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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor

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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO;
PRIMERA REUNIÓN Y LA MISIÓN DE ELEANOR




La primer noche en Grimmauld Place no fue de todo mal, a excepción de la mañana siguiente cuando cierto elfo doméstico le dio un susto de muerte a Eleanor al aparecer frente la puerta de su habitación asignada. Él le dirigió una mirada fulminante y por su terrible aspecto, probablemente todo el olor a humedad que se aspiraba en la casa podía venir de él. El elfo doméstico tenía la piel muy clara, el pelo blanco y unos ojos azulados que venían grabados con un inmenso destello de cólera. Estaba tan arrugado que podía ser comparado con una vieja pasa.

Eleanor se cohibió ante su presencia. Algo irónico, ya que ella le sacaba varios metros al pequeño pero arrugado elfo. Sin embargo, toda esa ira que reflejaba le incómodo y la hizo sentir pequeña.

—Una traidora a la sangre está durmiendo en la habitación de la ama Walburga. —gruñó el elfo­­–. Es algo imperdonable.

No cabía decir que la azabache tenía los ojos abiertos de par en par sin saber que decir de la enorme impresión que él le había dado. No fue necesario buscar palabras, ya que la presencia de Sirius le impidió al elfo que siguiera incomodando a la joven Potter.

¡Kreacher! —exclamó Sirius con tanta autoridad que inclusive Eleanor dio un brinco en su lugar—. No vuelvas a molestar a Eleanor ni a llamarla así. A ninguno de mis invitados. ¿Entendido?

—Sí... amo. —musitó Kreacher débilmente haciendo una exagerada reverencia aunque su tono de voz dijera todo lo contrario.

Poco a poco el viejo elfo doméstico se fue alejando sin dejar de mirar entre intercalos de tiempo la habitación de su ama en donde estaba habitando Eleanor.

—Es encantador, ¿no crees? —comentó Sirius con amargura y sacudió la cabeza con una ligera sonrisa—. Será mejor que bajes, Remus está rehuyendo de los pobres intentos de coqueteo de Tonks.

—¿Tonks ya ha llegado? —preguntó Eleanor ansiosa—, ¿cuándo?

—Hace unos momentos, y no se ha despegado de Lunático en ningún segundo. —sonrió—. Por eso he venido acá con la excusa de venir a buscarte para dejarlos a solas.

Eleanor negó ligeramente divertida y un poco más aliviada de ya no ver al gruñón elfo doméstico a su alrededor. Los dos bajaron juntos las escaleras con cuidado de no hacer tanto ruido al llegar al vestíbulo y despertar a la encantadora Walburga Black. Cuando llegaron a la sala en donde debían estar Nymphadora y Remus, encontraron al hombre lobo rehuyendo del agarre en su brazo de la joven Tonks quién (para completa extrañeza de Eleanor) llevaba el cabello largo de color rojo y muy arreglado. Algo que definitivamente no veía en su mejor amiga en... nunca.

Sirius que antes se encontraba muy divertido con la situación ya no tenía aquella sonrisa burlona y ahora mostraba su ceño fruncido.

—¿Qué? —lo codeó Eleanor—. ¿Por qué esa cara?

–Acabo de caer en cuenta que Cassiopeia empezará también a actuar como Tonks con Lunático. —respondió Sirius con la nariz arrugada—. Está en la edad.

Fue inevitable ladear una sonrisa burlona.

–Suenas cómo si realmente estuvieras muy viejo. –comentó Eleanor con una ceja enarcada–. ¿Qué no tenías 36?

–Son 35 y no me aumentes años antes de tiempo. –gruñó Black cruzado de brazos fingiendo indignación–. Y no lo estoy.

–Lo que usted diga, anciano. –respondió Potter.

Cállate. –Sirius la empujo con su hombro con cuidado de no lastimarla y ella rodó los ojos mientras descruzaba sus brazos.

Un chillido escapó de los labios de la metamorfomaga al notar la presencia de su amiga quién no dudo en avalanzarse sobre la azabache ignorando el que Remus liberaba un suspiro aliviado. Con algo brusco (y muy de Tonks) abrazó con fuerza a Eleanor y se acercó a su oreja para poder susurrarle.

–Creo que estoy cerca de conquistarlo. –musitó Tonks aunque no lo suciente bajo para que Sirius no escuchara.

