Quirk (Boku no hero: Baku-Tod...

By FullbusterFic

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¿Qué ocurre cuando pierdes tu Quirk? ¿Qué te queda cuando lo único que sabes hacer es pelear? ¡Inútil! Así es... More

Capítulo 1: Donde todo empezó
Capítulo 2: ¡Se acabó!
Capítulo 4: Explosivo
Capítulo 5: Amaneceres
Capítulo 6: Revelaciones
Capítulo 7: El dolor de las palabras
Capítulo 8: Asuntos familiares
Capítulo 9: Héroe verdadero
Capítulo 10: Un hecho: cuatro puntos de vista.
Capítulo 11: El hogar de un héroe
Capítulo 12: ¡No puedes esconderte!
Capítulo 13: Una vida juntos

Capítulo 3: Un lugar para ti

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By FullbusterFic

Con lentitud e inseguridad, sus piernas seguían adelante. Un paso tras otro. La última vez que estuvo en la residencia, llevó un presente a su madre, un simple ramo de flores, pero hoy, no había tenido tiempo ni ánimo de pensar en algo. Necesitaba a su madre o, al menos, era lo que su cuerpo le pedía: un abrazo de ella.

Durante el camino, fue incapaz de pronunciar palabra. Ni siquiera miró a Endeavor. Mirarle dolía demasiado. En él veía al héroe número uno, veía el prestigioso apellido Todoroki, del cual, él ya no era digno de llevar. No era nada más que un estudiante normal sin un futuro claro.

Se detuvo frente a la puerta corredera de la habitación. En la placa metálica, el nombre "Rei Todoroki" estaba impreso. Shoto alzó la mano y golpeó en la varilla de madera con sus nudillos. Avisaba a su madre de su presencia. Su dulce voz diciendo que entrase le estremeció. Agachó la mirada sintiéndose poco digno de estar allí en su estado, pero aun así, entró. Necesitaba estar con ella.

— ¿Shoto?

El sonido de su voz le hizo elevar la cabeza en su dirección. Adoraba a su madre, la echaba de menos y, por fin, estaba allí frente a él. Las ganas de echarse a llorar le inundaron, sin embargo, dio un paso lento hacia delante, detrás otro y finalmente, sin darse cuenta, aceleró hasta abalanzarse sobre ella. Su rostro cayó en la clavícula de su madre y sus brazos rodearon su cintura. Con el rostro escondido y el cálido abrazo de su madre rodeando su cuerpo, finalmente, Shoto dejó salir las lágrimas que durante tantos días estuvo reteniendo.

— Mi niño – susurró con dulzura, acariciando la espalda de su hijo pequeño con suavidad.

El abrazo se intensificó. Shoto se negaba a soltarla, apretando un poco más y tratando de esconder su rostro todo lo que podía. Su padre siempre decía que los hombres no debían llorar, tenía que ser el héroe número uno, pero... ahora todo carecía de sentido. Su madre, en cambio, acariciaba su espalda con una mano y su cabello con la otra mientras susurraba dulces palabras en su oído y le permitía llorar.

— Shhhh – susurraba su madre – vamos, déjalo salir, cielo.

Ni siquiera era capaz de hablar. Intentó abrir la boca para hacerlo, pero de ella sólo salió un sollozo. Su cuerpo temblaba y sentía sus fuerzas desvanecerse. Sus piernas flaqueaban y pensó que en cualquier momento caería, sin embargo, su madre le mantenía bien sujeto contra su pecho.

— Te quiero – susurró nuevamente su madre a su oído.

— Yo no... – intentó hablar Shoto – no puedo ser un... héroe.

Sus dedos se agarraron con fuerza a la chaquetilla de su madre. Frustración, impotencia y dolor, todo se juntaba en su interior creando un torbellino de emociones negativas sin saber cómo salir de ellas.

— Shoto, tú siempre serás mi pequeño héroe – sonrió su madre sin soltar el abrazo –. Eres mi niño, eres toda mi vida, eres quien me da fuerzas para seguir. Cuando todo va mal, pienso en ti y sé que entonces mi suerte cambiará. Tú eres fuerte, Shoto, y saldrás victorioso de todos los problemas, yo confío en ti.

