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Galing kay _gothfrnk

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Si tuviera que resumir esta historia, podría citar una famosa frase como "Los opuestos se atraen", pero piens... Higit pa

C A P Í T U L O Ú N I C O

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Galing kay _gothfrnk

A las personas les encanta creer que lo sabentodo. Dicen e imponen cosas como si nada, asumiendo que son verdad.

Ello no siempre ha sido malo, los avances de la humanidad son gracias a personas que pensaban así y quisieron avanzar más allá de lo establecido.

Con el paso del tiempo, hoy vemos muy pocas personas así... No muchos se atreven a desafiar los límites y prefieren la cómoda mediocridad, y si no, son tachados de problemáticos, malos y locos.

Más si se es adolescente.

Esta historia que les vengo a contar se trata un poco de eso. Si tuviera que resumirla, podría citar una famosa frase como "Los opuestos se atraen", pero pienso que más que diferencias, estos chicos tenían más similitudes.

Para empezar, ambos pasaban en la oficina del inspector.

Asistían a un liceo público, de esos cuyo nombre es de personaje chileno, ya sea poeta, cantautor, santo, y que nadie pesca. Donde las mesas se rayan hasta el último rincón y las sillas se rompen en los recreos.

Sin embargo en este liceo, eran bastante tranquilos y poco traviesos.

Las cagás se las mandaban en los últimos días de clase en cuarto medio, cuando tenían el permiso para hacerlo por salir a la vida laboral. Porque muy pocos en ese liceo querían estudiar, ni siquiera por no tener plata, o el puntaje suficiente, sino porque no habían las ganas.

Gerard era distinto. Era del cuarto medio A, quienes tenían buenas notas, pero se pasaban por la raja igual las clases, eran puros memoriones culiaos. Pero él tenía una mejor percepción del estudio, sabía que eso era lo único que lo sacaría de ese hoyo. Pero poco se podía hacer en un liceo como ese, por lo que sus intervenciones en clase eran muy seguidas.

Los profes poco y nada hacían para enseñarles algo a esos adolescentes sin ganas de aprender. Pero el de tez blanca les sacaba en cara todo lo que hacía mal como docentes. Les corregía la información que entregaban en historia, les alegaba los métodos de resolución en matemática, se quejaba de la mala calidad de literatura que leían en lenguaje y comunicación, peleaba porque no aprendían de buenos músicos chilenos en artes musicales y le hinchaba las weas al de ciencias por su poca pasión en el área de investigación sobre el entorno.

Era un cacho en la clase pa todos los profes y lo tildaban de insolente y maleducado, sin embargo Gerard procuraba hacer todas sus observaciones con el lenguaje más refinado posible, jodiéndole más la existencia al profe.

Por eso, siempre lo mandaban a inspectoría, donde el viejo Cáceres tampoco hacía nada por corregir al cabro, sabiendo que le contestaría algo inteligente y su orgullo se iría a la mierda, incluso si abusaba de su poder, la weaita le quedaría rondando en la cabeza, así que lo evita.

Mientras que en el cuarto medio C, el curso más desordenado, aunque no mucho, porque eran unos pajeros de mierda... Ahí asistía Frank.

Diecinueve años, por haber repetido quinto básico. Con tatuajes en los brazos, manos, cuello y quién sabe más, dos piercing, uno en la nariz y el otro en el labio, expansiones en las orejas, conocido por haberse hecho moicanos en cierta época, ahora dejaba crecer su cabello castaño normalmente, y para rematar un polerón negro que no era el típico de cuarto medio con el monito feo pegado en la espalda.

Frank era otro tipo de sujeto problemático. Le gustaba fumar en el patio, escuchar música en clases y escaparse de la clase de educación física.

Le va terrible en las pruebas, ni se esfuerza. Varias veces dejó la prueba en blanco, a modo de protesta por alguna injusticia del profe.

No tenía interés alguno en estudiar después, sólo acabar el colegio e irse lejos. Asistía porque su madre, siendo hermana del director, le rogó a este que se asegurara de que terminara cuarto medio por lo menos y que no terminara en la calle, pues ella no se encontraba en el país.

Era conocido por ser peleador, y vaya que le gustaba golpear ineptos. No abusaba de los más débiles, o de los nerds (a menos que se lo merecieran), golpeaba a los que se atrevían a pasar por encima de él. Sin embargo era "querido" en el curso y se le consideraba de los populares, con los mejores carretes y salidas, aun así sus compañeros le tenían cierto temor.

Y es que el Frank era de mecha corta, pasto seco, prendía con agua y siempre acudía a los golpes como solución.

Aunque con los profes se aguantaba y prefería darles una cucharada de su propia medicina.

Ya saben, explotando algún químico en ciencias, saturando los parlantes en música, ridiculizando a los profes con zancadillas, haciéndoles bromas en sus sillas, etc.

Por eso, varias veces terminaba en la inspectoría, donde Cáceres lo sermoneaba por media hora, ya que el tatuado no tenía forma de responderle con pillerías como el pelinegro.

Se encontraban varias veces en la banca afuera de la inspectoría. Se sentaban a cada extremo de la banquita y no cruzaban miradas.

Por lo general, Gerard leía un libro de ciencia ficción, y Frank escuchaba su música con los audífonos a todo volumen.

La rutina era siempre la misma, los llamaban a ambos, porque por alguna razón mágica se mandaban sus cagás al mismo tiempo, así que se encontraban varias veces.

Luego de estar sentados largos minutos en la banca, llamaban a Frank, lo sermoneaban media hora, salía de nuevo a la banca, a ambos les entregaban una notita para el apoderado y se iba cada uno pa su sala.

A veces al más bajo le daban ganas de hablarle a Gerard y preguntarle su nombre (formalmente porque todos lo conocían), y que qué weá había hecho pa que lo mandaran a inspectoría, después de todo, desde segundo medio que compartían la banquita de los castigados y nunca habían hablado.

Pero Gerard sabía muy bien cómo ponerse una máscara de indiferencia y ocultar su curiosidad sobre Frank, por lo que, al verse ignorado, el de piercings no preguntaba nada y nadie se decía palabra alguna.

Fue en abril de su último año cuando la cosa cambió, aunque a la fuerza, claro.

Al liceo llegó una inspectora, para dar esa intuición femenina y materna que le hacía falta a la oficina de Cáceres.

Cuando pasó un mes entero la inspectora recibiendo en la oficina a los dos mismos chicos, todos los días, decidió que cambiarían las cosas.

– El inspector Cáceres no estaba de acuerdo, pero de hoy en adelante se verán conmigo todas las tardes, para mejorar su comportamiento – Les avisó severa, poniendo las manos en la mesa de su oficina con firmeza.

– Me temo que no puede hacer eso inspectora, no tiene la autorización ni el título de psicóloga – Le contradijo el más pálido con un vocabulario rebuscado.

– Ni cagando gasto más tiempo de mi vida quedándome en la tarde acá – Se quejó el castaño.

– Que pena, porque tengo la autorización del director y de sus apoderados, faltar significará la expulsión y nadie quiere eso, en especial faltando tan poco para terminar el colegio ¿O sí? – Les preguntó amenazante. Frank quería terminar con esa pesadilla pronto y Gerard no podía concebir una idea como esa a esas alturas de su vida.

– ¡Es una injusticia, no se puede abusar así de poder, no crean que me quedaré de brazos cruzados a aceptar sus arbitrarias decisiones sin consentimiento del alumno! – Empezó a alegar furioso el pelinegro, instalando de inmediato en el ambiente su posición como conocedor, marcando territorio en la conversación con palabras extrañas para el de piercings, tratando de parecer superior, pero eso no funcionaría con la inspectora.

Algunos minutos más tarde...

– Puta la weá...– Se quejaba el más pálido amurrado, de brazos cruzados en un asiento frente al escritorio de la mujer.

– Agh... – Bufaba aburrido el de tatuajes.

– Empezaremos hoy día mismo con la sesión. Presentémonos primero ¿Sí? – Intentaba hablar de manera simpática primero.

 – ... – Ninguno de los chicos tomó la iniciativa de comenzar a charlar.

– Empezaré yo; me llamo Andrea Cifuentes. Quiero ayudarlos a solucionar sus conflictos y mejorar la convivencia ¿Vieron? Algo corto, preciso y conciso... Ahora tú – Apuntó a Gerard.

– Su falsa carisma no me distraerán de la dictadura a la que me está sometiendo ahora mismo – Le escupió con rabia cada palabra.

– No seas exagerado, di tu nombre, quiero oírlo... – Le rogó la mujer.

– Ya po, weón, pa irme luego pa la casa – Lo apuró el Frank irritado.

– Agh ¡Ya! Me llamo Gerard Way – Dijo rápidamente.

– Un gusto Gerard, ahora tú – Dijo la mujer señalando al más bajo.

– Esto es estúpido... Me llamo Frank Iero – Contesto aburrido.

– Muy bien, viéndonos a todos ya presentados, quisiera que conversáramos un poco... Los veo todos los días en inspectoría ¿Por qué? – Preguntó empezando con la básico.

– Creen que castigándome sucumbiré al sistema – Contestó Gerard entre dientes.

– El colegio es una mierda – Suspiró Frank.

– Sean más específicos ¿Qué te molesta del sistema, Gerard? – Le cuestionó la inspectora.

