Escucha los latidos de un cor...

By bookswineandpoems

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CANCELADA. Después de trece años de luto silencioso Lan WangJi vuelve a escuchar su propio corazón latir con... More

Introducción
Capítulo 1 - Renaciente corazón ámbar.
Capítulo 2 - Volver a Gusu con él.
Capítulo 3 - Fuego propio.
Capítulo 4 - Qinghe.
Capítulo 5 ― Regresaré.
Capítulo 6 - Escucha los latidos.
Capítulo 7 - Ciudad Yi.
Capítulo 8 - Cinta y un beso.
Capítulo 9 - Revelaciones.
Capítulo 10 - Biblioteca y flores.
Capítulo 11 - LanLing-Jin.
Capítulo 12 - Miedo.

Prólogo.

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By bookswineandpoems

Tirín... tirín... tirín.

Lan SiZhui captó el tintineo de lo que parecían ser cadenas arrastrándose y golpeándose entre sí. El sonido producía una sensación inquietante, hasta espeluznante. Se escuchaba fuerte, se detenía y cada vez que volvían a sonar crujía con mayor fuerza.

Tirín... tirín... tirín.

Era una amenaza lo que se aproximaba, todos lo podían sentir hasta el punto más recóndito de su ser. Como hielo bajando por su espalda.

Tirín... tirín... tirín.

Su corazón se aceleró, más, cuando incluso la Diosa Danzante detuvo su marcha para "mirar" hacia el lugar de donde provenía el tintineo.

Tirín... tirín.

De la oscura espesura del bosque emergió una figura que hizo a todos palidecer y guardar silencio por cortos y eternos segundos.

Tirín.

Lan SiZhui tuvo un extraño sentimiento de melancolía y profundas ganas de llorar.

Lo que había emergido de las entrañas de la noche era un hombre. Tenía los largos y oscuros cabellos desparramados a los costados del rostro. La ropa, de mangas y piernas colgaba desbaratada y del resto del cuerpo se llenaba de suciedad. De tobillos y muñecas efectivamente colgaban pesadas cadenas de hierro, causantes del tintineo.

Y el rostro... El rostro era pálido. No, era más que pálido. Era una tez enfermiza con grietas negras que subían a su cara y que también se escondían bajo su ropa.

Las facciones del hombre pudieran considerarse hermosas pero no había ninguna expresión en ellas, ni en sus labios... ni en sus ojos blancos.

Era un cadáver caminante.

Y por algún motivo desconocido ese cadáver hizo sentir a Lan SiZhui con las piernas temblorosas y el corazón le dolió. Muy muy fuerte.

—¡Es el General Fantasma! ¡Es el General Fantasma, Wen Ning! —escuchó la voz aterrada de un cultivador mayor.

Todos se olvidaron de la amenaza de la Diosa Danzante. Aún si devoraba almas nada en el mundo del cultivo representaba más amenaza que el General Fantasma, el perro fiel del Patriarca Yiling, Wei WuXian. Ése que les podía arrancar el corazón antes de que se dieran cuenta.

Pero, a pesar de que todos temblaban de miedo e inconsciente retrocedía varios pasos, Lan SiZhui no pudo ni moverse ni mirar hacia otro lado. Ése era Wen Ning, el General Fantasma que junto a su amo arrebató cientos y cientos de vidas sin siquiera pestañear y aún con todo eso, tenerlo de frente no le causaba temor.

Pero simplemente no lo entendía.

Había leído sobre él, sabía lo letal y poderoso que el cadáver feroz más fuerte que alguna vez existió podía ser cuando se le comandaba atacar pero, ¿Por qué el rostro inexpresivo de un hombre que había muerto incluso antes de que él pudiera decir sus primeras palabras le resultaba tan familiar? ¿Y por qué en lugar de empuñar con fuerza su espada sentía que se le resbalaba de la mano?

Y sobre todas las cosas, ¿Cómo es que estaba ahí, de pie frente a ellos, cuando debía haber estado convertido en cenizas desde hace trece años?

Según la historia, después del fallecimiento de Jin ZiXuan y antes del asedio en el monte Luanzang tanto él como su hermana, Wen Qing, la más famosa doctora del mundo del cultivo, habían ido a la Secta LanLing-Jin a entregarse a su muerte. Si bien Wen Ning se había descontrolado ambos fueron aprensados y ardieron hasta que sólo quedaron las cenizas. Cosa que fue festejada por el mundo entero.