Las fuerzas le abandonaban y el agarre de sus dedos cesó. Soltó la chaqueta de su madre y dejó caer los brazos. Al sentir aquello, Rei fortaleció su abrazo para evitar que su hijo se derrumbase y le ayudó a acercarse a la cama. Ambos se sentaron en ella, aunque Shoto se negaba a separar su cara del pecho de su madre.

Rei alejó un poco el rostro y apartando el flequillo de su hijo para despejar su frente, depositó un suave beso que pareció empezar a calmar su llanto. Por primera vez, Shoto suavizó sus párpados, dejo de apretar y se relajó. Su madre olía a flores.

— Te quiero, mi niño, te quiero mucho.

— Y yo a ti... mamá.

— ¿Quieres contarme qué ha ocurrido?

— Yo... intenté proteger a todos, de verdad que lo intenté, pero resultaron heridos.

— Shoto, tus compañeros quieren ser héroes como tú, ellos no van a culparte por algo así, sabían dónde se metían.

— Pero era mi responsabilidad...

— ¿Por qué? – susurró su madre –. ¿Por qué te echas encima esa carga tan pesada? Un héroe debe ser fuerte, sí, pero no quiere decir que sea invencible. No todo depende de una única persona, Shoto. Hiciste lo mejor que pudiste y les ayudaste, para mí es suficiente, fuiste un héroe. Confía en ellos también, en su poder, en su ayuda, no cargues con todo tú solo.

— Papá no lo verá así. Fui débil y...

— No fuiste débil, Shoto. Hay que tener mucho valor para ser un héroe, para anteponer tu vida para salvar a otros y tú lo hiciste, estoy segura de ello, porque te importa la gente. Eres mi pequeño héroe – sonrió Rei para calmarle.

— No puedo estar en casa con papá. Si antes era un infierno estar con él ahora es... - Shoto no supo cómo explicárselo a su madre –. Sé que está intentando mejorar como padre y después de que casi le perdí en ese combate... quiero acercarme a él y entenderle pero, ahora mismo, siento que me ahogo al estar a su lado.

Shoto aprovechó ese momento para tumbarse en la cama y llevar sus piernas hacia su pecho, apoyando la cabeza sobre las piernas de su madre. ¡Se sentía tan bien! La mano de su madre era cálida y suave, acariciaba su cabello y su rostro con delicadeza sin dejar de sonreír.

— Me encantaría poder ayudarte con eso, Shoto, pero en la residencia no dejan quedarse a las visitas a dormir.

— Lo sé.

— ¿Y si hablas de esto con tu padre?

— ¿Hablar con él? ¡Como si se pudiera hacer algo así! Ni siquiera me siento ahora mismo como su hijo. Cuando le veo, siento que soy una decepción. Tanto tiempo soñé con distanciarme de él y ahora, después de casi perderle, no sé, empecé a valorar su esfuerzo por querer cambiar pero... con todo este problema, siento que ya no soy el hijo que él espera ver.

— Shoto, tu padre te adora. No tiene nada que ver con tu quirk, él siempre será tu padre y estoy segura, que está intentando acercarse.

— No, él adora mi poder y ya no lo tengo. Soy un fracaso a sus ojos. Quizá debería sentirme aliviado de ya no tener la mitad de su quirk. Sin embargo, desde que Midoriya dijo que éste también era mi poder y empecé a usarlo, he empezado a tratarlo como algo mío.

Rei no sabía cómo aclarar ese punto. Era cierto que Endeavor fue estricto y que no podría ganar el premio al mejor marido ni padre del año, hizo cosas cuestionables, pero de lo que Rei no dudaba era que, a su modo, Endeavor adoraba a Shoto, no sólo por su poder. Puede que empezase así, pero... miró las flores azules en la ventana. Sabía que eran de Endeavor, todas las mañanas las recibía. Ella no era capaz de perdonarle todavía y no quería estar en el mismo lugar que él; sin embargo, le alegraba saber que intentaba cambiar, que aún pensaba en ella y buscaba su perdón. La solución era que Shoto y su padre hablasen, pero sería complicado lograr algo así.

