Etéreo

By JoanaMarcus

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"Etéreo: Intangible, poco definido, sutil y sublime." More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo

Capítulo 24

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By JoanaMarcus

Último capítulo, pero dentro de poco subiré el epílogo :)


Victoria

Iver, Bex, Margo y Daniela se giraron hacia ella cuando abrió bruscamente la puerta de casa, transportando todos los papeles que podía en los brazos. Ni siquiera los miró cuando cruzó la entrada y fue directa a la cocina, dejando todo encima de la mesa de un golpe.

—¿Qué...? —empezó Bexley, confusa, y de pronto puso una mueca—. ¿Quién diablos es ese?

Caleb había entrado en el niño colgando del hombro, que se había quedado dormido por el camino, pero Brendan había tenido que ocuparse de la parte menos agradable; estaba transportando de la misma forma al tipo del búnker, que no dejaba de hablar consigo mismo de forma compulsiva.

—Como vuelva a darme un codazo —advirtió Brendan, tirándolo al suelo sin ningún tipo de cuidado—, te juro que se lo devuelvo.

—¿Quién es? —Iver se acercó con el ceño fruncido.

Victoria no escuchó el resto de la conversación. No le interesaba. Notó que Bigotitos se frotaba contra su pierna y daba un salto sobre la mesa, investigando lo que había traído con curiosidad.

Abrió la manta que había usado para transportarlo todo y extendió las fotografías por encima de la enorme mesa, con el ceño fruncido. Captó un movimiento por su derecha, pero también lo ignoró. Bex había recogido su foto y la miraba con perplejidad. Caleb empezó a contarles lo que habían visto en el búker.

Brendan, mientras tanto, se mantenía al margen.

En realidad, Victoria casi había esperado una reacción extrema por parte de Brendan con la noticia de Ania, pero... no. Solo se había quedado en silencio unos segundos, mirando la nada, y luego había dicho que tenían que salir de ahí en cuanto antes.

Victoria lo había observado. No parecía él. Estaba... en estado de shock. O eso parecía. Seguía sin reaccionar del todo.

Se preguntó qué pasaría cuando lo hiciera.

Probablemente nada bueno.

—¡Yo salgo en una foto! —chilló Daniela de repente, devolviéndola a la realidad.

—Qué gran honor —ironizó Margo.

Caleb, que había subido un momento a acostar al niño, bajó las escaleras y se colocó al lado de Victoria con el ceño fruncido, mirando las fotos y los documentos.

Él solito se había encargado de deshacerse de los tres tipos que había en la puerta del búnker cuando había llegado con Kyran. Victoria y Brendan no los habían visto porque... bueno... habían tomado un camino un poco más rápido para entrar.

—¿Le habéis sacado algo más al loco? —preguntó Caleb, mirándolo de reojo.

—No. No dice nada coherente —murmuró Victoria, mirándolo también. Estaba sentado en el suelo de la cocina con las manos atadas. Si lo soltaban, se golpeaba a sí mismo—. Solo murmura cosas de Sawyer.

Daniela dio un respingo cuando el hombre la miró y se apresuró a ponerse al otro lado de la cocina, detrás de Iver y Bex.

—¿Qué ha pasado cuando yo no estaba? —preguntó Victoria al instante en que se fijó un poco más en su alrededor y vio que había manchas de sangre por todas partes.

—Sawyer quería bajar al sótano —murmuró Iver—. No hemos podido permitirlo.

—¿Por qué no? No había nadie.

Bex y él intercambiaron una mirada antes de que ella tragara saliva y empezara a hablar sin mirar a nadie en concreto.

—Yo... tuve una visión. Anoche. Vi a Axel bajando al sótano.

—¿Y qué? —Caleb enarcó una ceja.

—No... no lo sé. Pero era algo malo. Muy malo —Bexley lo miró, dubitativa—. Quería hacer algo malo ahí abajo. No podemos dejar que baje.

—Ahora que lo pienso... —Victoria parpadeó, confusa—. El día que vino a mi casa me preguntó dónde estaba la puerta del sótano.

—¿Y no se te ha ocurrido mencionarlo hasta ahora? —Iver enarcó una ceja.

—¡Han pasado mil cosas, no me ha dado tiempo!

La conversación se interrumpió cuando el hombre atado se golpeó a sí mismo contra la pared al intentar ponerse de pie. Bexley soltó una palabrota y se acercó para ayudarlo a sentarse otra vez en el suelo.

Victoria, distraída, vio que Margo se alejaba de la mesa en dirección a la puerta trasera de la cocina, la que daba al patio exterior. Ni siquiera se había dado cuenta de que Brendan hubiera salido, pero estaba sentado en los escalones del porche con la cabeza entre las manos. Margo se sentó a su lado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Iver, mirándolos.

—Ania está viva —soltó Caleb sin siquiera pensarlo.

—Muy sutil —murmuró Victoria.

—No tenemos tiempo para sutilezas. Tenemos que descubrir de qué va todo esto.

—Pero... —Daniela había estado mirando las fotografías—, aquí no hay información de nada, Vic. Solo hay fotos.

—Tenemos otra caja en el coche.

Caleb fue a por ella y la dejó en el suelo. El hombre atado empezó a balancearse cuando vio que lanzaban las libretas y los documentos sobre la mesa.

—¿Alguien puede hacer que se calle? —preguntó Iver, mirándolo.

Victoria lo ignoró, agarró la primera libreta, y empezó a leerla.

—Pensé que estarían en vuestro idioma —murmuró, confusa. Estaban en el de todos.

—Y no dicen nada interesante —señaló Bex—. Solo hablan de cuentas, fases, animales, números... es como si estuviera escrito en clave.

—Da igual —insistió Victoria—. Tenemos que revisarlo todo.

Una hora más tarde, Daniela ya se había quedado dormida con Kyran, que había bajado al sentirse solo ahí arriba. Estaban en una de las habitaciones de invitados con Bigotitos. Bex e Iver habían intentado ayudarlos durante un rato, pero Iver no dejaba de protestar por el dolor de cabeza que tenía por el golpe de la cabeza, así que Bexley no tardó en irse con él para mirarle la herida.

Brendan se quedó sentado en el porche, sin hablar con nadie. Margo al final tuvo que volver a entrar con ellos y, pese a que intentó ayudarlos, una hora más tarde se estaba quedando dormida sobre la mesa, así que terminó yendo a otra habitación de invitados.

Tres horas más tarde, solo quedaban Victoria y Caleb.

Él se había quitado la chaqueta, la pistola y todo lo demás, dejándolo en la encimera, y estaba de pie, revisándolo todo con expresión centrada. Victoria se había sentado, repasando el mismo texto por quinta vez sin encontrarle el sentido.

En menos de una hora amanecería y ella no había dormido nada, ni siquiera tras el día tan agotador que había tenido. Sintió que los ojos se le cerraban solos, pero se apresuró a abrirlos de nuevo y a seguir buscando.

—Victoria —la voz de Caleb la hizo despertarse de nuevo cuando ni siquiera se dio cuenta de estar quedándose dormida.

—¿Q-qué?

—¿Cuánto hace que no duermes?

—Estoy bien.

Se apresuró a retomar lo que estaba haciendo, pero él rodeó la mesa para acercarse a ella.

—No, no estás bien. Deberías irte a dormir. Mi habitación...

—No iré a ningún lado hasta que descubra qué demonios es todo esto.

—Si estás tan agotada, no vas a conseguir nada.

Caleb la miró unos instantes, como si esperara que ella le diera razón y se fuera a dormir, pero Victoria era testaruda. Más que él, incluso. Cerró la libreta y pasó a la siguiente, como había hecho ya tantas veces que no sabía ni cuántas habían sido.

