Anne Of The Present

By armoniadeamor

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Anne Shirley nació con la aventura tatuada en sus clavículas y las ganas de descubrir el mundo bordadas en su... More

Primera parte
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Segunda parte
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By armoniadeamor

Anne.

—Estoy segura que si le damos sopa de letras a un perro, al cagar saldrán de su culo frases más coherentes que lo que acabas de decir.

Estábamos en la sala al final del corredor, número 6, puerta color burdeo. Lo recuerdo perfecto porque era donde nos reuníamos como centro de alumnos todos los Martes después del primer bloque de clases a colaborar con ideas nuevas, o en el caso de Venus, para decir amablemente cuando no estabamos de acuerdo con algo.

—¡Venus! —la reprendió Aline frunciendo mucho el seño—. No es necesario que se lo digas así.

—Es que no puedo entender cómo alguien puede tener ideas tan imbéciles, de verdad. —volvió a señalar la francesa soltando un suspiro de exasperación—. ¿Te salen naturales o...?

—Vee. —intercedí levantándome de mi silla— No es necesario plantearlo así...

—¿Es una idea imbécil o no es una idea imbécil, Anne? —me preguntó.

Era una idea imbécil.

Pero yo no podía decirlo abiertamente, así que comencé a planear formas más lindas de señalarle a Bryce —el delegado de finanzas— que no podíamos hacer una fiesta por el día del hot dog. No teníamos dinero, cosa que él debería saber por obvias razones, y además...bueno, yo ya no comía hot dog's, así que jamás me mostraría de acuerdo con una idea así.

—Es una idea imbécil. —le dió la razón Roy recostado en una de las sillas del fondo con las piernas sobre la mesa y su famoso dulce en la boca, yo posé mis ojos en él con recelo— ¿Qué? Es verdad.

—Roy. —traté de interponerme entrecerrando los ojos en su dirección, él me arrojó un beso disimulado como respuesta. Por suerte nadie se dió cuenta.

Aline hizo una mueca de disgusto. —¿No podemos decirlo con cariño? No es necesaria tanta mala energía.

—Bueno, cariñosamente te digo Bryce, que tú idea está despojada de inteligencia. —exclamó con falso acento británico Venus—. O en un lenguaje coloquial, que es una mierda.

Moody soltó una carcajada. —nisiquiera sabía que hacia con nosotros la mitad del tiempo, no era parte del centro pero le encantaba venir a estar como chicle en el zapato con Ruby—.

Justamente la rubia salvó la situación. —Quizás podríamos moldearla un poco y a largo plazo...no sé, hacer un festival, ¿un baile o una fiesta tal vez?

—¡Es una idea grandiosa! —la animó Moody con la boca llena de papas y luego apuntó en su dirección, como si hubiera dicho lo más inteligente del universo, los demás también se mostraron entusiastas a su alrededor—. ¡Mi novia es una genio!

—No tenemos ni un peso. —agregó Roy alzando las cejas como si todos fueran estúpidos—. Tuvimos que dibujar nosotros mismos los testículos en las cartulinas para la charla de educación sexual.

—Nosotros me suena a manada —le señaló Diana, y aunque mantenía su normal tranquilidad, nunca la había visto tan seria—, considerando que tú no ayudaste en nada y te dedicaste a mirar como el resto trabajaba.

—A mí me dijo que un testículo estaba quedando más grande que el otro... —susurró por primera vez Bryce, y creo que nunca estuve tan aliviada por salvarme de una discusión.

—¿Viste, princesa Diana? —preguntó Roy dedicándole una sonrisa engreída a mi amiga, cosa que pareció enojarla aún más—. Gestioné que el trabajo se hiciera bien...puedes llamarme controlador de testículos. A sus órdenes.

Estuve casi segura de que lo iba a matar.

Diana abrió la boca con obvia molestia, pero me adelanté al campo de fuego antes de que estallaran los cañones. —No...no vamos a hablar de órganos, ni nada de eso. Volviendo al tema inicial, no me parece una idea tan descabellada, pero tenemos prioridades.

—Gracias, Anne. —me agradeció Bryce con una sonrisa amplia en sus labios.