Así que, ¿Qué en el mundo había pasado para que Wen Ning siguiera "vivo"? Además, ¿Cómo es que había llegado hasta ése lugar cuando sólo obedecía las órdenes de su amo? El que había muerto devorado por sus propias marionetas.

Ninguna de sus preguntas pudo ser respondida. En primera, porque no había quién lo hiciera, y en segunda, por lo que sucedió en una minúscula fracción de segundos además de aterrar aún más a los presentes, los dejó con el mentón pegado al piso, con los pantalones a nada de ser mojados y con los ojos casi fuera de las cuencas.

Un grito resonó. El sonido desigual de una flauta le hizo compañía. Jin Ling estuvo a punto de perder su alma frente a la boca de la Diosa y el General Fantasma atacó.

En un abrir y cerrar de ojos Wen Ning volteó la cabeza de la Diosa Danzante de un solo manotazo y de otro más la dejó sin brazo.

Jin Ling apenas salió con vida, cayó al suelo junto con el brazo de piedra que se hizo pedazos y todos se quedaron solamente observando cómo el General Fantasma destrozaba sin esfuerzo la anatomía rocosa de la misma Diosa Danzante que en pocos minutos había matado a varios cultivadores.

De un momento a otro pudieron observar cómo la Diosa devora-almas yacía debajo de Wen Ning sin la más mínima oportunidad de meter las manos. O mejor dicho, la mano. Y fue en otro brevísimo momento en el que el más famoso cadáver feroz se hizo con una enorme piedra tan alta como un adulto y mucho más pesada que uno y empezó a estrellarla con ímpetu contra el cuerpo rocoso.

Roca contra roca se fue destrozando.

Así como la Diosa Danzante se fue haciendo añicos la piedra que el General Fantasma levantó sin esfuerzo también lo hizo. Y con cada impacto el bosque vibró con fuerza como anunciando el inicio de una enorme catástrofe que pondría al mundo del cultivo de cabeza, otra vez.

En medio de lo que fue la Diosa Danzante, rodeado de rocas, Wen Ning se quedó estático, como si esperara alguna orden para moverse. Cuando el shock se esfumó, y el impulso por salvar sus vidas volvió, las armas que antes apuntaban a la Diosa ahora tenían como objetivo a Wen Ning, pero, sus propias vidas no era la única razón por la cual algunos valientes se animaron a apuntarlo: quién capturara y/o asesinara al perro fiel del Patriarca Yiling ascendería, sin importar su secta, hasta el punto de más alto de la fama y el prestigio.

—¡Enciérrenlo! —gritó un cultivador a viva voz.

Pero lejos de apoyarlo la gran mayoría de los que ahí estaban retrocedieron.

—Compañeros cultivadores, ¡Debemos bloquear su paso para que no escape! ¡Es Wen Ning contra quién estamos enfrentándonos! —volvió a gritar el hombre.

Ahora fue el corazón de Lan SiZhui el que le resonó en las orejas antes de caer al piso. Volteó, preocupado por Wen Ning sin entender por qué, a ver a los cultivadores y pudo notar en los más grandes el reflejo aterrado de experiencias vividas. Quizá, en algún momento fueron testigos de primera mano de los estragos tan grandes que el General Fantasma ocasionó porque aún con la tenue luminosidad de la luna y del fuego que aún ardía a su alrededor observó las caras pálidas y cómo tragaban saliva con dificultad, pocos convencidos de seguir al cultivador a lo que seguro sería una misión suicida.

—¿A qué le tienen miedo? ¡NO ES COMO SI EL PATRIARCA YILING ESTUVIERA AQUÍ! —alzó más la voz intentando animarlos.

Y sus palabras surgieron efecto. Muerto el amo, y Wen Ning sin un poderoso comando de energía oscura impulsándolo, seguramente les daría una oportunidad de someterlo y matarlo.

Lan SiZhui pudo escuchar un murmullo colectivo de aprobación y sintió el cuerpo extremadamente tembloroso.

«¡NO!», gritó dentro de su mente, «No se acerquen, déjenlo».

¿Por qué tenía tanto miedo de que alguien atacara al General Fantasma?

Sentía que la cabeza se le iba a partir en dos. Por una parte tenía que liderar a su equipo contra Wen Ning para salir a salvo de ahí y porque era su deber como cultivador el librar al mundo de cadáveres, bestias, espíritus y fantasmas malditos para que las personas pudieran vivir en paz. Por ende, librar al mundo del General Fantasma era una obligación. Pero, por otro lado, su corazón brincaba enloquecido y adolorido mientras le pedía soltara la espada que traía en su mano y no atacara al cadáver que arrastraba las pesadas cadenas.