— Si necesitas un poco de espacio, Shoto, quizá sea un buen momento para hacerlo. Pero piensa en tu seguridad, por favor. Tal vez si te quedas con algún amigo unos días...

Shoto pensó en las opciones. No tenía demasiadas. Antes aún tenía su cuarto en la academia, pero ahora, tampoco tenía esa opción. Sus amigos estaban en la academia, no podía simplemente colarse ni pedirles ir a su casa con sus familias. No tenía donde ir si se marchaba de casa de su padre, pero... necesitaba alejarse. Quizá un hotel. Podría estar un par de noches fuera con los ahorros que tenía.

— Creo que sé dónde quedarme. Mamá, sin mi poder... da igual – susurró finalmente. Ni siquiera tenía fuerzas para afrontar ese tema.

— ¿Qué ocurre, cielo?

— Es que siempre he vivido con este poder y ahora que no está, no me siento yo mismo.

— Shoto, con o sin poder, sigues siendo tú – sonrió su madre en un intento por animarle.

***

Durante toda la clase, desde su posición en el centro del aula, Bakugo desvió la mirada a la mesa dos puestos detrás de él a su derecha. La mesa de Todoroki seguía vacía igual que los últimos tres días. Su corazón dolía cuando pensaba en él y dolía todavía más cuando veía el vacío que había dejado. Él debería estar allí, era uno de los mejores, era alguien a quien admiraba y quería superar. Ver la mesa vacía le hacía creer que era una decisión casi definitiva en vez de una medida provisional.

Chasqueó los labios con frustración y regresó la mirada al libro de texto. Esos últimos días no podía centrarse en la faena. Su mente sólo pensaba en Todoroki.

Cuando la clase finalizó, la gente se puso en pie para ir a almorzar. Por lo general, él solía irse el primero. Odiaba el jaleo que organizaban en cuestión de segundos, pero por más que hubiera deseado huir del aula, sus piernas seguían doliendo demasiado. Arrastró la silla hacia atrás sintiendo el dolor de sus piernas al impulsarse y apoyó una mano en la mesa y la otra sobre el respaldo de la silla para ponerse en pie. ¡Dolía como mil demonios!

Con un gesto de dolor en su rostro, todavía cabizbajo, respiró profundamente. Quería irse de allí, pero sabía que le costaría un poco llegar a la puerta. Fue en el momento en que dio el primer paso, que escuchó el apellido que tanto rondaba su mente últimamente.

— Va en serio, he visto al padre de Todoroki en la dirección – hablaba el atolondrado de Deku.

— No puede ser, creía que le habían dado unos días libres a Todoroki.

— Creo que sí, pero por lo que me he enterado, esta mañana ha dejado a Shoto en el hospital con su madre y cuando ha vuelto a recogerlo, se había marchado. Anda buscándolo como un loco. Cree que ahora sin su quirk, los villanos podrían aprovechar para vengarse de él haciéndole algo a su hijo. Estaba desesperado preguntando al director si Todoroki había vuelto a la academia.

— Vaya problema – susurró Uraraka.

— Ha debido pasar algo – intervino Kirishima.

— ¿A qué te refieres? – Uraraka se alarmó al escuchar hablar a su compañero.

— Pues, mirándolo desde la perspectiva de Todoroki, él no tiene muchos amigos, sólo nosotros y no se ha puesto en contacto con ninguno, ¿verdad? Entonces... si se ha escapado... ¿Dónde podría ir? No tiene ningún sitio al que ir. Quizá le hayan secuestrado.

— No lo han hecho, al menos no en el hospital. Se le vio salir solo y por voluntad propia por las cámaras de seguridad.

— Pues entonces... está solo ahí fuera y sin su quirk – afirmó Kirishima –. Quizá deberíamos estar atentos por si intenta contactar con alguno de nosotros.

— ¿Bakugo? ¿Adónde vas?

