Destino Medieval© EE #1 [En E...

Oleh Nathzel_02

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💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Primer libro d... Lebih Banyak

⚠️
đź‘‘CapĂ­tulo Iđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Vđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo VIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo IXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo Xđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XIXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXVIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXIVđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIIIđź‘‘
đź‘‘CapĂ­tulo XXXIVđź‘‘
Orden de la saga
Seguimos vivos, pero a qué costo.

đź‘‘CapĂ­tulo IVđź‘‘

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Oleh Nathzel_02

Habían pasado dos noches desde que me había encerrado en esa habitación. Aquel era el único lugar en donde me sentía a salvo y tranquila, porque no confiaba en las personas que se encontraban detrás de la puerta y seguían con sus vidas como si nada hubiera sucedido.

A pesar del tiempo transcurrido, continuaba estando asustada y me costaba dormir. No era capaz de cerrar los ojos durante mucho tiempo porque temía despertar y encontrarme en otra parte, mucho más expuesta y perdida de lo que me encontraba en esos momentos.

Ese hombre me había entregado para que el otro hiciera conmigo todo lo que pasara por su retorcida mente. Estaba bien que no confiara en mí porque era una completa desconocida, pero que me hubiera entregado como si yo fuera una simple botella de plástico era demasiado.

Resultaba evidente que desde un comienzo ese hombre había deseado matarme y también era del conocimiento de todos que le desagradaba mi presencia, pero regalarme... Él había sobrepasado los límites.

Yo jamás me hubiera atrevido a hacerle algo así a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo.

— Levántese. — Me sobresalté al escuchar una voz y alcé la cabeza.

Me había sumergido tanto en mis pensamientos que ni siquiera escuché cuando abrió la puerta.

Rápidamente retrocedí y me puse de pie, solo para no encontrarme en una mayor desventaja. Él podía ser más alto y fuerte, pero si me s ele ocurría hacerme algo mientras estaba sentada no iba a tener oportunidad de huir o defenderme.

Me encontraba molesta y no lo había sabido hasta ese momento. Verlo allí, de pie frente a mí y a punto de darme órdenes o insultarme, aumentaba el malestar que había en mi interior.

Estaba cansada de sus malos tratos, de sus constantes faltas de respeto y de ser tratada como si hubiera cometido algún delito imperdonable.

— Salga. — Dije con el mismo tono demandante que él había utilizado desde que yo había llegado a ese lugar.

— Este es mi castillo, espía, no puede darme órdenes y echarme de lo que me pertenece. — Dio un corto asentimiento. — Ahora mujer, salga. — Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y me miraba desde arriba con frialdad.

Me observaba como si frente a él se encontrara un insecto.

— Adivine qué, gran genio. — Quise gritar y estampar mi cabeza contra la pared cuando aquellas palabras se escaparon de mi boca.

Ya no había vuelta a atrás. Sus ojos estaban sobre mí y no estaba dispuesta a bajar la cabeza después de todo lo que había hecho.

— No me importa si este es su castillo o el de la reina Isabel. — Continué hablando. — Esta habitación... — Pisé con fuerza y en repetidas ocasiones el suelo que había bajo mis zapatos. — Se me fue asignada y si yo digo que usted sale, sale. ¿O qué? ¿Hay alguien más a quien me vaya a regalar para que abuse de mí y me golpee hasta el cansancio? — Le estaba gritando y su expresión de asombro era la misma que yo habría tenido en esos momentos si no hubiera estado tratando de hacerme la valiente.

Su rostro poco a poco fue recuperando esa seriedad y frialdad que lo caracterizaba. Cuando abrió la boca para responderme lo interrumpí, haciendo mucho más grande el hueco imaginario en el que ese hombre lanzaría mi cadáver para que fuera devorado por los insectos.