–Por supuesto que . –rió Sirius.

Tonks le sacó la lengua de forma muy infantil y Eleanor se alejó de los dos para acercarse hasta su ex tutor.

–¿Todo bien con Tonks? –le preguntó pinchando con su dedo el hombro del amigo de su hermano–. Parece que quieres desaparecer antes de que empiece la reunión.

–No empieces, Elle. –dijo Remus.

Eleanor alzó ambas manos a la altura de sus hombros y formó una inocente sonrisa en sus labios mientras que el hombre lobo suspiraba con exhaustividad a sabiendas que no se iba a librar de las burlas de Eleanor y Sirius por los coqueteos de la metamorfomaga.

No pasó mucho tiempo cuando Grimmauld Place comenzó a llenarse de los miembros de la orden del fénix, entre ellos estaban algunos que Eleanor llegó a reconocer inmediatamente: Kingsley, la profesora Minerva McGonagall, Ojoloco Moody, inclusive entre ellos, estaba el insorportable profesor de pociones Severus Snape. Mucho se tuvo que contener para no gritarle que se fuera, porque a pesar de lo que Remus le dijera sobre que debía confiar en él justo como Dumbledore lo hacía, ella no lo haría. No cuando aquel hombre se encargó de hacer de sus años en Hogwarts un infierno simplemente por el apellido que ella tenía y las diferencias que le guardaba a su hermano James.

La sala de estar comenzaba a llenarse y tuvieron que transladarse (para mayor comodidad) al comedor, en dónde cada uno tomó sus respectivos asientos, Eleanor se acomodó entre Remus y Sirius mientras que Tonks se colocaba del otro lado de Remus y hacía extraños movimientos con su cabello que en más de una ocasión golpeaba el rostro del hombre lobo. Por más que Eleanor hubiera tratado de detener todos los pésimos coqueteos de su mejor amiga, Tonks los evadió cada uno, sin importarle que dijera, ella seguía con sus brillantes orbes encima del ex profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

–Alguien debería decirle que no está funcionando. –le dijo Sirius a Eleanor y ella negó recargando su barbilla en su mano con cansancio–. En serio, ella necesita que le de clases de cómo coquetear.

Una risa salió de los labios de Eleanor mucho antes de que la pudiera detener. Se sintió culpable por reír porque pésima o no, Tonks era su mejor amiga y estaba mal burlarse. Sonrojada, se cubrió su boca bajando la mirada arrepentida.

–Lo más agradable de esté lugar es esa risa, no deberías callarla.

Si antes había estado sonrojada, su cara ahora herbía pero no tanto por el halago sino por de quién lo había recibido. Alzando su rostro, allí entrando por la puerta estaba Ares Crouch con toda su imponente figura y atractivo rostro que aunque pusiera nerviosa a la azabache, en esos momentos, lo que menos quería era verlo. La humillación que recibió la última vez que lo había visto era imperdonable, se sintió terrible y las palabras que él dijo aún rondaban por su cabeza sin que realmente en algún momento decidieran irse.

Ares Crouch era la última persona a la que Eleanor Potter iba a dirgirse en las reuniones de la orden.

No estaba preparada para hablar con él, ni sabría cuando podría hacerlo. No sólo había pisado su orgullo. No, él también se había metido con su hermano y eso nadie podía hacerlo en su presencia. James Potter era lo más sagrado que Eleanor tenía y fuera cómo haya sido el pasado de su hermano, nadie podía manchar la imagen que ella tenía sobre él. Eleanor sabía quién era su hermano y no necesitaba que alguien más viniera y tratara de decirle.

–Y yo que pensaba que todo era agradable en este lugar –dijo Sirius mirando sus uñas como si fuera lo más importante en el mundo–, hasta que llegaste tú.

Una sonrisa arrogante tiró de los labios del auror antes de tomar asiento a lado de Kingsley justo frente dónde estaba Nymphadora Tonks. Para Eleanor no había pasado por desapercibida la mirada despectiva que Alastor Moody había mandado a Ares, con total desconfianza y alerta. Ella creía que quizás se trataba de que (a pesar de las diferencias) Ares seguía siendo un Crouch y el hermano mayor del hombre quién había torturado y secuentrado a Ojoloco por meses.

Poco a poco el resto de la orden iba llegando, incluso los señores Weasley: Arthur y Molly pero aún no había rastro de Bill o de Charlie quiénes eran los que Eleanor esperaba ansiosamente.

