High School Pyrex ✓

By OdysseyRamirez

64K 4.8K 1.3K

Saga #School 1 High School Pyrex. Instituto para varones. Un reformatorio. ¿Entonces que hace una chica ahí m... More

High School Pyrex
Advertencia
1. Decisiones precipitadas
2. Instituto Pyrex
3. Nueva estudiante
4. Tratos propuestos
5. Viejos deseos
6. Desastrosa escapada
7. Fumador nocturno
8. Paradas silenciosas
9. Peculiar reconciliación
10. Curiosa preferencia
11. Cumpliendo deseos
12. Noches playeras
14. Preparatoria Orange
15. Cruda verdad
Ares
16. Exasperante desigualdad
17. Amor juvenil
18. Tormentosa interrupción
19. Regreso Bailey
20. Tinta negra
21. Deformada A
22. Halloween colorido
23. Obra interminable
24. Touchdown problemático
25. Extraña soledad
Ares
26. Esa constelación
27. Libreta materna
28. Intensa competitividad
29. ¿Te quedarías?
Agradecimientos

13. Típica realidad

1.5K 136 19
By OdysseyRamirez






Unos días después...

La semana que nos dieron de vacaciones fue un grato descanso de todo para los chicos y para mí, y la misma pareció mejorar cuando los visitantes se fueron —aunque si me sentí medio mal porque Seth se fue— dejándonos solos en la cabaña disfrutando de lo que nos quedaba de tiempo ahí. Los días que pasaron fueron recreativos, emocionantes y divertidos.

Ares me enseñó a surfear —me ahogué una que otra vez, por muy vergonzoso que suene— cosa que fue la experiencia más aterradora en mi vida pero logré montar olas, también me vimos sus programas favoritos de televisión y más de una vez estuve en su habitación escuchando su voz mientras me leía algún párrafo o cita de los libros que cargaba consigo. No voy a mentirles, lo besé mucho y él a mí en más de una ocasión, siempre tuve presente lo que Robin me había dicho sobre Ares y el que el español querría más de mí pero nunca ví que me forzara a nada solo lo dejó fluir y pasé mis días más cómoda con él. Había visto en Ares una faceta desconocida; lo había visto más feliz.

Aunque tampoco puedo olvidar a los chicos; con Conan hice algunas comidas, hablamos bastante y pese a que me seguía llamando por ese tedioso baby girl me la pasé igual de bien con él. ¿Y Robin...? Lo vencí en Ludo al igual que al español. Creo que con Robin fui con quién más me divertí ante su espontaneidad y consejos de lo más agradables aunque me sacara de vez en cuando que es un fuckboy y dice cosas que mayormente lastimarían la autoestima de una chica. En conclusión si Robin no me saca sus chistes malos no es él.

Y esa fue mi experiencia con los muchachos, pues por desgracia y con mucha tristeza he de decir que cuando la semana pasó... Tuvimos que volver a Pyrex. Tuvimos que volver a la realidad que no tardó en sentarse sobre mis hombros otra vez.

El disgusto me cayó como un balde de agua fría al recordar que compartiríamos las duchas y tenía que atender al equipo de americano una otra vez hasta mi regreso a casa, pero no todo es tan lóbrego, me alegró estar de vuelta en Pyrex por muy extraño que parezca.

—Los extrañé mucho —nos dice Justin en el momento que los chicos y yo llegamos a sentarnos a comer en una de las mesas de la cafetería después de buscar nuestras bandejas de comida. Desde que llegamos tuvimos que darnos un baño y empezar con la rutina prevista de las clases y eso, acababa de salir de matemáticas y Conan como yo teníamos el cerebro frito. La voz de Justin llenó el silencio en la mesa de nuevo —: Las cosas aquí estuvieron normales como siempre, pero instalaron esa nueva sala de computación junto a la biblioteca. Con anticipación le digo a Robin que todas las páginas buenas están restringidas —el lamento en su voz es triste pero socarrón, y la expresión del castaño en la mesa es de retratar. Seguido de eso vienen las cálidas risas de los chicos por la broma.

Bajo la mirada al plato sobre la bandeja que traje del mostrador de comida.

"Empiezo a extrañar las hamburguesas".

—El lado positivo de todo esto —señala Robin mirando su bandeja cuando me ve ensimismada con la mía, —es que esta vez le agregaron sal.

Una risotada inunda la mesa otra vez mientras nos disponemos a comer —a regañadientes— lo que tenemos en nuestros platos. Justin nos da el reporte de que Pyrex permitirá utilizar los celulares y que puede que instalen televisores en las habitaciones, claro que el júbilo en la mesa se hace presente por parte de Robin, hasta que, una mano se aferra a mi hombro llevándose la atención de todos en la mesa. Sor Margareth es la dueña de la mano, y a juzgar por su expresión mortificada estoy segura de que no trae buenas noticias.

