DAFNE
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Creo y rezo haber escuchado mal.
— ¿Cómo?
— Ha sido en el trabajo, creen que le ha dado un infarto... Me lo acaba de decir mi padre.
Papá está algo raro, las palabras de mi hermana retumban en mi cabeza.
— Tengo que ir a ver cómo está, por favor quédate con Jordina — recojo el móvil y las llaves.
— Claro, ve tranquila — me mira por unos segundos. — Estará bien.
— No le digas nada todavía — asiente y se dirige a la cocina.
— ¡Ala, ¿y ese bocadillo?!
— ¡Valen no, es para Daf!
Llamo a un taxi y sin esperar más voy para el hospital.
٭٭٭
Después de un viaje de nerviosismo puro llego, me planto en recepción y preguntó por mi padre.
— Ha ingresado hace una hora, puedes esperar allí en lo que el doctor sale — asiento.
Espero pacientemente y veinticinco minutos más tarde sale un doctor.
— ¿Familiares del señor Villa?
Me levanto al instante y me acerco a él.
— Hola, soy su hija.
Me lleva a su despacho y tomo asiento.
— Como sabrá señorita Villa, a su papá le ha dado un ataque al corazón — afirmo con la cabeza. — ¿Se toma sus pastillas con frecuencia?
— ¿Qué pastillas? — pregunto extrañada.
— Las que evitan que pase todo esto, para que me entienda.
— No sabía que le habían recetado eso — confieso avergonzada
¿Qué clase de hija soy?
— Que no se vuelva a repetir, le puede pasar algo peor — asiento de nuevo, parece que no sé hacer otra cosa. — Además de ello que evite emociones fuertes, o sino podrá volver a recaer. Si toda va bien le daremos el alta dentro de dos días.
— ¿Le puedo ver?
— Por supuesto, acompáñame.
Me deja en frente de la habitación, entro y me lo encuentro tumbado con los ojos cerrados.
Me aproximo y por fin puedo llorar abrazada a él.
MATEO
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El trabajo podía haber sido el primer paso para volver a acercarme de nuevo a Dafne y, sin embargo, lo estoy haciendo solo en mi habitación.
Buscando la información por el ordenador me llega un mensaje del que menos me lo esperaba.
Wosi
el padre de De está ingresado y
ella lleva toda la tarde en el
hospital, te puedes acercar
a ver cómo está?
yo estoy cuidando de Jor y los
demás no contestan
No me lo pienso dos veces, agarro las llaves y salgo de casa camino al hospital.
Cuando llego pregunto por el paciente y me envían a la habitación doscientos dos, estoy a unos metros cuando Daf sale de la habitación.
— ¿Qué haces aquí? — tiene los ojos rojos, ha estado llorando.
— Me avisó Wos, estaba preocupado.
— Mierda — saca el móvil y se aparta ligeramente de mí.
Lo único que llego a escuchar es el te quiero que le dice ella, pero no pienso mencionarlo.
— ¿Has comido algo desde que llegaste? — pregunto cuando cuelga.
Niega con la cabeza, le agarro de la mano importándome poco las consecuencias y le llevo a la cafetería.
— Gracias — dice mientras coje la taza de café y el trozo de bizcocho.
— De nada, ¿cómo estás?
— Bien — no me mira porque los dos sabemos que no es cierto.
— Dafne.
Se queda callada durante un rato, luego deja la taza en la mesa y comienza a hablar.
— Es mi culpa, nada de esto habría pasado si yo me hubiera dado cuenta de que mi padre estaba mal. Pero no, estaba ocupada haciendo el gilipollas — se seca una lágrima rebelde. — Le ha dado un ataque al corazón Mateo, no sé qué sería de nosotras sin él... — y aquí es cuando rompe a llorar.
Acerco mi silla y la abrazo como si la vida me fuera en ello.
— Está bien Daf, no le ha pasado nada... Estoy aquí contigo, tranquila.
No para y la impotencia me consume, pasamos unos minutos así hasta que se recupera lo suficiente como para apartarse.
— Lo siento.
— No lo hagas, esto no es culpa tuya, que te quede claro — asiente y mira el móvil.
— Debo entrar ya.
— ¿A qué hora te irás a casa? — estoy dispuesto a acompañarle.
— Me quedaré a dormir — dudo en si es buena idea y al parecer se me refleja. — No te preocupes, solo quiero asegurarme de que está bien.
— Vale, cualquier cosa avísame.
Le acaricio la mejilla acercándome a ella, le beso en la comisura de la boca y me marcho viendo más cerca la luz al final del túnel.