Cuando te coma el lobo - *CO...

By Soniammad

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Sky a menudo atraviesa el antiguo terreno abandonado entre Havenfield y Millerfort para ir a ver a su abuela... More

Sinopsis - Red Tales 6
Prólogo
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Epílogo

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By Soniammad

Aviso: El capítulo empieza con una escena que puede herir sensibilidades. Pongo una señal cuando finalice, por si queréis saltarosla.

*****

Deacon

Aquel día mi pesadilla era muy diferente. Para empezar, por primera vez sabía que era una pesadilla. Quizá porque el ambiente era muy diferente del habitual. Estábamos en la discoteca y no en medio del campo de batalla. Jenkins estaba a mi lado apoyado en la barra, mirando hacia la pista con una sonrisa.

Yo le imité, para ver a Sky bailando con Ashley. Ambas reían divertidas, rodeadas por los perros. Poseidón también estaba allí, aunque era el único que no miraba a las chicas. Su vista estaba clavada en mí.

―Él también te culpa ―me dijo Jenkins.

Y cuando me giré hacia él, vi su rostro ensangrentado y su cuerpo mutilado. Me aparté un paso, impresionado, y él tosió, lanzando un chorro de sangre que me manchó la cara.

―Fue culpa tuya. ¿Por qué no me salvaste?

―Jenkins... ―murmuré desesperado―. Lo intenté, pero te fuiste demasiado rápido y solo... Lo siento. Lo intenté de verdad...

―Mira, necesitan tu ayuda.

Un sonoro clic llamó mi atención entonces. Me giré conteniendo la respiración para ver qué pasaba. Ashley y Sky habían dejado de bailar y ambas me miraban aterradas. Bajo sus pies había sendas minas. Corrí hacia ellas, pero Poseidón se me lanzó a la cara, convertido en una masa de babas y dientes y yo me caí de espaldas en un intento de defenderme.

Le golpeé con el puño, tenía que llegar hasta las chicas, tenía que salvarlas. El perro soltó un quejido y cayó a un lado. Su cuerpo de pronto estaba hecho pedazos y cubierto de sangre. Me arrastré por el suelo hasta las chicas, procurando no mirarlo.

―No os mováis, os sacaré de aquí ―prometí.

Traté de escarbar para ver la mina, tenía que saber cómo era para poderla desactivar. Había muchos tipos diferentes. Jenkins, empapado de sangre y sin un brazo, una pierna y con la mitad de la cara destrozada, se arrodilló a mi lado sobre su única pierna y negó con la cabeza haciendo un chasquido repetitivo con la lengua. El suelo de cemento no cedió ante mis manos, por más que arañé desesperado.

―¡Si sabes algo dímelo, Jenkins! ―le grité levantándome para encararme a él, que seguía negando.

―No podrás desactivarlas. Si eres rápido a lo mejor puedes salvar a una...

Sabía lo que sugería: podía meter mi mano debajo del pie con cuidado y sujetar el botón. Pero estaban lo suficientemente lejos la una de la otra para que no pudiera sujetar las dos a la vez. Eso significaba que una saldría de allí, la otra no.

―Tranquilo, Deac. Está bien ―me dijo Sky, mirándome con las mejillas empapadas de lágrimas.

La quería tanto que no había forma de que la dejase allí, a merced de aquella cruel broma. Me giré hacia mi hermana, que lloraba desconsolada, con las manos cubriendo su cara.

Tampoco podía condenarla a muerte solo por haber tenido la mala suerte de acabar en mi vida. También la quería muchísimo. Era mi hermana, pero no solo eso, en aquel tiempo había llegado a considerarla alguien muy importante para mí.

Me estaba salvando poco a poco. Ella y Sky me estaban sacando de mi pozo oscuro. ¿Cómo iba a perder a ninguna de las dos? Volvería a caer al Infierno. Miré a Jenkins, que seguía negando con la cabeza.

―Ayúdame ―supliqué.

―¿Cómo tú me ayudaste a mí? ―se burló―. No, Deac, tienes justo lo que mereces.

Me dejé caer de rodillas al suelo. No podía elegir y no iba a hacerlo. No podía matar a mi hermana ni a la mujer que amaba. Porque amaba a Sky. Ni siquiera me lo había querido creer hasta ese momento, pero ella era lo único que me había mantenido cuerdo en Millerfort.

Sus bromas, su risa, el deseo de volver a verla, el preguntarme qué se le ocurriría a continuación... Pero estar conmigo, sería vivir subida siempre sobre esa mina, esperando que todo estallase, porque yo era incapaz de proteger a nada ni nadie.

―Deacon, despierta... ―me ordenó Sky, dando un paso hacia mí.