Ella se inclina hacia mí dejando su rostro a la altura de mi oreja derecha, y lo que me susurra sólo a mí me hace pensar muchas cosas malas en vez de buenas:

—Los Pyrex requieren de tu presencia en su oficina, Ava —me separo un poco de la mujer mirándola con el ceño fruncido, es confusión lo que le demuestro en si totalidad. No he hecho nada malo ¿Verdad? La monja en cambio no dice más que un «apúrese» con su misma expresión mortificada y arrepentida que me pone rígida.

Dejo mi bandeja con la mitad de mi comida en ella saliéndome de la mesa y en ese instante escucho las voces de los muchachos.

— ¿Qué está pasando, Sor? —el halo de preocupación en la voz de Robin destaca bastante.

— ¿Sucedió algo malo? —le sigue Conan.

—Jóvenes, no tienen de qué preocuparse, solo requiero de la señorita Parker —explica la mujer a mi lado con suavidad y tacto; no obstante, cuando vemos a Ares levantarse dispuesto a seguirnos aún cuando no está invitado Sor Margareth interviene —: Costner, no.

Es lo suficientemente corto para que Ares se detenga y esboce una expresión seria y confundida. Llevo la mirada al rabillo de mis ojos observando a Sor Margareth y su clara emoción en sus ojos suaves y dulces que ahora están contrariados en tristeza y arrepentimiento: ahora no, Ares. Hoy no.

El español se queda estático igual que todos en la mesa mientras  Sor Margareth me pone una mano en el hombro derecho guiándome fuera de la cafetería con los ojos curiosos de los demás alumnos sobre nosotras.

Mientras cruzamos el castillo hacia el área directiva pienso de todo; pienso cada cosa mala que puede suceder en mi vida y sus horrorosas secuelas, pienso en el deseo tachado de mi lista de cosas que hacer antes de morir y las ganas de llorar me destruyen la garganta con un nudo de lo más apretado.

Espero no ver a papá en esa oficina o lo que tanto temo será una realidad.

Y así mientras esto dentro de mis pensamientos rezando y suplicando que nada malo haya ocurrido llegamos a la dirección. La puerta marrón frente a mí desata mis miedos pero la abro y entro con Sor Margareth detrás de mí. Lo peor se presenta cuando veo la oficina completa y sus integrantes. Más de diez películas con una trama y un épico final se forman en mi cabeza.

Los dos magnates están uno sentando en la silla de su escritorio y el otro de pie hablando con el que está sentado.

Y mi papá no está.

Entonces no pasó lo que tanto temía, solo que, aunque no pasara, las caras de los hombres frente a mí no me levantan los ánimos. Están igual que Sor Margareth.

En cuanto nos ven la realidad cae sobre mis hombros y las manos de Sor Margareth también cuando me obliga a sentarme en una silla porque sé que lo que sea que vayan a decirme me hará flaquear.

Lucas Pyrex es el primero en hablar.

Tengo la boca seca cuando salgo de la oficina de los Pyrex y comienzo a caminar por el castillo sin rumbo fijo. Mi cabeza repite a los Pyrex y sus más destacables palabras, sus expresiones, sus gestos, absolutamente todo para darme cuenta que lo que me dijeron es tan real como yo misma ahora mismo:

Expulsión.

Así como lo ven, eso me dijeron.

Resulta que mientras estábamos en esa cabaña en la playa un inspector familiarizado con el internado de Pyrex vino a la escuela; el hombre verificó cámaras, dormitorios, todo, pero todo lo que es todo. Les hizo muchas preguntas a los Pyrex y a los de la zona directiva y todo parecía estar bien hasta que hablaron con los empleados del castillo quienes no dudaron en decir que yo estaba ahí. No lo hicieron con mala intención como me habían dicho los Pyrex ellos qué iban a saber sobre la gravedad del asunto que yo representaba.

Tampoco los culpaba, jamás lo haría.

Así que, en cuanto el inspector demandó una respuesta clara sobre mi situación, tuvieron que darle mi expediente. Le explicaron lo sucedido: el despiste de mi padre con todo lo ocurrido, mis días allí, las clases, los deportes, la labor social, entre otros. El inspector se espantó por supuesto, una escuela élite especializada en reformar varones con un bache —o sea yo— bajó de golpe el prestigio y la reputación del lugar.