Él suspiró y se dejó caer en la silla que tenía al lado, poniendo una mueca casi imperceptible. Victoria lo miró al instante.

—¿Qué pasa?

—¿Eh?

—Has puesto una mueca, ¿qué te pasa? ¿Qué te duele?

—¿Cómo demonios...? —él sacudió la cabeza—. Da igual. No es nada.

—Sí es algo. ¿Qué es?

—Es... —Caleb apretó un poco los labios—. Sawyer tenía a Bex agarrada del cuello. Tuve que apartarlo. Y, cuando le sujetaba con un brazo, él me... clavó un cuchillo en las costillas.

Victoria abrió los ojos como platos, pero él hizo un gesto vago, como si tuviera poco importancia.

—No es nada.

—¿Que no es...? ¿Te sigue doliendo? ¿Le has dicho a Margo que lo mire?

—Lo ha hecho. Estoy bien.

—Pero...

—Victoria, te he dicho que estoy bien.

—¿Y qué hay de Sawyer? Supongo que sigue vivo, pero al menos dime que le has disparado.

Caleb apartó la mirada casi al instante y Victoria lo miró, confusa.

—¿Qué pasa?

—Yo...

Caleb se detuvo a sí mismo, jugueteando con una de las fotografías, evitando mirarla a la cara.

—No he sido capaz de hacerlo —dijo finalmente en voz baja.

Victoria lo observó por unos segundos. En el fondo, ya sabía la respuesta antes de hacer la pregunta. Y, pese a que una parte de ella tuvo la tentación de decirle que debió hacerlo, una mucho más grande prefirió simplemente entenderlo.

Le puso una mano en el brazo, mirándolo.

—Estamos todos bien —murmuró—. Eso es lo que importa.

—No, no lo estamos. Si hubiera disparado a Sawyer, no tendría que preocuparme de que te matara. O al niño. O incluso al gato. Si lo hubiera matado, ninguno de nosotros estaría en peligro.

—No puedes cambiar lo que ya has hecho —Victoria frunció un poco el ceño, mirándolo—. Habrá mil oportunidades de darle a Sawyer la patada que se merece, pero no será ahora. Lo importante ahora... es descubrir de una maldita vez en cuántas cosas os ha estado mintiendo durante estos años.

Caleb se giró hacia ella, sorprendido. Tardó unos segundos en poder decir nada.

—A veces, hablas con la madurez de un adulto y otras pareces una niña pequeña. Si te soy sincero, me tienes muy confundido.

—Oh... me encantan esos cumplidos tan extraños que me dices siempre —Victoria puso los ojos en blanco y se giró de nuevo hacia la mesa—. Creo que son lo que te hacen tan encantador.

—Me han llamado mil cosas... pero te aseguro que encantador nunca ha sido una de ellas.

—Estoy segura de que cualquier persona diría lo mismo que yo si le dijeras un cumplido taaan maravilloso como el que acabas de soltarme.

—Vale, es sarcasmo. Lo pillo. Cálmate.


Caleb

Victoria ya tenía una sonrisita perversa en los labios cuando la miró.

—Yo creo que puedo molestarte un poco más, me gusta mucho.

—Cómo no —Caleb puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza en un puño, mirándola—. Oye, solo por curiosidad... ¿cómo habéis eludido a los guardaespaldas de Sawyer al salir antes de mi habitación?

—Oh... es Kyran. Tiene... una habilidad.

Caleb frunció el ceño al instante.

—¿El niño?

—Sí. Brendan siempre dice que las situaciones traumáticas hacen que las habilidades se desarrollen rápido... ¿se te ocurre algo más traumático que su infancia?

—¿Y cuál es su habilidad?

—Invisibilidad —murmuró Victoria—. Cuando me colé en la fábrica, fue gracias a él. Se paseaba como si ya conociera el sitio.

Volvió a centrarse en las fotos, pero Caleb se había tensado, así que se giró hacia él de nuevo.

—¿Conocía bien el sitio? —repitió, mirándola de forma extraña.

—Sí... bueno... eso parecía, pero no sé...

—Victoria... el rastro de botellas de vino llevaba a casa del niño. A casa de tu hermano —la miró fijamente—. No pude encontrar absolutamente nada ahí. Ni pisadas, ni olores... y por esa ventana no cabía tu hermano, te lo aseguro.

Dejó que eso flotara entre ellos durante un instante, antes de que Victoria entreabriera los labios, pasmada.

—¿Me estás diciendo que Ian lo utilizaba para robar?

—Es una posibilidad. Una posibilidad muy probable.

—Ese... ese... —ni siquiera se le ocurría una palabra para definirlo. Soltó bruscamente las fotos sobre la mesa—. ¿Cómo se puede ser tan miserable?

—No es por decirte que ya te lo dije... pero te dije que era un idiota nada más conocerlo.

—Es mi hermano, Caleb.

—¿Y qué? Yo también tengo un hermano. Y también es un idiota.

—No es lo mismo —dijo ella en voz baja, apartando la mirada.

Caleb la observó unos instantes, confuso. ¿Por qué reaccionaba así? Era obvio que su hermano era un idiota. No entendía por qué se empeñaba tanto en protegerlo.

—Victoria, no es...

—No me digas que debería dejar de preocuparme por él —advirtió con un tono de voz bastante más agresivo de lo que esperaba.

—No entiendo cómo no ves que se aprovecha de ti.

—¡Sí que lo veo!

—Pero no haces nada.

—Yo... se lo debo...

—No le debes nada. Es tu hermano, no tu hijo.

Como Victoria no dijo nada, prosiguió:

—Mira, quería esperar a que todo esto pasara para decírtelo, pero... creo que deberías saberlo. Sawyer jamás se habría enterado de que vives aquí sin que nadie le dijera nada. Y no se habría atrevido a mandar a nadie para seguirme porque sabe que lo oiría.

—¿Qué intentas decir?

—Que creo que tu hermano se cabreó porque le robamos su instrumento para robar alcohol, fue a Sawyer y se lo contó todo a cambio de dinero.

La cara de Victoria se volvió pálida al instante y empezó a negar con la cabeza.

—No... él n-no...

—Es el único de los humanos que han venido aquí que conoce la fábrica. Y que tendría un buen motivo para vendernos. Nos ha traicionado, Victoria.

Durante un instante, ella se quedó mirando fijamente un punto fijo, sin palabras, como si no pudiera reaccionar.

Entonces, apretó los labios.

—¿Por qué me estas contando esto, Caleb?

—Sabes el por qué.

—No dejaré que le hagas daño a mi hermano. Jamás.

—Victoria, él te...

—¡Me da igual!

—¿Por qué? ¿Porque te sientes culpable?

Lo había dicho sin pensar fruto del recuerdo de Tilda mencionando el sentimiento de culpabilidad de Victoria, pero por su cara supo que había acertado de lleno.

—¿Sobre qué son tus pesadillas, Victoria? —preguntó en voz baja.

Supo que había llegado demasiado lejos cuando ella apartó la mirada con los ojos llenos de lágrimas, y esta vez fue su turno para sentir una oleada de culpabilidad.

—Así que el niño puede hacerse invisible —cambió de tema estratégicamente.

Victoria asintió sin mirarlo, como si también quisiera olvidarse del tema anterior.

—Y hacer que otros puedan volverse invisibles.

—Bueno, es un dato a tener en cuenta. La panterita sabe hacerse invisible.

Victoria sonrió ligeramente, pero la sonrisa se le borró de golpe de los labios cuando abrió mucho los ojos, girándose hacia Caleb.

Él enarcó una ceja, casi asustado.

—¿Qué pasa?

Victoria no respondió, pero notó que su corazón iba a toda velocidad cuando rebuscó entre el montón de documentos para llegar al que quería encontrar. El cuaderno desgastado. Lo abrió con manos torpes y temblorosas bajo la atenta mirada de Caleb.