El director de Hogwarts había ingresado al lugar para tomar asiento entre McGonagall y Snape e iba a hablar cuando la presencia de uno más se desvío a la puerta interrumpiendo así a Dumbledore.

–Perdón –se disculpó Bill Weasley con voz agitada, empujando la silla disponible justo a lado de Sirius y frente a Eleanor para tomar asiento–, espero no haberlos interrumpido ni hacerlos esperar mucho.

Las manos de la azabache comenzaron a sudarle (y gracias a Merlín) que las tenía debajo de la mesa porque sospechaba que también debían estar temblando cuando la voz del pelirrojo provocó una indescifrable sensación en la boca de su estómago. Él la miró y una sonrisa se extendió en sus labios al verla boquiabierta con un ligero sonrojo cubriendo sus pálidas mejillas, luciendo tan adorable justo cómo a él le encantaba. Incluso cuando Dumbledore se encargó de decirle que no había problema y que a penas acababa de empezar, ellos no prestaron tanta atención.

Y no podías juzgarlos, era imposible escuchar al director hablar cuando entre intercalos de tiempo uno de ellos veía al otro cuando creían que el otro no estaba observándolo sólo para ser atrapados en la acción.

Sirius que era el que estaba en la punta de la mesa justo entre los dos jóvenes era el que mayor atención les ponía con una irónica sonrisa y una sola frase queriendo escupirla a la azabache sobre lo que él pensaba.

Sin embargo, esas miradas no duraron mucho cuando el director llegó al punto importante y él que ella no quería abordar.

–Todos aquí están porque creen en la palabra de Harry Potter sobre el regreso de Lord Voldemort –dijo Dumbledore mientras que algunos de los presentes hacían muecas adoloridas ante la mención del último. Él ignoró aquello y continuó–: Fudge está rehusado a creerlo por miedo. El miedo nos lleva a hacer cosas terribles y es por eso que hoy los he reunido. Éste será el cuartel general de la orden del fénix, Sirius nos lo ha prestado y ahora cada uno tiene el deber de ocultar la dirección si no queremos que nuestros enemigos nos invadan.

Todos los integrantes asintieron de acuerdos con el director y la mirada del hombre se posó unos instantes en dónde estaba Eleanor antes de volver a hablar.

–La misión es derrotar a Voldemort, pero para eso necesitamos algo más importante y eso es: Harry. Él será nuestra mayor prioridad, debemos protegerlo a toda costa. –ordenó Dumbledore–. Tan pronto y las clases en Hogwarts acaben y los chicos regresen a sus hogares, deberemos dividirnos en guardias para vigilar privet drive 4. Es importante que Harry no deba sospechar que nosotros estaremos allí, cómo también no alertar a ningún muggle. Lo que menos necesitamos es que el Misterio de Magia se entere de lo que estamos haciendo.

–¿Todos haremos guardias? –preguntó McGonagall, frunciendo el ceño.

Dumbledore negó.

–Sólo algunos. El resto tendrá más tareas que atender, por ello les pediré que confíen en cada uno de los presentes aquí –les pidió el director–. En tiempos como éste nos necesitamos los unos a los otros, nuestro mayor error en el pasado fue señalar a uno de los nuestros.

Todos dirigieron sus miradas hasta el dueño de la casa, mientras que Sirius se mantuvo cabizbajo recordando los momentos oscuros que vivió en Azkaban. Eleanor puso su mano encima de su hombro con cariño y él la miró con una pequeña sonrisa sin ganas pero agradecido con el detalle. Nuevamente, regresaron la vista al director y él siguió:

–Debemos buscar más aliados, en cualquier parte. Necesitamos gente de confianza. –dijo él mirando a cada uno–. Charlie Weasley será uno de los que nos apoyen en su búsqueda en Rumania. Entre ellos, igual estará Hagrid, le he encargado hablar con los gigantes para que nos ofrezcan su ayuda. Está vez la orden estará más fortalecida por cada uno de los caídos, hemos perdido a muchos en el pasado y ahora debemos de luchar por lo que tenemos.

Cuando la reunión finalizó Remus tuvo que (literalmente) poner su mano encima de la boca de Sirius mientras lo arrastraba hasta la cocina para acallar cada una de las ofensas que iban dirigidas hacia el murciélago de Hogwarts que tanto detestaban allí.

