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De _louisyharry

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Louis Tomlinson siempre ha querido ver un vampiro. Los vampiros no quieren que nadie los encuentre. Por culpa... Mais

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VII
VIII
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XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
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XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV (Final)
Epílogo
Todo aquel resplandor

XXIX

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De _louisyharry


"Te buscaré, ¿si?".

Su cabeza repetía la frase como un mantra. ¿Harry realmente estaba allí, sentado enfrente suyo y acariciándole la mejilla, o sólo era lo que su mente influenciada por el alcohol más deseaba en la vida? Alzó su mano para comprobarlo, y la llevó hacia donde la de Harry tocaba con firmeza la piel de su rostro. Se atrevió a entrelazar los dedos, pero nada se disolvía debajo de su tacto. Era real.

—¿Podemos salir de aquí? —preguntó, su voz saliendo como un susurro.

El vampiro pagó la cuenta antes de que Louis pudiera siquiera levantar la cabeza. El camarero sonreía en dirección a ellos, sin notar la expresión en el rostro del joven humano. Decir que se encontraba petrificado era subestimar la avalancha de sensaciones que arrasó con su cordura en pocos segundos.

¿Habrían cambiado las cosas? ¿Podría ponerse de puntitas de pie, como solía hacer, y besar a Harry en los labios con la desesperación que su cuerpo le pedía, o ya no era adecuado hacerlo?

Lo hubiera hecho gustoso, de no ser porque la mano del vampiro lo guiaba apoyada en su espalda baja. Viéndolo bien, iluminado bajo la luz de la luna llena —ridículamente cliché—, se sintió igual de indefenso que años atrás. Había alcanzado a Niall en altura, ¡A Niall! Pero con Harry, seguía viéndose pequeño en comparación.

Harry frenó sus pasos antes de cruzar la calle y Louis, por inercia, hizo lo mismo. La luz de un farol de la calle iluminaba medio rostro de Harry, lo cual incrementaba las ganas de Louis de apartar aquel lío de emociones en su interior, que se manifestaba como una bola de nieve cayendo de una montaña en crecimiento continuo, y alzar los brazos para tocar esos duros hombros con la punta de los dedos; quizás olfatear su cuello y buscar allí un rastro de perfume que quedase impregnado en sus fosas nasales por si algo sucedía, por si este era otro de los sueños recurrentes de cada noche.

Pero, por otro lado, estaba alterado. Harry podía darse cuenta y se notaba en su ceño fruncido y su labio inferior atrapado entre sus dientes. ¿Siempre habían sido sus labios de aquella tonalidad de rojo?

El alcohol lograba que sus prioridades se alborotaran.

—Tenemos que hablar —logró articular. Las palabras tardaron en salir y costaron.

—Sí.

—Harry.

Al parecer, el vampiro tenía alguna vaga idea de su lugar de residencia, a juzgar por la forma en que comenzó a guiarlo para cruzar la calle.

—Dime.

Era tan serio, de un momento a otro.

Louis se olvidó de aquello que iba a decirle. No estaba seguro de que valiera la pena.

En su lugar, solo murmuró —Mi casa está aquí arriba.

—Lo sé.

Sus piernas se enredaron al caminar. Las llaves estaban en su bolsillo trasero, pero no podía alcanzarlas porque el agarre de Harry era demasiado firme.

—Dios, estoy borracho.

Harry no respondió, pero hizo el trabajo de abrir la puerta del edificio para él.

—¿Qué piso? —le preguntó cuando subieron en el ascensor.

—¿Eso no lo sabes? —Louis intentó bromear, aunque sus palabras no eran más que un susurro—. El cinco.

El ascensor hizo un sonido al pasar por cada uno de los pisos, hasta que finalmente se detuvo con un salto brusco. Con una repentina timidez, Louis guió a Harry a través del pasillo hasta la puerta principal del departamento. Batalló con las llaves, pero logró abrir antes de que el vampiro siquiera se moviera para ayudar.

—No es muy grande —fue la primera impresión del vampiro, que inspeccionó con sus ojos entrecerrados la pequeña sala. Louis logró hacer a un lado el remolino en su cabeza para quitarle el saco del traje y colgarlo en el perchero junto a la puerta.

—Quítate los zapatos.

