Destino Medieval© EE #1 [En E...

By Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... More

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đź‘‘CapĂ­tulo Iđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Vđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Xđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIVđź‘‘
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

đź‘‘CapĂ­tulo XXVIđź‘‘

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By Nathzel_02

Nos encontrábamos observando a los visitantes, quienes comían y bebían sin mostrar preocupaciones. Malek y yo nos mantuvimos juntos en todo momento, sin importar que algunos nobles se acercaran para hablar con él o si lo invitaban a unirse a un pequeño grupo para dialogar de tratados y batallas. Ambos permanecimos al lado del otro, codo con codo, mientras hablábamos, reíamos y mirábamos todo lo que sucedía en el comedor.

— ¿Cómo lo hice? — Le pregunté a Malek mientras sujetaba su antebrazo con ambas manos. — ¿Se notó que deseaba huir? ¿Me escuché? Malek, ¿qué pasaría si no fui escuchada? — Tiré de su brazo para alejarnos de la muchedumbre que nos rodeaba y lo arrastré hacia una esquina. — ¿Debo volver a hacerlo?

— Mi reina fue escuchada en Britmongh y en toda Europa, no debe temer. — Él llevó una de sus manos hacia mi cabello y lo acarició con suavidad. — He descubierto que me agrada verla con la corona sobre su cabeza. — Malek llevó una de sus manos a mi rostro y acarició mi mejilla con su dedo pulgar. — Me enorgullece.

— Pensé que me desmayaría frente a todos. — Suspiré. — Nunca había pasado por algo como esto, así que debo ser muy cuidadosa y calculadora, sobre todo ahora que juré por mi vida que tomaría buenas decisiones.

— Elizabeth, no tema ser usted... Nadie la herirá si llega a errar o posee diferentes creencias. Le agrada a mi pueblo, ellos la respetan y darían sus vidas por su reina. — Liberó mi mejilla y bajó su mano hasta la mía para entrelazar nuestros dedos. — Estaré a su lado y no permitiré que nada malo suceda.

— De todas formas prefiero tener cuidado. — Sus comisuras se elevaron un poco. — Por el momento dejaré de pensar en esto, pero le pido que no me permita hacer tonterías. Sea estricto conmigo porque no deseo ser quien lleve a Britmongh a la ruina.

— Beth...— Sentí que su mano libre recorría mi espalda con suavidad, enviando descargas eléctricas a toda mi columna. — Usted es mi perdición desde que llegó a mis tierras. — Murmuró cerca de mi oreja para que solo yo pudiera escucharlo.

— Nos observan. — Susurré mientras trataba de ocultar mi rostro con mi cabello.

— Los hombres la han observado desde que ingresó para hacer su juramento. — Bufó por lo bajo. — Desean ser ejecutados.

— Solo me miraban por la coronación, pero ahora lo hacen porque estamos demasiado cerca. — Él negó con la cabeza.

— No lo hacían por la coronación. — Aseguró. — Estaban hechizados, pero usted es mi mujer, solo yo puedo adorarla.

Para ser un par de reyes, no nos estábamos comportando como tal. Hablábamos y tonteábamos como si estuviéramos en mi época, no en un lugar en donde las muestras de afecto públicas eran mal vistas.

Tal vez por eso nos observaban, porque les parecía repudiable el ejemplo que estábamos dando...

Frente a nosotros caminaban nobles de un lado a otro, ya fuera para conversar con alguna otra persona o para dirigirse hacia la mesa del banquete, pero sin importar cuál fuera el motivo, todos reverenciaban. Más de un duque o conde había tenido que reverenciarnos en repetidas ocasiones debido a que pasaban muy cerca de nosotros.

Ante la atenta mirada de Malek, la sonrisa que había estado adornando mis labios se esfumó. Su ceño se frunció levemente, pero no dijo nada, solo giró la cabeza para poder observar aquello que me había amargado la tarde. El cuerpo de mi esposo se tensó al ver a Charlotte a unos cuantos pasos de distancia de nosotros y con los ojos fijos en los de él.

Lastimosamente para mí, ni siquiera la mirada mortal de Malek sirvió como repelente para esa mujer.

— Su majestad... — Ella hizo una corta reverencia y dio un par de pasos para meterse en nuestra burbuja de felicidad. — Si me lo permite, seré osada y le diré que debió elegir a una mujer digna para reinar a su lado. Una espía como ella solo causará traición y muertes por toda Europa. — Charlotte había cruzado la línea imaginaria que representaba un límite para Malek.

— Hija del duque de Vielnatt, cuide sus palabras y no provoque mi malestar. No ha recibido un castigo por su padre, pero le aseguro que olvidaré nuestro tratado si no se comporta. — La frialdad con la que él le habló me erizó los velos del cuerpo.