Las espadas volvieron a ser apuntadas hacia el General Fantasma. Gran parte de los cultivadores se convencieron con las palabras que el otro había proferido. Sin embargo, la espada de Lan SiZhui jamás lo apuntó y sin su líder dando una orden de ataque, tampoco los juniors Lan lo hicieron. Por lo tanto, cuando Wen Ning movió con maestría las cadenas y dejó a los cultivadores sin espadas en manos, los juniors aún sostenían las suyas, aunque temblorosas.

Después, Lan SiZhui se dio cuenta que todo ese tiempo estuvo sosteniendo el aliento cuando Wen Ning tomó a un cultivador por el cuello.

En otro lado, Lan WangJi se encontraba en Los Pies de Buda esperando a que sus discípulos regresaran. El pueblo era pequeño y reconociendo a los dos grandes hombres del cultivo terminaron por reservarle a ambos una sala donde dispusieron de tés y bocadillos. Todo sin saber la pésima relación que había entre ellos.

Sin querer estar ahí, soportando la presencia del hombre que le terminó por arrebatar al amor de su vida, Lan WangJi decidió salir. Afuera la noche daba un clima agradable. No era cálido, no era frío, era simple y bueno a pesar de la hora. Además, el cielo estaba despejado y la luna y las estrellas tenían un brillo particular, especial. Era la noche perfecta para volver a tocar para el hombre para el que llevaba tocando durante trece largos años.

Llevó la mano al guqin en su espalda pero no lo agarró, sólo acarició el duro material y decidió adentrarse al bosque. Caminó con lentitud pues no llevaba prisa, además, iba observando cómo distintos cultivadores iban y venían intentando capturar demonios malignos o a la bestia devora-almas. Estos mismos, al reconocerlo hacían una reverencia y lo miraban con admiración antes de continuar con sus cosas.

Lan WangJi se detuvo al lado de una roca grande que estaba en el medio de dos altos árboles y aunque no se sentó cerró los ojos como si buscara meditar un poco.

Sin embargo, no le fue posible. Los hermosos ojos cristalinos se abrieron de golpe cuando sintió las fuertes vibraciones atravesar el suelo. Eran claramente a causa de duros impactos. Se elevó hasta lo más alto de los árboles y observó a gran distancia el inconfundible color del fuego consumiendo la vida del bosque.

Se montó en su espada para dirigirse a la zona y a medio camino el suceso más inesperado sucedió.

Lan WangJi perdió el control y cayó de Bichen directo al suelo.

Antes de aterrizar de frente maniobró para caer de pie y sintió un mareó profundo y el corazón explotarle en mil pedazos cuando una conocida melodía se escuchó fuerte y clara por entre la espesura del bosque.

¡Era WangXian! ¡WangXian estaba sonando!

La canción que él escribió para Wei WuXian era repercutida a través de una flauta y aunque el sonido era horroroso y casi hacía sangrar los oídos no había duda de que esa era su canción y sólo dos personas en el mundo sabían de su existencia.

—¡Wei Ying! —susurró lleno de miedo y con la voz en un hilo.

Corrió.

Lan WangJi se olvidó por completo de las reglas y corrió. Corrió lo más rápido que sus largas piernas le permitieron. Esquivó la maleza y las ramas de los árboles y siguió corriendo mientras el nudo en la garganta se formaba y lo atenazaba.

Conocía esa sensación, la conocía a la perfección porque estuvo conviviendo con ella durante más de trece años. Estaba a nada de llorar y no sabía si era de miedo o de emoción.

—¡WEI YING! —gritó con fuerza en la oscuridad.

Tenía que ser él. No había manera de que alguien más pudiera tocar esa canción porque sólo a él le pertenecía y a él se la había tocado cuando estuvieron encerrados juntos en la Cueva del XuanWu. Tenía que ser Wei WuXian.

Debía ser Wei WuXian.

Sin importar lo habilidoso que fuera el miedo se tragó su compostura. Estaba temblando tanto que trastabilló un par de veces y terminó golpeando varios árboles con las manos, haciéndolos crujir por el impacto.

Estaba perdiendo el control sobre su fuerza y sus emociones mientras más se acercaba porque la melodía se hacía más intensa y con esa intensidad penetraba la cabeza de Lan WangJi que estaba a un paso de entrar a la locura.

En el estómago, podía sentir como si algo pesado se le hubiera colocado. Sobre la nuca, podría jurar que le habían quemado con hierro porque había un calor avasallante ardiendo. En los brazos, la sensación de miles de hormigas caminando y picando. En las piernas, los músculos se contraían ante las grandes e inhumanas zancadas a las que estaban siendo subyugadas.