– Hacen un liceo pa weones que no saben nada, colocando profes que no enseñan nada, para que sigamos sin aprender nada y muramos como infelices obreros, barrenderos, cajeros y empaquetadores. Y el que quiere algo distinto, cagó no más, porque no tiene la plata pa un colegio mejor, ni los profes un deseo por hacer clases de calidad. Así que llamándole la atención a los profes, doy un paso a cambiar esta realidad – Le explicó todo su discursillo, orgulloso de su accionar.

– Hmm... Ya veo... Pero hay que saber en qué peleas podemos luchar ¿No? – Le recordó – ¿Qué piensas de eso, Frank? – Intentó integrar al de polerón negro haciendo que dé su opinión.

– ¿De lo que dijo? Nah po... No le cuesta nada trabajar pa ganar su plata propia y pagar el colegio de 47 lucas que está al otro lado de la ciudad pa su preciada educación de calidad – Contestó alzando los hombros.

– Es que hay un problema ahí, la solución no está en cambiar de colegio, sino en mejorar este, además yo no debería gastar tiempo trabajando para adquirir un derecho, como lo es la educación – Le corrigió con aires de superioridad.

– Es que las weás no te las regalan aquí, tení que ganártelas... No podí esperar que te den todo hecho, comunacho e mierda – Le dijo ofuscándose cada vez más.

– Lo dice el imbécil con cuadernos de The Clinic – Le responde sarcástico.

– Como si por comprar esas hueás fuera comunista... Parece que de verdad erí de esos hueones que se compran chapitas del Ché, como dicen – Le gritó, haciendo alusión a los rumores del pasillo del colegio.

– No hables como si me conocieras, no tienes ni idea de quién soy ni lo que pienso – Le advirtió subiendo el volumen de su voz. Frank se puso de pie bruscamente.

– Ok, ok... Bajemos las revoluciones... – Obligó al castaño a volver a tomar asiento – Frank ¿Quieres contarnos qué es lo que te motiva a que vayas a inspectoría todos los días? – Le pidió, manteniendo la compostura.

– Puta, soy sobrino del director y no me echan del liceo por estas weás, así que lo seguiré haciendo mientras pueda no más... Le pone emoción a la monotonía de venir al colegio – Respondió como si nada, mientras Gerard lanzaba una risita burlesca por su respuesta.

– ¿No te parece monótono venir a inspectoría todos los días? – Le cuestionó la mujer.

– No, porque las razones pa mandarme pa'cá siempre son distintas – Le contesta con una risita entre dientes, traviesa.

– Traducción: Es un ignorante de mierda más – Suspira Gerard.

– Cállate aweonao, te vení a levantar de raja y vivimos en el mismo basurero – Le recordó Frank enojado.

– ¡Ya! Desde este momento se prohíben los insultos. Ahora que conocemos lo que nos molesta, deberíamos hablar de lo que nos agrada ¿Hay algo del liceo que les guste? – Continuó con el interrogatorio, en un intento por generar una conversación fluida, pero siempre terminaba en pelea o en preguntas de parte suya nada más como un juego de pin-pong.

– Nada – Responde Gerard.

– La enfermera flaquita, puta que es rica... – Contesta Frank, haciendo el gesto con las manos de apretar algo en el aire.

– Bueno ¿Y qué les gusta de afuera del colegio? – Preguntó.

– La biblioteca municipal.

– La guarida secreta de mi grupo de amigos – Su pregunta nunca fue pensada en un lugar físico, pero sonrió al ver que ambos lo hicieron.

– ¿El teatro abandonado? Búsquense un mejor escondite.

– Suficiente, Gerard – Lo detuvo la mujer – Me parece un buen comienzo hablar de esto, mañana seguiremos con la charla, quiero que escriban aquí lo que les pareció la sesión de hoy.

Los chicos escribieron y se fueron sin despedirse.

Una vez sola en la oficina, la mujer mira la hoja con la letra desordenada de Frank y la caligrafía relajada de Gerard.

"UNA MIERDA" "Una pérdida de tiempo", dice el papel. La dama suspira y reza por un avance al día siguiente.

El día ocurre como de costumbre, Gerard desaafía a su profe de historia a hacer una clase sin leer todo el puto power point como una retrasada y termina en la inspectoría.

Frank lanza bolas de papel incendiadas en clase de arte y también termina yendo donde los inspectores.

Al final del día, el de piercings intenta escapar, pero Cáceres se encarga de llevárselo a la oficina de Cifuentes, donde empieza una nueva sesión.

La hora pasa rápida, llena de discusiones en su interior e intentos fallidos de la mujer por iniciar una conversación civilizada.

– ¿Qué intentas hacer? – Le cuestionaba Cáceres.

– Lo que le falta a estos chicos es un amigo, con quien desahogarse de sus problemas para que nosotros no seamos víctimas de su ira. Son más parecidos de lo que creen y si logro que se vean como aliados, la convivencia mejorará bastante – Le respondía segura.

– Hmph... – Cáceres alza los hombros sin mucha fe y se va.

Pasan muchas semanas discutiendo sobre su odio al liceo, hasta que profundizan en un tema evitado por ambos.

– ¿Problemas en casa? – Pregunta la mujer.

– ... – El silencio se hace presente.

– Nada interesante, lo que le pasa a todos los weones de esta ciudad... – Bufa Frank.

– ¿Gerard? – Le pregunta la inspectora.

– N-nada problemático... No hay nadie nunca en casa, a veces llegan a dormir y después igual se van... – Contesta en voz baja el pelinegro.

– Son hijos únicos – Pregunta, pero le suena más como afirmación.

– Sí – Responde Frank.

– No... Tengo un hermanito – Dice Gerard.

– Oh, mansa cuea que debe tener – Comenta irónico el más bajo.

– No vive conmigo – Aclara algo triste. La mujer carraspea.

– Bueno... Quiero que me digan una cosa... Si pudieran hacer cualquier cosa para reparar algún error en casa ¿Qué sería? – Les interroga, mirándolos fijamente.

– Un padre no alcohólico para empezar – Suspira el castaño mirando el techo.

– Una mamá... – Murmura Gerard, mirando sus pies.

– ... – Y nuevamente el silencio se apoderó del lugar, generando un aire algo incómodo.

– Bueno, hoy quiero hacer otro ejercicio de despedida. Ahora quiero que en vez de escribir qué pensaron de la sesión, quiero que escriban lo que el otro puede haber pensado – Les explicó.

– ¿Ah? – Preguntaron al mismo tiempo, confundidos.

– Es simple ¿No? – Preguntó sonriente. Los chicos la miraron escépticos – Sólo háganlo – Les ordenó.

– Ya, pa irme luego pa la casa – Dijo el tatuado en un soplido, buscando un lápiz en su mochila que era un caos.

– Tome – Le dijo Gerard a la mujer, entregándole el papel con su respuesta escrita con un lápiz punta fina, pulcramente guardado en su estuche metálico.

– Gracias, hasta mañana chicos – Se despide y los chicos salieron de la oficina, directo a sus casas. La inspectora ordena su escritorio y lee las respuestas de ambos, quedando gratamente sorprendida, la verdad.

Al día siguiente, con permiso del director, saca a los chicos de la clase.

– Qué bacán que nos sacarai de clases, justo había ciencias, y no tenía ganas de estar ahí, weón... – Le dice confianzudo el Frank a la inspectora como si fuera una compañera más, dejando de lado cualquier formalidad.

– Deberíai preocuparte más por tus notas, tu tío no te va a salvar siempre – Le advierte Gerard enojado con el colegio, con el día, con la vida.

– ¿Y quién te dio ficha a voh? – Le cuestiona choro el más bajo.

– Gerard tiene razón, no querrás repetir cuarto medio ¿Verdad? – Le reprocha la inspectora al chico a su lado, mientras Gerard los sigue desde atrás.

– Agh, no... – Contesta con asco, con sólo pensarlo siquiera.

Caminaron hasta entrar al aula 02, que está vacía y les permite hacer una pequeña sesión, ella se sienta en a silla del profesor y ellos en la mesa frente a ella. Bueno, el más pálido toma asiento en la silla, Frank en la mesa.

– Ya mis niños, les tengo una terapia muy entretenida que me sugirió una amiga psicóloga – Les comenzó a contar entusiasmada.

– Agh... – Gruñó Gerard.

– Viva~ – Dijo con voz sarcástica Frank.

– Luego de leer sus respuestas, que no voy a revelar, me doy cuenta de una agradable coincidencia del destino... Lo que les complica y les falta a ustedes es un poco del otro – Les explica muy sabionda, mientras que los jóvenes la miran como si dijera puras sandeces – No les diré qué es lo que les falta, lo descubrirán solos con este ejercicio – Agregó.

– ¡Já! ¿Yo necesitar algo de él? – Se burló el de piercings.

– Terminemos con esto luego – Acepta resignado el pelinegro.

– Quítense los polerones – Ordenó la inspectora.

– Tshoah, lo que quiere – Se burla el tatuado, cubriéndose su cuerpo como si estuviera desnudo.

– Frank – Le llama la atención la mujer.

– Sí oh – Contesta quitándose el polerón negro.

– Gerard, tú también – Le recordó al más alto, que aún estaba confundido por la orden.

– Tenga –Le dice cuando termina de sacarse el polerón de cuarto medio.

– Van a actuar como el otro – Sentencia la inspectora, dándole a cada uno la prenda del otro.

– ¡¿Qué?! – Cuestionan ambos al unísono.