Eleanor estaba a punto de ir detrás de ellos para controlar a su hermano adoptivo pero el agarre en su brazo la detuvo y ella se giro con una enorme sonrisa esperando ver a Bill pero no fue así. En cambio, Ares Crouch estaba allí. Su sonrisa se fue borrando poco a poco mientras sentía miradas curiosas sobre ambos, entre ellas estaba la del pelirrojo que estaba siendo cuestionado por Tonks sobre el paradero de Charlie (al menos, eso fue lo que ella llegó a comprender).

Lentamente tratando de no ser tan ruda, alejó su agarre del auror y retrocedió unos pocos pasos para no tener tanta cercanía con él, algo que pudo ver le dolió a él. Y aunque ella pudiera sentirse mal por eso, el recuerdo de sus hirientes palabras eran peor que lo que Eleanor en algún momento pudiera llegar hacerle a él. Incomodamente y sin saber que hacer, Ares rascó su nuca y buscó una manera de comenzar pero fue interrumpido por ella:

–¿Necesitas algo? –preguntó Eleanor con educación.

Él trago saliva y miró ansiosamente entre ella y el resto de los que aún estaban presentes en el comedor.

–¿Podemos hablar?

Eleanor bajó la mirada unos segundos antes de elevarla hasta la oscura ajena y una sonrisa triste se formó en sus labios.

–¿Sobre cómo el intentar ayudarte me hace daño a mí? –inquirió con dolor–. O quizá, no sé, ¿te faltó agregar algo más de lo que dijiste en la enfermería?

–Sé que todo lo que te dije estuvo muy mal. –dijo Ares rápidamente–. Fue terrible y...

–No, Ares. No sólo estuvo mal ni tampoco terrible –sacudió la cabeza e inspiró tratando de buscar fuerzas para no llorar. Estaba harta de hacerlo–. Me humillaste y lo peor fue ver cómo disfrutaste al hacerlo. Te hizo sentir mejor, mientras yo me sentía miserable. –tragó saliva y miró sus manos–. He tratado de entenderte, de apoyarte... Te he defendido de Sirius, cada vez que él me dijo que eras una mala persona. Cada que alguien dice algo malo sobre ti, yo te defiendo y trato de creer que no eres así... Que hay una explicación para todo pero simplemente ya no puedo.

–Eleanor...

–Fuiste cruel. –lo interrumpió Eleanor y sus ojos ardieron causantes de las lágrimas retenidas–. Eres cruel y egoísta... Y estoy cansada de tratar de ver algo bueno en ti cuando sólo me defraudas.

Un reflejo de desesperación apareció en los ébanos oscuros del auror y agradecía que nadie los escuchara ya que el verlo así, la hizo sentir una opresión en el pecho.

–Déjame demostrarte que puedo mejorar. –musitó Ares sin saber que hacer para retenerla a su lado. A pesar de estar tan cerca, jamás la había sentido tan distante y tan fría.

–Ya no quiero palabras vacías, Ares. Y tenías razón, a partir de ahora mi única prioridad será mi sobrino y sólo él.

–Eleanor, por favor.

–Adiós Ares. –musitó con dolor y se alejó de allí saliendo del comedor dispuesta a no escuchar ninguna palabra más. Ella no iba soportar soltar una lágrima más. Se propuso a ser fuerte y lo iba a lograr.


Los miembros de la orden del fénix fueron yendose de Grimmauld Place por parejas tratando de no llamar la atención, muy irónico, ya que sus vestimentas en serio atraían todo lo contrario.

Cada uno se fue alejando y Eleanor se mantuvo en la sala sentada en uno de los sofás (el menos polvoso que encontró) evitando a toda costa volver a cruzarse con el auror. Además de que ahora se encontraba más controlada y por primera vez, se sintió aliviada de haber cerrado la etapa tóxica que había creado con Ares Crouch pero por otra extraña razón, le lastimó haberlo hecho ya que los sentimientos por él no se desvanecían del todo. Ares era importante para ella y aunque en verdad tratara de odiarlo para que fuera más fácil, no podría hacerlo jamás. Y eso la molestaba porque incluso habiéndolo alejado, él aún tenía un poder sobre ella.

–¿Puedo unirme a tu nostalgia?

