Destino Medieval© EE #1 [En E...

Autorstwa Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... Więcej

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đź‘‘CapĂ­tulo Iđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Vđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Xđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIVđź‘‘
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

đź‘‘CapĂ­tulo XIIIđź‘‘

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Autorstwa Nathzel_02

El vestido que utilizaba para ir al baile era hermoso y muy elegante, pero no creía que fuera adecuado que lo llevara. El color de la tela era dorada y aunque con él cubriendo mi cuerpo me sentía hermosa, ese era uno de los colores que utilizaban únicamente los miembros de la realeza y yo no formaba parte de ellos. Sin embargo, aquel era el ropaje que Malek había ordenado que me entregaran y entendía sus motivos.

El vestido que cubría mi cuerpo le quedaría hermoso a cualquier persona y dejaría una muy buena impresión.

— ¿Falta mucho? — Murmuré por lo bajo.

Mi cabello estaba suelto, pero en esos momentos me estaban haciendo unas trenzas delgadas que irían unidas entre sí detrás de mi cabeza, haciendo que mis facciones resaltaran y me viera arreglada.

Malek había sido tajante al ordenar que mi cabello debía ir suelto y sin que nada lo cubriera. Lo repitió una y otra vez, tanto que las mujeres que me ayudaban a arreglarme se habían memorizado sus palabras y las recitaban en voz alta cuando sentían que mi cabello no resaltaba como el rey esperaba.

Después de estar vestida y de que por fin les gustara el peinado, ellas salieron de la habitación para darme un poco de espacio y privacidad. En esos momentos lo que más necesitaba era estar rodeada de silencio y tranquilidad porque desde la salida del alba no había dejado de pensar en faltar al baile y no podía hacerle eso a Malek.

Iba a ser presentada como la supuesta próxima reina de Britmongh y no estaba preparada para ese gran paso. Me aterraba tener toda la atención sobre mí e inevitablemente eso era lo que sucedería esa noche. Todos esos pares de ojos estarían sobre nosotros, admirando a Malek y criticándome hasta más no poder.

— Ya basta, Elizabeth. — Me reñí. — Es solo un baile y no estarás sola.

Pasaron algunos minutos cuando tocaron la puerta y al abrirla ingresó Ágata, una mujer dulce y agradable que no debía tener más de cincuenta años. Ella era una de las mujeres que servían en el castillo y se encargaba de que todos estuvieran cumpliendo con sus labores, algo así como una supervisora. Después de Arthur, Ágata era la persona de confianza de Malek, a quien le confiaba todo lo que en aquella época se consideraba que debía hacer una mujer.

— Señorita, su majestad desea que vaya a verle. — Dijo mientras señalaba la entrada de la habitación con su mano.

— Le agradezco. — Murmuré por lo bajo antes de salir y esperar a que cerrara la puerta para poder seguirla.

Ambas avanzamos por el castillo en silencio y supe hacia donde nos dirigíamos incluso antes de ver la puerta de su despacho. Fueron tantas las ocasiones que recorrí el castillo, que fui capaz de aprenderme cada uno de los recovecos que habían como si hubiera nacido y crecido allí.

Ágata dio dos suaves golpes sobre la madera de la puerta justo cuando nos detuvimos frente a ella, pero no ingresó, se mantuvo esperando hasta que la persona en el interior de la estancia se lo permitiera. Eso era algo que los sirvientes hacían la mayoría de las veces, esperaban a que Malek les ordenara pasar. Si no llegaban a escuchar una respuesta afirmativa o el rey de Britmongh no lo permitía, ellos permanecían en el exterior.

Ese jovencito debía tener peor carácter del que dejaba ver y eso ya era bastante...

— Pase. — Ordenó desde el interior de su despacho.

La mujer no dudó en abrir la puerta, ingresar a la estancia, hacer una corta reverencia y echarse a un lado para que yo también pudiera pasar. El despacho estaba iluminado tenuemente por las antorchas, pero eso no fue un impedimento para que pudiera ver al chico de cabello oscuro que estaba sentado detrás de su escritorio.

Desde el primer instante en el que la puerta se abrió, la mirada desafiante del rey estuvo sobre la mujer y fue así hasta que sus ojos cayeron sobre mí. Cuando se percató de que la mujer no había regresado sola, sus cejas se elevaron y sus comisuras se alargaron un poco mientras se ponía de pie y comenzaba a acercarse.

— Puede retirarse. — Le dijo a Ágata.

La mujer que me guio hasta allí hizo una corta reverencia y se giró para poder cumplir con la orden que se le había dado. Una vez que la puerta se cerró detrás de ella, nosotros tuvimos la libertad de hablar y actuar como solíamos hacerlo.

