Cupido por siempre [#3]

By YamiKriss

96.3K 11.6K 3K

«En asuntos de romance, el dios del amor debe ser el más desgraciado». Generalmente cuando las parejas termin... More

Sinopsis
¿Cómo adquirir Cupido por una vez en Físico?
Cupido en goodreads
Previo a leer
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 1

10K 1.2K 674
By YamiKriss


*Wattpad sigue con mañas por los gifts, no sé por qué*


Dedicado a @hanniatae,la chica de los edits de cupido en instagram.


Sostuve la delicada flecha dorada entre mis manos, apreciando los pequeños detalles del diseño, la firmeza del material y su ligereza.

—¡Están geniales! —exclamé.

—Adrian ha trabajado más de un mes en ellas —explicó una orgullosa madre—. Sabíamos que necesitarías mucha artillería el día de hoy.

Dejé escapar un suspiro, colmado de ilusión.

San Valentín. Día del amor, de las flores, los chocolates, el romance en su máximo esplendor...

—Córrete. —Nuestro artista hizo su aparición, con su uniforme puesto y mordiendo una rebanada de pan.

A decir verdad, lanzar palabras llenas de veneno, sin la más mínima inflexión de la voz, debía ser todo un talento divino. Aunque en su caso, probablemente lo era.

Pasó de largo y abandonó su casa. Seguramente iba tarde a clases.

Sonreí a su madre, y desaparecí casi tan rápido como el pequeño retoño.

No tardé en dar con él. Avancé lentamente en mi coche, hasta que dar a su altura.

—¿Necesitas un aventón?

Adrian movió su mano, como si un insecto le molestara.

—Este día no tiene por qué empezar mal —dije.

Un semáforo en rojo me detuvo, y le dio tiempo a Adrian para ganar distancia, no obstante, en la esquina siguiente, una feliz pareja se encontró después de una larga noche sin verse. Se abrazaron, se besaron, y el heredero de Hefesto dio media vuelta e hizo un gesto para que me detuviera junto a él.

Se subió de mala gana en el asiento del copiloto, y cruzó sus brazos sobre su pecho.

—¿No es un lindo día? —comenté.

—No te aproveches —alegó.

Llegamos a su escuela, justo a tiempo para ver a un chico entregándole un enorme oso de peluche a una chica.

Adrian hizo una mueca de disgusto.

—¿Cómo es que hay gente que gasta dinero en flores y enormes osos? Podrían comprarse veinte hamburguesas con ese dinero —gruñó.

—Pues deberías aprovechar que la soltería es barata —propuse.

Entonces, se me ocurrió una idea divertida.

Me puse uno de los aburridos uniformes escolares y me escabullí dentro de la escuela, discretamente, repartiendo amor a mi paso. Avancé por los pasillos, y me subí a un montón de casilleros que había junto a una ventana, así, desde mi posición podía examinar aún mejor a mis potenciales objetivos.

La diversión acabó cuando los alumnos entraron a sus respectivas aulas, me quedé como estúpido esperando que alguien pidiera permiso para ir al baño y así poder jugar, sin mencionar que tuve que esconderme varias veces del inspector que vigilaba el corredor como un águila, hasta que se me ocurrió flecharlo con la maestra de lenguaje, que se encontraba dando clases en el piso de arriba.

Estaba medio dormido, cuando la campana al fin sonó y me puse en posición para continuar mi ataque.

—¡Eros! —exclamó una voz.

El pequeño Hefesto no se veía nada feliz.

—¿Qué pasó? ¿Te reprobaron? Puedo arreglarlo.

—¡¿Qué crees que haces?! —gritó—. Mis compañeros han estado pasándose notitas toda la clase, y ni mencionar cuántas chicas están llorando en el baño.

Cogí mi arco con firmeza.

—Ahora lo arreglo.

Me bajé de los casilleros, emprendí camino al baño de damas, sin embargo, Adrian tomó mi camisa para detenerme.

—¿Qué crees que haces? —inquirió.

—Un clavo saca otro clavo —expliqué, como si no fuera obvio.

Tomó una fuerte bocanada de aire.

—Tú ni siquiera deberías estar aquí.

—¿Cómo que no? Es San Valentín y esta es una escuela llena de adolescentes hormonales, nos atraemos mutuamente.

Frunció el ceño, al tiempo que echaba un vistazo a una pareja besándose en pleno pasillo.

—Quizás tengas razón.

Dio la vuelta, y esta vez, fui yo quien lo detuvo.

—¿Qué te pasa? —pregunté.

—El romance no es mi área —explicó—. No estorbaré tu trabajo, así que tú no estorbes mi camino.

—Estas siendo demasiado duro contigo mismo —alegué.

Mis palabras parecieron ofenderlo.

—¿En serio? —inquirió—. ¿Por qué no lo conversas con tu madre?

Esta vez el dolido fui yo.

La línea de descendencia de Hefesto a la que pertenecía Adrian estaba maldita, por venganza de mi madre, la diosa Afrodita. Estaban condenados a vivir sin amor, y eso los amargaba bastante, pero aún así, curiosamente, seguían dejando hijos en el mundo.

