The scent of your skin || Ome...

Oleh birdyfics93

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Ser beta no es fácil. No cuando estás obligado a obedecer a los alfas. No cuando eres un esclavo. Jimin y Tae... Lebih Banyak

~ Primera parte ~
~ Ser un beta ~
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19. ~El beta que decidió quedarse~
• Segunda parte •
• Conflicto Beta •
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Oleh birdyfics93

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Seokjin comenzó a sentir el alboroto en Busán desde muy temprano en la mañana.

Era un secreto a voces que llegarían algunos alfas y betas desde Seúl. Los liberales en el parlamento estaban llevando a cabo una campaña para pasar proyectos abolicionistas al Senado. Era una idea que al principio a todo el mundo le parecía disparatada (¿por qué los alfas con más dinero en Corea querrían liberar a todos sus esclavos?), pero a medida que avanzaba el tiempo y se acercaban las elecciones de Primer Ministro (donde obviamente solo votaban los alfas) la idea iba tomando más fuerza y se hacía cada vez más popular entre aquellos alfas que no podían costear esclavos. Además, los liberales promovían la idea de que los alfas ilustrados pondrían la libertad de las personas por encima de todo. Ideas que para los conservadores eran más bien escandalosas. Seokjin había leído aquello en el periódico y, a pesar de todo el revuelo, todos los días una llamita de esperanza se encendía en su interior.

Si la ley pasaba, significaría que Taehyung pronto podría volver a casa.

Aquello le alegraba y le ponía nervioso a partes iguales. Había noches en las que se quedaba despierto hasta bien entrada la madrugada pensando en qué se encontraría cuando Taehyung volviera.

¿Encontraría a un beta distinto?

¿Seguiría enamorado de él?

Había demasiadas aristas que contemplar, puesto que, aunque Seokjin sintiera que Tae era cercano, la separación ya se había prolongado por siete años. Seokjin temía seguir enamorado de la idea que tenía del beta. De la misma forma en que le asustaba que Taehyung se encontrara con él y decidiera que eran demasiado distintos, que habían cambiado demasiado como para estar juntos.

Por otra parte, las y los omegas del pueblo siempre miraban a mal que Seokjin aún estuviera soltero. Incluso su jefe le había comentado alguna vez que sería bueno que buscara a un buen alfa para casarse con él, porque las habladurías afectaban el negocio y sobre todo por Seokjin se merecía a alguien que cuidara de él, se merecía tener una pareja y cachorros saltando por todas partes. Sin embargo, el omega continuaba esperando, como aquella Penélope de la que Jimin le había hablado. Taehyung se había lanzado a una odisea de siete largos años, pero Seokjin le continuaría esperando. No quería echar por la borda los sueños que tenían para ambos, quería ser fiel a esos deseos, por más infantiles que pudieran resultar.

No obstante, no todo había sido color de rosa en esos siete largos años. Pasar los celos en soledad siempre era difícil y tener que encerrarse en la tienda sin nadie que pudiera calmarle era doloroso. Jimin incluso alguna vez había insinuado que Taehyung le entendería si buscara a alguien. Pero incluso en esos momentos, su mente vagaba a la sonrisa cuadrada de aquel beta de piel dorada, a ese adorable lunar en su nariz, a sus manos grandes que alguna vez le agarraron las caderas con fuerza mientras le llenaba de placer.

Los recuerdos le ponían nervioso. Le ponía los pelos de punta tener que reconocer que últimamente vivía de los recuerdos de un amor que había sido muy intenso y maravilloso para él. Era como aferrarse al pasado con garras y dientes sin tener la certeza de que fuera a haber un futuro. Taehyung era la persona a la que él más amaba en la vida, pero... ¿qué pasaría cuando volviera? ¿Tendrían que conocerse de nuevo? ¿Sería tan diferente como para sentir que no podría volver a enamorarse de él? ¿Qué tal si donde Taehyung estaba había betas tan hermosos y hermosas que Seokjin quedara relegado a un buen recuerdo del pasado?

Esos pensamientos le atormentaban muchas noches, sufriendo ante la incertidumbre de estar perdiendo años en alguien que -era una posibilidad- ya no le quisiera como antes cuando volvieran a encontrarse. En aquellos siete años, Tae solo había vuelto dos veces y de la última vez ya hacían tres años.