– Pónganselas y regresen a clases, pero a la sala del otro por supuesto – Les anuncia, abriendo la puerta de la sala.

– ¿Quiere que cambiemos de curso? – Le pregunto descolocado Gerard.

– No, que paja volver a la sala – Suspiró aburrido el más bajo.

– ¡Hey! Ahora eres Gerard – Le llamó la atención la inspectora.

– Entonces; Yujuu estudiar sí, soy tan nerd y superior a todos – Dijo con voz sarcástica y apagada.

– No, que mal volver a la sala a calentar el asiento y sentirme estúpido por no entender ni una weá, mejor finjo que nada me importa – Gruño Gerard, fingiendo ser el Frank, quien lo miraba con odio en ese momento.

– Más te vale poner atención en clase como lo haría Way, porque si no, el castigo será terrible. Lo mismo para ti – Le dijo al de piercings y luego se dirigió a Gerard – Te prohíbo detener la clase y amonestar a los profesores, quédote en silencio como Iero, imítalo lo mejor posible. Los vigilaré a ambos, si no lo hacen... Lo lamentarán – Sonrió maliciosa.

Vieja culia loca pensó un poco nervioso el castaño.

– Con permiso profesora, por orden del director estos alumnos cambiarán de lugar – Le mintió a la docente de matemáticas, ambos alumnos la miraron sorprendidos por la mentira.

– Sí, como sea – Respondió sin interés, mientras Frank caminaba amurrado por la sala del cuarto medio A, lleno de nerds, que a más de la mitad había golpeado alguna vez por creerse superiores que él, y ahora lo miraban con temor.

Al sentarse junto a su nuevo compañero, este tragó saliva con dificultad y lo ignoró. La inspectora lo miró amenazadoramente por última vez y el chico sacó un cuaderno x de la mochila de Gerard y empezó a anotar lo del power point apurado.

La mujer siguió su recorrido hasta la sala del cuarto C con el más pálido detrás suyo, quien le miraba con infinito odio. Abrió la puerta sin golpear y habló severa.

– Permiso profesor, por orden del director este alumno asistirá a esta clase – Avisó mientras aprovechaba de advertit con la mirada a los alumnos que se ordenaran el uniforme. Le hicieron caso de inmediato pues corría el rumor de que la mujer era sádica y más severa que el Cáceres.

– Ese weón está cada vez más loco, hágalo pasar no más – Suspiró cansado el profesor de ciencias. La inspectora le dio un empujoncito al pelinegro para que entrara a la sala, quien se sintió muy observado por todos los alumnos del lugar.

Se sentó en el único asiento vacío, y observó la pizarra con dificultad. Estaba acostumbrado a sentarse adelante, ahora estaba en el último puesto de la fila más alejada de la entrada de la sala, sin compañero.

Uno de los chicos de adelante se dio vuelta a mirarlo sonriente.

– Buena, erí el Gerard del cuarto A ¿Cierto? – Le preguntó alegre.

– S... – Iba acontestar pero la inspectora hizo el gesto con los dedos de que lo estaba observando – O-ósea, ahora se supone que soy el Frank – Le contestó en voz baja, tratando de no irrumpir la clase, aunque estaban todos conversando sin preocuparse por el volumen de su voz.

– Pff... Igual se parecen, pasan todo el día en inspectoría ¿Por qué los cambió la señora? – Le cuestionó interesado, mientras el de al lado paraba la oreja, escuchando pero sin darse vuelta.

– ¿N-no van a poner atención al profe? – Preguntó preocupado. El chico que le daba la espalda se estremeció al ser descubierto escuchando.

– Nah, cuenta ahora – Le apuró el ruliento frente a él

– Es que la inspectora está loca, es una psicóloga frustrada y nos metió en este juego psiquiátrico que no me hace ninguna gracia en realidad, porque... – Empezó a quejarse, pero el chico lo detuvo a medio discurso de desahogo.

– Oye, oye, oye... ¿Te tenís que parecer al Frank? – Le preguntó sin esperar respuesta – Habla en español por favor, chileno si no es mucho pedir – Dijo risueño.

– Puta ya, la vieja culia está cagá del mate y nos tiene puro weando a los dos ¿Feliz? – Le cuestionó un poco sonrojado por tener que imitar a ese tipo tan molesto.

– Bastante jaja – Se rio alegre el más alto – Soy Raymond, por cierto, el Frank me dice Ray no más, así que si tenís que fingir ser él, bueno ya sabes cómo llamarme – Le dijo amable.

– Vale, gracias. Oye, Ray ¿Qué haría el Frank ahora? – Le preguntó a murmullos, un poco preocupado.

– Escucharía música y pondría los pies sobre la mesa, yo no tengo audífonos, sino lo haría también... ¿Tenís tú? – Le preguntó al compañero de al lado, dispuesto a conseguirle audífonos con alguien.

– En su polerón tiene, tengo su celu también, chucha también debe tener el mío... – Se dio cuenta revisando sus bolsillos.

– No tiene contraseña el del Frank ¿El tuyo tiene? – Le preguntó mientras veía como Gerard desbloqueaba el teléfono del mayor. Tenía una actriz porno de fondo de pantalla y él nervioso, desvió la mirada sonrojado, ante las risas de Ray.

– No, tampoco... – Contestó aún rojo.

– Bueno, si está fingiendo ser tú, no lo debería ocupar, creo – Lo tranquilizó.

– No... – Contestó colocándose los auriculares, y buscando el reproductor de música. En su mayoría era rock pesado y otros sub-géneros del mismo estilo.

Incómodo, subió los pies a la mesa y se puso a escuchar música a todo volumen. La visión de la sala de clases era muy distinta una vez sentado al fondo de esta, y la posición le pareció incómoda al principio, pero luego de mover un poco la silla hacia atrás, entendió por qué Frank disfrutaba sentarse tanto así. Echó la cabeza para atrás, escuchando toda la música, hasta que escuchó un ruido. No entendía qué decía, pero sonaba fuerte. Miró hacia delante y todo el curso lo miraba y Ray le hacía señas para que se sacara los audífonos.

– Way, Way... ¡Gerard Way! – Lo llamó de un grito el profesor de ciencias, quien lo miraba enojado por no responder a sus llamados anteriormente – ¿Puede pasar a responder la pregunta del power point a la pizarra? – Le pidió enfadado, mientras Gerard enrollaba el cable del audífono.

– Ehh... Soy el Frank ahora – Le contestó y el curso entero se largó a reír.

– ¿Se cree chistosito ahora? ¡A inspectoría! – Lo castigó ofuscado.

Mientras que en la sala del cuarto A, Frank apenas entendía lo que estaba en la pizarra, acostumbrado a no poner atención, se sentía terrible con la inspectora vigilándolo por la ventana para que escribiera todo sin entender ni una weá.

Miró a su alrededor buscando ayuda, necesitaba alguien que le explicara. Observó al chico a su lado, que anotaba todo de manera ordenada.

– Oye, a ti no te golpeé nunca ¿Verdad? – Le interrogó esperando que fuera así, sino tendría que amenazarlo con golpearlo de nuevo y eso no era muy propio de Gerard.

– No que yo recuerde – Le contestó sonriente.

– Bacán, necesito tu ayuda, no entiendo ni una weá y se supone que soy el Gerard ahora y tengo que poner atención y alegar en clase, pero no tengo nada que decir, no cacho ni una – Le decía en murmullos, mirando como la inspectora se paseaba por el pasillo de afuera.

– Vale, yo te ayudo a entender, pero por favor no interrumpas la clase, es un fastidio – Le rogó el estudiante, mientras acomodaba sus lentes.

– Ok, explícame la weá no más – Lo apuró, tomando su cuaderno con mejores anotaciones que las suyas.

– Gerard no hablaría así – Le recordó, quitándole el cuaderno de vuelta.

– Agh, ¡¿Podrías explicarme estimado compañero de clase la materia que vagamente intenta pasar esta vieja de mierda?!

– Lo intentaste al menos – Le sonrió divertido, sacando el cuaderno al medio de la mesa para que ambos lo vieran – Mira ¿Sabís restar? – Le preguntó.

– Oye, si no soy un simio tampoco – Le contestó en un gruñido.

– Esto debes restalo aquí y después lo sumas de nuevo, para multiplicarlo – Le explico haciendo un recorrido con su lápiz sobre las figuras geometricas, y los post-it con información relevante para el ejercicio, que él pegaba cuidadosamente en cada hoja.

– ¿No es más fácil entonces multiplicarlo no más? – Le cuestionó confundido.

– Díselo a la profesora, yo sólo te enseño lo que me enseñaron – Le dijo alzando los hombros. Y Frank lo hizo.

– Profe ¿Por qué resta la weá si después la suma de nuevo? ¿ No es mejor multiplicar no más? – Le preguntó alzando la mano. El curso estero suspiró, pensando; este es de los mismos... agh...

– Estoy siguiendo el protocolo que me manda el ministerio – Le respondió cual robot.

– Ah ¿Ósea que usted copia y pega lo que le ponen en su libro de porquería? – Le dijo más como una afirmación que una pregunta.

– No permitiré que me hable así – Le advirtió roja de ira – ¡A inspectoría! – Ordenó y los alumnos observaron en silencio, algo temerosos de su reacción.

Al final terminaron los dos en la misma banquita de siempre afuera de ispectoría, mientras Cáceres se burlaba de los intentos de Cifuentes por corregirlos antes de que salieran de cuarto medio. Pero la mujer no se rendiría.