Acababa de llegar a la puerta corredera que llevaba al pasillo cuando escuchó a Deku preguntarle. Él siempre tenía que meterse donde nadie le llamaba. Odiaba esa actitud suya y, por eso mismo, chasqueó los labios notablemente enfadado.

— Donde no te importa – se quejó.

— Bakugo, deberías descansar – intervino esta vez Kirishima.

— ¿Y a dónde crees que voy? Estaré en mi cuarto – se quejó, aunque a Kirishima al menos le daba una respuesta más sensata.

Al ritmo lento al que le llevaban sus piernas, no llegaría demasiado lejos, pero no negaba que le había preocupado el tema de Todoroki.

— Serás idiota, Todoroki. ¿Dónde coño vas a quedarte a dormir? – susurró para sí mismo.

Sus piernas temblaban a cada paso y aunque trató de acelerar mientras aguantaba el dolor de sus articulaciones, su rostro era reflejo del sufrimiento. Le costó casi quince minutos bajar las malditas escaleras y otros quince cruzar el patio para salir fuera de la academia. Había un lugar donde Shoto solía ir. La pequeña tienda de comida frente a la academia. Ese idiota se alimentaba realmente mal: a base de soba frío instantáneo.

Quizá se equivocaba y no aparecería. Por un lado, pensaba que cerca de su casa o del hospital debería haber tiendas de comestibles, pero por otra parte, sabiendo que estaba huyendo de su casa y de su padre, quizá viniera a un lugar conocido y... quisiera o no, el área de la academia era la que más conocía.

Se sentó en unas escaleras y resopló al poder descansar al fin las piernas. Frente a él, la gente entraba y salía de la tienda. No había ni rastro de Todoroki y, durante una hora, Bakugo permaneció allí sentado, con el cuaderno de deberes en su mano. Le daba igual hacer los ejercicios en su cuarto que en ese lugar. Sus ojos pasaban del cuaderno a la entrada de la tienda y entonces, una hora y media después, vestido con una sudadera, apareció.

Bakugo sonrió, cerró el cuaderno y se agarró a la barandilla para ponerse en pie. Una vez conseguido, guardó los deberes en el bolsillo trasero de su pantalón y cruzó la calle hacia la tienda. Para cuando llegó, Shoto terminaba de pagar y su mercancía estaba en una bolsa de plástico blanca con el logo de la tienda.

— Ey, idiota. ¿A dónde coño crees que vas? – se quejó Bakugo –. ¿Por qué siempre comes esa mierda?

— Me gusta el soba frío.

En silencio, Bakugo dio un par de pasos para salir de la tienda. Shoto le siguió hasta la acera antes de escuchar su resoplido. No podía dejar de observar los movimientos lentos y torpes de Bakugo. Su rostro era el vivo poema del dolor y eso le hacía sentirse culpable nuevamente.

— Yo... lo siento.

— Y dale con esa puta palabra – se enfadó Bakugo, tomando con fuerza el cuello de la sudadera de Shoto y acercándole a él con violencia –. Estoy harto de escucharte decir esa mierda. ¿Que lo sientes? ¿Por qué lo sientes? No me subestimes, Todo-idiota, no te atrevas a hacerlo. Si crees que eras el único que podías derrotarlos es que eres mas imbécil de lo que creía. ¿O acaso crees que yo no habría podido hacerlo? ¿Tan egocéntrico eres?

Shoto se dio cuenta en ese momento de lo que estaba pasando. Se estaba echando la culpa como si él fuera el único culpable de lo ocurrido, pero era cierto que Bakugo también peleó, que pudo haber vencido igualmente.

— Lo siento, no volveré a dar a entender algo así. Claro que pudiste vencerle, es sólo que... tus piernas... quise reaccionar para evitarlo, pero fui lento, no quería decir que tú no pudieras, sólo estoy enfadado conmigo mismo por no haber conseguido los objetivos que tenía marcados. Creí que podía protegerte y fallé, es un sentimiento puramente personal.

Bakugo soltó la sudadera de Shoto al escucharlo. Podía entender que no era egocéntrico, que se había fallado a sí mismo y por eso estaba en ese estado de culpabilidad.