Aquellas ocasiones habían sido maravillosas, por supuesto. A pesar de que no podía quedarse por mucho tiempo cuando les visitaba, se encargaba de hacer que Seokjin sintiera que era el omega más hermoso y deseable del mundo; y por esa razón seguía manteniendo la esperanza.

Por eso, el revuelo en el pueblo también le tenía con la panza revuelta a él.

Ese día, a sabiendas de que podría ser que Tae llegara junto con el grupo de la Causa, estuvo más nervioso de lo común. Abrió la tienda más temprano de lo esperado e incluso quebró un par de perfumes al pasar atolondradamente por la parte posterior de la tienda pensando en si Taehyung iría a quedarse con el señor Min. Sabía que tendría que pagar lo que rompiera, pero no le importaba. Le preocupaba y le emocionaba muchísimo más la posibilidad de volver a encontrarse con el amor de su vida.

Así que cuando finalmente un niño pasó gritando: "¡Llegó el alfa de Seúl!" las manos de Seokjin comenzaron a temblar ante la expectativa.

Cerró la tienda enseguida, a sabiendas de que nadie iría a comprar un perfume en ese momento y después de todo, lo más seguro siempre era cerrar cuando había mucha gente reunida en el mismo lugar.

El pueblo era un gran alboroto. Había niños alfas y omegas por todas partes, corriendo de allá para acá. Los más adultos estaban formando un círculo alrededor de la pileta de la plaza -el lugar donde se daban todos los avisos importantes- tapando a quienes habían llegado. Incluso había algunos betas ahí de pie, que esbozaban expresiones que iban desde la ligera incomodidad a la esperanza.

Seokjin, aún con las manos temblorosas, se encaminó hacia la plaza y se introdujo entre las personas que estaban ahí, intentando mirar, buscando desesperadamente a la causa de su nerviosismo.

¿Estaría más alto? La última vez que lo había visto hace tres años, su piel era incluso más morena y dorada, y su espalda lucía más grande, con el cabello tapándole los ojos. Su omega empezó a removerse inquieto en su interior, esperanzado, deseoso de poder sentir esas manos grandes y callosas en su piel otra vez. Morder esos labios gruesos y castigarlo por todo el tiempo de separación que les había hecho pasar... pero sobre todo besarle con todo el amor que seguía cargando por él.

Su corazón latía como loco.

Cuando alcanzó a llegar a la tercera línea, donde podía ver sin problemas y a pesar de los reclamos de la gente, vio a dos alfas de pie en la parte más alta de la pileta. Uno alto y moreno y otro más bajo y dorado, pero con la misma expresión decidida del primero, con la misma expresión que solían portar quienes siempre han sido alfas y nunca han sido disminuidos en la vida.

Miró a la izquierda y luego a la derecha.

Miró a dos betas que estaban conversando con aquellos dos hombres y que recibían las miradas molestas de algunos alfas que estaban parados ahí, esperando comenzar a emitir juicios con respecto a la abolición de la esclavitud.

Pero Taehyung no estaba en ninguna parte.

Volvió a mirar. Dos, tres, siete veces.

Se acercó a los dos betas a tropezones, chocando con la gente que quería instalarse en primera fila para poder escuchar lo que dirían ambos alfas. Ambos betas tenían el pelo y ojos castaños, de un tono parecido al que tenía Taehyung. Un color bastante usual entre aquella casta.

—Buenas tardes, señores—les dijo cuando logró acercarse lo suficiente como para que le escucharan por sobre el bullicio de la gente. Ambos betas le miraron con desconcierto, como si no estuvieran acostumbrados a que omegas les interpelaran de esa forma. Probablemente era así. — Lamento molestarlos. Mi nombre es Seokjin. —Miró a los dos alfas que estaban conversando con los alfas que estaban en la primera fila. Luego volvió su vista a los betas—. ¿Ustedes vienen de Seúl?

El más bajo miró a su compañero, como sin saber qué responder.

—Sí—respondió el otro, el más alto. Tenía una expresión ceñuda, pero su voz sonó amable al responder.

