Crown | Hiccup Haddock ¹

由 newtmas-

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[LIBRO UNO] Historia ganadora a los Premios Wattys 2021. C| ❝No vengo a quitarte tu trono, vengo a ponerte e... 更多

𝕮𝐑𝐎𝐖𝐍
CONCURSOS
|1| Gráficos
|2| Gráficos
Volumen uno | Amistad prohibida
━━00: Introducción
━━01: Adaptación
━━02: La isla Berk
━━03: Hipo Horrendo
━━04: La decisión de Hipo
━━05: Entrenamiento contra dragones
━━06: Libro de Dragones
━━07: Viejas historias de Kain
━━08: Interacciones con Chimuelo
━━09: La llegada del Rey
━━10: Entre verdades y desastres
Volumen dos | Danza de Dragones
━━11: Nymeria
━━12: Acuerdos con Kain
━━13: El Consejo Real
━━14: Isla Fair
━━15: Una constelación
━━16: Hablando sobre el pasado
━━17: Volemos lejos
━━18: La Orilla del Dragón
━━19: Migración Alacambiante
━━20: Nordvind
━━21: ¿Confías en mí?
━━22: Sobre ti y sobre mí
━━23: Tormenta de Nieve
━━24: Snoggletog
━━25: Meses después
━━26: Cazadores
━━28: La luz hacia el Valhalla
━━29: Amo de Dragones
━━30: La Corona
Datos generales + Agradecimientos
Anexo I | Furia Espectral
Anexo II | Pesadilla Cambiante
Anexo III | Kain

━━27: Danza de Dragones

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CAPÍTULO XXVII

❛Dale la bienvenida a los vientos de libertad. ❜

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            Sigrid se encontró con Idunn luego de haber estado vagando en el cielo sin rumbo fijo. Los acontecimientos sucedidos tiempo atrás la habían dejado desconcertada y enojada con sus amigos, pero no dejó que aquello le impidiera enfocarse en la misión que tendría junto a la pelirroja.

Ambas decidieron que sería buena idea comenzar su búsqueda en el norte, más no continuaron por esos rumbos al no lograr percibir rastro alguno de Draco, ni siquiera las ondas eléctricas de Trueno —El dragón de Idunn, un híbrido entre un Cortatormentas y un Skrill— habían podido percibir rastros del dragón helado.

—No puede estar muerto —murmuró para sus adentros Sigrid.

Ahora ambas se encontraban en un bosque, que acababa de ser deshabitado de cazadores minutos atrás. Aún se veía el rastro del humo de la fogata y a los alrededores estaban incontables jaulas abiertas y vacías. Ambas caminaron con cuidado de no hacer ruido, dejando a sus respectivos dragones ocultos para no llamar demasiado la atención.

—Dudo que lo esté, es un Furia —contestó Idunn, sacando su espada mientras avanzaba de forma sigilosa delante de Sigrid—. Si ellos lo tienen, dudo que lo maten, buscarán venderlo.

Sigrid suspiró sin responder y echó un vistazo al campamento que se veía colina arriba. Esta se trataba de la segunda isla operacional de cazadores que revisaban sin éxito alguno. Todo era muy extraño.

—Será más difícil de lo que imaginaba... —Sigrid se calló, cuando un sonido delante de ellas se escuchó.

Agudizando el oído, ambas se inclinaron para avanzar de cuclillas entre los bosques y Sigrid sacó a su espada de su funda, sin encender el fuego blanco azulado para no llamar la atención. Avanzaron un poco más y los sonidos se fueron clarificando, eran rugidos amortiguados de dragones y más allá de ellos, el sonido bajo de hombres hablando. Eran cazadores. Con una mirada rápida, Sigrid e Idunn se apresuraron hasta encontrar el perfecto escondite detrás de unos matorrales de gran tamaño y se inclinaron para poder escuchar mejor.

—... Le hemos perdido el rastro, aunque no durará mucho, jefe —habló el que estaba más cercas, desde su escondite Sigrid vio su panza sobresalir con la pesada armadura de hierro, lo que la hizo poner una mueca y apartar la vista horrorizada—. Las flechas tenían raíz de dragón y aunque pueda congelar las heridas, será inútil, no podrá curarse.

—Reúne un grupo y no pierdas más el tiempo —ordenó la segunda persona con una voz potente y claramente enfadada—. No creo que a Chagatai Khan le agrade escuchar otro de tus fracasos, menos con un dragón como ese.

Se escuchó un asentimiento de parte del primer cazador y poco después, se escucharon pisadas apresuradas en dirección a donde ellas estaban. Sigrid e Idunn, que tenían la cabeza un poco asomada, se bajaron hasta deslizarse debajo de las hojas verdosas y esperaron a que pasaran por otro camino o no las viesen.

—Ahí vienen, cuidado —susurró Idunn y ambas retrocedieron con cuidado de que sus pisadas no se hicieran fuertes.

Sigrid contuvo el aliento, viendo como los cazadores se desplazaron colina abajo en pasos apresurados. Por suerte, el sonido de sus pisadas al retroceder fue poco perceptible debido al ruido de las armas de los cazadores chocar con el metal de sus armaduras al caminar. Sigrid se aferró al brazo de su prima y estuvo por soltar un suspiro de alivio que no profirió cuando uno de los últimos cazadores tropezó con una piedra frente a ellas y resbaló, cayendo solo a pocos pasos de donde ambas estaban ocultas. El cuerpo de Idunn se tensó, pero actuó con rapidez y se giró para tomar a Sigrid de la espalda.

—¡Levántate, vámonos!

