Destino Medieval© EE #1 [En E...

By Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... More

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👑Capítulo I👑
👑Capítulo II👑
👑Capítulo III👑
👑Capítulo IV👑
👑Capítulo V👑
👑Capítulo VI👑
👑Capítulo VII👑
👑Capítulo VIII👑
👑Capítulo IX👑
👑Capítulo XI👑
👑Capítulo XII👑
👑Capítulo XIII👑
👑Capítulo XIV👑
👑Capítulo XV👑
👑Capítulo XVI👑
👑Capítulo XVII👑
👑Capítulo XVIII👑
👑Capítulo XIX👑
👑Capítulo XX👑
👑Capítulo XXI👑
👑Capítulo XXII👑
👑Capítulo XXIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXV👑
👑Capítulo XXVI👑
👑Capítulo XXVII👑
👑Capítulo XXVIII👑
👑Capítulo XXIV👑
👑Capítulo XXX👑
👑Capítulo XXXI👑
👑Capítulo XXXII👑
👑Capítulo XXXIII👑
👑Capítulo XXXIV👑
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

👑Capítulo X👑

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By Nathzel_02

Habían transcurrido meses desde que hice acto de presencia en la Europa medieval y fui acogida por el rey de Britmongh. Antes, cuando Malek trataba de ganarse mi confianza, solía encontrármelo en todas partes, pero en esos momentos dar con él era prácticamente un milagro.

Las pocas ocasiones en las que lograba verlo eran cuando se encontraba lejos y ocupado, amenazando de muerte a algún miembro de la alta jerarquía de la época o encargándose de asuntos del reino. Cuando eso sucedía siempre estaba molesto y demasiado serio, por lo que prefería mantenerme distante para no hacerlo perder el tiempo con mis tonterías.

Allí no tenía mucho que hacer, por lo que la mayor parte del día me encontraba aburrida y caminando por el castillo sin rumbo alguno. Había leído todos y cada uno de los pergaminos que Malek tenía en su biblioteca e incluso llegué a dibujar en todos aquellos que se me habían autorizado y no contenían nada importante.

Mis niveles de aburrimiento eran tan altos que había llegado a sentarme afuera solo para arrancar el césped con mis manos y no dejaba de hacerlo hasta que los dedos me dolían.

— Por el amor de Dios...— Murmuré mientras me acostaba sobre el césped.

Para mi desgracia, Malek había tenido razón al decir que hombres de todas partes de Europa irían al castillo. En esos últimos días no habían dejado de entrar y salir personas extrañas con muchos obsequios, pero todos se marchaban de la misma forma, con las manos vacías y recibiendo gritos por parte del rey.

A la hora de la cena y como ya estaba acostumbrada a que sucediera, comencé a comer en completa soledad. En realidad no me encontraba sola porque ahí estaban las mujeres que siempre servían, pero no era lo mismo porque ellas no solían hablar, preferían asentir o negar con la cabeza para evitar ser castigadas.

Comer en silencio no era lo mismo.

Me había acostumbrado a los constantes intentos de conversación de Malek, que me preguntara por cosas de mi época y que me contara sobre la suya. Siempre comenzábamos así y terminábamos envueltos en una entretenida conversación que no terminaba ni siquiera cuando recogían los platos y se llevaban la comida sobrante. Sin embargo, en esos momentos era la única persona sentada en la mesa porque él prácticamente se había mudado a su despacho para poder resolver unas situaciones y darles prioridades a otras, por lo que no podía acompañarme ni aunque se lo rogara.

Malek no me lo había dicho, pero estaban sucediendo cosas y aunque desconocía el grado de gravedad de cada una de ellas, era evidente que lo tenían tenso y de muy mal humor.

Mientras me llevaba un pedazo de pollo a la boca y lo masticaba con lentitud, por el rabillo del ojo vi que las servidoras reverenciaban a alguien que se encontraba a mis espaldas. Al girarme para ver de quién se trataba, me encontré con aquellos ojos azules que no había visto desde hacía bastante tiempo.

¿Cómo se suponía que debía reaccionar?

Ambos teníamos una cierta confianza, pero él era un rey y como no habíamos intercambiado palabra alguna en varios días, lo primero que se me ocurrió fue levantarme de mi asiento y hacer una pequeña reverencia. Cuando volví a mi posición inicial pude ver su ceño profundamente fruncido, lo que me dio a entender que mi forma de actuar no había sido de su agrado.

¿Qué se supone que hiciera entonces?

