Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 2: Chica batido.

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By Mariansosaaa

                            

Gwen Trainor.



Es martes. El gran día.

Estaba de camino a la universidad. Tal vez llevaba una hora y media de carretera. No me faltaría nada para llegar. Anoche aproveché el tiempo y metí las cajas de una vez en el auto, para no tener que hacerlo muy temprano. Sabía que el principio de la mañana sería consumido por mis sentimentales padres, quienes apenas lograron dejarme ir. Mi mamá lloró por veinte minutos seguidos mientras mi papá hacía vídeos y nos sacaba fotos. Por lo menos habrá evidencia para burlarnos en unos cuantos años. Esto me recordó cuando pasé a la secundaria, en cambio esa vez era mi padre quien lloraba incontrolablemente.

Al despedirme con un eterno abrazo de ellos, Wells y Thomas llegaron. Fue el dulce llamado de partir. Lo que desató más lágrimas en mi mamá. Actuaban como si más nunca me fueran a ver, como si estuviera mudándome a otro país. Para calmarla le recordé que solo estaría, para ser exacta, a una hora y cincuenta minutos de distancia y que podía irme a visitar cuando quisiera.

Aparte de la despedida de mis padres, hubiese querido que Hult estuviese ahí. Acostumbraba a verlo todos los días. Pero era algo entendible, su tipo de trabajo es algo a lo que no puede omitir ni un día. Ayer, fue él quien me ayudó a poner adentro las cajas, pasó todo el día conmigo... ¿Es normal que a alguien le guste tanto una persona? Porque me gusta de la misma forma que cuando empezaron a surgir mis sentimientos por él. Cuando me hallo con él, me siento tranquila, y la felicidad no parece acabarse ni un sólo momento. Sin embargo, a veces siento que aún somos amigos, lo que está bien, claro. Lo principal de una buena relación es la amistad. Pero se siente así, como si fuésemos amigos enamorados que se besan. Nunca me ha pedido ser su novia, algo que me parece ridículo de pedir. Pero me conformaría al menos con un: nuestra relación.

Jamás lo he escuchado decir un tema englobado a "nuestra relación". Esas palabras nunca salen de su boca. Una vez me llevó a casa del gerente de la tienda la cual le diseña tatuajes y no me presentó como su novia. Solo dijo: ella es Gwen. Y ya. Eso fue todo.

Estoy consciente que no es una persona común con padres y familia a la que pueda llevar a su novia a una cena para que la conozcan. Pero... No lo sé, creo que soy insegura en cuanto lo que siente por mí. Duré menos de dos meses con mi primer novio. Stephen. ¿Por qué? Le gustó otra, más voluptuosa que yo. Así me ha sucedido varias veces cuando conozco a chicos, me miraban como a la persona con la que podían divertirse, pero no con la que estarían. Sin embargo, Hult no es ninguno de ellos. Hult era totalmente distinto. Y no dudaba de su amor, es algo más complicado. Cada mente es un completo universo distinto, muy conflictivo y enredoso.

Creo que quisiera más seguridad en cuanto a lo nuestro. Pues, una persona te puede creer su santo cielo, pero otra cosa distinta es si de verdad quiere una relación.

La carretera acabó, cuando los edificios comenzaron a aparecer. Era muy temprano, y la gente se hallaba caminando por las aceras y cruzando calles para irse a sus respectivos trabajos u oficios. En la radio sonaba Lust For Life de Lana del Rey y The Weekend. Bastaba eso para alegrar mi mañana. Los autos de Thomas y Wells iban delante de mí, guiándome por el camino. Esta pequeña ciudad era muy hermosa, nada parecida a donde vivía. Cruzamos en la quinta calle a la derecha, adentrándonos en un camino extenso entre unos edificios. Y a lo lejano vislumbré el gigante campus de la universidad, donde se podían ver esos pequeños edificios de colores beige, que eran donde residían parte de los estudiantes.

