Vulnerable [PRONTO EN LIBRERÍ...

Door pjmilans

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¡VULNERABLE EN PAPEL!
Advertencia
PRIMERA PARTE
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Treinta y nueve
Cuarenta
SEGUNDA PARTE
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Cincuenta y uno
Cincuenta y dos
Cincuenta y tres
Cincuenta y cuatro
Cincuenta y cinco
Cincuenta y seis
Cincuenta y siete
Cincuenta y ocho
Cincuenta y nueve
Sesenta
Sesenta y uno
Sesenta y dos
Sesenta y tres
Sesenta y cuatro
Sesenta y cinco
Sesenta y seis
Sesenta y siete
Sesenta y ocho
Sesenta y nueve
Setenta y uno
Setenta y dos
Setenta y tres
Setenta y cuatro
Setenta y cinco
Setenta y seis
Setenta y siete
Setenta y ocho
Setenta y nueve
Ochenta
TERCERA PARTE
Ochenta y uno
Ochenta y dos
Ochenta y tres
Ochenta y cuatro
Ochenta y cinco
Ochenta y seis
Ochenta y siete
Ochenta y ocho
Ochenta y nueve
Noventa
Noventa y uno
Noventa y dos
Noventa y tres
Noventa y cuatro
Noventa y cinco
Noventa y seis
Noventa y siete
Noventa y ocho
Noventa y nueve
Cien
Ciento uno
Ciento dos
Ciento tres
Ciento cuatro
Ciento cinco
Ciento seis
Ciento siete
Ciento ocho
Epílogo
Nota del autor

Setenta

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Door pjmilans

~DANI~

Subo las escaleras en silencio y mantengo mi mirada sobre Alejandro, que avanza por el pasillo hasta llegar a la puerta de su cuarto. La abre, se echa a un lado para dejarme pasar y entro a la estancia en la que tantas veces he estado. Es como si pudiera verme a mí mismo sentado en la cama de color blanco con el libro de inglés en la mano y obligándole a repetir de nuevo la lista de verbos irregulares.

—¿Todo bien?

Doy media vuelta y veo a Alejandro cerrar la puerta con una expresión difícil de descifrar. Si no lo conociera diría que está nervioso. Se acerca hasta rodearme con sus brazos y analiza mi rostro con sus ojos negros durante unos segundos para después sonreír.

—Todo perfecto.

De nuevo soy yo el que da el primer paso y lo atraigo hacia mí para besar sus labios con las mismas ganas que el primer día. De inmediato me corresponde y empieza a recorrer mi nuca con sus dedos haciéndome cosquillas. Suelto una risa entre beso y beso y me detengo a observar su preciosa sonrisa. Mi corazón empieza a latir con fuerza y este es el momento en el que algo en mi interior me dice que estoy haciendo lo correcto.

Quieres a Alejandro, más de lo que creías.

Y lo mejor es que él siente lo mismo.

Entonces, ¿qué te impide demostrarle tu amor?

Me separo unos centímetros para quitarme la camiseta y dejarla sobre la silla del escritorio. Esta vez es diferente a ese día en mi casa: no siento vergüenza de que Alejandro me vea desnudo, ni siquiera he dudado en quitarme parte de la ropa ante sus ojos. También me quito la camiseta interior y veo la emoción en su mirada, por lo que me acerco y le ayudo a quitarse la suya.

Ambos quedamos desnudos de cintura para arriba y no espero ni un segundo más. Lo beso con ganas a la vez que llevo mis manos a su espalda y dibujo figuras sin sentido en su piel con los dedos. Me pega aún más a él por la cintura y me deleito con el sabor de sus labios y el calor de su cuerpo contra el mío. Los lleva a mi cuello y causa que el dolor en mi entrepierna aumente. Por instinto lo agarro del pelo. Disfruto del contacto de su boca con mi piel y recibo escalofríos por todo el cuerpo. Cuando alza la cabeza lo miro con picardía y lo arrastro a la cama, casi arrojándolo. Cae tumbado encima de las sábanas y me acerco poco a poco con más ganas de probarlo que nunca. Traga saliva cuando me detengo frente a sus vaqueros y empiezo a desabrocharle el cinturón.

—No me he depilado —confiesa de repente.

Durante un momento me detengo en seco. Pensaba que iba a decir algo importante, por lo que río ante su atónita mirada sin soltar los pantalones.

—Yo tampoco. —Sus facciones se relajan y también ríe. No tenemos remedio.

A la mierda, he esperado demasiado para esto. Actúo con rapidez y él se deja hacer, hasta que nos toca cambiarnos los roles. Disfrutamos el uno del otro hasta que nos miramos a los ojos y coincidimos en que es el momento de dar el siguiente paso. Ignoro el martilleo de mi corazón en el pecho y lo observo levantarse de la cama para abrir uno de los cajones de la mesita de noche y sacar un preservativo.

—¿Tienes lubricante? —pregunto.

—Creo que sí, ¿por?

—No pretenderás que tu amigo entre aquí solo con saliva, ¿no? Antes de que te corras me habré desmayado del dolor.

Se ruboriza ante la sinceridad de mis palabras y busca en el cajón como respuesta. Encuentra uno, a lo que respiro tranquilo y en un santiamén lo tengo encima de mí otra vez. 

—Relájate.

Intento hacer lo que me dice, incluso cuando no es tarea fácil. Al principio duele y me arde bastante, pero él es paciente y espera a que me encuentre mejor. 

—¿Te duele mucho? —cuestiona al ver que no digo nada. Tengo que respirar y concentrarme en sus ojos para responder.

—Ya no tanto. —Suspiro y miro hacia el techo. Ya lo que queda es una pequeña molestia que puedo aguantar—. Tienes vía libre.

Sonríe y continúa con cuidado. Me sigo sintiendo incómodo, pero Alejandro es cuidadoso y no aumenta el ritmo hasta que suelto un gemido. El dolor se convierte poco a poco en un placer extraño. Duramos unos cuantos minutos más y me permito disfrutarlo. Entre el sudor, las respiraciones agitadas y los movimientos rápidos, su sonrisa es lo único que no cambia. 

Al terminar nos tiramos en la cama, exhaustos y llenos de sudor. Me acomodo el pelo alborotado y miro a Alejandro, que me devuelve la mirada.

—Ha sido intenso, ¿eh? —Asiento.

—Y que lo digas.

Estos segundos en silencio son reemplazados por nuestras risas. No somos capaces de contener la alegría tras lo que ha sucedido durante la última media hora. En realidad las palabras sobran entre nosotros, ahora más que nunca.

—¿Vienes a darte una ducha? —propone todavía respirando con dificultad a causa del esfuerzo. Frunzo el ceño con un leve rubor en las mejillas.

—¿Ya quieres una segunda ronda?

—No me refería a eso, aunque si insistes... —manifiesta y alza las cejas.

Se gana un golpe en el brazo de mi parte a pesar de que no contengo la risa.

—Seguro...


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