—Yo... —continuó Seokjin, jugueteando nerviosamente con sus manos—. Ya sé que Seúl es una ciudad gigantesca, pero me gustaría saber... ¿Ustedes conocen a algún beta que se llame Taehyung?

El más bajo asintió, pero esbozó una mueca de disculpa.

—Conozco a tres Taehyung. No sé si realmente sea eso de ayuda para usted.

Seokjin botó el aire, con decepción. Pero no dejó que eso apagara por completo su esperanza.

—¿Ninguno de ellos tres viajó hasta aquí con ustedes?

El más alto fue el que respondió esta vez, con la misma voz amable.

—No, lo siento. —No parecía tan contrariado como el más bajo—. Solo viajamos nosotros cuatro—contestó apuntando a los dos alfas que estaban en la pileta.

Seokjin asintió y se alejó de ellos, murmurando una respuesta de la que no se acordaba realmente, alejándose a la parte de afuera del cúmulo de gente.

Con el corazón en la mano comprendió lo tonto que había sido. Si Taehyung hubiera estado con ellos, habría ido directamente a verle. Habría golpeado la puerta trasera de la tienda esa mañana y se habría metido ahí sin permiso, ocupando todo el espacio personal de Seokjin con su presencia atolondrada e intensa. Y el omega le habría permitido hacer con él lo que quisiera.

Pero no estaba ahí. Taehyung no había hecho el viaje hasta Busán.

Seokjin caminó hasta salir del círculo y de los curiosidad de las personas que estaban ahí, en la plaza. Sus ojos se llenaron de lágrimas por haber sido tan estúpido. Por haber generado esperanzas otra vez, por creer que Taehyung aparecería.

El beta tal vez ya no estaba interesado en él, de lo contrario no se habría perdido tan grande como esta. Una oportunidad en la que podrían verse, en la que podrían llenar ese vacío de años que Seokjin tanto necesitaba llenar con las risas y bromas tontas de Tae, con su piel cálida, con sus ojos tiernos, con sus besos y sus comentarios descarados.

¿Y si ya no le quería y por eso no había viajado a verle?

Seokjin tuvo que contener el intenso nudo que tenía en la garganta, al mismo tiempo en que trataba de aguantar las lágrimas con toda la fuerza de voluntad del mundo. No quería que nadie en ese pueblo del fin del mundo le viera llorar ahí, a pesar de que sentir un dolor abundante en el pecho que le impedía respirar del todo bien.

Ese fue el momento justo en que el alfa alto y moreno decidió comenzar a hablar.

—Espero que todos se encuentren muy bien y que este sea un lugar en el que puedan oírme—dijo, con una voz potente y extrañamente calma.

Seokjin se dio cuenta enseguida de quién se trataba.

Kim Namjoon.

Taehyung le había hablado de él a lo largo de los años. Le había dicho cuánto le admiraba y lo mucho que les estaba ayudando en la Causa. Le había hablado de la familia Kim y sus ideas abolicionistas y de su influencia en la política.

—Me alegra ver a un número tan grande de personas reunidas aquí. Mi nombre es Kim Namjoon, soy un alfa de Seúl y estoy abogando por las leyes abolicionistas—dijo sin más. La gente empezó a removerse, inquieta.

Los alfas más jóvenes le miraban con admiración, mientras que los más viejos enseñaban sus dientes con descontento.

—Hace un tiempo nos hemos dado cuenta de los errores que hemos estado cometiendo como sociedad, creyendo que hay seres humanos que tienen más valor que otros dependiendo de la conexión que tienen o no con su lobo—dijo Namjoon, mirando a todas las personas a los ojos. A pesar de sentirse dolorido, Seokjin tuvo que reconocer que Tae tenía razón al decir que el alfa era un buen orador. —Ante Dios y ante la Justicia, todos los hombres y mujeres somos iguales; y hemos cometido uno de los peores pecados que pueden cometerse. El de la vanidad.

» Como alfas, hemos pecado de vanidosos al pensar que somos mejores que betas y omegas. Les hemos dado la ilusión de la libertad a unos, porque podemos unirlos a nosotros mediante la marca. Pero como no podemos controlar a los otros, les hemos arrebatado lo que merecen por nacimiento. Su libertad. Y con ello, le hemos arrebatado a los betas la capacidad para ser quienes tomen sus propias decisiones de su vida.