El cazador se levantó con un grito, alertando a sus compañeros al tiempo en que ellas se incorporaron del suelo de un santiamén. El hombre buscó entre los pliegues de su armadura la funda de la espada con manos temblorosas al ver la mirada de la pelirroja, pero Sigrid e Idunn fueron más rápidas cuando lo señalaron con sus respectivas armas y Sigrid encendió a Snøstorm, haciendo retroceder al cazador de la impresión por el fuego. Más adelante, se escucharon pasos apresurados hasta su dirección e Idunn apuntó con su arco a los cazadores que volvían a subir para ver lo que sucedía, con sus propias espadas desenvainadas.

Sigrid se giró para ver detrás de ella al líder que había ordenado al otro encontrar el dragón, ninguno más se movió y aprovechó a apuntar con su espada a los hombres que osaran a acercarse hasta la posición donde ambas estaban.

—Ni se te ocurra dar un paso más —advirtió Idunn al líder, sin perder de vista al cazador.

—¿O qué? —inquirió este con la voz cargada de ironía, luego de eso, carcajeó—. ¿Vas a matarlo? Adelante, tengo más de ellos, pero ustedes son solo dos.

—¿Y por ser solo dos somos inferiores? —preguntó Sigrid de inmediato, ignorando los latidos rápidos de su corazón. El hombre arqueó una ceja y la kainiana añadió—. El dragón del que hablan, ¿dónde está?

La pelirroja golpeó en la entrepierna al otro cazador para que no hiciese nada y echó una mirada de advertencia a los otros cazadores que tenía por debajo. Girándose, apuntó ahora con el arco al líder.

—Ella te ha hecho una pregunta, responde.

—Ya es tarde, no encontrarán más que su cuerpo —dijo este, sin inmutarse ante la amenaza.

Con un asentimiento, el hombre hizo una seña a los cazadores que se apresuraron para atacarlas. Idunn apuntó su arco y disparó una flecha en la espalda a uno de los cazadores más cercanos y Sigrid rajó la pierna de otro con el filo y el fuego de su espada, sin detenerse a pensar en lo que estaban haciendo. Con el corazón a punto de salir de su pecho, obligó a su mano temblorosa a silbarle a Nymeria e Idunn le imitó poco después.

Los hombres vieron extrañados aquel gesto por parte de ambas, pero antes de que pudiesen llegar hasta ellas para atacar, la sombra de Nymeria oscureció el bosque, paralizando a los cazadores que alzaron sus rostros y armas en dirección de los dragones. Sin reaccionar a tiempo, Nymeria tomó entre sus garras a Sigrid y a Idunn, dejando a esta última sobre el lomo de su dragón Trueno.

—Sí lo que ellos decían es cierto, entonces... —Sigrid tomó una bocanada larga de aire, a los minutos, luego de que Nymeria la hubiese ayudado a subir sobre su lomo.

—Podrían estar hablando de otro dragón —dijo Idunn, bebiendo agua de su cantimplora—. Tendremos tiempo para encontrarlo.

Ambas primas habían decidido seguir volando en búsqueda de algunas pistas que les pudiesen guiar hasta Draco y en el camino, Idunn le comentó a Sigrid la información que ella conocía acerca de Drago Manodura, haciéndole saber que era un cazador con el que era mejor evitar debido a la tropa de cazadores que lideraba consigo y que sería inútil hacerlo cambiar de opinión sobre los dragones. Todas las islas a las que iba, los dragones a los que cazaba... Todo era pena y miseria y con un cazador como lo era Drago Manodura, nada saldría bien de ello.

Dicha aquella información, el pánico se apoderó de Sigrid tras procesar y analizar todo. Aún sí el tuviera a Draco, eso no era lo importante ahora, pues había más dragones que podrían salir afectados, la kainiana no podía arriesgarse a que algo les sucediese a los dragones de Berk o inclusive los del Santuario que eran demasiados. Valka estaba cerca, ella también podría salir afectada y el rastro de sangre que ella había encontrado solo podía significar una cosa.

—Debo de ir con Valka —comentó cuando su mente dejó de formar cabos—. En Berk el jefe conoce a Drago, pero no ella, los pueden descubrir —agregó confundida y, al percatarse de la mirada confundida de Idunn al no saber de quién hablaba, explicó—. Conozco a una mujer que protege dragones, necesito ir con ella.

—Iré contigo —sugirió Idunn, pero antes de que pudiese decir algo más Sigrid se negó, deteniendo a Nymeria.

—Si es tan peligroso como suena, entonces deberías ir y proteger a Fair —comentó, con preocupación en su voz—. El primer lugar más poblado de dragones es el Santuario y después sigue Berk, tu isla podría ser la siguiente, Idunn. Cualquier cosa, te avisaré.

Por más que la idea no les agradara en nada a ambas, se tuvieron que separar. Sigrid vio a Idunn desaparecer en el cielo con la silueta de Trueno proyectada sobre las nubes.

Nymeria continuó su camino al norte aprovechando que aún faltaba para que atardeciera por completo, había pocas probabilidades de que se perdieran en la búsqueda de Valka. Una sensación de vacío embriagó el corazón de Sigrid, su cuerpo, sus sentidos mientras se deslizaba sobre las nubes con rapidez. Su mente se mantuvo pensando en Said y en Kristoff, así como en el enojo que sentía por ellos al no haberle entendido. Se sentía tan enojada con ellos por no entenderla que descargó su ira contra ellos, maldiciendo a los cazadores de paso a los cuatro vientos sin importarle nada. Al fin y al cabo, no podía ser vista ni escuchada.

Sigrid no entendía la preocupación que sus amigos sentían por ella, no entendía su paranoia porque se mantuviera sin salir a ningún lado, porque se mantuviera acompañada en todo momento por personas que podrían protegerla. Por supuesto que una parte de ella los quería por tratar de protegerla, pero la otra los detestaba.