Una sonrisa apareció al escuchar la voz pacífica y ronca voz del primógenito Weasley. El que él la hiciera cambiar tan rápido de un ánimo a otro comenzaba a hacerla sentir vulnerable ante él. Pero sin dudas, no le molestaba su presencia en absoluto, era todo lo contrario, era fascinante la emoción que le producía estar cerca suyo.

–¿Tomarías el riesgo? –preguntó Eleanor alzando una ceja.

–¿Contigo? –inqurió Bill, metiendo sus manos en los bolsillos de sus vaqueros–. Totalmente.

Eleanor tuvo que desviar su vista la ventana que daba a la calle para que él no pudiera ver su inmenso sonrojo, su corazón palpitaba contra su pecho y el sentir cómo el lugar a su lado se hundía la hizo ponerse más nerviosa. Maldecía al sofá por ser sólo para dos personas y aún así las mantuviera tan cerca del otro. Una mano en su barbilla la hizo girar levemente para voltear a verlo directamente, el pulgar de Bill acariciando en círculos en su tacto y al mismo tiempo, sus ojos haciendo conexión.

¡¿Era normal la velocidad en que su corazón corría?!

Oh, Merlín.... Qué guapo era...

Las comisuras de los labios del pelirrojo se estiraban una más arriba que el otro, y un brillo destelló la marea azul.

–¿Qué? –preguntó Eleanor, sin aire. ¡¿Cuándo comenzó a contenerlo?!–. ¿Tengo algo?

Oh, que estúpida se volvía ante su presencia.

Él negó sin borrar la felicidad de su rostro y las caricias se extendieron a su labio y mejilla mandando corrientes eléctricas por toda su columna vertebral.

Oh, Merlín... Oh, Merlín...

–Sólo es esto –dijo Bill mostrando en su dedo pulgar una pequeña pestaña y antes que ella pudiera reaccionar, él la sopló.

Una simple acción tan pequeña se pudo sentir muy íntima y sólo acabo cuando un carraspeó los hizo parpadear.

Del otro lado de la sala estaba recargado en el marco de la entrada Sirius Black señalandolos a ambos con una sonrisa burlona.

–Un metro de distancia, Ben, si no quieres que Remus venga hasta acá y te golpeé por coquetearle a la pequeña Ellie. –dijo divertido.

Eleanor parpadeó alejándose de Bill con la respiración lenta y sus mejillas ardiendo por la interrupción. Él no estaba mejor, parecía querer golpear a Sirius pero al mismo tiempo temer de la amenaza que había ofrecido.

Ella negó tranquilizando al pelirrojo.

–Remus no te golpearía. –y se dirigió a Sirius con mirada fulminante–: Y no estábamos haciendo nada, Black.

Si tú lo dices... –tarareó Sirius encogiéndose de hombros.

Después de aquella interrupción pronto se vieron abordados por los señores Weasley que entablaban una agradable charla con otros miembros de la orden y por supuesto, Remus y Tonks que aún trataba de seducirlo con su cabello y de vez en cuando, moviendo sus pestañas con exageración. Bill y Eleanor volvieron a charlar mientras él le comentaba que había conseguido un intercambio de trabajo en el banco Gringrotts para mantenerse más cerca de a orden, omitiendo por supuesto, que también de ella.

No basta decir que la emoción fue en aumento para Eleanor que estaba feliz de saber que podría ver a Bill con más frecuencia ya que lo tendría cerca. Pero, también estaba aquel acercamiento que no sabía cómo se había producido entre ellos y no había manera en que ella pudiera preguntarle, sus nervios lo impedirían...

¿Qué era lo que estaba suciendo con Bill Weasley y por qué no estaba entendiendo nada?


El último mes pasó lento. La joven Potter se mantuvo alerta en todo momento, cada que ingresaba al trabajo podía ver al Ministro, Cornelius Fudge, pasearse con el rostro rojo de furia, gritando y vigilando a todos sus empleados. En el lugar, las órdenes eran claras desde el suceso en el torneo de los tres magos: cualquiera que se atreviera a traicionar al Ministerio de Magia, apoyando las locuras de Albus Dumbledore sobre el falso regreso de Quién-Tú-Sabes, podía ir vaciando sus mesas. Aunque ella sabía que esas palabras iban muy dirigidas a su persona, sin embargo, Fudge no se acercó a decírselas directamente.