—Victoria, el corazón te va a toda velocidad, creo que...

—¡Mierda! —soltó ella de repente.

El hombre atado, que seguía dormitando en el suelo de la cocina, dio un respingo.

—¿Qué? —preguntó Caleb, confuso.

—¡Esto! —Victoria se acercó el documento para poder leerlo—. Es una especie de diario. ¡Mira el día en que escribió esto!

Caleb se acercó, dubitativo, y la leyó.

—Hace siete años —murmuró.

—¡Exacto!

—¿Y qué?

—¡Vuelve a leerme lo que pone!

Caleb se aclaró la garganta y se acercó el cuaderno, no muy convencido.

—Victoria... esto no tiene sentido.

—¡Léelo y ya está.

El ciervo lo ha visto, pero me he encargado de ello. Mañana comprobaré si sigue bien —Caleb la miró—. ¿Qué se supone que significa?

—¡Ahora lee esto!

El águila lo niega. Lo mejor es comprobarlo también.

—El ciervo... —Victoria lo señaló—. No está hablando de un ciervo, ni tampoco de un águila. ¡No está hablando de animales! Son vuestros nombres, ¡pero usa nuestro idioma para que no sea tan evidente!

Caleb la miró, sorprendido, mientras Victoria se apresuraba a revolverlo todo para encontrar otro documento.

—¡Esto es el mismo día! Mira —señaló una palabra en el papel—. Aquí pone araña. ¿Cómo se traduce araña en vuestro idioma?

—Agner —murmuró él, todavía algo confuso.

—Pues Agner tiene una entrada por día. Y una barra por cada servicio cumplido. Y los dos días que se mencionan ahí... tiene una barra.

Él no dijo nada.

—¿Te acuerdas de los nombres de todo el mundo, Caleb?

—Caleb es perro —murmuró—. Iver es águila, Bexley es ciervo, Brendan es lobo, Axel es cobra...

—¿Qué era Ania?

—Cisne.

—Pues he leído varias cosas sobre ese cisne. Y son reportes de su vida actual. Sigue viva, pero no sé por qué, ni dónde, ni qué hace...

—Pero... ¿quién demonios es Agner?

Hubo un momento de silencio cuando Victoria se giró hacia el hombre atado.


Victoria

Ambos se habían acercado al tipo que había en el suelo, mirándolos como si realmente no los viera. Cuando intentó abrazarse a la pierna de Caleb, él lo apartó con una mueca.

—Quita, bicho.

—¡Caleb!

—Pues que no me toque.

Victoria suspiró y se agachó delante de él, mirándolo. Caleb se mantenía tenso a su lado, como si fuera a moverse al instante en que el tipo hiciera un movimiento extraño.

—Solo quiero hacerte una pregunta —aclaró Victoria con su tono de voz más suave—. ¿Tu nombre es Agner?

El tipo abrió los ojos como platos antes de empezar a sacudir la cabeza.

—No puedo hablar —dijo, atemorizado—. Si hablo, me... me matará... no lo entiendes... Sawyer...

—Ahora Sawyer no está aquí —le soltó Caleb sin más preámbulos—, pero nosotros sí. Habla de una maldita vez.

—¿No te he dicho que usáramos suavidad? —protestó Victoria.

—Está claro que no funciona.

El hombre había dado un respingo y se cubría la cabeza con las manos, como si temiera que le golpearan. Victoria sintió que su corazón se encogía un poco al verlo así y se acercó un poco, muy suavemente, para quitarle las manos de ahí. El hombre obedeció, pero seguía mirándola con cierto temor.

—No vamos a hacerte daño —le dijo, e intentó que su voz sonara tan suave como fuera posible—. Te lo prometo. Pero necesitamos tu ayuda. Solo eso.

—Si... si os ayudo...

—Sawyer no está aquí. ¿Ves esas manchas de sangre seca? Eso es lo que le hicimos la última vez que nos intentó hacer daño. Y nos quiere hacer daño a todos nosotros. A mí especialmente. Créeme, estoy tan asustada como tú, por eso necesito saber todo lo que pueda para pararlo. Y protegernos a todos.

Hubo un momento de silencio en que el hombre se limitó a mirarla con los ojos muy abiertos. Victoria temió haberse pasado de sinceridad y pensó que quizá volvería a murmurar cosas sin sentido, pero él cerró los ojos un momento.

—Agner —dijo en voz baja, casi como si doliera, y sonó mucho más sereno de lo que había sonado hasta ahora—. Es... es mi nombre. Agner.

Victoria trató de no mostrar lo emocionada que estaba con que hubiera hablado. Se limitó a asentir, mirándolo.

—Significa araña, ¿no?

Él asintió y esa vez no pareció asustado, solo triste, como si hiciera mucho tiempo que nadie hablaba así con él.

—Mi nombre no significa nada muy especial —dijo ella—, pero a mis padres les gustaba mucho, por eso me lo pusieron. ¿Quién eligió tu nombre, Agner?

—Yo... mi... mi jefe. La segunda... generación... —su mirada se quedó perdida por un instante—. Muchos... muchos están muertos. Mi jefe lo... lo está.

—Lo siento. Parece que lo apreciabas mucho.

—Mucho —confirmó Agner con la mirada perdida.

Caleb había estado muy callado hasta ese momento, y así siguió. Victoria notó que se movía sin hacer ruido un poco más lejos de ellos, dejándoles cierta intimidad. El hombre ni siquiera se dio cuenta de que se alejaba, pero se relajó inconscientemente.

Victoria sonrió ligeramente y se sentó en el suelo con él, aunque Agner no la miró de vuelta.

—¿Qué le pasó a tu jefe?

—Él... murió... hace años —sacudió ligeramente la cabeza, como si no quisiera pensarlo—. Era... viejo. También había cuidado de... de los de la primera generación... su hora llegó...

—¿Cuidaba de vosotros?

—Sí... mucho... él... nos quería como a hijos...

Hizo una pausa, tragando saliva, como si fuera difícil hablar de ello.

—Cuando Vadim se enteró de... de que mi jefe había muerto... se puso al mando de la situación... nadie se lo pidió... pero lo hizo...

Victoria miró a Caleb por encima del hombro. Él estaba apoyado con la cadera en la encimera de brazos cruzados.

—¿Quién es Vadim? —preguntó, confusa.

Pero Caleb parecía tan confuso como ella.

Victoria vio el momento exacto en que todas las alertas de Caleb se abrían. El momento en que el hombre la agarró bruscamente del brazo y la giró hacia él.

—Vadim... quiere hacerte daño —le dijo con urgencia, tenía los ojos muy abiertos—. No... no parará... hasta que... que no seas un problema... nunca más.

Victoria había levantado la otra mano para indicar a Caleb que no se acercara, pero él se mantenía justo a su lado con el ceño fruncido y los hombros tensos, mirando fijamente a Agner.

—¿Quién es Vadim, Agner? —preguntó Victoria suavemente—. ¿Alguien de tu generación?

Él soltó su brazo, sacudiendo la cabeza.

—No... intentó... intentó estar en mi generación, pero... pero no tenía habilidades. Mi jefe... lo vio enseguida. Pero Vadim tenía... otros planes. Quería... quería el control de la banda... quería poder tener... su propia generación... y lo consiguió...

Victoria se quedó mirándolo un instante antes de que las piezas empezaran a encajar.

—¿Vadim... es Sawyer? —preguntó lentamente.

—Vadim Sawyer... ese es su nombre. Él... intentó controlarnos... a los... a los de mi generación... no lo consiguió... por eso empezó una nueva.

Ella asintió, instándolo a seguir, pero el hombre tenía los ojos cerrados. Era como si no quisiera ver nada.

—¿Fue Sawyer quien te encerró en ese búnker, Agner?