— Vayamos a comer – dijo Bakugo al ver los botes instantáneos de soba frío –. ¿Tienes dinero?

— Me queda algo. No demasiado. Lo justo para pagar una noche en algún hostal barato de la zona y pasar la noche.

— Eres un caso perdido. ¿Qué te parece si te quedas en mi cuarto?

— Las reglas de la academia dicen que no tengo derecho a un cuarto.

— Eres un santurrón – sentenció Bakugo –. Míralo así, no es tu cuarto, es el mío y yo te estoy invitando a quedarte. Además, los profesores no están en el área de los dormitorios. No se enterarán.

— ¿Estás seguro? ¿No te importa?

— Vamos. Te prepararé soba frío.

***

— ¡BÁJAME, JODER! ¡VOY A VOLARTE LA PUTA CABEZA!

Con su mano libre, Shoto trataba de apartar la mano llena de sudor de Bakugo de su cara evitando que pudiera explotar la nitroglicerina. Bakugo no estaba nada contento con lo que estaba haciendo, pero era lo único que podía hacer por él.

— Sólo tienes que agarrarte y calmarte. ¿Quieres que los profesores se enteren de que estoy aquí?

Bakugo, subido a la espalda de Shoto a caballito, se agarró con mayor fuerza a su cuello y se mordió el labio inferior para evitar ser descubierto. ¡No le asustaban los profesores! Lo que sí le aterraba era que salieran sus compañeros y vieran cómo el bastardo de Shoto le estaba cargando escaleras arriba hacia la sala común de los chicos.

¡Shoto jamás había tardado tanto tiempo en cruzar el jardín de la academia! Bakugo iba a paso de tortuga, pero entendía que no podía ir más rápido por el dolor. Tuvo paciencia y caminó a su lado por no hacerle sentir mal, pero al llegar a las escaleras y ver lo lento que subía, decidió tomar cartas en el asunto. Sin previo aviso, se puso delante de su cuerpo y agarró sus muslos para subirlo a caballito a su espalda. Él subiría las escaleras, al menos no sentía dolor alguno en su cuerpo. Era algo que podía hacer sin su quirk. Sentirse útil de alguna manera le tranquilizaba.

Evidentemente, Bakugo sintió aquel gesto como un signo de debilidad. Si algo odiaba Bakugo, era sentirse débil.

Para ser honesto, a Shoto le estaba costando subir todos esos pisos cargando con Bakugo, pero no se quejó. Al ver que Bakugo finalmente se sujetaba mejor a su cuello y sus piernas se apresaban a su cintura, pudo apoyar una mano en la barandilla para ayudarse a subir con mayor facilidad.

Al llegar al salón principal, los recuerdos le inundaron. Sólo habían pasado tres días, pero... echaba de menos a sus compañeros. En unos días debería regresar a las clases, pero no conocía a nadie de la clase sin quirks. Estar allí le gustaba. Por extraño que sonase, se sentía en casa.

— ¿Todoroki?

Al escuchar la voz de Izuku, Bakugo se removió con violencia tratando de evitar que le vieran a la espalda del chico y entonces, Shoto fue incapaz de agarrarle mejor. Cayó inevitablemente, dejando escapar Bakugo un quejido de dolor cuando su trasero golpeó el suelo.

— Lo siento – susurró Shoto.

— Vete a la mierda, Todo-idiota – se enfadó al escuchar otra vez esa maldita palabra que detestaba. Shoto siempre solía disculparse y le ponía de mal humor cuando lo hacía.

Izuku apartó la mirada para dejar la taza en la encimera de la cocina. Tras asegurarla, salió corriendo hacia Todoroki. No fue hasta que llegó a él, cuando observó a Bakugo en el suelo.

— ¿Kacchan? ¿Qué haces en el suelo?

— Tomar un descanso. ¿Tú que crees? – dejó salir su sarcasmo, aunque no pensaba decir que había sido llevado a caballito por Todoroki –. Fui a buscar a este idiota. Y haz el favor de mantenerlo en secreto, si los profesores se enteran de que está aquí, le dirán que se marche.

