Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 14

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By Mariansosaaa

                       Capítulo 14


Hult Sullivan

Estaba agotado, solo quería dormir... Al menos, cinco minutos. Solo cinco malditos minutos. No sé que hacía, no sé cómo controlarme. Llegué a pensar que Bailey era el ocasionante de mis voces. Todo parecía concordar. Él, hace más o menos lo mismo que su verdadero padre. Pero no era él, me mostró que no era él. Otra cosa, alguien más es el culpable de mi estado. Doy por seguro que es parte de la legión.

Golpeé sin parar a ese chico, que no tenía la culpa en lo absoluto. Me mostró sus recuerdos, y vi como Gwen lo apartó cuando la quiso besar. La había cagado, la he estado cagando la mayor parte del tiempo. ¿Había alejado a Gwen de mi?... Grité que se fuera de mi vida. Cuando no quería decirlo.

Pasé una mano por mi labio inferior. Este dolía levemente, saboreaba la sangre con mi lengua. Ayer fui a un bar, y volví a pelear con un hombre unos cuantos años mayor que yo. Vi como tomaba a la fuerza a su "novia" cuando ella se oponía a irse de ahí. Creo que con eso pude descargar el enojo que llevaba dentro. Me jodió, pero terminé ganando yo.

Me había quedado en un hotel para pasar la noche. Una noche donde perdí totalmente la razón. Donde no pude dormir por la voz. Estaba cansado de esto, quería desligarme de la situación. El peor cansancio, es el mental.

Ahora era ahogado por el alcohol, mi vista se distorsionaba, los objetos se movían de un lado a otro, cuando en realidad no lo hacían. Estaba puesto al volante, conduciendo por esta pequeña ciudad. Sabía que no era correcto manejar en este estado. Pero no me interesaba. Ya no me interesaba nada más. Solo quería conducir y conducir. Agarré la botella que me acompañaba en el asiento del copiloto, y le di un largo sorbo. El ron quemaba mi garganta, y la boca de mi estómago vacío.

Crucé la quinta avenida a la izquierda, casi a centímetros de chocar una camioneta que venía. El tipo me insultó al bajar su vidrio, pero solo seguí de largo.

La sensación de un leve mareo, me avisaba que estaba por venir. Que ya venía por mi. Primero subía por mi columna, hasta clavarme clavos de acero por la nuca, subiendo hasta mi frente. Mi cabeza era compactada por paredes de cada lado. Exprimiéndola como un limón. Cerré los ojos cuando sentí ese golpe dentro de mi cerebro.

La época de lluvias había comenzado. Y hoy, el día era de un color grisáceo. Gotas cayendo en el parabrisas eran el claro aviso que venía una tormenta. Gradualmente aumentaron, hasta que me fue difícil ver el camino. Detuve el auto al final de la avenida. Choqué mi cabeza contra el volante, por el intenso dolor. Me golpeaba con el volante una, y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez.

—Maldita sea —dije con mis dientes apretados. Abrí la puerta, y unas gotas de agua cayeron encima de mi brazo. Me asomé y vi el cielo. Puse mi cuerpo afuera, ahora estaba debajo de la lluvia. Con el agua cayéndome desde la cabeza hasta los pies, empapando completamente mi ropa. Miré hacia el final, y noté que me encontraba en el puente de la laguna de la ciudad. Tenía una vista increíble.

Con el dolor, transformado en una especie de migraña, arrastré mis pies hacia el barandal del puente. Toqué el metal frío. Y miré hacia abajo. Puntos se movían en la laguna por la lluvia.

De nuevo, otro golpe más fuerte sacudió mi cerebro.


"No eres parte de aquí"

"No eres nadie"

"Dejaste de serlo"

"Dejaste de serlo"

"Solo eres un traicionero"

"Traicionero"


La voz gritaba, gritaba de una manera atormentante. Creí que mi mandíbula se rompería, por lo fuerte en que mordía.


—Ya... —intenté decir. El barandal me servía de apoyo para no caer al suelo.