―¡No! ―Traté de sujetarla, si se movía explotaría.

*** Fin del contenido sensible ***

Y entonces todo cambió bruscamente a mi alrededor. Estaba en una habitación desconocida y Sky estaba en el suelo... No, era mi nueva habitación y ella se sujetaba la mejilla con gesto de dolor. Salté al suelo a su lado y la sujeté sin entender qué había pasado.

―¿Estás bien? ―pregunté.

―Sí, tranquilo.

Apartó la mano y vi la marca en su mejilla. No parecía grave, pero... Entendí lo que había pasado entonces. Yo la había golpeado mientras dormía. Por si no era suficiente estar conmigo por mi inestabilidad, debía sumarle que no podría dormir a mi lado sin peligro.

Y tomé la decisión que había sido incapaz de tomar en el sueño.

No podía echar a Ashley de mi vida, porque no tenía dónde ir. Así que contendría la mina de Sky con mi mano. Iba a sacarla de mi vida para ponerla a salvo.

―¿Por qué estás aquí, Sky? ―pregunté con toda la frialdad que pude reunir teniendo en cuenta lo mal que me sentía.

―Vine a traerte, borrachín ―se burló―. No veas lo cariñoso que te pones cuando bebes.

Tuve que mirarla mejor, tratando de imaginar cómo de cariñoso me había puesto. ¿Me había pasado con ella? No era raro, me moría por hacerle el amor. En mi estado vulnerable quizá me había pasado de ansia. Otro motivo para echarla de mi vida.

―Aunque quizá tu coche no opine lo mismo ―siguió.

Sujetó mi mano para que me viese los nudillos ensangrentados. ¿Qué le había hecho al coche? Miré unos segundos de más la sangre. Había manchado el tatuaje de los perros y las chapas militares de Jenkins. Sin duda, aquella era una señal de mi amigo.

―Quiero que te vayas, Sky ―pedí, saliendo para abrirle la puerta del dormitorio.

―¿Eres de esos que echan a la chica la mañana después? Porque podríamos acostarnos antes de que me des la patada ―trató de bromear, pero me pareció nerviosa.

―Tengo ganas de follarte, Sky, pero empiezo a cansarme un poco de la parte de la conversación ―mentí. Aquella era mi parte favorita. Quizá el sexo fuese genial, no lo sabía, pero el resto era increíble. Sin embargo, tenía que protegerla de mí―. No merece la pena. No quiero salir con tus amigos, ni buscar disfraces, ni seguir jugando a las casitas.

―Mientes. ―Apretó los dientes para controlar el temblor. Saber que la estaba haciendo daño me dolió muy adentro―. Anoche decías que necesitabas saber que estaba bien...

―¿Y por qué crees que miento ahora? Trataba de metértela, Sky, pero para ser tan descarada, parece que tienes pegamento entre las piernas....

―Estás asustado, lo entiendo, pero te estás pasando mucho, otra vez, Millerfort. Y puedo perdonarte una vez, pero mi paciencia también tiene límites.

―Pues muy bien, será por tías... Hasta tu amiga estaría dispuesta a... calentar mi cama.

―Ya. Yo creo que te estás portando como un niñato cobarde y asustado. ¿Quién es Jenkins? ¿Qué te pasó en la guerra? ¿Qué te da tanto miedo? Aquí no hay ninguna guerra, Deacon. Estoy a salvo, no tienes que preocuparte por mí...

Me estremecí ante sus palabras, parecía que podía leerme la mente.

―¿Quién dice que me preocupe por ti? ―me reí con crueldad―. Precisamente estoy cansado de fingir que lo hago.

―Pues muy bien. Ya te arrepentirás de esto. Alejar a la gente que se preocupa de ti no es sano. Acabarás solo y entonces te arrepentirás.

Salió de casa dando un portazo y dejándome completamente solo. Y hundido. Me lo merecía, sin duda, pero me sentí como un gilipollas. ¿De verdad había hecho bien? Sin duda era lo mejor para ella, pero ¿qué pasaba conmigo? Dolía horriblemente.

-o-o-o-

Sky

Estaba tan cabreada que ni pensé dónde estaba yendo. En teoría me iba a Millerfort, pero estaba tan enfadada que me di cuenta a medio camino de Havenfield y ya no iba a meterme otra vez en el terreno de Deacon. Ares me alcanzó poco después y yo frené un poco para ir a su par. Necesitaba el consuelo de su presencia.

