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BแปŸi LancasterMar

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Mi juego, mis reglas.
Pilar de excusas.
Kiss Cam.
El valor de un gesto.
Gruรฑosito.
รšnete a mi.
รšnete a mi. II
Grita Ho Ho Ho~
A tus cuidados.
Lo que no fue.
Encierro.
Cariรฑo amargo.
Cariรฑo amargo. II
Cariรฑo amargo. Extra.
Vibra a lo alto.
Vibra a lo alto. II
Vibra a lo alto. III
A tu manera.
Detrรกs del peligro.
Revisa tu pulso.
Revisa tu pulso. II
Visitante.
Un paso mรกs.
Caricias maritales.
Primer encuentro.
Slap ass.
Un futuro contigo.
Imaginaciรณn carnal.
Bรกlsamo al corazรณn.
Receta de vida.
The host.
Ese momento.
Disputas y enojos.

รšnete a mi. III

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BแปŸi LancasterMar

✧‧₊˚✧‧.




El lápiz que sostenías entre tus dedos repiqueteaba contra el block de notas sobre tus piernas, al son de un suave tarareo que escapaba de tus labios. Uno de tus pies se movía de igual forma, mientras mantenías tu vista enfocada en las hojas bajo tu nariz. 

El sol a las últimas horas del mediodía se sentía suave, cálido y reconfortante al estar bajo sus rayos y con el completo silencio de tu única presencia. Hoy era uno de los tantos días consecutivos en los que te enfrascabas en el espacio de la terraza de la academia, donde apreciabas toda la vista de la que disponías; con el resplandeciente celeste del cielo que era limitado por los edificios que se alzaban desde el suelo y cubrían su horizonte. Las esencias florales que emanaban de las delicadas y diferentes plantas que rodeaban un pequeño espacio apartado en aquel lugar, se mezclaban con el aire que respirabas y aportaban cierta relajación a tu sistema. 

Allí te mantenías inmersa, apartada del resto del mundo por unas horas, sentada sobre una banca de hormigón y dedicándole tus sonrisas a todas las canciones nuevas que componías. Ahora mismo preparabas una que llevabas hace varios días pensándola, y que golpeó tu mente luego del show en la fiesta de Halloween —una semana atrás—, volviéndose una aún más especial para ti.

Desde ese día estabas diferente, te sentías diferente y así todos te veían. Otra aura te rodeaba y podías sentir tu cuerpo con otra fluidez, logrando caminar por los pasillos como si fuesen nubes en el cielo; imaginando que el día de tu debut soltaste más que melodiosos cantos y algunos vómitos sobre la tarima; cuando, en realidad, desde otro punto de vista, habías quitado un peso que cargabas y te cohibía, o —como decía Kendo— habías sumado algo de valor a tus días.

Si bien aún mantenías tu propia esencia; sintiéndote inhibida ante las variadas personas que pasan por tu lado y te saludan con gran emoción en la academia, o te felicitan por tu linda voz y gritan a coro 'determinate' en todos los pasillos al verte a ti, o a otro miembro de la banda, no podías evitar aquella espontanea sonrisa y el calor borbotando de tu pecho, expandiéndose y brindándote suaves cosquilleos. No acostumbrabas a que tantas personas te buscaran o desearan hablar contigo cuando ni siquiera habías intercambiado palabras momentos previos a tu debut sobre el escenario. No obstante, a todos aceptabas con una sonrisa... Hasta a los ignaros del club de soquer, los cuales jamás imaginaste que detendrían sus juegos y pases de la pelota para saludarte al pasar junto a ellos. Tampoco esperabas que las chillonas porristas dieran pequeños saltos a tu alrededor y adularan tu cabello mientras hacen preguntas por los integrantes masculinos de la banda.

Te mantenías amable, pero cuando sus preguntas se volvían latosas para tus oídos e insistentes con saber más del baterista, o el bajista, o el guitarrista de Explosive Tonus, dabas acción a tu plan de escape; el cual solo consistía en refugiarte por un rato en el club de ajedrez, con la dulce y calma compañía de Midoriya y sus amigos; sabiendo que, lamentablemente, nadie solía frecuentar la sala de los 'cerebritos' de la academia. Sin embargo, siempre eras bien recibida y terminabas aprendiendo variadas cosas de las infinitas estrategias que armaba el portador de rizos verdes.

Una charla que mantuviste con él días atrás, volvió a reproducirse dentro de tu cabeza... 

—¿Cómo te sientes con la banda? —cuestionó Midoriya, inclinando su torso sobre la mesa y brillando una sonrisa en sus facciones—. Se ve que hacen muy buen equipo.

Le devolviste la sonrisa, mientras mantenías tus pensamientos enfrascados en el partido de ajedrez que ambos montaban.