"No la mereces"

"No mereces su amor"

"Solo eres una carga"

"Eres una carga"

"Acaba con esto"

"Acaba con esto"

"Acábalo"


Insistía la voz varias veces. Las lagrimas salían solas de mis ojos. Este dolor, era más fuerte que los anteriores. Esta voz... Intensificaba su poder dentro de mi. Era irresistible.


"¡Acábalo ahora mismo!"


Gritó. Mis piernas tambalearon por el mareo que me envolvía.

Ya no lo soportaba.

Ya no más.

Miré nuevamente hacía abajo. Era un lago profundo, y oscuro. Quién sabe qué cosas podrían haber ahí. La distancia era bastante larga. Tragué saliva. Mis manos sujetaron fuertemente la baranda, para impulsarme y colocar un pie encima de esta, y con ayuda, colocar el otro. Tomé equilibro, tambaleándome un par de veces por el alcohol, y lentamente me puse de pie encima de la baranda. ¿Qué es lo que hacía? Ya no lo sabía, no lo sabía en absoluto.

Miré hacia el cielo, las gotas rozaban mi cara constantemente. Y di un último vistazo al lago.

—Lo siento Gwen —murmuré. Mi cuerpo. Mi cuerpo se había inclinado hacia la nada, listo para la caída. Cerré los ojos.


Gwen Trainor.

Estábamos en el auto de Callum. En completo silencio. Ninguno de los tres había dicho ni una sola palabra desde que salimos. No comprendía bien qué estaba sucediendo. Y por qué ellos dos estaban tan preocupados. Pero lo que sabía era que buscábamos como locos a Hult. Les había dicho la información que Bailey me dio. Pero Atom ya sabía todo eso, los ángeles tienen vínculos mentales con otros. Y aunque Hult ya no sea completamente uno, Atom lo sigue siendo. Pudo divagar entre lo que sentía.

Era la verdadera razón de su estancia aquí. Llovía y se nos hacía más difícil ver el camino, ver las calles, o ver a las personas que caminaban bajo la lluvia. Ninguna de esas caras era la de mi chico. Cruzamos la quinta y última avenida, con eternas esperanzas de hallarlo.

A lo lejos, vislumbré su auto aparcado a un lado de la calle.

—¡Miren! ¡Su auto! —toqué frenéticamente el hombro de Atom, el chico miró al frente y le ordenó a Callum que parara. Apenas lo hizo, los tres bajamos como una bala y corrimos hacia su auto. Por mala suerte él no estaba ahí. Sus llaves seguían pegadas. Lo que me pareció extraño, y por la mirada confundida de Atom al darse cuenta de esto también, pude deducir que algo no andaba muy bien.

En cuestión de minutos mi cabello soltaba gotitas de agua por las puntas. Estábamos empapados y con mucho frío. Seguimos caminando en recta. Observé ese puente del que mi mamá siempre me hablaba, donde le había dicho a mi papá que estaba embarazada. Y donde mi papá le había pedido matrimonio. Sonreí, pero dejé de hacerlo al vislumbrar una silueta encima del barandal. Una silueta bastante alta. Una silueta, que llevaba tatuajes en sus brazos.

El corazón se me iba a salir de la boca—¡No! —grité. Comencé a correr junto a los dos otros chicos. Olvidé cada cosa en mi vida cuando el cuerpo del chico se fue inclinando apunto de caerse. Atom velozmente se me adelantó. Desapareciendo y volviendo a aparecer. Llegando hasta él, le dio un estirón hasta hacerlo caer al suelo.

—¡¿Qué mierda hacías Sullivan?! —gruñó Atom con enojo.

Hult, quien había caído al suelo de espalda. Nos observó con terror en sus ojos. Pero únicamente se fijó en mi. Mi corazón seguía latiendo de una forma anormal. Iba a vomitar, estaba asegura. ¿Se había intentado suicidar?

Pero no dijo nada, solo se echó a llorar. A llorar como ese día en su habitación. Quebrándome yo también con facilidad.