No era la primera vez que venía, era la tercera. La primera vine con mis padres, para pedir los requisitos que pedía la universidad para ingresar. Y luego la segunda, fue cuando me aceptaron y tuve que venir hacer la entrevista, donde prácticamente te dan la bienvenida y te explican las reglas de la universidad. Al final te dan un pequeño mapa, que te explica cada lugar del instituto para que no te pierdas. La mitad de las personas lo tiran a la basura, pero yo soy despistada, y es necesario para no perderme. Aparcamos los autos en el estacionamiento residente en frente del campus y los edificios.

Visualicé muchas personas, entre dieciocho y unos veinticinco años caminando por el campus, algunos llevaban una fila de libros en sus brazos, y otros descansaban su cuerpo en el césped del campus. La emoción recorrió cada nervio de mi cuerpo. Apagué el motor, y abrí la puerta para poner mi cuerpo afuera. A penas lo hice el olor a grama recién regada inundó mis fosas nasales. Este campus era el doble más gigante que el de mi antigua preparatoria.

Por supuesto era la universidad, aquí había más variedad. Incluso las personas. Sin embargo, lo que no cambiaba eran los grupos selectivos, así como en la preparatoria. Estaba el típico grupo a un costado del campus, parecían algo rudos, llenos de tatuajes y piercings. Al otro extremo estaba un grupo que llevaban al menos seis libros en el centro de ellos, sentados muy ensimismados al parecer, haciendo alguna tarea. Y estaban esas chicas que parecían modelos de Victoria's Secret. Los típicos tipos de grupos que describen en las películas, es muy real.

—Empezaremos contigo— informó Thomas mientras se acercaba a mi.

—¿Me ayudaran con las cajas?— sonreí muy dulce y este asintió.

—Por supuesto.

Wells fue abrir la parte trasera de mi auto y sacó las únicas cuatro cajas, no tan grandes. De unos cincuenta centímetros de alto y cincuenta de largo. Donde llevaba libros necesarios, todo tipo de pinceles, acuarelas, pinturas y algunas cosas para decorar mi parte de la habitación. Otra cosa que me intrigaba, era quién sería mi compañera de habitación. Realmente esperaba llevarme bien con ella, viviríamos en la misma habitación, espero que sea agradable.

—¿Cuál es el número de tu habitación?—preguntó Wells. Trataba de sostener firmemente las dos cajas sobre sus brazos, una encima de la otra. Thomas las llevaba igual.

Saqué el papel de mi mochila que indicaba el número e intenté buscar dónde aparecía—Es el...15B —respondí al encontrarlo. Eran seis pequeños edificios de solo cuatro pisos. Yo habitaría en la cuarta torre, en el segundo piso. Wells en la primera y Thomas en la sexta.

Me encargué de llevar los dos bolsos donde llevaba casi toda mi ropa. Juntos, nos dirigimos por lo largo del campus hasta llegar al cuarto edificio. Pasamos por una gigante puerta, que según indicaron, permanecía abierta durante todo el día y cerraba en la noche. Me entregaron una llave con la que podía abrirla. Adentro, las paredes eran de color beige un tono más oscuro, al igual que el edificio por fuera. Tenía decoraciones con algunas macetas y plantas. En la parte de abajo había una pequeña sala de estar donde había algunas sillas y mesas pequeñas de mármol, y a los costados unas tres bancas. Parte de las paredes de abajo, llevan pegados varios anuncios en grande. Algunos indicaban la hora que cerraban la puerta y que no podían olvidar la llave. Otros indicaban fraternidades cercanas a los que la gente se podía unir. Condujimos hasta las escaleras, hasta el segundo piso.

11B, 12B, 13B —susurraba Wells detrás de mí —Oye Gwen, si tienes una sexy compañera no te olvides de tus amigos— ladeé mi cabeza por encima de mi hombro para poder mirarlo de reojo.

