Solo de los dos, Christhoper...

By guillermobossia

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Nicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amant... More

PRÓLOGO
Personajes
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Epílogo

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By guillermobossia


No me puedo quitar la estúpida sonrisa del rostro durante el resto de la tarde y menos cuando subimos a la cocina para retirar el pie de manzana antes de que se queme porque ya se ha horneado lo suficiente.

La presencia de Sigrid tampoco es impedimento para dedicarnos miradas y sonrisas cómplices con la intención de recordarle al otro lo que ha sucedido en el sótano. Debo confesar que ese beso ha dejado mis labios palpitantes y deseosos de querer probarlos otra vez. Joder, me siento como un adolescente que se acaba de besar a escondidas con su crush de la escuela y ahora puedo confirmar las palabras de Narel cuando me dijo que un amor clandestino es adrenalina pura y hasta llega a convertirse en ese vicio culposo del que te arrepientes luego de probarlo, pero que deseas volver a disfrutar.

«Y vaya vicio en el que he caído».

Cuando Sigrid sale de la cocina, aprovecho en acercarme a Christhoper y darle un beso rápido que no dura más de dos segundos y que se me hace doloroso porque no sacia mis deseos de volver a caer en ese gusto culposo a profundidad. Chris también lo nota, porque utiliza el tiempo que nos queda a solas para proponerme una cita. O, bueno, eso parece ser. La cuestión es que quedamos para vernos después de la cena porque tenemos pendiente una plática post beso.

Durante toda la cena me mantengo en silencio, hundido en mis propios pensamientos y recreando a cada momento esa escena en el sótano que se me hace eterna. Y como ya es costumbre que no hable mientras ingiero alimentos, papá, Estefano y Sigrid no se percatan para nada de mi ausente atención.

Media hora más tarde me encuentro caminando en círculos por la sala y, cuando el sonido del timbre resuena por todo el salón principal, corro hacia la puerta porque sé que vienen a buscarme.

—¡Yo iré a ver! —exclamo.

Una sonriente Narel aparece del otro lado de la puerta y me hago a un lado para dejarla pasar. Da un brinquito y me toma por ambos hombros para luego zarandearme con efusividad mientras ahoga un grito en su interior.

—Cuéntame todo y exage...

Le cubro la boca con la palma de mi mano.

—Shh... Sigrid está en la cocina.

Ella asiente y le hago un gesto con la cabeza para que me siga hasta el jardín trasero. Estas cosas no son para conversarlas en medio de la casa. A veces, parece que las paredes de esta mansión tienen oídos y el chisme se filtra como el sol a través de las cortinas. Por suerte, a esta hora ya todos están en sus habitaciones descansando o viendo la televisión, sin embargo, no está de más ser precavido.

—Apenas recibí tu mensaje, volé para acá. Me tienes con el corazón en la boca. ¿Qué ha pasado? —inquiere cuando nos sentamos en las sillas que hay frente a la piscina. Desde aquí es difícil que nuestras voces se oigan hasta la mansión.

—Prométeme que no vas a gritar si te lo cuento, ¿vale? —pido.

—Lo prometo. —Se muerde los labios y espera expectante mis palabras.

Al estar con mi mejor amiga, no necesito ningún tipo de protocolos, así que decido soltarlo sin más:

—Christhoper y yo nos besamos.

Como lo prometió, no grita. Solo tiene un sobresalto y se lleva las manos a la boca en señal de sorpresa. Sus ojos se entreabren y aparece una sonrisilla típica de ella cuando las cosas van tomando el rumbo que desea. Por un momento, se me queda mirando para descubrir si le estoy mintiendo.

—Entonces, sí es cierto —expresa con un hilo de voz tras convencerse de que no le estoy tomando el pelo—. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¡Quiero saberlo todo!

—Fue esta tarde, en el sótano. Él estuvo esperando a Estefano, pero como mi hermano se tardó en volver de tu casa, me siguió hasta la lavandería. Allí me confesó que le gustaba. Y sucedió. —Mis mejillas no demoran en ruborizarse ante la mirada analizadora de Narel. Suspiro. Por centésima vez en la noche vuelvo a sonreír como tonto—. Hemos quedado en vernos luego. Seguro no tarda en llegar.

