Deseo deseo ©

By euge_books

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¿Qué pasaría si a un chico le viene la regla? Lo sé, lo sé, vas a decirme que estoy loca y delirante, pero lo... More

🍒Deseo deseo🍒
¡BOOKTRAILER!
Primer día de clases
Vómito de Fanta
Violet
Sentencia de muerte
Estúpida fiesta, estúpido Mittchell, estúpidos todos
Cerecita, la vengativa
Los efectos del vodka
Deseo deseo
Buenos días
¿Qué demonios está pasando?
¿Qué has hecho, Bárbara?
No puede ser verdad
Día de esconderse en el baño
Piernas sucias
El incansable Mittchell vuelve al ataque
La maldición de Bárbara y la bendición de Mittchell
Tutorías sangrantes
Mittchell Dramático Raymond
Revelaciones
La regla afecta las hormonas
Definitivamente, se le salió un tornillo
Chocolates en casilleros
Intensidad al mil por ciento
Esfuerzo número dos y un tal vez
La fiesta más horrenda de la historia
Mentiras, fiesta y decepción
Humillación en Volcalandia
Gloriosa ley del hielo
#Ignorado
Maldita sea, Raymond
Charlas de medianoche
Inoportuna clase de matemática
De urgencias en el baño
Diagnóstico incorrecto
La enfermera sexy robapadres
Maratón de pelis y helado
Mini Iron Man
Amores que matan
Llamada telefónica de emergencia
El mayor 3312 de la historia de los 3312
Lobos sexys y adolescentes adoloridos
Herir no es lo mismo que partir en dos un corazón
Colorín colorado, este acuerdo se ha acabado
Agua fría y mantas calientes
Puertas cerradas vuelven a abrirse
Problemas en el paraíso
Usa tus propias botas, idiota
Intentando una nueva jugada
No es perdón, es servicio
Bibidi Babidi Bú
Adiós, estrella; hola, futuras responsabilidades
¿Empezar de cero?
Falda y tacones combinan bien con piernas peludas
Oportunidad ganada
Besos a medianoche y un «te quiero»
Nuevo comienzo
Epílogo

Veo veo

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By euge_books

Bárbara


Guardo el teléfono en el bolsillo externo de la chaqueta y me dirijo a la salida. Evi y Peter me están esperando para ir calle abajo, al café al que nos gusta ir en invierno. Marty's no es un sitio condecorado con cinco estrellas, a pesar de estar en una zona de clase media alta, pero yo sostengo y sostendré hasta mi muerte que no puede haber lugar más acogedor.

Nada más entrar hay una chimenea, que apagan en verano para limpiarla y dejar listos los troncos para el invierno. Las mesas de madera tienen manteles que varían en la paleta de colores según la estación. En verano, son amarillos y blancos, en otoño una mezcla de naranjas, en invierno azules y blancos y en primavera se tiñe de rosado pálido y verde. Las meseras llevan delantales temáticos de acuerdo a las fechas estacionales también y el centro de mesa es el objeto favorito de Marty, un portavelas de hierro negro. Es la única cosa que no cambia en el resto de la decoración.

Tomamos asiento en los sillones habituales. La moza de hoy se llama Carly y tiene un delantal amarillo con margaritas blancas bordadas en el borde. Nos entrega la carta, pero se sorprende cuando ya sabemos lo que vamos a pedir. Anota rápidamente lo que le decimos en su anotador de cuero marrón y se marcha dando saltitos.

Todo parece indicar que es un día feliz. Una tarde normal y tranquila como hacía mucho que no disfrutábamos. Salvo por este calvario interior que estoy viviendo, esta tarde es magnífica.

―¿Has hablado con Adam? ―le pregunta Evi a Pete. Él se muerde el labio mientras juega con sus dedos―. Eso es un claro no. Me pones más nerviosa a mí que a ti.

―Oh, créeme, yo estoy más nervioso por ambos.

Nuestro pedido llega a tiempo y bebo mi café caliente a sorbos mientras ojeo mis mensajes. Tengo uno de Mittchell de hace diez minutos.

De: Drama Queen

Para: mí

Necesito más pañales. Creo que esto se está saliendo de control.

Trato de no reír mientras respondo. Evi puede ser muy entrometida cuando se lo propone y que descubra esto no entra en mis perfectos planes para hoy.

Para: Drama Queen

De: mí

Prepara los helados. Haremos maratón de películas esta noche.

Me envía un montón de emoticones sonrientes y de corazones. Es entonces cuando la mano de mi amiga cae pesada sobre la mesa, haciendo retumbar el café en la taza.

Cuando alzo la vista para verla, atisbo una sonrisa escalofriante en sus labios carmines.

Oh, diablos.

―Veo, veo.