El resto del día continuaron fingiendo ser el otro descubriendo cosas realmente interesantes, aunque no lo quisieran admitir.

Gerard estaba maravillado con la amistad de Ray y de la unión del cuarto C. Eran desordenados, pero amigotes entre todos, por supuesto que habían algunos más callados, otros más locos, pero nadie se quedaba fuera, en el recreo nadie se quedaba en la sala, salían todos a descansar a la única área verde del lugar, hacían vaquita pa comprar cosas en el kiosko del colegio y a veces se las daban de artista y uno tocaba la guitarra, otro usaba las mesas de tambores, y alguno con un lápiz y el anillado de un cuaderno hacían música y todos cantaban canciones populares. El que no quería cantar aplaudía o simplemente acompañaba con su presencia, pero nada de andarse arrancando a la multicancha, o a la sala. Eso, al más pálido lo conmovió, pero no quiso decirlo.

Mientras que Frank estaba sorprendido por la frialdad el cuarto A, aunque no le molesta. Sin embargo, eran extremadamente organizados. Había que hacer una línea de tiempo esa misma tarde, para la profe de historia. Todos se divivieron sus tareas por la habilidad de cada uno, los más matemáticos hacían la línea gráficamente, dividiéndola perfectamente en las cuatro épocas históricas que estudiaban, mientras que los más historiadores, describían que fecha y que hechos históricos debían ser puestos. Los que tenían mejor caligrafía escribían todo y aquellos buenos en artes ilustraban la cartulina con hechos importantes para que no se viera mal, mientras que los que no se sentían capacitados para algo específico, verificaban en el libro de historia que lo que pusieron estaba correcto. Se sacaron un siete, y Frank se alegró de que lo trataran de integrar igual y le pasaran un libro para corregir errores que alguno se le pudiera haber escapado; se dio cuenta que el trabajo en equipo y organizado era realmente asombroso y trataba de imaginar el proyecto en su curso, pero todo habría estado demasiado desordenado y lo sabe.

Aprendieron un poquito más del otro, pero aún no daban su brazo a torcer y le aseguraron a la inspectora que había sido un pérdida de tiempo.

Se fue cada uno a su casa, y al llegar se dieron cuenta de algo ¡No habían intercambiado polerones!

Frank agarró el teléfono de Gerard y marcó al suyo, sabiendo que el más pálido lo tendría.

"Tienes mi polerón" Le mensajeó.

"Sí, lo noté y tú el mío" Contestó escueto el más pálido.

"Mañana te lo devuelvo" Le prometió Frank.

"Ya" Respondió y dejó el celular sobre la mesa, mientras calentaba agua en el hervidor para tomarse un tecito a tales horas.

Luego de unos minutos, el celular vibró en la mesa, mientras le daba un sorbo a su taza en silencio.

"Tienes un buen curso, no sé por qué pasai solo" Decía el mensaje de parte del más bajo.

"Tú igual, aun no entiendo por qué golpeas a varios de ellos" Le respondió algo rápido para su gusto.

"Cambiemos de nuevo mañana" Propuso mientras se reía, pero eso Gerard no lo sabría, aunque lo sospechaba.

"Ni cagando" Mensajeó de vuelta.

"Ooooh dijiste un garabato Gerard? Insolente" Le dijo Frank en el siguiente mensaje. Gerard estuvo a punto de responder "El Ray me obligó a decirlos todo el día", pero se contuvo.

"Como sea, hasta mañana supongo" Contestó sin demostrar ansias o interés.

"Chao" Mandó el último mensaje de la tarde el tatuado.

Y después de eso siguieron fingiendo que no tenían interés en el otro, como intentaba lograr la inspectora, pero sí se sosegaron y en vez de ir a inspectoría todos los días, se redujo a una vez por semana, incluso algunas ni siquiera fueron castigados y eso se empezaba a notar, aunque la señorita Cifuentes no se daría por vencida hasta que fueran amigos de verdad y no se portaran mal nunca más.

Cierto viernes después de la sesión de psicología y disciplina, Frank agarra a Gerard del brazo. Están en pleno invierno, las lluvias se han atrasado un poco, aunque predicen algunos chubascos para el próximo fin de semana. Hace frío y el más alto sólo quiere irse a casa.

– Oye, Gee – Lo llamó agarrando el brazo.

– No te he dado la confianza para que me llames así – Le contesta frío, a través de la bufanda que casi le cubre la boca por completo; la baja hasta su cuello con la mano libre.

– Oye, pero no te pongai así, mira; la inspectora nos va a seguir weando por mucho rato más si no cooperamos – Le dijo mirándolo serio.

– ... – Gerard se quedó en silencio esperando lo que tenía que decirle y tiró suavemente su brazo, esperando que Frank lo soltara. El más bajo se dio cuenta y lo soltó avergonzado.

– Ya... – Se rascó la nuca – Los dos tenemos algo que le hace falta al otro, a mí me va como las weas en las pruebas, me carga estudiar, pero lo necesito... Y tú, necesitai relajarte un poco y entender que no todo es posible de inmediato, además de un par de amigos porque siempre andai solo – Le empezó a explicar a lo que quería llegar.

– ¡Já! ¡Quién lo dice! – Se burla por verlo siempre en silencio y solo en el puesto de al fondo.

– Oye, yo tengo amigos, te los puedo presentar si tú quieres – Le corrigió orgulloso.

– No me interesa conocerlos – Contestó pensando en Ray.

– Bueno, pero hagámonos amigos pa que nos dejen de wear y salgamos luego de este colegio de mierda ¿Te tinca? – Le propuso con una sonrisa algo nerviosa. El más pálido lo miró inseguro unos segundos.

– Ya... – Aceptó.

– Bacán ¿Y sabí qué? La próxima semana es mi cumpleaños – Le comentó tratando de sonreír amigable, pero el pelinegro sentía que le salía falso, aunque no se lo dijo.

– Me estai weando – Le contestó cuando analizó lo recién escuchado.

– No ¿Por? – Preguntó confundido por su reacción.

– Nah, que el mío también... – Respondió bajándole importancia al asunto.

– Bueeena, doble celebración. Mira pa empezar bien esta weá, te invito a mi carrete de cumpleaños, este domingo, porque el lunes es la cosa, pero nadie festeja los lunes ¿El tuyo cuándo es? – Le preguntó hablando un poco rápido, aunque Gerard ignoró ese detalle.

– El próximo viernes – Respondió expulsando ese vaporcito que bota el cuerpo cuando hace frío.

– Ya bacán ¿Pensai hacer algo? – Le preguntó empezando a caminar de a poco.

– No creo... – Respondió sin moverse de su lugar.

– Entonces yo sí. Bueno, chao – Se despidió rápidamente y se fue del liceo.

– O-Oye, pero yo no quiero... – Intentó detenerlo en vano.

Pero Frank ya había dejado el lugar. Se subió de nuevo la bufanda hasta la nariz y se fue caminando a su casa, que lo esperaba vacía como siempre.

Se quedó pensando todo el sábado en la invitación, él nunca iba a los carretes de nada, le cargaban las fiestas, el reggaetón y no tenía ningún vicio (todavía), así que nunca disfrutaba esas reuniones sociales. Pero en algo tenía razón el de piercings en lo que dijo; los dejarían de webiar si se hacían amigos y eso era un buen comienzo.

Así que fue. Pero en la fiesta al inicio no se sintió para nada bien. La música estaba a todo dar, las luces apagadas mientras los láseres del DJ iluminaban el comedor. Habían solo algunos bailando, el resto babía y conversaba nada más. Estaba casi todo el cuarto medio C, algunos de los cuales lo saludaron amigables y reconoció algunas chicas del cuarto medio B, pero nadie de su curso propio. Le habría gustado encontrarse con alguno, por lo menos para refugiarse del resto, aunque le cayeran mal todos sus compañeros de curso.

El Frank no fue quien le abrió la puerta, era un cabro de otro colegio, pero se paseaba en la entrada del liceo a veces a esperar al de tatuajes. Lo reconocía como Bob o algo así lo llamaban, no pudo confirmarlo porque el weón estaba más volao que la chucha y eso que eran apenas las diez y media de la noche.

Se paseó por toda la casa incómodo, hasta que cruzó miradas con Frank. En el momento tuvo miedo de que el weón lo ignorara y siguiera con lo suyo, que no lo pescara y lo dejara solo, pero este casi corrió al verlo.

– Buena, Gerard ¿Me trajiste un regalo? No teníai... – Le dijo algo burlesco; se había jurado en la mañana no hacerlo pero era inevitable con el más pálido frente suyo.

– Si no lo querí me lo puedo quedar – Alejó la bolsa de regalo de sus manos, pero Frank la alcanzó fácilmente, aunque tratara de elevarla.

– No, trae pa'cá, ven te presento a mis amigos – Le dijo y lo agarró del brazo y lo arrastró por la casa, que era bastante grande y bonita. En un acto de inocencia, Gerard preguntó en el camino si es que era amigos de todos ellos. Frank se carcajeó exageradamente.

– Esos weones son pa aparentar no más, no me interesan, pero les gusta cualquier excusa para curarse y drogarse, así que ahí están po – Le explicó como si fuera lo mas normal del mundo.

– Que asco – Pronunció Gerard, por su hipócrita forma de actuar.