—Ay, no sabes lo feliz que estoy por ti, Nico. —Se acerca y me abraza con mucho afecto. Cierro los ojos y sonrío de nuevo mientras descanso mi cabeza sobre su hombro.

No obstante, mis sentimientos cuando estoy con ella siempre son sinceros y no puedo guardarme nada. Tengo una mezcla de emociones que me generan confusión y pienso que quizá las cosas no salgan como yo deseo.

—Tengo miedo, Narel —confieso en un susurro—. Tengo miedo a lo que se viene. Christhoper es el primer chico en mi vida.

Sus manos empiezan a acariciarme la espalda y es ella quien ahora deja salir un profundo suspiro.

—Es normal, Nico. Todo esto es nuevo para ti y es la reacción más común que solemos tener las personas cuando nos enfrentamos a algo por primera vez. —Se separa de mí y me acaricia el hombro izquierdo—. Solo... confía en ti y en lo que realmente quieres y díselo. Habla con él y coméntale que aún no estás listo para contarle tus preferencias sexuales a terceros. Si quiere entenderte, pues bien. Lleguen a un acuerdo entre ambos y disfruten de lo que sienten. Y si no, solo déjalo ir. No vale la pena desgastarse por alguien que no va a comprender tus miedos.

—Cuando estábamos en el sótano me prometió no decirle a nadie. Le creo.

—También le creo y espero no equivocarme. Por lo que me contaste y por lo poco que me ha hablado Estefano de él, se nota que Christhoper es un buen chico. Y quiero que me mantengas al tanto de todo. Ya sabes que siempre te voy a apoyar en las decisiones que tomes, porque eres como un hermano menor para mí y... —Los ojos se le abren por completo y empieza a golpearme el pecho, desesperada—. ¡Un ladrón! ¡Un ladrón! ¡Nicolás, se han metido a robar!

De inmediato, sigo la dirección de su mirada y me detengo en el tejado de mi habitación. Una figura masculina —que reconozco muy bien— está echando un vistazo a través del vidrio de la ventana. Pero es en vano. El interior se encuentra oscuro, pues apagué la luz antes de bajar a cenar.

—¡Nicolás, has algo! —Narel continúa desesperándose a mi lado y me vuelvo hacia ella para pedirle que se calme.

—Narel, Narel... todo el perímetro de la mansión tiene un cerco eléctrico. —le digo, a la vez que observamos cómo el sujeto saca su móvil y teclea algo en la pantalla.

—No entiendo.

En menos de un segundo, mi dispositivo móvil suena en el bolsillo de mi pantalón y lo saco para enseñarle el mensaje a mi amiga.


Christhoperwood: Abre la ventana de tu habitación.


Con los labios entreabiertos, Narel alterna la mirada entre el móvil y yo.

—Ay, no puede ser más romántico, Nico. —Se lleva las manos al pecho con ilusión—. Tienes a un Romeo subiendo a tu ventana para verte. He empezado a tener envidia. De la sana, por supuesto.

—No puedes negar que mi hermano también tiene lo suyo. —Levanto las cejas—. El hecho de que la persona que te gusta se te declare en un campo de lavanda, es muy romántico. Moriría por vivir algo así.

—No voy a negarlo. Fue hermoso. —Suspira, evocando esa vivencia que quedará en la memoria de nosotros tres y no puedo evitar sonreír. Fui cómplice de aquella sorpresa—. Sin embargo, ahora es tu momento. Vamos, no dejes esperando a tu Romeo allí arriba. Y ya sabes: con todo menos miedo.

Me despido de ella en cuanto llegamos a la sala y corro a mi habitación como si no existiera un mañana. Estoy un poco nervioso por la conversación que vamos a tener, pero seguiré el consejo de Narel. Seré sincero con Christhoper y confiaré en mí, en lo que realmente quiero.

Enciendo la luz y camino hasta la ventana para abrirla. Él me sonríe con timidez desde el otro lado del umbral y le hago un gesto con la cabeza para que ingrese. Cierro la ventana a su paso y corro las cortinas para que no se llegue a ver nada desde afuera.

