme de la nueva cita que Nicholas va a tener con la otra y no puedo controlar las ganas que tengo de salir de esta casa antes de que me vuelva loca.

—A ver, ¿qué se supone que es esto? —Pregunto en voz baja, frotándome la cara antes de tomar los avisos. Frunzo el ceño y el alma se me cae a los pies porque sólo ahora me doy cuenta de que son residencias, cotizaciones de habitaciones compartidas para mudarme a más tardar dentro de... ¡tres semanas! Despido mentalmente a la versión serena, controlada, porque de inmediato siento que la irritación hace que me hierva la sangre—. ¿Me buscaste residencias otra vez?

—Encontré unas...

— ¡¿Y sin siquiera avisarme?! —Grito, mirándola—. ¿También empacaste mis cosas y estás esperando que me vista para ayudarme con la mudanza? ¿El camión está afuera?

Suelta una risa; seguro piensa que es una broma pero no lo es.

—Firmar algunos acuerdos previos al contrato final no significa nada, Camila, cálmate. Sólo quisimos asegurar que tuvieras un lugar antes de que alguien más tomara las vacantes. —Apunta con sus dedos uno de los afiches y me sonríe—. Mira, aquí te quedarías en una habitación compartida con alguna de tus compañeras... Es bastante grande y la vista es preciosa, personalmente es mi favorita. Pero si no quieres eso, si quieres tener tu propio espacio, entonces tenemos esta de por aquí... —Busca entre los papeles—. ¡Ésta! Aquí estarías sola, incluso podríamos pedir que tuvieras tu propio baño...

Quito los afiches de mis piernas y me incorporo mejor en la cama, sacudiendo la cabeza porque creí que dejarme folletos en la cama de forma casual era... normal, pero esto es demasiado.

Tanta información está haciendo que me duela la cabeza porque pensé que el plan era irme en un par de meses, no tan pronto; se suponía que elegiríamos las residencias juntas, que yo podría tener algún tipo de decisión en dónde empezaría a vivir hasta terminar la carrera.

Que suelte todo de golpe me está mareando porque no pudo elegir un peor momento para bombardearme con opciones que la tienen casi ensimismada.

—Espera, espera, ¿cómo que ya firmaste algunos acuerdos? —Murmuro—. ¿Ya fuiste a visitarlas? ¡¿O sea que fuiste a verlas sin ?!

—Sí —responde. Se da cuenta de mi expresión y chasquea la lengua, restándole importancia—. Ay, pero sólo una visita rápida después de que tu papá saliera del trabajo. Pensamos que te gustaría la sorpresa y en realidad todavía no hemos firmado el contrato, Camila, ¿acaso escuchas lo que te digo o sólo esperas que termine para discutirme?

— ¿Te estás escuchando, mamá?

—Tú eres la que no escucha, mi amor. —Me sonríe—. Tienes muchas opciones y tu papá cubrirá con todos los gastos, así que no tendrás que preocuparte por nada. Y tu habitación seguirá igual para vengas a visitarnos algunos fines de semanas, así que no te emociones con deshacerte de nosotros porque no te va a resultar.

— ¿Quién tuvo la idea de sorprenderme con esta... esta estupidez? —Digo esa palabra para no decir otra peor—. ¿Él?

Ni siquiera necesito que me responde porque es obvio que sí.

Me resulta tan evidente que es sólo una excusa y una oportunidad para librarse de mí, de mi temperamento que muchas veces se han quejado de que es complicado, que me cuesta imaginar que piense que es por mi bienestar. Lo único que se me ocurre es que, al igual que mi papá, a ella también le molesta verme, que al igual que a él, le recuerdo el error que cometió y el arrepentimiento que la persigue constantemente.

Pero nada de lo que pasó es mi culpa. Que haya decidido tener un amorío no es mi maldita responsabilidad y me enfurece que actúen como si lo fuera.

—No empieces con esa tontería de que tu papá quiere deshacerse de ti porque eso sólo está en tu cabeza. Él te ama tanto como a Julia, no hace ninguna diferencia y no permitiré que sigas tratando de ponerme en su contra...

