Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 15: Soy completamente de ti.

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By Mariansosaaa

Nota: Definitivamente tienen que escuchar The Hills, de The Weeknd. Sin la canción, el capítulo no tiene vida. En serio:).

                          Capítulo 15.


Hult me había cargado, y mojados salimos de la ducha. Me llevó hasta la cama, donde con cuidado me dejó. Se colocó arriba de mi, mis piernas rodearon su torso. Nos besábamos despacio, gradualmente el beso aumentaba su ritmo. Dejó mis labios, ahora besando por mi pecho, alrededor de mis senos. Fue bajando en un rastro de besos por mi abdomen. Mis brazos se erizaron, por las cosquillas que me hacían sus labios al llegar a mi pelvis.

Volvió a subir, quedando frente a frente conmigo. Su mirada, su mirada era la más intensa que he visto. Sus ojos esmeraldas mandaban electricidad a los míos. Estaba muy nerviosa, pensé que tenía todo controlado, pero no era así. Eso no quitaba lo decidida que estaba a hacerlo. Deseaba que Hult me lo hiciera.

—Me detendré si así lo quieres —avisó sin apartar su vista de mi. Tenía sus manos apoyadas en la cama, a cada lado de mi. Me mordí el labio y asentí dubitativamente.

Me dejó confundida cuando se levantó de la cama y fue al baño en busca de sus shorts que seguían tirados en el suelo. Vi como saco su billetera y de esta, buscó un pequeño paquete plateado de forma cuadrada. Era un condón. Volvió a mi, y nuestras miradas conectaron, seguramente se había dado cuenta que lo estaba observando. Me limitaba hacerlo, aun me daba vergüenza mirarlo tanto, estando él desnudo.

Nuevamente estaba encima de mi, con el paquete del condón entre su mano— ¿Qué? ¿No quieres tener un hijo Nephilim, conmigo? —alcé una ceja divertida. Pero creo que la ocasión me hacía decir cosas estúpidas. De verdad, ¿por qué dije eso? Por suerte, el se echó a reír.

—Quiero tener muchas cosas contigo, pero créeme que en mis planes no está crear un bebé hoy —murmuró, cerca de mi oído. Su húmeda lengua pasó por detrás de mi oreja. Apreté los labios.

—¿Dolerá? —musité. Pero no respondió, porque seguía pasando su lengua de arriba abajo por mi cuello. Mis manos, automáticamente se deslizaron por su pecho mojado. Mi estómago se revolvía constantemente de excitación.

—Mucho —respondió finalmente, junto a una sonrisa ladeada. Lo miré con terror, pues esperaba una respuesta más alentadora —Cierra tus ojos Gwen, haré lo posible para que disfrutes ese dolor —murmuró con lentitud. Pasó el pequeño paquete entre sus dientes, y en un estirón lo abrió. Escupió el pedazo hacia el suelo, sacando el pequeño círculo de látex —Quiero que me lo pongas tú.

Me entregaba el condón. Miré el objeto con una ceja arqueada —¿Estás loco? Jamás he puesto un condón.

—Inténtalo —dijo con simpleza. Dejé de mirar al condón, y luego lo miré a él. Había muchas posibilidades de que lo colocara mal, o lo podía romper. ¿Y si quedaba embarazada? Definitivamente no quería quedar embarazada a esta edad. Ni siquiera deseaba hijos. Oh dios, la ansiedad me revolvía la cabeza. Lo tomé, y mis manos se llenaron del lubricante al hacerlo... Bien, le tocaría su... ¿Miembro? ¿Parte? ¿Por cual nombre le podría decir para que no suene tan estúpido o grotesco?

¿Y si lo lastimaba? Incliné mi cabeza, para ver mejor lo que estaría por hacer. Estiré mi brazo, y comencé a estirar el condón desde su punta, hasta arriba. Lo cual me costaba. Mi mano, al agarrarlo, no terminaba de cerrar. Tragué saliva, por lo que pronto entraría en mi. Definitivamente sería doloroso.

Hult me ayudó, poniendo una mano encima de la mía, y con la suya, ayudó a la mía a seguir estirando el látex de forma correcta.

—Debe quedar hasta arriba —indicó al finalizar. Retiré mi mano y puse mi cabeza encima de la almohada. Ocultaba que mis piernas estaban temblando, era imposible controlarlas. Mi corazón retumbaba tan fuerte, que los latidos se sentían en mi garganta. Los ojos de Hult me analizaban, con una dulce sonrisa en sus labios carmesíes —¿Confías en mi, Gwen?