» En un mundo tan adelantado como el nuestro, no es posible que en este siglo aún creamos que tenemos derechos sobre otras castas. ¡Los betas merecen libertad! —exclamó Namjoon con emoción, haciendo que la gente comenzara a intercambiar miradas de diversa índole: incredulidad, convicción, entendimiento. — Los betas merecen poder estudiar, poder saber cosas. Los estudios nos han demostrado cuan errados estábamos cuando dijimos que tienen un entendimiento menor al de nosotros. No. Lo que pasó fue que nunca les permitimos educarse. Debemos dejar nuestro orgullo, nuestra altanería y darles su libre derecho a acceder al conocimiento. A construir un futuro en donde alfas, betas y omegas puedan tener las mismas libertades, las mismas oportunidad.

Namjoon hizo una pausa deliberada y con una media sonrisa, dejó que la gente comenzara a gritar cosas.

—¡Así es, fin a la esclavitud! —corearon algunos alfas, para sorpresa de Seokjin. Los más jóvenes, que parecían convencidos de todo lo que decía el alfa moreno.

—¡Vete a Seúl! —gritaban otros, enfadados.

Uno de ellos, un alfa de expresión adusta y grandes dientes amarillos, se alzó sobre una banca y gritó:

—¡Solo has venido a alborotar a nuestros betas!

La gente observó a Namjoon y este se encogió de hombros, sonriendo antes de responder:

—¡Claro que los estoy alborotando! ¡Ellos mismos deberían alborotarse y exigir lo que merecen! Es tiempo de que nosotros, como alfas y personas con derecho a voto, les devolvamos lo que siempre fue suyo, mi querido señor. —El hombre en cuestión hizo una mueca, pero no dijo más. — La Primera Cámara está a punto de aprobar la abolición de las leyes de esclavitud. Una vez pase al Senado, será un hecho. ¡Pero necesitamos su ayuda! Todos ustedes, sean alfas u omegas, conocen a algún beta. Muchos de ustedes, aunque no quieran reconocerlo, también son amigos de ellos.

La gente comenzó a mirarse entre ella. Algunos con sonrisas y otros con evidente disgusto.

—¿Es que los betas son diferentes a ustedes en algo? ¿Tienen menos dedos en las manos, acaso? —continuó el otro alfa, que no dijo su nombre— ¿Es que tienen menor sentido del humor? Si ustedes se precian de ser hombres inteligentes e ilustrados, deberían partir por reconocer que todos los hombres somos libres, por sobre todas las cosas, independiente de la casta.

—¿Y qué hay con la economía? —gritó una alfa entre la multitud.

Otra vez fue Namjoon el que se alzó, con su potente voz grave y extrañamente conciliadora.

—¿Cuántos de ustedes tienen betas a su posesión? ¿Cuántos de ustedes tienen el suficiente dinero para comprar esclavos? —preguntó. Muchos de los alfas negaron con sus cabezas—. La economía no se sustenta de la esclavitud, se sustenta del trabajo de todos, seamos quiénes seamos. Así que espero que se den cuenta de lo que quiero decirles: les han robado el derecho a ser libres a los betas, solo por la codicia y el privilegio de unos pocos.

—¡Ellos deberían poder decidir si son esclavos o no! —gritó otro chico, un omega adolescente, al que su padre le gruñó obligándole a callarse.

Namjoon soltó un suspiro, pero no dijo nada al respecto. En cambio, le contestó:

—Es una posibilidad, señor. Pero siendo esclavos jamás podrán decidir por sí mismos, toda su voluntad dependerá de otros. Pero si es eso a lo que se refiere, pues sí. No estamos pidiendo una abolición inmediata que corte toda relación con los alfas esclavistas. Son ellos quienes quedarán con la última palabra, con la libertad de decidir si quedarse o no. Para trabajar como un hombre libre y nunca como un esclavo.

»Es por eso que cuando venga la elección de Primer Ministro—Namjoon hizo una pausa en la que miró a los asistentes a los ojos, interpelando a cada uno—, les pedimos votar con sabiduría y por quien realmente devolverá a los betas lo que les fue arrebatado.