— ¿Perdona? —Suelto, interrumpiéndola—. ¿Yo te pongo en su contra?

—Sí, Camila. Lo estás haciendo ahora.

— ¿Ahora resulta que es mi culpa que tengas problemas con él?

—Es que nadie te culpa de nada, pero siempre estás a la defensiva. ¿En serio vas a seguir con el papel de víctima? Porque si es así, avísame y me marcho porque es imposible hablar contigo cuando tienes esa actitud tan irrespetuosa.

—Para ti siempre soy irrespetuosa.

—Sólo cuando despiertas de mal humor y odias a todo el mundo. Tienes que ser más optimista, Camila. Abrirte a las posibilidades que se te presentan porque muchos darían todo por estar en tu lugar.

Frunzo el ceño.

—No creo que pueda ser optimista cuando pareces desesperada por no volver a verme la cara.

—No pienses así. ¡Anímate! Son los mejores lugares que encontré —me dice, sacudiendo uno de los folletos para llamar mi atención—. Hasta Julia me ayudó para que tengas lo mejor de lo mejor, puedo prometerte que te gustará tanto como a mí, ¿o en serio crees que yo querría echarte cuando eres mi niña? —Trata de apretarme la nariz, pero sacudo la cabeza otra vez porque no puedo creer su cinismo y me levanto de la cama para abrir las ventanas.

Me harta su actitud bromista y relajada. Me harta que siempre minimice lo que siento excusándose en que mi carácter es difícil y altanero, estoy harta de que sea tan buena mentirosa como para convencerse a sí misma que todo está bien y que su error no ha estado arrastrándonos, sobre todo a mí, desde que decidió confesar que soy hija de otra persona.

—Por supuesto que tú no eres quien quiere echarme, sino mi papá. Él y Julia. —Me volteo para enfrentarla e intento tragarme la rabia, pero es muy difícil cuando me mira con una expresión que ni ella misma se la cree—. ¿Piensas que no me doy cuenta de lo que te pasa? Puede que no estés echándome la culpa directamente, es verdad, pero ¿crees que no me doy cuenta que haces todo esto para que él no siga recriminándote por lo que le hiciste?

Ella suspira, golpeando suavemente al espacio vacío de mi cama junto a ella.

—Ven aquí. Siéntate conmigo como la adulta que supongo que ya eres y tengamos una conversación para aclararte algunas cosas porque estás bastante confundida. —Su tono condescendiente no me provoca nada más que rechazo, que rencor, porque nunca, ni ahora ni antes, ha sido capaz de defenderme, de impedir que mi papá me tratara con una indiferencia que nunca entendí hasta que me dijeron que no era su hija biológica—. Camila, deja de comportarte como una niñita necesitada de atención. —Me advierte cuando abro las puertas de mi armario.

El término ''necesitada de atención'' me golpea justo en el pecho y en el orgullo porque siempre me han acusado de eso, de querer llamar la atención porque soy una malagradecida, pero aprieto los labios y me obligo a permanecer calmada para no lanzarme encima de ella.

—La única que se comporta como una niña eres tú, no yo —le digo, sin mirarla—. Escondiendo la suciedad debajo de la alfombra, como siempre y como todos en esta casa.

—No sé de qué estás hablando.

—Ah, ¿no lo sabes? —Suelto una risa sin gracia—. Piensas que no me doy cuenta de que no me tratas ni la mitad de bien de lo que tratas a Julia, piensas que soy estúpida y prefieres pasar tu vida culpándome y responsabilizándome por tus errores. —Hablo con la garganta apretada, pero no es por tristeza, sino por rabia—. Pero quédate tranquila, mamá, que ahora mismo iré a buscar residencias con Kat para ahorrarte el esfuerzo.

—Aquí tienes muy buenas opciones, Camila, ¿puedes dejar de ser tan terca? Tendrás más amigas, te independizarás y no dependerás de nosotros. ¿Qué otra cosa podrías querer a tu edad? Deberías estar agradeciéndome en lugar de atacarme.

