Conway se acerca un poco al frente y siente un nudo en la garganta antes de hablar.
-Volkov, quiero que sepas que no sólo fuiste mi familia, fuiste parte de mí. Estuviste ahí siempre para mí, cuidando mis espaldas, y yo las tuyas. Desde hace años. Contigo yo dejaba de ser yo y disfrutaba un poco la vida, las cosas podían ser divertidas. Siempre viste por mí. Y sé que ahora lo harás donde quiera que estés -su voz ronca y triste se detiene unos segundos concentrandose en no quebrarse.- Y no sabes cuánto me alegra, que el desgraciado que te hizo esto, la haya pagado con su propia vida... Te voy a extrañar, comisario Viktor Volkov.
Regresa parándose junto al resto del Cuerpo Nacional de Policía y como ellos hace un saludo militar, frente a la tumba de Volkov.
Después del funeral, Horacio se sienta en una banqueta e intenta asimilar su nueva realidad, sin parte de su familia. Conway se acerca y pone su mano sobre su espalda para hacerlo saber que está ahí y sacarlo un poco de sus pensamientos.
-¿Qué pasaría si él aún estuviera aquí? -pregunta Horacio con desánimo.
-Esas preguntas me atormentan cada día. Con todos a quienes he perdido. Pero a veces tienes que entender que no pudo suceder de otra manera, y si pudo serlo; no hay nada que puedas hacer ahora.
En realidad Horacio no sabe si esas palabras lo consuelan o le hacen sentir aún peor y a su mente vienen muchas preguntas.
-¿Y qué hubiera hecho usted diferente con él?
Cree que realmente Horacio no entendió lo que quiso decir. Aún así se quedó en silencio pensando la respuesta.
-Le hubiera cuidado más. Porque en eso le fallé. Era un hijo para mí, y a tu familia es a quien le debes mayor protección. También le hubiese ordenado que se diera la oportunidad de volver a ser feliz, que por ser terco la perdió en esta vida.
Horacio no está seguro de si se refiere a lo que él cree, pero prefiere no preguntar. Lo que dijo le hace caer en cuenta de algo y siente la necesidad de irse en ese momento. Se levanta y sin voltear la mirada camina.
-Me tengo que ir.
-¿A dónde irás?
-Hay algo que debo hacer -responde y se dirige a su auto, sube, ve el GPS un momento y marca algún lugar en él.
El silencio, frío y oscuridad de la noche mientras conduce le traen melancolía y empieza a pensar en cuanto tiempo tardará en volver a ser feliz, si es que algún día volverá a serlo.
Llega al lugar, sale de su auto, saca una caja de madera y camina llevándola consigo.
Se sienta en el muelle sólo bajo la luz que proporciona la luna, siendo reflejada sobre el agua. Pone la caja a su lado y se quita la capucha.
-Qué lindas vistas -suelta un gran suspiro y se siente siente ridículo-. Gustabo, te extraño tanto... Hoy ha sido un día muy duro y tu ausencia me duele terriblemente. Me duele cada día saber que te fuiste pensando que te traicioné. Pero tú sabes que yo nunca te haría algo así. Tu eres mi hermano y hubiera dado la vida por ti. Cuando vinimos a esta ciudad no sabíamos lo que esperar, sólo que fuera toda una experiencia, y mira si lo fue. Queríamos cambiar nuestra vida y así lo hicimos. Llegamos lejos como queríamos Gustabo. Lo logramos -esboza una pequeña sonrisa y se pregunta cómo es que aún tiene lágrimas por derramar.
Después de unos minutos, se seca el rostro con las mangas de su sudadera y saca del bolsillo de ésta un colgante con un cilindro negro que compró hace días. Abre la caja y con cuidado vacía un poco de su contenido en el pequeño cilindro. Lo cierra y lo aparta un momento tomando la caja y vaciandola lentamente dejando que las cenizas que había dentro se las lleve el viento.
Toma el colgante con una mano, lo observa y después cierra el puño llevándolo a su pecho y cierra los ojos.
-Siempre estarás conmigo Gustabo -se coloca el colgante al rededor del cuello y mira al cielo- siempre juntos...
Se queda unos minutos más apreciando las vistas, perdido en sus pensamientos, mirando su reflejo sobre el agua cristalina, notando como una parte de sí ya no está, buscando en su interior, intentando encontrarse a sí mismo. Cuando de pronto escucha pasos tras de sí que se dirigen hacía él.
-Ya vale con seguirnos -dice sin siquiera voltear la mirada.
-Tenía que asegurarme que estarías bien -escucha la voz de Conway.
-Voy a estar bien -contesta a la defensiva.
-No cometeré contigo el mismo error que con Volkov.
Horacio no argumenta nada contra eso, voltea a verlo mientras el mayor se acerca y se sienta a su lado.
-No sabe... cuánto me gustaría dejar el pasado atrás -dice anhelando resignarse a su futuro, cortando un pequeño silencio en el que observaban el paisaje frente a ellos.
-Mira, hay cosas que sólo aprenderás con los años, y te darás cuenta que a veces eso es imposible, y lo cargas en tus espaldas día tras día. Pero escúchame, eso nunca debe poder contigo. Tú debes ser más fuerte que toda esa mierda que vas cargando. Mírame aquí, he vivido el infierno en vida, he visto a la muerte cara a cara incontables veces, y aquí estoy, aguantando hasta el final.