—Confío en ti —musité. Él asintió a medias, para volverse a mis labios. Con sus manos tomó mis muslos y los llevó a cada lado de su cuerpo, más arriba de su torso, indicando que los dejara así. Las yemas de sus dedos rozaban por mi estómago. Hult dejó de besarme, para mirarme. Solo para mirarme. Sentí algo rozar contra mi zona sensible. Hasta que empujó sus caderas, penetrándome.

Fugaz, mis ojos se cerraron y mis dientes crujieron al cerrarse fuertemente. Algo se me rompería, o me desgarraría. Dolía mucho. Sí que dolía. La paredes de mi zona, se estiraban cuando Hult empujaba.

—Hult, duele, duele —repliqué en un chillido. ¿Esto era por lo que las chicas hormonales soñaban? ¿Este dolor?

—Shh. Solo al principio, tienes que relajarte. O dolerá más —espetó. Intenté hacer lo que me dijo, inhalé y exhalé un par de veces. Tomé a Hult por el cuello, pero mis manos bajaron hasta su espalda, incrustando mis uñas en ella, cuando volvió a empujar. El castaño dejó salir un gemido —Me gusta que hagas eso — gruñó muy bajito.

—No lo adentres todo —supliqué sin aire.

—Apenas ha entrado la punta, Gwen —respondió muy obvio. Abrí mis ojos para observar la diversión que había en su cara. Impactó sus labios con los míos, creando un beso descontrolado, rápido. Tanto así, para que el dolor se me olvidara. Bajó unas de sus manos, hasta mi clítoris. Donde con sus dedos lo movió en círculos, constantemente. Había empujado una vez más. Mis dientes sin querer mordieron su labio superior. Me di cuenta que había roto su labio, al sentir el sabor de hierro en mi boca.

—Lo—lo siento por eso —tartamudeé, trataba de controlar el dolor. Mis paredes vaginales definitivamente se desgarrarían. Él no respondió, siguiendo el voraz beso. Su cuerpo ardía, tanto como el mío.

Embistió dentro de mi, una y otra vez. Sacándolo y volviéndolo a meter. Mis uñas pasaban con desespero en su espalda, él gemía cada vez que lo hacía. Yo gemía de dolor cuando entraba otra vez fuertemente.

—Maldición Gwen, aún no ha entrado por completo —espetó agitado. Su pecho se movía como se hubiese corrido un maratón. Me embistió nuevamente, y una lágrima salió por uno de mis ojos. Fue muy fuerte el estirón que sentí abajo. Hult se detuvo, y sus dos manos me sostuvieron de la cara —¿Te hice daño? ¿Te duele? Por favor Gwen, dime que pare si no quieres hacer esto —su tono de voz había salido con mucha preocupación. Sus ojos se movían por toda mi cara, analizando mi dolor.

Pero no quería que se detuviera, no sabía si era masoquista, pero este dolor se sentía placentero—No te detengas, sigue —pedí.

—¿Estás segura? —cuestionó. Le di mi mejor sonrisa y asentí. Levanté mi cabeza para atrapar sus labios con los míos, iniciando el beso. Hult bajó sus manos, pasándolas por mis senos. Seguía masajeando mi zona más sensible. Y volviendo a empujar. El dolor gradualmente se hacía más soportable. Tal vez el movimiento del dedo de Hult, ayudaba. Los muslos de mi vientre se contraían, cuando el ritmo de Hult comenzó a ser frenético, ya no empujaba de vez en cuando. Lo hacía constantemente.

—¡Uh! —gemí fuertemente. Mi cuerpo era agitado por los movimientos del chico. La respiración de Hult chocaba contra mi cuello. Para distraerme, pasé mis labios por su cuello. Succionandolo, algo que sabía que le gustaba. Hult gemía débilmente mientras lo hacía.

Un cosquilleo apareció en mi vientre. El pálido chico retiró su mano de ahí, no quería que se detuviera, me gustaba como se estaba sintiendo. Ahora me agarraba de los muslos, subiendo mis piernas más arriba. Cuando subía mis piernas, parecía que se le hacía más fácil entrar. Y para mi ya no era tan doloroso, pero si sentía una molestia en el momento en que entraba.

—Gwen, dios... —gimió. Era delirante escucharlo gemir con su voz aterciopelada. Mi cuello se estiró hacia atrás. Mis senos brincaban por su ritmo. Se sentía muy placentero, pero no tanto como cuando el chico juega con mi zona más sensible.

Su lengua, ahora estaba justo en mis pezones. Mi sistema vibró, cuando sus dientes mordieron uno.

Hult me penetraba a cada segundo, salía y volvía a entrar a mi cuerpo. Lo tomé del cuello y pegué mis labios con los suyos en un corto beso. Mis piernas me dolían un poco por el rato que llevaban de la misma forma. Estaba hecha fuego. Otra vez se encontraba moviendo mi clítoris, mientras penetraba y me besaba el cuello. Estas tres acciones me estaban enloqueciendo. Me gustaba que sus dedos se centraran de esa forma.