Él asintió sin mirar a nadie. Parecía estar a punto de llorar.

—Agner... —Victoria buscó las palabras adecuadas para formular la pregunta—. Sawyer... quiero decir, Vadim... ¿él te encerró para que no pudieras usar tus habilidades?

Agner por fin la miró, pero solo para negar.

—No... lo hizo... para que... yo... solo pudiera usarlas para él...

Victoria dirigió una breve mirada a Caleb y se dio cuenta de que Brendan había entrado en la cocina y los miraba con suma atención, pero no se atrevió a acercarse demasiado para no asustar a Agner.

—¿Y cuál es tu habilidad, Agner?

Él soltó una risa que sonó tan triste como un llanto antes de cerrar los ojos.

—Recuerdos —murmuró.

Victoria se quedó mirándolo un momento, sorprendida.

—¿Puedes... ver recuerdos, como yo?

—No... yo... puedo cambiarlos.

Durante un instante, nadie en esa cocina dijo nada.

Victoria se había quedado tan pasmada que no pudo reaccionar mientras su cerebro funcionaba a toda velocidad, recordando todas las pistas que había reunido hasta ahora. Su corazón palpitaba con mucha intensidad, cosa que confirmó cuando Caleb le dedicó una breve mirada, pero no le importó.

—Agner —dijo, muy seria, mirándolo—, ¿a cuántos niños de la tercera generación... de la generación de Caleb... les cambiaste los recuerdos?

Agner, de nuevo, soltó una risa triste y la miró, atormentado.

—A todos.



Caleb

¿A todos?

¿A él también?

Se quedó mirando fijamente al hombre, sin saber qué pensar, pero él solo tenía ojos para Victoria, cosa que era buena. Ellos le daban miedo, Victoria no.

Miró de reojo a Brendan. Él no parecía poder pensar con claridad. Miraba, pero no veía. Parecía que su cabeza estaba en otra parte muy, muy lejana. Seguramente con Ania.

—¿A todos? —repitió Victoria, y su corazón iba a toda velocidad.

—Sí... yo... él me obligaba... Vadim decía que... que si no lo hacía... no le quedaría más remedio que mat... matarlos...

—¿Qué recuerdos me cambiaste a mí? —preguntó Brendan de repente, tan bruscamente que incluso sobresaltó a Caleb, que no reaccionó a tiempo para impedir que se acercara al hombre y lo agarrara del cuello de la camiseta, levantándolo del suelo—. ¿Cambiaste mis recuerdos sobre Ania? ¿Eh? ¿Me hiciste creer que estaba muerta?

—¡Brendan! —chilló Victoria, poniéndose de pie.

Caleb iba a acercarse, pero se detuvo cuando vio que Agner, lejos de parecer asustado, parecía mucho más sereno de lo que lo había parecido hasta ahora.

—Yo estaba ahí el día en que conseguiste transformarte, chico —le dijo con una voz tan segura que los tres se quedaron mirándolo—. Yo te vi prometer a Sawyer que cumplirías con las responsabilidades de tu habilidad.

Caleb no tenía ni idea de qué hablaban, pero estaba claro que no era algo que a Brendan le gustara, porque lo miró durante unos segundos como si quisiera estamparle la cabeza en la pared... pero al final solo lo soltó bruscamente y Agner cayó al suelo con un golpe sordo, mirándolo fijamente.

—Me importa una mierda —espetó, señalándolo. Le temblaba la voz—. Voy a encontrar a ese hijo de puta que me ha hecho creer durante siete años que Ania estaba muerta. Puedes estar seguro de que lo voy a encontrar. Y voy a matarlo.

—Él no te ha ocultado nada, chico. Los recuerdos... no se borran. Nadie puede hacer eso.

—¡Es lo que tú hiciste!

—No. Nadie... nadie puede. Los recuerdos siguen ahí. Solo tienes que encontrarlos.

Brendan parecía tan destrozado que incluso Caleb sintió que su corazón se contraía al verlo. Parecía tan... desesperado por saber algo, lo que fuera...

—No hay recuerdos —insistió Brendan, con la voz todavía temblorosa—. ¡Tú me los quitaste!

—¡No te los quité, nadie puede quitar un recuerdo, solo se pueden ocultar y modificar!

Hizo una pausa, mirándolo.

—Y por mucho que modificara vuestros recuerdos y Vadim quisiera que no os enterarais nunca...  nada es definitivo, chico, pero sí duradero. Tenéis que buscar los recuerdos.

Caleb desvió la mirada hacia Victoria cuando ella dio un paso atrás. Su corazón se había acelerado bruscamente, pero no entendió el por qué. Y Brendan tampoco, porque parecía todavía más perdido que antes.

—¿De qué demonios estás hablando?

—Los recuerdos son algo muy delicado —replicó Agner, cerrando los ojos—. Alterados, son un desastre, pero... cuando te das cuenta de que los han cambiado... puede llegar a ser fatal. No puedo ayudarte a recordar, chico. Ni a ti, ni a nadie.

—Espera —intervino Caleb, frunciendo el ceño—, ¿estás diciendo que no nos vas a ayudar a recordar nada?

—Si lo hiciera, quizá todos tus otros recuerdos se quedarían para siempre en la sombra.

—Me importa una mierda. Quiero saber lo que sea que...

—¿Sacrificarías todos tus otros recuerdos olvidados solo para conocer uno? —Agner ladeó la cabeza, mirándolo—. Tienes que recordar tú solo, chico. Es la única forma. Igual que las personas recién transformadas tienen que recordar solas todo lo que olvidan, ¿recuerdas, chico?

Eso último había sido para Brendan, que se había quedado mirándolo fijamente, como si no supiera qué pensar.

—¿Cuáles fueron las palabras que te ordenó Sawyer? —insistió Agner, mirándolo.

—Cuando transformas a alguien, lo cambias para siempre —dijo Brendan en voz baja, casi automáticamente—. Su vida cambia, sus recuerdos cambian y su percepción cambia. Se convierte en una persona distinta. La única forma de ayudar a que sea la persona de siempre y recuerde su verdadero yo es... que lo haga sola.

Agner asintió.

—Vuestras memorias han sido cerradas durante años, por eso es difícil, pero tenéis que recordar... tenéis que recordar vosotros solos... en el fondo, sabéis que sois capaces de hacerlo, ¿verdad? Lo sabéis...

Victoria de nuevo, tenía el corazón yéndole a toda velocidad. Caleb se giró hacia ella, pero Victoria desvió la mirada al instante en que ambas se cruzaron. Le dio la sensación de que casi parecía... culpable. Como si le ocultara algo.

Pero no dijo nada.

Al menos, de eso, porque cuando levantó la mirada y la clavó en Agner, parecía mucho más decidida que antes.

—Entonces... si Bex hubiera visto algo en el futuro de Sawyer, algo muy malo... podrías haber modificado ese recuerdo para que ella no lo recordara, ¿verdad?

Agner sonrió de una forma que casi podría haberse considerado orgullosa hacia Victoria.

—Sabes la respuesta a esa pregunta.

Y Victoria no esperó más para ir a buscar corriendo a Bex.


Victoria

—No lo recuerdo.

Victoria no podía decirle directamente lo que tenía que buscar, tenía que ser ella sola la que lo hiciera. Se pasó las manos por la cara, frustrada. Los demás estaban en el salón, también, pero nadie parecía entender nada. Y Kyran y Bigotitos estaban durmiendo encima del regazo de Daniela.

—No lo recuerdo —insistió Bexley, más frustrada que ella, acercándose a la ventana con el ceño fruncido—. No... no recuerdo nada de una visión de Sawyer.

—¿Estás segura? ¿Completamente segura?

—Bex, haz un esfuerzo —insistió Iver.

—¿Te crees que no lo estoy haciendo, idiota?