—¿Quieres que le diga a Camille? —alerté con una ceja arqueada. Enseguida los dos reímos. Wells y Camille empezaron a salir oficialmente hace dos meses. A Wells se le veía muy contento con ella.

—¡Hablo de que se la presentes a Thomas! —se defendió, y solté una carcajada sarcástica.

—¡Oh dios! —exclamó Thomas con sorpresa, a lo cual volteé rápidamente hacia él. Se había detenido justamente en frente de la puerta de mi habitación, pero le daba la espalda. Miraba fijamente un anuncio en grande, en la otra pared.

—¿Qué sucede?—inquirí.

—¡Hay un equipo de fútbol americano! —su voz salía en un tono alto con emoción. El pelinegro adora los deportes, y más el fútbol americano. Me acerqué hasta el anuncio para ojear lo que decía.

—Fecha de inscripción y pruebas...—susurré leyendo la información— ¡Thomas! ¡En una semana son las inscripciones!—chillé.

—¿Crees que debería de inscribirme?—cuestionó algo inseguro. Lo miré y fruncí el ceño.

—¡Por supuesto que deberías! Es en una semana —aseguré. Ladeó una sonrisa.

—Estoy algo oxidado, tengo tiempo que no practico.

Solté mis bolsos al suelo, y con mis manos tomé los hombros de Thomas y lo sacudí para que entrara en razón—¡Despierta! Eres el mejor, tienes una semana para calentar.

—Apoyo la palabra de Trainor —objetó Wells. Thomás lo miró, y luego me miró a mí. Como si tratara de pensar en una respuesta.

—Bueno... Tienen razón. No perderé el tiempo de igual forma —asintió varias veces con la cabeza. Sonreí y me incliné hacía abajo para volver a tomar los dos bolsos entre mis manos.

Hice un pequeño espacio en mi mano para abrir la puerta, y con esfuerzo pude tomar la manija y logré abrirla. Dejando ver la pequeña habitación de menos de treinta metros cuadrados. Poseía dos camas individuales. Una a cada lado de la habitación. Acompañadas de dos pequeñas mesas de noche a madera blanca y un par de lámparas. La cama de la izquierda, que al parecer era la de mi compañera, estaba totalmente desordenada y con algunas prendas de ropa en ella. En su lado de la pared había un montón de fotos, donde figuraban a grupos de chicos y personas, que seguramente debían ser sus amigos. Parecían muy divertidos. Pasamos totalmente y dejé los bolsos a un costado en el suelo.

Su parte, estaba totalmente decorada, aparte de las fotografías, llevaba posters. De cantantes que para mí eran desconocidos, al único que reconocí fue a Conan Gray, y porque he escuchado un par de sus canciones.

Por otro lado, mi parte seguía en blanco y mi cama intacta. Sin embargo, mi compañera no se encontraba. Tal vez estaba en clases.

—Creo que es algo desordenada —se burló Thomas al dejar dos de mis cajas encima de mi cama. Wells hizo lo mismo.

—Al parecer —hice una mueca. Observando el montón de ropa por todas partes de su cama y hasta algunas prendas caídas en el suelo. Sería algo con lo que tendría que lidiar, puesto que amo el orden y algo que detesto es esta clase de cosas.

—¿Quieres que te ayudemos a desempacar? —indagó Wells. En respuesta negué junto con una sonrisa.

—Estoy bien, hicieron bastante por mí— afirmé y los dos sonrieron al mismo tiempo. Wells se acercó a mí y depositó un beso en mi frente.

—Entonces iremos a bajar nuestras cosas del auto, ¿nos vemos al rato?—asentí. Y este se dio la vuelta para irse de la habitación.

—Nos vemos —se despidió Thomas para seguir el paso de Wells. Me despedí con un movimiento de mano. Los chicos salieron y cerraron la puerta detrás de ellos, dejándome completamente sola en mi habitación.

