Destino Medieval© EE #1 [En E...

Od Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... Více

⚠️
đź‘‘CapĂ­tulo Iđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Vđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Xđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIVđź‘‘
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘

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Od Nathzel_02

Desperté estando en la misma posición en la que me quedé dormida, acostada entre sus brazos y con la cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Cuando me desperecé traté de hacer la menor cantidad posible de movimientos y de ruido debido a que Malek estaba profundamente dormido.

Era la primera vez que lo veía dormir...

Mis comisuras fueron elevándose lentamente a medida que recorría su rostro con la mirada. Malek era un hombre realmente atractivo, pero estando dormido me causaba cierto enternecimiento. Su oscuro cabello estaba alborotado, tenía los labios entreabiertos y sus pestañas rozaban ligeramente la piel de sus mejillas.

Se veía angelical, como si no existiera nada que perturbara su paz.

Acerqué mi dedo índice a su rostro y lo deslicé con suavidad desde el puente hasta la respingada punta de su nariz. Dejé un casto beso en su mandíbula y cuando me dispuse a alejarme por completo, sentí que sus brazos se cernían a mi alrededor, tomándome por sorpresa.

— No se mueva. — Balbuceó mientras llevaba una de sus manos a mi nuca y apoyaba mi cabeza contra su pecho.

— Creí que descansaba. — Él seguía con los ojos cerrados, pero tenía una sonrisa ladeada en los labios.

— Lo hacía, pero usted se movió. — Aseguró. — ¿Se encuentra bien? ¿Ha descansado?

— Sí, me encuentro bien y también descansé, todo gracias a usted. — Asentí levemente con la cabeza. — ¿Y usted?

— ¿Lo jura? — Volví a asentir. — ¿Por qué se oculta? — Su ceño se frunció al ver que apretaba la manta contra mi pecho.

— Le hice una pregunta. — Traté de desviar su atención, pero fue en vano.

— Beth. — Lo vi apretar los labios con fuerza.

— Espere, no es necesa...— Hice el ademán de sentarme en el lecho, pero al intentarlo sentí un dolor punzante que me obligó a guardar silencio y a permanecer acostada a su lado.

— ¿Qué ocurre? — Preguntó con preocupación. — ¿La herí? ¿Desea que traiga al médico?

— No, ¿por qué cree eso? — Murmuré por lo bajo.

— Porque hay sangre. — Fruncí el ceño bruscamente.

¿Sangre?

Bajé la mirada hacia el punto exacto en el que la suya se perdía y cuando vi a lo que se refería, mis ojos se abrieron con exageración.

— ¡No mire! — Chillé, olvidándome del dolor y lanzándome sobre él para cubrir sus ojos. — No mire, por favor.

— ¿Qué ocurre? — Volvió a preguntar. — ¿Qué es lo que...? Oh...

— Por favor. — Susurré.

Malek no sabía lo que sucedía a nuestro alrededor porque mis manos cubrían sus ojos, pero yo sí era capaz de ver su sonrisa y de sentir la forma delicada y respetuosa en la que sus manos acariciaban mi espalda.

— No está herida. — Sus palabras lograron que su sonrisa se ensanchara aún más. — Usted es mía.

— Malek...— Sus hombros temblaron levemente.

— ¿Por qué trata de ocultarlo? — Su cabeza se giró un poco hacia la izquierda. — No debería sentir vergüenza por pertenecerme de la misma forma en la que yo le pertenezco a usted, Beth.

— No mienta, usted debió haber estado con otras mujeres y yo... Yo no... — Con una sola mano sujetó mis muñecas y las alejó de su rostro.

— ¿Quién le ha dicho eso? — Murmuró con una sonrisa ladeada en los labios. — ¿Quién se atrevió a mentirle?

¿Mentirme?

— ¿Usted no...? — Malek negó con la cabeza.

— Le dije que me pertenece de la misma forma en la que yo le pertenezco a usted. — Liberó mis muñecas para poder colocar sus manos sobre mis mejillas. — ¿Quién se cree que soy, espía? — Bufó levemente.

— ¿Nunca? ¿Jamás? — Volvió a negar como si supiera a lo que me refería.

— No me atrevería a mentirle a mi reina. — Aseguró.

Estuvimos acostados en el lecho durante un par de horas más, pero nos vimos obligados a levantarnos debido a sus responsabilidades. Primero bajaríamos juntos a desayunar y una vez que termináramos nuestros alimentos nos separaríamos, ya que él tenía que dejar unas cosas listas antes de que nos fuéramos de luna de miel.

En su época no sucedía nada especial después de que se llevara a cabo una ceremonia nupcial, pero después de escuchar que en mis tiempos la pareja se iba de viaje, Malek insistió en que saliéramos de Britmongh para celebrar que estábamos recién casados.