Malek avanzó hacia la mesa en completo silencio, pero sin apartar su mirada de la mía. Creí que se dirigiría a su asiento y pediría que le sirvieran la comida, pero no fue así, arrastró la silla que se encontraba a mi lado y se sentó. Todos los allí presentes teníamos nuestra atención sobre el hombre que no se veía incómodo ante tanta atención, de hecho, ni siquiera parecía darse cuenta de lo extraño que nos resultaba verlo actuar así.

— ¿Todo está bien? — Con la elegancia que lo caracterizaba, Malek hizo un movimiento de manos para que las mujeres salieran del comedor.

Esa silenciosa orden me había puesto de los nervios y sentía que mi corazón iba a colapsar debido a lo rápido que latía. No podía dejar de preguntarme si buscaba que estuviéramos a solas porque tenía que decirme algo importante o porque alguien le había dicho que era una espía y pensaba matarme allí mismo.

— ¿Qué sucede? — Murmuré.

— ¿Cómo se encuentra? — Me miró como si estuviera esperando una respuesta positiva y agradable.

— ¿Me está diciendo que todo esto fue solamente para saber cómo he estado? — Asintió mientras trataba de contener una sonrisa que amenazaba con escaparse de sus comisuras. — Gracias por asustarme. — Sonreí forzadamente. — He estado aburrida, ¿y usted? — Sus ojos se entrecerraron.

Estaba segura de que preguntaría por el significado de aquella palabra que le resultaba desconocida.

— ¿Aburrida? — Asentí sonriente.

Era divertido tener que explicar algo tan simple como lo era el aburrimiento y que él, al no tener ni idea de lo que significaba, se viera muy interesado.

— Sí. Cuando no tiene nada que hacer, con quien hablar o algo que ver, eso es el aburrimiento. — Él asintió lentamente.

— ¿Y usted está aburrida? — Malek estaba muy atento a cada uno de mis gestos y movimientos.

— Así es. — Volvió a asentir.

— ¿Cuándo está conmigo se encuentra aburrida? — Mi ceño se frunció levemente porque no esperaba que me hiciera una pregunta así.

— No, no me aburro cuando estoy con usted. — Él sonrió ladeadamente, viéndose vanidoso.

— Termine de alimentarse, saldremos del castillo para que no esté aburrida. — Se acomodó en la silla con la intención de esperar a que terminara de comer.

— ¿Usted no se alimentará? — Sus ojos se entrecerraron un poco, como si estuviera ordenándome que no dejara de comer. — ¿A dónde iremos?

— ¿Quiere que me alimente con usted? — Asentí rápidamente.

Como Malek no había tenido pensado sentarse a cenar, tuvo que esperar a que las mujeres ingresaran para ver si deseábamos algo. Una vez que tuvo su plato repleto de comida y su copa llena de vino, volvió a ordenarles a las mujeres que salieran.

— No me ha dicho a dónde iremos. — Lo observé por el rabillo del ojo antes de bajar la mirada y tomar un poco más de pollo que había en mi plato.

— Podríamos recorrer los alrededores del castillo, ir al pueblo o montar a caballo. — Mi cabeza se levantó como si tuviera un resorte.

— ¿Ha dicho montar a caballo? — Asintió con lentitud. — Por favor, por favor, vamos a montar a caballo. Jamás he ido a cabalgar, ¿sí? Por favor... — Malek me observaba con diversión y escuché una pequeña risa nasal por su parte.

— Aliméntese, debemos ir a montar a caballo. — Con eso dicho, ambos cenamos en silencio mientras me carcomían las ansias por ir a montar por primera vez.

Luego de cenar y reposar un poco para evitar tener percances, nos dirigimos hacia los establos. Estaba muy emocionada por estar cerca de un caballo por primera vez y Malek parecía ilusionado por presentarme a sus corceles.

Cuando llegamos al lugar pude contar unos seis caballos, pero no fui capaz de verlos bien hasta que comenzamos a caminar frente cada uno de los espacios.

— Este es Caín y él es Molokai. — Me mostró a los dos corceles que eran completamente negros. — Ellos son Octov, Saíl y Misha. — Caminamos frente a dos de color marrón y uno pinto. — Y ella es Arabella. — Dijo con evidente orgullo cuando se detuvo frente al corcel blanco.

— Son preciosos... — Intenté acariciar a Arabella, pero él sujetó mi muñeca para que no lo hiciera.

— No, Arabella podría atacarla. Si desea acariciarla debe acercarse despacio y no confíe en ella, ¿de acuerdo? — Asentí y él sujetó mi mano para guiarla hacia la yegua.