Los Pyrex no presentaron cargos pues fueron ellos quienes me habían metido en la escuela sabiendo las restricciones y sanciones que les habían hecho saber desde los principios de la escuela. Ellos pagaron el precio para no hacerme pasar un mal rato a mí ni a mi papá, y lo primero de la lista de demandas que les hicieron al enterarse de mi presencia en el castillo era que debían expulsarme de Pyrex.

Sinceramente alguna vez tuve que verlo venir.

Lo bueno no dura para siempre y lo que había pasado era una clara muestra de eso.

Bajo los escalones de la entrada del castillo observando el camino de piedritas hacia el portón gigante de la institución.

Me detengo en el tercer escalón tomando asiento en él mirando el césped bien cortado a los lados del camino de piedritas. Volvería a casa, debería celebrar que estaba yéndome de ese lugar porque desde un principio lo hice; sin embargo, me la había pasado tan bien en Pyrex pese a los terribles acontecimientos con los chicos.

Extrañaría el lugar ¿A quién le voy a mentir? Lo extrañaría mucho.

— ¿Joven Parker? —Miro sobre mi hombro a Sor Margareth, tiene las manos aferradas la una a la otra, no sabía que me había seguido. Me brinda la sonrisa más tensa de todas que no mejora mi ánimo, tampoco lo empeora, aunque me alegra su esfuerzo —Siento tanto lo sucedido...

—No tiene de qué disculparse, Sor —tranquilizo con una sonrisa triste en los labios —. Todo tiene su curso, ¿no?, era claro que yo no debía estar en esta escuela desde un principio.

—Ava... —dice como si quisiera decime mil cosas pero no lo hace así que termina suspirando y diciendo en su lugar —: Lo que más me preocupa es el castillo. Con todo lo que está sucediendo los Pyrex tienen la soga al cuello, pueden perder la institución. Dios nos ampare —me pongo de pie al escucharla, doy un giro sobre mis talones y me acerco a donde se encuentra la monja dedicándole una sonrisa tensa asintiendo.

—Espero que todo esto se resuelva y no hayan complicaciones —musito —. Ya sabe el número de mi padre por si quiere volver a verme —murmuro encogiendo los hombros.

No sé porqué se lo dije pero lo hice.

La monja me ve con sutil curiosidad.

—Es peculiar ver como toma las cosas, joven Parker, cualquier otro en su lugar estaría celebrando porque lo sacaron de aquí, en cambio usted parece arrepentida.

—Le agarré cariño, es todo —Sor Margareth muestra entendimiento mas no parece gustarle del todo.

—Siendo así, espero volver a encontrarme con usted, joven Parker.

—Digo lo mismo —mascullo metiendo mis manos en los bolsillos de mi uniforme.

—Ya notificamos a su padre todo lo ocurrido, vendrá por usted pronto. Teniendo su celular en la mano sabrá cuando irse.

—En realidad me dijo que viene ya, en veinte minutos estará acá, así de temprano salió —Sor Margareth da un asentimiento comprensivo —. Ahora mismo los chicos tienen sus clases de deportes ¿No? —ella asiente —, voy a empacar entonces, no quiero ver sus caras mientras lo hago —rio vagamente —, soy débil.

Ella también ríe. Se ríe igual de triste que yo.

Le dedico una última mirada antes de dirigirme a la entrada del castillo en dirección a mi habitación a arreglar todas mis cosas, meter mi ropa en las maletas, mis productos personales, todo lo que traje a Pyrex se encuentra en mis maletas y mochila.

Ver la habitación me llena de melancolía, también de miedo, quiero irme y no ver a los chicos. No lo soportaría. Me acerco a la cómoda de Ares tomando uno de sus libros, es tan callado y sutil que sus gustos literarios van con él perfectamente. El libro es grueso y su portada son unos conejos.

Creo que lo extrañaré a él sobre todos los demás.

Una notificación a mi celular muestra que papá ya está aquí por mí, y me pregunto, ¿cuánto me tarde haciendo mis maletas? Me paso una mano por la frente algo consternada por lo que ocurre, sin embargo no me prohíbo dejar el libro en su lugar y caminar hacia la puerta e irme a la salida del castillo.

Ver a mi papá frente su camioneta me llena de vida. Cunado estoy con él me envuelve en un abrazo grande y caluroso dándome besos en el cabello repetidas veces y diciéndome lo mucho que me extrañó.

—Tengo muchas cosas que contarte —musito contra su pecho. Me está estrujando con mucha fuerza.

—Ya quiero oírlas —confiesa soltándome y dándome un último beso en la coronilla —. Vámonos ya —le da un gesto de despedida a Sor Margareth que es quien se quedó a acompañarme en mi despedida. Papá se encamina al auto pero yo me detengo, me quedo hecha de piedra en mi lugar.