—Lo siento —se disculpó a través de las lágrimas. Caí con mis rodillas al suelo, y lo tomé entre mis brazos, sujetándolo fuertemente. Él me abrazó.

—¿Qué—qué hacías Hult? Dios mío...— titubeé con mucho miedo. Pues yo también lloraba en silencio. Hundió su cabeza en el hueco de mi cuello. Lo rodeé por detrás de la espalda.

—Me persigue Gwen... Ya no lo soporto... Discúlpame, por favor... Discúlpame— repitió con la voz quebrada. Su aliento chocaba contra mi cuello, por las veces en que inhalaba y exhalaba al llorar.

Levanté mi vista, llena de dolor y miré hacia Atom y Callum, quienes estaban tan impactados como yo.


(...)


El silencio inundaba esa habitación de hotel, donde Hult pasó la noche. Lo menos recomendable era volver a las habitaciones de la universidad con todo este ajetreo. Luego de que Atom y Hult, tuvieron una extensa conversación en privado, Atom y Callum apartaron otra habitación al lado de esta. Dejándome a mi y al chico completamente solos. Pues ellos querían que nosotros habláramos, que yo hablara con él. No imaginaba que Hult fuera capaz de hacer algo como así. Lo destrozada que quedé al verlo de pie en aquella baranda. Temí. Temí de nuevo como cuando lo vi morir. ¿Qué hubiera sucedido si no hubiésemos llegado a tiempo? ¿Un minuto más? ¿Unos segundos más? Él ya no estuviese aquí. Solo por unos segundos de retraso, no lo estuviese viendo ahora. 

—¿Por qué? —murmuré. Lo miraba. Hult estaba a un extremo de la cama, con su espalda recostada de la pared. Estaba empapado, por los mechones de su cabello caían gotas de agua. Su camisa estaba pegada a su cuerpo. Yo estaba al otro extremo, sentada en la punta de la cama.

—¿Por qué, qué? —replicó la pregunta. Sin mirarme.

—¿Por qué no me dijiste lo de las voces?

Los ondulados mechones que llevaba encima de su frente, se los pasó con la mano hacia atrás, salpicando el agua a la cama—No quería que te preocuparas— musitó.

—Terminaste preocupándome de igual manera —respondí en un susurro. La tensión se sentía por parte de los dos—¿Me ibas a dejar de nuevo, Hult?

Ahora me miraba. Sus ojos mostraban pena, y tristeza. Claramente mi voz se había quebrado, y reaccionó ante eso—Es que... Todo esto me estaba consumiendo, no lo soportaba.

—Te dije que podías hablar conmigo si te llegabas a sentir mal —recordé. Él desvió su mirada al fondo de la habitación —¿Preferías morir, que enfrentar los problemas?

—Maldita sea Gwen, no sabes lo atormentante que es, sentir una voz en tu cabeza. Sentirte mal todas las noches, sin poder dormir, ¡no lo sabes! —subió su tono de voz. Yo había fruncido mi ceño.

—¡No! ¡Tú no sabes lo egoísta que te comportas contigo mismo! ¡Hasta conmigo! —espeté de la misma forma. Pues ahora estaba de pie, acercándome a él —Te perdí una vez. Te vi morir una vez. Y no sabes cuántas noches, que te aseguro, Hult Sullivan, te aseguro que fueron todas. Las que me sentaba en una esquina de mi habitación a llorarte. Con una almohada puesta en mi cara para que mis padres no escucharan.

Lo enfrentaba, lo enfrentaba de la forma más dura. Era necesario. Me observaba sin decir nada. Como a un niño cuando le regañan.

—Y no intenté suicidarme Hult. A pesar que mi mente me llevaba a cada momento a ese preciso instante donde tu mandíbula se tensaba a el terrible dolor que sentías, por la profunda cortada en tu estómago. Mis manos llenas de tu sangre. Mis manos inútiles que no podían hacer nada, si no estar puestas ahí intentando detener la sangre. No me intenté suicidar con ese horrible recuerdo que perduró tres meses.

