¿En clases no? - DISPONIBLE E...

JamWalker

28M 1.8M 1.9M

Tras su ruptura amorosa, Rachel Lombardo se verá involucrada en rumores que la llevarán a conocer a Mark Harv... Еще

IMPORTANTE
Disponible en físico y digital
Derechos de autor ©
TRAILER
BOOKTRAILER - NUEVA VERSIÓN
1. Su rostro
2. El número
Extra: Inicio | Mark Harvet - 01
4. Un rumor
5. El rumor real
6. ¿En clases no?
7. Un bonito para siempre, o la peor desilusión amorosa
8. ¿Un hijo?
9. El malo
10. Ambos...
11. ilegal
12. La razón 🔞
Detalles y meme
13. Encuentros 🔞
Nota: Libro de Steven y Amy || Dozvert
14. Celos
15. No hay rosas sin espinas
16. Cuñada
17. Discutirlo en la cama
18. Sin locura no hay felicidad
19. Una noticia
20. Compañías...
21. El Adiós
22. ¿Mi dulce chico?
23. Entender...
24. Te quiero a ti, idiota.
25. Roma no se construyó en un día
26. Decide.
27. El muro que nos separa.🔞
28. Candente hoguera🔞
29. Mentales y momentos🔞
30. Un fiel adicto
31. Comparaciones
32. Por cada segundo...
33. Razones
34. La familia
35. Gemelos en acción🔞
36. Culpable
37. Estás aquí
38. Primer día de clases
39. Tan justo a mi vida
Epilogo. Invitados inesperados
Extra I
Extra II - Celos
Extra III. Especial de navidad

3. La llamada

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JamWalker

—Te acabo de enviar su número para que lo guardes —informa mi amiga, conozco sus intenciones y no pasará. ¡No voy a registrar el contacto del señor Harvet y mucho menos escribirle! Vuelvo a negar con la cabeza—. Oh sí, claro que lo harás, Rach.

Menciona, centrando su atención a mi móvil que se encuentra en el suelo, debí soltarlo cuando recibí el mensaje de Jackson. Levantándose de la cama, lo toma. «Solo lo guardaré, quizás un día tengas dudas sobre una tarea y te sirva» Aclara divertida y me encojo de hombros, mientras ella teclea en mi móvil unos segundos y después lo deja en el aire, con la pantalla hacia al frente para que vea el contacto.

«Papucho Harvet»
Leo la identificación con la que ha colocado al profesor de cálculo. Sonrío negando nuevamente con la cabeza. Es Amy, no puedo esperar menos de ella.

—¿Segura que no lo quieres llamar? —Pregunta divertida, volviendo el móvil hacia su rostro. Sé que no lo llamaría sin mi aprobación, pero igual, decido saltar de la cama y arrebatarle el celular. Amy ríe, empezando una fingida lucha en la que coloco más presión ante mi esmero por quitárselo y logro hacerlo—, estoy bromeando, Rach. Aunque sigo pensando que es buena idea.

Sonrío de nuevo ante su locura y en un gesto afectuoso se acerca más para rodearme efusivamente  con sus brazos. Suspiro agradecida por tenerla a mi lado, no sé qué estuviese haciendo ahora sin su compañía. «Construyendo mares en todos los desiertos del mundo, con tus lágrimas» Reniego en mi mente. Y probablemente sí, de no ser por Amy ni siquiera me hubiese enterado de la razón por la que Jackson me terminó. Seguiría pensando que su enojo se debía al comentario del señor Harvet.

—Gracias Am —menciono nostálgica. Ella se aleja un poco para verme.

—¿Me agradeces por darte el número del ardiente Mark? —El tono coqueto e insinuante en el que pregunta me hace entornar los ojos— Vamos, tienes que aceptar que está como quiere. Incluso mejor que Jackson.

—¡Amy Martins! —desapruebo lo que dice, mucho más ante la mención de mi ex, su nombre es lo último que deseo escuchar.

—Acéptalo, Rachel Lombardo —insiste risueña.

—Si, de acuerdo, el profesor Harvet es guapo —decido contestar con sinceridad, aunque no es el momento más oportuno, sé que Amy no parará hasta que lo admita. Y es la verdad, pero es solo eso: Una cara bonita. Ni siquiera lo conozco, no puedo opinar más allá que de su físico y eso no dice nada. He visto muchas personas que por fuera son hermosas y por dentro dan terror. La mirada acusadora de Amy me distrae de mis pensamientos, evidentemente ella espera algo más en mi respuesta—. Oh, espera: El profesor está follable. Es un papucho que ha sido tallado por el mismo Vincent Van Golden o como se llame.

Pronuncio algunos de los cumplidos que mi amiga suele usar para describir a sus personajes literarios favoritos.

—¡Exacto! —exclama sonriente y orgullosa. Niego con la cabeza, uniéndome a su risa. Una que inmediatamente se borra al bajar la mirada a mi mano—. Mierda, Rach...