Ése no es ni nunca fue mi problema. Dicho de esa forma, hasta me gusta la idea de irme a una residencia. Bueno, más o menos. Todavía me incomoda estar sola, sentirme sola, pero lo que me molesta es la intención que hay detrás de esta repentina decisión de echarme de la casa.

Sé que es porque para mi papá, verme se ha vuelto insostenible y ya casi no es capaz de mirarme. Por eso consideran que la única manera de salvar su matrimonio es dejar el problema de la infidelidad atrás, dejándome a mí también.

—No me interesa lo que tú pienses que es mejor para mí —me sincero—, así que mejor llévate esos folletos porque no voy a verlos.

No es así como planeaba levantarme esta mañana, no es como imaginé que me convencerían de marcharme, pagando la renta por adelantado y trayéndome además de los anuncios, los contratos, pero no seguiré peleando con ella cuando es como hablar con una pared. No pienso seguir rebajándome a mendigarle una atención que nunca quiso darme.

— ¿Puedes calmarte un segundo y escucharme? —Mi mamá se levanta y tira de mi brazo para obligarme a enfrentarla; me resisto, apartándome cuando lo hace con más fuerza—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta que me hables de esa forma? Si te digo que necesito hablarte, entonces te callas y me escuchas.

—Oh, que gracioso que ahora quieras jugar el papel de mamá autoritaria. —Le digo—. ¿Dónde está toda esa energía cuando se trata de Julia, que nunca para de interrumpirte o ser una fastidiosa de mierda cuando estamos en la mesa?

—No digas groserías, Camila. Estás hablando conmigo, no con una de tus amigas.

—Ya hablaste y te escuché, mamá. Si quieres que me vaya, entonces me voy. —Me libero de su agarre y por el rabillo del ojo veo que Julia está apoyada en el marco de la puerta de mi habitación, mirándome curiosa—. Igual pronto necesitarán mi habitación para tener una extra, ¿no, Julia? Necesitarán el espacio.

Sé que no es su culpa, que incluso siendo una insoportable no es por ella que mi mamá me rechaza, pero no puedo evitar enfadarme con ella porque tampoco hizo nada por defenderme o por cuidarme.

Al contrario, siempre sintió satisfacción en ser la favorita, la única a la que atendían. Estoy tan enojada que quisiera arrastrarla del pelo hasta que me pidiera disculpas, hasta que admitiera que nunca le importó una mierda cómo me afectaba lo que hacía. Me siento tan sola en esta casa que podría gritar y nadie se daría cuenta, a nadie le importaría.

Y lo que más me duele es que ya ni siquiera tengo a Nicholas; cuando discutía con mi hermana, cuando no soportaba estar en mi habitación, siempre iba a su departamento. Siempre me sentía mejor cuando estaba con él y ahora no me queda nada, sólo Kat.

—No metas a tu hermana —dice mi mamá—. Ella no tiene nada que ver en que seas una persona problemática y egoísta. He sido demasiado paciente contigo, pero tengo límites y lávate la boca antes de volver a hablarme con ese tono.

— ¿O qué? —La desafío, alzando mi barbilla, sin dejarme intimidar porque honestamente, no tengo mucho que perder—. ¿Qué vas a hacer si no hago lo que tú dices? ¿Qué otra cosa podrías hacerme si no es tratarme como si fuera una intrusa en tu estúpida vida perfecta? Hasta pienso que no te intereso, ¡que nunca me has querido! —Exclamo.

— ¡¿Cómo puedes decirme eso?! —Grita mi mamá, apuntándome con el dedo—. He dado absolutamente todo por ti, ¡incluso mi matrimonio!

—Ah, entonces de eso se trata, ¡de que sigues pensando que arruiné tu matrimonio cuando no tuve la maldita culpa de que hayas decidido estar con otro hombre!

—Cállate —me ordena—. ¡Cállate! He hecho sacrificios que ni siquiera te imaginas para mantenerte a salvo. ¡Sacrificios que nunca en tu vida harías porque eres incapaz de ponerte en mi lugar!

— ¿Cómo cuáles, si se puede saber? ¿Haber engañado a mi papá haciéndole creer que yo era suya para que me pusiera el apellido y no tuvieras que hacerte cargo sola de mí? —Me burlo de ella.