Terminé de hablar, y aseguraba que mi cara estaba roja. Aunque mis palabras traté de suavizarlas para él. Espeté muy calmada. Cabizbaja miraba hacia sus manos, sus manos que llevaban sus nudillos enrojecidos y rotos. Me senté justo en frente de él, y tomé sus manos entre las mías.

—No pensaba, esa cosa me controla. Me convierte en un monstruo. 

Suspiré.

—Tú no eres un monstruo.

—Quería ser lo mejor para ti... Y no ha sido así —murmuró, entrelazando sus manos con las mías. Sus manos muy frías. Podía escuchar el castañeo de sus dientes —¿Ya no me sigues amando de la misma forma?

Le miré como si fuera la pregunta más absurda que ha salido de su boca. Porque era la más absurda en realidad —Te amo, pero no significa que ame lo que eres ahora. Si así fuera, no estaría amándome a mi. Sin embargo, el hecho de amarte me implica ayudarte a mejorar.

Sus dedos se movían en círculos sobre las palmas de mis manos, me daba levemente cosquillas —Lo siento mucho, Gwen. Por todo.

—Deja de disculparte —murmuré. Gateé por la cama hasta quedar justo a su lado. Apoyé mi cabeza en su hombro, y cerré mis ojos cuando él apoyo la suya encima de la mía.

—Se supone que yo era tu ángel. Pero tu eres el mío, niña —susurró muy débilmente —Las cosas no han ido bien desde que estamos juntos.

—Y juntos lo solucionaremos —le respondí. Su brazo pasó a mi alrededor. Sin embargo, era cierto. Esto era una montaña rusa de problemas.

—Pensé en ti cuando iba hacerlo. Pero realmente es jodido ser prisionero de tu mente —espetó. Respondiendo a lo que le había dicho antes. Quizá no fue la mejor forma de decirle que era un egoísta, sabiendo que se siente mal. Pero quería que recapacitara.

—No eres débil.

—Lo soy, soy muy débil. Aunque no lo demuestre.

—Eres la persona que aguantó que lo marcaran doscientas veces. Quien aguantó el dolor de que le cortaran parte de su cuerpo. Y quien aceptó dejar su vida... Por mí —incliné un poco mi cabeza hacia atrás para verlo —Tú eres el fuerte aquí, Hult.

Inhaló, haciendo que su nariz congestionada sonara—Te amo.

—Te amo mil veces más— respondí mediante un susurro. Seguía escuchando sus dientes castañeando. Me incorporé en una postura firme —Te vas a resfriar, deberías darte un baño.

Él me miró, dudándolo—Eso no importa ahora.

Sin estar de acuerdo con lo que dijo, me levanté de la cama y le extendí mi mano para que la tomara—Ven —dio un suspiro, agarró mi mano y se levantó. Caminamos hasta el baño. Fui a la ducha y nivelé el agua caliente hasta que saliera el vapor. Hult estaba detrás de mi, parado desde la puerta. Ahora me dirigía a el pequeño estante para sacarle una toalla la cual le dejé encima de la mesa de cerámica del lavamanos. Si llevaba más horas con su ropa mojada puesta, podría enfermarse. Y era lo menos recomendable con lo que estaba pasando.

Mi sorpresa fue, que al girarme, me encontré con el cuerpo del chico totalmente desnudo. Enseguida mis labios se abrieron. Analizándolo. Veía el gran tatuaje que su abdomen llevaba en negro. De ese árbol seco. Más todos los tatuajes en sus brazos. Y su... su... Oh dios mío.

El chico sin mirarme, como si nada, me pasó por un lado, entrando a la ducha. Su espalda expuesta ante mi. Todo su cuerpo expuesto ante mi. Al entrar en la realidad, me sonrojé tal cual como un tomate, muriendo de la vergüenza. Era notorio de cómo lo había observado.

—Báñate conmigo, tú también puedes resfriarte —espetó. La puerta de la ducha seguía abierta, con Hult desnudo enfrente de mi ojos. Instantáneamente me di la vuelta.