Veo sobre mi hombro el castillo.

Una parte de mí, la sentimental y amistosa quiere ir corriendo a abrazar a los chicos diciéndoles adiós pero la otra, esa que no le gusta ponerse sentimental y prefiere no afrontar las cosas se quiere subir al auto ya e irse.

"Cobarde".

Veo a Sor Margareth despidiéndome de ella una vez más.

No tengo el valor.

Camino en dirección a la camioneta de papá trepando en ella. Sor Margareth se aparta del estacionamiento dirigiéndose al castillo. Veo por el espejo de la puerta del copiloto a la monja entrar y desaparecer de mi vista, luego el auto acelera y veo los árboles torcidos en arco de la entrada y luego de eso solo veo el portón y de ahí High School Pyrex queda lejos de mi campo de visión.

☀️

Pasadas tres horas llego a casa y en vez de sentirse fría está cálida y llena de vida, hay decoraciones y todo pedo el cartel dice "felicitaciones" en vez de "bienvenida". Eso me hace reír, la abuela Marcie tiene unas cosas que te hacen reír de la alegría y ternura.

Ah, y no me sorprende llevarme los pellizcos en las mejillas de ella seguido de un abrazo que huele a galletas y comida de lo más deliciosa.

— ¡Dios Santo! —celebra al tenerme en sus brazos —Al fin llegaste, cielo, cuando Jeremy nos dijo que vendrías no dudé en hacerte una de esas tartas de manzana —me dice separándose de mí —Jace es el que parece un cascarrabias pero le alegra que estés aquí, lo que no le alegra es estar aquí porque según el clima es horrible —rueda los ojos al cielo y  hace un gesto desdeñoso con la mano restándole importancia a su marido solamente para acaparar mi atención una vez más mientras está guiándome a la cocina por la tarta de manzana que hizo.

Después de comer una rebanada de esa tarta y quedar más feliz que nunca me dirijo al estudio donde el abuelo está —gracias a la abuela que me lo dijo—. Toco la puerta una vez, aunque ya estaba abierta

Mi abuelo es la personificación de la amargura y la vibrante risa aunque él no bromee... Ni ría.

Él está leyendo el periódico con concentración cuando entro al estudio, y me sorprende que no ande haciendo crucigramas. Toco de nuevo la puerta y en cuanto me ve se baja los lentes de lectura inspeccionando de arriba abajo mi postura.

— ¿Ava Marie Parker? ¿Eres tú? —pregunta bajando el periódico

—No exageres, no nos hemos visto hace unos dos meses.

—Tú sigues creciendo y yo envejeciendo —justifica señalándome con los lentes de lectura — ¿Cómo estás? ¿Algún recado que quieras darme de Marcie?

Niego con una sonrisa acercándome.

—Venía saludar y darte un abrazo como la buena y única nieta que tienes y que soy —entorna los ojos en mi dirección subiendo y bajando la cabeza mirándome como cuando llegué.

—Tus intenciones son otras.

— ¿Por qué no eres un abuelito normal como todos?

—Soy normal, solo sé que lo que quieres es abrazarme hasta que me pidas diez dólares. Esa es Marcie que te los regala yo no... ¡Estuve en la guerra-

—Ay ajá —me rio acercándome y dándole un abrazo apenas me siento con él en el sofá. Mi abuelo gruñe y refunfuña pero no me aleja del abrazo.

Lo veo entretenida.

— ¿Tomaste tus pastillas?

—Precaución, Marie, precaución —dice como si acabara de recordar que no, no las ha tomado.

El abuelo es así, de alguna extraña manera es así. Pero lo amo con todo mi corazón.

—No he visto a tus mocosos amigos, ¿dónde está el tarado con M? —pregunta levantándose, camina chencho y apresurado —Ese zoquete me debe una partida de cartas, estoy seguro de que le ganaré esta vez, estuve practicando en el dinosaurio allá en la casa.

—Se llama computadora —corrijo siguiéndolo desde atrás —. ¿Por qué tanta prisa? Parece que corres para ir al baño.

Se detiene solo para verme con el ceño, los ojos y la boca fruncidos.

—No me faltes el respeto, Marie, aún puedo darte tus coscorrones.

—La última vez que trataste de hacerlo se te dislocó la cadera y ni siquiera te habías levantado del sofá —el abuelo hace un gesto con la mano.

¡Meh! —continúa su caminar apresurado hasta la cocina —Marcie, cielo, ¿dónde pusiste mis pastillas?

La abuela que está haciendo el almuerzo responde:

—Junto la cafetera, te lo dije antes de que Ava llegara.

—Con un demonio —maldice el abuelo —. Dejé los lentes en el estudio.