—¡Te dije que te calles! —Exclama más fuerte porque sabe que tengo razón y le molesta—. Eres una malagradecida, Camila, ¡eres cruel y mala! ¡No quieres que nadie te quiera!

Perdí la cuenta de todas las veces que me ha dicho lo mismo porque según ella, y también Julia, por más que admita no querer quedarme sola, hago todo lo posible por apartar a la gente. Por hacer que me detesten y que no me quieran. Pasó con mis amigas del colegio, con mi hermana, con mis papás y con Nicholas.

Inspiro profundamente y siento que mis mejillas se sonrojan por las ganas de responder, de estallar.

Julia entra a la habitación e ignora mi furia, mi rabia, mi amenaza de decir que está embarazada. Juro por Dios que si se atreve a decirme algo, cualquier cosa, no me va a importar delatarla porque estoy cansada de que nadie esté de mi lado.

—Creo que es suficiente, ¿por qué no hablan más tarde? Tranquilízate... —Le murmura, sosteniendo sus hombros e intentando que mi mamá se calme, pero no lo logra—. Camila, ayúdame. —Me pide, pero no la miro. No quiero ni dirigirle la palabra.

—Mira cómo te pones por una sugerencia, por una simple conversación —continúa mi mamá—. ¡Mírate! Eres agresiva, violenta y una insolente.

— ¡No fue una simple conversación! —Le discuto—. Contigo todo se trata de culparme porque fuiste infiel y no lo quieres admitir. ¡Siempre se trata de eso!

— ¡Camila! —Me grita Julia.

—Por Dios. —murmura mi mamá—. Ni siquiera me sorprende que Nicholas haya querido terminar conmigo porque habrías terminado por arruinarlo. Eso es lo único que haces bien. Tu mayor problema es que siempre... —se detiene y se acerca—, y escúchame bien, Camila, siempre piensas que te están atacando cuando tu papá sólo desea lo mejor para ti...

Formo puños con mis manos.

— ¡Ni siquiera te acercaste a preguntarme qué fue lo que pasó con Nicholas! —Que lo mencione es como la última torre de una pírame de indignación que estoy sintiendo—. Tú sólo asumes que fue mi culpa porque decides creer todo lo que dice Julia, ¡pero nunca me preguntaste!

— ¿Y para qué iba a preguntarte? ¿Para saber que de nuevo te acostaste con uno de sus compañeros de la universidad?

Otra de las mentiras que dijo Julia al enterarse que terminamos hace semanas cuando nunca, jamás, me he acostado con otra persona que no sea Nicholas. Es la única persona con la que he estado en toda mi vida.

— ¿O qué vas a decirme ahora, Camila? —Mi mamá se descompone con el sólo hecho de mencionarle su aventura, y se nota que tiene toda la intención de descargarse conmigo—. ¿Que decidiste acostarte con el novio de tu mejor amiga porque no te basta con todos los que ya te has acostado?

— ¿Qué? —Le pregunto, parpadeando con indignación.

—No me mires así —me dice—. ¡Con la lista que tienes, es con el único que te falta abrirte de piernas!

—Mamá, es suficiente. —Le pide Julia, más fuerte.

— ¿Me estás diciendo zorra? —Se me corta la voz y me cuesta hasta respirar—. ¿Así es como vas a insultarme? Incluso si lo hiciera, ¿a ti qué te importa con cuántos me acueste? ¡¿Qué mierda te importa lo que haga?!

— ¡Y tienes la desfachatez de no negarlo! —Exclama, llevándose las manos a la cabeza—. Qué vergüenza. Dile gracias al cielo porque tu papá no está aquí para...

— ¡Él no es mi papá! —Le grito, ya sin importarme que se sienta ofendida por cómo le hablo—. ¡No lo es! Te lava la cabeza diciéndote que me quiere como si fuera su hija, pero no es verdad. ¡Es una puta mentira! Lo único que desea es enviarme lejos y tú le crees como la ingenua que eres. O quizás no ingenua, porque en el fondo te importa más él que yo. ¡Siempre te ha importado más él que yo! —Pierdo la paciencia, pero no me importa.