—Tus padres llevan años casados, y te tienen así, no sé por qué sigues dándole vueltas —alegué—. Quizás alguno de tus ancestros rompió la maldición y ustedes siguen dolidos por nada.

—Que estén casados no significa que se amen.

—Pero algo significa, ¿no?

Ambos guardamos silencio, pues ciertamente, los dos teníamos algo de razón en ese punto, y lamentablemente, hasta donde sabía, la mayoría de los descendientes de Hefesto habían recurrido a trucos para sentir un poco de afecto, por más falso que fuera. Una mala costumbre que solo conseguía generar más dolor.

Podía preguntarme qué clase de artimaña había usado el padre de Adrian para que una mujer tan viva y jovial acabara uniéndose a él.

Aun así, desde el primer minuto fingí creer su historia y actuar como si todo aquello fuera una bendición del Olimpo, aunque en el fondo, mis resquemores no desaparecían. No podía estar seguro de si esa era la razón por la cual me había apegado tanto al chico desde su nacimiento, como si de algún modo, quisiera influir en su conducta y evitar que acabara causando daño o dañándose a sí mismo.

—Significa que la esperanza es lo último que se pierde. —Sonreí, como si no importara.

La campana sonó, indicando que era hora de regresar a clases. Adrian se dirigió a su sala, sin despedirse, y entonces se me ocurrió una brillante idea. ¿Dónde más podía generar atracción si no en la clase de educación física?

Me dirigí al gimnasio donde encontré exactamente lo que estaba, un montón de estudiantes dando vueltas alrededor de la cancha.

Me acomodé en las gradas y comencé a lanzar flechas, sin prestar mucha atención, a cualquiera que se cruzara en mi campo visual, era una suerte pues, el hecho de que trotaran en círculos le daba un extra de emoción, como si de una tómbola se tratase.

—Podrías innovar un poco, de vez en cuando. —Sugirió una voz femenina a mi lado—. Desde aquí veo gente que necesita un poco de amor propio antes de andar enamorándose de otros.

Persefone, la hija de Deméter y esposa de Hades, cualquiera que quisiera visitarla debía prestar atención a la estación del año, invierno en el inframundo, primavera con su madre.

—¿Vienes para que le busque marido a tu madre? —pregunté.

—Eres el último dios en todo el panteón a quien le pediría ayuda con eso —repuso.

—Ya que se supone que soy el dios del amor, no entiendo a qué otro dios podrías pedirle ayuda.

—No lo sé, ¿Psique?

Mi habitual buen humor se desvaneció por completo.

—No es gracioso.

—Tampoco era un chiste —repuso—. Tú ya sabes qué hay en los Campos Elíseos.

—Flores y felicidad eterna. —Me burlé.

—Sí, el hogar sagrado de los hombres y mujeres virtuosos, se supone que puedes pasar una eternidad dichosa ahí, no entiendo por qué algunos se esfuerzan tanto en escapar y renacer.

Bajé mi arco, pues de pronto, Persefone merecía toda mi atención.

—Explícate —exigí.

Ella me dedicó una sonrisa cargada de malicia antes de desaparecer, dejándome más confundido que nunca.

—¡Hey! —Me levanté de mi asiento y grité, para que volviera.

Y quizás, llamé demasiado la atención.

—¡Tú! ¿Qué haces ahí? ¿Por qué no estas en clases? —gritó el entrenador—. Ve a cambiarte y recupera las vueltas que han dado tus compañeros.

Perfecto, de todos los maestros que me podían descubrir, me tenía que tocar justo el que no conocía a sus alumnos.

—Yo no soy de este curso —expliqué—. Iba a la enfermería.

El maestro frunció el ceño.

—¿Qué te ocurrió?

—Dolor de estómago.

—¿Y te dieron algo?

—Una agüita de hierbas. —Eso era lo que siempre daban, ¿no? El protocolo escolar no podía cambiar tanto.

—A ver, muéstrame tu pase de atención.

¿Cuál era esa manía de los profesores por andar indagando en las mentiras de sus estudiantes?

—En realidad, iba de camino, pero el dolor aumentó y tuve que detenerme.

Me toqué el estómago, fingiendo que me dolía mucho, aunque ambos sabíamos que me había descubierto.

—Pues, ahora también tendrás que pasar por la oficina del director, por andar evadiendo clases —ordenó—. ¿Cuál es tu nombre?

¡Oh, por Zeus!

—Adrian —respondí.

Ojalá el pequeño Hefesto se tomara esta historia con humor.

—Adrian, ¿qué?

—Katsaros.

¿Qué? Probablemente cuando llegara a la oficina del director, iban a revisar el expediente y era mejor encontraran uno.

Aunque, si lo pensaba mejor, también podría haber hecho aparecer alguno de la nada.

Continue Reading

You'll Also Like

39.4K 6.6K 49
Marcus juró que nunca volvería a amar. Luego de regresar a Nueva York por petición de su padre, Marcus intenta retomar su vida, intentando ignorar la...
271K 15K 68
En inglés: Friendzone. En español: Zona de amigos. En mi idioma: Mi mejor amigo me mira como a su hermanita y jamás de los jamases me verá como alg...
3.7M 214K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...
300K 14.9K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...