Destino Medieval© EE #1

By Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... More

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đź‘‘CapĂ­tulo Iđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Vđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Xđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIVđź‘‘
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

đź‘‘CapĂ­tulo XIXđź‘‘

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By Nathzel_02

En el castillo todo se había vuelto completamente monótono, silencioso y aburrido. Era de noche y todo iba como de costumbre hasta que comenzaron a escucharse gritos a las afueras del castillo. Con cautela, todos los que nos encontrábamos protegidos por la imponente estructura comenzamos a asomarnos por los vanos para ver qué era lo que sucedía. El pueblo estaba inquieto, desde donde me encontraba podía escuchar cánticos, vítores y aplausos, como si estuvieran celebrando, pero no podía distinguir con claridad qué era aquello que los tenía tan felices. Cuando me disponía a darme la vuelta para bajar, fui capaz de escuchar algo que hizo que mis pies se clavaran al suelo.

Fue un simple grito, pero llegó a mí sin ninguna interferencia, como si el ruido en el exterior hubiera cesado abruptamente.

— ¡El rey ha vuelto! — Gritó la voz gruesa de un hombre.

Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron y salí corriendo del aposento hacia la entrada del castillo y mis pies volvieron a anclarse al suelo cuando me encontré a unos pocos metros de distancia de las enormes puertas. Desde donde estaba podía verlo con su impecable y brillante armadura, bajando del lomo de su amada Arabella.

Cuando Malek levantó la cabeza, mi corazón latió con fuerza y mis ojos comenzaron a cristalizarse. Con mis dedos borré cualquier rastro de llanto que hubiera en mi rostro mientras observaba la forma en la que sus comisuras se elevaban y extendía sus brazos hacia los lados.

Quería que fuera a abrazarlo.

Mis piernas se movieron por sí solas, acercándose cada vez más rápido hacia la entrada y bajando los escalones que me separaban de ese hombre. En esos momentos me olvidé por completo de la mentalidad que existía en aquellos tiempos y tan pronto estuve frente a él, di un salto.

Sus brazos me rodearon de forma protectora y me acercaron a su cuerpo hasta tal punto en el que no hubo ningún espacio entre nosotros.

No sabía con exactitud cuánto tiempo había transcurrido desde que se fue, pero estaba prácticamente segura de que él había estado fuera de Britmongh por más de tres meses.

Había estado asustada, preocupada y paranoica, pero al verlo vivo y en una sola pieza, todos los malos pensamientos se esfumaron, dándole paso a la alegría y al llanto que había estado conteniendo todo ese tiempo. Mis lágrimas no se hicieron esperar y aunque trataba de calmarme ahogando mis sollozos contra su cuello, no podía parar de lagrimear.

— No vuelva a irse. — Hipé entre lágrimas y sollozos.

Una de sus manos continuó sujetándome mientras que la otra se posaba sobre mi cabello y lo acariciaba con lentitud. Escuché una pequeña risa nasal de su parte, pero no lo tomé como una burla, sino como una forma de gestionar nuestra interacción mientras todos nos observaban.

Para él debía ser bastante incómodo e inapropiado encontrarse en aquella situación, sin embargo, no estaba tratando de alejarme.

— No vuelva a irse. — Repetí.

— Trataré de no hacerlo, mi amada. — Susurró contra mi oreja. — Preparen la bañera y un gran banquete para los soldados. — Le ordenó a sus sirvientes mientras a mí se me derretía el corazón.

Su amada...

— Como ordene, su majestad. — Respondieron los sirvientes que se encontraban allí.

Malek me llevó en brazos por el castillo como si mi peso no fuera nada para él. No sabía muy bien hacia dónde íbamos, pero tampoco me importaba, después de que el rey de Britmongh estuviera conmigo, nada tenía demasiada importancia.

— La extrañé. — Dijo después de haber estado caminando en silencio.

— Yo a usted, como no tiene idea. — Alejé mi rostro de su cuello y observé a nuestro alrededor, percatándome de que nos encontrábamos en un aposento.