Ya había entrenado lo suficiente durante los últimos años, gracias a Kristoff dominaba el manejo de la espada y su puntería nunca había sido mala. Gracias a Astrid sus habilidades de defensa y táctica habían mejorado completamente. No estaba indefensa. No necesitaba de su protección.

—Como si los lores fuesen a salir de sus aposentos para darme caza —ironizó con un resoplido, viendo debajo de ella el tumulto de nubes blanquecinas de distintas formas.

Como si hubiese respondido a su comentario, el cielo relampagueó y Sigrid soltó un bufido, recargándose pecho abajo sobre las escamas de Nymeria. Dejó que el cielo la distrajera de sus pensamientos y no se dio cuenta de las sombras de dos dragones proyectadas a unos metros de donde ella estaba.

Tiempo después de estar vagando durante lo que parecía ser una eternidad, Sigrid había llegado al Santuario. Le costó un poco recordar el camino al haber pasado varios meses desde su último encuentro con Valka y por poco entró en pánico al no reconocer los muros que rodeaban el hábitat de los dragones, pues ahora, extensos muros de hielo rodeaban la superficie, cubiertos de una espesa capa blanquecina de nieve en sus alrededores.

Un escalofrío recorrió la piel de Sigrid, al momento en que se deslizó por las alas de Nymeria para poder bajar y guardó a Snøstorm en la vaina atada a su cintura. Como era de esperarse, la entrada principal del montículo de roca se encontraba desierta y oscura. Para no alertar a los dragones, Sigrid y Nymeria se adentraron a la caverna sin hacer demasiado ruido y de la boca de la híbrida, emanó una pequeña voluta de fuego que les iluminó el camino para avanzar a través de él. Un suspiro escapó de los labios de Sigrid al sentir el calor proveniente de su dragona.

—¿Valka? —preguntó Sigrid en cuanto entró en calor, mirando sus alrededores por sí la vikinga aparecía.

Sin saber si adentrarse más o no, Sigrid se abrazó a sí misma con humo por el frío exhalando de su boca. El peor de los pensamientos la consumió cuando se escuchó más de una pisada y su corazón latió con rapidez. Quizás los cazadores habían llegado primero y por ello todo estaba tan silencioso. Con ese pensamiento en mente, Sigrid retrocedió para pedirle a Nymeria que se fueran. No obstante, antes de que lo hiciera, emergieron dos figuras desde el otro lado de la cueva, dejando a Sigrid con la boca abierta por la sorpresa.

—¿Hipo?

—¿Sigrid? —preguntaron ambos al unísono.

La cueva fue iluminada por completo a los segundos, cuando varios de los dragones salieron también con el fuego sobre sus lenguas. Sigrid permaneció estática en su lugar, sorprendida por ver a Hipo con Valka y antes de que dijese algo, Chimuelo salió de entre las rocas y corrió hasta ella para darle un lengüetazo. Sigrid río con ligereza por el acto del Furia y por los nervios que sintió.

—Te estaba buscando —comentó Hipo cuando se acercó hasta unos pasos de ella—. Espera, ¿conoces a mi madre?

—¿Tú madre? —repitió Sigrid y el labio inferior le tembló, viendo a Valka a un lado del berkiano—. ¿Ella... Valka, es tú madre? —preguntó conmocionada e Hipo asintió—. Oh, Dios mío.

Ignorando que la voz le había temblado, Sigrid volvió a pasar la mirada en ambos sin poderlo creer. Prontamente, la piedra partida del día de Snoggletog comenzó a cobrar sentido, no había salido ninguna luz porque su madre no estaba muerta y era nadie más, ni nadie menos qué... Sigrid conocía a Valka desde cinco años atrás, tanto tiempo con ella, conviviendo con la vikinga sin saber que se trataba de la madre de Hipo. Debió haberse dado cuenta, sabía que esos ojos verdes eran tan familiares, pero nunca los relacionó con el berkiano, pensando que era imposible. Todos esos años y Sigrid no consideró importante hablarle a Hipo sobre Valka...

—Sigrid, está bien... —comentó Valka al ver el estado de shock en el que había entrado. La vikinga se posicionó frente a ella y se inclinó ligeramente para verla a los ojos, tomándola de los hombros—. No lo sabíamos, ninguna de las dos; pero está bien, podemos comenzar de nuevo ahora.

—Todo este tiempo y jamás pasó por mi cabeza que ambos pudiesen ser familiares... Y-yo, en verdad lo siento —habló Sigrid desde la honestidad de su corazón, Valka la miró a los ojos y con una sonrisa cálida, la abrazó.

—No hay nada que perdonar —respondió la vikinga, luego de separarse de ella—. ¿Dónde estabas? Asumo que eras tú la persona que estaba buscando Hipo —añadió, girándose para ver a Hipo y el castaño se ruborizó.

—Recibí tu carta y debía de salir a buscar a Draco —comenzó a explicar Sigrid, jugando torpemente con los dedos de sus manos—. Mi prima me ayudó en la buscarlo, pero solo encontramos una isla con cazadores y escuchamos a uno de ellos hablar de un dragón... Parecía... Por la manera en la que describían... Parecía que hablaban de Draco, pero yo... Creo que fue muy tarde —expresó con la voz ahogada e inhaló profundo, sintiendo una carga menos el haber liberado esa información.

Valka la miró comprensiva y asintió.

—Draco es bueno para ocultar sus rastros, lo más seguro es que él esté bien, confiemos en que nada grave le ha pasado, lo encontraremos.

—Eso espero. —Sigrid la miró y suspiró—. Después de que nos descubrieron y alcanzamos a escapar, Idunn me habló un poco sobre Drago Manodura y tenía que venir a advertirte —prosiguió, luego de que Hipo hubiese interrumpido a mitad de la oración con un "¿qué hiciste qué?"—. Pero no me pasó nada —respondió a Hipo, quien la miró durante un largo tiempo.

