Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 10.

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By Mariansosaaa

                     


Hult Sullivan


Maldita sea. Mi cabeza daba vueltas.

Traté de abrir los ojos, viendo distorsionadamente la habitación. Todo se movía, mi cama se movía como si fuese una de esas de agua. El suelo parecía ser consumido por el mismo. Pasé una mano entre mi cabello, dándole un pequeño estirón. Con todo el esfuerzo me impulsé para quedarme sentado.

Ahora la gravedad me llevaba hasta el fondo. Muy en el fondo. Estiré mis piernas, para disipar mi dolor de cuerpo por la mala forma en que había dormido. Una botella, sonó su cristal al caer al suelo por mi pierna que la golpeó.

Por suerte no se quebró... Al menos no la oí romperse. Vi la hora en ese reloj digital que Callum puso en la pared de enfrente de nuestras camas. Marcaba las cuatro de la tarde, la hora se me pasó. Callum ni siquiera estaba en la habitación. Tampoco sé cuándo llegó, pero si deducía que había llegado porque la ropa que usó anoche, estaba doblada encima de su cama.

Debería estar estudiando para los exámenes de esta semana, sin embargo, no creo que la resaca me deje pensar, aunque sea mi nombre. Algo dolía en mi cuello, pasé una mano por la zona y me di cuenta que era el tatuaje reciente que me hice con Gwen... Carajo, Gwen.

Estaba tan ebrio ayer como para responder sus mensajes. Me había quedado dormido. Prefiero dormir, cuando duermo mi mente no hace ruido. Creí que bebiendo la voz no vendría, pero ayer descubrí que estaba equivocado. Volvió, y se quedó más tiempo de lo normal. Mucho más. Seguía resonando, creando ese eco. Gritando. Era insoportable. ¿Cómo puedes huir de ti mismo? Simplemente es imposible. Agarré mi celular y lo encendí, lo primero que vi cuando prendió, fue el rostro de Gwen. Había puesto una foto de ella en mi fondo de pantalla. Pero era tan despistada que no se ha dado cuenta. Sonreí instantáneamente hacia la pantalla. Se sintió bien verla, aunque sea en una foto.

Cuando estoy con ella, me siento bien. Me encuentro a mi mismo, a través de sus ojos. No quiero crear dependencia, no quiero depender de Gwen para poder estar bien. Es realmente jodido. Estoy más jodido que nunca. Y si no hago algo, voy a traer consecuencias. ¿Pero hacer qué? No sabía qué me pasaba.

Llevaba tantas cosas en la cabeza, quizá mil millones. Que la única forma con qué sacarlo, era mediante los dibujos. Me puse de pie, estableciendo mi equilibrio, para así buscar unas cuantas hojas y mis lápices de grafito. Coloqué todo en el pequeño escritorio de roble, arrimé la silla hacia atrás y me senté. Tomé uno de los lápices, con la punta perfectamente sacada y empecé a plasmar todo lo que llevaba por dentro.

No pensaba, solo lo hacía. Todo provenía desde el fondo de mi cabeza. Todo lo trazaba en ese pedazo de papel. Dibujar era una muy buena forma de sacar mis emociones. Como de vez en cuando me gustaba crear pequeños poemas, pero no es algo que hago siempre. Solo a veces, cuando de verdad quiero decir algo tras palabras. Es un lado de mi que no se conoce.

De pronto los minutos transcurrieron y ya iba por mi quinta hoja. Hojas que luego serían desechadas a la basura. No las guardaba, solo las usaba como desahogo para luego botarlas. Pero me fui forzado a no seguir cuando la puerta sonó. Eché unos quejidos entre dientes al pararme e ir a abrirla.

—No me jodas— gruñí cuando la cara de Bailey estaba en frente de mi. La iba a cerrar de un portazo, pero puso un pie interfiriendo.

—Necesitamos hablar, 234 —manifestó. Notablemente en mi cara le daba a expresar mi desprecio.

—No me vuelvas a llamar así —cuando te marcan con el número de un Ángel Rebelde, se refieren a ti por tu número. El jodido de Bailey, cuando era un niño se acostumbró a llamarme de esa forma. Para evitar que en su memoria estuviese mi nombre, y así no tuviera "relación" con nadie de la legión.

—¿Me dejas pasar? —levantó la mano, apuntando hacia adentro. Lancé un suspiro exasperado, ya que no me quedaba de otra. Con desdén, me abrí paso. Cerrando la puerta cuando entró.