—Y es verdad, Midoriya. Todos son geniales y supieron integrarme muy bien al corto tiempo que ingresé —expresaste con entusiasmo, a su vez que moviste una pieza al finalizar el comentario.

—¿Con Kacchan también? —posa una mano en su mentón, mientras le profesa una mirada ceñuda al tablero.

—¿Quién es Kacchan?

—Oh, es Bakugõ —aclara, pasando a rascar una de sus mejillas—. Yo lo llamo así desde que tengo memoria.

—Ah... Bakugõ. Pues, con Bakugõ... Con Bakugõ —tragaste grueso, sintiendo sequedad en la garganta por el torrente de imágenes que asediaron tu mente de la noche en la terraza.

—¿Es grosero contigo?

—¡No! —te apresuraste a aclarar, abriendo hasta el límite tus ojos—. Bakugõ es... Él es... 

Midoriya desenfoca las piezas de ajedrez para elevar sus ojos hasta encontrar los tuyos, los cuales se mantenían suaves, con una mirada perdida entre los escaques blancos y negros del tablero, sumergida en una infinidad de palabras que buscaban la indicada para describir al rubio, baterista de la banda.

Tu contrincante en el juego toma un aire deferente y decide adelantarse con su opinión, creyendo que no saldrían palabras buenas por tu boca, y añade—: Puedo entender que, al principio, puedas creer que él es un poco-

—Cálido —finalizaste tu frase con aquella palabra, dejando confundido y un poco atónito a tu compañero.

—¿Kacchan... cálido? —repite, enarcando una ceja. Asentiste a su pregunta con una sonrisa de boca cerrada, y elevaste la mirada para encontrarte con los curiosos ojos verdes que se hacían variadas preguntas al respecto.

En el momento en que le dijiste esa palabra a Midoriya, recordaste la calidez que sintieron tus manos al estar posadas sobre el pecho de Bakugõ. Recordaste la manera en la que las suyas se deslizaron por todo tu cuerpo; y todas aquellas sensaciones que te abocó, sumado al tacto de sus labios sobre los tuyos... Por eso, la única palabra que podías encontrar al pensar en él, era cálido.

La conversación no duró mucho cuando te diste cuenta del rumbo que comenzaba a dar, más aún cuando tu compañero era de los más curiosos, mostrándose con interés cuando de Bakugõ se hablaba. Ni siquiera pudiste brindarte una explicación a ti misma del por qué a la repentina palabra que habías dicho por pensar en el rubio que días atrás tomó tus labios. Y, por eso mismo, es que tratabas de no pensar en el asunto.

Desde que sucedió aquello, no volvieron a hablar del tema. A penas intercambiaron escasas palabras en algunos encuentros en la academia, o durante los pocos ensayos que realizaron durante la semana. Si bien pudiste ver las intenciones de Bakugõ al querer acercarse a ti en determinados momentos cuando se encontraban solos, una parte de ti comenzaba a descontrolarse, sintiendo grandes nervios y alterándose cuando las suposiciones de lo que diría o pensaría tras los besos que se dieron en la terraza golpeaban tu mente; estando entre ellas la inseguridad. Ésta provocaba que tus extremidades se crisparan y lograran alejarte del momento, evitando una situación incomoda.

Desconocías si solo había sido algo de una noche y que trasvasaría al olvido, o que sería el principio de algo más. Pero al no saber qué pensaba o creía el rubio, además de no querer perjudicar la relación o el vínculo con la banda, solo podías abstenerte a cualquier acción, centrándote nada más que en tus pensamientos inseguros. 

Suspiraste con pesadez ante ese enigma que decomisaba tu mente y revisaste la hora en tu celular. Aún podías mantenerte unos minutos más allí para luego volver a tu casa, dado que la banda hoy no ensayaría en la sala de la academia, y aprovechaste, después de las clases, quedarte entre la paz y el deleitoso espacio de la terraza. Jirou te había avisado previamente que pasarían a verse todos esta noche en el restaurante para dar un pequeño show para los comensales. Ante este creciente y repentino ascenso de Explosive Tonus, el dueño del restaurante les permitió tocar dos veces por semana; agradándole también los cambios que presentaban.

Hoy vivirías una nueva experiencia, un nuevo momento —otra vez gracias a la banda—, pero te obligaste a no dejarte perjudicar por los nervios que amenazaban nuevamente con revolver tus tripas y despedir el alimento ingerido. Inhalaste profundo varias veces, centrándote en los estímulos apacibles que te rodeaban y no en imaginar a todas las personas frente al escenario del restaurante, viendo con miradas escrutadoras cada cosa que hagas. Jirou te había tranquilizado diciendo que solo era un restaurante pequeño, bonancible, y que pocas personas lo frecuentaban. Además, luego del show que habían dado para toda la academia, no podías ver algo peor y que superara tus nervios de esa noche.