— ¡Eso no es cierto! Julia, dile que no es cierto. ¡Eres mi hija, por Dios! ¿Cómo puedes pensar que no te quiero si eres lo más importante para mí? —No le creo. Está mintiendo, haciéndose la víctima para tener una justificación—. Cada día te entiendo menos, Camila, ¿cómo puedes ser así de desconsiderada conmigo o con tu papá, que ha dado todo por ti? Somos la familia que tienes, te guste o no, y tu deber es respetarme. ¡No quiero que vuelvas a gritarme porque soy tu mamá!

— ¿Sí? ¡Pues desearía no lo fueras! —Le grito en respuesta, acercándome—. Desearía que te hubieras hecho cargo de acostarte con otro hombre porque no eras feliz con mi papá, ¡en lugar de esconderte como la cobarde que siempre fuiste!

Siento que mi cara está en llamas, pero no se compara al ardor que me recorre la mejilla cuando me abofetea antes de que pueda seguir gritándole.

Parpadeo después escuchar el golpe, sintiéndome confundida por no esperármelo hasta que el ardor se intensifica en la zona del pómulo. Dejo escapar una bocanada de aire.

—Está bien, está bien. —Escucho que interfiere Julia, poniéndose entre nosotras y dándome la espalda—. Mamá, ¿por qué no vamos a la cocina? Será mejor que te calmes...

— ¡Es lo menos que se merece por todas las insolencias que he tenido que aguantarle! —La interrumpe, viéndome fijamente y sin ninguna intención de marcharse; aunque me llevo una mano a la mejilla, todavía sorprendida porque lo haya hecho, y mantengo la mirada en el suelo, siento que su toda atención está puesta en mí y no en Julia. Tengo unas repentinas ganas de llorar por lo humillada que me siento.

—Entiendo, pero ven conmigo. Vamos a hablar a la cocina, te sentirás mejor cuando preparemos un poco de té. —Continúa Julia, hablándole en voz baja y tomando sus manos; ahora mi mamá no se retiene, sino que deja de la lleve hasta la puerta de la habitación. Tomo una respiración profunda y me muerdo el labio inferior—. Te pasaste, Camila, mira cómo la pusiste. —Me abre los ojos.

Espero que ambas estén fuera de la habitación y aunque Julia sigue mirándome con desaprobación y hasta un poco de diversión enfermiza, le cierro la puerta en la cara para no tener que verla. La cierro con todas mis fuerzas.

Debería agradecerme por no ir corriendo a contarle a mamá que está embarazada, no sé cómo puedo controlarme cuando en otras circunstancias habría arrastrado a Julia sin pensármelo dos veces. Habría contado lo que le pasa con la única intención de desviar la atención puesta en mis problemas, pero tengo la sensación de que no les debo nada. A mis papás no les debo nada. Y si ellos quieren continuar pensando que Julia es perfecta, que es la única que vale la pena, entonces que se jodan.

Me trago las ganas de llorar de impotencia y me siento en el suelo, convenciéndome de que sentirme así de sola y miserable no será más que temporal y que una vez arregle todos mis problemas con Nicholas, no tendré que volver a verles la cara porque podré mudarme con él. Que me golpeara fue mi límite para no seguir soportando que me traten mal cuando no les he hecho nada, y me cuesta creer que nuestra relación pueda mejorar si me quedo aquí por mucho más tiempo.

Me llevo una mano a la mejilla y hago una mueca porque me duele. ¡Es una maldita bruja!

Busco mi teléfono para llamar a Kat y preguntarle si puede acompañarme cuando veo que tengo dos mensajes de Lauren. Ruedo los ojos porque no puedo creer que no me haya mandado a la mierda después de ignorarla durante tantos días. Si fuera al revés, yo no querría hablarle nunca más.

''¿Vas a decirme cómo te fue en el examen para el que me esforcé mucho en enseñarte o todavía no lo tienes?''

Tengo que contar hasta diez para no insultarla por lo celosa que estoy de que sea ella quien tenga una cita con Nicholas y no yo.

