Destino Medieval© EE #1 [En E...

De Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... Mai multe

⚠️
👑Capítulo I👑
👑Capítulo II👑
👑Capítulo III👑
👑Capítulo IV👑
👑Capítulo V👑
👑Capítulo VI👑
👑Capítulo VII👑
👑Capítulo VIII👑
👑Capítulo IX👑
👑Capítulo X👑
👑Capítulo XI👑
👑Capítulo XII👑
👑Capítulo XIII👑
👑Capítulo XIV👑
👑Capítulo XV👑
👑Capítulo XVI👑
👑Capítulo XVII👑
👑Capítulo XVIII👑
👑Capítulo XIX👑
👑Capítulo XX👑
👑Capítulo XXI👑
👑Capítulo XXIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXV👑
👑Capítulo XXVI👑
👑Capítulo XXVII👑
👑Capítulo XXVIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXX👑
👑Capítulo XXXI👑
👑Capítulo XXXII👑
👑Capítulo XXXIII👑
👑Capítulo XXXIV👑
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

👑Capítulo XXII👑

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De Nathzel_02

En esos momentos estar en Britmongh se sentía como vivir dentro de un cuento de hadas. Los pueblerinos se encontraban felices por la pronta ceremonia que se celebraría, había una alegría contagiosa en el ambiente y la paz que reinaba en los corazones de cada uno de nosotros era notable gracias al regreso del rey y sus soldados. Fue así durante unos días hasta que se anunció que había convocado una nueva reunión en el reino.

La visita de las personas más influyentes de la época podía ser beneficioso para Britmongh, pero el pueblo se ponía nervioso debido a que no sabían a qué enemigo oculto se le estaba abriendo las puertas. Por un lado estaba la inquietud del pueblo y por el otro se encontraba el rey, quien demostraba tanta tranquilidad que me erizaba los vellos de la nuca. Malek estaba seguro de que bajo sus atentos ojos no sucedería nada y por ese mismo motivo se tomó el atrevimiento de exigir mi presencia en la reunión, aun cuando sabía que aquello estaba prohibido.

— Si desean pisar mis tierras deberán aceptar. — Fue lo único que dijo tan pronto envió al mensajero para que entregara su exigencia.

Creí que había perdido la cabeza, pero mi sorpresa fue grande cuando la mayoría de las personas aceptaron su pequeño capricho. Tan pronto Malek recibió la respuesta que había estado esperando, se giró hacia mí y sonrió ladeadamente mientras elevaba una de sus cejas, algo que lo hizo ver sumamente arrogante.

— Sabia decisión. — Murmuró de forma juguetona.

— ¿Qué iba a hacer si se negaban? — Su sonrisa se hizo mucho más notable.

— No pisarían mis tierras. — Dijo con obviedad. — Ni las suyas. — Susurró para sí mismo, pero fui capaz de escucharlo debido a nuestra cercanía.

Tras esa pequeña conversación, esperamos a que los días transcurrieran y que los invitados comenzaran a llegar a Britmongh.

Aquella reunión no era como la anterior, allí iba a estar Malek y debido a su presencia yo podría respirar con tranquilidad. De lo único que tenía que preocuparme era de verme presentable y de lucir como una de ellos, pero sin perder mi esencia.

— Señorita... — Una voz femenina se escuchó desde el otro lado de la puerta de mi aposento.

— ¿Sí? — Respondí mientras planchaba con mis manos el vestido que llevaba puesto.

Aquella vestimenta no necesitaba ser planchado, pero me tranquilizaba quitar aquellas arrugas que no se podían ver a simple vista o que no estaban.

— El rey espera por usted... — Murmuró con cierto nerviosismo. — Afuera de su aposento. — Dejé de hacer todo lo que estaba haciendo en esos momentos y me giré hacia la puerta.

— ¿Qué? — Murmuré por lo bajo.

Caminé hacia la entrada del aposento y abrí la puerta con más fuerza de la que era necesaria. Cuando no hubo nada que separara en pasillo de mi habitación, pude ver que en efecto, ella no mentía.

El rey estaba de pie frente a mí, con una mirada juguetona y una sonrisa ladeada, observándome de arriba a abajo repetidas veces.

— Puede retirarse. — Dijo sin quitarme los ojos de encima.

La mujer asintió e hizo una corta reverencia antes de desaparecer. Cuando nos encontramos solos, Malek ingresó a mi aposento y cerró la puerta detrás de su espalda, para que pudiéramos tener un poco de privacidad.

— Se ve hermosa. — Murmuró por lo bajo.

— G-gracias. — Susurré tímidamente.