— Con todo respeto, pero no creo que deba cuidar mis palabras. Mi único deseo es que usted no sea ejecutado y la mujer que lo hechizó lo hará. Esa mujer llevará a Britmongh a la deshonra y huirá a su pueblo. Es una espía... — Aquellos ojos azules desbordantes de malestar se centraron en mí. — Una mujerzuela como usted nunca debió pisar nuestras hermosas tierras.

Solo habían dos opciones: era una suicida o carecía de cerebro.

No pude evitar imaginarme a esa mujer metiéndose voluntariamente en un gran hoyo y comenzar a echarse tierra sobre la cabeza.

En esos segundos en los que nadie dijo nada deseé ser tragada por la tierra y que me escupiera en otro lugar, uno tan lejano que me impidiera ver o escuchar lo que estaba por suceder.

— Insolente. — Susurró Malek. — ¡Insolente! — Bramó, llamando la atención de todos los presentes. — ¿Cómo osa a hablar así de la reina de Britmongh? — Escupió mientras daba un paso hacia ella. — Es una deshonra para su familia, una... Será castigada, hija del duque de Vielnatt. Sus ofensas y faltas de respeto hacia Britmongh serán castigadas como debería. — El rostro de la chica se tornó tan pálido como el de un difunto. — Usted será la perdición de su padre, mujer. — Le susurró antes de hacerle una señal a sus guardias y que ellos se la llevaran a otra parte.

El único lugar que me costaba que llevaban a los criminales y bulliciosos era el calabozo, pero tal vez había algo peor que ese lugar oscuro y húmedo. Tal vez existía otro espacio al que enviaban a los que acababan con la paciencia de Malek.

No quería saberlo, suficiente había tenido con mi estadía en la celda.

— Malek... — Él me observó de reojo, como si fuera otro ser pequeño e insignificante que lo estorbaba.

— Beth, desde el alba reinará a mi lado y escuchará las quejas de los pueblerinos. — Giró un poco la cabeza para que pudiera observarlo a los ojos. — Lo primero que hará será castigar como es debido a la hija del duque. — Mis ojos se abrieron con exageración mientras comenzaba a negar con la cabeza.

— Espere, yo no...— Su rostro se ensombreció aún más de lo que ya estaba.

— Es su deber. — Me recordó. — Desde que usted llegó a mis tierras esa mujer no ha dejado de causarme malestar. Le ha faltado el respeto, herido, causado su malestar y lamentos y yo he tenido que ver el dolor en sus ojos. Fue suficiente. Deje de tratar de salvarle la vida a todo aquel que ha osado a herirla. — Ese tono de voz glacial era el mismo que utilizaba cuando hablaba con el resto de personas.

— No me hable así. — Mascullé entre dientes. — Solo trato de evitar problemas con Vielnatt y otros aliados, pero no tiene que hablarme como si fuera su enemiga.

—Ejecutaré a todo hombre que ose a alzar su espada contra mí y tomaré sus tierras como mías. — Aseguró. — ¿Le he causado malestar, mi reina? — Malek se volteó hacia mí y llevó una de sus manos hacia mi cabello para colocar uno de los mechones detrás de mi oreja.

— Mucho. — Bufé por lo bajo.

— Lo lamento, mi amada. — Volvió a tomar mi mano y entrelazó nuestras manos. — Debo cuidar mis palabras cuando está a mi lado, lo lamento. — Está bien, Sr. Gruñón, lo perdonaré solo por esta ocasión.

— ¿Gruñón? — Malek giró levemente la cabeza hacia un lado. — ¿Es una ofensa?

— No, jamás me atrevería a ofenderlo. — Besé su mejilla castamente. — Es de cariño.

— Es una ofensa de cariño... — Aseguró, con una sonrisa en los labios y las cejas alzadas. — Ofender al rey tiene su castigo, mi reina. — Susurró cerca de mi oreja.

— Camorrista. — Murmuré por lo bajo.

Malek separó los labios como si fuera a decir algo, pero volvió a unirlos cuando escuchó los gritos de un hombre. El duque de Vielnatt, visiblemente furioso, caminaba hacia nosotros mientras gritaba y exigía la liberación de su hija.

— ¿Qué cree que hace? ¡Mi hija es una noble! — Bramó el duque cuando el conde Fracci trató de detenerlo.

No había visto al conde hasta ese momento, de hecho, ni siquiera llegué a pesar que él estaría presente aunque no era una sorpresa, después de todo era un fiel aliado de Britmongh.

— Su hija es una...— Apreté levemente la mano de Malek, tratando de evitar que terminara de decir lo que pensaba.

— Es mejor que hablen cuando estén solos. — Susurré para que solo él pudiera escucharme.

— Sígame. — Le ordenó al padre de Charlotte. — Elizabeth. — El rey se giró hacia mí al percatarse que no los seguía y extendió su mano. — Es la reina, debe estar a mi lado.