Cuando terminara nuestra pequeña luna de miel regresaríamos a sus tierras para celebrar la coronación, algo que me asustaba e intrigaba por partes iguales.

— Debemos alimentarnos. — Malek tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos antes de salir de su aposento.

— Vamos. — Murmuré con una pequeña sonrisa en los labios.

Avanzamos por el castillo en silencio, procurando que nadie nos viera para que nuestra pequeña burbuja de felicidad se rompiera tan pronto.

— Su majestad, señora... — Nos saludaron las cocineras y sirvientes que se encontraban en el comedor cuando ingresamos.

— Buenos días. — Respondí como siempre solía hacerlo y Malek solo asintió.

Era tan seco...

Rodé los ojos, pero no le dije nada.

Malek caminó hacia su asiento sin dedicarle ni una sola mirada a su gente y durante esos pocos momentos, el tiempo pareció detenerse. Nadie respiraba, tampoco hablaban o se movían, solo esperaban a que su rey tomara asiento para poder servirle como les correspondía. Cuando él por fin se sentó, todos comenzaron a moverse como si les hubiera dado una orden silenciosa.

Cada alimento que colocaban sobre mi plato, era devorado en unos pocos segundos, algo que no pasó desapercibido para el rey que estaba sentado al otro lado de la mesa. Malek comía y bebía, pero estaba más atento a cada cosa que yo tomaba que a lo que se llevaba a la boca.

La comida estaba deliciosa, casi se me deshacía en la boca.

— ¿Acaso no he sido un buen rey? — Preguntó sin dejar de mirarme. — ¿Le he prohibido alimentarse?

— ¿Por qué? — Formulé con la boca llena. — Perdón...— Me cubrí la boca y dejé sobre el plato el pedazo de pollo que tenía entre mis dedos. — No estoy comiendo demasiado. — Traté de defenderme. — Estoy... Estoy recuperando algo que perdí.

— ¿Algo que perdió? — Su ceño se frunció levemente.

— Las fuerzas. — Murmuré sonriente.

Desde donde me encontraba fui capaz de ver la forma en la que su ceño se fruncía cada vez más. Como supuse que no había entendido a lo que me refería y no estaba dispuesta a decirlo en voz alta, nos señalé y luego elevé mi dedo índice hacia el techo.

Tardó un poco en comprender, pero cuando lo hizo comenzó a toser debido al pedazo de pan que se había llevado a la boca hacía pocos segundos. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos se encontraban exageradamente abiertos mientras me observaba con una mezcla de asombro y reproche.

Mientras él luchaba por recuperar la compostura, yo comencé a reírme de su escandalosa reacción.

— Mujer... — Fue lo único que dijo antes de llevar su copa a sus labios.

Tal y como dijimos que haríamos, cundo terminamos de comer nos separamos para hacer nuestras respectivas cosas. Yo no tenía que hacer nada, ni siquiera guardar mi equipaje porque las mujeres tenían órdenes de ayudarme en todo, pero como no tenía mayores responsabilidades o formas para entretenerme, lo hice sola.

Estaba ansiosa por salir de Britmongh y ver las tierras que se encontraban más allá de Rafgli.

Antes de desaparecer en su despacho, Malek me aconsejó que no llevara demasiadas cosas debido a que no estaríamos mucho tiempo en donde nos alojaríamos ya que iríamos a dar paseos, recorreríamos el mercado y si yo quería, conoceríamos la historia de cada lugar al que fuéramos.

Después de haber guardado mi ropa fui a la habitación de Malek para hacer lo mismo. Elegí un par de pantalones cómodos y camisas sueltas y cuando tuve su equipaje listo me dispuse a tomar el saco que había utilizado para colocarlo al lado de la puerta.

— ¿Ha terminado? — Giré rápidamente la cabeza hacia el lugar de donde había escuchado su voz.

Malek estaba recostado en el marco de la puerta, tenía nos brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en mis manos.

— Así es, acabo de terminar de guardar sus ropajes. — Él asintió y se acercó para cargar las cosas. — Se lo agradezco. — Murmuré.

No era un equipaje pesado que no pudiera llevar por mí misma, pero siempre era agradable que me ayudara. Mientras él quisiera llevar algo o ayudarme con alguna tarea, no iba a negarme.

Negar su ayuda sería rechazar sus muestras de interés, afecto y preocupación y no estaba dispuesta a ver cómo se cerraba ante mis ojos.

— ¿A dónde iremos? — Lo vi negar levemente con la cabeza antes de que se detuviera a mi lado, sujetara el saco y besara castamente mi cabello.

— No le diré, pero le agradará. — Aseguró. — Debemos partir. — Coloqué mis manos alrededor de su brazo y comenzamos a caminar hacia la puerta de su aposento.