— Se ve hermosa, Elizabeth. — Dio un paso hacia adelante antes de tomar mi mano entre la suya y besarla castamente.

Algo en el interior de mi estómago dio un vuelco violento.

— Se lo agradezco. — Murmuré con timidez. — Usted también... Se ve apuesto.

En esos momentos podía escuchar los desenfrenados latidos de mi corazón y sentía que estaba hirviendo debido a una fiebre repentina. Estaba nerviosa, no quería que él se percatara de mi reacción porque era posible que pensara que me encontraba enferma y no, simplemente mi cuerpo estaba actuando de una forma extraña.

— Cálmese... — Murmuró sonriente. — Este baile no será diferente a los otros. — Alcé las cejas y me quedé observándolo fijamente hasta que pareció darse cuenta de que su elección de palabras no había sido la correcta.

— Podría ser, pero en mi época los bailes no son nada parecidos a lo que usted conoce. — Contuve la risa cuando vi que en su mirada estaba aquel brillo inconfundible que aparecía cada vez que sentía curiosidad. — No, no voy a explicarle eso en estos momentos.

— Espero conocer más sobre su época después del baile. — Malek levantó un poco su brazo para que me apoyara en él y cuando lo hice salimos de su despacho. — ¿Le he dicho que se ve hermosa?

— Malek...— Golpeé su brazo suavemente, algo que lo hizo reír.

Mientras caminábamos hacia el carruaje que nos llevaría a una de las tierras aliadas de Britmongh y después de comenzar nuestro viaje, estuvimos hablando de temas triviales. Malek me expresaba abiertamente sus dudas, hacía preguntas sobre cosas que en algún momento me había escuchado mencionar y trataba de buscar ejemplos de lo que conocía para ver si lograba hacerse una idea.

No me cansaría de decir que me resultaba divertido y fascinante verlo tan interesado por situaciones que jamás se imaginó y términos que nunca antes había escuchado.

Estuvimos sentados durante largas horas, pero cuando por fin llegamos a la entrada de Rafgli, eché a un lado una de las pequeñas cortinas que cubrían las ventanillas para poder observar el exterior.

Lo poco que lograba ver de aquellas tierras era precioso.

Las viviendas eran muy bonitas e imponentes y a la lejanía se podía apreciar el palacio. La estructura grande y lujosa estaba adornada con telas que caían elegantemente hasta el suelo y se encontraba bien iluminada con antorchas que les anunciaban a los invitados que aquel era el lugar al que debían llegar.

— ¿Qué le parece? — Susurró cerca de mi oreja para que pudiera escucharlo mejor.

— Es precioso. — Asintió, viéndose orgulloso.

Cuando nos detuvimos, Malek fue el primero en bajar y fui capaz de escuchar un leve jadeo proveniente de los que se encontraban de pie a fuera del palacio.

Mi ceño se frunció levemente, pero no dije nada al respecto a pesar de que me resultaba extraño. Si Malek había ido a ese tipo de bailes anteriormente, ¿por qué reaccionaban así?

Los jadeos y cuchicheos se detuvieron abruptamente cuando la mano del rey de Britmongh se adentró hacia el carruaje para que yo la tomara. Con temor y sintiendo que en cualquier momento me caería, coloqué mi mano sobre la suya y me dejé ver por todos los allí presentes.

El rey de Britmongh había llegado y acompañado de una pelirroja desconocida... Ya estaba mentalizándome para escuchar rumores de todo tipo.

Malek elevó mi mano hacia su brazo y sin querer le di un leve apretón que lo hizo girar la cabeza hacia mí. Estaba muy asustada, no era lo mismo imaginarme la situación a estar en ella, frente a una multitud de personas que no dejaban de observarnos.

— Cálmese, estoy con usted. — Susurró cerca de mi oreja. — No voy a permitir que algo le suceda, confíe en mí. — Asentí levemente.

El palacio frente a mis ojos era majestuoso. Las telas que caían hasta el suelo y que eran mecidas suavemente por la brisa nocturna, me hacían sentir como si estuviera en un cuento de hadas.

Definitivamente era una belleza de lugar.

Ingresamos al palacio con pasos seguros gracias a Malek, quien me guiaba y a la vez se aseguraba de que no me tropezara con mis propios pies. Haber caminado entre la multitud fue algo muy intimidante, pero una vez que nos encontramos en el interior de aquella estructura, todos los temores que me habían estado acosando se desvanecieron por algunos instantes.

