Destino Medieval© EE #1 [En E...

By Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... More

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👑Capítulo I👑
👑Capítulo II👑
👑Capítulo III👑
👑Capítulo IV👑
👑Capítulo V👑
👑Capítulo VI👑
👑Capítulo VII👑
👑Capítulo VIII👑
👑Capítulo IX👑
👑Capítulo X👑
👑Capítulo XI👑
👑Capítulo XII👑
👑Capítulo XIII👑
👑Capítulo XIV👑
👑Capítulo XV👑
👑Capítulo XVI👑
👑Capítulo XVII👑
👑Capítulo XVIII👑
👑Capítulo XIX👑
👑Capítulo XX👑
👑Capítulo XXI👑
👑Capítulo XXII👑
👑Capítulo XXIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXV👑
👑Capítulo XXVI👑
👑Capítulo XXVII👑
👑Capítulo XXVIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXX👑
👑Capítulo XXXII👑
👑Capítulo XXXIII👑
👑Capítulo XXXIV👑
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

👑Capítulo XXXI👑

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By Nathzel_02

Debido al intento de asesinato, Malek se encontraba paranoico y ordenó que todo alimento o bebida se probara antes de que nosotros la consumiéramos y no se alejaba ni un solo instante de mí. Me seguía a todas partes como si se tratara de mi sombra y si debía trabajar, me arrastraba con él.

Su mal humor era algo que tenía a todos de los nervios ya que por cualquier cosa, aunque fuera algo mínimo, explotaba. Yo era la única que se libraba de todo eso, de hecho, estaba mucho más consentidor y cualquier cosa que deseara era llevada ante mí en solo intantes. A pesar de estar siendo cuidada y mimada por él, no me permitía hacer nada por mí misma.

Mientras observaba trabajar a Malek, solía pensar en la o las personas que habían tratado de asesinarme. Hasta donde tenía entendido el único ser humano que me detestaba en esos tiempos era Charlotte, pero ella se encontraba muy lejos de Britmongh. No había otro posible sospechoso que no fuera ella, sin embargo, nadie la había visto a los alrededores del pueblo o en su interior y a pesar de que Malek revisó cada rincón de sus tierras, no apareció un responsable, testigo o algún indicio de lo que pudo haber sucedido.

Era como si un fantasma se hubiera adentrado al castillo, nadie sabía nada y si lo hacían, no parecían querer hablar.

En esos momentos me encontraba esperando a Malek en su aposento, sentada sobre el lecho. Estaba leyendo un par de pergaminos que él mismo había dejado para que no me aburriera mientras se encargaba de investigar por todo el pueblo.

— ¿Cómo se encuentra? — Levanté la mirada de los pergaminos que tenía sobre mi regazo y observé a Malek caminar hacia el lecho.

— Yo estoy bien, pero usted no. Venga, se ve agotado. — Acomodé los documentos a mi costado y me moví para que él pudiera acostarse.

— No he encontrado nada. — Masculló entre dientes. — Ningún pueblerino vio o escuchó algo. — Su voz se tornó fría, como si...

Lo observé fijamente y pasé saliva antes de decir lo que pensaba.

— No confía en ellos. — Dio una corta negativa con la cabeza. — Pero tal vez no le estén mintiendo, es posible que no hayan sido testigos.

— ¿Todos? — Sus ojos me observaron de reojo. — Debe haber uno, pero no habla. Se oculta entre los demás y no puedo encontrarlo.

Él tenía un punto que no podía ser refutado. En Britmongh siempre había movimiento, aunque pareciera que no y que nadie hubiera visto nada resultaba sospechoso. Era posible que los pueblerinos no, pero el castillo siempre estaba vigilado.

— ¿Cree...? ¿Cree que el testigo es un soldado? — Su comisura derecha se elevó con fastidio.

— Espero errar, pero si no puedo confiar en mi pueblo... — Negué rápidamente.

— Está diciendo todo esto porque no ha descansado. Mejor duerma y verá cómo todo...— Su bufido cortó mis palabras.

— Usted pensó lo mismo y descansó. — Mordí mi labio inferior. — No descansaré hasta ejecutar al traidor que osó a herir a mi mujer. — Malek se sentó en el lecho como si algo le hubiera quemado la espalda.