Dudé durante unos pocos segundos, pero teniendo toda la atención de los invitados sobre mí y viendo que Malek no iba a avanzar sin que yo estuviera con él, caminé y tomé su mano.

El camino hacia la oficina fue incómodo y silencioso, lo único que se escuchaba era la respiración brusca del duque y el eco de nuestros pasos.

— Arthur, usted también debe estar presente. — Le ordenó Malek.

— Sí su majestad. — Pobre hombre, también había quedado atrapado en la disputa de dos territorios aliados.

— La reina y su mensajero, ¿acaso el rey no confía en sus aliados? — Escupió el hombre para tratar de desquiciar al rey frente a él.

La comisura derecha de Malek se elevó un poco, dejando ver que aquellas palabras le habían causado fastidio, pero no dijo nada.

Malek no nos había ordenado a Arthur y a mí estar presentes en aquella conversación porque no confiara en ese hombre, sino para evitar un futuro problema con otros aliados. Si el rey de Britmongh se quedaba a solas con el duque de Vielnatt y le imponía un castigo o lo ejecutaba por alguna posible falta de respeto, pero no tenía testigos del suceso, eso podía jugarle en contra y él era consciente de ello.

Estaba siendo meticuloso.

— ¿Qué desea, duque? — Le preguntó mi esposo al ver que el duque seguía esperando una reacción de su parte.

— Libere a Charlotte. Mi hija es una noble, no una vil traidora. — Escupió. — No abuse de su poder, rey de Britmongh.

— Duque, cuide sus palabras. — Le advirtió Malek. — Su hija osó a ofender a mi reina y a mí. Si la vida de Charlotte hubiera estado entre mis manos, la habría ejecutado frente a los nobles, pero no fue así. Debería arrodillarse ante a mi reina, quien no desea ejecutar a esa mujer.

Para el duque, que Malek le dijera que debía arrodillarse fue como si lo escupiera en la cara. Su rostro se desfiguró por completo, dejando ver una mueca de asco y desprecio.

— Su hija será castigada y no podrá volver a pisar mis tierras. — Aseguró sin mostrar dudas o arrepentimientos.

— ¿Usted está enviando a mi hija a ser torturada por una mujer que podría ser una espía? ¡Mi hija se iba a casar con usted! — Apreté los labios y bajé la mirada hacia el anillo que adornaba mi dedo anular.

Ese hombre quería irse junto a su hija.

— ¡Jamás le dije que la tomaría como mi reina! — Bramó mientras golpeaba la mesa con sus manos. — Duque, no me cause malestar porque podría cortarle la lengua y servirla de alimento para su hija. — Mi boca amenazó con torcerse, pero logré mantener mis emociones a raya.

— Mi hija será torturada por deseo de su mujer. — Volvió a repetir el hombre. — ¿Es así como reina estas tierras? ¿Reina para obsequiarle a su mujer lo que desea? Si su padre estuviera vivo...— Malek se levantó bruscamente y llevó su mano hacia la funda de su espada.

No había dicho ni una sola palabra hasta entonces y tampoco me había movido, pero en esos momentos decidí intervenir a pesar de que podía terminar siendo crudamente regañada.

— Duque, entiendo que tema por el bienestar de su hija, pero debo pedirle que se retire. — Dije mientras colocaba mi mano sobre la de mi esposo. — En estos momentos ambos se encuentran agitados y dudo mucho que logren escuchar lo que el otro tiene que decir. Vaya y aliméntese, me encargaré de que su hija esté bien. — Hablé con fingida tranquilidad para que ninguno de los dos volviera a saltar a la defensiva.

— Usted...— Elevé mis comisuras un poco. — Como ordene la reina. — Murmuró con malestar.

El duque de Vielnatt se puso de pie de inmediato y dio un corto asentimiento antes de darse la vuelta y comenzar a caminar hacia la puerta. Sus pasos eran acelerados y bruscos, como si estuviera haciendo una rabieta, pero eso no pareció incomodar a Arthur, quien reverenció levemente y lo siguió en completo silencio.

— La reina ha hablado... — Malek tenía la mirada fija en la puerta, pero se notaba que estaba más tranquilo sin la molesta presencia de aquel hombre. — Me agrada. — Susurró mientras giraba su cabeza hacia mí.

Aunque no me hacía mucha ilusión, sabía que mis deberes habían comenzado tan pronto fui coronada. Sentía alivio porque mi intervención no había causado mayores problemas, pero no iba a estar completamente tranquila hasta que pudiera deshacerme de la responsabilidad que Malek había puesto sobre mis hombros.

Imponerle un castigo a la hija del duque era algo que debía hacer, sin embargo, temía que mi decisión pudiera ser el desencadenante para una guerra entre Britmongh y Vielnatt. Tenía mucho que pensar si deseaba mantener la paz entre ambos territorios.

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