Dejando a un lado la preciosa arquitectura y las decoraciones que había, podía comprender por qué Malek había sido tan sobreprotectoramente conmigo.

Había cientos de personas a mi alrededor, pero de entre todas ellas no existía ni una sola que tuviera el cabello pelirrojo como yo. La mayoría de los hombres y mujeres allí presentes tenían el cabello negro, luego estaban los de color castaño y por último los rubios.

— ¿A esto se referían todos cuando me llamaban exótica? — Malek dio un corto asentimiento.

— Como puede ver, su cabello es exótico, pero usted también lo es. — Sonrió ladeadamente.

A medida que caminábamos entre las personas que se encontraban solas y las parejas que bailaban al ritmo de la música, las miradas indiscretas nos seguían insistentemente. Era incómodo, pero trataba de mantener mi expresión facial neutral.

Cuando llegamos a un pequeño grupo de personas que se encontraba en un espacio bastante alejado del bullicio, hicimos una corta reverencia y nos mezclamos con ellos. Entre esas personas cuyos nombres eran desconocidos para mí, se encontraba Reli Fracci, el conde charlatán de Sdon. Ese hombre me estaba sonriendo y no dejó de hacerlo cuando se acercó e intentó tomar mi mano para besarla. Sin embargo, se vio obligado a dar un paso hacia atrás cuando mi acompañante le dirigió una fría mirada desbordante de advertencia para que el conde mantuviera una distancia prudente.

— Pero qué ven mis ojos...— El Sr. Fracci murmuró con malicia. — Veo que escuchó mi consejo, rey de Britmongh.

— Desaparezca de mi vista, Fracci. — Mi acompañante masculló entre dientes.

Malek se mantuvo ceñudo después de ese pequeño e incómodo momento, atento a cada uno de los movimientos que hacía el conde.

Muchas de las mujeres que allí se encontraban se acercaban a Malek para halagarlo e invitarlo a bailar, pero él se negaba a alejarse de mi lado. Al ver que no lograrían alejarlo de mí, algunas de ellas me dedicaban miradas cargadas de desprecio y asco que desaparecían cuando volvían a observarlo. El rey a mi lado no parecía inmutarse, de hecho, ni siquiera las miraba cuando le hablaban. Únicamente les prestaba atención cuando yo le daba un leve codazo, solo entonces las observaba de reojo y contestaba con monosílabos.

Los hombres y mujeres que formaban parte del pequeño círculo social de Malek notaron el momento exacto en el que el rey de Britmongh se tensó al ver que un par de hombres se acercaban a nosotros. La gran mayoría de ellos se detuvieron al verse intimidados por la mirada gélida que tenía mi acompañante, pero algunos pocos no fueron prudentes o simplemente no les importó.

Solo tres tontos se atrevieron a avanzar hasta llegar frente a Malek.

— Rey de Britmongh, que agradable es volver a verle. — Dijo un hombre de estatura media, cabello canoso y de complexión gruesa. — Y al lado de una mujer.

— ¿Quiénes son? — Mascullé entre dientes.

Era imposible que ellos pudieran escucharme, había hablado tan bajo que no podrían hacerlo ni aunque intentaran agudizar la audición.

— Reyes que no aprecian sus vidas. — Respondió Malek.

Esos hombres permanecieron allí, halagándome y tratando de que el rey de Britmongh entrara en confianza. Sin embargo, cuando Malek ya no pudo ocultar el malestar que sentía, ellos decidieron alejarse para que el rey no dejara caer su coraje sobre ellos.

Para la mayoría de nosotros ese momento fue bastante intenso e incómodo, pero el conde Fracci parecía estar divirtiéndose. Él se lo estaba pasando de maravilla a costa del malestar de Malek y no contento con eso, había estado lanzando todo tipo de comentarios con el único objetivo de sacarlo de sus casillas.

Podía tener la apariencia de un hombre adulto, pero actuaba como un niño.

— ¿Desea bailar? — Me preguntó mi acompañante.

Durante la mayor parte de la velada habíamos estado de pie en el mismo lugar y rodeados de las personas que le agradaban, por lo que su oferta me resultaba tentadora.

— No sé bailar como ustedes. — Murmuré con timidez, sintiendo que el calor subía a mi rostro y se instalaba en mis mejillas. — De hecho, no sé bailar nada.

— Puedo mostrarle, pero le aseguro que nadie se atreverá a juzgarla. Nadie nos juzgará. — Extendió su mano hacia mí y la tomé sin dudarlo.

Confiaba en su palabra porque él lograba que todo fuera más llevadero y seguro.

Malek tenía mi entera y absoluta confianza...