―¿Qué ves? ―dice Peter, cruzando las manos sobre la barbilla, completamente siguiendo el juego.

―Una cosa.

―¿Qué cosa?

―Maravillosa.

―¿De qué color? ―continúa, dirigiendo los ojos "disimuladamente" a mi rostro.

―Rojo. Rojo sangre.

Pete apunta hacia la ventana, afuera hay un auto de color rojo sangre estacionado. Mi amiga niega. Pete se hace el que piensa y señala el colgante de Evi, posado en su pecho con gracia. Ella vuelve a negar.

―¡Oh, ya sé! La cara de Bárbara. ―ríe.

―Bingo.

Enrojezco más si es humanamente posible. Mis mejores amigos están gastándome una broma que espero que no se salga de las manos, porque no sé qué haría si estas viles criaturas hijos de Satán me meten en aprietos. Probablemente les tire el café por la cabeza y me largue corriendo como una damisela que ha sido descubierta.

Oh, eso suena tan dramático y tan de película que hasta me dan ganas de hacerlo.

―Dinos, Bárbara, ¿hay alguna razón en especial por la que tu cara parece un tomate maduro? ―presiona Evi. Ahora está sentada de lado, con el brazo extendido sobre el respaldar de mi asiento y con su palma apoyada en su mejilla. Es la vívida imagen de la inocencia disfrazada de maldad. Esa bruja...

―Corrección, querida. Son cerezas. Ella es una cereza. ―acota Peter y yo contengo las ganas que tengo de pegarle una patada en la espinilla.

―Es un poco petisa, ¿no? Sería una Cerecita.

Gruño y escondo mi celular al fondo de mi bolso. No quiero especular, pero parecen estar próximos a arrebatármelo y prefiero prevenir que lamentar.

―¿No tienes algo que confesarnos, Bárbara Sucker? ―dice Evi, acercando su boca a mi oído, murmurando tan bajo que me hace cosquillas―. ¿Tal vez un amorío con el chico más popular de la escuela? ¿Te sientes atraída por tu alumno particular? Oh, cielos, ¿eso siquiera es legal?

―Yo creo que no lo es, por eso lo esconde. ―le sigue Pete.

―No estoy escondiendo nada, ¿bien? ―respondo, me falta el aire y ellos lo notan. Saben que cuando me pasa eso estoy mintiendo. Sé, también, que mis orejas están hirviendo, señal de que estoy tan nerviosa que quiero ir al baño, encerrarme en un cubículo y gritar.

―Oh, sí que lo haces. Eres experta en eso.

―¿A qué te refieres?

―No me hagas enumerar, Barb, estaremos aquí hasta mañana.

Suspiro. No tiene caso evadir sus insinuaciones. Tarde o temprano, lo sabrán, y es mejor que lo sepan por mí, ¿o no?

―Estoy ayudando a Mittchell con... un problema.

Retuerzo los dedos alrededor de la taza y le robo un pedazo de tarta de fresa a Pete, para hacer más tiempo y pensar en lo que voy a decir.

―De matemáticas, álgebra, familiar... hay un millón de tipos de problemas. Sé más específica.

―Es un problema médico. ―digo, bajando la voz hasta que es un susurro irreconocible.

―¿Se va a morir? ―pregunta Peter, excesivamente alto y emocionado. Le dirijo una mirada fulminante―. Lo siento, eso sonó muy mal. Quiero decir, si se va a morir o si está bien y es solo algo temporal.

―No lo sé. Es mi problema, ¿de acuerdo?

―¿Y cómo va a ser tu problema? Él es el enfermo no tú. ―cuestiona Evi. Tiene el ceño fruncido y se le mueve la punta de la nariz, como cuando está muy concentrada en resolver un misterio. Huele el misterio en mí, lo sabe, lo presiente, y no terminará de interrogarme hasta que le diga la verdad.

―Mira es complicado, ¿sí? Es mi culpa que él se sienta de esa manera, y tengo que arreglarlo, pero aún no encontrado la forma.

―¿Así que pasas tiempo con él por lástima?

―¡Absolutamente no! ―exclamo, quizás demasiado fuerte, pues la pareja que está a tres mesas de distancia de nosotros se gira a vernos con molestia. Alzo la mano y sonrío a modo de disculpa.

―Entonces, ¿qué te traes con él?

―Estoyayudándoloasobrellevarelandrésqueyodeseéquelevinieraenlafiestacuandoestabasúperborrachayahoranoselequitaytengoqueaveriguarcómosinquenadieseentere. ―escupo. Y sí, literalmente lo hago. Burbujitas de mi saliva descansan en el mantel hasta secarse por completo y dejar puntitos oscuros en la tela.