—Hola —me saluda y, por un momento, creo que tiene la intención de acercarse y besarme. Sin embargo, no lo hace.

—Hola —devuelvo el saludo y me rasco la nuca, nervioso.

Vale, la situación se ha vuelto rara. Parece que ambos no sabemos cómo actuar y, si yo no lograra recordar que hace unas horas nos estábamos devorando la boca a besos, podría jurar que ahora somos dos extraños y nos acaban de presentar como la primera vez.

—¿Qué hacías? Demoraste en abrir —pregunta, cortando el poco silencio que nos ha invadido. Se sienta en el borde de mi cama y decido recoger la ropa limpia y doblada que hay encima para tener más espacio.

—Estuve con Narel en el patio trasero y desde allí te vimos trepar hasta la ventana. Ella creyó que eras un ladrón que intentaba meterse. 

Ingreso al clóset y me pongo en posición de cuclillas para guardar el pantalón jean en el cajón inferior de un armario. Christhoper se detiene en el umbral de la puerta y se deja caer en el marco de esta, con los brazos cruzados y una ceja enarcada.

—Con que un ladrón, ¿eh? —repite y asiento—. Supongo que ya le has contado que soy un ladrón de besos.

Río por lo bajo y quita la mirada cuando volteo a verlo. Se ha sonrojado un poco.

—Es mi mejor amiga. No hay secretos entre ella y yo. —Me encojo de hombros para luego ponerme de pie—. Pero después dijo que le parecía romántico el hecho de que subieras hasta el tejado. Le diste vibras de Romeo.

Ahora es él quien carcajea con suavidad. Coloco el par de polos en sus respectivos colgadores y los ordeno. Todos mis polos están separados por colores. Es una manía que tenemos mi hermano y yo desde pequeños.

—Romeo... Debo aceptar que me gusta. No suena tan mal como ladrón. —Se coloca detrás de mí y descansa su barbilla sobre mi hombro.

«Ya vamos agarrando confianza».

Aprieto los labios para reprimir una sonrisa. Su gesto me recuerda a Nekko, un perrito del albergue que tiene por costumbre poner su hocico sobre mi pierna cuando quiere que le dé comida. Obviamente, Christhoper no se parece en nada a él y mucho menos está hambriento, pero ambos me inspiran mucha ternura con sus acciones.

—Sí, pero no será muy romántico que digamos si resbalas del tejado y caes. Con suerte, tendrás el mismo final de Romeo: muerto. Por favor, no lo hagas de nuevo. Ya te dije que es muy peligroso.

Abandonamos la habitación de clóset, me quito las zapatillas y me siento en la cama, adoptando una posición de indio.

—¿Sabes algo? Me encanta cuando te pones así de mandón porque sé que te preocupas por mí —confiesa y le hago una señal para que se ponga cómodo a mi lado.

También se quita las zapatillas y a diferencia mía, se acuesta, pero a mi misma altura, tomándose su tiempo para acomodarse la almohada en la espalda.

—No me perdonaría nunca si sucediera algo así. No quiero que arriesgues tu vida solo por verme más rápido.

Pone ojos de corderito indefenso.

—Solo quería darte una sorpresa.

—No es una sorpresa si ya hemos quedado en vernos, Chris.

—Buen punto. Pero ya, no te enojes conmigo, ¿sí? —Asiento con una sonrisa de boca cerrada. Se acerca un poco más a mí y rodea mis hombros con su brazo para apegarme a él. Su delicioso perfume endulza mi sentido del olfato y hace que mi cuerpo se relaje—. Por cierto, ¿te gustó el pie de manzana?

—Sí, estuvo muy delicioso. Eres bueno preparándolo.

Niega con la cabeza un par de veces.

—Tengo que darle los créditos a Sigrid. Ella hizo todo, yo solo le ayudé.

—También fuiste parte del proceso. Te corresponde algo de créditos.

—Okey, okey... los acepto con humildad. Sigrid y yo somos un gran equipo.