—Me sorprendió ver que llegaras aquí sin ellos —otro gesto fruncido me es bien recibido por su parte.

—Haré galletas, te daré de ellas y veremos quien ríe de último.

—Yo porque conociéndote te las comerías antes de dármelas, te gusta la masa seca y sin sabor que haces llamar tus galletas —aseguro ganándome su nariz arrugada.

—Jovencita imprudente —niega tomando la licuadora —Ten hospitalidad con este saco de huesos viejos y dime si esta cosa es la cafetera.

Agarro sus pastillas de la mesada acercándome y dándoselas.

—Voy a buscar tus lentes —le doy un beso en la sien escuchando su refunfuño por tomar las pastillas.

En el camino me encuentro con papá bajando las escaleras con un papel en las manos.

Mi lista de deseos que hacer antes de morir.

En cuanto me ve deja la lista.

—Ya has cumplido muchas cosas —dice un poco melancólico, sorprendida y ¿Feliz? — ¿Con quién te diste un beso?

—Eso no importa ahora —mascullo tomando la lista, doblándola y metiéndola en mi bolsillo —. El abuelo está un poco...

¿Intolerable? Lo sé —por su expresión sé que está estresado por el abuelo Jace —es mi padre, lo amo pero a veces es... —hace un extraño gesto con las manos, uno frustrado.

Me rio.

—Está bien, yo iré por sus lentes y tú trata de —imito el gesto que hizo con sus manos, —... Tolerarlo.

—Santoa frijoles y quesos, ¡Marie! —frunzo el ceño corriendo en dirección al grito de al abuelo que está en la sala, viendo la televisión, creo Están pasando John Wick, tráeme los lentes, no puedo perdérmelo.

—Siempre me he dicho que hay que tener como profesor de defensa personal a John Wick —mascullo yendo y viniendo de la sala, esta vez regresando con sus lentes que  le paso antes de tomar asiento junto a él en la sala.

—Efectivamente —acota referente a lo que le dije —. Luego de esto quiero que veamos el partido —eso me recuerda a Ares, el fútbol americano me recuerda a Ares — ¿Qué ocurre, Marie? Tu cara cambió, ¿Viste un fantasma? ¡Esos condenados...!

—Recordé algo, nada de qué preocuparte —lo interrumpo. El abuelo por su parte no me cree ni un poco, a veces siento que tiene la intuición de la abuela Marcie.

Por suerte, en el instante que empieza la película olvida de qué estábamos hablando dedicándose a prestarle atención al filme cinematográfico.

—Ava, ven un segundo —veo sobre el sofá a papá llamarme desde el estudio. Dejo al abuelo viendo su película de matanza dirigiéndome a donde papá se encuentra.

Cuando entro él cierra detrás suyo, toma asiento en la misma silla que el abuelo Jace ocupó hace media hora y con las manos entrelazadas sobre sus rodillas me ve.

—Daisy llamó —aprieto los labios. Nunca espero algo bueno con las llamadas de Daisy, siempre nos da malas noticias —Las buenas noticias son que todo va bien —bueno parece que me equivoqué esta vez —, no han habido recaídas pero la mala... Es que...

—Tiene que quedarse —reconozco en voz alta —. Es mejor así ¿No?

—Existe la posibilidad de que se pueda cuidar en casa.

—No _refuto con la voz teñida preocupación —. Es muy peligroso, ¿qué tal si le pasa algo como la última vez?

—No le va a pasar nada.

—Papá —reprocho —, deja que se quede un tiempo más, que su situación mejore y si es posible que se recupere allá y no aquí. Puede volver, tú y yo lo sabemos pero aún no es el momento... —frunzo el ceño con los recuerdos de la última vez que se quedó en mi mente — ¿Qué te hizo decidirlo? ¿Por qué quiere qué...?

Lo comprendo de inmediato.

El pedazo de papel en el bolsillo de mi pantalón parece quemar la tela y mi piel carbonizando por completo todo a su paso.

—No —digo rotunda —. No lo hagas —sacudo la cabeza negativa —. De todas las cosas esa no, todavía no, papá.

—Pensé que lo querrías —se explica con confusión en su voz.

—Lo quiero —admito —es lo que más quiero en el mundo. Solamente que así no —la voz me sale en un hilo fino que parece que se romperá en cualquier momento. Inclino las cejas cohibida —. Es mejor que siga allá aunque a todos nos duela. No tienes que cumplir mi deseo y... —no puedo ni decirlo.

Ni siquiera sé cómo logró leer el deseo bajo todos esos rayones que le hice con el pasar de los años.

—Ava, puedes ir a visitar...