– Sí, da igual jaja – Respondió sin preocupación, mientras abría los ventanales que llevaban al patio – Estos son mis amigos – Apuntó a tres weones sentados en el pasto, bien abrigados porque la noche se ponía algo helada en pleno Julio.

Gerard miraba estupefacto la situación, era como si el carrete estuviera dividido en dos, adentro de la casa, la gente bailaba y bebía o se drogaban y afuera en el patio, el asado reposaba en la parrilla y tan solo tres amigos tomaban tranquilamente unas chelas, mientras jugaban a las cartas. Gerard no entendía nada de lo que pasaba.

– ¿Así que gastaste plata en toda la fiesta, solo pa jugar cartas y tomar cerveza en el patio con tus verdaderos amigos? – Le cuestionó totalmente confundido.

– Mi viejo insistió en darme de regalo de cumpleaños un DJ gratis pa esto, y las weas pa comer y tomar son cooperación, el carrete se armó solo, en lo único que gastamos plata fue en el asao – Respondió como si nada, sentándose en el pasto, formando un circulo a medio cerrar, para que el pelinegro tomara asiento también.

– ¿Qué chucha? – Insistió con las interrogantes, mientras los amigos del Frank se reían.

– Ya no importa, ven siéntate – El pelinegro obedeció – Estos son mis amigos, ese es Raymond – Empezó a presentarlos. Ray lo saludó con la mano cálidamente y le sonrió cómplice, Frank desconocía que ya habían hablado – Este es Pete, y este otro el Matt – Apuntó a dos chicos que no iban a su mismo liceo, uno tenía el pelo teñido de blanco y ya había salido de cuarto medio, mientras que el otro era más rechoncho y tenía un poco de barba en su barbilla, tenía una sonrisa e oreja a oreja – También está Bob, pero no sé a dónde se metió el weón – Agregó por último al rubio, que andaba aún en la casa.

– Hola, soy Gerard – Se presentó a los otros.

– Holi – Saludó el que se hacía llamar Pete.

– ¿Desde cuándo erí amigo del Frank? – Curioseó Matt.

– ¿Yo? Desde el viernes... – Contestó recibiendo nervioso una lata de cerveza por parte de Ray, a quien en gestos le dijo gracias, aunque no estaba seguro de si beber o no.

– Jajajaja – Rieron todos menos Frank y él.

– No, es en serio – Aclaró nervioso.

– Ya ¿Querí jugar póker? – Invitó Ray.

– ¿Cómo se juega? – Preguntó avergonzado. Se consideraba una persona muy culta, pero desconocer ese tipo de cosas lo ponían ansioso.

– Yo te enseño, empecemos de nuevo – Le dijo el ruloso.

– Puro porque les iba a ganar... Ya bueno... – Alegó Pete, mientras Matt reía a carcajadas por el comentario de este, tratando de quedar como buen jugador frente al recién llegado.

Los amigos de Frank parecían de lo más normales, demasiado tal vez... No comprendía cómo podían tener de amigo a un tipo tan manipulador, enojón y violento.

Por lo poco que los alcanzó a conocer, se dio cuenta de sus personalidades y que no eran mala gente. Pudo re-confirmar que Ray era un chico muy bueno, Pete era muy energético y escandaloso para reírse, mientras que Matt era un joven muy atrevido, pero de manera simpática, además de chistoso. Frank comentaba poco, pero no dejaba de sonreír, jamás lo había visto sonreír de manera sincera por tanto tiempo, y le agradó un poco eso.

Gerard por no estar acostumbrado a beber, se emborrachó bastante rápido con la lata de cerveza. Era de los borrachos tranquilos al principio, pero no le duró mucho, porque pronto se desató la locura, y los recién conocidos agarraron papa altiro y se mataban de la risa compartiendo comentarios sin sentido con el más pálido, mientras Frank miraba sorprendido esa actitud tan libre de Gerard, citando un modismo chileno; se le soltaron las trenzas apenas bebió un poco y la verdad no le molestaba verlo así.

A la una y media de la mañana estaba completamente dormido, mientras que el grupo de amigos tenía energía para seguir tonteando harto rato más.

Frank tomó en brazos el cuerpo de Gerard y lo dejó en el sillón largo de mimbre que posaba en el patio. Luego de eso entró a la casa con sus amigos y se divirtieron unas horas, antes de que la gente empezara a irse y el Frank terminara por echar a los últimos que quedaban; dejando en la casa sólo a los que no se podían devolver a sus hogares a esa hora. Sus compañeros de curso se acomodaron como pudieron en el comedor para dormirse, mientras que sus amigos cercanos tenían habitación asegurada en el segundo piso.

Salió al patio a dejarle una manta al más pálido para que durmiera, pero al verlo acostado allí se arrepintió de dejarlo ahí solo.

Tenía demasiado sueño y alcohol en la sangre para cuestionarse cualquier acción suya, así que se acomodó a su lado y se acostó junto a él, cubriendo a ambos junto a la mantita de polar calientita y se quedó dormido de inmediato.

Al día siguiente despiertan muy tarde. Son las cuatro de la tarde y siguen abrazados bajo la manta, hace frío, la madrugada de julio estuvo congeladísima y el par de weones durmiendo afuera. Sus cuerpos inconscientemente buscaron refugio en el otro.

Por suerte nadie los vio, Frank se despertó primero y en vez de deshacer el abrazo, mira la cara durmiente de Gerard y desea muy dentro de sí, verlo así más seguido, lo cual mejoraría rápidamente su relación y dejarían de wearlos, porque por eso estaban haciendo esto, para que la inspectora dejara de wearlos.

Lo movió lentamente para no despertarlo, pero Gerard se removió incómodo en el sillón, incorporándose de a poco mientras se refregaba los ojos con cansancio.

– ¿Qué weá? – Pregunta con sueño, a punto de caerse del sillón, pensando que había más espacio donde estaba sentado.

– Sorry, te desperté – Se disculpa y lo agarra de la cintura para que no se caiga. Ríe internamente por escucharlo decir weá, y no una de sus refinadas y aburridas palabras.

– ¿Qué hora es? – Preguntó sobándose las sienes.

– Como las cinco de la tarde yo cacho – Tira una hora cualquiera mientras se levanta del sillón y estira su maltratada espalda por la posición en que durmió en ese asiento de mimbre.

– ¡Mentira! ¿Mi celu? – Exclama e interroga buscando el aparato entre sus bolsillos.

– No sé – Responde en un bostezo Frank. Encontró su teléfono detrás suyo, debió caerse de su bolsillo en la noche.

Revisa la hora y en efecto es tarde, pero no tanto, apenas las un cuarto para las cuatro de la tarde. Ve al Frank entrar a la casa y se pregunta si durmieron juntos toda la noche. Se levanta un poco mareado, pero cuando su cabeza se calma, le sigue los pasos a la cocina, donde conversan animadamente los amigos del Frank, incluido Bob.

– Aleluya, despertó el parcito – Exclamó Pete al verlos entrar.

– Cállate oh – Respondió Frank con voz pajera.

– Buenos días – Saludó cordial Gerard a los chicos.

– ¿Comieron? – Preguntó el dueño de casa trajinando la cocina.

– Sí, desayunamos con tus compañeros del cuarto C, no son mala onda como dices – Le comentó Matt.

– ¿Se fueron? – Siguió cuestionando el de piercings.

– A que rato... – Le contestó Bob.

– Menos mal – Suspiró el tatuado.

– Les dejamos comida en el microondas – Avisó amable Ray.

– ¿Desayunaron pizza? – Cuestionó divertido Gerard, viendo las cajas de pizza en la basura y los míseros trozos que les dejaron en el microondas.

– Era lo que había po jaja – Contestó risueño el de afro.

– Me va a ser pico esta weá pa la guata ¿Gee tú vai a comer? – Le preguntó Frank al más pálido.

– E-ehh Sí... Gracias – Aceptó y cada uno se comió dos trozos de pizza napolitana.

No conversaron mucho la verdad, cuando terminaron de comer, ayudaron al Frank a limpiar un poco y luego todos se fueron a sus casas.

El lunes era el acto oficial de la enseñana básica del colegio; en honor al natalicio de Pablo Neruda, por quien llevaba el nombre del liceo, además de celebrar la última semana de clases antes de vacaciones. Pero para la media no era obligación ir, lo que se traducía en ausencia absoluta.

La semana pasó relativamente rápida y el viernes llegó. Gerard no estaba para nada emocionado ese día, pues nadie lo saludaba ni le decía feliz cumpleaños, con suerte su tío, que lo visitaba para asegurarse de que no había cometido suicidio o alguna otra locura.

En el colegio fue todo normal, las clases aburridas, no discutió con la profesora de matemáticas, ni con el de música, ni con nadie, lo cual le llamó un poco la atención a sus compañeros, pero no lo suficiente.

Se acabó la jornada, todos se disponían a irse a sus casas, excepto él y el Frank, que tenían que quedarse a la sesión con la inspectora.

Esta vez, la mujer les pidió que escribieran sus errores y defectos, que se lo pasaran al otro, para que escribieran sus ventajas y cualidades.

Les pareció una estupidez, pero estaba claro que había un avance, aunque claro, era porque estaban fingiendo ser amigos, para que los dejaran de webiar luego si po.

Gerard leyó con gracia los defectos de Frank según él; pero no con burla, sino una sonrisa casi tierna. Enojón, peleador, flojo y desordenado, entre otros. El más pálido se tentó a escribirle otros más, pero se aguantó las ganas.