— No diré nada, aunque tu padre estaba muy preocupado – susurró Izuku hacia Todoroki.

Hablar con su padre era algo complicado, pero Todoroki sabía que en algún momento, debería decirle que estaba bien y que necesitaba espacio. Izuku tenía razón en que ahora mismo, estaba preocupando a su familia.

— Le llamaré – susurró Shoto para que todos se quedasen más tranquilos –. ¿Puedo comer algo antes? Tengo hambre y Bakugo me ha prometido soba frío.

Bakugo suspiró antes de hacer fuerza sobre sus manos para levantarse. ¡Dolía demasiado! Y aunque frunció el ceño y se centró en respirar, no conseguía aliviar el sufrimiento que sentía. Izuku, al verlo, quiso acercarse a ayudarle, pero se contuvo. Si lo hubiera hecho, Bakugo le habría gritado por tratarle de esa manera compasiva. Odiaba esos gestos, así que se contuvo y esperó a que se levantase por sí mismo. Shoto tampoco hizo ningún amago de ayudarle.

En silencio, Bakugo se dirigió a la cocina común y sacó los ingredientes para empezar a preparar la comida. Shoto, en cambio, se desvió hacia un rincón y sacó su teléfono del bolsillo del pantalón. Las manos le temblaban. Dudaba de lo que iba a hacer. Su padre había estado las últimas semanas muy sobreprotector con él y ahora, sin su quirk, estaba mucho peor.

Respiró hondo, miró a la distancia a Izuku y Bakugo discutir por los fuegos y el espacio en la cocina y volvió al teléfono. Buscó en la memoria el número de su padre y tras unos segundos mirando el número en la pantalla, finalmente, pulsó el botón de llamar.

Ni siquiera llegó a dar ni un toque. Su padre parecía estar esperando su llamada y su voz sonó preocupada.

— ¿Shoto? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

— ¿Papá? – preguntó, porque no estaba seguro si llamarle por esa palabra o dirigirse a él como Endeavor o Enji. Tenía miedo de que ni siquiera le considerase su hijo ahora que no tenía su quirk –. Yo... estoy bien – susurró.

— Dime dónde estás, hijo, iré a buscarte ahora mismo.

— De eso quería hablar contigo. Necesito... espacio – susurró al no saber cómo se iba a tomar esa decisión.

El silencio se hizo durante unos segundos. Quizá le había pillado por sorpresa a su padre o puede que le doliera que le dijera que necesitaba distanciarse.

— Estoy con un amigo en la academia y estoy bien, te lo prometo, pero sólo necesito unos días para pensar en algunas cosas. Me va a dejar dormir en su cuarto, así que no quiero que te preocupes. Quiero aclarar algunas cosas y luego volveré a casa.

Por el silencio, entendió que Endeavor se hacía una idea de lo que ocurría. Estaba asimilando la información. Escuchó un resoplido al otro lado del teléfono. Seguramente al escuchar que estaba en la academia, pensó que estaría protegido. Ningún villano entraría allí sin más y si lo hiciera, se arriesgaba a enfrentarse a todos los profesores.

— Tienes mi número, Shoto, si ocurre cualquier cosa, llámame. Iría a buscarte sea la hora que sea.

— Lo sé.

— Sólo quiero que sepas que ésta siempre será tu casa Shoto. Si necesitas un poco de tiempo lo entiendo, pero sé consciente de que todos te esperaremos aquí.

— Vale.

— Shoto, hazme sólo un favor. Llámame o escríbeme un mensaje todos los días para saber que estás bien.

— Vale – respondió nuevamente.

Bakugo metió a hervir los fideos y, tras hacerlo, miró al frente donde Shoto hablaba con su padre. Estaba en un rincón, junto a una gran ventana y una planta decorativa. Le daba la espalda y hablaba bajo, pero aun así, podía escuchar su conversación. Sentía la tensión y los nervios en ese chico. Trataba de fingir que todo estaba bien, se mantenía como siempre, inexpresivo, pero... algo estaba mal. Al verlo colgar, se relajó. Parecía que su padre le dejaba quedarse allí unos días.