―Es un idiota. Y no se lo cree ni él. Si piensa que me engaña con esas mierdas... Pero le va a perdonar su madre... Mierda. ―Me mordí el labio, incómoda por la referencia a su madre muerta―. Su padre, lo que sea. Ya puede suplicar. Esta vez va listo. ¿Cree que soy tonta? ¿Qué me voy a creer sus estupideces? Primero me dice que no quiere que me pase nada y luego que solo quiere metérmela. Como si yo le hubiera impedido que me la metiese... Si estaba deseando que lo hiciera, mientras él se controla como si le fuera la vida en ello...

El animal no me respondió, claro. Entré en casa de mi madre con el perro aún detrás de mí. Esta vez, pese a las duras palabras de Deacon, no conseguí llorar. Quizá porque no me lo creía. Tarde o temprano se arrepentiría. Y quizá fuera tarde.

―¿Y ese perro? ―me preguntó mi madre.

Estaba con una bata raída y un cigarro encendido entre los labios. Además, tenía un café en la mano y cara de resaca.

―Es mío ―repliqué sin ánimos.

―¿Estás bien? ¿Saliste hasta tarde?

―Sí, estoy teniendo la peor resaca de mi vida ―reconocí, aunque yo solo había bebido Coca-Cola―. Así que me voy a dormir.

―¿El perro hace algo? Parece que se ha escapado del infierno...

La miré mal un momento y acaricié la cabeza de Ares, que parecía nervioso. De hecho, me pareció que se escondía detrás de mí como si fuera un niño pequeño.

―No hace nada, está muy bien entrenado y es un héroe. Vamos a dormir, Ares.

Me fui con él a mi habitación y di unos golpecitos en la cama para que se tumbase a mi lado. Me acosté, sin molestarme en desvestirme, abrazando al perro. Pero supe que no podría dormir. ¡Maldito fuera Deacon!

Me quedé un rato allí y acabé cogiendo el móvil. Aún podría decirle un rato lo imbécil que era. Sin embargo, vi el número de su amigo Clev antes, y me lo planteé un segundo. Si Deacon no iba a ser sincero conmigo, no estaba mal que otro lo fuese. Le llamé sin pensármelo más, además, había sido él quien insistió en que guardase su número.

―¿Qué pasa, guapa? ―preguntó enseguida.

―¿Quién es Jenkins? ―solté del tirón.

Ares alzó la cabeza y lloró, apoyándose mejor en mí. Le acaricié la cabeza, sorprendida por su reacción. ¿Había reconocido el nombre?

―Mierda, ¿qué ha pasado? ¿Ha estallado al fin?

―¿De qué hablas? ―pregunté confusa.

―Tu tono no es de preocupación, sino de enfado. Y que menciones ese nombre... Deacon se ha estado guardando todos sus sentimientos desde que pasó, joder. Le dije que fuera al psicólogo. Se pensaba que por adoptar a los perros de Jenkins y jugar a las familias felices con su hermana iba a superarlo. Pero no es tan fácil. ¿Qué te ha hecho?

―Nada. Dejarme.

Me acaricié la mejilla dolorida. Mi madre ni se había dado cuenta, así que no debía ser mucho, pero me quemaba un poco. Tampoco le culpaba de eso, en realidad, había sido un accidente, estaba dormido. Sería estúpido echarle la culpa. Del resto sí que la tenía, sin embargo. Capullo.

―Joder, Sky, lo siento mucho, de verdad. Dale tiempo, se arrepentirá. Jamás había visto a Deacon tan colado de nadie, ni tan feliz. Pero ha pasado por un trauma muy grande, si te interesa, tendrás que darle espacio. Si no te gusta lo suficiente, déjale en paz, que lo supere a su manera.

―¿Crees que está colado de mí? ¿Qué no quiere solo metérmela? ―dudé.

―Le conozco como si le hubiera parido, Sky. Servimos juntos más de diez años en el ejército. Te quiere muchísimo. Pero aquella noche perdió tantísimo... y está herido de muchas maneras. No creo que ahora mismo sepa querer de alguna forma sana. Tendrás que ser paciente.

Sus palabras me calmaron en gran medida. No era culpa mía, no era que solo quisiera follarme. Es que le pasaba algo más profundo. Y eso estaba bien, de eso podía salir, lo superaría. Lo superaríamos. Por mucho que doliese, por difícil que fuera, saldríamos adelante.

―De todas formas, trataré de acercarme para darle una colleja.

―Gracias ―me reí un poco.

¡Holi!

¡¡Os traigo la portada del siguiente libro!!

Como no ha habido consenso y algunas queríais y otras no, en lugar de poner la sinopsis aquí voy a crear su libro con su sinopsis para que la que quiera lo lea y se haga hype conmigo y la que no no. ¡Podéis comentarme que os parece allí e ir votándola y añadiéndola a las bibliotecas!

¡Nos leemos!

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