Lo que escribió el otro no pudieron leerlo, porque la inspectora dijo que se les presentaría en el momento en que lo necesitasen, y Gerard casi se echó a reír con tales palabras.

Conversaron del respeto y todo eso, hasta que llegó la hora de irse cada uno para su casa.

– Gerard – Lo llamó Frank, apurando el paso para alcanzarlo.

– ¿Ah? – Preguntó sin ánimos, mirando al chico a su lado.

– Toma, feliz cumpleaños – Le sonrió nervioso.

– ... – El pelinegro lo miró sorprendido, tomando la cajita mal envuelta con un nudo no muy bonito, pero debía admitir que el gesto era adorable – N-no era necesario – Dijo por fin, algo sonrojado.

– Cómo no iba a regalarte algo si tú lo hiciste, por cierto, está bacán el encendedor, weón, la dura...

– Ah, me alegro... – Respondió, con una leve sonrisa. Le había pedido a Ray un consejo sobre qué comprarle, al parecer había dado en el clavo con el encendedor de Pink Floyd – ¿Lo puedo abrir? – Le preguntó acomodándose la bufanda.

– Obvio, ojalá te guste, me dijeron que te gustaría, ósea, ehh – Se enredaba solo con titubeos, mientras Gerard se reía nervioso abriendo el obsequio. Cuando notó que era un libro se alegró enormemente, independiente del título, los libros siempre serían bien recibidos por él.

– ¡Ohh! – Exclamó al leer Roberto Bolaño en la portada – ¡Te pasaste! – Le dijo acariciando el antiguo encuadernado con los dedos. Si bien no era un fanático del autor, ya había tenido la oportunidad de leer agunos cuentos de su autoría y le habían dejado una buena impresión y esperaba que este título también – Y eso que lo tenía en un pendrive en pdf jaja – Confesó avergonzado, aún así, la lectura por el teléfono o cualquier otro medio tecnológico le molestaba a los ojos, por lo que nunca se dio el tiempo de ojearlo realmente – ¡Ahora no tengo excusa para no leerlo! ¡Gracias, en serio! No hay nada mejor que te regalen un libro, independiente de cuál sea – Le decía con una gran y sincera sonrisa.

– Que bacán que te gustara – Suspiró realmente aliviado y contento de verlo tan alegre. Observó cómo guardó con cuidado el libro en su mochila y le preguntó – ¿Vai a celebrar o algo hoy día?

– Nah... – Le contesta sin darle mucha importancia al asunto, mientras lucha con el jodido cierre de su mochila.

– Celebremos nosotros entonces po – Le dice como si fuera lo más obvio del mundo.

– E-es que...m – Intentó excusarse, pero Frank habló primero.

– Te invito a mi guarida secreta – Dijo orgulloso.

– ¿El tea-? – Iba a cuestionarle, sin embargo el más bajo le cubrió la boca con la mano.

– No lo digai es secreto, ven – Y de su boca pasó a su muñeca y lo arrastró por la calle.

– P-pero – Trató de decirle que pretendía encerrarse en su casa como el antisocial de mierda que era, afortunadamente (o lastimosamente quien sabe), no alcanzó a emitir frase alguna.

– Vamos, antes de que se ponga a llover – Y corrieron hasta la zona comercial del lugar, bastante cerca del colegio, donde estaba el teatro abandonado.

Al llegar, Gerard respira agitado por la carrera, y ve a Frank sonreír con ganas, como en el carrete de su cumpleaños junto a sus amigos. El más pálido se pregunta si el de piercings lo pasa bien con él igual que con sus amigos, y se abofetea mentalmente por preocuparse por weás.

El más bajo lo guió por la vereda (aún de la mano), para poder rodear el edificio gigante y entrar por la parte trasera, donde una puerta imposible de cerrar estaba cubierta por unas tablas fáciles de sacar.

– ¿Y por qué no se cierra esa parte? – Preguntó curioso al entrar, mientras miraba como Frank ponía de nuevo las tablas y quedaban a oscuras en el lugar.

– Se cerraba antes, pero pal terremoto se enchuecó y vinieron a revisar la weá y le pusieron esas tablas no más – Contestó como si nada, tanteando el aire, buscando la linterna que siempre usaban pero no la encontró.

– ¿En serio? Yo pensé que arreglarían la estructura – Comentó sorprendido por la irresponsabilidad de la municipalidad.

– No sacaron ni las latas de cerveza, weón, dejaron todo como estaba – Le dijo resignado con la búsqueda de la linterna, así que decidió iluminar el camino con el celular.

– Está piola igual, podrían mantenerlo más limpio sí – Le aconsejó caminando por el pasillo, viendo el suelo lleno de colillas de cigarro y otros residuos.

– Si querí te invito más seguido pa que hagai aseo – Bromeó el más bajo.

– Ni cagando – Contestó un poco ofendido, aunque no dijo nada más.

– Jajaja – Se rio sincero Frank – Mira, esto es lo que te quería mostrar, es como de tu estilo – Le dijo iluminando una escalera antigua por donde empezó a subir.

– ¿Cómo mi estilo? – Le cuestionó extrañado, mientras lo seguía de cerca.

– Como hípster maraco no asumio' ¿Me cachai? – Se explicó entre risas.

– No soy ninguna de esas cosas – Le corrigió serio.

– ¿Lo asumiste, entonces? – Le preguntó burlón.

– Jaja – Rio falsa y sarcásticamente. Frank sonrió y llegaron al final de la escalera con una cortina delante suyo.

– Aquí – Anunció y atravesó el cortinaje de terciopelo y presentó el pequeño pero elegante balconcito del teatro, que permitía ver el escenario lleno de latas de cerveza y los asientos, varios de ellos rotos, claro que en esa oscuridad era poco lo que se podía distinguir, hasta que Frank encontró la linterna en el balcón, razón de por qué no la encontró abajo, e iluminó el lugar para que Gerard vislumbrara todo el espacio.

– Oh, de verdad es bacán – Exclamó el más pálido mirando todo con asombro, imaginando como habría sido el lugar en su época de oro.

– Sí po, con los chiquillos ponemos música a todo volumen en un parlante que tenía el Matt y con la acústica se escucha la raja – Le contó sentándose en el barandal, poniendo un poco nervioso al pelinegro – Todavía está ahí ¿Querí poner de tu música? Ya que es tu cumpleaños – Le ofreció sonriente.

– Puta, ya que estamos aquí jaja – Aceptó más rápido de lo que pensó Frank, pensando que se comportaría más reservado.

Desde la baranda se impulsó para lanzarse al piso, aterrizando en el montón de colchones viejos que con sus amigos habían arrastrado hasta adentro hace tiempo, para lanzarse desde ahí. Gerard lo miró totalmente impactado, sin atreverse a lanzarse.

– Yo te agarro – Le aseguro con los brazos abiertos desde el suelo.

– Me da miedo, weón, mejor bajo las escaleras – Le dijo alejándose del borde.

– Pucha que erís fome, ven, siéntate en el barandal primero – Le insistió con ojos de perrito. Gerard lo pensó, igual le molestaba su propia forma de ser, de dejar pasar las oportunidades sociales siempre por los estudios. Tragó saliva y se sentó en la baranda.

Frank lo invitó nuevamente con los brazos a que saltara y Gerard se dejó caer. El más bajo lo abrazó cuando venía cayendo y se tiró al colchón junto a él riendo a carcajadas, mientras el corazón del más pálido iba a mil por hora, luego de realizar tal hazaña. De a poco soltó risitas nerviosas hasta que se largó a reír con el de piercings.

– ¿Escuchai pura música chilena? – Le preguntó Frank, cuando estaban echados ahora encima del escenario, escuchando a Fernando Milagros en el parlante gigante de Matt, a todo chancho.

– Eso intento, igual no es como si fuera un gran sacrificio no escuchar música extranjera, los chilenos tenemos buenos músicos – Le contestó sonriente.

– Igual piola ¿No escuchai rock chileno? – Le preguntó revisando la lista de reproducción de su celular.

– A veces, pero no tengo en mi celu – Le contestó apenado.

– Yo tengo, pongo después de que escuchemos lo tuyo – Le propuso alegre, mientras le pasaba una segunda lata de cerveza que tenían ahí guardada – Toma – Le pasó la lata.

– Gracias – La recibió relajado, más que nervioso como habría estado en otra ocasión tal vez.

– Es más bacán estar volao y escuchar música a todo chancho, faltan sus buenos cogollos jaja – Comentó entre risas.

– Hmm... Nunca he fumado marihuana... ¿Cómo es? – Le cuestionó por mera curiosidad.

– Ni tan maravillosa ni tan terrible como dicen, es piola, te relaja, es bacán... – Intentó explicarle una sensación tan inefable para él.

– Ah... Igual no me interesa tanto probar – Le aclaró.

– Si te curai tan rápido con una lata de cerveza... – Le dijo risueño, recordando su cumpleaños el domingo pasado.

– Qué pesado – Le pegó un codazo.

– Jajajajaja – Se carcajeó escandalosamente Frank. De pronto a Gerard le pareció escuchar un ruido particular.

– ¡Shh! – Se sentó en su lugar y lo hizo callar, además de bajarle el volumen al parlante hasta cero – ¿Está lloviendo? – Preguntó en susurros. Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que ambos se dieron cuenta de que así era.