Cuando Iver pareció irritado, Daniela se apresuró a intervenir.

—A lo mejor no tiene que ser exactamente una visión de su futuro —comentó tímidamente—. A lo mejor... solo es algo de él que te resulte difícil recordar, ¿no? Un recuerdo confuso.

Todo el mundo la miró a la vez y la pobre Daniela se volvió del color del pelo de Margo.

—O no —añadió, roja de vergüenza—. No sé. Mejor no me escuchéis.

—En realidad, es una buena idea —murmuró Caleb, mirándola con la cabeza ladeada.

Eso hizo que la pobre Daniela enrojeciera el triple.

Victoria miró a Bexley, que tenía la mirada clavada en el suelo, pensando con intensidad, intentando recordar con todas sus fuerzas.

—Hay... algo —murmuró al final—. Pero... no puedo recordarlo.

Victoria se acercó a ella.

—No hace falta que lo recuerdes del todo. Solo tienes que tener claro cuál es ese momento.

Bexley la miró y asintió.

—Lo tengo claro.

—Bien —Victoria tragó saliva y extendió una mano hacia ella—. Entonces, déjame verlo.

Bexley dudó un instante antes de arremangarse la camiseta y acercarle el brazo pálido y desnudo. Victoria la miró por última vez, como pidiéndole permiso, antes de tocarla.

La presión en su cabeza se multiplicó cuando cerró los ojos con fuerza y dejó que el recuerdo la llevara a un lugar muy, muy lejano a los demás. Sintió el viento en la cara, el suelo moviéndose bajo sus pies y algo rozándole el brazo, pero no abrió los ojos hasta que sintió que su alrededor se fijaba.

—¿...seguro?

Victoria abrió los ojos y, por un instante, creyó que no había conseguido transportarse al recuerdo, pero después se dio cuenta de que sí lo había hecho. Solo que el recuerdo era en ese mismo salón.

Miró a su alrededor y se quedó muy quieta cuando vio a un Sawyer algo más joven que el que ella conocía sentado en el sofá con una sonrisa.

No... no parecía él.

En ese recuerdo, no era un hombre gris y amargado, obstinado y rencoroso... era... un hombre bueno. Alegre. Tenía una gran sonrisa en los labios mientras sujetaba la cabeza de un chico joven bajo el brazo, frotándole el pelo con el puño.

—¿Qué? ¿Eso ya no te gusta tanto? —lo provocó—. A ver si así aprendes de una vez.

Le soltó el cuello y el niño se echó hacia atrás, claramente molesto, colocándose el pelo claro con las manos.

Y, pese a que todavía no tenía una enorme cicatriz cruzándole la cara y ambos ojos eran del mismo color... Victoria reconoció a Iver al instante.

—Cuando crezca, no podrás hacerme eso —protestó Iver, poniéndose de pie con aire irritado.

—Ya lo creo que lo haré. Anda, ve a buscar a los demás y llévalos a la cocina. Estoy cansado de esperarlos.

Iver soltó una palabrota de mal humor y salió de la estancia.

Había dos personas más en el salón que Victoria no había percibido hasta ahora. Una era Bexley, que estaba sentada en la ventana con aire pensativo, mirando al exterior mientras la luz del sol hacía que su pelo claro, todavía no teñido de rojo, brillara. Al igual que su piel pálida y su nariz respingona. Era una niña preciosa, pero... tenía una cierta aura de tristeza que Victoria pudo notar al instante.

Y, entonces, su mirada vio al tercer integrante. Su corazón dio un respingo al reconocerlo. Caleb.

Caleb era el único de todos ellos que todavía no había visto con quince años, y se sorprendió a sí misma por lo poco que había cambiado con los años. Sí, ahora era más alto, más corpulento y tenía el pelo más corto, sombra de barba... pero la mirada hosca, los brazos cruzados y la mandíbula tensa... eso era algo que tendría toda su vida.

Durante un instante, se olvidó de la misión y solo se acercó a Caleb, mirándolo aunque él no pudiera verla. No pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría si pudiera entrar de verdad en el recuerdo y le dijera que alguien como ella terminaría enamorada de él al cabo de siete años.

Probablemente reaccionaría con horror, sí.

Su atención se vio alterada cuando Sawyer suspiró, mirando a Bexley.

—Axel ha estado preguntando por ti otra vez —le comentó, encendiéndose un puro.

Bexley fingió que no le importaba en absoluto, pero Victoria vio que apretaba ligeramente los labios.

Lo que más le sorprendió fue que Sawyer hablara con tanta naturalidad a Bexley, como si no fuera algo repulsivo hablar con una mujer, cosa que le había parecido durante todas las veces que había escuchado hablar de él.

—¿Y qué? —murmuró Bexley.

—Nada. Pensé que querrías decírselo. Igual deberías hablar con él de... bueno, lo que sea que tengáis vosotros dos.

La había señalado, junto a Caleb. Pero él se limitó a poner los ojos en blanco.

—No tenemos nada —aclaró, como si la idea fuera molesta y absurda.

Victoria pudo sentir cómo le dolía esa frase a Bexley bajo su aparente calma exterior, pero no dijo nada.

—Oye —le dijo Sawyer a Caleb, mirándolo de reojo—. ¿Por qué no vas a buscar a tu hermano? Dudo que los demás puedan encontrarlo.

Era obvio que quería librarse de él, pero como Caleb también quería marcharse, no dijo nada al respecto. Solo se encogió de hombros y los dejó solos. Casi al instante en que lo hizo, Bexley bajó de la ventana y fue a sentarse con Sawyer, que suspiró y le pasó un brazo sobre los hombros a modo de consuelo.

—Hombres, ¿eh? —bromeó, sonriéndole—. Todos son un dolor de cabeza. Creo que te saldría más rentable estar sola para siempre.

Bexley esbozó una pequeña sonrisa triste.

Ella parecía familiarizada con el hecho de que Sawyer fuera simpático y no despectivo. Victoria no entendía nada.

—Oye, Bex... —Sawyer le había quitado el brazo de encima, pero seguía fumando su puro—. He estado pensando en tu habilidad.

—¿Qué pasa con ella?

—Quiero que pruebes a usarla. De verdad. Conmigo.

Durante un instante, Bexley pareció sorprendida. Victoria se acercó, intrigada.

—Pero... yo nunca...

—Lo sé. Normalmente solo te pido que busques futuro inmediato porque sé que puede ser mucha presión buscar muy lejos, pero... ahora has aprendido a controlarlo, ¿no?

Espera, ¿Bexley podía controlar cuán lejos estaban las visiones que veía en cada persona?

Seguro que eso también lo habían modificado para que ella no pudiera recordarlo. Victoria apretó los labios.

—Yo... nunca he viajado lejos —le recordó Bexley, dubitativa.

—Y no lo harás nunca si no lo intentas, Bex.

Sawyer se subió la manga de la camisa hasta el codo y le ofreció el brazo desnudo, a lo que Bex dudó visiblemente.

—Si me haces daño, quitaré el brazo —insistió Sawyer—. Y, si veo que tú te haces daño, también.

—Vale... —murmuró Bex, respirando hondo—. Vale.

Se preparó unos segundos más antes de extender la palma de la mano en el antebrazo desnudo de Sawyer, que no parecía muy preocupado, solo la miró con curiosidad cuando los ojos de Bexley se clavaron en un punto cualquiera, sin ver, y se tiñeron de negro. De un negro tan intenso que, por un momento, Victoria sintió que estaba viendo la mirada de Caleb.

—Estoy... yendo lejos —murmuró Bex. Le temblaban los dedos, pero los mantuvo en el brazo de Sawyer.

—Tan lejos como puedas sin hacerte daño, Bex.