— Si no descansa va a enfermar y si eso sucede, las pocas pistas que pudiera encontrar se le escaparán entre los dedos y yo me preocuparé mucho por usted. Dijo que haría todo lo que deseara para que me recuperara, ¿cierto? — Viendo por dónde iban mis palabras, apretó los labios con fuerza y asintió. — Entonces, deseo que descanse. — Pensé que podría llegar a molestarse por mi petición, pero por su rostro no pasó malestar ni reproche, estaba inexpresivo.

— Beth, Beth...— Dejó escapar un largo suspiro. — Lo haré para no preocuparla.

— Se lo agradezco. — Susurré mientras él volvía a acostarse.

Tomé los pergaminos que había estado leyendo antes de que Malek ingresara y los coloqué en el suelo al lado del lecho y me acosté junto a mi esposo, quien no tardó en rodearme con sus brazos.

Él estuvo en mi aposento durante la tarde y aunque no durmió, se mantuvo relajado. Hablamos de todo tipo de cosas, pero como siempre sucedía, terminamos comparando su época con la mía.

No dormimos, pero se sintió como si hubiera sido así.

De un tema a otro llegamos al libro y las preguntas no tardaron en aparecer. La primera de todas fue simple: ¿cómo obtuve el libro? Era algo que ya le había dicho, pero como para ese tiempo lo único que Malek deseaba era cortarme la cabeza, supuse que no recordaba la respuesta. Después apareció otra a la que todavía no tenía respuesta: ¿cómo funcionaba?

No fui capaz de contestarle porque lo que fuera que le dijera sería una mentira o algo erróneo.

— ¿Sabe quién creó el libro? — Fue mi turno de preguntar.

— Se cree que fue la reina de Tizdag. — Respondió de forma vaga.

— Por favor, cuénteme todo lo que sabe. — Murmuré.

— De la reina no se habla afuera de aquellas tierras, pero lo que poco que escuché es que fue acusada de brujería y de tener un tratado con el mal. — Di un corto asentimiento.

— ¿La ejecutaron? — Malek negó.

— Si deseaba vivir debía huir y eso hizo, la mujer desapareció. Dejó todo cuanto poseía y entre sus objetos estaba eso que usted llama libro. El objeto tenía escrituras extrañas, nadie podía leer lo que allí había y aunque creían que estaba bien protegido para que ella no se lo llevara, el libro también desapareció. Las habladurías sobre la reina fueron perdiéndose hasta que usted llegó con sus ropajes extraños y con el objeto. — Sus comisuras se elevaron un poco. — En algunos reinos se dijo que la reina fue quien ejecutó a su esposo, pero los pueblerinos de Tizdag aseguran que era una buena mujer y que el rey murió porque enfermó. No tuvo descendencia y tampoco iba a reuniones con otros reinos.

— Solitaria, de bajo perfil y con más conocimientos de los que podía tener en la época... Era la mujer perfecta para acusar de brujería. — Malek asintió con pesar. — Pobre mujer... Si se encuentra viva, espero que esté bien y que tenga una buena vida.

— Que así sea. — Susurró.

— ¿Malek? — Murmuré por lo bajo y al no recibir respuesta, alcé la cabeza para mirarlo. — ¿Estás dormido?

— No...— Balbuceó.

— Gracias. — Besé castamente su mejilla antes de acurrucarme aún más entre sus brazos. — Gracias por aparecer en mi vida. — Susurré y cerré los ojos, dejándome ir a un tranquilo y cómodo viaje al mundo de los sueños.

Sentí un movimiento casi imperceptible a mi lado izquierdo que seguramente habría pasado desapercibido de no ser porque sucedió muy cerca de mí. Moví mi mano hacia aquel lugar y comencé a tantear para saber qué era lo que no me permitía dormir tranquila.

La palma de mi mano dio con una superficie extraña, había algo que solo podía comparar con pequeños y firmes bultos que podrían ser cualquier cosa. Volví a subir mi mano, deslizándola por el valle de montañas y llegando a un lugar suave y plano. Iba a explorar la zona, pero el dorso de mi mano dio con algo áspero que llamó mi atención. Volví a subir un poco más y cuando di nuevamente con esa textura extraña, comencé a palpar los alrededores.