—Gracias por venir, Sigrid —habló Valka, dándose cuenta de las miradas entre ambos jóvenes presentes—. Yo también sé sobre Drago, agradezco tu preocupación, seguro Nym está cansada por el viaje, ¿verdad? —añadió la vikinga y se encaminó hasta la híbrida que había permanecido detrás de Sigrid, la dragona ronroneó al escucharla—. Vamos, te daré algo de comer y a ti también Chimuelo, ¿tienes más antojo de pescado, cierto?

Sin decir nada, vieron como Valka se marchó junto a Nymeria, Chimuelo y los demás dragones al interior de la cueva dejándoles en la oscuridad total. Hipo suspiró y encendió a Inferno, utilizándola de antorcha. El vikingo fue y la colocó a un punto sobre la roca del montículo que ayudó a iluminar gran parte de la cueva y Sigrid le imitó, poniendo a Snøstorm en las partes más oscuras de la caverna.

Con un señalamiento, Hipo condujo a Sigrid hasta unas rocas de tamaño mediano para que ambos se sentaran. Al estar separadas, terminaron sentados frente al otro.

—¿Estás enojado, Hipo? —preguntó Sigrid en un murmuro.

Hipo suspiró, sin responder y tomó las manos de Sigrid entre las suyas; las cuales acarició y besó para que entrasen en calor y abandonaran lo pálido por el frío. Aquella acción solo hizo que el corazón de Sigrid se derritiera sin comentar nada y solo contuvo el aliento.

—Nunca podría estar enojado contigo —admitió el vikingo.

—¿Entonces?

—Tú y yo debemos hablar —comentó Hipo en un tono más relajado, alzando la mirada para ver a Sigrid, cuyos ojos mieles parecían naranjas por el fuego que iluminaba el montículo—. Eres difícil de encontrar.

—Lo que pasa es que no supiste buscar bien —respondió en un tono más divertido, que causó que Hipo abriera la boca y una especie de exclamación e incredulidad saliera de ella—. Pero no te preocupes, yo te encontré a ti.

Sigrid soltó un gran suspiro de alivio al notar que la tensión entre ambos ya no existía más, la sensación que recorría su cuerpo en esos momentos era distinta, distinta a cuando se encontraron luego de tantos años, pero no era mala. Era buena. Y la había sentido meses atrás, cuando Hipo fue a verla después de lo sucedido en Nordvind, la sentía a través de los actos del vikingo cuando tomaban sus manos y las acariciaban, cuando las besaba. No era tan mala esa sensación, se dijo Sigrid a sí misma, mirando el reflejo de su rostro a través de las pupilas del berkiano.

—¿Siempre estaremos así entonces? —preguntó Hipo, soltando una risa ligera—. ¿Yo te encontraré y luego tú me encontrarás a mí?

—No me quejaría, parece que ya es costumbre —dijo Sigrid y apartó la mirada del ojiverde, para ver a ningún punto en específico del lugar.

—Suena como un buen plan —señaló y Sigrid sonrió—. Pero ahora sí, debemos hablar.

El corazón de Sigrid dio un vuelco al escucharlo y su estómago revoloteó, poniéndola increíblemente nerviosa y un poco aliviada. Luego de la conversación sin terminar de horas atrás, había sido imposible para Sigrid dejar de cuestionarse sobre lo que había querido decir.

Al ver que esperaba su confirmación, Sigrid asintió e Hipo inhaló profundo, aun jugando con las manos contrarias.

—¿Recuerdas las runas de Snøstorm? —preguntó principalmente y Sigrid hizo un movimiento en su cabeza afirmando.

—Traté de investigar meses atrás qué significaban con mi prima, pero ella solo me dijo sus nombres —comentó Sigrid, con un puchero indignado que hizo a Hipo sonreír sin mostrar los dientes.

—Bueno, la primera se llama Ik ga mijn weg —respondió y Sigrid asintió al recordar el nombre—. Literalmente significa «Sigo mi camino».

—Sí entiendo esa parte, pero...

—Ah, ah —Hipo negó, tomó un respiro y luego continuó—. Significa que no importa los caminos que tomes, los logros que hagas o las derrotas que obtengas, yo te seguiré, sin importar qué. Esta runa también demuestra la felicidad y el amor que vendrán después de cada recorrido, refleja lo bueno que siempre estará.

—Hipo, eso es muy lindo —murmuró Sigrid en un hilo—. La segunda se llama Liefde, ¿verdad? —preguntó e Hipo asintió.

Esta vez Hipo se tomó su tiempo en hablar, tratando de ordenar sus pensamientos y lo que quería transmitirle a Sigrid. Sus manos continuaron jugando con las contrarias, ayudándole a calmarse al sentir la sensación cálida en la piel de Sigrid y al cabo de unos minutos qué parecieron eternos, habló.

—Espero que esta no sea la tercera ocasión en que nos interrumpen —comentó principalmente Hipo viendo hacia los lados, antes de girar y mirarla con profunda sinceridad en el brillo de sus ojos verdes—. Sigrid, te entrego mi corazón sin esperar nada a cambio y prometo estar para ti, siempre.

Ya estaba, lo había dicho.

Sigrid no se dio cuenta en el momento en que contuvo el aliento, pero un suspiró escapó de sus labios al escucharlo y, por impulso, separó las manos de ambos para poderlo abrazar. El cuerpo de Hipo se tensó al no esperar que hiciera eso, pero sus manos no tardaron en recorrer con suavidad la espalda de Sigrid, dejándole suaves caricias sobre la tela de su traje y sobre las ondulaciones de su cabello castaño. Sigrid en cambio, colocó el mentón sobre el hombro izquierdo del vikingo, sintiendo la calidez de su cuerpo e inhalando su peculiar aroma.