No era habitual que me esperara afuera de la habitación, por lo general le ordenaba a alguno de sus sirvientes que me llevara hasta su despacho. Tampoco era normal que estuviera examinándome con tanta insistencia y descaro, pero ahí estaba, haciendo ambas cosas.

— Debo ser el hombre más dichoso de toda Europa. — Malek colocó sus manos sobre mis mejillas y acercó su rostro al mío hasta que nuestros labios se rozaran.

— ¿Por qué? — Suspiré cuando recibí un casto beso de su parte.

— Porque a mi lado se encuentra la mujer más hermosa y sabia que ha pisado esta época y las pasadas. — Mis mejillas debieron tornarse rosadas porque Malek sonrió al verlas.

Sabía que me llamaba sabia por mis conocimientos sobre sus tiempos y el futuro, pero se sentía bonito que me adulara por esos pequeños conocimientos adquiridos gracias a la lectura y por haber nacido en una época diferente a la suya.

En mis tiempos siempre me sentí fea e inútil, sin embargo, cuando él me miraba a los ojos y me decía cuán hermosa o inteligente era, me reconfortaba el alma.

— Creo que es un adulador. — Murmuré con diversión mientras él colocaba sus manos sobre mis hombros.

— Lo soy, pero no le miento cuando digo que soy dichoso por tenerla a mi lado. Usted ha hecho grandes cosas en mí, Elizabeth. Me hace desear destruir todo a su paso para volver a levantar cada piedra y darle lo mejor. Usted logra que pierda el juicio y que deje todo cuanto deseo y poseo para ir a su encuentro. — A pesar de que separé los labios y traté de hablar, de mi boca no salió ni un solo sonido.

Estaba completamente muda y no sabía si se debía a todas aquellas cosas que causaba en él o porque no esperaba que me dijera algo así con tanta tranquilidad.

— Elizabeth, usted sabe que la he observado desde que llegó a mis tierras. — Di un corto asentimiento. — Y por ello he podido ver que no sabe qué decir o cómo actuar cuando se le adula. — Bajé la mirada hasta su pecho con la intención de evitar sus ojos, pero él colocó sus dedos alrededor de mi barbilla y alzó mi cabeza. — Debe saber que lo que no dice con su boca, lo hace con sus ojos. Siempre observo sus ojos porque en ellos veo lo que siente y desea, pero no se atreve a decir. — En mi garganta se fue formando un molesto nudo que me impedía pasar saliva.

— Malek... — Él negó con la cabeza cuando mi voz se escuchó temblorosa.

— No necesita decir nada. Sé por qué es así, conozco las heridas que le causaron en su época. — Susurró. — Alba tras alba, usted seguirá siendo la mujer que me haga sentir. Incluso si grita palabras extrañas de su época o permanece en silencio, mis sentimientos por usted no desaparecerán. — Suspiré entrecortadamente mientras comenzaba a ver borroso debido a las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.

— ¿Qué le dicen mis ojos? — Sus comisuras se elevaron rápidamente.

— Que sus sentimientos son tan fuertes como los míos. — Sus pulgares borraron los rastros de las lágrimas que fueron deslizándose por mis mejillas.

Sus brazos me atrajeron hacia su cuerpo, abrazándome de forma protectora y brindándome la calidez que necesitaba en esos momentos.

Después de esa reveladora conversación y de permanecer abrazados por un buen tiempo, tuvimos que salir de mi aposento. Caminábamos con lentitud hacia donde se llevaría a cabo la reunión y dejábamos a nuestro paso una oleada de reverencias por parte de los fieles sirvientes de Malek.

Mi mano descansaba sobre su brazo mientras él me guiaba por el inmenso castillo. Cada cierto tiempo girábamos nuestras cabezas para observar al otro y cuando nuestras miradas se encontraban, Malek sonreía levemente o me guiñaba el ojo.

Se veía muy cómodo y contento con la situación, como si nada pudiera perturbarlo.

En una de esas ocasiones en las que nos observamos y me sonrió, vi de reojo las imponentes puertas que separaban a los invitados de nosotros y no pude evitar apretar su brazo.

Había llegado el momento, estábamos próximos a encontrarnos con todas esas personas...

— No tema, estaré a su lado. — Malek colocó su mano sobre la mía para tratar de calmar mis temores.

— ¿Y si cometo un error? — Lo vi negar con la cabeza mientras sonreía con cierta ternura. — Esto es muy importante, no debería...

— Beth, no errará ni será juzgada. — Aseguró. — Ejecutaré a todo aquel que se atreva a hablar de mi reina. — Susurró cerca de mi oreja antes de depositar un casto beso en mi cabello. — Confíe en usted, porque yo le confiaría mi vida sin dudarlo.