Mi ceño se frunció al encontrar otras montañas, pero aquellas no eran firmes, eran blandan y manipulables. Deseaba saber qué era aquello que estaba tocando y por lo mismo ejercí un poco de presión. Casi al instante sentí que algo caliente rozaba mis nudillos, era como...

Era como si respiraran contra mi mano.

Mis ojos se abrieron de inmediato y me alejé de un salto, encontrándome con aquel par de ojos azules que me observaban con diversión. Malek se colocó de costado sobre el lecho mientras apoyaba su cabeza sobre su brazo derecho y sonreía ladeadamente.

— Si deseaba tocarme solo debía decirlo, no iba a negarme. — Una ola de calor golpeó la piel de mi rostro con fuerza, provocando que me sonrojara en instantes.

Malek no tenía nada que cubriera su torso. Las montañas pequeñas y firmes eran...

— ¡Cierra la boca! — Me giré hacia el lado contrario, pero él volvió a colocarme como estaba y se posicionó encima de mí, poniendo mis piernas alrededor de su cadera.

— ¿Por qué habría de hacerlo? He descubierto que es del agrado de mi mujer tocar mi cuerpo mientras descanso. — Alzó una de sus cejas. — ¿Va a negarlo?

— ¡Malek! — Mis manos fueron sujetadas a los lados de mi cabeza y aunque traté de liberarme de su agarre, fue imposible. — De acuerdo... Admitiré que...— Volví a moverme, pero en esa ocasión no hubo risas por su parte.

Las mejillas de Malek se tiñeron de rosa mientras apretaba los labios fuertemente, haciéndolo ver adorable.

— B-Beth...— Murmuró por lo bajo. — No se mueva. — Cerró los ojos y apoyó su frente contra uno de mis hombros.

— ¿Por qué? — Mi ceño se frunció durante unos instantes, pero luego abrí los ojos de forma exagerada cuando comprendí el motivo de su petición. — ¡Perdón! No era mi... Yo no quería...

— Soy consciente de ello. — Susurró. — No es tan cruel. Podrá prohibirme tocarla, pero no sería capaz de enloquecerme y marcharse.

— ¿No soy tan cruel? — Tomé su cara entre mis manos. — ¿Por qué está sonrojado? ¿Tiene fiebre? ¿Se siente mal? — Toqué su frente, pero no noté algo extraño en su temperatura. — No hay nada anormal...

— Elizabeth, no se haga la tonta. — Mis ojos volvieron a abrirse con exageración mientras de mi garganta brotaba una pequeña carcajada.

Otra vez utilizaba en mi contra lo que le enseñaba.

— No he tratado de deshacerme de los ropajes porque usted no está bien, pero no termine con mi paciencia. — Ladeé levemente la cabeza. — No tendré piedad de usted si osa a tentarme.

— No la tenga. — Sus ojos se entrecerraron debido al tono de voz que utilicé.

La indiferencia y de cierta forma la burla, eran algunas de las cosas que teñían mis palabras.

— Si no quiere tener piedad, no la tenga. Aquí no está obligado a...— Me llevé las manos a los labios cuando mis piernas fueron sujetadas con brusquedad. — Si alguien entra...

— ¿Teme? — Preguntó burlón. — ¿Quién osaría a ingresar en el aposento del rey sin que él lo permitiera? Respóndame mujer, ¿teme?

— ¿Temerle a usted? — Bufé. — Ni un poco. — El hombre que sujetaba mis piernas con firmeza comenzó a sonreír mientras sus manos descendían lentamente por mi piel.

— Por eso la amo. — Susurró al mismo tiempo en que comenzaba a acercar la parte superior de su cuerpo al mío.

— ¿Por qué? — Mis labios fueron besados castamente.

— Porque es osada y no me teme. — Su respiración se entrecortó cuando nuestros cuerpos se unieron. — Mataría por usted...

Y lo sabía.

Aunque en esos momentos estuviera allí conmigo, tan pronto saliera de mi aposento volvería a tener esa expresión fría y desconfiada con la que observaba a todos y no descansaría hasta encontrar al responsable de mi envenenamiento o hasta que volviera a pedírselo, lo que ocurriera primero. 

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