Miré a cada lado de la habitación y dejé escapar un suspiro de fastidio. Aunque no había traído tantas cosas, sería tedioso tener que poner cada cosa en su lugar, y buscarle acomodo en este pequeño espacio. Por suerte la habitación contaba con dos armarios. Tendría que meter todo ahí, y las cosas más pequeñas, que eran de mi uso día a día, irían en mi mesita de noche.

—Entonces puedo usar dos gavetas para la ropa interior, y las otras dos para los libros —susurré para mí misma, visualizando mentalmente dónde podía poner mis cosas. El armario contaba con un espacio para la ropa y cuatro gavetas. Sin embargo, creo que solo me daría tiempo de acomodar mi ropa. Puesto que a las diez de la mañana tenía una clase de bienvenida. Donde a los de nuevo ingreso le explicarían cómo serían las clases, el horario y todo lo demás. Esta semana no tengo clase alguna, puesto que solo servirá para adaptarme al lugar. Mi primera clase la tendré el lunes, pero aún no tengo en claro cuál será, por eso me es importante ir en busca de mi horario a esa clase.

Tomé mis bolsos y los abrí. Sacando primeramente mis blusas. Las cuales metí una a una en soportes de ropa. Luego comencé con los jeans y shorts, hasta llegar a mi ropa interior. Mi ropa interior que era completamente infantil y aburrida. Antes no me importaba, pero ahora es diferente, se hace diferente cuando sales con alguien. Terminé al guardar mis zapatos.

Por suerte, en una puerta del armario, había un pequeño espejo. Lo que no me parecía nada cómodo, era tener que compartir el baño. Eran públicos en el edificio. Sería un gran reto.

El celular vibró, y por el tono ya sabía quién era. Le había puesto un tono diferente. Mi sonrisa salía instantánea, una sonrisa muy risueña.

Hult: ¿Qué tal estás?

Yo: Genial, ya acabo de terminar de acomodar mi ropa.

Hult: Que bueno.

Yo: ¿Estás trabajando?

Hult: No exactamente.

Yo: ¿No entiendo?

Hult: Luego te explicaré :)

Yo: ¿Explicar qué?

El último mensaje nunca lo respondió, se había desconectado. Dejé escapar aire por mi boca, con el teléfono entre mis manos. Hult siempre tiene este tipo de misterios que me dejan en suspenso. Pero decidí no darle tanta importancia. Vi la hora en mi celular y apuntaba a que solo faltaban veinte minutos para la clase. Fui directo al pequeño y redondo espejo del armario, para ver mi aspecto. Hoy me veía muy bien, creí que me tendría que cambiar, pero realmente me gustaba la ropa que llevaba puesta. Traía una braga de tela gruesa, azul cielo. Pero no era completa, era tipo short. Y como era de tiros, adentro me puse un suéter lila. Saqué un cepillo de mi estuche de cosméticos y peiné mi cabello. Al terminar, coloqué mi bolso por encima de mis hombros y guardé el celular en el bolsillo de mi braga.

Espero que, al volver a la habitación, mi compañera esté aquí. Quería conocerla.

Salí de la habitación y bajé todas las escaleras. Me anticipé a sacar el pequeño mapa donde indicaba cada lugar del instituto. Tenía que hallar el salón audiovisual, que al parecer queda al otro extremo del campus. En otro edificio, de cuatro pisos. Era el instituto realmente, donde estaban todos los salones. Parecía gigante, pero por lo que marcaba el mapa, este salón estaba a dos puertas de la entrada principal.

Mis pies comenzaron a caminar a lo largo del campus. Me sentía como una... Adulta. Ahora todo estaba por mi cuenta. Creo que empiezo a extrañar a mis padres, los días se sentirán diferentes sin ellos. Sin estar en mi cómoda habitación, y mi cálida cama. O despertarme con el dulce olor de los excelentes desayunos de mi madre.

Volví a ojear una última vez el mapa para asegurarme que no me estaba equivocando. No quería pasar pena en mi primer día en la universidad. Pero mi concentración se disparó cuando mi cuerpo chocó contra algo y un líquido comenzó a mojar mi braga. Estaba toda empapada y arruinada al parecer de jugo.