— De acuerdo... Los matará si me juzgan... — Él asintió rápidamente. — De acuerdo...— Respiré profundo. — No estoy de acuerdo con las ejecuciones.

— Soy consciente de ello. — Murmuró con diversión. — Abran. — Les ordenó a sus hombres.

A pesar de que sus soldados estaban abriendo las pesadas puertas, yo no dejé de observar a mi prometido. Por la manera en la que trataba de ocultar su sonrisa me dejaba saber que él había dado su orden antes de que me acobardara y saliera huyendo, pero ni tiempo me dejó para prepararme.

— Confío en usted. — Aseguró, devolviéndome la mirada. — Confíe en mí. — Murmuró cuando las puertas estuvieron completamente abiertas.

Me sentía pequeña con tanta atención sobre nosotros.

La mirada de Malek cambió frente a mis ojos, dejó de ser cálida y de tener el destello de la diversión en ella, para volverse fría y calculadora. Su cabeza se giró hacia los hombres y mujeres que nos observaban fijamente y dio un paso hacia adelante, ingresando a la sala de reuniones con esa elegancia que lo caracterizaba.

— Nuestro Señor ha guiado su camino, rey de Britmongh. — Dijeron un par de hombres mientras todos los presentes reverenciaban al hombre a mi lado.

Malek no los observó, tampoco reverenció o mostró interés por los presentes, solo caminó hacia un asiento bastante amplio que se encontraba en la cima de un par de escalones.

Aquella sala se parecía mucho a la de tornos, solo que los escalones no eran tantos como lo eran en donde se encontraba el trono real del rey.

— Malek. — Susurré cuando noté que no tenía la intención de soltarme.

— Confíe. — Repitió.

Fui llevada por él hasta aquel asiento y solo me permitió liberar su brazo para que tomara asiento a su lado.

Yo no debía estar allí presente ni sentada a su lado.

No debía...

— Elizabeth...— Susurró mientras me ofrecía su mano y asentía levemente.

Coloqué mi mano sobre la suya y ambos nos sentamos a la misma vez sin soltarnos.

— No trate de liberarse, no la soltaré. — Continuó susurrando.

Sus ojos estaban sobre nuestras manos entrelazadas, esas que movió un poco para que descansaran sobre su regazo.

Malek estaba imponiéndose sobre todos ellos, lo hizo cuando exigió mi presencia y lo hacía en esos momentos en los que me tenía su lado. De una forma u otra les dejaba saber a los presentes que la pelirroja exótica de la que todo el mundo hablaba se iba a casar con él y que la unión no se iba a realizar por poder o riquezas, sino porque aquella mujer era realmente importante.

Era como si gritara que yo le importaba mucho más que todos los títulos nobiliarios que había en esa habitación.

Con solo sujetar mi mano dejaba en claro que no iba a tolerar faltas de respeto hacia mí y también mantenía alejados a los hombres que aun estando comprometida, no respetaban el anillo que tenía en mi dedo anular.

Una vez que la reunión dio comienzo se habló sobre las preocupaciones que tenían respecto a los ataques de los reinos enemigos, del valor de los productos en Europa y algunos choques diplomáticos, entre otros temas. En varias ocasiones se escucharon los gritos y quejas de algunos nobles que no estaban de acuerdo con lo que Malek decía, pero el rey a mi lado en ningún momento se unió al intercambio de improperios, solo los observaba con frialdad y continuaba con la reunión como si nada estuviera sucediendo.

Los ánimos estaban caldeados y cada cierto tiempo surgían discusiones, mayormente potenciadas por el choque de opiniones y las diferentes creencias de los reinos.

— ¡Silencio! — Aquella era la primera vez que Malek alzaba la voz desde que nos sentamos allí. — Las diferencias que tengan los reinos deben llegar a su fin en este momento. — Era una orden y tenía que ejecutarse si querían volver a entrar a Britmongh.

Cada uno de los hombres que se encontraban en desacuerdo comenzó a decir sus puntos de vista de la manera más calmada y ordenada posible y fue así hasta que por fin se llegó a un acuerdo beneficioso para todas las partes y la tensión disminuyó considerablemente. Ellos podían ser ambiciosos, pero no eran tontos, sabían que si no llegaban a un acuerdo serían atacados por los reinos enemigos y no tendrían el respaldo de otros pueblos.

Quedarse solos en medio de una guerra era equivalente a poner el cuello en la guillotina y permanecer allí a esperar una muerte segura.

Luego de la reunión nos levantamos del asiento y salimos de la estancia, siendo seguidos de cerca por los invitados. Nos dirigimos hacia el salón, en donde los esperaba una gran mesa repleta de comida y bebida para calmar el hambre y los ánimos caldeados.