Ella asintió y cerró los ojos, pero Victoria pudo ver cómo se movían frenéticamente bajo las pestañas. Sawyer le dio una calada tranquilamente al puro, como si nada, pero de pronto se tensó y Victoria vio que era porque Bexley había apretado bruscamente la mano en su brazo.

—Estoy... estoy lo más lejos posible.

—¿Qué ves, Bexley?

—Yo... te veo a ti —dijo, y su voz sonaba temblorosa—. Estás... asustado, triste... desesperado.

Su voz sonaba teñida por esas tres emociones, por lo que Victoria recordó que Bexley podía sentir las cosas que sentían los dueños de las visiones que tenía. Y Bex... parecía aterrada.

—Te sientes... traicionado —insistió—. Alguien... alguien a quien tu consideras de la familia... te ha traicionado. Te ha hecho mucho daño.

Eso ya empezó a hacer que la tranquilidad de Sawyer se tambaleara.

—¿Quién? —preguntó, y su voz sonó tensa.

—No... no puedo verlo. Pero veo el por qué. Veo... a una chica.

—¿Una chica?

—Una chica... no-humana. Es de los nuestros pero... pero es extraña. Es como si fuera mitad humana, es... difícil de explicar —Bexley se encogió un poco, como si le doliera el corazón—. Tiene... el pelo castaño y está de espaldas a mí. Tiene una mano sobre el estómago. Pero no puedo verla, la imagen se desvanece cuando intenta girarse, yo...

Hizo una pausa mientras Victoria se tocaba el pelo, dubitativa.

¿Y si lo que había visto en la memoria de Sawyer... no había sido exactamente un recuerdo, sino una construcción de su imaginación? ¿Y si había estado pensando en ello con tanta intensidad que se había terminado convirtiendo en un recuerdo?

—¿Qué más? —insistió él bruscamente.

—La chica... la chica lo destruirá todo —Bexley pareció a punto de llorar—. Todo aquello que tú puedes querer. Lo... lo destruirá todo. Incluso a ti.

—¿A mí?

—Vas a morir por la chica, Sawyer. Y por la traición de tu familia.

Sawyer se apartó de ella tan bruscamente que Bex estuvo a punto de caerse del sofá. Mientras ella recuperaba la respiración, él la miró fijamente, furioso, como si ella tuviera la culpa.

—¿Una chica no-humana? —repitió—. Las únicas chicas no-humanas que hay sois tú y Ania. ¿Me estás diciendo que una de las dos va a traicionarme?

—Yo... no sé...

Pero Sawyer no la escuchaba. Ya no. Se había acercado a la ventana y tenía las manos apoyadas en el alféizar. Sus fosas nasales estaban dilatadas por el enfado.

—No —dijo, finalmente, en voz baja—. No, es imposible. Eso no va a pasar. Nadie me traicionaría. Somos una familia.

—Sawyer... todas las visiones que he tenido hasta ahora se han cumplido.

—¡Pues esta no lo hará! —se giró bruscamente hacia ella—. ¿O tienes pensado traicionarme? ¿Eh? ¿Es eso?

Bexley dijo algo, pero el recuerdo empezó a difuminarse. Victoria frunció el ceño y empezó a negar con la cabeza.

—No, Bex —murmuró, desesperada—. ¡Aguanta un poco más, no...!

Pero, de pronto, se vio a sí misma de nuevo en el salón. Bexley estaba sujetándose en el alféizar de la ventana con una mano. Tenía la otra sobre el corazón y miraba a Victoria con los ojos muy abiertos.

—Yo... —empezó, dubitativa.

Victoria asintió lentamente, también se sentía agotada.

—Tú lo viste. Viste lo que pasaría, Bex. Te borraron la memoria de ese día, pero has conseguido recuperarla.

Bexley apartó la mirada un instante, como si intentara pensar en algo, y de pronto abrió mucho los ojos, mirando a Victoria.

—Entonces... mis visiones... siempre se cumplen, ¿no?

—Sí.

Victoria esperaba una sonrisa, pero solo vio una mueca de horror. Bexley empezó a negar con la cabeza.

—Victoria, en tus recuerdos vi que...

Pum.

Victoria vio la herida antes de escuchar el disparo.

Durante un instante que pareció pasar a cámara lenta, el cuerpo de Bexley cayó bruscamente hacia atrás mientras una herida en su pecho, unos centímetros por encima del corazón, empezaba a sangrar a borbotones. El cristal de la ventana que había atravesado la bala había salido volando por los aires.

Victoria no reaccionó. Bexley estaba tirada en el suelo, con los ojos muy abiertos mientras la sangre no dejaba de salir de la herida, alguien gritaba, Iver se había agachado a su lado y ella no era capaz de reaccionar.

Entonces, notó que alguien se lanzaba sobre ella para tirarla al suelo. Estuvo a punto de apartarse, asustada, hasta que se dio cuenta de que era Brendan, que la había tirado al suelo justo a tiempo para que los disparos no le dieran en la cabeza.

Victoria miró a su alrededor. Caleb se había acercado corriendo  Bexley, igual que Iver, y tenía una mano sobre la herida. La sangre surgía entre sus dedos mientras Bex intentaba respirar, quedándose más pálida a cada segundo que pasaba.

—¡Es Sawyer! —gritó Brendan, cubriendo a Victoria con su cuerpo.

Más disparos inundaron la habitación, haciéndola ensordecedora, espantosa. Victoria vio que Margo había tirado al suelo a Daniela, Bigotitos y Kyran. No supo decir cuál de los cuatro parecía más asustado.

Entonces, escuchó el silbido de algo cayendo. Algo mucho más lento y pesado que una bala. Brendan también lo escuchó y se giró bruscamente hacia la cocina, donde una botella con un trapo en llamas había roto el cristal y estaba empezando a incendiar las cortinas. El olor a humo no pareció nada en comparación al olor que desprendió la segunda botella, que fue a parar el salón. Y Victoria escuchó otras en el piso de arriba.

Iban a incendiar la casa. Iban a obligarlos a salir.

—¡Tenemos que irnos de aquí! —gritó Margo.

Victoria la miró, medio embobada durante unos segundos, antes de apartar a Brendan para acercarse arrastrándose hacia ellos cuatro. Kyran parecía parazliado cuando lo sujetó de la mano.

—Kyran, mírame —ordenó, sujetándole la cara con una mano—. ¿Te acuerdas de lo que hiciste con Brendan, Bigotitos y yo? ¿Te acuerdas de cómo nos hiciste invisibles?

El niño asintió, estaba pálido y la habitación empezaba a llenarse de humo. No tenían tiempo.

—Necesito que hagas eso con Daniela, Margo y Bigotitos. Y os tenéis que marchar por la parte trasera de la casa. No dejéis de correr hasta que dejéis de escuchar los disparos.

—¿Qué? —soltó Margo de golpe, mirándola—. ¡No vamos a...!

—¡Ellos no saben que estáis aquí! —le gritó Victoria para hacerse oír por encima de las voces de fuera—. ¡No os buscarán! ¡Tenéis que iros!

Parecieron dubitativos. Daniela especialmente, que la miraba.

—¿Y qué hay de vosotros?

Victoria miró de reojo a Brendan, que pareció entenderla.

—Nosotros sabemos defendernos —le aseguró él.

Kyran había empezado a negar con la cabeza y Bigotitos se había acercado a Victoria, asustado, intentando buscar consuelo, pero por primera vez en su vida Victoria no pudo dárselo.

Se obligó a apartarlos a ambos, notando que su corazón se rompía al ver sus expresiones tristes y asustadas.

—Tenéis que marcharos. No hay tiempo para esto.

Kyran intentó acerarse, pero Victoria se obligó a sí misma a apartarlo.