—No me gusta recordar cómo está, me gusta recordar cómo era antes de todo lo que pasó —papá da un asentimiento comprensivo, comparto su misma idea sobre las personas — ¿Es todo?

—Lo lamento.

¿Que ha dicho? ¿Por qué se lamenta?

— ¿Por qué?

—Por haberte mandado a ese reformatorio —mi ceño se suaviza dejando mis cejas libres de la presión —. Tomé las cosas muy precipitadamente y no me importó tu opinión hasta muy tarde que empezaste a hacerme falta aquí —mis labios dibujan una sonrisa, una casi triunfal —, deberías odiarme.

—Lo hice —confieso causando que me vea dolido, aunque no quería que se sintiera mal así que seguí —: pero comprendí que lo hacías por mi bien y te terminé odiando más. Luego pensé en lo que hacías por mí, y que eres mi papá y solo buscas lo mejor para mí; aprendí que no importa cuán malo sea lo haces por mí bien, y te amo.

Papá sonríe, la sonrisa no llega a sus ojos y tampoco me muestra sus dientes. Es la misma sonrisa sutil que me da a veces.

—Con las cartas sobre la mesa iré a ayudar a la abuela Marcie con el almuerzo —digo, él asiente como respuesta dejándome ir.

Me encamino a la salida del estudio pero él me llama.

—Ava —lo veo desde la puerta —, yo también te amo.

Le muestro una sonrisa radiante saliendo del estudio en dirección a la cocina donde la abuela hace el almuerzo. Albóndigas y espaguetis con salsa boloñesa, en gran parte extrañaba la casa.

—Ava, tranquilízate.

— ¡No! —chillo fuertemente abrazándome a las sábanas — ¡Ella no está bien!

—Hija, por favor...

—Pudo morir —digo con lágrimas en los ojos —. No fuimos conscientes de eso, sabes que no, papá.

—Daisy-

—Daisy nos advirtió y no le hicimos caso. Casi muere en un descuido —reprocho levantándome de la cama y caminando por la habitación —. No quiero verla morir y tampoco quiero que recaiga estando en casa, tenemos que dejarla recuperarse con Daisy al pendiente.

—Lo sé —suelta él sentándose en mi cama —, pero pensé que esta vez sería diferente.

—Papá, jamás ha sido diferente —murmuro —, desde que tuve seis supe que nunca nada sería diferente.

No dudé en sentarme con él y sentir su brazo rodearme. Los abrazos de papá, aún siendo tristes, me cobijaban de amor.

—Mañana iré a verla, ¿quieres acompañarme?

Lo pienso y es que, después de lo que pasó hoy en la tarde, algo ha cambiado.

—No. No quiero.

Me despierto con pesadez y lágrimas en los ojos. Me encuentro totalmente calmada y sin el corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho; no, no fue una pesadilla, en realidad fue un recuerdo que mi cabeza quiso que recordara luego de tener esa conversación con papá en el estudio.

La mañana en la casa no es convencional.

No cuando tienes a un abuelo cascarrabias que necesita tomar sus medicinas o se pone medio insoportable.

—Levanta tu trasero de la cama, Marie, son las doce del mediodía —tengo la cabeza enterrada en las almohadas pero soy hiper consciente de escuchar al abuelo en la puerta de mi habitación. Un gruñido brota lejos y luego el desamparo de mis sábanas en mi cuerpo. El frío llega como un latigazo —. Ava Marie Parker, levántate, tenemos mucho que hacer esta mañana, como ir al mercado y también ir a mi reunión de veteranos de la guerra.

Levanto al fin la cabeza de la almohada apoyándome sobre mis antebrazos.

— ¿Veteranos?

—Así es.

—Eso explica muchas cosas. —digo soñolienta soltando un bostezo en el camino —Dame cinco minutos, ya bajo —el abuelo asiente yéndose del cuarto, no sin antes darme una vista de lo que tiene en la mano — ¿Qué pretendías hacer con esa bocina? —arqueo una ceja.

—Esto.

Aprieta la bocina taladrando mis tímpanos dormidos. El pitido llega luego de que lo hace.

Así pues, el abuelo se retira de mi habitación pidiendo sus huevos revueltos. Estiro la mano a mi celular que descansa en el buró mirando la hora. Apenas son las nueve de la mañana, ese anciano va a terminar sacándome canas verdes.

Cumplo lo que le dije, en cinco minutos estoy abajo comiendo un desayuno al estilo estadounidense.

—Ava, por favor, hazme el favor de ir a comprarme estas cosas al mercado. El abuelo te va a acompañar —asiento cogiendo el papel que la abuela me pasa sobre la mesa —. Luego tienen que ir a la reunión de veteranos.