—No habla de tu idea de mierd... —Aline a su lado tiró de su cabello para reprenderla antes de que pudiera proseguir. La pelinegra puso los ojos en blanco—. De tu idea despojada de inteligencia. Anne habla del baile, o fiesta, o lo que sea.

Asentí, apenada. —Justamente hablo de eso, y retomando lo que quería señalar....no me parece mala idea, pero tampoco una viable, considerando que tenemos varios talleres y mejorías por planear, aún no terminamos ni la mitad de la creación de estamentos, tampoco los protocolos de violencia de género, ni de discriminación arbitraria. —me senté sobre la mesa y me sentí como una mujer poderosa dando un sermón colectivo—. Sé que puede parecer bonito y sumamente romántico, cosa que yo adoraría, pero...no estamos aquí para hacer lo que siempre se ha hecho, queremos cambios de verdad, ¿o no?

Venus chasqueó la lengua. —Creo que estoy enamorada de ti, mujer. Cuánta razón, deberíamos agarrar los vestiditos y quemarlos en...

—Venus. —volvió a interponerse la más sensata de los Gardner—. No quemaremos nada.

Ella bufó. —Aguafiestas.

Lo que siguió de reunión fue igual de intenso, caótico y para nada acorde a nuestra edad. Más ideas disparatadas, más interrupciones sin respetar el turno del otro...Más desorden que no llegó a nada; desde que Sadie y Prissy se fueron a la universidad y Gilbert por ahí, todas las reuniones habían consistido en lo mismo. Y aunque detestaba decirlo, los necesitaba o terminaría sacándome cabello por cabello a tirones.

Las Mini Anne's ya habían empezado en mi cabeza mientras yo caminaba junto a Diana por el corredor a nuestra próxima clase.

Mi amiga me miró de reojo. —Luces...

—¿Fatídica? ¿En decadencia? —pregunté soltando un suspiro dramático— ¿Como una muerta en vida?

—Iba a decir cansada, pero supongo que eso también sirve.

—Exhausta, para ser más precisa. —uno de los libros que tenía entre mis manos dió contra el suelo en un sonido sordo, quise arrojarme de la misma forma de la pura frustración, pero me controlé y sólo lo levanté con un bufido sonoro—. Quiero arrojarme en mi cama a perecer por veinte años, hasta que ya esté en la universidad y todos los problemas del mundo dejen de existir, ¿puedo?

—¿Puedo acompañarte? —sonrió y me rodeó los hombros con una mano—. Entiendo tu frustración, las reuniones no hay ido muy bien, pero eres Anne Shirley-Cuthbert. Es cuestión de tiempo para que arregles todo.

Hice un puchero. —Te quiero.

—Yo a ti. —me contestó posando un beso en mi mejilla, al instante su teléfono comenzó a sonar y se detuvo en seco con gesto preocupado al notar quién la llamaba.

—¿Está todo bien? —pregunté frunciendo el seño y estirándome para poder ver qué era el motivo de su abatimiento.

Pero no pude descubrirlo porque ella movió con agilidad el teléfono lejos de mí. —Nada importante, pero debo contestar, ¿nos vemos en clases?

—Pero... —aunque quise seguir indagando, fue imposible ya que mi amiga antes de poder siquiera completar la frase caminó lejos de mí, pestañeé confundida por su repentino cambio de desplante.

Bueno, Mini Anne's futuramente calvas, otra vez quedamos solas con nuestro estrés.

O durante seis agonizantes segundos, porque el cabello rizado y largo de Roy interceptó mi campo de visión a la distancia. Estaba guardando unas cosas en su casillero, y aunque no podía ver con mucha precisión gracias a la aglomeración de estudiantes transitando los pasillos, si pude distinguir a la perfección que junto a él, apoyado en el casillero de a su costado, había una chica comentándole algo mientras retorcía en sus dedos uno de sus rizos.

Y aunque eso no llamó mi atención de sobremanera, —ya que era habitual hablar con compañeros, o compañeras de curso, después de todo es una escuela— el beso que ella posó en la comisura de sus labios al despedirse sí lo hizo.

Y yo pude verlo en primera fila.

Oh.

No supe como reaccionar ni qué sentir, sólo podría expresarlo como un "Oh, ¿acaba de besarlo una chica con esa confianza justo frente a mí?". Apresuré el paso para que él no pudiera verme, ya que estaba muy consternada y confundida como para decir algo coherente, pero no lo logré.