Quería gritar. Lo haría, con todas sus fuerzas, pero su vecina de noventa años que vivía justo debajo de su piso no aceptaría ninguna excusa cuando viniese a tocar la puerta enojada. Louis creería que una persona tan anciana estaría tranquila y sorda, durmiendo durante la mayor parte del día u horneando galletas sin cesar. Su vecina no era nada parecida a eso, incluso le hacía recordar a Annette Smith.

Harry obedeció su orden, quedándose parado junto a la pared. Louis estaba luchando contra el impulso de decirle que se sintiera como en casa, porque él debería hacerlo por su propia cuenta.

Con un poco de suerte, el té lo haría sentirse más despierto. Buscó los sacos de té en la alacena, poniéndose en puntas de pie para alcanzarlos. No preguntó cuando llenó dos tazas grandes, e instó al vampiro a beber una.

Louis estaba confundido. Harry actuaba distante y callado, hasta tímido, si no lo conociese. La única diferencia entre la foto en su billetera y la persona sentada en su sofá, era que pestañeaba.

—Di algo —suplicó, soplando el humo que su infusión desprendía.

—¿Como qué? —Una pequeña sonrisa se asomó, aunque Louis podría haberla imaginado—. Estás delgado.

—No es cierto —Llevó una de sus manos a su abdomen, levantando ligeramente su camiseta—, estoy gordo, mira.

—Bebiste demasiada cerveza.

—Un poco.

—Demasiada —enfatizó.

Louis llevó la mano que no sostenía la taza hacia su frente. Harry abrió los ojos al ver que aún llevaba puesto el anillo que le había regalado. Louis lo observó estirar la mano, dudoso, y volviéndola a dejar donde estaba. Cerró los ojos, las cosas daban vueltas alrededor de él. Gracias a Dios, Harry atrapó su té antes de que su mano lo soltara y apoyó ambas tazas casi llenas en la mesa de la televisión.

—Prometo hablar contigo mañana —dijo. Su voz se escuchaba seria y penumbrosa. Una vez de pie, el vampiro levantó al humano sin mucho esfuerzo en sus brazos—. Tienes la piel muy pálida y ojeras prominentes, Louis.

—Todavía tienes ese acento extraño cuando pronuncias mi nombre —Se acurrucó contra su camisa blanca, que no llevaba una sola arruga pese al ajetreo—. Solo estoy cansado, y está oscuro. No puedes ver bien mi piel.

Harry estaba frío y su pecho vibró cuando habló de nuevo.

—¿Cuál es tu habitación?

—Mm, la segunda puerta del lado izquierdo.

Asintió. Sus pasos eran largos y no le costó mucho trabajo llegar. Abrió la puerta y echó un vistazo a su alrededor: todo estaba bastante ordenado, aunque la cama estaba algo deshecha. La luz de la luna entraba por la pequeña ventana e iluminaba lo suficiente como para que pudieran ver y no tropezar. Harry se encargó de dejar a Louis encima de la cama y acomodó las sábanas que estaban desordenadas en el final de ésta.

—¿Por qué... —balbuceó, reacio a soltar los brazos del vampiro. Si estuviese sobrio, probablemente se golpearía en la cabeza; estaba actuando ridículo— tanto?

Harry le acarició la mejilla.

—Mañana hablaremos —Lo besó en la frente—. Espero que no te moleste dejarme dormir contigo hoy.

Louis sonrió con los ojos cerrados.

—Tú no duermes.

—Sabes a qué me refiero.

Con un asentimiento breve con la cabeza, Louis levantó las sábanas. Harry se quitó la camisa rápidamente y la dejó en algún lugar del suelo, sin importarle demasiado. El calor corporal de Louis envolvió el cuerpo helado del vampiro y sintió su piel erizandose. Era frío, pero contradictoriamente cálido. Cálido de la forma en que lo extrañaba, cálido al saber que no se trataba de un sueño. Harry se acomodó mejor en el espacio entre sus piernas y apoyó su cabeza, que ahora tenía largos cabellos que terminaban en rizos, en el pecho de Louis, tal como solía hacerlo.

~

La sangre estaba por todas partes. Tal vez era una exageración, pero Harry podía olerla y estaba volviéndolo loco.