—Sí, ya el abuelo me lo dijo —notifico engullendo un tocino.

—Dile al pelele con M que nos lleve.

—Abuelo, a él revocaron su licencia —digo, y el abuelo comienza a despotricar en contra de Max. Para tranquilizarlo le digo que llamaré a Phoebe y Max para que nos acompañen. Logra calmarse segundos después, luego termina su desayuno.

Me dirijo a mi habitación para ducharme del cuello hacia abajo. En cuanto estoy lista bajo las escaleras haciéndome una cola de caballo bien alta; ya le notifiqué a los muchachos que iría al mercado y nos podíamos encontrar en el camino.

En la sala encuentro al abuelo leyendo un libro, con el ceño fruncido y la nariz arrugada. Ya está vestido, tiene el cabello blanco peinado y los lentes de lectura están a un grano de arroz de caer por su nariz.

— ¿Abuelo? —murmura en respuesta —Ya nos vamos.

—Bien —responde, cerrando el libro. Se levanta dejando el mismo en el sofá rodeando el mueble dirigiéndose a la salida de una vez.

—Cuida tú de él en vez de él de ti —pide papá entrando a la sala sudado. Por la ropa deportiva deduzco que salió a correr.

—Lo tengo todo bajo control —aseguro serena. Sin embargo el graznido que lanza el abuelo desde afuera de la casa nos hace apresurarnos a papá y a mí al exterior de la casa.

—Ya sé cómo vencerte en póker, mocoso, he estado practicando con el dinosaurio de mi casa —me despido de papá asegurándole por segunda vez que todo lo tengo bajo control. Bajo las escaleras del porche acercándome al abuelo que está apuntando con su dedo a Max.

Phoebe ríe desde la distancia.

—También me alegra verlo, señor Parker.

—Capitán Jace Roger Parker para ti, mocoso, párate derecho y saluda como es —Max obedece haciendo un saludo militar.

—Abuelo —regaño llegando a su encuentro —, no estamos en infantería del cincuenta y cuatro. Dale un respiro a Max.

—Lo haré cuando le gane en póker —espeta pasando de Max, saluda a Phoebe quedándose junto a ella esperando que vaya a donde está.

—La última vez ni estaba tan cascarrabias.

—Bueno, tuvo que irse de su casa por el concurso que ganó mi abuela, pero esos detalles son menores. ¿Cómo estás? Me alegra verte —abrazo a mi amigo sonriéndole.

—Estoy bien, reparando matemáticas como Dios manda —se ríe caminando conmigo por la vereda de piedra. Phoebe me saluda con un abrazo caluroso pidiéndome el reporte detallado de todo lo que ocurrió y de qué hago aquí cuando eran cuatro meses en ese reformatorio.

Les digo todo no tan detalladamente pues no es que me recuerde de todo lo que hice en Pyrex desde un comienzo. El abuelo está mirando las casas de la acera con el ceño fruncido.

Al final de mi relato mis amigos sueltan un siseo.

—O sea que te tendremos las vacaciones aquí —doy un asentimiento —. ¿Y tus compañeros? ¿Cómo se tomaron tu partida? —mi boca hace como la de un pez fuera del agua antes de responderle a Phoebe.

Diría algo que me salvará el pellejo pero termino diciéndoles:

—No les dije nada.

Max es el más exagerado del trío, por lo que me ve como si tuviera una segunda cabeza en mi hombro; a eso vienen los regaños de su parte.

— ¿Qué mosco le picó al mocoso? —señala el abuelo con su pulgar a Max quien ni ha parado de regañarme.

—Usted sabe, señor Parker —dice Phoebe explicándole que el comportamiento de Max es lo más normal del mundo.

Y lo es.

Caminamos un buen rato hasta llegar a la plaza donde se encuentra el supermercado, Max ya tiene el carrito en sus manos y está paseándose con él por el mercado; les pedí a él y a Phoebe qué compraran pastas, arroces, salsas. Aunque también les dejé la parte de la lista que tiene eso.

Mientras, yo voy con el abuelo por el pasillo de productos para la higiene y limpieza.

— ¿Crees que a la abuela le guste los champús con olor a lavanda? —pregunto al abuelo, pero, de un segundo a otro ya no lo tengo a la vista — ¿Abuelo? ¡¿Abuelo?! —salgo del pasillo recorriendo los demás, y, cuando lo veo en la sección de licores quiero ponerme una bolsa de guisantes congelados en la cabeza. Me acerco al lugar mirando como lee la etiqueta de la botella — ¿Qué haces aquí?