Seokjin, incluso estando tan lejos, notó como las miradas en las personas se iluminaban, pensativas. Namjoon les estaba ofreciendo una idea de desarrollo, de tomar ideas rupturistas, pero que, a la larga, beneficiaría a un tercio de la población de Seúl.

A Taehyung.

Seokjin se sintió más optimista una vez terminada aquella asamblea improvisada, con un peso menos en su pecho. Miró a Namjoon y depositó en él su esperanza, en él y en todos los alfas que votarían para que los betas pudieran ser libres.

Para que su beta pudiera ser libre, al fin.

🐺🐺🐺

Namjoon apenas podía mantener los ojos para cuando al fin pudo encaminarse a entregar el diminuto papel que Taehyung le había encargado.

El camino hasta Busán resultó más largo de lo que esperaba. No porque se hubiesen demorado más, sino porque apenas había dormido pensando en que Hoseok podía estar en peligro. Sabía que Taehyung, siendo el chico honorable que era, le iba a proteger bien, pero las cosas con el Primer Ministro Jung cada vez parecían colocarse más y más color de hormiga. Los conservadores y esclavistas estaban jugando todas sus cartas para evitar tener que pagar por el trabajo que conseguían gratis a costa de los betas. Y en tiempos desesperados, incluso los conservadores tomaban medidas desesperadas.

Por esta razón, Namjoon necesitaba poder descansar un momento y poner sus ideas en orden. Encontrar un hostal y dormir al menos ocho horas seguidas, para despertar y realizar todas las tareas que debía hacer en Busán: conversar con los alfas que vendían en la plaza, ir a la escuela a conversar con los profesores de los pequeños estudiantes, encontrarse con los alfas más jóvenes que siempre parecían dispuestos a votar por el cambio.

Era tanto lo que tenía que hacer, que su cuerpo rogaba una taza de té caliente y sábanas tibias.

No obstante, estaba en deuda con Taehyung y quería saldarla tan pronto como pudiera. Así que dejó a sus compañeros comiendo y bebiendo en una taberna y él se encaminó por las pequeñas calles de pueblo de Busán a cumplir su cometido.

No le costó mucho encontrar la perfumería a la que el beta se refería. Solo le había bastado caminar por la calle principal del pueblo, para encontrar el lugar en una esquina, entre el almacén general y una bollería. La perfumería era un lugar bastante humilde, a comparación con los lugares que Namjoon conocía en Seúl, donde había perfumes importados incluso de lugares tan lejanos como Francia.

Una campanilla sonó en cuanto abrió la puerta para adentrarse al lugar, que constaba de un mesón para recibir a las personas y varios estantes de vidrio con botellitas de diferentes perfumes. No encontró a nadie en el mostrador, pero rápidamente un aroma a cerezas le invadió los sentidos, despertando el interés de su lobo.

Una omega, reconocieron tanto ambos. Namjoon se pasó la mano por los ojos, sabiendo que si su lobo se encontraba tan sensible era porque le faltaba un buen sueño.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó Namjoon, añadiendo una nota de impaciencia a su voz.

—¡Sí, sí! —Escuchó que gritaba alguien desde la parte posterior de la tienda. La voz de un omega, se dijo Namjoon comprendiendo su error. —¡Ya voy! —Le escuchó decir, al mismo tiempo que algunas botellas de vidrio tintineaban en la parte posterior del lugar—. Solo estoy guardando unas cosas y podré atenderle.

Un minuto más tarde, el dependiente del lugar, un muchacho alto, de tez clara y cabello negro desordenado de manera despreocupada caminó hasta el mostrador. Sus mejillas estaban sonrosadas por el ejercicio y sus labios tenían un tono rojizo que hizo aullar a su lobo. Namjoon se quedó sin palabras ante la belleza del muchacho, que se acercó a él, limpiándose las manos.

—Disculpe la demora —El omega le sonrió con una pequeña reverencia y Namjoon, desconcertado con la reacción de su lobo, intentó esconderlo en lo más hondo de su mente antes de que empezara a expeler feromonas, listo para aparearse. — Es que llegó un pedido y... ¡Es usted! —Le reconoció el omega, con una sonrisa radiante que hizo más ardua la tarea de frenar a su lobo—. El alfa de Seúl. Kim Namjoon, ¿no es así? Dígame, por favor, ¿en qué puedo ayudarle?