Mantuvo una esperanza ciega en que él no se acercaría jamás ni la interrogaría, de esa manera, quizá ella no tendría que cumplir con el acuerdo que el director le encargó.

Pero esas esperanzas se agotaron justo a final del curso, el día en que los estudiantes abordaban el tren escarlata para regresar a sus hogares; el Ministro pidió ver a Eleanor. Ella a sabiendas de que no se iba a salvar de la conversación que le esperaba, decidió prepararse y dar la cara lo más pronto posible. Se dirigió hasta su oficina, en donde él ya la aguardaba dentro con el rostro menos amigable que había visto antes en él. Tenía el ceño fruncido y las manos encimas de su escritorio en donde yacía una carpeta amarilla con su nombre y fotografía. Él la había estado investigando.

—¿Me quería ver, señor ministro? —preguntó.

—Sí, Potter. Acércate, toma asiento —dijo el ministro sin ocultar la molestia que tenía por el apellido. La mirada filosa de Fudge la siguió desde su lugar mientras ella se sentaba al frente suyo del otro lado del escritorio—: Como ya debes saber, desde el percance que hubo en el torneo de los tres magos, Dumbledore y yo no estamos en buenas condiciones. —la azabache trató de hacer caso omiso a la forma en que se refirió al asesinato de Cedric Diggory como algo tan mínimo como un «percance». Él continuó—. Y debido a eso, me he visto en la pena de tener que investigar a cada uno de mis trabajadores para evitar, ya sabes, alguna traición a su Ministerio y por consiguiente, a mí: El Ministro de Magia.

—Sí, Ministro.

Él se levantó y comenzó a pasearse en círculos rodeando todo el escritorio, una forma similar a la que el director de Hogwarts hacía al pensar pero con la enorme diferencia de que ella sabía a quién debía darle su lealtad y con quién fingirla.

—Entonces... Debido a tu cercanía y familiaridad con toda la mentira del supuesto regresó de Quién-Tú-Sabes, imaginarás que debo cuestionarte ahora mismo, Potter. —dijo Fudge deteniéndose a un lado de Eleanor e inclinándose un poco, manteniendo una distancia prudente, pero al mismo tiempo con un aire de amenaza—. Sé que la familia es importante para ti. Te he observado todo el año cómo reaccionabas tan preocupada en cada prueba por tu sobrino y, cómo olvidar tu reacción al defender la inocencia de Sirius Black hace un año... —Eleanor se removió incómoda en su lugar al recordar ésa noche de luna llena. El ministro se recargó en su escritorio sin dejar de observar a la azabache con desconfianza—. Me agradas, Potter. En serio. Has demostrado ser una gran empleada para el Ministerio y Rufus Scrimgeour no deja de repetir lo excelente aurora que eres, por eso es que no he decidido echarte... aún. Comprendo tu reacción al defender a Harry, cualquiera lo haría, es tú sobrino. Tu familia. —La mirada mortífera del hombre se oscureció y frunció los labios con molestia—. Pero no puedo permitir que él ni Dumbledore creen un caos por algo que es más que mentiras de un menor de edad hostigado por los traumas de su terrible pasado.

Los nudillos de Eleanor estaban apretados y sus uñas estaban enterrándose en las palmas de sus manos, conteniendo toda la ira que sentía. Era sorprendente, incluso para ella, no haber comenzado a gritarle al Ministro. Su auto control tenía un límite y por el bien de su misión, debía apresurar el diálogo de Fudge.

—Usted lo ha dicho, Ministro. —Dijo Eleanor en voz baja—. Es un niño. Y yo lo único que he querido todos estos años es protegerlo y lo seguiré haciendo —tragó saliva antes de continuar—: aunque no esté de acuerdo en lo que él haga.

— ¿Cómo? —la interrogó Fudge sin comprender. No esperaba una reacción tan pacífica de la joven. Era totalmente distinta a como la había visto antes, saltando en todo momento por defender a su sobrino.

—Todo lo que publicó Rita Skeeter es verdad. —admitió y Fudge pareció emocionado por su declaración. Ella lo cortó antes de que pudiera interrumpirla—. Antes de tomar una decisión, debe conocer toda la verdad, señor.

—Claro, Eleanor, continúa.

La actitud del hombre había cambiado e incluso había dejado de usar su apellido para llamarla por su nombre, él estaba ansioso por saber que tenía la protegida de Dumbledore para decir.