Todo iba a de maravilla, los hombres comían y bebían mientras hablaban y reían entre sí como si minutos antes no hubieran tratado de aplastar los ideales de los demás con los suyos. Me encontraba al lado de Malek, observando cada una de las interacciones y tomando un poco de vino, cuando mi mirada dio con una sonrisa falsa que me hizo sentir incómoda. A unos pocos metros de distancia se encontraba la hija del duque, quien llevaba un vestido de color canela bastante bonito y no dejaba de observarnos fijamente.

— Arpía a la vista. — Susurré para mí misma.

Charlotte comenzó a caminar hacia nosotros con pasos seguros, como si entre nosotros no existieran tensiones. Ella parecía tener un radar para localizarnos cuando nos encontrábamos en el mejor estado de ánimo, de otra forma no tendría sentido que siempre apareciera para arruinar nuestra alegría y tranquilidad.

— Mi señor. — Hizo una corta reverencia.

¿Mi señor?

Sentí un tic nervioso en mi ojo derecho y tuve que respirar profundo para contener las palabras que luchaban por salir de mi boca.

No me molestaba que otras personas lo llamaran de esa forma porque después de todo él era un rey, sin embargo, me revolvía el estómago que la hija del duque lo hiciera porque conocía sus sentimientos hacia mi prometido.

— Qué alegría que nuestro Señor lo haya traído de vuelta, sano y salvo. — Dijo con una gran sonrisa en los labios.

Sus ojos estaban fijos en el hombre a mi lado, pero Malek no la miraba ni le hablaba, solo asentía levemente sin prestarle demasiada atención a lo que decía. Al percatarse de que no iba a obtener lo que deseaba, su atención pasó a estar sobre mí.

— Creí que Britmongh no permitía que las mujerzuelas espías que pisaran sus tierras. — El cuerpo de Malek se tensó de inmediato y cuando vi que él iba a decirle algo, me adelanté.

— Que coincidencia, yo también lo creía, pero al verla aquí... Puedo asegurar que Britmongh ha tenido piedad de las arpías como usted. — El rostro de Charlotte se desfiguró debido al malestar y la humillación.

Mientras ella respiraba bruscamente y sus mejillas se enrojecían, por el rabillo del ojo pude ver que Malek trataba de ocultar su sonrisa.

— Debería tener cuidado con lo que dice, le recuerdo que soy la hija de un duque y que las faltas de respeto hacia la nobleza no son toleradas. — Murmuró Charlotte.

— ¿Me está amenazando? — Sonreí levemente. — Jamás me atrevería. — Masculló entre dientes.

— Es bueno saber que muestra un poco de respeto frente al rey. Lastimosamente, si es una amenaza o no, no me interesan sus banales palabras. — En esos momentos Malek prefirió tomar el control de la situación antes de que se saliera de control.

— Tenga cuidado, hija del duque de Vielnatt. No permitiré otra falta de respeto hacia mi prometida. — Le advirtió con un tono de voz amenazante. — Retírese. — Ordenó.

— Pero...— Agaché la cabeza tan pronto escuché esa palabra salir de la boca de esa mujer.

— ¿Pero? — Preguntó Malek. — Creo que no ha entendido...— Por el rabillo del ojo lo vi negar con la cabeza. — Su presencia me desagrada y la mataré si no se va en estos momentos.

— Con su permiso. — Susurró ella mientras hacía una corta reverencia y comenzaba a alejarse.

Si un rey me hubiera dicho aquello, yo también habría huido sin mirar hacia atrás. No conocía a muchos reyes, por lo que no podía asegurar que todos tuvieran una mano fuerte, pero con ver a Malek me bastaba para saber que al menos él no bromeaba con eso.

Si algo le molestaba, lo sacaba de su camino sin que le temblara la mano.

— Me agrada cuando no permite que le falten el respeto. — Murmuró por lo bajo para que solo yo pudiera escucharlo. — Pero sabe que me agradaría ser quien la proteja.

— Si usted me protege correrán ríos de sangre. — Sus comisuras se elevaron como si aquello le causara satisfacción.

— ¿Quién le dijo que debía defenderse para que los osados no fueran castigados? — Giré la cabeza hacia él para poder ver la forma en la que sonreía y observaba fijamente a la hija del duque.

Algo en su rostro me daba escalofríos, pero no sabía muy bien qué era.

— Permito que le muestre a todos su forma de ser cuando se encuentra molesta, pero no me mantendré observando cómo le faltan el respeto. — Cuando su atención dejó de estar sobre aquella mujer, pasó uno de sus brazos por mi espalda y me atrajo hacia su cuerpo para besar castamente mi frente. — Nadie entra a Britmongh y le falta el respeto a mi reina, mucho menos en mi presencia. Solo espere...

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