El alfa pestañeó un par de veces antes de recordar a qué había ido hasta ese lugar. Tosió, solo para encontrar su voz.

—Sí, yo... Necesito encontrar a Kim Seokjin, ¿usted lo conoce?

La sonrisa del omega se tambaleó un poco, pero no dejó de mirarlo.

—No me gustaría ser descortés—contestó el omega, ladeando un poco la cabeza hacia su izquierda. No estaba exponiendo su cuello para nada, pero para el inoportuno lobo de Namjoon, fue un movimiento que se le antojó sensual—, ¿podría comentarme para qué lo necesita?

Apenas llegara a Seúl, buscaría a alguna omega para satisfacerse, pensó el moreno. Lamiéndose los labios secos, asintió.

—Tengo un mensaje para él—dijo, rebuscando el pequeño papel en su bolso. Estaba guardado entre las hojas del libro que llevaba ahí—. Alguien importante se lo envía.

—¿Quién? —se adelantó el omega. Ya no había sonrisa en su rostro.

Aquello desconcertó al alfa.

—Disculpe, pero... ¿usted conoce a Seokjin? —insistió.

—¿Es un mensaje de Taehyung para mí? —preguntó el omega, con apenas un hilillo de voz.

Namjoon asintió lentamente. Notó en la mirada de aquel omega la esperanza, así como también un dolor apenas contenido en sus ojos.

Era la misma mirada que tenía el beta cuando le había pedido cuidar de Hoseok. La mirada del anhelo que seguramente tenían el uno del otro.

La culpa picó fuerte en su pecho.

—Tenga—dijo una vez que encontró el papel en su bolsillo. Seokjin lo recibió con ambas manos, con tanta delicadeza como si se tratara de un cristal—. Taehyung me pidió personalmente que hiciera llegar esto a sus manos.

—Es muy pequeño—murmuró el omega, con la mirada fija en el papel.

—No creo que haya tenido mucho tiempo para escribir.

Seokjin alzó la mirada casi con brusquedad al oírle hablar. Pero antes de decir algo, sus ojos bajaron nuevamente al papel que estaba entre sus manos. Lo desdobló con tanto cuidado, que a Namjoon se le antojó estar observando a hurtadillas un momento íntimo. Un momento que se supone que él no debería ver.

El omega leyó el contenido del papel y apenas un instante después, su labio inferior comenzó a temblar. Los ojos se le llenaron de lágrimas que se rebalsaron tan rápidamente, que sorprendieron y preocuparon al alfa a partes iguales.

—¿Está bien, señor Kim? —tuvo que preguntar.

—Sí, sí. Lo siento. Lamento llorar, es que... —se disculpó el omega, secándose las lágrimas con el dorso de su mano. El rosa de sus mejillas se intensificó con las fricción.

El lobo de Namjoon comenzó a preocuparse por el omega entristecido, así que preguntó:

—¿Se ha enterado de alguna mala noticia?

Seokjin negó con la cabeza, soltando una risita sollozante. Afirmaba el papel como si fuera la cosa más hermosa que hubiese sostenido en su vida.

—No. No es eso. —dijo el omega, soltando hipidos lastimosos—. Aquí solo está escrito mi nombre.

Namjoon frunció el ceño, sin comprender.

—¿Esperaba otra cosa? —preguntó el moreno, con curiosidad.

Seokjin sorbió por la nariz y volvió a negar con la cabeza, las lágrimas escapándose como ríos por sus ojos. Entonces, los levantó hasta encontrarse con los suyos. Para su sorpresa, el omega esbozaba una suave sonrisa.

—No es eso, no es eso—repitió el omega, secándose las lágrimas apenas iban aparecían—. Es que... Estoy feliz, porque... —trataba de decir con dificultad. Namjoon le esperó pacientemente—. Cuando Taehyung se fue de aquí... él no sabía escribir.

Entonces, el omega se llevó las manos al rostro y se echó a llorar desconsoladamente.

🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸

¿Qué les pareció este capítulo?

Venía hace tiempo queriendo escribir este capítulo de Seokjin. Luego, vendrá bastante salseo.

~Bird🌸

PD: Espero que mis chilenas hayan pasado un feliz 18. <3

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