— No, no. Cierre la boca y escúcheme bien, rey de los imbéciles. No me interesa si le agrado o no, debe respetarme. ¿Cree que me gusta estar aquí? No, en absoluto. Aborrezco ver su cara todos los días y estar en este lugar que se encuentra más de dos mil años atrás de donde vengo yo, así que deje de molestarme. Pronto me iré y tendrá su tonto aposento vacío para que pueda entrar cuantas veces le salga del trasero. — No supe cuándo, pero me había acercado demasiado a él y había estado golpeando su hombro con mi dedo índice.

Al día siguiente le saldría un buen morete y esperaba que le doliera mucho.

Solté todo el aire que había estado conteniendo y salí de allí, dejándolo con una mezcla de asombro y confusión. Avancé por el pasillo pisando fuerte y murmurando todo tipo de insultos hasta que salí al exterior del castillo.

Necesitaba tomar aire y de ahí nadie podía sacarme.

Estaba agotada y todo el tiempo deseaba echarme a llorar, pero no iba a hacerlo, me negaba a volver a dejar escapar una sola lágrima y tampoco estaba dispuesta a soportar el mal trato que había estado recibiendo.

Nunca le había hablado a alguien como lo había hecho con ese tal Malek y aunque mi osadía podía costarme mucho, no me arrepentía. Si bien no era una señorita que solía tomar el té los viernes por la tarde mientras levantan su dedo meñique, tampoco era grosera, de hecho, no solía decir palabrotas.

Ese gran tonto había logrado sacar lo peor de mí. Me había deshecho de toda la frustración y coraje que llevaba acumulándose dentro de mí durante todo ese tiempo. Sin embargo, ya que había dicho todo lo que pensaba, no sabía cómo seguir. Me encontraba en un punto muerto y desconocido para mí porque jamás me había enfrentado a alguien, mucho menos a un rey.

¿Cómo saldría de ese lugar? ¿Realmente podría volver a mi hogar o solo me estaba aferrando a ese pensamiento?

Tal vez me encontraba atrapada allí para siempre...

— Señorita... — Giré mi cabeza hacia la derecha y me encontré con Arthur, quien se encontraba de pie a mi lado.

Por el rabillo del ojo pude ver un rey visiblemente molesto. Él daba órdenes a los sirvientes y había sobresaltado a más de uno con sus gritos.

— ¿Sí? — Pregunté, poniendo toda mi atención en el hombre a mi lado.

Arthur era un hombre mayor, lo suficiente como para que su larga cabellera estuviera teñida de un gris platinado. Era alguien alto, pero no demasiado, de hecho, el rey le pasaba en estatura por al menos media cabeza.

— He escuchado las palabras dichas por usted. — Apreté los labios tan pronto escuché eso.

Eso significaba que había ido a regañarme. De ser así, la presencia del rey salvaje tendría sentido porque estaría asegurándose de que su hombre de confianza estuviera cumpliendo con sus órdenes.

Aunque si debía vigilarlo, entonces no debía confiar tanto en Arthur...

— He de decir que comprendo su sentir, pero la forma en la que le habló al señor no fue la correcta. Él es el rey de estas tierras y por lo mismo, merece respeto aunque su actuar no haya sido de su agrado. Se lo pido por su bienestar, señorita. — Bajé la mirada a mis manos antes de contestar.

Arthur me parecía el típico padre o abuelo amoroso. No entendía por qué alguien tan bueno como él estaba fielmente al lado de semejante rey.

— Arthur, lamento decirle esto, pero si ha venido en buscando una disculpa no la encontrará. Su rey me faltó el respeto, ha lastimado mi piel, me privó de mi libertad y me entregó a un hombre como si yo no valiera nada. ¿Su señor está molesto? — Asentí levemente. — Muy bien, yo también lo estoy. Él podrá ser rey, pero eso no le da ningún derecho para tratarme como lo ha estado haciendo porque le recuerdo que no soy parte de su pueblo, no es mi rey. Será mejor que se comporte y asuma como adulto la crítica que se le fue dada. — Señalé hacia donde el hombre de ojos azules se encontraba. — No es un niño. — Arthur pareció contener la respiración antes de que sus comisuras se elevaran un poco.