—Oh...me gusta —dejé escapar entre dientes. Con mis ojos cerrados y mi cuello hacia atrás. Adrede, los movió más rápido. Y más rápido el cosquilleo volvía a mi vientre. Iba a explotar de éxtasis.

Al igual que sus dedos, el ritmo del chico se hizo más rápido. Penetrándome como una fiera. Gemí un par de veces. Éramos una orquesta, entre gemidos y las respiraciones agitadas. El ritmo de sus dedos iban al mismo son que su empuje. Sentí mi alma elevarse como aquella vez en mi habitación, al orgasmo expandiéndose por mi sistema.

—Uh...—exhaló Hult, al dar un último empuje y desacelerar su ritmo. Extasiados, lo único que hablaba por nosotros era el sonido de nuestras bocas entreabiertas buscando oxígeno. Abrí mis ojos, y me encontré con los del chico. Sus ojos profundamente verdes, brillando más que nunca —Soy completamente de ti, Gwen —remarcó muy bien estas palabras con sus labios, en un susurro. Dejó un beso en mi frente, luego por mis dos mejillas, y en mis párpados.

—Mío —repliqué, algo exhausta. Él se desplomó a mi lado y me incitó a que colocara mi cabeza en su brazo. Lo hice, y nos miramos durante un rato.

—Eres más preciosa de esta forma... Me fascinas —espetó. Me ruboricé y seguidamente plasmé una sonrisa risueña.

—Tú me encantas igual.

—¿Estás bien? ¿Te gustó? —cuestionó.

Asentí y pasé un brazo encima de su pecho. Con mi nariz muy cerca de su cuerpo, aspirando su exquisita fragancia a perfume y menta que quedaba en su piel—Dolió un poco... Pero si me gustó —afirmé. Me había dolido mucho más que solo un poco. Él sonrió, y por debajo de nosotros sacó la sábana de la cama, alzándola y cubriéndonos con ella. Metió su mano por debajo de la tela, para así sacarse el condón y tirarlo ágilmente al cesto de la basura.

—Sentirás más placer en la segunda vez.

Me sentía muy liviana, a pesar de la incomodidad que se formaba en mi zona. Ese perfecto momento, fue invadido por mis racionales pensamientos. Habíamos tenido sexo horas después de su intento de suicidio. Algo que no iba a pasar desapercibido. Era algo muy grave. Algo tan grave afectaba su cabeza como para intentar suicidarse. Hult notó mi cara que borró de la nada mi sonrisa.

—Oye... ¿Segura que no te hice daño? —su dedo pulgar se deslizó por mi mejilla.

—¿Esto fue lo correcto? —indagué, mirando fijamente a su pecho.

—Para mi ha sido lo mejor... ¿No sé para ti?

Alcé mi vista y lo observé —Quiero decir... Así no se arreglan los problemas.

¡Sexo de reconciliación!

La desgraciada voz de mi mejor amigo hablaba en mi mente.

—Siento que me estás viendo, y ves algún tipo de suicida —arqueó una ceja. Pero no podía discutir que se equivocaba.

—Me niego a perderte una segunda vez —respondí en un hilo de voz. Hult centró su mirada en el techo.

—No me perderás Gwen... Cuando estoy contigo, me siento vivo. Porque no es solo vivir, ese sentirte vivo cada día. Y tú me haces respirar. Pero esta voz en mi mente —hizo un movimiento con su mano por encima de su cabeza—, cuando vuelve, es tan jodida que no me permite ni respirar.

—Descubriremos quién lo hace. Solo... No te vuelvas a dejar llevar por lo que te diga, por favor...—supliqué. Mis lágrimas se avecinaban, pero con esfuerzo logré mantenerlas en mis ojos. Él me miraba ahora, con una línea recta en sus labios. Se acercó a mí y dejó un pequeño beso en mis labios.

—¿Sabes? Me dolió mucho que dijeras que no confiabas en mi —declaró en murmuro. Haciéndome recordar de nuestra discusión el día de la pelea. En ese momento dejé de confiar en él, en lo absoluto.

—Tenía motivos para dejar de hacerlo —le confesé. Sin decir nada, asintió con su cabeza.

—¿Gwen?

—¿Hult?

Ladeó su cabeza para mirarme mejor —Amarme será una carga, ¿lo sabes no?

Me quedé en silencio, solo por unos segundos. Replicando en mi mente lo que había dicho—No me interesa —musité.

—A mi sí —opinó lo contrario —He estado pensando algo, hace varios días.

Mis ojos se estaban cerrando, estaba muy cansada. Y ya el sol se ocultaba, en alguna hora debíamos volver a la universidad —¿Qué?