—Ella es muy amable cuando se trata de compartir la cocina —comento. Puedo notar por el rabillo del ojo que mantiene su mirada sobre mí en todo momento. Siento también la cálida temperatura que me transmite su cuerpo mientras me tiene abrazado de lado. Tengo miles de preguntas en la cabeza y no estoy dispuesto a dejarlo ir esta noche sin que me responda la mayoría—. ¿Y desde cuándo...?

—¿...me gustas? —completa por mí y asiento para invitarlo a responder. Se permite unos segundos para ordenar sus ideas—. Cuando te vi en la barbacoa del 4 de julio, me pareciste muy guapo y no lo puedes negar. Sabes que lo eres. Además, morí con esa camisa blanca que traías abierta en los primeros botones.

—Y eso que fue un outfit improvisado —acoto.

—Para mí estuvo perfecto. ¿Te confieso algo? No pensé que fuéramos a intercambiar más que un saludo.

—¿Y por eso te pusiste nervioso cuando te dije que me gustaba tu piercing? —Río.

—Digamos que no me esperaba un cumplido tuyo.

—Ya veo que no. Pero sí estabas muy bueno con ese outfit negro. Contrastaba muy bien con tu color de piel, con tu cabello... ¿Me dejas tocar uno de tus piercings? —pregunto, incorporándome de golpe. Christhoper asiente, dándome luz verde a que pueda posar mis dedos sobre los accesorios que se lucen en su rostro. Deslizo mi tacto por la superficie del piercing que nace desde el interior del orificio de la nariz—. Es muy delgado. ¿Te duele?

Niega con la cabeza y observa con su mirada las acciones de mis dedos.

—Esa misma tarde, cuando me despedí de todos —continúa contándome—, tú ya te habías retirado y eso me decepcionó un poco. En ese momento pensé que pasaría mucho tiempo para que volviéramos a coincidir. Pero cuando recibí la llamada de Estefano para preguntarme si podía llevarte a Seattle, no lo pensé dos veces. Era la oportunidad perfecta para pasar tiempo contigo.

—Entonces, no fue una ayuda desinteresada —bromeo, haciéndome el ofendido.

—Sí y no. —Hace un mohín y se encoge de hombros—. Siempre estoy dispuesto a ayudar. Suelo hacerlo de corazón y no para pedir algo a cambio. Sin embargo, tenía muchas ganas de verte. Esa fue mi única recompensa.

—¿Y ayudó a saciar tus ganas de verme?

—Claro que sí. Fueron como seis horas juntos, más que suficiente. Aunque en el camino te colocabas los audífonos y me ignorabas.

—No te ignoré. Es solo que no puedo vivir sin música. Si hubiese querido ignorarte, me habría pasado todo el trayecto mirando por la ventana —replico, levantando las cejas para darme el lujo de tener la razón—. Pero a diferencia de alguien —hago énfasis en la última palabra—, no respondo de manera tajante cuando empiezo a mensajear con una nueva persona.

Christhoper ríe y quita la mirada.

—Muy mal el comportamiento de ese chico.

—Concuerdo. Estuve a poco de bloquearlo.

Vuelve a reír.

—Ya, perdóname, ¿okey? No sabía cómo llamar tu atención. —Me apega más a él y despeina mi cabello con su mano libre—. Ni yo sé por qué actué así. Hasta te llamé Puro hueso y luego me disculpé porque sentí que estaba siendo un completo imbécil. La tarde que pasamos en la piscina, cuando me enseñaste tu playlist y luego jugamos Play, lo fue todo. Me di cuenta de que quería pasar más tiempo contigo.

—Igual yo. Empecé a notar que teníamos muchas cosas en común. La música es una de ellas.

—Y eso me encanta. Por eso te pregunté dónde estuviste todo este tiempo que no te conocí. Eso es lo que sentí en ese instante. Mierda, Nico, sí supieras cuántas noches te he pensado antes de irme a dormir. Allí me di cuenta de que moría de ganas de ser más que tu nuevo amigo. —Suspira y trago saliva porque la garganta se me ha secado de pronto. Utiliza la palma de su mano para acariciarme la mejilla y mantener mi mirada en sus ojos—. Quiero intentarlo, Nico. Quiero que estemos juntos. Ser tuyo y que seas mío. Que seamos solo de los dos.