''La nota más alta, ¿tengo que agradecértelo personalmente?'' Le agrego el emoji de la lengua, aunque todavía siento un nudo en la garganta por todas las palabras que tengo atascadas.

Se me escapan unas lágrimas y las limpio con furia porque nadie en esta casa las merece. Lo hago con enojo conmigo misma por dejar que me afecte de esta manera en lugar de simplemente ignorar todo lo que mi mamá pueda decirme.

Lauren me responde después de varios minutos: ''Quizás. Nos veremos en el cumpleaños de Hook por lo que supe, o no irás????''

No me sorprende que lo diga tan abiertamente porque Lauren es... Lauren. No sé cómo explicarlo, pero si no quiso ocultarme que tuvo una cita con Nicholas cuando fui a esperarla fuera de su departamento, menos iba a esconder que lo vería otra vez. La detesto más por eso. Y diría que es descaro si no la conociera al menos un poco, porque no creo que lo diga para sacármelo en cara y burlarse de mi desgracia, sino para ser honesta.

Bufo molesta y suspiro para tranquilizarme de la pelea con mi mamá. Tengo que pensar rápido si no quiero que esa cita de mierda sea un éxito y terminen formalizando lo que tienen hasta ahora. Algo se me tiene que ocurrir para interrumpirla... Pero ¿qué?

Miro a mi alrededor y se me viene una idea a la cabeza como si el mismísimo diablo de mi consciencia me gritara qué hacer. A pesar de mi cara de fastidio, mi forma de escribir es tan simpáticamente hipócrita que podría hacerme reír de estar en otras circunstancias.

''En serio?!!! Yo también voy a ir, nos arreglamos juntas??''

Si no puedo impedir que Lauren se vaya con Nicholas después de la fiesta, entonces quizás pueda hacer que me vea antes que a él. Que esté conmigo antes de siquiera verlo.

Ella me responde: ''Arreglarnos??''

''Maquillarnos, vestirnos, fumar un poquito. Soy excelente con el maquillaje, yo que tú acepto :P Te enviaré mi dirección!''

Eso no es mentira. Está siendo una de las pocas verdades que le he dicho hasta ahora, y antes de darme cuenta, me encuentro mirando fijamente mi barra de notificaciones para que acepte mi invitación. Tengo que encontrar la manera de confundirla un poco más para que desista de seguir viéndolo o entonces voy a tener que dar esta estúpida guerra por pedida. Y yo jamás pierdo.


Lauren

Lo mucho que quiero verla me hace demorarme en contestar porque no esperaba sentirme así por alguien como Camila. Me gustaría ser valiente y preguntarle si siente la misma atracción cuando piensa en mí, pero temo que hay posibilidades de que no me guste la respuesta porque si es que siente cosas por alguien, no es por mí.

Suspiro. ¿Por qué, de entre todas las personas, tiene que pasarme esto con Camila? ¿Por qué con ella y no... con Nicholas?

Ella no vuelve a enviarme ningún mensaje en todo el día y yo tampoco me atrevo a responderle sin ser demasiado obvia con lo que de verdad quiero de ella. Así pasan los días, ignorándonos, hasta que finalmente llega el fin de semana. Y con él, el cumpleaños de Hook.

Mi papá está terminando de comer la cena rápida que le preparé para que no vaya a trabajar con el estómago vacío, y ojalá supiera lo que me pasa para convencerme de que no es una buena idea lo que estoy por hacer. Sophie y Audrey ya me lo dijeron cuando les hice saber que no me iría con ellas al bar donde voy a ver a Nicholas, pero de alguna forma preferí ignorarlas porque siempre pienso que es mejor arrepentirse de las cosas que se hacen que de las que no se hacen.

Termino de decidirme cuando me bajo del autobús, y en lugar de enviarle un mensaje a su pregunta como cualquier otra persona haría en mi lugar, estoy fuera de la casa de Camila como una decisión impulsiva. Aunque no tan impulsiva porque lo pensé durante toda la semana. Aceptar verla antes de ir a ese bar estuvo en mi cabeza desde que lo propuso y la única manera de descubrir si es mutuo, si de verdad siente la misma tensión cuando estamos juntas, es... dejarme llevar y descubrirlo yo misma.