—Temis —escuché a mis espaldas, cerré los ojos por un momento para darme fuerzas, y aunque realmente no lo deseaba ni un poquito, me volteé con lentitud hacia él, un indicio de sonrisa adornaba sus labios—. No te vi.

Correspondí su sonrisa con falsedad. —Eso noté..eh, estoy llegando tarde a una clase, ¿nos vemos luego?

Me escaneó con la mirada tratando de percibir daños. Siempre hacía eso cuando yo no estaba bien, a pesar de que no se lo hubiese dicho, él siempre terminaba notándolo. —Algo te molesta.

—No es nada.

Tan solo no te entiendo ni a ti, ni a tu mente, ni a tus señales confusas.

—Me viste con Madison Prince, ¿no? —me cuestionó de golpe, yo estuve apunto de atragarme de la sorpresa.

Lo había visto, pero no sabía bien que sentía al respecto, en mi mente había sólo confusión e incertidumbre.

Terminé asintiendo cuando pude recobrar la calma por fin. —Pero no es nada...no debes darme explicaciones por nada, tú eres libre de hacer lo que quieras porque tú y yo, nosotros...nada, y bueno...

—No iba a darte explicaciones. —señaló y yo me sentí como la reencarnación de un payasito, con nariz y todo—. Sólo iba a preguntarte si quieres salir hoy.

—Ah...

—¿Entonces?

Mis pensamientos me habían tragado otra vez fuera de la realidad. —¿Uhm?

Una sonrisa amplia decoró ahora su rostro. —Que si quieres salir, Temis.

—Ah, eso... —solté una risita incómoda—. Eh, sí puede ser. Porqué no, eh...¿a dónde?

No necesitan decirme que parecía una estupida, yo ya lo sabía, pero no podía evitarlo.

Había tenido sólo una relación amoroso antes y Gilbert siempre había marcado el lugar donde estábamos antes de que yo pudiera preguntar. Beso, explicación del porqué nos besamos. Me gustas, tú también. ¿Quieres que sea formal? Claro. Perfecto, vamos a comer.

Todo esto de estar en el limbo sin saber qué significaban los besos y los avances amorosos era totalmente nuevo para mí. Quizás es habitual para la mitad de la población adolescente el dejarse fluir al estar con alguien, pero yo no era lo que se llamaba habitual dentro de los cánones de lo que se esperaría para alguien de dieciséis años.

Había vivido toda mi vida sin la seguridad de absolutamente nada, la necesitaba a esta altura. ¿Quiéres que nos besemos? Bien, pero antes hablemos de nuestros sentimientos o yo estaré confundida y no sabré si ponerle a un árbol tu nombre o no.

—No sé, creo que con Aline veremos una película hoy en casa. —me invitó acariciando con sus dedos uno de mis mechones de cabello—. No puedo asegurarte que sea buena porque la elegirá ella, pero haré pizza. Te digo desde ya, que no hay mejor pizza que la mía, así que si amas un poco tu vida, no puedes perdertela. Créeme, Temis, hablo en serio.

Su contacto fue suficiente para convencerme y dejar de lado toda mi molestía anterior. —¿A las seis?

Al imaginarme la casa de Roy, en mi cabeza se formó la idea de un edificio rojo, negro o gris, con ventanas anchas, todo limpio, aburrido y ordenado. Pero como todo lo que traía ese muchacho consigo, terminó siendo todo lo contrario.

El terreno era amplio, las paredes de la casa eran blancas, de estuco y con acabados rústicos, el techo era más alto de lo que yo jamás había visto y dentro todo estaba sumamente iluminado, además de lleno de vegetación. Abundaban los jarrones, las decoraciones en piedra, los adornos geométricos como la greca en las molduras o dibujos, las macetas en el salón, la cocina, y también en el patio. Todo era blanco impoluto, lo que contrastaba con los todos los detalles pintados, sin excepción alguna, azul océano, aguamarina y cerúleo.

Podría describirla como armónica, natural, sumamente romántica y muy diferente a todas las que hubiera visto en mi vida.