Y en su corazón, la esperanza que durante eternas noches fue y vino se había instalado tan dura y tan sólida que parecía burbujear y brillar.

«Wei Ying, Wei Ying, Wei Ying».

Mientras más se acercaba su respiración se iba descomponiendo más y más y más y...

Se detuvo de golpe.

No era Wei WuXian, no era su Wei Ying.

No era su cuerpo pero era él.

Era el joven amo Mo XuanYu. No, era su cascarón y adentro estaba el alma más bella, más luminosa que alguna vez existió y ahora lo podía.

El alma que le pertenecía al hombre de colores grises.

Al que le robó el corazón.

Al que le lloró.

Wei Ying.

Su Wei Ying.

Al que protegería con su vida y con el que caminaría sobre el puente de un solo tablón en la oscuridad.

El mismo que estaba tocando su canción y aunque sonaba de la manera más espantosa, distorsionada y estaba a dos segundos de reventarle los tímpanos para Lan WangJi jamás había sonado tan viva, tan llena de color.

Hasta que vio a quién se la estaba tocando.

El fuego que antes le hubo quemado la nuca se acomodado sobre su pecho, haciendo arder cada parte de su ser y sintió las orejas tan calientes como unas brasas al rojo vivo.

«¡No!», rugió en su interior.

Esa canción era sólo para él, no para alguien más. No para otro hombre. No para Wen Ning.

En segundos se vio a sí mismo chocando contra el cuerpo de Mo XuanYu. Tenía que detenerlo. Tenía que sacarlo de ahí.

Sujetó su muñeca y ejerció presión haciendo que la melodía se detuviera. Los murmullos se incrementaron de golpe y así también el pulso de Lan WangJi volvió a enloquecer.

Sabía que Wen Ning estaba a unos cuantos metros pero ni siquiera lo miró. Él no importaba. Nadie más importaba.

Importaba solamente el dueño del par de ojos grises que se habían dignado a verlo y ahí lo terminó de confirmar

Era Wei WuXian.

No era su cuerpo, no eran sus ojos de un gris más luminosos, no era su boca de donde alguna vez probó el elixir más delicioso, pero esa mirada, esa forma de mirarlo... sólo le pertenecía a una persona. Sólo él era capaz de verlo de aquella manera tan bella, tan única, tan llena de todo.

Quería arrodillarse, abrazarlo, pedirle perdón y decirle lo mucho que lo amaba y lo tanto que lo había extrañado.

Quería hacerle saber lo arrepentido que estaba por no haber sido claro, por no haber sido valiente, por no estar de su lado y protegerlo hasta que su propio aliento se esfumara por completo de su cuerpo con tal de que él estuviera bien, porque lo amaba.

Porque lo seguía amando.

Por el cielo, por la tierra y por su propia alma juraba que lo amaba como nadie nunca pudo amar a alguien más.

El nudo en la garganta se apretó más y no sabía si Wei WuXian estaba temblando o era él el que tiritaba con tanta intensidad.

Estuvo a punto de pronunciar su nombre pero la mirada de Wei WuXian se apartó de la suya y la flauta fue besada de nueva cuenta por sus labios. WangXian volvió a sonar y la presión sobre la muñeca del cuerpo de Mo XuanYu se volvió más fuerte, haciendo crujir la extremidad y ocasionando que la flauta improvisada se impactara contra el suelo.

Wen Ning desapareció. A Lan WangJi tampoco le importó.

Wei WuXian lo miró. Wei WuXian lo tocó.

Y Lan WangJi juró mientras se perdía en su mirada que le daría todo, hasta su alma, si así él lo quería. Estaría a su lado como su amigo, como su colega, como él lo quisiera. Sería su confidente, le compraría todas las botellas de Sonrisa del Emperador que quisiera y toda la comida picante y las raíces de loto que gustara comer.

Todo con tal de verlo sonreír y reír

Todo con tal de escucharlo bromear.

Todo con tal de escucharlo pronunciar nuevamente un «Lan Zhan».

Todo con tal de que fuera feliz.

Un gris intenso chocó con un ámbar cristalino y a partir de esa mirada un nuevo destino surgió.

En el Receso de las Nubes el guqin dejaría de reverberar por un alma perdida y un Jade volvería a la vida... Volvería con su vida. 


Fragmento extraído del fanfic Recuerdos impregnados del primer amor, Capítulo 9 — Reencuentro. Final.

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