— ¡Por un demonio! —chilla abrazándose a la botella —No me asustes así, ¿qué te sucede? —hace como un pavo engrinchado, contoneándose hasta dejar la botella en su lugar —Quería darle una sorpresa a Marcie, hace tiempo no salimos a cenar.

—Siento romper tu ilusión pero la abuela no puedo tomar alcohol luego de esa cirugía —el abuelo me regala su tan típica expresión arrugada —. ¿Y si le compras jugo de uva?

Meh —responde —, ya nada le cae bien al intestino de tu abuela, Marie.

—Hay jugo de ciruela.

—Para eso me dices que le dé un laxante —no puedo evitar soltar una risotada negando, el abuelo Jace no tiene remedio.

—Debo preguntarle a papá, es todo, si la abuela puede tomar alcohol compras las botellas que quieras.

—No, no, iré donde el mocoso con M. Quiero ver qué ingredientes le está comprando a Marcie.

—Está bien, sólo; no vayas hacer un disturbio, abuelo, te conozco —el abuelo rueda los ojos al cielo. No puedo creer que ese simple acto lo haga ver tan chistoso cuando lo hizo con intenciones ofensivas.

—No pasará —asegura con el ceño fruncido alejándose de la sección de licores.

—Jace Parker —advierto —, no hagas nada malo.

Hace un gesto desdeñoso con la mano.

¡Meh!

Continúo con las compras de los productos de limpieza e higiene, al final elijo el champú de lavanda para la abuela.

En la caja los productos llenan el tope del carrito lo que me hace preguntarme ¿Cuánto compraron esos dos si solo los dejé por cinco minutos?

En resumen: con todas las bolsas que cargábamos tomamos el autobús y el abuelo estuvo todo el camino quejándose de la multitud junto el olor a sudor en el autobús. En casa por suerte no estuvo tan insoportable hasta la partida de póker con Max.

Tengo al menos un rato con Phoebe oara hablar.

— ¿Cómo estás? —las dos nos encontramos en el porche de la casa sentadas en el columpio. Mi reacción inmediata a la pregunta es cansancio, aunque no afecta la sonrisa en mi rostro.

—Como todos los días —respondo de modo socarrón produciendo en el rostro de Phoebe una sonrisa amistosa —. Estoy… ¿bien?

— ¿Entonces por qué dudaste?

—Pues… Pasé unas cuantas semanas se lo vida en Pyrex y le agarré cariño, luego me tuve que ir por el bien de esa institución y no me despedí de los que se hicieron mis amigos en ese lugar —Phoebe da un asentimiento comprensivo a lo ocurrido.

De repente deja caer su cabeza en mi hombro murmurando. Alza su dedo índice apuntando algo que va a decir:

— ¿Y el chico?

—No tuve el valor, debe de estar odiandome.

Chasquea los dientes como si lo que acabara de decir fuera una tontería. Muy a mi pesar parece que no lo es.

—Debería comprenderlo, eras una chica en un instituto para varones.

—Quizá si lo haga, lo que no comprenderá es el como me fui sin decirles adiós al menos —hago un puchero —. Mi caleidoscopio me recuerda a ellos.

Un sonido enternecido pero triste al mismo tiempo suena desde las cuerdas vocales de Phoebe quien me abraza como una madre.

— ¿Crees que el abuelo le gane a Max? —inquiero subiendo la mirada pese a que no vea más allá de mis cejas.

—No —asegura serena sin dejar de acariciar mi cabello.

Una risita brota de mi garganta cuando la escucho.

—Extrañaba estar en casa.

—Lo sé —presume.

NO ME ODIEN, MINIPSICÓPATAS

Un pequeño spoiler de lo que sucederá en el capítulo siguiente:

Adelantamos cuatro meses.

REDES SOCIALES

INSTAGRAM
odysseyramirez

TIKTOK
sunflower.rebel

GRUPO Y PAGINA DE FACEBOOK
Lectores Run

Continue Reading

You'll Also Like

10.9K 731 25
Hyunjin solo fue un capricho de Félix... Pero... También se enamoro de el aunque al principio fue difícil. Contenido homosexual Hyunjin/Top Félix/Bo...
10.4K 1.2K 100
¿Te agradaría la idea de escuchar diferentes melodías cada que ves a una persona que tu mente considere importante? ¿O una melodía en momentos import...
4.8K 398 12
Blake Donovan regresa a la ciudad que lo vio crecer, aunque no haya sido su decisión, por lo que planea ver la situación por el lado positivo y disfr...
146K 26.6K 25
«Cada vez que necesites a alguien, estaré ahí. Solo debes recordar tres cosas: cómo lucen mis ojos, cómo suena mi voz y cómo se sienten mis brazos a...