Bajamos a nuestro ritmo mientras hablábamos de todo lo que recordábamos o veíamos, algo que solía suceder cada vez que nos encontrábamos solos. Aquellos eran de mis momentos favoritos porque solo éramos Malek y Elizabeth, dos personas normales que hablaban de cualquier tema sin importar la edad o el tiempo.

Una vez que llegamos a la entrada de castillo, Malek les dio el equipaje a dos de sus hombres para que lo acomodaran en el carruaje y se giró hacia sus sirvientes para despedirse de todos con una leve reverencia antes de emprender el viaje.

Mientras nosotros teníamos una bonita y tranquila luna de miel, Arthur se quedaría a cargo. Aquella decisión dejaba tranquilo al rey porque confiaba ciegamente en el hombre que dejaba al frente de su reino. Malek sabía que podía partir tranquilamente porque dejaba a su reino en buenas manos.

Tras despedirnos, subimos al carruaje que nos llevaría a nuestro destino y con ello, comenzó el viaje. Lentamente dejábamos atrás los árboles, viviendas y puestos que conocíamos y nos íbamos adentrando en una zona que jamás había visto.

Aquel no era el camino que tomamos para ir a Rafgli, estaba segura de ello.

— ¿Qué ve? — Murmuró cerca de mi oreja.

Como estaba asomada por la pequeña ventana del carruaje, no podía ve rlo que hacía, pero podía sentirlo. Malek se había acercado a mí para poder ver lo mismo que mis ojos estaban apreciando o eso me dio a entender hasta que sentí una de sus manos sobre mi hombro y sus labios sobre mi cabello.

— Europa es magnífica. — Susurré. — En mis tiempos nada se ve así. El cielo no es tan azul, el aire no es tan puro, los árboles y el pasto no tienen este verdor y no hay tantas montañas.

— ¿Por qué? — Sonreí levemente.

— Porque en mis tiempos nosotros los humanos hemos acabado con esto. Hemos sacrificado esta belleza por...— Observé los árboles que nos rodeaban. — Por un montón de fábricas y basura.

— Tal vez su época no sea como nuestra amada Europa, pero mis tierras son suyas. Europa será suya si lo desea. — Dejé caer la pequeña cortina que había estado sujetando y me giré hacia él.

— Sería muy egoísta si le pidiera tal cosa. — Llevé mi mano hacia su rostro y acaricié su mejilla con mi pulgar. — Gracias a usted poseo más de lo que deseo y merezco, no es necesario más. Sabe que no necesito riquezas para ser feliz, ya lo soy estando a su lado. — Bajé la mirada hacia mi regazo.

— Me agrada que hable sobre su sentir. — Sus dedos tomaron mi barbilla y elevaron un poco mi rostro para que volviera a mirarlo a los ojos. — Pero no deje de mirarme.

— ¿Por qué? — Murmuré por lo bajo. — Estoy diciéndole mis sentimientos.

A pesar de que el día estaba bastante fresco y de que nos encontrábamos siendo protegidos por la sombra de los árboles que íbamos dejando a atrás, tenía mucha calor. Sentía que el rostro se me derretía bajo su atenta mirada.

— La amo. — Dijo sin titubear.

Mi corazón dio un salto antes de comenzar a latir rápidamente contra mi pecho.

¿Cómo era posible que dijera algo así sin siquiera pestañear? ¿Cómo podía expresar sus sentimientos tan abiertamente cuando en su época no era así?

De mi boca no salía ni una sola palabra, pero Malek sonrió como si hubiera escuchado lo que esperaba y deseaba.

— La amo. — Repitió.

Llevé mis manos hacia su boca y la cubrí mientras dejaba caer mi cabeza sobre su hombro.

— No haga eso. — Susurré cuando sentí que sus hombros temblaban levemente. — Ya entendí, nunca dejar de mirarlo. — Alcé la cabeza un poco, pero fue él quien terminó de hacerlo.

Ni siquiera lo había mirado bien cuando sentí sus labios contra los míos. Fue un roce fugaz, casi como si no hubiera sucedido, pero fue suficiente para que en mis labios se quedara el mismo cosquilleo que sentía en mi estómago cada vez que Malek me observaba o besaba.

— ¿Por qué sus ojos se ven tan bonitos hoy? — Volví a ser besada castamente.

— Por usted. — Aseguró. — Porque es mi mujer y mi reina. — Nuevamente sentía que mi cara ardía bajo su atenta mirada.

— ¿Ah, sí? — Me mordí la cara interna de las mejillas antes de continuar. — Sí... Estuvo bien. — Malek se echó hacia atrás y me observó con indignación.