—Vamos a volver, ¿vale? Caleb y yo vamos a volver. Y Bexley os leerá un cuento, e Iver os cocinará algo. Y Brendan se quejará de todos nosotros. Os prometo que vamos a volver. Os lo prometo. Pero tenéis que marcharos. ¡Ahora!

Escucharon otra ronda de disparos y Victoria miró a Margo, desesperada, que asintió con la cabeza.

Victoria sintió un pequeño pinchazo de culpabilidad en el pecho cuando Margo y Daniela los arrastraron hacia la cocina para salir por el patio trasero, pero se obligó a sí misma a no volver a mirarlos.

Volvería con ellos. Estaba segura. Ya habría tiempo para mirarlos y disculparse, pero no ahora.

Se giró hacia Caleb, Bex e Iver. Bex tenía los ojos cerrados y los labios pálidos. Iver parecía haber llegado a un nivel de desesperación que no había visto jamás en nadie. Y Victoria supo, al instante, que si Bex no se trataba esa herida en cuanto antes, no sobreviviría a esa noche.

Caleb debió pensar lo mismo, porque le dijo algo en voz baja a Iver. Él dirigió una breve mirada a Brendan y Victoria, una que casi pareció una disculpa, antes de recoger a su hermana en brazos y subir las escaleras tan agachado como pudo. Apenas unos segundos más tarde, Victoria vio que abría una de las ventanas y saltaba al patio lateral con Bex en brazos.

—Sal de la casa —escuchó la voz de Caleb de pronto.

Victoria se giró hacia él, confusa.

—¿Qué?

—Esos cuatro se han ido por la derecha, Iver y Bex por la izquierda. Tienes que salir en dirección a la casa del árbol. Escóndete ahí y, cuando termine esto, iré a buscarte.

—No pienso...

—¡Deja de discutir todo lo que te digo! ¡Es por tu bien!

—¿Por mi bien? ¿A quién te crees que han venido a buscar, Caleb? ¿Qué te crees que he visto en el recuerdo de Bex?

Él dudó un instante. Victoria se ocultó en la pared junto a la ventana y se quitó la chaqueta. Estaba sudando, no estaba muy segura de si por la adrenalina, por el fuego o por los nervios... o por todos. Pero de pronto tenía mucho calor.

—No voy a irme —declaró en voz baja.

—Pero...

—Oye —intervino Brendan, mirando a su hermano—, sabe defenderse, créeme.

Caleb lo miró, confuso, como si no lo entendiera, pero su expresión se volvió una de pánico cuando un mueble grande del salón crujió por el fuego. Se abalanzó hacia delante y tiró del brazo de Victoria justo a tiempo para apartarla de su dirección, protegiéndola.

—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Brendan, entrecerrando los ojos a causa del humo.

Prácticamente toda la planta baja estaba envuelta en llamas y humo. Victoria empezó a tener dificultades para respirar cuando Caleb se puso de pie y tiró de ella hacia la cocina. Estaba claro que su intención era salir de casa o recoger la pistola, pero era imposible llegar a la puerta o a la encimera sin cruzar las llamas.

Brendan dijo algo, señalando el piso de arriba, y Victoria dejó que la guiaran torpemente hacia él. Caleb no la había soltado en ningún momento, y sabía que no lo haría en ningún otro. Subió las escaleras a trompicones, viendo borroso por el humo y se encontró a sí misma subiendo otro tramo cuando se dieron cuenta de que el primer y segundo piso también estaban envueltos en llamas.

Llegaron por fin a la habitación de Caleb, la única habitación que seguía sin estar incendiada. Victoria no podía dejar de toser, mareada por el humo.

De hecho, llegó a un punto en que, simplemente, no pudo ver nada. Y solo pudo dejar que Caleb la guiara.



Caleb

No soltó el brazo de Victoria cuando cruzó el umbral de su habitación, desesperado, y se encontró la ventana abierta. Miró a Brendan, que asintió. Era mejor arriesgarse a saltar que cualquier otra cosa.

—Sujétate bien —advirtió a Victoria, que no dejaba de toser.

Pero, justo cuando iba a sujetarla del brazo para colgársela del hombro, se detuvo en seco al escuchar un gatillo justo al lado de su cabeza.

—Yo no haría eso, hijo.

Caleb se quedó muy quieto y soltó a Victoria. Brendan la ocultó tras él al instante en que Sawyer dio una vuelta alrededor de Caleb, con la pistola todavía apuntándole en la frente.

—Mira a quién tenemos aquí —dijo, y su voz sonaba como ida, desquiciada. No parecía su voz de verdad. Era como si se hubiera transformado en una persona completamente distinta—. Así que al final es verdad... me has traicionado.

—Yo no he...

—Ni se te ocurra... mentirme... otra vez... o te juro que os mataré a los tres. Empezando por ella.

Caleb apretó los labios, devolviéndole la mirada. Seguía teniendo la punta de la pistola clavada en la frente y, lo que vio en los ojos de Sawyer, no hizo otra cosa que indicarle que era perfectamente capaz de disparar.

—Deja que se vayan —le dijo en voz baja, mirándolo—. Soy yo el que intentó convertir a la chica, no Brendan. Él no ha hecho nada.

—¿No ha hecho nada? —Sawyer soltó una risa casi histérica, sacudiendo la cabeza—. Oh, te ha ayudado. Se ha puesto de tu parte. ¡Me ha traicionado, como todos! ¡Después de que os acogiera, os diera un hogar y os cuidara como a mis propios hijos... me habéis traicionado! ¡Y solo por una puta humana! ¡Lo sabía! ¡Sabía que no debía dejar que las mujeres entraran en nuestro grupo!

—Tu problema no son las mujeres —espetó Victoria de pronto, deshaciéndose del agarre de Brendan—. Tu problema es que te aterra la perspectiva de que la profecía de Bexley se cumpla.

—Oh, cállate, pequeña zorra, no tienes ni idea de...

—¡Lo sé todo! —espetó Victoria, furiosa, mientras el humo empezaba a colarse por debajo de la puerta—. ¡Lo he visto! ¡Todo! ¡Y sabes que es cuestión de tiempo que ellos dos también lo sepan, igual que los demás! ¿Es eso lo que te daba tanto miedo? ¿Mi habilidad de ver recuerdos? ¿Porque podría decirles la verdad? ¿Porque podría ver todas la mentiras que les has contado durante estos años?

A Sawyer le temblaba la mano, pero seguía apuntando a Caleb. Miraba a Victoria con los ojos desorbitados, con la mandíbula tensándose. Parecía... completamente ido, desquiciado.

Caleb podía intentar quitarle la pistola, pero solo si la apartaba un poco más de su frente. Solo un poco.

—¿Crees que voy a dejar que una niña que no ha hecho absolutamente nada en su vida venga y me robe todo lo que he conseguido? —espetó Sawyer, furioso, mirándola—. ¿Te crees que voy a renunciar a todo sin luchar?

—Oh, pero ya oíste a Bexley. Todas sus visiones se cumplen. Vas a morir, Sawyer. Lo sabes. Puedes intentar luchar contra ello, pero sabes que sucederá tarde o temprano, y no puedes hacer nada para evitarlo.

Sawyer retrocedió como si le hubieran dado un puñetazo, apartando la pistola de la cabeza de Caleb. Brendan permanecía muy quieto, en alerta, mientras que Victoria se mantenía de pie entre Sawyer y la ventana. Caleb empezó a rodear a Sawyer lentamente para legar a ella. Solo tenía que alcanzar a Victoria y saltar con ella. Brendan saltaría con ellos. Y estarían a salvo.

—Es inútil que hayas intentado mantener a las mujeres lejos de tu familia porque te diera miedo que una de ellas pudiera ser tu perdición —siguió Victoria, mirándolo fijamente con la furia grabada en los ojos—. Es inútil que hayas intentado manipular sus recuerdos. Estás acabado, Sawyer.