—Si lo digo ahora, tal vez pienses que te utilicé hoy —espetó. Mis ojos se abrieron otra vez, para mirarlo con recelo.

—¿Es algo malo?

—Es algo que nos servirá a los dos —murmuró muy despacio. No sé por qué temía a que hablara.

—Habla de una vez —dije. Dejó escapar aire por su boca.

—Quizá deberíamos... Ser solo amigos, hasta que esto acabe. Hasta que yo esté bien —enseguida me levanté, quedándome sentada, ajusté la sábana alrededor. Mi frente estaba arrugada por lo que había dicho.

—¿Lo dices en serio?

—No quiero hacerte daño Gwen —movió levemente su cabeza en manera de negación.

—Sé que jamás dejarías que alguien me hiciera daño. Y menos tú —recalqué muy bien las palabras. Me parecía estúpido lo que me proponía.

—Tampoco era capaz de pensar, en lanzarme de un jodido puente. Y lo iba hacer. Golpeé a Bailey. Nunca había golpeado a una persona hasta ese día Gwen. Incluso esa vez que llegué con un morado a la preparatoria, y nunca te dije el por qué. El porqué fue Atom. No me limité a devolverle la misma acción. Te empujé aquella vez, aunque te metas en la cabeza que te caíste por tus propios pies. Lo hice Gwen, te empujé de mala manera así haya sido suave —comenzó a explicar con cautela. No me quedó de otra que escucharlo —Solo quiero estar bien, para estar contigo. Que todo esto acabe.

Concluyó su punto de vista. Punto de vista razonable pero me costaba aceptarlo. Parecíamos volver a ser nosotros, a estar bien. Y justo en este encantador momento debe decir esto—No puedo ser solo tu amiga. No ahora.

—Pero siempre hemos sido amigos ¿no? —objetó—Solo será hasta que esto acabe. Y por ahora será como esos primeros días. Yo diciéndote lo rara que eres y tú diciéndome imbécil —esto último lo dijo con un toque de broma. Difícilmente reí algo desgastada.

¿Ser solo amigos? No me parecía bien. Pero tenía razón, así como Bailey la tuvo al decirme que dos tuercas fuera de lugar, desnivelan una estructura. Debíamos arreglar esto —Me cuesta darte la razón —murmuré sin ánimos. Tomó mi mentón y lo levantó incitando a que lo mirara.

—Oye... No estamos terminando ¿ok? Sólo será una pequeña pausa —sin responder, me sujeté a él fuertemente. Abrazándolo por su abdomen. Cerré mis ojos y dejé salir un suspiro.

—¿Nunca me dejarás?

—Nunca en la vida. Como tampoco dejaría que alguien te hiciera daño —afirmó con su voz más profunda de lo usual.

La puerta sonó y detrás de ella la voz de Callum—¡Es hora de irnos! —se le escuchó decir. No quería que el momento acabara, solo quería que fuese eterno, solo por una horas más.

Hult se levantó junto a mi, quedándonos sentados. Pasó un dedo por mi labio y poco a poco se fue acercando para besarme. Un beso muy lento. Su mano hizo bajar la sábana que me cubría, para poder recorrer bien por mi silueta, y quedarse en mi cintura. Donde me impulsó a ponerme encima de su regazo. Mis senos descubiertos, rozaban con su pecho. Sintiendo el tibio calor de su piel contra ellos. Era la octava maravilla del mundo.

—Eres muy rara, Gwen Trainor —susurró mediante el beso.

—Y tú un imbécil —susurré yo. Detuvo el beso para mirarme fijamente.

—¿Sólo amigos, por ahora?

Era hora de decidir, era hora de darle mi respuesta.

—Sólo amigos —repetí con esfuerzo.

Una mancha roja llamó mi atención a donde había estado acostada. Abrí los ojos en grande al observar que era sangre. Una gran mancha de sangre.

—¡Oh por dios! ¡Me vino la menstruación! —tapé mi cara con ambas manos, inundándome de vergüenza. Como si hubiese dicho lo más gracioso del mundo, Hult soltó una gran carcajada al aire.

—No Gwen. No te vino la menstruación.

—¿Y de dónde apareció esa sangre? —chillé, mirando hacia la gran mancha de sangre en la sábana. Calmó su risa para darme una respuesta, relamió sus labios y habló.

—Cuando es la primera vez de una mujer, y el hombre penetr.....

Lo interrumpí agitando las manos en forma de que parara de explicar —No, no, no. No quiero escuchar tus explicaciones —negué. Había olvidado esa parte, que iba a sangrar un poco al tener mi primera vez. Que pena. ¿Por qué era tan despistada todo el tiempo?

Hult me lanzó una mirada divertida, negando una y otra vez con su cabeza— Rara.

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