— Ey, Todoroki – sonrió Izuku – esta noche podríamos reunirnos todos aquí y jugar a algo si quieres.

— ¿Jugar? ¿Jugar a qué?

Tanto Bakugo como Izuku se miraron un segundo. No parecía que Todoroki entendiera lo que le estaban diciendo.

— Pues, jugar a algo todos juntos, algún juego de mesa o no sé... podemos hacer una pequeña fiesta, con comida y refrescos, podríamos quedarnos a contar chistes o no sé... hacer algo...

— ¿Por qué? – preguntó con confusión.

— Pues, para celebrar que estás aquí con nosotros. ¿Nunca has jugado o has ido a alguna fiesta?

— No – susurró.

— ¿Y qué hacías en tu niñez? – preguntó Izuku, pero al hacerlo, se dio cuenta de que quizá había metido la pata. Ese chico había tenido una dura infancia –. ¡Oh! Lo siento, supongo que entrenabas.

— Sí. Pero está bien. Si queréis hacer algo, no me importa. Aunque la verdad es que estoy un poco cansado.

— Podemos dejarlo para otro día. Seguro que todos se alegran de verte.

— Vale.

— Voy a buscarte algo de ropa que puedas usar como pijama. No te muevas de aquí – ordenó Bakugo.

Mientras caminaba por el pasillo hacia su cuarto, Bakugo pensó en el chico que desde hoy, compartiría su propio espacio personal. Si le hubieran preguntado sobre Shoto, sin duda habría dicho que era un buen héroe, uno de los mejores, alguien a quien admiraba y quería superar, pero cuando le miraba, veía a un niño pequeño e inocente. Veía tristeza en él, veía dolor.

Apretó los puños. Los niños deberían tener infancia, jugar en los parques, hacer travesuras, descubrir el mundo, pero Shoto no sabía apenas nada del comportamiento social porque su padre le impidió ser un niño. Sólo entrenar. Incluso ahora que le había ordenado quedarse allí, Shoto no lo había cuestionado, le hacía caso sin oponer resistencia. Le cabreaba y, a la vez, le gustaría decirle que podía ser él mismo, que podía hacer lo que quisiera, experimentar el mundo que de niño no pudo.

¿Habría celebrado alguna vez sus cumpleaños? Quizá cuando su madre aún vivía con él, pero posiblemente, desde que Endeavor la llevó al hospital, Shoto jamás celebrase nada más. Se obligó a dejar de pensar en el tema, porque realmente, le cabreaba.

Al llegar a su cuarto ni siquiera se molestó en cerrar la puerta tras él. Abrió el armario y buscó algo de ropa que fuera cómoda para dormir. Sacó un pantalón negro de deporte corto y lo lanzó sobre el colchón antes de buscar alguna camiseta. Allí dentro hacía calor, así que prefería buscarle algo corto. Entre las camisetas, observó finalmente una que él hacía años no utilizaba. Era blanca y no le gustaba demasiado el blanco. A Shoto no le importaría, estaba seguro de ello. Agarró todo y salió fuera.

En la sala común, Izuku seguía hablando con Shoto animadamente, quien había tomado asiento para estar más cómodo. Al acercarse lo suficiente, Bakugo le lanzó la ropa.

— Toma. Cámbiate mientras sirvo los cuencos.

Sin pudor alguno y con su rostro completamente serio, se quitó la camiseta que llevaba frente a ellos. Tanto Izuku como Bakugo se quedaron helados unos segundos. No es que fuera la primera vez que le veían sin camiseta, de hecho, hasta habían ido a termas juntos y le habían visto en toalla, pero no podían negar que su cuerpo les atraía y él no parecía ser consciente de ello.

Con un leve sonrojo en Bakugo y uno mucho más intenso en Izuku, los dos voltearon el rostro al ver que iba a quitarse el pantalón. Bakugo prefirió centrarse en servir los cuencos. No quería pensar en la noche que le esperaba. Su cama era individual y eso podía suponer un problema a menos que alguien tuviera un futón que dejarle, cosa que dudaba.