—¿Qué mierda quieres? ¿Y por qué es tan importante para que vengas a joderme hasta mi habitación? —le había dado la espalda. Estaba arrugando las hojas ya usadas y tirándolas a la basura.

—Háblame de Evan —pidió ásperamente.

Ladeé un poco la cabeza para mirarlo de reojo—No me digas que ahora eres uno de esos niños adoptados que sienten interés por sus verdaderos padres —espeté de forma burlona y despectiva.

—Murió. ¿Estoy en lo correcto? —llevaba sus brazos cruzados. Me giré, para enfrentarlo.

—¿Cómo lo sabes?

—El día que visitaste a Gwen, totalmente ebrio —recalcó estas palabras con su boca. Tensé la mandíbula, puesto que su presencia y ahora que dijera eso, de esa forma irritaban mi poca paciencia—, salí con Gwen a caminar, y ella se iba a caer. Pero la tomé del brazo, y fue instantáneo... Simplemente me conecté— explicó con movimientos de manos.

—¿Qué carajos conectaste?— fruncí el ceño.

—Cuando era un niño, me dijiste que sería especial. Que haría cosas que otros no a medida que creciera. Pero esa especialidad nunca llegaba. Así que dejé de preocuparme. Sin embargo, una vez, cuando toqué a un completo extraño por equivocación pude conectar mi mente con la suya, divagando entre sus recuerdos. Puedo tocar a las personas y ver sus pensamientos o recuerdos—explicó. Me pasé las dos manos encima de mi cabello desarreglado.

—Ve al jodido punto Bailey —bufé más irritado que antes.

—Conecté mi mente con la de Gwen, sin querer. Y vi lo que ella vio. Como Evan te asesinó. Y como él terminó muriendo por igual —sus facciones se habían congelado. No mostraba emoción alguna, más que asco en sus palabras al referirse a Evan.

Marqué más mi ceño y dejé escapar una risa. De esas sarcásticas que salen de mi boca solas—Primero vienes a joderme la paciencia para decirme que el imbécil de tu padre está muerto, algo que ya sabes aparentemente porque husmeaste en la mente de mi novia.

—Él no es mi padre —endureció su voz. Dejándolo en firme.

—Sí, sí, da igual —moví mi mano para referirme a la poca importancia —¿Eso es todo?

Dirigí mis pies hacia la puerta. Esperando que me siguiera para que saliera y se fuera. Pero se quedó en el mismo sitio. Esto debe ser una jodida broma.

—¿En serio te desterraron por completo? ¿A ti y a Callum? —cuestionó. Este idiota jugaba el jodido niño de las preguntas infinitas.

—Sí, ahora vete antes de que haga algo de lo que me arrepienta —abrí la puerta y estiré un brazo mostrando claramente la salida.

—Tienes miedo —espetó de lo más normal. Lo miré inexpresivo.

—¿Dé que diablos hablas?

—Tienes miedo de ti. No me hace falta hacer contacto contigo para saberlo. Tu mente lo grita.

El dolor de mi cabeza estaba por comenzar, y mi paciencia a este imbécil se había consumido. La voz no tardaría en surgir, cabizbaja me tomé de la frente con la mano. Hice una débil mueca al sentir un martillazo en la parte trasera de mi cuello.

—Vete, coño. Vete de una puta vez Bailey —gruñí.

—Hay algo en tu mente, algo interfiriendo. ¿Te sientes mal?—preguntó. Ahora vislumbraba su silueta, se hacía más borrosa. La furia se desató en mi.

—¡Lárgate de mi maldita habitación! —grité a todo pulmón. Tanto que mi garganta ardió al hacerlo. Sin decir nada, salió de mi habitación y di un portazo cuando lo hizo.

Mi peso cayó, quedándome en cuclillas. El dolor era tan fuerte que el respirar se sentía jodidamente difícil. Gruñí un par de veces mientras mis manos golpeaban una y otra vez el suelo. Ahora mis palmas ardían al igual que mi garganta.

—¡Maldita sea, basta! —grité ahogado a causa de la terrible sierra que le pasaban a mi cerebro. Hasta llegar a mi bulbo raquídeo. Por donde se extendía por toda mi columna vertebral. Sin embargo, esta vez la voz no apareció. Y de nuevo se encontraban tocando a la puerta. Quién mierda sería esta vez. Me sentía tan débil que no podía ponerme de pie.