— ¿Bien? ¿Solo bien? — Asentí levemente mientras trataba de contener mi sonrisa. — Le demostraré que puede ser más que bien. — Bufó por lo bajo antes de estampar sus labios contra los míos.

Llegamos a nuestro destino al anochecer, después de un largo y cansino día de viaje. Por ese mismo motivo lo único que pudimos hacer fue ver cómo se llevaban nuestro equipaje e ingresar al palacio en el que nos quedaríamos durante el tiempo que estuviéramos allí.

— Es precioso. — Susurré para mí misma.

Lo poco que había visto de la ciudad de Suram me había dejado sin habla y su palacio, pese a ser más pequeño que el de Rafgli o que el castillo de Malek, era un lugar visiblemente acogedor y poseía una decoración bien cuidada.

Según dijo mi esposo cuando nos detuvimos frente al edificio, aquel lugar servía como posada para los nobles. Ya fuera para un pequeño descanso, por una actividad en la ciudad o porque estaban de paso, no había hombre o mujer con poder que no se quedara allí a descansar.

— ¿Le agrada? — Preguntó Malek, quien me observaba con cierto temor.

— Sí, es perfecto. — Lo escuché exhalar ruidosamente y sonrió.

— Ingresemos, le mostraré el aposento y los alrededores. — Mi ceja derecha se elevó como si tuviera vida propia.

¿Me mostraría? ¿No era su primera vez en ese lugar?

— ¿Había venido antes? — El reproche en mi tono de voz no pasó desapercibido.

— ¿Siente celos? — Lo observé fijamente.

¿Se estaba burlando de mí?

— ¿Debería? — Malek negó levemente con la cabeza.

— En absoluto, jamás había venido y mucho menos con una mujer, si eso es lo que te preocupa. — Que hablara con tanta tranquilidad mientras sus mejillas amenazaban con elevarse me daban a entender que efectivamente, se estaba burlando de mí.

— ¿Yo? ¿Preocupada? Para nada. — De entre sus labios se escapó una pequeña risa. — ¡Deje de reírse de mí! — Le di un leve empujón en el hombro, pero en vez de acallar su risa lo que hice fue aumentarla.

— Es una mujer muy celosa. — Volvió a negar con la cabeza. — Dije que le mostraría el palacio porque el duque de Suram es un aliado de Britmongh y me ha hablado de sus alrededores.

— Deje de utilizar en mi contra las palabras que le enseñé y busquemos el aposento. — Él asintió levemente, pero no dejaba de sonreír como si algo realmente divertido estuviera sucediendo. — Me alegra servirle de diversión, su majestad. — Dije con sarcasmo.

— A mí me alegra que seas mi mujer. — Cerré los ojos con fuerza mientras intentaba no sonreír. — No puede resistirse a mí, Beth, deje de intentarlo. — Lo hacía apropósito, cada una de sus palabras eran dichas con la intención de causar una reacción en mí.

— Esto es demasiado para mi frágil corazón. — Murmuré.

— La adoraré por lo que me quede de vida, pero he de admitir que verla ocultar su rostro de mí me enloquece. — Murmuró por lo bajo y cerca de mi oreja para que nadie más pudiera escucharlo.

— Alguien podría escucharlo. — Comencé a abanicar mi rostro con mi mano derecha.

— Mi reina, nadie me ha escuchado. — Pasó su brazo por mi cintura para acercarme a su pecho y poder continuar susurrando sin ningún problema.

— No haga eso, estamos en mitad del palacio y hay nobles a nuestro alrededor. — Alejé mi oreja de sus labios y él rio por lo bajo.

— ¿Qué podrían hacer estos nobles? — Preguntó en voz alta. — Soy el rey de Britmongh y usted es mi reina, ¿quién osaría a acercarse siquiera? — Rodeé los ojos mientras negaba con la cabeza.

— Tal vez muy pocos se atreverían a acercarse y decirnos algo, pero le aseguro que hablarán. Como bien dijo, usted es el rey de Britmongh y por eso mismo siempre será observado y tomado como ejemplo. No deseo causarle problemas. — Besé sus labios castamente y me adelanté unos pocos pasos.

— No tiene importancia si me observan, Beth. — Alzó la voz para que fuera capaz de escucharlo desde donde me encontraba. — Mi deber es estar con usted. — Aseguró, escuchándose más cerca. — Deseo estar con mi mujer para dejarle ver y sentir que la amo y la deseo. No me importan los nobles, solo usted. — Malek pasó por mi lado y abrió la puerta de un lecho cercano a nosotros.

Tan pronto ingresamos en el aposento y cerramos la puerta, Malek se lanzó sobre mis labios. Aquella desconocida habitación se volvió un lugar cálido que consideraríamos nuestro hogar mientras pasábamos nuestra estadía en Suram, esa hermosa ciudad que esperaba ser admirada por nosotros.

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