-Es que yo nunca había tenido que pasar por una culpa como esta, siento que nunca podré ser yo mismo, y sé que quizá usted no lo entienda porque no sabe todo lo que pasó pero...
-¿Que fuiste tú quien disparó a Volkov y a Gustabo? -le interrumpe, Horacio le voltea a ver sorprendido y siente un vuelco en el estomago -¿qué te pensabas que yo no lo sabría?
-¿Quién le ha dicho eso? -pregunta entrando en pánico.
-Evans estaba en la obligación de contarmelo todo.
-Me mintió... ella me dijo que le había contado sólo la información que era imprescindible que usted supiera. También me dijo que usted tiraría todo a la mierda si no fuese por mí, porque usted quería cuidarme, ¿eso también es mentira? -pregunta alterado levantando su tono de voz.
-No, no lo es.
-¿Y por qué? Si le pegué un tiro a su comisario y a su hijo, ¿por qué querría seguir protegiendo a alguien que hizo algo como eso? Y sobretodo hacerme pensar que usted no lo sabía -se escucha lo indignado en sus palabras y cómo se le va el aire en ello.
-Porque sé que no lo hiciste por gusto, porque sé lo que se siente eso y sé el duelo por el que pasas. Porque prefiero seguir teniendo que luchar antes que arruinar tu vida o arrastrarte conmigo sabiendo que pude estar ahí para ti. Diciéndote cada puta mañana que el mundo te necesita. Necesita a Horacio. Recordándote cada puto día que tienes que ser feliz. Y aquí estoy, para que cuando estés en el piso hecho mierda, pensando en acabar con todo yo pueda extenderte la mano y hacer que te des cuenta que tienes una vida por delante.
-¿Y por qué yo? ¿Por qué me escogió a mí? ¿Por qué no Evans o Freddy o cualquiera del CNI? ¿Por qué específicamente yo soy una razón para no morir?
-Porque Julia no me perdonaría que simplemente abandone a una persona tan noble como tú, que estuvo dispuesta a dar su vida por mí. Incluso la de su propio hermano. Que lo que hayas hecho por mí no sea en vano, y ahora yo doy mi vida por ti, Horacio.
Al escucharlo, el menor llora como un niño pequeño y Conway lo abraza, sus palabras traspasaron su alma y muchas de sus dudas se disipan en su mente. Aferrándose al abrazo cálido que le hace sentir seguridad, le es imposible parar de llorar.
-Todo estará bien, hijo.
Después de unos minutos Horacio recupera la compostura, se incorpora poco a poco mientras se seca el rostro empapado.
-Conway... usted es como un padre para mí, nunca dejará de ser mi familia, porque me ha cuidado, me ha protegido siempre, hasta el final.
-Aún no es el final Horacio. Tú eres un hijo para mí, y mientras te tenga a ti, cada día lo lucharé con un propósito.
-Usted no me abandonará nunca ¿no?
-Nos comeremos los problemas juntos.
...
Después de pasar varias horas en ese lugar, deciden irse de ahí dejando la urna de madera vacía sobre el muelle.
Suben al auto de Conway y Horacio se siente en un poco más de confianza con él.
-Usted no siente, ¿verdad?
-¿Cómo que no siento?
-Sí, en plan... que alguna de las heridas que ha tenido en su vida haya dañado algo en su cerebro que le quitara los sentimientos.
-¿Por qué pensarías algo así? -responde soltando una carcajada.
-Porque ha pasado por tantas cosas, y jamás le he visto llorar.
-Eso es porque en su momento derramé todas las lágrimas que pude haber derramado en mi vida, pero evidentemente me enojo como cualquier persona, no soy un robot.
-¿Eso eso significa que pase lo que pase en su vida, no va a volver a llorar?
-Afirmativo -responde serio y no le deja dudar a Horacio de ello.
Llegan al CNI y notan que casi está por amanecer. Suben por el ascensor y cada uno va a su despacho sin decirse mucho. Horacio se sienta en su silla y piensa en cómo será su vida ahora. A los minutos ve a Conway pasar por fuera de su despacho dirigiéndose nuevamente al ascensor.
Se plantea si debería seguirlo, duda un momento pero finalmente lo hace. Camina discretamente y aunque no logra verlo sabe que bajó. Así que se dirije a hacer lo mismo.
Baja y ahora no tiene ni idea de a dónde pudo haber ido, camina por el estacionamiento y ve por la parte trasera de éste sin tener éxito. Después de un par de minutos intentando hallarlo, cree que fue una tontería intentar seguirlo, así que se decide regresar a su despacho. Detiene sus pasos y a su mente llega una idea.
Camina al estacionamiento superior y comienza subir el edificio por las escaleras de la parte exterior de éste.
Termina de subirlas y lo ve ahí, sentado en la azotea del edificio, observando el amanecer y nota que no está bien.
Se acerca lentamente a donde él está y lo escucha sollozar.
Se sienta a su lado y no está muy seguro de qué debería hacer. Parece que a Conway no le molesta su presencia pero no le dirije palabra.
Le escucha cada vez más fuerte y Horacio no puede evitar más el no brindarle consuelo de alguna manera, entonces lo abraza.
Conway le corresponde el abrazo y con su cabeza hundida en el hombro del menor, llora amargamente.
-Todo estará bien, papá.