Aquel lugar era desconocido para mí a pesar de que llevaba bastante tiempo en Britmongh. Jamás había ingresado en esa habitación, sin embargo, sabía que quien descansaba allí era el mismo hombre que me llevaba en brazos porque la estancia olía a él.

— Quédese. — Dijo como si supiera lo que estaba pensando en esos momentos.

Malek iba a bañarse y no era apropiado que me quedara en su habitación. Por lo visto, esa noche estábamos dándole la espalda a las creencias y reglas de la época.

— Solo por esta ocasión. — Él sonrió y dio un corto asentimiento antes de ingresar al espacio en donde se encontraba el baño.

— ¿Desde cuándo es tan rebelde? — Murmuré para mí misma. — Lo estoy desgraciando...

El rey que conocí cuando llegué a esas tierras desconocidas era un hombre con mano dura, alguien que se regía por las normas de la época, sin embargo, el que regresó de un enfrentamiento era completamente diferente a pesar de tener el mismo rostro.

Me llevó en brazos, demostró cierto afecto en público, me ordenó que me quedara en su aposento aun cuando él estaba allí, bañándose... Nada de eso era propio de la época, no era propio de un rey.

Solo esperaba que esos cambios no afectaran su imagen.

— Ay, Elizabeth...— Murmuré mientras me sentaba en su lecho.

Me sentía aliviada de tenerlo de vuelta. Durante todo ese tiempo mi mente estuvo torturándome, acabando repetidas veces con mi vida y mi fe en él, haciéndome dudar de su fuerza y voluntad.

— Elizabeth. — Mi cuerpo se sobresaltó al escuchar su voz.

— ¿S-Sí? — Llevé mi mano derecha a mi pecho para tratar de calmar los latidos de mi corazón.

— ¿Qué hace? — Su pregunta se escuché como si estuviera sonriendo.

— N-Nada. Estoy sentada. — No estaba haciendo nada malo a pesar de que mi voz dijera lo contrario.

— Soy consciente de ello. — Dijo mientras salía del baño y se arremangaba la camisa.

Su cabello no parecía haber sido secado en ningún momento, de hecho, goteaba con tanta frecuencia que comenzaba a hacer un charco.

— Va a enfermar. — Murmuré por lo bajo.

Me levanté del lecho y fui hacia su baño para tomar el pedazo de tualia que se utilizaba en la época para secarse. Una vez que tenía el lienzo entre mis manos, le di un pequeño empujón a Malek para que se sentara y así poder secar su cabello.

— Me preocuparé si se enferma. — Sus comisuras se elevaron un poco, pero no dijo nada hasta poco después.

Mientras me encargaba de que el rey no pecara un resfriado, él me hablaba sobre todo lo que había visto, pero no de todo lo que hizo. Sabía perfectamente lo que ocurría en las guerras porque era amante de esas historias, pero que él no me lo hubiera dicho era mejor. No era lo mismo leerlo de un libro escrito hacía muchísimos años atrás a escucharlo de la boca de alguien que acababa de regresar del campo de batalla.

— Me agrada que mi prometida se preocupe por mí. — Murmuró con la mirada fija en mi rostro.

Sus manos se colocaron sobre mis mejillas y tiraron de mí con suavidad para que me acercara. Cuando mi rostro estuvo a unos pocos centímetros del suyo, una de sus manos sujetó mi nuca con firmeza.

— No deje de preocuparse por mí. — Susurró antes de besar mis labios.

Sus labios se movían sobre los míos con lentitud, siendo un beso suave y dulce que me hizo suspirar. Mis piernas comenzaron a debilitarse con cada segundo que transcurría y para cuando ambos tuvimos que separarnos por falta de aire, me percaté de que me encontraba sentada sobre su regazo, con mis brazos rodeando su cuello.

— La extrañé. — Susurró sobre mis labios. — La extrañé y pensé con la salida del alba y cuando oscurecía. Deseaba verla, escucharla hablar o reír, ver su sonrisa... Creí que perdería la cabeza si no volvía a verla o a tenerla a mi lado.