— Le haré saber su pensar señorita, pero le estaría agradecido si muestra un poco de respeto por el rey. Su majestad se encontraba preocupado por usted después de ver lo que había causado. — Dejando esas palabras en el aire, se dio la vuelta y comenzó a avanzar hacia donde se encontraba su señor.

Fue un muy buen intento por parte de Arthur, pero no me iba a ablandar ni daría mi brazo a torcer.

Sin ser realmente consciente de lo que hacía abracé mis piernas y puse mi cabeza sobre las rodillas. Necesitaba averiguar cómo y por qué había llegado a esa época y el motivo por el cual no podía regresar a mis tiempos.

Me preguntaba si allí donde había nacido, correría el tiempo como lo hacía en la Europa del año quinientos nueve. Me hubiera gustado saber si mi madre se había percatado de mi ausencia. Habría hecho todo por saber si mi madre y hermano se encontraban bien y me hubiera encantado saber en ese mismo instante si algún día podría volver a abrazarlos.

Comencé a estampar suavemente mi frente contra mis rodillas en un torpe intento por controlar el llanto. Inhalé y exhalé hondo mientras alzaba la cabeza y miraba el cielo, perdiéndome nuevamente en mis torpes deseos.

No sabía con exactitud cuántas horas llevaba allí sentada, pero se había hecho de noche y yo seguía ahí, con el trasero entumecido y adolorido hasta más no poder. Prefería mil veces que me doliera la retaguardia y sentir paz mientras la suave brisa rozaba mi piel, a estar en el interior del castillo en medio de una guerra campal de gritos, ordenes, miradas feas y malos tratos.

Era mejor disfrutar de la brisa nocturna y pescar un resfriado a estar calentita, pero enferma de los nervios.

Comencé a tararear una de las canciones que mamá solía cantar cuando cocinaba y poco a poco mi voz se fue quebrando hasta que no fui capaz de hablar. Mis sollozos desgarraron el silencio de la noche justo cuando volví a poner mi cabeza sobre las rodillas y me dejé llevar por la nostalgia.

Si alguien me hubiera dado a escoger entre seguir soportando las crueles y constantes burlas de mis compañeros o dejar a mi familia para viajar a un lugar desconocido, habría elegido ser el centro de las chistes.

Intenté dejar de llorar mientras me repetía que había dicho que no lo volvería a hacer, pero eso solo parecía aumentar mi llanto.

No entendía por qué estaba pasando por aquello si no era valiente, ni siquiera me había atrevido a mirar a los ojos a quienes me habían estado molestando durante años...

Volví a alzar la cabeza para observar el cielo y sonreí levemente. La luna tenía una hermosa luz que iluminaba todo con elegancia y esplendor, era simplemente majestuosa.

— Ay, papá...— Murmuré por lo bajo. — Si aún estuvieras con nosotros y vieras lo llorona que soy estarías burlándote de mí, lo sé. Posiblemente me habrías dicho lo tonto que es que estuviera llorando en esta situación cuando no derramaba ni una sola lágrima cuando me empujaban y tiraban de mi cabello. — Sorbí mi nariz. — Y yo me reiría porque tendrías razón. Incluso quiero reírme ahora, porque estoy pensando en lo que hubiera pasado si hace dos años no hubieras tenido que partir de nuestras vidas. — Reí sin pizca de gracia. — Es gracioso y patético pensar que podrías contestarme cuando ni siquiera... Cuando ni siquiera he ido a visitarte al cementerio desde que te dimos el último adiós. — Volví a sorber mi nariz. — Me gustaría reír, pero no puedo hacerlo.

Necesitaba conocer el motivo por el cual me encontraba allí, pero no sabía por dónde debía comenzar a buscar.

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