Tomé en cuenta todo lo que dijo y fui repitiéndolo a medida que nuestras manos se acercaban a su hocico con lentitud para no asustarla. Al principio hizo un movimiento con la cabeza que me asustó e hizo que retrocediera un poco, pero Malek inmediatamente tomó el control de la situación. Él sujetó mi mano con firmeza y la guio lentamente hasta que me encontré acariciando el hocico de la yegua.

— Eres una yegua preciosa... — Susurré para que no se alterara.

— Le agrada. — Murmuró Malek mientras liberaba mi mano y daba un paso hacia atrás.

— ¿Cómo está seguro? — Le di una rápida mirada antes de volver mi atención hacia Arabella.

Seguía recordando las palabras de Malek, sobre todo el momento en donde dijo que no confiara en ella.

— Le dije que Arabella es desconfiada, no permite que la toquen. Sin embargo, usted está tocándola y no ha sido atacada por ella. — Él hablaba de la yegua como si la conociera bien. — Si usted no le agradara ella no hubiera permitido que se acercara demasiado, la habría pateado o mordido. — Ella relinchó, causando que me sobresaltara. — No tema, no va a atacarla.

— De acuerdo. — Susurré. — Muchas gracias por dejar que me acercara a ti, Arabella.

Poco a poco fuimos acariciando a uno por uno y le dimos de comer. Eran unos caballos maravillosos y bastante tranquilos e incluso, para el asombro de Malek, Arabella se había dejado mimar.

— Ya que la conocen podrá venir cuando lo desee, pero no tiene permitido montar a caballo estando sola. — Dijo mientras tomaba las cosas necesarias para ir a cabalgar. — Llevaremos a Arabella y Molokai.

— ¿Puedo ir en Arabella? — Dejó de observar lo que hacía para alzar la mirada hacia mí.

Se veía dubitativo y entonces entendí que Arabella no solo era su orgullo, sino que era la yegua que siempre utilizaba para cabalgar y como yo era primeriza, había elegido el caballo más tranquilo que tenía en su caballeriza.

— Podría lastimarse. — Dijo antes de continuar con lo que había estado haciendo.

— Comprendo que es su yegua, pero le aseguro que seguiré todas sus órdenes, no me separaré y usted podría ir sujetando la rienda. — Lo vi apretar los labios. — Por favor... — Se puso de pie y exhaló ruidosamente.

— ¿Seguirá todas mis órdenes? — Asentí con la cabeza. — ¿No se quejará? — Negué rápidamente. — Está bien, le cederé a Arabella solo por esta ocasión. — Alcé los brazos y chillé de la emoción. — Pero no puede alejarse.

— No lo haré, lo prometo. — Salimos del guadarnés con todo lo que necesitábamos y luego nos acercamos a los caballos.

Una vez que los caballos se encontraron listos para montar, Malek dejó de verse relajado.

— Acérquese, le mostraré cómo debe montar. — Me dio una rápida mirada antes de comenzar a explicarme todo lo que debía hacer.

Todo era entendible e iba bien hasta que llegó a la parte en donde debía sentarme con las piernas a un solo lado del caballo. Eso me parecía muy peligroso, mi seguridad dependía básicamente de mis manos y si llegaba a suceder algo y me soltaba, podría considerarme una mujer muerta.

No, no iba a montar a caballo como una señorita lo haría.

Siendo respetuoso y teniendo cuidado de no hacerme sentir incómoda, él puso sus manos sobre mi cintura y alzó mi cuerpo para que pudiera sentarme en el lomo de Arabella. Ella ni siquiera se inmutó cuando sintió mis manos y me senté, se mantuvo tranquila y Malek no podía de dejar de observarla con asombro.

— Admirable... — Murmuró para sí mismo. — ¿Qué está haciendo? — Malek observaba horrorizado por la forma en la que estaba sentada sobre el lomo de Arabella.

— En mi época la mayoría de las personas montan a caballo así, es más cómodo y seguro. — Su ceño se frunció bruscamente.

— Una señorita no debería sentarse así. — Alcé las cejas.

— Claro que no, en su época todo es muy anticuado. En mis tiempos las cosas son más relajadas y liberales, aunque aún nos falta mucho por mejorar. El tema es que nosotros podemos cambiar nuestro color de cabello al gusto, podemos escribirnos y dibujarnos la piel para siempre y por supuesto, nosotras las mujeres podemos sentarnos con las piernas abiertas. — Sonreí antes de continuar hablando. — No solo eso, el hombre que lo desee puede utilizar falda o vestido y la mayoría de las mujeres suelen utilizar pantalones. Ah, y ni hablar de los cambios de genero porque entonces a usted le daría un infarto.