Estaba echado al suelo como una mierda. Grité que se largaran, pero la persona detrás seguía insistiendo —¡Vete!—volví a responder. Pero mis sentidos más pasibles se activaron al escuchar su dulce voz.

—¡Soy Gwen! Déjame entrar, por favor —pidió en un grito más suave. Hice esfuerzo en apoyarme con mis manos al suelo. Mis muñecas estaban tan inútiles como mis pies. No permitiría que Gwen me viera así.

—No Gwen... Vete —espeté. Pero debajo de la puerta seguí viendo su sombra.

—Escuché tus gritos desde el piso de abajo... Por favor Hult, quiero estar contigo— suplicó. Y era tan difícil negármele. A la única persona que no le puedo prohibir la entrada a mi alma, es a ella.

Traté de levantarme una última vez. Me sentía como si hubiese hecho unas cien flexiones sin parar. Pero otra vez mis esfuerzos fueron en vano. Por supuesto, la chica no esperó a que yo le abriese algún día. Y por su propia cuenta pasó. Dejé caer mi cuerpo boca arriba, para así encontrarme con los ojos de Gwen llenos de incertidumbre.


Gwen Trainor.

Como no había sabido nada de Hult esta mañana, pensé en venir a buscarlo. Al llegar al segundo piso pude escuchar gritos y golpes. Enseguida subí corriendo por las escaleras restantes.

Mi mayor impresión fue verlo de esta manera. Su cara era de una persona que tenía anemia. Llevaba esas dos bolsitas moradas debajo de sus ojos, tan marcadas que antes. Sin pensarlo dos veces, me incliné hacia él, tomándolo de los brazos para ayudarle a levantar. Pero Hult era bastante pesado para mis brazos sin fuerza alguna. No obstante, me ayudó al empujarse con sus piernas. No se había levantado completamente, ahora estaba de rodillas.

—No puedo, yo...—con su voz entrecortada, apoyó su cabeza que llegaba a la parte de mi estómago. Gimió.—No sé qué está mal conmigo.

—Ven, yo te ayudo —musité, dándole otro jalón para levantarlo. Pero no cedió. Hult cayó sentado al suelo. Lo miré a la cara, llevaba sus ojos cristalizados y su rostro empezaba a enrojecer —Hey... ¿Qué sucede? —murmuré. Doblando mis piernas para poder sentarme en frente de él. El chico estaba a punto de llorar. Ya lo estaba haciendo. Lágrimas, muchas lágrimas bajaban por su rostro.

—No sé qué sucede Gwen. Estoy mal. Estoy realmente mal —en segundos se quebró como un cristal al caerse de un sexto piso. Veloz, gateé hasta él y lo rodeé con mis brazos. Lo rodeé lo más que pude. Él se aferró a mi fuertemente. Colocando su cara en el hueco de mi cuello. Su llanto no era uno callado, era uno con sentimiento y desgarrado. Un agujero se hizo en mi estómago.

—Yo estoy aquí. Estoy aquí para ti— lo arrullaba entre mis brazos. Pasaba la palma de arriba hacia a abajo por su espalda. Dejando pequeños besos por su hombro.

—Es insoportable. Solo quisiera morir cada vez que vuelve —manifestó entre el llanto. Las lágrimas de Hult humedecían mi cuello. El chico estaba destrozado y no sabía qué decir para poderle ayudar. Nada más que estar ahí abrazándolo.

—No digas eso —susurré en su oído. Aunque no sabía su razón para querer morir. Mi corazón se desgarraba tan fuerte como el suyo. A simple vista Hult era una persona fría, desinteresada. Alguien a que ves y te intimida por su altura y todos sus tatuajes. Pero entre mis brazos, Hult era menor que una hormiga... De esta forma... Me dolía que estuviese sufriendo y no saber la razón.

—Todo esto es una maldita mierda, Gwen. Una maldita mierda —replicó con rabia. Seguía llorando, pero no tan fuerte. Sus brazos me sujetaban con dureza alrededor. Aferrándose de mí, como si fuese su única salvación, o su único remedio. Mis manos subieron hasta su cabello. Donde le di caricias. Peinando su cabello suavemente.

—Estoy aquí para ti, tranquilo —repetí. Logrando hacer que el llanto de Hult disminuyera un poco. Deslizó sus manos por la parte baja de mi espalda, empujándome más a él.

Lo único que podía hacer, era quedarme en silencio y muy quieta. Con el alma algo rota de mi Hult entre mis brazos.

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