Harry tenía autocontrol. Él no había probado la sangre humana desde hacía un largo tiempo —décadas, siglos—. La última vez, se juró a sí mismo que sería la definitiva. Pero estaba en su ser, cuando el aroma dulce entraba en sus fosas nasales, necesitarla instintivamente. Sus pupilas se agrandaron, dejando una simple línea verde rodeandolas. Louis dormía con el ceño fruncido y la hemorragia en su nariz brotaba como una catarata de color escarlata.

Sabía que tenía que alejarse lo más posible para evitar cometer errores. Escapar por la ventana o actuar como un humano común y corriente y salir a buscar ayuda. Louis vivía con su mejor amigo, aunque al parecer no se encontraba en casa, por lo que tampoco podía contar con ello.

—¡Louis! —gritó, incorporándose en un solo movimiento oscilante. El castaño se removió, y el aire que ocasionaron las sábanas al ser movidas bastó para sacarle un escalofrío—. Despierta.

—¿Qué...? —dijo, tocando la sangre en sus labios. A esa altura, ya podía percibir el sabor metálico en su boca. Se sentó en la cama, temblando por el frío o por el miedo. Harry cubrió su propia nariz, privandose de su olfato para evitar marearse.

—Por favor, ve a limpiarte. No levantes la cabeza hacia atrás.

—T-tú...

—¡Yo no hice nada, Louis, pero debes detenerlo por tu propio bien!

Louis corrió al baño. No le gustaba que le gritasen, pero Harry tenía razón. No podía imaginar lo difícil que resultaría para él luchar contra sus instintos.

El lavabo se tiñó de gotas rojas que no cesaban. El agua corría y Louis se inclinó para enjuagarse, pero la hemorragia parecía bastante grave. Tardó unos minutos en asegurarse de que se hubiera ido

completamente.

Salió del baño luego de limpiar el desastre y lavarse los dientes. La habitación no se encontraba en mejores condiciones: el suelo y las sábanas blancas tenían manchas que no saldrían con un simple enjuague. Decidió cerrar la puerta con llave, por el momento, ya que el daño estaba hecho y Harry lo esperaba de pie en la esquina más alejada de la cocina.

—Ya —murmuró rascándose el antebrazo, avergonzado.

—¿Se detuvo?

—Sí.

El silencio era cómodo y eso no ayudaba mucho, porque ninguno de ellos quería terminarlo. No obstante, necesitaban hablar. Louis tenía demasiadas dudas y Harry estaba dispuesto a responderlas todas. Aún así, ambos seguían un poco asustados por la peculiar situación en la que despertaron.

Incluso Louis se atrevía a decir que jamás había visto al vampiro de esa manera. Las cosas habían estado fuera de su control, algo que nunca sucedía.

Por su parte, Harry estaba preocupado.

Muy preocupado.

—¿Vamos a hablar? —Louis se atrevió a preguntar, luego de que la guerra de miradas haya terminado por abatirlo. Las pupilas de Harry ya habían vuelto a su tamaño normal, o al menos en su mayoría.

—Perdiste mucha sangre —obtuvo en respuesta.

Presionó sus sienes y caminó dos pasos para llegar a sentarse en el sofá.

—Estoy bien.

—He visto mordidas profundas sangrar menos que eso —replicó el vampiro. Louis asintió, con la mirada puesta en sus manos—. Tu piel se encuentra muy pálida. Deberías ver un doctor —sugirió, sin moverse un centímetro del lugar en donde se encontraba. Parecía no querer dar un paso en falso, y Louis comprendía, a pesar de desearlo a su lado, tan cerca como fuera físicamente posible.

—No es necesario.

—Te llevaré yo mismo —Antes de que pudiese negarse o excusarse, Harry levantó su dedo índice y continuó—, vine solo y dejé a Derek al mando.

—Iré, pero tengo una condición.

—¿Cuál es?

Se levantó con cuidado. Mentiría si dijera que todo su ser no estaba dando vueltas en ese momento. Se sentía enfermo y no podía negarlo porque su cuerpo lo demostraba por sí solo. Se quedó callado por un rato, preparó té para los dos y no abrió sus labios sellados en todo el proceso. Harry dudó, pero terminó acercándose con lentitud. Besó su cabello y acarició su espalda.

Dejando escapar todo el aire en sus pulmones luego de contenerlo por unos segundos interminables, Louis se dio vuelta y lo miró a los ojos.

—¿Dónde diablos estuviste?


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