—Mis papás se conocieron en Grecia. —me señaló una vez dentro mientras le ponía la masa salsa de tomate—. Este estilo de casas es muy habitual en las Islas Cícladas, entonces quisieron replicarlo cuando se mudaron aquí por trabajo.

Yo estaba fascinada con cada detalle nuevo y extraordinario que descubría, la cocina tenía una pared de contornos redondeados que incorporaba una hornacina de obra que parecía salir directamente de la pared y en la que habían diversas especies. —Es...extraordinaria, sumamente romántica, parece salida de un libro.

Roy me miró fijo por unos segundos y luego volvió a poner su atención en lo que estaba haciendo. —De romántica tiene poco, se separaron luego de unos años y ahora la casa no tiene ni a uno, ni al otro.

Nunca me había hablado de sus padres. —¿Ellos...?

—Vivo con mi abuela. —respondió al instante, pero su voz no sufrió ningún cambio.

Yo no quise seguir preguntando y me acerqué hacia él. —Esa pizza se ve genial.

Otra sonrisa, creo que me podía comenzar a acostumbrar a ellas. —Y eso que no la has probado, después de eso no volverás a ser la misma, Temis, te lo prometo.

Solté una carcajada ante la seriedad de su voz —Uy, chef Gardner, estás poniendo las expectativas muy altas.

Me guiñó un ojo justo en el momento en el que un cerdo enorme entró en la habitación. —¿Qué...?

Smileyyy. —se escuchó la voz de la rubia llamándolo desde la sala—. Ven aquí, ¡no interrumpas el romanticismo!

Me agaché cuando el animal se puso de espaldas para que le acariciara la panza —hablo del cerdo, no de Roy— y solté otra risita.

El castaño puso los ojos en blanco. —¡Déjate de ver esa telenovela y ven a ayudarme! ¡Se te fundirán las pocas neuronas funcionales que te quedan, Aline!

¡Trabaja, empleado! —le gritó su hermana como respuesta.

Había olvidado contarles que dentro de la enorme extensión habían otros habitantes además de los Gardner, partiendo por el cerdo al que ahora acariciaba, y pasando por culebras, gallinas, erizos, muchos perros, y gatos de todas las edades, tamaños y formas.

—¿Me pasas el queso vegetal? —me pidió luego de soltar una carcajada ronca por la contestación de Aline, yo asentí.

—¿Dónde? —apuntó con la cabeza un mueble a su lado—. Aparta, no puedo sacarlo si estás ahí al frente.

Se movió hacia atrás, pero pude sentir su respiración en mi nuca al pasar entre él y la mesa.

Me estremecí ante su cercanía por unos segundos, hasta que hice el mismo recorrido de vuelta, y Roy me detuvo tomándome de la cintura y reteniendome suavemente frente a él. —Hola.

Sentí que el corazón me daba un vuelco en la caja torácica cuando sus ojos abandonaron los míos para descender hasta mis labios. —Hola..¿ya está lista la pizza?

Qué contestación más ingeniosa, Anne.

Roy sonrió por primera vez mostrándome los dientes y me retuvo con más firmeza, su mirada quedó suspendida a mis labios, pero luego alzó lentamente, muy lentamente, la vista hasta encontrar mis ojos. —Creo que podría tardar un poco más.

Tomé una bocanada de aire, y sentí que mi pecho se aceleraba bruscamente, me obligué a hablar. —¿Por qué?

Vaciló unos segundos antes de hablar y me impulsó más hacia él. —Porque siendo muy sincero ahora tengo más ganas de besarte que de cocinar.

Al instante acunó mi rostro con ambas manos, trazando pequeños círculos con el pulgar sobre mi mejilla mientras me besaba. Y disfruté de esa sensación, de sus labios con los míos, de su cercanía, del momento, hasta que la imagen de la chica, totalmente cercana a él en el pasillo acunó mis pensamientos.

—Espera... —murmuré.

Él rozó mis labios por última vez y se separó de mí despacio. —¿Qué pasa?

—Solo...solo necesito hablar.

Me miró confundido. —¿Justo ahora? estábamos hablando hace un minuto.

No sabía cómo explicarme sin parecer una idiota. —Sí...pero quiero volver a hacerlo, a hablar. De esto...de ti.

—De esto... —repitió con suavidad las palabras tratando de asimilar la situación—. No entiendo.