— Huele muy bien, Kacchan.

— Para ti no hay, Deku idiota.

— Pero... yo no sabía que cocinabas. ¿No me vas a dejar ni probarlo?

— Hagamos un trato. Te ofreceré un cuenco si me das a cambio un futón.

— Yo no tengo un futón.

— Pues te has quedado sin cuenco – le apartó el cuenco que estaba sirviendo de su lado –. Ve a buscar un futón, atolondrado.

Shoto miraba la escena ya cambiado. Con su ropa perfectamente plegada en sus manos, no sabía bien qué hacer con ella. Su estómago rugía, tenía mucha hambre, pero no quería ser descortés con Bakugo después de que le había preparado soba y dejado enfriar.

— ¿A qué esperas, Todo-idiota? Venga, a comer.

Dejó la ropa sobre el sofá junto a la bolsa de plástico con los botes de soba instantáneos y caminó hacia la mesa. Se sentó frente a Bakugo.

— Itadakimasu – susurró Shoto con los ojos cerrados y los palillos en su mano.

— Itadakimasu – le respondió Bakugo.

Los dos tenían mucha hambre, pero Bakugo comía con rapidez a diferencia de Shoto. Él lo hacía siempre con delicadeza, sin hundir completamente sus palillos, comiendo siempre desde el exterior hacia el fondo.

— Gracias, Bakugo. Es mejor que los fideos instantáneos.

— Claro que sí, idiota. Ahora come.

***

Acababa de terminar de asearse los dientes y regresaba a su cuarto. Durante toda la tarde, Shoto permaneció sentado en el suelo, con la espalda apoyada sobre la cama y demasiado pensativo. Bakugo, en cambio, terminaba de hacer los deberes que le habían pedido para la clase del día siguiente. Shoto apenas le había molestado. Sabía que estaba allí, pero era realmente silencioso, casi como si no estuviera.

Bakugo entró en su cuarto y buscó con la mirada a su compañero. Le había dejado ir a asearse antes que él y ahora, estaba en la cama, tapado hasta el cuello con la manta y lo más acurrucado posible en el extremo de la pared dejándole espacio a él. ¡No había encontrado un futón! Así que no le quedaba más remedio que compartir el espacio, aun así, Shoto trataba de pasar inadvertido.

Con un resoplido, Bakugo dejó las cosas en su sitio y se dirigió a la cama. Tenía bastante espacio y hasta se sentía un poco mal de que Shoto estuviera prácticamente comiéndose la pared para no molestarle a él. Le daba la espalda. Bakugo se tumbó, subió la colcha y se giró, dándole la espalda también a Shoto, pero cediéndole algo de espacio por si quería moverse hacia atrás. No lo hizo. Bakugo apagó la luz de la mesilla.

La oscuridad se hizo y ninguno habló. Bakugo miraba la hora en el reloj de su mesilla. Estaba acostumbrado a irse temprano a dormir y aunque no sabía la costumbre de Shoto, éste pareció adaptarse a él. Era un chico tremendamente respetuoso aunque a veces, discutiera con él o fuera el único capaz de decirle cuatro cosas. Shoto nunca le tuvo miedo y eso le gustaba.

— ¿Bakugo? – escuchó el susurro de Shoto.

— ¿Qué ocurre?

— Si tú... te quedases sin tu quirk, ¿crees que seguirías siendo tú mismo? – preguntó. Era una pregunta extraña, pero por algún motivo, Bakugo entendió a lo que quería referirse.

— Tú siempre serás tú mismo.

— Me siento tan vacío – susurró Shoto sin apartar sus ojos de su mano derecha – siempre he vivido con este poder y ahora, me siento inútil y vacío. Me falta una parte importante y no sé cómo suplir ese hueco.

— Shoto, sólo duérmete.

— Vale.

¡Vacío! Sí, era una buena palabra para definirlo. Bakugo pensó en ello. Si él perdiera su quirk, posiblemente se sentiría igual que él.

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