Perpleja hice detenerme. Con la boca en forma de circulo, levanté la vista y me encontré con unos ojos oscuros, muy oscuros de largas pestañas y cejas gruesas. Era una mirada muy profunda, como si la hubiese visto antes en alguna parte. Un chico, un tanto más alto que yo, de cabello rizado y muy rojizo como el cobre fue el ocasionante. Puesto que llevaba el vaso en su mano, tan perplejo como yo.

—Oh... Lo siento.... yo...—intenté disculparme con palabras arrastradas. Sin embargo, él no parecía molesto. En lo absoluto, había plasmado una sonrisa dulce en sus labios.

—No te disculpes, fue mi culpa —espetó mientras pasaba una mano por su camisa, como si pudiera quitar el jugo de ella. Él había quedado peor. Llevaba una camisa verde militar que había oscurecido el color por el jugo, y unos jeans ajustados. Era bastante apuesto.

—Yo caminaba sin mirar... De verdad, lo siento —repliqué. Paró lo que hacía para prestarme atención. Su mirada recorrió hasta la mancha adyacente a mi braga y dejó escapar una risita de sus labios.

—Creo que los dos quedamos como un desastre—apuntó hacia mi braga. Bajé la mirada a mi prenda mojada y reí también.

—La mejor manera de empezar un día —bromeé y volvió a reír.

Estiró su mano hacia mí—Bailey Louis —se presentó. Su acento no parecía ser de aquí, era algo... Diferente. Imité el mismo acto y tomé la suya, agitándolas muy suave.

—Gwen Trainor— respondí. El pelirrojo volvió a sonreír mostrando sus dientes mientras seguía mirándome.

—Lindo nombre— halagó. Soltó mi mano y con un movimiento se sacó el bolso de sus hombros y de el, sacó unas cuantas servilletas. Las llevó a mi para que las tomara, y con una sonrisa de agradecimiento las agarré.

—Gracias...—musité. Esperaba que esto ayudara a disminuir la mancha de mi braga. Las pasé una y otra vez por la humedad, pero esto solo hacía que empeorara más. Puesto que pequeños trozos de papel se adherían a la tela.

—No, no lo sigas haciendo —detuvo mi mano, tomando mi muñeca. Y volvió a reír muy bajito. Pero no se reía de mí, parecía que la situación le causaba gracia.

Lo que menos esperaba de este día, sucedió. Soy como una especie de imán para los desastres. Por lo menos este chico parecía ser agradable. Su cabello rojizo le daba ese toque de gracia a su estilo. Y en su oreja izquierda llevaba un aro plateado.

—Esto se ve peor que antes —espeté mirando mi braga destruida.

—Dímelo a mi —se apuntó con las dos manos a su camisa. No tardamos en reír al unisonido —No te he visto por aquí antes.

Aparté un mechón de cabello que cubría mi cara y lo pasé por detrás de mi oreja, cuando lo hice el chico volvió a sonreír. Parecía sumergido en algún tipo de trance cuando me miraba, y me hacía sentir algo... Incómoda—Justo hoy llegué, es mi primer día.

—Y seguramente te dirigías a la clase de bienvenida de Frich —entrecerró un ojo como si dudara en acertar.

—Miraba el mapa para buscar su salón, por eso me tropecé contigo —afirmé. Pasó una mano por su barbilla y asintió. Miré la hora en mi celular y solo faltaban minutos para que comenzara.

—Se me hace tarde... Debería estar dirigiéndome al lugar—enuncié.

—¿De verdad irás a esa clase?—enarcó una ceja.

—Si...

—Mira... —se acercó a mi como si quisiera decirme un secreto—Como consejo de alguien que lleva dos años aquí. Es totalmente innecesario ir, solo escucharás una larga charla de motivación de más o menos una hora.

Hice una mueca sin saber si realmente era innecesario—¿Y mi horario?