– Sííí... Nunca había escuchado la lluvia acá... – Le comentó gratamente asombrado.

– No debería tampoco, si es un teatro, el sonido no entra ni sale, pero como está viejo – Le explicó Gerard.

– Mejor as- Iba a decir, pero una gota le cayó en toda la cara – Chucha hay goteras – Comentó secándose con el brazo y arrastrándose más hacia Gerard, para esquivar las gotas.

– Jajaja te cayó justo en la nar- Se reía con ganas el más pálido, justo cuando una gota gigante le caía en la frente.

– Wajaja y te reíai de mí – Se burló Frank entre grandes risotadas.

– Cállate, aweonao – Lo retó avergonzado, arrastrándose más hacia él, evitando las goteras.

– Andai garabatero – Le dijo apoyando la mejilla en el suelo, viéndolo a los ojos.

– Se me pega... Igual, me doy cuenta que no es tan malo eso... – Confesó sincero, desviando la mirada al alto techo.

– Sí po, ósea cada uno habla como quiere, pero no sé por qué yo creo que es mejor con garabatos, como que erí más libre ¿Cachai? – Le explicó su pensamiento el tatuado.

– Sí, de a poco lo entiendo – Respondió en un suspiro.

– Igual he aprendido weás de ti – Soltó de repente Frank.

– ¿En serio? ¿Y cómo le dijiste a la inspectora que no? – Le cuestionó acusativo.

– Ah ¿Y tú? – Le devolvió la pregunta.

– Puta, pero... – Intentó excusarse nervioso.

– Jajaja si es bromi... – Lo tranquilizó. Gerard lo miró esperando a que continuara con lo que quería decir – Puta he aprendido a entender un poco más las cosas, a preocuparme igual por el estudio, porque aunque no me guste, es lo que tengo pa sobrevivir en este mundo de mierda... – Le dijo, suspirando al final.

– Tarde te diste cuenta jeje – Le dijo entre risas, tratando de no sonar pesado.

– Es que no te conocí antes – Contestó serio Frank, mirándolo fijamente.

– ... – Gerard se sonrojó y no supo qué más decir, generando unos cuantos segundos de silencio absoluto, interrumpido por el sonido de las goteras y la lluvia golpeando los techos.

– Deberíamos besarnos para romper la tensión – Bromeó el más bajo, acercándose más a Gerard.

– Jajaja tonto – Rio el más pálido avergonzado, empujándolo lejos.

– ¿Vamos pa'fuera? – Le propuso poniéndose de pie y ofreciéndole una mano que este también se levantara.

– ¿A qué? – Le cuestionó descolocado, aceptando la mano de todos modos.

– A mojarnos po weón – Le dijo coqueto.

– A besarnos bajo la luvia jaja – Bromeó Gerard, soltándose de a poco, tal vez por estar curado, o porque junto a Frank se sentía cómodo, quién sabe.

– No me tentí' que estoy curao – Le advirtió arrastrándolo de la mano hasta la salida.

– Jajaja, espera ¿De verdad vay a salir a la lluvia? – Le preguntó entre risas.

– Te apuesto a que llego menos mojao al kiosko de allá – Le apostó infantilmente sin salir por completo del teatro, apuntando a un negocio en la esquina.

– ¿Qué? – Le cuestionó confundido, pero antes de poder decir más, el más bajo había partido corriendo hacia allá, bajo la tupida lluvia. Gerard sin querer perder, corrió detrás de él, dejando de lado cualquier duda – Jaja ctm – Rio al llegar debajo del techito, sin poder creer las tonteras que estaban haciendo.

– Gané – Anunció orgulloso Frank.

– Llegaste primero, no menos mojao – Le recordó el más pálido.

– ¿Cómo sabi? ¿Me vay a revisar acaso? – Preguntó malicioso.

– ¿Pero pa qué te poní coqueto curao weón? – Le contestó risueño y nervioso el pelinegro.

– Si igual te gusta jaja – Le dijo con una gran sonrisa, acercándose a sus labios. Y Gerard no opuso resistencia alguna, se dejó besar sin más.

– Y-ya, mucho... – Murmuró alejándose del castaño, sonrojado hasta las orejas. Se sentía realmente atraído por el calor que desprendía el cuerpo de Frank, pero no podía dejarse llevar, le asustaba.

– Sorry... Es el alcohol – Se excusó nervioso.

– Sí... – Apoyó Gerard mirando hacia otro lado, sin saber qué mierda hacer ahora.

– ¿Te acompaño a tu casa? Ya es tarde y sigue lloviendo – Le dijo mirando su celular.

– Vámonos por debajo de los techitos – Contestó el más pálido sonriente, tratando de dejar atrás los sucesos recién ocurridos.

Caminaron rápidamente, siguiendo el recorrido a casa de Gerard lo mejor que pudieron, siempre esquivando la lluvia y refugiándose bajo hasta los más angostos tejados que pudieron encontrar. Al llegar por fin a la casa del más pálido, el susodicho se puso nervioso.

Seguía lloviendo fuertemente y qué lata dejarlo solo bajo la lluvia para que se fuera a su casa, lo mejor sería invitarlo a pasar. Pero se habían besado, por la cresta ¿Qué chucha? Era la cerveza ¿Cierto? Eso lo explicaba todo, pero aun así era incómodo tenerlo en la casa, solos, porque no había nadie más en su puto hogar.

– ¿Querí pasar mejor? Llueve muy fuerte pa que te vayai a tu casa... – Lo invitó rezando porque dijera que no, o que por lo menos dejara la coquetería de lado.

– Ehh, ya por fa – Contestó rápidamente.

– Pasa – Le abrió la puerta de entrada.

– Gracias, permiso – Dijo preocupado por mojar el piso y enojar a la dueña de casa, pero como si le leyera la mente, Gerard le avisó:

– No hay nadie, así que...

– Ah... – Contestó parado a un lado de la puerta, sin saber donde pararse, ni nada.

– Cuelga tu chaqueta ahí, y sácate las zapatillas, te presto ropa, pasa al baño, espérame – Le dijo todo muy rápido y le señaló un perchero. Partó casi corriendo a su pieza a buscar ropa que le quedara un poco chica y se la pasó.

– Gracias – Le agradeció de corazón y se cambió de ropa en el baño, mientras Gerard también se cambiaba en su pieza.

Una vez vestidos, colgaron la ropa cerca de la estufa eléctrica que había en la casa y la dejaron secarse.

– Siéntate no más – Le dijo Gerard, al verlo parado nuevamente, donde mismo lo dejó cuando entraron.

– Jaja, es que en denante' podía mojar el sillón po – Se excusó tomando asiento.

– No importa – Lo tranquilizó sonriente.

– ... – Frank le sonrió nervioso y ambos se quedaron viendo en silencio.

– ¿Querí té o café o...? – Reaccionó a preguntar el más pálido.

– Café, por fa – Le pidió.

– Al tiro, voy a calentar agua – Avisó yendo hasta la pequeña cocina.

– Es bonita tu casa – Le elogió desde el sillón Frank.

– La tuya es gigante – Le contestó el otro aún en la cocina.

– Sí, pero esta es bonita, es como antigua – Insistió recorriendo la casa con la mirada.

– Sí, era de mi mamá – Le responde, caminando de vuelta al comedor, sentándose en el sillón también, con la lluvia acompañándolos.

– ... – Ese comentario incomodó un poco el ambiente, pero también despertó la curiosidad de Frank – ¿Vivís solo? – Le preguntó.

– Ehh sí... ósea, se supone que mi tío vive conmigo, pero él siempre está donde su polola, y en compensación por dejarme solo desde que era pequeño, me paga la ausencia con los gastos de la casa... Viene una vez al mes a dejarme comida y plata... Mi hermano chico vive con su madrina, también a veces lo veo – Le explica un poco avergonzado de no tener una familia normal.

– ¿Y tu viejo? – Le pregunta por su padre primero, antes de profundizar en el tema de la madre, que le da muy mala espina al tatuado.

– No lo conocí – Contestó mirando sus propias manos inquietas.

– Ah... Yo tampoco... – Dijo Frank en un suspiro.

– ¿Pero y el señor de...? – Le iba a preguntar por el hombre que vio el día después del carrete en su casa.

– Es mi padrastro – Le explicó – Mi viejo se murió de curao... Y este va por las mismas – Añadió enojado.

– Mi mamá también murió... Tenía cáncer... – Le contó triste.

– Lo siento mucho – Murmuró Frank, sobando su hombro de manera reconfortante.

– Sí... No te preocupes – Le sonrió mirándolo a los ojos.

– ¿Y pasai solo todo el día? – Le cuestionó impresionado el más bajo.

– Sí... Igual no me molesta, yo... Leo harto y... – Intentó excusarse, aunque en el fondo era mentira, a nadie le gustaba estar solo, o mejor dicho, sentirse solo.

– ¿Te molesta si te visito más seguido? – Le preguntó tímido el de piercings.

– N-no... – Contestó sonrojado el más alto.

Entonces Frank le prometió que lo iría a ver en las vaciones de invierno y que lo sacaría a pasear a más lugares. Gerard solo rio por su promesa, pero estaba realmente conmovido.

Las dos semanas de vacaciones lo pasaron muy bien juntos, se le olvidó que actuaban como amigos al inicio para la inspectora, la simpatía y amistad brotó sincera entre ambos, generando un lazo rápidamente.