Volviste a suspirar por última vez, queriendo convencerte de las palabras de tu compañera. Bajaste la vista una vez más a las hojas en tu regazo y releíste las letras:

Up down, spinnin' all around... Fly high, fall into the ground... Sometimes dreams can feel so far away... 

Analizaste cada palabra, cada entonación; los acordes que entrarían entre cada verso; las notas altas y bajas; y en donde, en el mejor momento, aquellas notas explotaban.

Te sumiste a las letras de la canción que, con emoción, esperabas presentar esta noche al darle los últimos detalles y comentarle al resto de la banda el resultado final. No obstante, ante el afán de terminar las últimas estrofas, no fuiste consciente de los pasos que se acercaban a ti y escuchaban con atención los tarareos que, ante la confianza de tu soledad, iban aumentando sus decibeles. Y no lo notaste hasta que su figura se posó frente a ti.

Te sobresaltaste al ver su sombra por el rabillo del ojo e, instantáneamente, detuviste tu suave canto. Ascendiste la mirada por aquellos pantalones holgados, hasta pasar por su torso y encontrarte con los ojos rojos que te analizaban con sosiego y un gesto impasible.

—Bakugõ —musitaste con timidez y sorpresa, comenzando a oír y ser consciente del latido de tu corazón; alterado ante el pequeño susto y su casual presencia.

—Sabía que te encontraría aquí. —Creíste ver una endeble sonrisa orgullosa en sus facciones.

—¿Me buscabas? 

—La banda no ensaya hoy, ¿qué haces aún aquí? —elude tu pregunta.

Bajas la vista a tu block de notas, y respondes—: Quería terminar la canción antes de irme. Este lugar me tranquiliza e inspira mucho —observaste toda la terraza con una suave sonrisa, pero rehuiste de los ojos que te miraban desde su altura.

El silencio se posa en el ambiente, abultando la incomodidad entre los dos. Ninguno dice nada y tampoco buscaste alzar los ojos para ver su expresión o el motivo de no recibir respuesta. Hasta que viste que el rubio ceniza se sentó a tu lado, ocultando sus manos en los bolsillos del pantalón. Extiende sus piernas abiertas en una posición cómoda y, manteniendo su inexpresividad, orienta a medias su rostro a tus notas.

—¿Cómo se llama? —murmura ronco.

Breakthrough

Viste de soslayo que inclinó más su torso hacia ti, deseando ojear cada cosa que habías escrito. Bakugõ notaba la incomodidad en tu postura tensa y la manera en la que mantenías el cuello rígido, sin levantar la cabeza o siquiera mirarlo, pero, en realidad, estabas atenta a cada movimiento que hacía. Podía entender un poco los motivos de tu comportamiento ante su presencia; él tampoco podía ignorar el molesto dolor que nacía en su estómago y que principió cuando inició su búsqueda, e incrementó al verte sola, cantando, y sumergida en tu mundo, no haciendo más que sonreír. 

Le molestó que te sintieras así ante él y, por eso, sus manos estrujaron la tela del interior de su bolsillo, rascándola con sus uñas antes de sacar una de ellas y dirigirla hacia ti. No iba a dejar que estuvieras así y buscó la manera de romper aquella barrera que los separaba.

Viste que su mano tomó el borde del cuaderno y lo giró en su dirección para leer atentamente la canción. Su mano volvió a esconderse en su lugar previo cuando uno de sus dedos rozó la piel desnuda de tu pierna, y el cosquilleo le picó hasta ascender hasta su muñeca. Tragaste grueso y tu piel se erizó, pero no quisiste expresar más cuando notaste aquel roce, el cual fue el causante y culpable de una chispa que se encendió en tu interior; recordando lo aventureras que fueron sus manos la noche del show, en ese mismo lugar. 

Bakugõ frunció su ceño y se obligó a prestar atención a las palabras que hace segundos leía pero que no lograba centrar su foco en ellas, cuando en realidad su mente se perdía en tu presencia a su lado. 

Con lentitud, oscilaste tus ojos poco a poco hasta apreciar su perfil de soslayo. Mantenía su postura encorvada, su cabeza gacha y los ojos rojos puestos en tus notas. Los mechones de su cabello caían hacia delante, logrando acariciar las cejas de su mismo color. Como un deslizadero, tus orbes pasaron por sus pestañas; largas, gruesas y opacas; hasta recorrer su nariz griega y caer abruptamente en sus labios y cada una de las curvas que lo caracterizaban.

Tu mente procesó infinitas preguntas, no cayendo en la realidad de que días atrás los degustaste y ellos a ti. Los tocaste y pudiste sentir su suavidad y calidez. Ahora estaban a centímetros de ti y no podías creer que lo habías besado. Que habías besado a Bakugõ Katsuki.