—Hazlo tú pri—primero —tartamudeé como estúpida. Oh, lo había visto desnudo. Estaba desnudo a mis espaldas. Hult era encantador, su cuerpo, literalmente, es el de un ángel.

—Vamos Gwen, solo es un baño —susurró. Sin embargo, no podía volverme a oponer. Simplemente, una excusa no me salía. Deseaba bañarme con él, deseaba sentir el agua caliente recorrer por mi cuerpo junto a él. Para olvidar este día desastroso, olvidar el desastre en nuestras vidas.

—¡Pero no mires! —alerté, mirándolo de reojo. Enseguida, cerró sus ojos. Eché un suspiro y comencé a sacar mi blusa mojada, junto a mi sostén. Luego mi jeans y braga, para luego quitarme los zapatos. Todo estaba sumamente mojado. Estaba tan desnuda como él. Tragué saliva, y me giré. Hult aún llevaba sus ojos cerrados. Mis pies caminaron en puntillas por la fría cerámica. Metí un pie en la ducha y luego el otro. Ahora los dos estábamos en el mismo sitio, en el mismo modo. Pero la pena se había esfumado. Ya no sentía pena con Hult.

Me posicioné delante de él, dándole la espalda. Su cuerpo rozaba con el mío. Metí mi cabeza en la regadera, y sentí alivio con el agua caliente recorriéndome. Pero mis nervios se crisparon, cuando Hult dejó un beso en mi cuello, pasando sus manos a mi alrededor, situándolas en mi abdomen.

—¿En qué gastas tus latidos? —murmuró en mi oído.

—En ti —espeté con algo de nerviosismo. Cerré los ojos ante el tacto de los labios del castaño en mi cuello. Una de sus manos fue bajando hasta mi pelvis, pero la detuve de inmediato —No me he depilado desde hace dos días —confesé, entre mucha pena. Lo sentí reír detrás de mi cuello.

—Eso no me importa, Gwen. Es natural —sin decir nada más. Siguió bajando, hasta situarse en mi zona sensible. Dejé salir un gemido, por su mano allí.

—Dijiste que solo sería un baño —mis palabras salieron forzadas y divertidas.

—No siempre cumplo mis promesas —dijo y en un instante y sin previo aviso, introdujo un dedo en mí. Apreté mis labios por el ligero dolor. ¿Esto siempre será doloroso? ¿No causaba placer al instante? Sin embargo, me gustaba. Mi parte trasera rozaba con su zona descubierta. La cual ya estaba eréctil. Hult me sujetó con fuerza de la cintura, con mi cuerpo inclinado. Había perdido el equilibrio, rápidamente mis manos buscaron soporte en la pared al frente.

Su dedo entraba y salía, frenéticamente. Ya no era para nada doloroso, se sentía bien, pero no placentero. Mi excitación era por el agitado momento. Hult hizo que me posicionara, de forma firme. Aún seguía de espalda, con él detrás de mi. Llevó mi brazos hasta arriba, para que lo rodeara con ellos por su cuello. Sus labios besaban mi mejilla, bajando por mi cuello, hasta mi hombro.

Supe que agregó otro dedo más, cuando algo se sintió estirarse abajo —Prometo que todo cambiará, Gwen. Prometo que será la primera promesa que te cumpla —jadeó en mi oído. Sin poder hablar, asentí.

—¡Ah! —un fuerte gemido se escapó de mi boca. Porque el dolor se intensificaba. ¿Ahora cuántos dedos tenía adentro? ¿Por qué se siente tan incómodo?

—Déjame entrar en ti, hagamos el amor ahora mismo —pidió sutilmente en mi oído. Mis brazos que lo rodeaban al revés por su cuello, dieron un estirón en la parte de atrás de su cabello

—Hazlo.

Esto definitivamente se saldría de control.


                    (...)


A veces la vida es un sinfín de problemas. Todos cometemos errores constantemente.

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