Me dejé llevar por él hasta el centro del gran salón y una vez que encontró un espacio digno para enseñarme a bailar, me acercó un poco a su cuerpo y comenzamos a movernos al ritmo de la música. Los primeros pasos habían sido lentos para que pudiera aprenderlos, pero con el pasar del tiempo me llené de confianza y fuimos aumentando la velocidad hasta terminar bailando como el resto.

Estaba bailando junto a la alta jerarquía de la época...

Por más que lo intentara no era capaz de borrar la sonrisa de mis labios y tampoco podía dejar de reír por cada cosa que Malek decía.

Me estaba divirtiendo como una chica normal y no me desagradaba en absoluto. Me sentía feliz y libre...

— No puedo creerle cuando dice que nunca antes había bailado. — Malek se veía sorprendido y no era el único.

— Le aseguro que no miento, es la primera vez que hago esto. — Respondí sonriente.

Siempre creí que sería una pésima bailarina, pero allí me encontraba, moviéndome como si hubiera tomado clases de baile durante toda la vida.

El tiempo que estuvimos en moviéndonos por el salón lo hicimos entre risas, ya fueran provocadas por trivialidades o por comentarios divertidos y espontáneos. Nos encontrábamos en el interior de una burbuja de tranquilidad y alegría, algo que para los presentes era difícil de ignorar. Cuando Malek reía algunos invitados lo observaban con extrañeza, por lo que supuse que nunca antes lo habían visto tan relajado y amigable como en ese momento.

— Esto es maravilloso. — Murmuré cuando dejamos de bailar y comenzamos a caminar hacia donde se encontraba el conde Fracci y las otras personas.

La pequeña sonrisa que había aparecido en los labios del rey de Britmongh se esfumó y no supe el motivo hasta que observé hacia adelante.

— ¿Quién es la mujer que se encuentra a su lado, rey de Britmongh? — Preguntó un hombre que llevaba del brazo a una joven.

Ella era bonita, tenía el cabello rubio, los ojos azules y llevaba un vestido escarlata que la hacía ver delicada. Su rostro se iluminó tan pronto escuchó que el señor mencionaba a Malek y entonces entendí el motivo por el cual se habían acercado.

Otra enamorada, otro momento incómodo.

— Ella es mi prometida, Elizabeth. — Quise cubrirme la boca con las manos y gritar.

El rostro alegre de la chica comenzó a caerse en pedazos frente a mis ojos y en su lugar apareció aquello a lo que ya estaba acostumbrada: odio, asco y desprecio.

— ¿Disculpe? — Escupió el hombre, dejándose ver realmente molesto.

Quería hacerme pequeña y desaparecer de allí, irme lejos de ese par de que no me observaban como persona, sino como un asqueroso insecto al que debían eliminar.

— Le ofrecí a mi hija para que la desposara, pero usted dijo que no deseaba compartir su trono ni su lecho y, ¿se comprometió con esta...? — El señor me observó de arriba a abajo, una y otra vez. — ¿Hará reina a esta mujer? — La forma despectiva en la que se refirió a mí no pasó desapercibida por nadie.

No había sido de mi agrado que me hablara así y al conde Fracci tampoco pareció gustarle ya que su ceño se frunció bruscamente y comenzó a acercarse a nosotros. Sin embargo, al que menos gracia le causó fue a Malek, quien perdió todo rastro de falsa amabilidad. En esos momentos observar al rey de Britmongh era como contemplar a una piedra completamente lisa. Su expresión facial estaba en blanco y de no haber sido porque sus ojos reflejaban el malestar que sentía, habría pensado que no pudo escuchar las palabras del hombre.

— Cuide bien sus palabras, duque de Vielnatt. Podría molestarme la forma en la que habla y observa a mi prometida. — Dijo con un tono de voz bajo y peligroso que me erizó los vellos de la nuca. — Deseo recordarle que la mujer a mi lado será quien reinará junto a mí, por lo que merece respeto. Si escucho que usted o alguno de los suyos habla de mi prometida como lo hizo, le aseguro que no mediré mi malestar. ¿Ha entendido? — Su amenazante mirada estaba fija en la del duque que temblaba ligeramente.

Nunca lo había visto actuar así, con tanta frialdad. Si bien en un principio había sido bastante cruel conmigo, sus ojos jamás me observaron con esa controlada ira, con esa sed de sangre. Por unos instantes creí que se lanzaría sobre el señor para golpearlo, pero no fue así, Malek giró la cabeza hacia mí y elevó sus comisuras, mostrándome una sonrisa forzada que me hizo saber que la presencia de ese se hombre había acabado con todo su buen humor.

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