Volviste a ascender hasta sus ojos, pero un vuelco te dio el estómago al ver que las esferas rojas del rubio te estaban mirando y notaron cuánto te perdiste en sus labios. Te miró con la seriedad propia de él, pero no la tensión que solías ver en su entrecejo. Instantáneamente, apartaste la mirada y te removiste en tu lugar, nerviosa, centrando tu mirada en algunas flores a la distancia.

—¿Qué te parece la letra? —carraspeaste, queriendo disimula y evitar un tartamudeo.

—Ni idea.

Abriste los ojos, pasmada, y te atreviste a verlo para responder—: ¿Cómo que ni idea?

—Cántala —inquiere con simpleza, enderezando su postura y enfrentando tu rostro de frente.

—¡¿Qué?! —alzaste el tono de voz. Lo mirabas con incredulidad—. No voy a hacerlo.

—No sabré hasta que lo hagas.

—P-pero aquí no. No es lo mismo a estar en un ensayo con la banda y los instrumentos —te excusaste, enseriando tus facciones para disimular los nervios ante su propuesta.

¿Cantarle solo a Bakugõ? Jamás lo habías hecho. Siempre te mantuviste en la comodidad de que, en los ensayos, estaban todos y siempre te centrabas en hacerlo con Jirou.

Tu acompañante, negado a no obtener lo que deseaba, buscó al instante una solución. Te sorprendió cuando arrebató el lápiz de entre tus dedos y hurgó entre sus cosas para sacar otro igual. Volvió a ver las notas, fijando los acústicos con los que iniciaba 'Breakthrough' y comenzó a golpear la banca con los lápices, dando tono y una pequeña base, incitándote a que cantaras.

—Comienza, colmillito —ordenó con suavidad y voz enronquecida. Centrando un pequeño ceño fruncido a las hojas sobre tu regazo, denotando su concentración y que iba en serio.

Sabías que no aceptaría un no como respuesta, teniendo una obstinada personalidad, así que inhalaste profundo queriendo que el intenso hormigueo que removía el contenido de tu estómago, cesara de una vez por todas para que pudieras iniciar. Tus labios temblaron cuando los entreabriste y la sequedad acosó cada espacio de tu boca. Te obligaste a no mirarlo a Bakugõ, o sería más difícil cantar. Tus ojos se centraron en los edificios que yacían al frente y muy lejos de tu vista, y empezaste a entonar cada palabra.

Al inicio, salió en un susurro, dejando claro que te mantenías incomoda y muy nerviosa al hacerlo, pero a medida que avanzabas y la percusión de Bakugõ no se detenía, manteniéndose como incentivo, tomaste confianza. Tu boca se abría cada vez más para dejar salir tu melodiosa voz. Una sensación fogosa surcó tu cuerpo de principio a fin, de pies a cabeza, y mantuvo el recorrido con un gran cosquilleo crónico por todo tu torso. Su causa bien podía ser por los rayos de sol impactando sobre ustedes, o —mejor— los satisfactorios sentimientos que te embargaban al hacer lo que te gustaba, junto a alguien que, a su manera, brindaba su apoyo ante la escasa confianza que portabas. Su basta presencia pudo aflorar y potenciar poco a poco los sentimientos que principiaron la noche de la fiesta de Halloween, ampliando el valor que tenía el espacio de la terraza, solo para los dos.

O, más bien, las enardecidas sensaciones discurriendo por tu cuerpo podían ser producto de los ojos rojos que ahora te observaban. Siendo el orgullo que en sus iris se reflejaba, una chispa que conectaba con tu ser, lo potenciaba, y teniendo, finalmente, un efecto espejo que se reproducía en él. 

Y aquella palabra que implementaste días atrás para describir a Bakugõ y todo lo que te hizo sentir todo este tiempo; no tuvo su error, ya que así lo emanaba a través de su mirada y potenciaba el ambiente único entre los dos.

Te observó ante cada cantó que vociferabas con dulzura, y reflejó en su mirada un sentimiento que ni él mismo podría saber cómo describirlo o cómo llamarlo.

El declive de tus extremidades se potenció cuando ladeaste la cabeza y chocaste contra su mirada, la que determinó el vuelco en tu estómago y el revoloteo de tus emociones internas. Agradeciste estar sentada cuando no rehuiste de él y aceptaste el lazo que sus ojos formaron mientras continuabas cantando. Cantándole.

Apreciaste la suavidad en su carmín, junto al movimiento de sus brazos al formar la percusión contra la banca, y que entonó una conexión entre ambos que, como mejor podían hacer, solo entre notas se lograron entender.


—₊✧‧₊˚✧.


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