Cada una de sus palabras y acciones me hacían sentir especial y amada. Cada mirada, sonrisa, beso o abrazo, me daban una sensación de calidez que me recorría todo el cuerpo.

— También lo extrañé. Fue una tortura estar aquí, sin saber cómo estaba o su paradero. — Oculté mi rostro en el hueco entre su hombro y cuello. — Por favor, no vuelva a marcharse. No vuelva a dejarme.

— Trataré de permanecer a su lado, pero si debo ir a luchar... — Malek tomó mi rostro entre sus manos para que pudiera verlo a los ojos. — Beth, debe saber que sin importar cuán salvajes sean nuestros enemigos, siempre volveré a su lado.

Beth... Era la primera vez que Malek me ponía un apodo y tenía que admitir que me encantaba.

— ¿Lo promete? — Él dio un corto asentimiento.

— Se lo juro. — Malek dejó un casto beso sobre la punta de mi nariz. — ¿Se ha alimentado? — Su mirada recorrió mi cuerpo con descaro.

— He estado comiendo bien. — Mordí la cara interna de mis mejillas cuando sus ojos se entrecerraron. — Aunque me vea pálida y delgada.

— No he dicho nada. — Murmuró sin dejar de observarme.

— Malek...— Comencé a reír mientras cubría sus ojos con mis manos para que dejara de mirarme.

No podía ver sus ojos, pero la sonrisa coqueta que se fue extendiendo lentamente por sus labios me hizo sentir avergonzada.

— Su risa...— Susurró por lo bajo. — Podría escucharla reír toda la vida.

Lo observé en silencio durante algunos segundos, tiempo en el que traté de controlar el descontrolado aleteo de las mariposas en mi estómago. Cuando no fui capaz de contener mi sonrisa o de dejar de sentir aquel extraño cosquilleo, alejé mi mano de sus parpados y besé castamente sus labios.

No era necesario que le diera una respuesta o al menos no lo era para mí. Estaba suponiendo que Malek sabía que si me encontraba a su lado era porque estaba dispuesta a que me escuchara reír por el resto de nuestras vidas.

Estuvimos en su aposento unos minutos más y después bajamos para que él pudiera cenar.

Tan pronto puse un pie en el primer piso me percaté de que todos en el castillo volvían a tener aquella chispa que se había esfumado con la partida de Malek y sus soldados. Las mujeres colocaban la cena sobre la mesa con grandes sonrisas en sus rostros, más que felices de volver a servirle a su señor.

Verlo comer y beber era uno de esos placeres de la vida que no sabía que existían hasta que lo conocí.

Tardaría mucho en poder compensar con charlas, abrazos y besos, todo lo que nos perdimos durante tres largos meses.

— ¿Puedo saber qué ha sucedido en mi ausencia? — Preguntó luego de tomar un poco de vino.

Me llevé una de las manos a los labios para cubrirme mientras comenzaba a toser debido a un pedazo de pan que se había ido sin ser bien masticado.

— Hablaremos de todo eso cuando termine con toda la comida que hay en la mesa. — Malek rio y negó con la cabeza.

Acabar con todos los alimentos que se encontraban frente a nosotros era imposible. Una sola persona no sería capaz de comer semejante banquete, ni siquiera en una semana.

Iba a decirle todo, pero lo haría cuando mis palabras no le fueran a causar una indigestión.

Cuando terminamos de cenar dimos un pequeño paseo por el castillo ya que él quería asegurarse de que todo estuviera como lo dejó. Mi mano descansaba sobre el brazo que él gustosamente me había ofrecido al levantarnos de la mesa. Mientras observaba con detenimiento cada cosa que se encontraba a su paso, me seguía contado todo lo que había visto durante el tiempo que estuvo lejos de su amado Britmongh.

Nuestros pasos se tornaron lentos cuando llegamos a una de las torres principales, esas que daban hacia el pueblo. A través del vano podía ver las estrellas que adornaban el cielo y apreciar la hermosa luna llena que brillaba con esplendor.

— ¿Me dirá lo que sucedió en mi ausencia? — Preguntó con una mezcla de diversión y curiosidad. — Porque sé que algo sucedió, Beth.