Extrañada por su repentino cambio de humor, sigo la dirección de sus ojos, hasta encontrarme con mi mano y el móvil que sostengo. Ver la pantalla encendida, mostrando su actividad actual, me hace entender la actitud alarmada de Amy.

«Llamada con: Papucho Harvet»

Joder. No no. Impaciente, intento terminar la llamada de algunos minutos ya, sin embargo, el temblor y torpeza en mis manos torpes no ayudan a mi lucha por colgar. Amy susurra que puede que el señor Harvet ni siquiera esté en la línea, igualmente consternada que yo, me anima a comprobarlo.

—Hola —aclaro mi garganta, llevándome el móvil a la oreja. Amy se acerca para escuchar—. Eh, ¿Hay alguien ahí?

—Señorita Lombardo...

¡A la mierda!

Escuchar la voz grave y profunda del señor Harvet del otro lado de la línea, disparan mis nervios y hace que Amy se aleje, llevándose las manos a la boca, callando su impresión.

—Eh, yo. Señor —¡Mierda, Rachel! ¡Articula una jodida frase bien! Me riñe la voz de mi cabeza—. Tengo que colgar.

—De acuerdo. Y señorita Lombardo... —Él se apresura a responder, impidiendo que termine la llamada—. Es van Gogh.

—¿Disculpe? —Pregunto aturdida y avergonzada sin poder comprenderlo.

—El pintor. Es Vincent Willem van Gogh, no Golden —replica, arrebatándome la pizca de tranquilidad que me queda.

Contengo el aliento. El hombre no solo escuchó mi apellido, también los ordinarios halagos emitidos de mi parte. Lo que me deja en un estado de nerviosismo insuperable. Siendo incapaz de decir nada, le cuelgo. ¿A caso a cada ser humano se le asigna un jodido día adverso? ¿Y este es el mío que no me he enterado? Joder...

Amy hace gestos con sus manos, hablándome, pero lo único que escucho es la presión de mi corazón, acelerando cada sentido de mi cuerpo.

—Lo ha escuchado, ¿verdad? —finalmente logro entender lo que dice. Asiento sin poder creerlo—. Mierda. Rach, lo siento, de verdad, yo no...

—Lo sé, Am —la tranquilizo al verla titubear con nervios, sé que no lo ha hecho a posta—. Lo sé.

—Rach, si piensas mudarte de planeta, prométeme que me llevarás contigo. ¿Ok? —Su broma me hace sonreír.

—Por supuesto que te llevaría, ¿Dime como Joey puede vivir sin su Chandler? —digo abrazándola, siento en su gesto aun el lamento por la llamada—, tranquila. Olvidemos esto, seguro mañana el señor Harvet ni lo recordará.

«Borrón y pendejadas nuevas, ¿no?» La molesta voz en mi cabeza se burla, pero tiene razón. Borrar de mi mente la vergonzosa situación es lo mejor. Si no lo recuerdo, no pasó.

Y con aquel pensamiento logro mejorar mi estado de ánimo, Amy continúa a mi lado, con ella las horas se pasan volando, las penas y desgracias desaparecen... Agradezco tanto tenerla conmigo.
Sin embargo, el momento de la despedida llega.
Al menos me hace feliz pensar que en este semestre coincidimos en la materia de inglés y la puedo ver en clases los próximos días.

—Te amo, llámame si me necesitas —enérgica, Amy se despide—. Y lo lamento otra vez, Rach.

En su marcha Amy logra traer de vuelta el tema e intento evitarlo buscando actividades que me mantengan alejada de la vergüenza que siento al imaginar lo que él señor Harvet debe estar pensando de mi. «El profesor está follable» repite aquella vocecilla de mi cabeza. Ay no... ¿Es un buen día para morir?
«Basta, Rachel» Me riño, obligándome a soltar todos los males.

Horas más tardes recibo mensajes de mamá, donde compruebo que no podrá llegar a casa, su turno en el hospital se extendió... Sé que ella ama lo que hace, de hecho, puedo jurar que es la enfermera más alegre y entregada a su trabajo, pero no termino por acostumbrarme a sus horarios nocturnos, me impiden verla por mucho tiempo

Invadida por la nostalgia, termino de realizar mi rutina y voy a la cama, el cansancio por el extraño día que he tenido termina por alojarse en mi cuerpo, provocando que caiga en un sueño plácido y profundo.
***

Rach, cielo —una voz dulce y reconocida resuena en mi oído. Es mamá—. Tu alarma está sonando. Supongo tienes clases temprano.

—¿Acabas de llegar? —Pregunto al abrir mis ojos y verla con su uniforme, ella sonríe asintiendo—. Prometo que apenas termine mi carrera dejarás de trabajar.

Hablo mientras me incorporo en la cama y la abrazo. Lamento tener que desistir de mis empleos en temporadas de clases, pero es difícil que alguien acceda a mis horarios dispersos de la universidad.