En esos momentos su expresión facial era igual a la de un padre tallado a la antigua que veía el tatuaje que su hija se había realizado.

— Espero que jamás haga ninguna de esas cosas horribles que hacen en su época. — Apreté los labios para evitar echarme a reír.

— No tomo asiento como lo haría una señorita de su época, uso pantalones como usted y no tengo modales. A veces digo palabrotas, también me gustan los dibujos en la piel y he pensado en cambiarme el color del cabello en más de una ocasión. — Al escuchar eso último se giró bruscamente hacia mí.

— Usted no debería hacer lo que ha dicho, pero sobre todo, ni se le ocurra tocar su cabello. — Comencé a reírme mientras él me observaba fijamente.

Si creía que iba a comportarme como una mujer de su época solo porque me lo había ordenado, estaba muy equivocado. Por más que me mirara desafiante y esperara que acatara sus exigencias no lo haría, principalmente porque eso implicaría dejar de ser yo.

Después de que recuperara la compostura Malek se subió sobre Molokai y se acercó para tomar parte de la rienda de la yegua.

— ¿Está preparada? — Asentí a su pregunta y casi al instante comenzó a avanzar.

Los primeros pasos de los caballos fueron relativamente lentos para que yo pudiera acostumbrarme, pero cuando vio que no me encontraba tensa aligeró la cabalgata hasta que estuvimos pasando por al lado de los árboles a gran velocidad.

Aquello era lo que había necesitado para recargar mis energías, sentir el viento golpear mi rostro con fuerza y que mi cabello danzara salvajemente. Era una experiencia increíble y por primera vez desde que había llegado a Britmongh podía decir que me sentía plenamente feliz.

Mi corazón latía con fuerza debido a la gran emoción que sentía en ese momento.

Después de estar largos minutos cabalgando, Malek fue haciendo que los caballos bajaran la velocidad hasta que se detuvieron en una bonita y tranquila llanura repleta de flores. A unos pasos de distancia se encontraba una cascada que no era muy grande, pero el agua cristalina que caía la hacía ver majestuosa.

— Es precioso. — Susurré.

— Sabía que le agradaría. — Dijo Malek, quien había bajado de Molokai para ayudarme.

Una vez que mis zapatos volvieron a estar sobre el suelo estuvimos disfrutando de un cómodo silencio hasta que él decidió hablar.

— Elizabeth, debo hablar con usted. — Me giré hacia él para tener toda mi atención sobre él. — Usted sabe que hombres de toda Europa han recorrido tierras lejanas solo para verla y tratar de cortejarla. — Mi humor cayó en picada. — Debo mantenerla protegida, ¿lo entiende?

— ¿Qué es lo que intenta decirme? — Malek apretó los labios antes de hablar.

— He estado preocupado por su bienestar y el de mi pueblo. Temo que nuestros enemigos nos ataquen porque no he permitido que la desposen. — Asentí levemente. — He hablado con Arthur y me ha aconsejado.

— ¿Qué le dijo? — Su mirada se perdió entre las aguas cristalinas y entrecerró los ojos como si estuviera recordando la conversación con su consejero.

— Piensa que debería hacerla mi prometida hasta que usted pueda volver a su hogar. De esa forma la respetarían y no nos atacarían para llevársela a tierras lejanas. — Entre nosotros se formó un gran e incómodo silencio.

Mis ojos estaban fijos en el hombre que trataba de evitar observarme. Trataba de encontrar algo que me indicara que era una mentira, pero con cada segundo que pasaba, más convencida estaba de que hablaba en serio.

— ¿Comprometernos? — Él asintió lentamente.

— Hasta que regrese a su época. — Exhalé ruidosamente.

Él debió haber pensado en otras alternativas antes de hablar conmigo.

No me agradaba la idea de estar comprometida, principalmente porque creía que ese título era algo importante que no se le debía asignar a cualquiera. Sin embargo y analizando la situación, no tenía muchas opciones. Sabía que Malek no me obligaría a aceptar su propuesta, pero me estaba dando una solución para estar protegida y no volver a ser molestada por esos molestos e insistentes sujetos.

— De acuerdo... — Volví a exhalar. — Hagámoslo, comprometámonos. — Murmuré mientras me sumergía en mis pensamientos. 

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