— Bueno... Primero que nada, prométame que no se molestará. — Malek dejó de caminar y su ceño se frunció profundamente.

— ¿Por qué? ¿Qué hizo? — Comencé a jugar con mis dedos mientras sonreía de forma angelical.

— Prométalo. — Él apretó los labios antes de asentir. — Abofeteé a la hija del duque de Vielnatt. — Murmuré por lo bajo.

— ¿Qué? — Preguntó, dejándome saber que no había entendido nada.

No podía ocultárselo, no cuando ese suceso podía tener ciertas consecuencias.

— De acuerdo...— Tomé aire, me preparé mentalmente y lo solté. — Abofeteé a la hija del duque de Vielnatt.

De todas las reacciones que esperaba, ninguna fue la que obtuve. Creí que se molestaría e incluso que me regañaría, pero no, Malek simplemente comenzó a reírse.

— ¿Por qué lo hizo? — Dijo mientras llevaba sus manos hacia mis mejillas y las acariciaba con sus pulgares. — No es propio de usted. — Murmuró entre risas.

— Ella volvió a venir y dijo cosas... — Cualquier rastro de diversión se esfumó, volviendo a darle paso a su ceño fruncido. — Cosas sin importancia. — Murmuré por lo bajo mientras bajaba la mirada y jugaba con mis dedos.

Las palabras del conde volvieron a mi cabeza como una canción, una para nada agradable ni reconfortante.

Sus dedos sujetaron mi barbilla y alzaron mi rostro para que no pudiera huir de su mirada. Si continuaba observándome así, con aquella inquietante mirada enturbiada, iba a terminar contándole todo, hasta lo que no tenía que ver con la hija del duque.

— ¿Qué dijo? — Lo miré suplicante, pero él solo entrecerró los ojos. — ¿Qué le dijo esa mujer?

— Q-Que... Ella dijo que... E-En resumen... Ella... — Comencé a balbucear. — U-Usted dijo que no s-se molestaría...

— Elizabeth. — Me presionó con sutileza.

— E-En resumen... E-Ella dijo que si no me alejaba d-de usted podía hacerme más daño del que el líder de Vurshka podría haber causado. D-Dijo que si q-quería estar e-entre sus mantas no lo lograría y-y que... Ella solo...— Volví a bajar la mirada a pesar de que sus dedos trataron de que no lo hiciera. — S-solo dijo sandeces, pero lo resolví.

Bajé la mirada, no por temor a su reacción, sino porque sus ojos se habían oscurecido tanto que no había rastro de aquel azul cielo que tanto me encantaba. En su lugar, la mirada de Malek estaba como el cielo durante aquella noche: gélida, oscura y temible.

— ¡Se atrevió a amenazarla y a decirle...! — Bramó.

— Malek, le dije que lo resolví. — Levanté un poco la cabeza y lo vi negar repetidas veces. — La abofeteé, ¿lo recuerda?

— Nadie puede faltarle el respeto a la futura reina de Britmongh, Elizabeth. No hay hombre o mujer en estas tierras que pueda herirla y no obtenga un castigo por ello, ni siquiera yo. —Tomé su rostro entre mis manos e hice lo mismo que él había hecho unos minutos antes, acariciar sus mejillas con mis pulgares.

— Le dije que lo resolví, ¿sí? No se enoje... — Sus ojos se habían cerrado cuando la palma de mis manos entraron en contacto con su piel. — Usted dijo que no se enojaría, me lo prometió.

— Esas palabras debieron haberla herido. — Bufó. — Esa mujer...— Masculló entre dientes.

Él no iba a olvidar ese incidente y que tarde o temprano haría algo, no era necesario que me lo dijera para que lo supiera. Malek podía ser muy flexible en cuanto a muestras de afecto y etiqueta, pero tenía algo muy arraigado y eso era el, ¿qué clase de rey sería si...?

Por eso sabía que Malek la pondría en su lugar porque, ¿qué clase de rey sería si permitiera que le faltaran el respeto a su prometida?

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