—Cuando comencé a notar extraños comportamientos en mi sobrino, como el inesperado acento pársel... Fui de inmediato a visitar al director Dumbledore para pedirle que me ayudara a descubrir el por qué lo hablaba y él me persuadió para que lo ocultáramos. Sabía que estaba mal, pero lo único que podía pensar era en toda la presión que Harry pasaría si todo el Mundo Mágico se enteraba de su problema. Por eso, junto a Dumbledore, tomamos la decisión de ocultarlo, por temor a que lo señalaran por hablar con las serpientes. Lo mismo fue cuando descubrimos esos dolores extraños que le suceden en su cicatriz... pero Dumbledore volvió a persuadirme para volver a callar, me dijo que podíamos seguir ocultándolo por el bien de Harry. —le explicó Eleanor ignorando la enorme sonrisa satisfactoria del ministro—. Pero luego comenzó lo del torneo y yo no estaba tan segura de seguir callándome lo que sucedía pero... ¿Quién me creería a mí contra la palabra del director de Hogwarts?

—¡Yo te hubiera creído, Eleanor! —Bramó Fudge sin dejar de inflar el pecho—. ¡Por Merlín! ¡Si tan sólo hubieras acudido a mí antes que a Dumbledore, nos hubiéramos ahorrado todas estas mentiras!

Se encogió de hombros.

—Lo sé. —admitió—. Yo he reaccionado como creía que era necesario pero ahora no sé qué hacer... Yo no quiero que nada le suceda a mi sobrino pero tampoco sé cómo detenerlo.

—¿Tampoco crees en lo que tu sobrino dice —le cuestionó sin ocultar su sorpresa—, sobre el regreso de Quién-Tú-Sabes?

La azabache sabía que lo que dijera en adelante iba a ser lo que la mantuviera en el Ministerio pero también (y muy posiblemente) la alejaría de Harry. Era el momento, debía persuadir al Ministro y fingir como se acordó antes. Todo eso era algo que Eleanor jamás habría hecho, más bien, en ningún momento de su vida creyó que lo haría. Sabía lo que debía hacer a continuación, ganarse la confianza del ministro para mantenerse en el Ministerio... Aunque con eso, estuviera quizá ganándose el odio de su sobrino.

—No, señor. —Respondió Eleanor con seguridad—. No creo en el regreso de Voldemort.

En cuanto dijo aquello, hubo un brillo malvado y satisfactorio en la mirada de Cornelius Fudge por las palabras de la mayor de los Potter. Seguramente, él creía estar ganándole la batalla a Dumbledore obteniendo a Eleanor pero tampoco sabía que tanta confianza podía darle a la joven. Al final de cuentas, ella seguía siendo la tía del niño-que-sobrevivió y también, había visto de lo que era capaz por defenderlo.

Con desconfianza, agregó:

—En la enfermería demostraste lo contrario. No creo que...

—Sé lo que dije. —Lo interrumpió Eleanor—. Y lo hice porque Harry estaba ahí; conmocionado. No podía ponerme en su contra en ese momento. Acababa de ver a su compañero muerto, era traumático y ni mencionar a Barty Crouch Junior.

Fudge asintió levemente.

—Entonces debo asumir que tu lealtad está con el ministerio de magia. —La cuestionó levantando una ceja—. ¿No es así, Eleanor?

—Sí, señor. —respondió—. Mientras pueda proteger a mi sobrino, mi lealtad está con el ministerio de magia y con usted.

Cornelius se dirigió a su escritorio y se sentó con una sonrisa más relajada, como si estuviera confiado en qué ganaría contra el director de Hogwarts.

Por otro lado, Eleanor sintió que esto simplemente era el comienzo de algo que acabaría falta.

Y no estaba equivocada.


nota de autora;

¡CAPÍTULO NUEVO EN HALLOWEEN! ¡YAAAAY!

Justo como les avisé en el capítulo anterior, he acabado mis cursos por lo que ya estoy libre de escribir el tiempo que quiera. Entonces, no sé sorprendan si tienen capítulos nuevos porque ¡uy! el siguiente será mi favorito... ya verán por qué.

Sin más que agregar, les dejo este capítulo y espero que lo disfruten mucho.

¡No se olviden de votar y comentar!

Besos enormes,
Fergie 💋

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