¿Y si se enoja conmigo?

No, no puede. Ella me envió su dirección y si lo propuso es porque quería que viniera, ¿verdad? Quizás no insistió cuando yo no le respondí si aceptaba o no, pero no fue necesario. Con enviarme su dirección dejó bastante clara su invitación.

Enciendo mi teléfono para comprobar que sea la casa correcta, pero obvio que lo es porque revisé que estuviera bien escrita en el buscador al menos tres veces desde que me detuve frente a su jardín. Estoy un poco nerviosa, pero ¿de qué, exactamente? No es como que nunca haya estado a solas con Camila y... Ah. Por supuesto. Es obvio por qué me siento así considerando lo que pasa cuando va a mi departamento.

Me seco las palmas de las manos en mis piernas y camino lentamente hasta la puerta. Armándome de valor, toco el timbre y trago saliva. Golpeteo el asfalto con uno de mis pies mientras espero que alguien se digne a abrirme la puerta y cuando nadie lo hace, lo hago por segunda vez.

Pero de nuevo, nadie me abre.

Me ato el pelo con la liga de mi muñeca para hacer tiempo, para mantener las manos ocupadas, pero no tengo tanta paciencia. Le escribo un mensaje a Camila:

''¿Estás en tu casa?''

La casa de Camila tiene la ventaja de estar en un condominio seguro, caro y donde las casas no tienen rejas de seguridad, así que me acerco a una de las ventanas y coloco mis manos sobre mis ojos al entrecerrarlos más cerca del vidrio, pero no puedo ver nada entre las cortinas entreabiertas. El teléfono vibra y me alivio cuando leo su respuesta:

''Seh.''

Qué... comunicativa.

Le escribo más rápido para que no decida ignorarme ahora: ''Podrías abrirme la puerta?? Estoy aquí.''

Me acurruco en el polerón y me siento temblar, no sé si sea por el frío, por los nervios de verla o lo impaciente que estoy por... Por estar aquí, en general.

Todavía me cuesta imaginar que es una de las pocas decisiones impulsivas que he tomado en mi vida, y no sería la gran cosa si no fuera Camila de quien estamos hablando. Porque absolutamente todo en ella me confunde y me convierte en un chihuahua asustado que no puede pronunciar ni un ladrido sin sentir ganas de enterrarse viva.

''Mentirosa.'' Me responde.

''¡Es verdad!''

''Tu silencio fue suficiente para saber que no aceptaste mi propuesta. Ya me rechazaste y no perdono tan fácilmente.''

''Cambié de opinión'', le escribo. ''Intenté maquillarme y fallé, así que vine con una experta. Prometiste hacerlo bien.''

''Sí, sí, claro. No te creo.''

Se me escapa una risa nerviosa cuando le envío una foto de la puerta de su casa para que me crea y sólo entonces deja de responderme. No tengo que esperar mucho cuando escucho que alguien corre por las escaleras y gira las llaves en el picaporte; no tengo ni tiempo de ponerme nerviosa cuando Camila me abre la puerta y enarca ambas cejas hacia mí cuando comprueba por sí misma que estoy aquí, en su puerta.

—Hola —murmuro, aclarándome la garganta—. Espero que no te moleste que haya venido sin avisar.

—No me molesta —me responde, abriendo más la puerta para salir a la entrada—. Te estaba esperando.

— ¿Esperando? —Pregunto sin creerle.

La sonrisa que esboza no se parece a otras que he visto en ella. Ésta vez es triunfante, satisfactoria y arrogante. Más que demostrar estar feliz por verme, es como si hubiera logrado algo que desde el principio supo que iba a lograr. Y me pregunto si estoy siendo demasiado evidente respecto a lo que me pasa sin tener intenciones de hacérselo saber, pero su voz me distrae antes de que pueda pensarlo por mucho tiempo cuando dice:

—Sólo para aclarar. No sólo maquillo bien, Lauren, sino que hago todo bien. —murmura, alzando su barbilla sin dejar de mirarme y sonreír con orgullo—. Y me alegra que estés aquí para que puedas verlo tú misma.

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