—Lo supe desde que apareciste en mi vida por primera vez y me hiciste saber que podía confiar en alguien —continuó Hipo, su voz tembló un poco al confesarlo y se aferró al abrazo por temor a que Sigrid lo viera—. Y esta vez que te encontré... No quería admitirlo por temor a arruinar nuestra amistad, pero no puedo callarlo más.

El sonido de sus respiraciones fue lo único que se escuchó dentro de la cueva; lentamente, Sigrid colocó una de sus manos sobre la armadura en el pecho del vikingo para separarse con lentitud y sus ojos ámbares encontraron las perlas esmeraldas de Hipo. No articularon ninguna palabra mientras Sigrid recuperaba su posición anterior, dejando aún la mano sobre la armadura del vikingo y de sus ojos, lágrimas silenciosas descendieron sobre sus mejillas.

—Hipo... —murmuró Sigrid un poco sorprendida por sus palabras, pero Hipo no la dejó continuar y alzó su mano para limpiar el rastro de lágrimas bajo sus ojos.

—No tienes que decirme nada, Synn —interrumpió Hipo con suavidad—. Solo quería que lo supieras, no quiero presionarte ni obligarte a decir algo que quizás no sientas.

—Pero Hipo yo...

—La tercera runa —continuó Hipo, mirándola a los ojos de una forma que Sigrid nunca había sentido—. Es Praesidium —añadió y aprovechó para tomar una de las mechas del cabello que se había soltado de la trenza de Sigrid para colocarlo detrás de su oreja.

De esa última no encontré nombre —comentó Sigrid, ya sin intento de hacerle saber a Hipo como se sentía, porque la verdad era que no sabía cómo formular las palabras correctas.

—No, porque es kainiana —respondió Hipo y Sigrid abrió la boca asombrada—. Se te olvidó buscar en tu propia isla, al parecer —añadió divertido y se ganó un ligero golpe sobre su armadura, que terminó revelando una aleta en su espalda. De la impresión, Sigrid se sobresaltó al verla y se incorporó del susto; Hipo río ligeramente al verla en pie, con la mirada curiosa en su espalda—. Ya descubriste que puede hacer mi armadura.

—Esto es... Interesante. —La mano de Sigrid se deslizó nuevamente al botón de la armadura y presionó hasta que la aleta se guardó, segundos más tarde volvió a presionar sacándola a la luz—. Ah, esto es divertido, Hipo dragón. —Dicho eso volvió a presionar por varias veces más.

—Hey. —Hipo la detuvo de las muñecas cuando ya iba por la quinta vez y río ligeramente—. Ya, interrumpes mi discurso.

Sigrid se volvió a sentar frente a él.

—Bien, escucharé tu discurso —respondió la kainiana e hizo un ademán para que continuara, cuando Hipo estaba por hablar deslizó su mano a su armadura y ambos rieron con las mejillas rojas—. Hey —dijo Sigrid en un puchero cuando Hipo tomó sus manos para evitar que volviese a lo mismo.

—Siri —habló Hipo unos momentos después, acariciando el dorso de sus manos.

—¿Qué significa la tercera runa? —preguntó finalmente Sigrid con curiosidad.

—Protección —respondió Hipo—. Con ella espero que encuentres protección a donde sea que vayas y no pueda estar presente. No quisiera estar lejos de ti y saber que te dejé desprotegida —añadió con un ligero rubor sobre sus mejillas.

—¿Cómo la conociste?

—El Rey.

—Hum, conspirando con mi padre —dijo Sigrid con una risa ligera para calmar los nervios que se comenzaban a apoderar de ella. Inspiró profundo, antes de proseguir—. Hipo, yo no creo tener las palabras suficientes para decirte lo que todo esto significa para mí, pero prometo atesorar todo lo que has dicho en mi corazón. —Las manos de Hipo liberaron las contrarias tras escucharla y Sigrid aprovechó para alzar una hasta su mejilla donde suaves caricias recorrieron la piel del berkiano—. Hipo, gracias por perdonarme y por estar para mí en estos últimos meses. Gracias por haber ido ese día después de que te enteraste de lo sucedido en Nordvind. Gracias por pasar tiempo a mí lado, Hipo.

Sigrid colocó un dedo sobre los labios del vikingo cuando este trató de responder. No había necesidad de palabras cuando ambos ya habían expresado sus sentimientos con solo mirar los ojos del contrario. Hipo profirió un suspiro cuando la mano de Sigrid se deslizó y permaneció sobre su hombro; el berkiano mantuvo sus ojos filos en los contrarios, porque sí había algo que disfrutara, era eso. Mirar los ojos contrarios de color ámbar que desprendían otras tonalidades dependiendo el entorno en el que se encontraba. Como en esos momentos, en el que los ojos de Sigrid tenían matices naranjas.

—¿Sabes el significado de tu segundo nombre? —preguntó Hipo en un hilo, sin poder apartar la mirada de ella.

—Regalo del sol —respondió Sigrid, quien frunció el ceño al no comprender el porqué de la pregunta.

—Creo... Creo que tú eres el sol —expresó Hipo sin dudarlo—. Todo lo que veo en tus ojos es el destello de un amanecer, Synn. No puedo dejar de verlos ni aunque quisiera.

Antes de que Sigrid pudiera articular una palabra siquiera, un gruñido desde el fondo se hizo presente, haciendo a Sigrid ladear el rostro para ver de quien se trataba.

—Nymeria, ya, espera —dijo Sigrid de inmediato al ver a la híbrida tratar de pasar entre las rocas—. Regresa, ¿cómo quieres pasar por ahí sí el espacio es pequeño? —preguntó, dirigiéndose hasta el lugar donde tenía a Snøstorm.