Sonrío con la boca cerrada. Si no supiera que estudia derecho, juraría que se dedica a escribir poemas o guiones para novelas.

—También quiero estar contigo, Christhoper. Pero no sé si esté preparado para iniciar algo. Además, hay cosas que me gustaría plantear primero.

Él frunce ligeramente el ceño.

—Te escucho.

—Si llegamos a iniciar algo, quiero que sea en secreto. Mi familia no sabe sobre...

—...que eres gay.

—Sí, no lo saben. Y no soy gay. Soy bisexual —aclaro—. También prometiste no decirle a nadie cuando estábamos en el sótano. No quiero que se enteren por ahora.

—Nico, la bisexualidad es solo una etapa de transición a la homosexualidad. En unos años te gustarán solo los chicos. —Se encoge de hombros y luego se acaricia el entrecejo con los dedos—. Y pierde cuidado que no pienso decirle nada a nadie. —Su rostro cambia de expresión a una ligera diversión y entrecierro los ojos para pedirle que explique lo que le causa tanta gracia—. Aunque, muero por decirle cuñado a Estefano.

—Lo más probable es que después de que le digas eso, su puño quede marcado en tu cara. —La sonrisa que tiene sobre los labios se esfuma en un abrir y cerrar de ojos—. Estefano es un poco celoso como hermano. Me cuida como si fuera su propio hijo y ya me lo imagino diciendo que eres algo mayor para mí.

—¿Mayor? Nico, tengo veintidós y tú ya pronto cumplirás dieciocho. Te llevo solo cuatro años de diferencia... Y presiento que se le pasará en cuanto vea lo mucho que te cuidaré yo. —Me roba un beso corto y me acerco a él para suplicarle con la mirada que me deje probar sus labios por unos segundos más.

Él la capta.

Es un beso lento a pesar de que hemos estado esperando varias horas para volver a juntar nuestros labios y siento que, al hacerlo, ambos estamos hablando el mismo idioma. Como si todo lo que acordamos entre los dos, quedase pactado. Sin embargo, no hemos llegado a un acuerdo sobre lo tratado hace unos minutos.

—Por favor, Nico, hay que darnos una oportunidad —me dice en un tono suave a mitad del beso. Nos detenemos por falta de aire y las respiraciones de ambos chocan cuando Christhoper junta nuestras frentes. Puedo sentir su aliento golpear mis labios mientras nuestros pechos suben y bajan en un intento de regular la respiración—. No le diremos nada a nadie. Solo seremos tú y yo.

Sonrío con un sentimiento de victoria al saber que entiende y respeta mi posición.

—Está bien. Vamos a intentarlo. —Asiento y sus ojos no tardan en brillar con ilusión—. Pero iremos a mi ritmo. Poco a poco.

Sus labios vuelven a atrapar los míos en un cálido y tierno beso.

—Iremos a tu ritmo, mi Nico —acepta, sonriendo sobre mis labios. Rodea mi cintura con sus manos y me incorporo para quedar encima de él a la vez que doy por finalizado el encuentro íntimo de nuestras bocas.

Cierro los ojos y descanso mi cabeza sobre su pecho. Christhoper no tarda en soltar un largo suspiro y luego deja un beso en mi cabello. Sonrío, aunque sé que no me está viendo, pero quiero quedarme así unos segundos más antes de que regrese a casa, pues estoy demasiado cómodo con la sensación de tranquilidad y paz que me genera el estar junto a él. 


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¡Hola!

En primer lugar, ¡feliz día del amor y la amistad! ❤

Esta ha sido una actualización adelantada para celebrar este día. 

¿Qué les ha parecido el capítulo? Estoy amando los comentarios que dejan aquí y en Instagram. De verdad, gracias por tanta alegría que me brindan a través de sus palabras. 

Espero que hoy la estén pasando súper con sus parejas y amigos. Y si no tienen a alguien, pues pueden pasarla leyendo a Nico y Chris para que les hagan compañía. 

Nos vemos la próxima semana para un nuevo capítulo. 🥺

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