Mis amigos me contemplan perplejos. Me miran, se miran entre sí, miran mi vientre y vuelven a repetir el proceso al menos tres veces.

―Ok, creo que escuché mal o dijiste que Mittchell tiene la maldita regla porque tú deseaste que así fuera la noche de la fiesta que te quedaste dormida y regresaste a tu casa súper temprano y borracha.

Asiento. Básicamente ha recapitulado todo lo que dije mejor modulado.

Se queda en silencio. Evi nunca se queda en silencio. Es una mujer difícil de sorprender, pero ahora parece que la he bloqueado.

―Tengo que procesarlo por un momento. ―murmura. Se sienta mejor en su silla, bebe su café de golpe y se come su tarta hecha de dulces a bocados rápidos. Cuando miro a Peter, él aleja su plato y se encoge en su asiento, mirándome con miedo.

―¿Y a ti qué te pasa?

―Eres peligrosa.

―¿Cómo que peligrosa? ―me cruzo de brazos, medio molesta, medio en broma.

―Has hecho que a un hombre le venga la menstruación. Eso es... aterrador. Te juro que no volveré a molestarte y perdóname por todas las cosas que te he hecho sin querer, porque no quiero acabar de esa forma, por Dios, pobre hombre, debe ser lo peor que le ha sucedido en la vida, pasar tiempo contigo y encima lidiar con eso... Diablos...

―¡Oye!

―Lo lamento, sabes que te amo, pero madre santa... Estás enferma, Bárbara.

―Estaba borracha. Y no me puedes culpar por saber cómo se siente una persona del sexo opuesto con esto.

―Ya sabes la respuesta, imagino. ―balbucea y continúa bebiendo su café. Evi aún no ha dicho palabra alguna. Está absorta en sus pensamientos, pero sé que tiene una oreja parada en nuestra dirección.

―Sí, lo sé, pero no puedo retirar lo que he hecho. ―manifiesto. Peter abre los ojos como platos.

―¿Dejarás que viva con eso por el resto de su vida? ¡Eres la persona más cruel que ha pisado este planeta! ―exclama. La misma pareja vuelve a darse vuelta, esta vez con un deje preocupado en sus expresiones, pero les sonrío tranquilizadora. Tardan en regresar a lo que estaban haciendo, y obligo a mi amigo a que baje la voz―. Lo siento. No eres cruel, pero maldición, sí que estás loca.

―Aún no sé lo que se supone que deba hacer. Yo no creo en la magia, sin embargo, aquí estoy, comprando pañales de adulto mayor para un adulto joven con problemas de retención de líquidos sangrientos. A veces no me lo creo ni yo.

Evi hace un ruido con la garganta similar a una risa estrangulada.

―Te admiro, chica.

La observo, tratando de deducir si está volviéndose loca o está hablando en serio.

―Has cumplido el sueño de la población femenina. Gracias. Ahora podré vivir en paz sabiendo que he tachado una cosa de mi lista.

―¿En serio, Evina? ―reprocha Peter. Está haciendo pucheros, se ve extremadamente adorable.

―Peter, si fueras mujer lo entenderías. ―se da aires con las manos y luego brinca como si tuviera resortes en el trasero. Me pone las manos en los hombros y dice, emocionada―: ¿Puedes convertir a Peter en una mujer?

―¡NO!

El jadeo de mi amigo hace que los meseros se asomen para ver si todo está bien.

―Quiero decir, ¡no, madre estoy bien, no estoy escapándome con mis amigas locas, no, para nada, estoy en una cita con personas normales que hacen cosas de personas normales!

Todos los ojos se apartaron de nosotros con una rapidez sobrehumana.

―Voy a matarte. ―resopla Evina.

―Saben que no pueden decir nada de esto, ¿cierto? Es un desastre, pero es mi desastre. Si alguien se entera, si la información llega a los oídos equivocados, no podría perdonarme que algo le pasara a Mittchell. La relación que tenemos es extraña, pero funciona a nuestra manera, y hasta que solucionemos esto, no puede salir de los labios de nadie. ¿Entendido?

―Como el agua.

―Sí, señora.

Sonrío y me relajo contra el asiento. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que la suelto. Cierro los ojos, pero cuando los abro, veo que la puerta se abre y sale una mujer. Tiene el cabello rojo fuego, una falda corta y una camiseta ajustada. El sonido de sus tacones al alejarse hace que mi cerebro se exprima, tratando de recordar a quién le pertenece esa figura esbelta y esos tacones caros.

Veo veo, una rata peligrosa.

OH DIOS DIOS DIOS

Creo que, si supieran lo que yo sé, me linchan.

No se imaginan lo que va a pasar después. No hay forma de que lo adivinen jaja.

Los quiero mucho,

Euge.

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