—Por supuesto que sí, mi niña —me abraza con fuerza, haciéndome sentir su gran amor—. Cuando termines tu carrera, aceptaré mínimo doce viajes por año. No menos. Pero por ahora tienes que concentrarte en tus estudios, así que, levántate dormilona o llegarás tarde.

—Así será —sonrío, dándole un último abrazo—. Descansa, querida extraña.

Menciono el apodo que solemos decirnos cuando no nos vemos por algunas horas. Mamá asiente brindándome una sonrisa cansada. Es otra de las razones por las que no me gustan sus turnos en la noche, apenas tiene cinco a cuatro horas en el día para poder dormir.

Recordando el motivo por el que lucho en terminar lo más rápido mis estudios —Karla Lombardo, mi extraña—. Me levanto de la cama animada y al comprobar la hora en mi reloj veo que estoy a tiempo, por lo que, con calma, me ducho y arreglo. Salir de casa cuando mamá hace turnos en la noche es un reto, puedo tomarme hasta diez minutos para no hacer ruido e interrumpir su ligero sueño y hoy no es la excepción.


Con el tiempo justo y el tráfico a mi favor llego al aula de clases, donde todos están sentados en sus lugares, gruño al ver que mis compañeros han seguido el orden de la clase pasada, respecto a sus asientos. «Nuevamente, una clase de maravilla junto a Monique y Crisna» Reniego aceptando que me encuentro en la misma fila que ellas.

—Buenos días, permiso —saludo al entrar al aula, donde pocos compañeros y el profesor murmuran una respuesta.

El solo hecho de escuchar la voz del señor Harvet me pone nerviosa, intento mantener la mejor postura posible, logrando llegar a mi asiento sin demostrar la habilidad que tengo para hacer el ridículo cuando estoy nerviosa.

Ignorar a mis compañeras no es tan difícil, el tema principal de mi mente ahora es la vergonzosa llamada con el profesor. Curiosa levanto la cabeza e inspecciono al señor Harvet, está en su escritorio concentrado en la pantalla de su laptop «Seguro ya ni lo recuerda» Intento animarme.

Regresando mi atención a la clase, saco de mi bolso los materiales a usar, mientras escucho como el profesor empieza a mencionar la lista de alumnos por orden alfabético, alegando que es un método acertado para conocernos e ir identificando nuestros apellidos.

—Castillo Vincent —continúa el señor Harvet avanzando la lista.

Escuchar aquel nombre y de su boca, ¡Otra vez! Me arrebata la calma e inmediatamente las manos me tiemblan, provocando que la calculadora que sostengo se resbale por mis dedos y caiga de sorpresa en la mesa. Aunque el impacto no es tan fuerte, es suficientemente audible para atraer la atención de todos.

¡Maldición! ¿Qué mal yo he hecho para recibir estas cosas? Medito sobre mis desgracias.

—¿Todo bien, señorita Lombardo? —El profesor habla y cuando busco su mirada, me intriga ver la manera en la que sus ojos verdes me analizan con intriga y cierta diversión.

—Si, eh, es solo que...

—Es tonta por naturaleza —me interrumpe Monique, provocando que todos rían. Qué infantil.

—¡Silencio! ¿Señorita Anderson, Le parece bien el burlarse de su compañera de esa manera? —El señor Harvet observa a Monique con el ceño fruncido. Ella rápidamente niega con la cabeza—. Cerelli Laura.

Con evidente mal humor el profesor continúa con la lista de asistencia. Me mantengo inmóvil sin hacer nada más que esperar la mención de mi nombre y cuando pasa, ni siquiera me atrevo a mirarlo, y el resto de la clase mantengo la misma postura.

—Espero hoy también hayan aprendido que copiar ejercicios y fórmulas en sus cuadernos sin antes reflexionarlas es una pérdida de tiempo —el señor Harvet comenta, después de una larga y exhaustiva explicación de la clase—. Les pasaré los archivos utilizados a sus correos.

Mis compañeros empiezan a quejarse e incluso yo tengo ganas de hacerlo. ¿No pudo mencionarlo al inicio de la clase?

—Bien. Si prefieren copiar y pegar en sus cuadernos, en lugar de atender, así se hará —solo basta su comentario para que la clase deje de murmurar—. Tengan buen día. Pueden retirarse.

Aquellas dos últimas palabras me saben a gloria. Poder salir del curso ha sido lo que más he deseado desde que llegué. Sin embargo el debate en mi cabeza por disculparme me persigue. Tomando mis pertenencias camino hasta la salida, pasando por el escritorio del señor Harvet, quien está de pie.

—¿Señorita Lombardo? —Pregunta al ver que lo observo.

—Yo... Eh. Quería hablar con ust...

—Señor Harvet, me ha quedado una duda en este ejercicio —de pronto, tan molesta como siempre, Monique se acerca al profesor, quien junto a Crisna se colocan delante de mi cuerpo.

Reprimiendo un bufido por sus actitudes infantiles, decido marcharme. Quizás lo mejor es no mencionar el tema. Probablemente es una señal para evitar comentar otra estupidez que me avergüence aún más.

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