Sawyer retrocedió otra vez. El humo entraba por debajo de la puerta, detrás de él. Pronto el fuego también lo haría. Y lo engulliría. Caleb siguió rodeándolo lentamente, con precaución, sin perder la pistola de vista.

—Yo... yo no... —empezó Sawyer, dudando.

Caleb por fin llegó junto a Victoria. La sujetó de la mano y ella la apretó con fuerza, mirando fijamente a Sawyer.

—No ha servido de nada, Sawyer —le dijo, esta vez casi con voz suave—. Vete sin resistirte. Será más fácil.

Caleb dirigió una última mirada a Sawyer, que parecía completamente desolado. Intentó que eso no le importara con todas sus fuerzas. No podía volver a cometer el mismo error. No podía. Tenía que irse de ahí con Victoria.

Ella se relajó cuando Sawyer por fin bajó la pistola y dio otro paso atrás. Las llamas empezaban a asomarse, prácticamente rozándolo, y Caleb supo que no dispararía.

Sujetó con firmeza la mano de Victoria y miró a Brendan. Y los tres se dieron la vuelta para marcharse.

Sin embargo, mientras se daban la vuelta, lo escuchó. Y lo notó.

Sawyer había apretado el gatillo.

—Lo siento —dijo en voz baja, áspera—, pero no moriré por ti.

Caleb giró lentamente la cabeza hacia Victoria, que le había apretado la mano con fuerza. Ella lo miró fijamente, pálida de terror.

Y, cuando Caleb bajó la mirada, con los oídos zumbándole, con el corazón retumbándole... lo vio.

Vi la mancha roja del estómago de Victoria haciéndose más y más grande.

Ella soltó su mano y se la llevó torpemente al estómago, dándose la vuelta para mirar a Sawyer.

No llegó a darse la vuelta del todo, sus rodillas fallaron y Caleb se abalanzó hacia delante, con el corazón latiéndole a toda velocidad, sujetándola justo a tiempo para que su cabeza no chocara contra el suelo. Victoria lo miró con los ojos muy abiertos, llenos de terror. Pareció querer decir algo, pero cuando abrió la boca, solo le salió un hilo de sangre que le resbaló lentamente por la mejilla hasta llegar al suelo.

—No —se escuchó decir Caleb a sí mismo cuando su cerebro entumecido empezó a procesar lo que estaba sucediendo—. No, no, no... no... Victoria, mírame... m-mírame.

Pero ella había apartado la mirada. La sangre seguía brotando de la herida en abundancia. Una abundancia escalofriante. Caleb empezó a moverse con torpeza, desesperado, poniendo una mano sobre la herida para apretarla y que dejara de sangrar, pero era inútli, no dejaba de brotar de entre sus dedos con intensidad, llenando el suelo de sangre. Mucha sangre. No. Estaba perdiendo mucha sangre. ¡No!

—¡No! —gritó, y puso la mano sobre su herida, cerrando los ojos—. No, no voy a dejar que te vayas. No... no...

Sintió la presión de sus dedos en la herida de Victoria y un dolor agudo, punzante, insoportable se instaló en su propio estómago.

Apretó los dientes, ignorando las ganas de apartarse y aumentando la intensidad. A cada segundo que pasaba, los latidos del corazón de Victoria eran más y más débiles, pero no le importó. No apartó la mano ni desistió en su trabajo. De hecho, lo hizo con más intensidad, notando que una pequeña brecha se abría en su propio estómago y un hilo de sangre manchaba su camiseta.

Y, entonces, notó una mano fría sobre la suya, apartándola de la herida de Victoria. Abrió los ojos, confuso, y vio que ella misma lo había apartado, mirándolo con los ojos entreabiertos y los pálidos labios ligeramente separados.

—¿Qué haces? —preguntó Caleb con desesperación—. Victoria, deja que...

Pero ella volvió a apartar la mano y negó con la cabeza. Y supo lo que quería decirle.

No había nada que pudiera hacer por ella.

Si seguía intentando curarla, probablemente terminaría matándose a sí mismo. Y Victoria lo sabía.

Caleb vio que intentaba decir algo, pero de nuevo fue incapaz de hacerlo. Sintió la humedad de la sangre en su mejilla cuando ella puso la mano en ella, mirándolo, pero no fue capaz de moverse.

Y, entonces, la mano de Victoria volvió lentamente a su regazo. Y sus ojos grises, que hasta ahora lo habían estado mirando, se quedaron fijos en un punto cualquiera... sin vida.

Durante un instante, Caleb no reaccionó. Solo la miró fijamente, entumecido, como si no fuera real. Como si fuera una visión en medio de una pesadilla, pero no real. No podía ser real. Eso no podía estar pasándole. No a Victoria.

Sin embargo, una parte de su cerebro ya había asumido lo que había pasado. Y era una parte horriblemente dolorosa.

—No —se escuchó decir a sí mismo, inclinándose para poner la oreja encima del corazón de Victoria. No pudo oír nada—. No, no, no... Victoria, mírame. No me hagas esto. Mírame. ¡No!

La dejó en el suelo y le puso una mano en la herida de nuevo, desesperado, pero cuando intentó ejercer presión sobre ella para que el dolor fuera para él, fue inútil. Notó que le escocían los ojos cuando volvió a intentarlo inútilmente.

—Mírame —insistió, desesperado, sujetándole la cabeza con una mano—. Por favor, no me hagas esto, no puedes dejarme. Por favor, Victoria, mírame.

Una mano se colocó sobre el hombro de Caleb, pero no le importaba quién fuera. La apartó de un manotazo y volvió a intentar curarla desesperadamente. Notó las mejillas húmedas y de alguna forma supo que estaba llorando. No recordaba haber llorado ni una sola vez en toda su vida.

—Caleb —le dijo una voz que parecía salida de un lugar muy lejano.

Él ignoró la voz, intentando reanimar a Victoria otra vez, pero se detuvo en seco cuando el dueño de la voz intentó apartarlo del cuerpo bruscamente.

—¡No! ¡Suéltame! ¡Tengo que...!

—¡No puedes hacer nada por Victoria! —la cara de Brendan apareció de repente en su campo de visión—. ¡Si te quedas aquí, vas a morir con ella!

Caleb empezó a negar con la cabeza. No estaba muerta. No... era imposible. No... no podía estarlo, no entendía qué...

—¡Tenemos que irnos! —insistió Brendan.

—No puedo... no puedo irme sin ella... tengo que...

—¡Caleb, Victoria está muerta! —le gritó de pronto, desesperado por el fuego que se cernía sobre ellos—. ¡Pero tú no! ¡Ni Kyran, ni ninguno de los demás! ¿Crees que ella querría que te quedaras aquí y murieras con ella? ¿Quién cuidará de todos los demás si tú también mueres esta noche?

Caleb se quedó mirándolo. No podía pensar. Solo podía sentir las lágrimas calientes en sus mejillas. Intentó mirar a Victoria de nuevo, pero Brendan le sujetó la cara con ambas manos, obligándolo a no hacerlo.

—Se ha ido —le dijo con voz suave, mezclada por el dolor—. No puedes hacer nada. Nadie puede hacer nada. Tenemos que irnos.

Caleb sintió que se ponía de pie, pero era como si lo hubiera hecho otra persona. Alguien que no era él. Sintió sus piernas moviéndose, pero era como si no pudiera controlarlas.

Cuando llegó a la ventana, se giró una última vez y sintió que algo dentro de él se retorcía de forma insoportable cuando vio que Brendan se había agachado junto a Victoria y le había cerrado los ojos con suavidad.

No pudo seguir viéndolo.

Saltó por la ventana y aterrizó en el jardín. Cuando se alejó de la casa en llamas, no fue capaz de mirar atrás.

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