La híbrida le enseñó los colmillos con un resoplido indignado que causó que una pequeña voluta de fuego escapara de su boca y terminara sobre el suelo. Hipo se acercó para apagarla, luego de haber tomado entre sus manos a Inferno y la híbrida al verlo, ronroneó.

—Gracias por el cariño que me tienes, Nymeria —dijo Sigrid, viendo como la híbrida ronroneaba con Hipo. A ella, en cambio, le volvió a gruñir.

—Te aprecia a su manera, es que no la tratas como la bebé que es —contestó Hipo, quien ya se había acercado a la Pesadilla Cambiante para poder acariciarla con una sonrisa curvada en sus labios—. Ven Nym, por el otro lado donde puedas pasar —señaló.

Nymeria acató su orden con un ronroneo, girándose para caminar de forma elegante del lado contrario de la cueva donde sus alas podían pasar sin lastimarse por el poco espacio. Los otros dos la siguieron, reconociendo los sonidos de los dragones al instante y algunos minutos después, de hacerse paso entre las rocas y saltar algunas ambos salieron al exterior de la caverna. Pese a que ya había visitado el Santuario anteriormente, no pudo evitar sentirse sorprendida de lo majestuoso que se había convertido el lugar, los dragones eran cada vez más y el fuerte estaba rodeado de fuertes muros de hielo a comparación con la primera ocasión que estuvo ahí. La vista de la kainiana se desvió cuando la nieve aterrizó sobre sus pies y se giró para ver la mirada del Salvajibestia dirigida hacia ella.

—Ohhh, ¡por el amor de Rev...! —Las palabras quedaron muertas en los labios de Sigrid, escuchando el débil gruñido del dragón que le miraba. Con las manos temblorosas por el frío, Sigrid se aproximó hasta el dragón alfa e hincó la rodilla al verlo de cercas.

El rey de todos los dragones era tan majestuoso y grande que Sigrid estaba increíblemente asombrada al ver su cuerpo robusto, lleno de picos blancos con las puntas oscuras y los largos colmillos en sus exteriores frontales. El dragón era tan grande que sobre la misma distancia Sigrid no habría alcanzado a ver más que su pie. Por suerte, ella estaba sobre la superficie alta que rodeaba la caverna y el dragón le quedaba a la altura de los ojos.

Bahkere —murmuró en aotromneach, la palabra literal se usaba cuando se quería mostrar respeto a alguien importante. Suspiró y sus labios temblaron cuando el Salvajibestia le sopló nieve sobre el rostro.

Después, tan rápido como había aparecido, el dragón se había regresado de vuelta a su lugar sobre el agua. Sigrid se incorporó viéndolo marchar, aún con la sensación del frío sobre su cuerpo y alzó una mano para quitarse el hielo de su cabeza. Hipo se acercó hasta ella para ayudarle a quitar los restos de la nieve sobre su cabeza.

—Te lanzó más nieve que a mí —señaló Hipo divertido, jugando con una de las hebras del cabello castaño de Sigrid que le miró en su posición sin articular nada.

Después de lo sucedido minutos atrás, Sigrid no había podido corresponderle sus sentimientos a Hipo porque no sabía con exactitud cómo se sentía; pero ahí con él, a Hipo no parecía molestarle si se tomaba su tiempo en responderle o no. Incluso se encontraba mucho más relajado después de haberle confesado todo.

—Voy a tomar eso como señal de que le caí mucho mejor que tú —replicó Sigrid, Hipo abrió la boca, ofendido para replicar y la kainiana río, aprovechando para presionar la cavidad de su armadura—. Ups.

—¡Ah! Eso fue un poco injusto, madame —dijo Hipo al verla, aunque sus labios formaron una sonrisa al notar sus mejillas rojas—. Oh...

Sigrid se giró para seguir la mirada del pelirrojo, centrada sobre la Pesadilla Monstruosa que había volado hasta ellos. La kainiana parpadeó hasta reconocer el dragón y no dudó en correr hasta él.

—¡Kohak! —Sigrid fue recibida por las alas del dragón que la envolvieron y el dragón lamió su cabello, antes de separarse para mirar con fijeza al vikingo—. Hipo, él es Kohak... Uno de los dragones que vivió conmigo —murmuró lo último.

Los orbes de Hipo se abrieron con sorpresa al escuchar aquello y pasó saliva por su garganta. Miró al dragón acercarse hasta él, quien lo olfateó, bajando el rostro para mirar al berkiano con determinación, como si quisiera intimidarlo. Unos minutos después, le dejó un golpe con su ala y se alejó.

—Por un momento estuve aterrado —admitió Hipo, respirando normal luego de aquella escena.

—¿Tú aterrado por un dragón? Vaya. —Sigrid suspiró y se giró para mirar a los dragones bebés que molestaban a Nymeria recostada sobre el césped a unos metros de ella. Se mordió el labio inferior sin saber que decir y se volvió a girar hasta el vikingo—. Hipo, ¿en dónde están los demás?

Terminaron sentados sobre el césped al igual que los dragones, jugando con algunos bebés que se acercaron a acurrucarse sobre sus piernas. Hipo tenía tres pequeños Pesadilla mordiéndole la prótesis de su pierna, su armadura y su cabello respectivamente, lo que hizo a Sigrid relajarse y reír por sus gritos cada que uno de los pequeños le mordía la piel sin querer.

—Mi padre ordenó a Astrid que se quedara con los jinetes, así que ni Kristoff ni Said pudieron ir detrás de ti, aunque trataron —contó Hipo, tomando entre sus manos al pequeño que había dejado su cabello con babas—. Mi padre, bueno, él trató de convencerme sobre Drago y pues... Ves el resultado —extendió los brazos.

—Escapaste también —dijo Sigrid en voz baja, acariciando la espalda de un pequeñito Gronckle—. ¿Said... Estaba muy enojado? Estoy segura de que me odiarán.