Me mordí el labio inferior y me alejé de su cuerpo con una sensación de vértigo. Estaba nerviosa, sumamente nerviosa. Y no sabía cómo encontrar las palabras adecuadas sin que sintiera que lo estaba tratando de cazar, —sí, con z, no con s— o que viera esto como una emboscada.

Pero como siempre, las palabras adecuadas jamás llegaron cuando las necesité, así que lo solté sin más. —¿Qué significa esto?

Lo pensó unos segundos. —¿Un beso?

—Sí, pero... —no pude mirarlo a los ojos—. Nosotros, juntos...el hecho de que nos besemos, ¿qué significa?

—¿Te refieres a qué somos? —preguntó mirándome con curiosidad.

Touché.

Asentí sintiéndome como una niña pequeña. —Sé que tú eres espontáneo, y que estás cosas quizás ya no se hablan...y besas a la gente cuando te dan ganas, pero...pero yo necesito saber qué es, y si estos besos con iguales a los demás besos que das y...y soy igual a Madison, la chica de la piscina y las demás.

Me sonrió de lado. —Eres la única Temis.

Yo estaba mostrándome vulnerable y detesté con todas mis fuerzas su respuesta evasiva.

—Olvídalo. —exclamé soltando un suspiro de exasperación y tomé mi abrigo sobre sus sillas—. No sé ni siquiera porqué pregunté. Permiso, iré a Green Gables a cavar un hoyo para enterrarme. Quizás pueda llegar a Grecia antes de que anochezca...

—No, espera. —me detuvo antes de que pudiera ponermelo y me sujetó la barbilla con los dedos—. Perdón, soy un tonto...es sólo que no sé que responderte, porque tampoco sé que significa esto. Sólo se que me gusta pasar tiempo contigo, que me llamas la atención de miles de formas y que tal vez serías una novia grandiosa. Pero no voy a mentirte, yo no sería un buen novio, para nada, no puedo hacer esas cosas ahora.

—Yo nunca hablé de noviazgo. —respondí.

—Ahora no hablas de noviazgo, pero..¿y en unos meses? ¿qué va a pasar si esto se torna serio? Por algo me lo preguntas.

—No quiero algo serio. —confesé, y me sorprendí a mí misma al escucharme hablar con tanta seguridad—. No estoy preparada para algo serio, ya estuve en algo así...y ahora mismo no lo quiero. Sólo necesito que seamos claros, para que vayamos en la misma dirección y no nos dañemos.

Nunca había pensado en no entregar todo de mí en cualquier relación humana o con animales no humanos. Siempre que quería a alguien o compartía mi tiempo con alguien, me entregaba por completo.

Y estaba siendo sincera al decir que no estaba preparada en ese instante para vivir algo de tal magnitud como lo que había sentido por Gilbert otra vez.

Afirmó con la cabeza con lentitud, como tratando de retener cada una de mis palabras. —Yo quiero estar contigo, pero sin presiones.

No lo dudé. —Sin presiones.

Con Roy aprendí otro tipo de amor; el amor a manos abiertas, tanto para dar como para dejar ir. Aprendí a entender que el querer a alguien no significaba creer siempre que será para toda la vida, sino que también existen relaciones efímeras, que vienen a entregarte algo y caminan a tu lado, pero sin planes a futuro, sin expectativas más que la experiencia de amar, sin interceder en el transcurso de tu vida, ya que existe una emancipación completa de la persona a la que amas.

No me malentiendan, no creo que para que el amor sea libre, sí o sí no tiene que ser serio. Para nada, creo que te puedes sentir igual de libre en miles de concepciones diversas del amor y todas son igual de válidas, si son en base al compañerismo y no al apego dañino basado en cortar las alas del otro y su individualidad.

Pero el no esperar nada de algo cambió totalmente mi paradigma —creado por novelas de la época del romanticismo en el que el amor es todo o nada— sobre los tipos de amor que existen, no sólo por su construcción física, sino también su forma de llevarse a cabo.

Creo que Jane Eyre amaba a Rochester, y que Elizabeth Bennet amaba a Mrs. Darcy, pero también sé con certeza que no sólo se ama de forma avasallante y para toda la vida.

Y eso se lo debo a Roy.

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