—Oh, eso lo puedes pedir mañana en la administración —se alzó de hombros— Puedes hacer otra cosa más interesante.

Tal vez este chico... Bailey, tenía razón. La verdad, podía tomar este tiempo en desempacar mis cosas restantes.

—Bien... Tal vez tengas razón— suspiré. Bailey sacó un celular de su bolsillo y ágilmente lo extendió a mi. Le miré confundida con el ceño fruncido.

—Anota tu número, si quieres más tarde puedo llevarte a conocer los alrededores del lugar —dijo, con su teléfono aún hacia mí. Lo tomé rápidamente y fui hasta la lista de contactos y anoté mi número y mi nombre. Se lo volví a entregar y este revisó o escribió algo en su celular para luego colocar la pantalla en frente de mí.

Había cambiado mi nombre —¿Chica batido?—miré graciosa su edición.

—Será tu nuevo sobrenombre —me guiñó el ojo y no pude evitar reír. Él me siguió la risa y al verlo detalladamente noté que en su nariz y por sus mejillas había diminutas pecas, apenas se podían detallar.

Una chica que venía hacia nosotros, interrumpió mi atención. Era linda, más alta que yo. Tal vez de 1.73, llevaba el cabello por encima de los hombros, de un rubio tintado. Y una figura increíble. Tenía puesta una falda alta de jean, ajustada a su figura y una camisa roja por dentro de esta—Te dije que a las diez en punto iríamos a ChipsHops—reclamó al chico, enojada por supuesto. Su voz era algo chillona.

—Son las diez en punto, Nadine—colocó los ojos en blanco. La rubia se cruzó de brazos y lo miró desafiante.

—Son las diez y cinco.

—¡Oh, cinco minutos tarde! —agitó las manos por encima de su cabeza, exagerado. Tuve que apretar los labios para no reír. Pues la chica se veía obstinada, y parecía no haberse percatado de mí. Ni siquiera me prestaba atención, como si fuese inexistente.

—¿Qué esperas? Vayámonos —casi le ordenó a Bailey. El pelirrojo volteó hacia mí y me dedicó una sonrisa.

—¿Quieres ir con nosotros? Así podrás hacer nuevos amigos —espetó Bailey, iba a responder, pero me sentí contra la espada y la pared ya que ahora, esta chica se percataba de que estaba ahí.

Arqueó una ceja—¿Quién es ella? —cuestionó algo áspera. Tal vez es su novia o algo por el estilo.

—-Chica batido, ella es mi adorable mejor amiga, Nadine Zeller —espetó con ironía. Tímidamente hice un débil saludo con la mano a la chica. Quien ni siquiera se inmutó a corresponderme por lo menos con una sonrisa forzada. ¿Acaso no le agradaba y ni siquiera me conocía?

—¿Chica batido? —frunció el ceño.

—Me llamo Gwen —giré a ver a Bailey, mirándolo divertida por mi nuevo sobrenombre —Gracias por la invitación, pero debo desempacar mis cosas—le dije a Bailey. Este me miró desanimado.

—Espero que vengas la próxima vez —pidió entre una sonrisa y yo asentí.

—Estamos perdiendo el tiempo Bailey, camina —gruñó la chica al darse media vuelta y caminar lejos de nosotros, estresada.

El pelirrojo me miró y rodó los ojos. Tal vez apenado por el comportamiento de su amiga—Nos vemos al rato, chica batido.

—Nos vemos, chico... Zanahoria —hice una mueca por mi absurdo sobrenombre que elegí con rapidez mental y no tardó en reír y negar un par de veces con la cabeza antes de irse. Escuché como la chica le susurraba preguntas como: ¿Qué le sucedió a tu camisa? ¿Por qué estás así? Estás tan desastroso como ella.

Bien creo que el principio de este día no fue tan... ¿Malo?

                                                                               ...

¿Qué tal les pareció los nuevos personajes? Serán el nuevo reparto en la historia. 

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