—Él solo estaba preocupado —respondió Hipo, alzando el rostro para mirarla—. Trató de ir detrás de ti, pero Astrid lo regañó.

Sigrid no respondió, bajó el rostro para seguir acariciando el dragón, pero su mente sólo pensaba en su amigo. Said era como un hermano para ella, había estado a su lado desde el primer momento, le había apoyado, la había escuchado y, al final, la había comprendido. Por eso aún seguía un poco enojada con él. Suspiró.

—Aquella vez —comenzó Hipo, acaparando la atención de la contraria—. Cuando el dragón... Draco. —Se corrigió y aclaró su garganta—. Cuando Draco te llevó, Said fue el único que por fuera manejó la situación mejor —continuó—. Todos entraron en pánico, capturaron a Chimuelo, algunos vikingos pensaron que habría guerra con el Rey por lo sucedido... Todo se descontroló, fue un día completamente difícil... Pero ese día, Said se mostró tan tranquilo que uno pensaría que no le había importado en lo absoluto lo sucedido.

» Y no fue así —prosiguió, exhalando el aire retenido de sus pulmones—. Confesó que había estado tan preocupado por él mismo durante los entrenamientos que no se tomó el tiempo en tratar de escucharte, escucharte de verdad. Que no creía que fuera cierto la paz con los dragones y ese día le demostró lo contrario nuevamente. —Sigrid no comentó nada y siguió escuchando, sus manos temblaron nerviosas—. Estaba asustado que pensó que no te volvería a ver de nuevo y es lo que pasa ahora, a pesar de que conocemos la verdad sobre los dragones, él aún teme que Draco te vuelva a llevar y creo que es el mismo miedo que nos persigue a todos.

Durante algunos minutos, Sigrid no gesticuló ninguna palabra. El sonido de sus manos jugar incontrolables fue lo único que se escuchó e Hipo, al percatarse de ello, las tomó entre las suyas para detener el temblor en sus dedos. Lentamente, la morena alzó el rostro para mirar los orbes esmeraldas de Hipo y exhaló, un poco calmada.

—Lo entiendo —murmuró Sigrid e Hipo dio un apretón a sus manos.

—No podemos quedarnos y esperar que Drago venga y ataque este lugar —comentó Hipo, dejando las caricias de su mano sobre las de Sigrid y se incorporó, acomodando su armadura.

—¿Pero no escuchaste a tu madre? —preguntó Sigrid, incorporándose detrás de él. Las palabras acerca de Said aún retumbaban en su mente—. Es inútil hablar con Drago, debemos quedarnos y proteger el Santuario desde aquí.

—Debo intentarlo, Synn, quédate aquí —respondió el vikingo con un suspiro y estiró la mano para acariciar uno de los mechones de Sigrid—. Estarás más segura con mi madre.

Hipo acercó sus labios al rostro de Sigrid, pero antes de hacer algo siquiera, se apartó un poco ruborizado y se giró para mirar a Chimuelo qué trataba de descansar en vano a causa de los bebés dragones.

—Vamos, amigo.

—Hipo —insistió Sigrid y caminó detrás de él en un intento de hacerle cambiar de opinión.

—De... —Antes de que Hipo pudiera complementar la oración, unas manos les cubrieron la boca tanto a él como a Sigrid sobresaltándolos por la impresión.

Sigrid pataleó tratando de quitar la mano que le impedía librarse y ahogó un grito.

—Tranquilos —habló Estoico en voz baja al notar que Chimuelo y Nymeria se alertaron, Sigrid pudo respirar tranquila—. Que alivio me da encontrarla aquí, Alteza.

—¿Es una broma? ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Hipo, liberándose de los brazos de su padre.

—De la misma manera en que los sacaremos —respondió Estoico y soltó a Sigrid.

—¿Quiénes?

—Despejado. —La voz de Bocón se hizo presente—. Por Odín, que bueno que los encontramos a ambos —agregó y desapareció dentro de la cueva.

—Chimuelo, Nymeria —habló Estoico, tomando a ambos de los brazos.

Una vez dentro, Estoico dejó que Sigrid se adelantara al saber que no le causaría tantos problemas como su hijo, a quien siguió llevando consigo.

—Espera, papá, es que hay algo que tienes que saber —dijo de inmediato Hipo, siendo arrastrado por el brazo fuerte de su padre.

—Sí, sí, cuéntame en el camino.

—Esto no es de esas cosas que se puedan contar en el camino —expresó Hipo y se liberó con gran dificultad del agarre de su padre.

—Escuché suficiente.

—Más bien es de esas noticias que te dejan sin habla.

Sigrid se mordió el labio sin decir nada, adelantándose para subir con dificultad sobre las grandes piedras y de reojo vio como a Nymeria se le dificultaba avanzar. Estoico se dio cuenta de igual forma y retrocedió para ayudar a la híbrida a hacerse camino detrás de ellos.

—Y como todas las demás.

—Y papá —añadió Hipo, corriendo para alcanzarlo cuando este tomó la delantera—. A diferencia de la mayoría de las sorpresas que te doy, esta te va a gustar. Te lo prometo, solo tienes que tomarlo con delicadeza porque...

Hipo se calló cuando observó delante de él a Bocón de pie, viendo algo y sin moverse. El vikingo al instante se dio la media vuelta y avanzó hasta ellos.

—Ah, seguramente querrás tomar esta, Estoico —comentó Bocón dándole unas palmadas en el hombro mientras tomaba asiento sobre unas rocas—. Ay, Dioses.

Sigrid solo miró como Estoico desenvainó su espada y se abrió paso entre los muros de la cueva para poder salir y ver quien estaba ahí. La kainiana se mantuvo quieta y suspiró, la espada de Estoico cayendo le confirmó que Valka estaba del otro lado.

—Sé lo que vas a decir, Estoico. —Valka fue quien rompió el silencio, sujetando una lanza con una de sus manos, del otro lado del montículo, estática—. ¿Qué cómo pude hacer esto? ¿Quedarme lejos todos estos años? ¿Por qué no regresé contigo? ¿Con nuestro hijo? —preguntó, el sonido de su voz disminuyó un poco cuando Estoico se comenzó a aproximar a ella con pasos lentos, asimilando a la mujer que veía por primera vez tras haberla perdido años atrás—. ¿Qué indicio me diste de qué cambiarías, Estoico? ¿De qué alguien en Berk lo haría? Les supliqué incansablemente que dejaran de pelear o que buscaran otra respuesta, ¿pero me escuchó alguno de ustedes?

—Es por eso que jamás me casé, gracias a eso y por otra cosa —interrumpió Bocón.

—Sé que te dejé para que criaras a Hipo solo —continuó Valka cuando la voz le tembló y se abrazó a la lanza—, pero creí que estaría mejor sin mí y me equivoqué. —Valka retrocedió al notar la cercanía y el silencio de Estoico; en consecuencia su voz tembló más—. Ahora lo veo, pero... Ay, ¡deja de ser tan estoico, Estoico! ¡Hazlo! Grita, ódiame, solo dime algo

Con el corazón en la mano, Sigrid vio los ojos de Valka empañados de lágrimas, de una manera en la que ella jamás había visto a la vikinga. Y, haciendo lo contrario a lo que le pidió, Estoico alzó una mano hasta acariciar la mejilla de su esposa.

—Estás tan hermosa como el día en que te perdí.

De los ojos de Valka unas lágrimas silenciosas cayeron y cerró sus ojos; y cuando Estoico besó a Valka, a Sigrid se le escaparon unas lágrimas también, haciendo a Hipo sonreír y tomar una de las manos de Sigrid entre las suyas.

Ya conocía lo sentimental que se podía poner.

Kristoff y Said habían perdido el rastro de los demás jinetes de dragones.

Algunas horas antes, cuando se desesperaron de esperar a que encontraran los mayores a Sigrid, terminaron escapándose de los demás jinetes, preocupados porque le ocurriese algo malo a Sigrid. No obstante, no encontraron rastro de ella ni de Idunn cuando fueron al punto en el que ambas se reunirían y durante ese tiempo estuvieron recorriendo los cielos despejados, en búsqueda de alguna señal o sonido que los guiase hasta la híbrida, sin éxito alguno.

Ahora iban de regreso hasta el punto de reunión donde habían dejado a los demás jinetes, cuando un rugido ensordecedor se escuchó entre las nubes. La sorpresa, el temor y la curiosidad les hizo detenerse sobre el cielo despejado en busca del sonido.

—Vhagar, quédate quiero —murmuró Said a su Cortatormentas, que comenzaba a agitarse en su pronta desesperación—. Shh....

Pasaron algunos segundos más y las nubes se transformaron de un color grisáceo, arremolinadas unas con las otras. Desde encima, vieron el cielo rugir y relampaguear por encima de sus cabezas y aunque la emoción y la intriga les pedía a gritos que se acercaran, se detuvieron. Un minuto más, Kristoff pudo ver como de las nubes se proyectó la sombra de un dragón con escamas largas sobre la cabeza.

—¿Crees qué...? —Comenzó, pero calló cuando otra sombra se proyectó a un lado de la otra.

Eran dos dragones, uno más grande que el otro. Desde ahí, se podía ver con claridad las siluetas de sus sombras oscuras y un escalofrío recorrió la espina dorsal de Said. Sobre las nubes se formó una Danza de Dragones, la cual consistía en una serie de movimientos y ataques realizados por los dragones para contraatacar a su oponente. Sobre las sombras del cielo, se vio como ambos dragones se deslizaron con suavidad, como sus alas batieron hacia la oscuridad y como los relámpagos cayeron a un lado del otro. Se escuchó un rugido que alertó hasta la más grande criatura sobre la tierra, mientras se formaba la danza y fue acompañado por el sonido de sus rugidos.

Nerion profirió un gruñido atemorizado tratando de descender de entre las nubes, pero Kristoff le detuvo, acariciando su cabeza para tranquilizarlo.

Acto seguido, los dragones formaron un círculo con su danza en direcciones opuestas. Said miró deslumbrado como las figuras se movían sobre el cielo, como danzaban con el fuego saliendo de sus exclamaciones. Mientras Said veía, pudo escuchar una voz que no provenía del exterior, sino de su mente.

Humano osado que te has atrevido a mirarlo a los ojos. Sobre el filo de sus garras se deslizan con suavidad entre el suelo como si lo estuvieran tocando. Con la sombra de sus alas, extendidas sobre el cielo, el dragón danza a la deriva de su oponente.

Humano osado que has decidido continuar viendo, cierra los ojos y date la vuelta para que la danza concluya en una lluvia de estrellas y encuentra tu camino antes de la oscuridad.

Aunque hubiese querido seguir viendo, Said cerró los ojos. Se escuchó un último rugido, el llamado del cielo y luego, tan rápido como había aparecido, se habían desvanecido en las nubes. Lo último que vio Said fueron unos ojos azules electrizantes y él los conocía a la perfección.

Kristoff a un lado de él, soltó un profundo suspiro.

Dans av drager. —Fue lo único que dijo y Said asintió, repitiendo sus palabras.

En Kain, la Danza de Dragones significaba un nuevo comienzo. La nube gris era augurio de que algo pasaría, pero al final, después de todo, el claro cielo del sur brillaría por los cuatro puntos cardinales y regresaría la felicidad y la armonía. La Danza de Dragones significaba paz, después de la tormenta. La Danza de Dragones era la guía hacia los Vientos de Libertad.

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