Eran salidas bien tranquilas la verdad; Frank con sus amigos siempre eran muy desordenados y casi siempre terminaban en destrozos si no intervenía Ray, pero con Gerard se apaciguaba la bestia en su interior, y conversaban bastante, en vez de salir a molestar.

Si no llovía, Frank le mostraba más secretos en la ciudad, que conocía por amigos expandilleros, mientras que los días de diluvio, Gerard aprovechaba de leerle en voz alta algunos párrafos de su obsequio, y si bien al más bajo no le gustaba tanto la lectura y esas cosas, amaba escuchar la voz relajante del más pálido.

Se interesaban genuinamente por el otro, Frank nunca había escuchado hablar de los temas de los que hablaba Gerard, y el pelinegro jamás había conocido varios de los lugares misteriosos que le mostraba el tatuado, quien conocía la ciudad como la palma de su mano.

La amistad iba de maravilla, hasta que, bueno... Fue una noche en que Gerard despertó abruptamente que se dio cuenta de algo vergonzoso.

No había querido aceptarlo, pero era ya la tercera vez que le sucedía, hace tiempo no pasaba por esas famosas noches húmedas y ahora... Tres al hilo y por culpa de una sola persona. Por esa persona ¡¿Cómo mierda la mente podía traicionarlo tanto como para soñar cosas tan sucias?! Por supusto que no le había dicho a nadie ¿A quién se lo iba a contar, en primer lugar?

Silenció sus problemas el resto de las vacaciones, hasta el último día, antes de volver a clases, cuando, casi de noche llega Frank a su casa, con una mochila.

Se había peleado con su padrastro y huyó de casa. A esas alturas ya lo había perdonado pero el orgullo no le permitía volver, así que fue a la casa del más pálido, cuendo en realidad pudo haber ido a la casa de su mejor amigo Ray, pero una corazonada lo envió en dirección a Gerard y el más pálido claro que le dio refugio.

Se quedó esa noche y vieron películas para pasar las rabias, hasta que el sueño les empezó a ganar, así que se acostaron. El tema es que ahora hacía demasiado frío, como para que Frank durmiera solo en el sillón y el más bajo le insistió tanto en si podían dormir juntos que Gerard accedió ingenuamente. Se le había olvidado por completo su problema nocturno y cuando le volvió a ocurrir, estando juntos, casi se murió de la vergüenza.

¡Se despertó en plena madrugada con el pico parao bajo las sábanas y con el Frank hijo de puta a su lado, por la cresta! ¡Lo peor de todo, es que él estaba al lado de la muralla! Y para salir de la cama, tendría que pasar por encima de Frank y eso se convertía en un gran conflicto, ya que el weón tenía el sueño liviano. Pero su erección dolía debajo de su pantalón de pijama, así que de todas formas intentó ir al baño sin despertarlo, pero fue inútil.

– ¿Gerard? – Le preguntó al sentirlo encima de él.

– Frank me asustaste – Lo retó nervioso y rojo hasta las orejas.

– Tú me asustaste ¿Qué te pas-? – Le iba a preguntar, pero sintió algo duro contra su muslo – Nahh – Exclamó incrédulo destapando sus cuerpos de las sábanas.

– Cállate weón, déjame pasar – Le rogó sonrojado, todo tiritón por los malditos nervios.

– ¿En serio Gerard? – Le preguntó coqueto, pero Gerard no tenía tiempo para eso.

– Ya po, sale – Le insistió e intentó pasar, pero en una rápida maniobra, el tatuado se impuso sobre él e hizo que su espalda chocara con el colchón, posicionándose encima – ¡Frank! – Elevó un poco la voz asustado.

– ¿Qué onda? ¿Se te paró por mí? – Le cuestionó malicioso, con una sonrisa de oreja a oreja.

– N-no... – Negó mirando hacia el lado, incapaz de verlo a los ojos.

– Dijiste mi nombre dormido – Le aseguró, y Gerard giró su rostro para verlo incrédulo.

– M-mentira – Susurró inseguro de sus propias acciones.

– Nope, es cierto ¿Qué soñaste? – Le preguntó divertido, acomodándose mejor sobre su cuerpo, atrapando sus muñecas por sobre su cabeza.

– Nada, déjame ir al baño maricón – Le ordenó enfadado ya.

– Ya, bueno, mejor te ayudo – Le dijo, ilusionando al más pálido.

– Sí, porfa – Le rogó pensando que lo ayudaría dejándolo ir, por supuesto – Déjamngh ¡Ah! ¿Qué? – Titubeó entre gemidos totalmente rojo de la vergüenza, al sentir la mano de su amigo en su paquete.

– Te voy a ayudar – Reiteró sobando con su mano aquella zona.

– N-no, Frank – Se resistía Gerard, moviendo las piernas incómodo.

– Tranquilo, sé lo que hago – Le aseguró posicionando sus rodillas por entre las piernas del más pálido, inmovilizándolas.

– P-pero... – Intentó seguir discutiéndole, pero se sentía muy bien, pero estaba todo mal, aahhh.

Frank le dio la confianza que le faltaba con los ojos. Estaba curado todavía por lo que se tomaron viendo películas, sí, definitivamente culparían al alcohol como con el beso, sí, eso harían, y se dejó llevar.

Lo toqueteó entero antes de concentrarse sólo en su pene. Gerard se cubría el rostro con el antebrazo, incapaz de aguantar la vergüenza que sentía.

Frank le sacó los pantalones y le bajó los calzoncillos hasta el empeine del pie. Acaricio sus muslos, por la parte exterior e interior, acercándose al miembro erecto del más pálido, y empezó a rozarlo con la punta de los dedos, lentamente, torturándolo.

– Frank – Lo llamó deseoso. Quería que lo tocara enserio, no solo roces que lo hacían sentir aún más ávido.

– ¿Ah? – Se hizo el weón, esperando que le rogara, solo para molestarlo un poquito.

– ... – No se atrevió a decir ni pío Gerard ¿Por qué le hacía esto?

– ¿Qué pasó? – Insistió el tatuado, sonriéndole malicioso. Gerard le lanzó una mirada de odio.

– Y-ya po – Le rogó deseoso. Y el castaño agarró el miembro por completo con su mano, de manera firme – ¡Ahh! – Gimió por la sorpresa, y el de tatuajes sonrió triunfante, empezando a masturbarlo con fiereza. Gerard miraba hacia otro lado, hundiendo su rostro en la almohada. Grave error, pues dejó todo su cuello expuesto, tentando más a Frank, quien se acercó a besar y morder aquél área – Ngh... Frank – Jadeó al sentir sus labios en su cuello.

El pijama no lo dejaba recorrer su pecho y esa clavícula que lo llamaba a marcarla, pero no se dio la paja de quitarle la ropa, simplemente se dirigió a sus labios, a besarlos con dedicación, acallando los gemidos de Gerard al al llegar al orgasmo.

Eyaculó en su mano. Gerard abrió los ojos hasta casi sacarlos de su órbita.

– ¡Sorry! – Se disculpó avergonzado, agarrando unos pañuelos que tenía en el mesón y limpiando nervioso la mano de Frank y cualquier rastro de semen que encontró en el momento.

Cuando terminó y encestó desde su cama al basurero los papeles, miró nervioso el rostro del más bajo, quien se reía bajito por su actuar apurado y nervioso. Este sin decir nada, se acercó un poco más y lo besó.

Gerard correspondió y el más bajo sujetó las mejillas del más pálido para seguir besándolo y tumbarlo contra la cama otra vez.

Continuaron besándose con pasión, lamiendo y atreviéndose a entrelazar sus lenguas, con mordiditas en los labios y caricias en la cintura y en la espalda.

Se devoraron la boca hasta que el cansancio les ganó.

– Me dio sueño – Susurró contra sus labios Frank, aún encima de él.

– S-sí, a mí también – Respondió apenas el más pálido.

El más bajo se acomodó en su pecho y se durmieron abrazados.

Al llegar la mañana, llegó la hora de la verdad también. Gerard se levanta desorientado, viendo como Frank se amarra las zapatillas en el borde de la cama.

– Me llamó mi padrastro. Nos disculpamos y volveré a la casa pa no molestarte más – Le dijo poniéndose de pie, esperando que le dijera "No me molestas".

– Ah, qué bueno... M-me alegro... – Respondió nervioso el pelinegro. El silencio los asaltó por unos segundos y Frank supo que tenía que irse luego

– Chao – Se despidió dándole la espalda, mientras se colgaba la mochila al hombro.

– Chao – Contestó Gerard y se tapó con las sábanas hasta las orejas.

El lunes volvían a clases y no tenía ni un poquito de ganas de ir ¡Qué vergüenza! ¿Qué haría ahora? ¿Le gustaba el Frank acaso? No podía ser ¿De verdad se iba a enamorar de cualquier weón que le demostrara amabilidad por lastima al verlo solo siempre? ¡No quería hablar con él nunca más! El miedo bloqueaba su mente y su razonada forma de pensar.

Lo ignoró por completo el primer receo, no salió de su sala y no le contestó el télefono, cuyo número sabía desde el incidente de los polerones, pero donde no podía ignorarlo era con la horita diaria de psicología mal elaborada en inspectoría.

No se le ocurrió otra solución que pedirle a la inspectora que hiciera las sesiones por separado, cuando los llamó en medio de la jornada de clases, claro que... La mujer no iba a aceptar eso el primer día de vuelta a clases, el cambio era demasiado repentino.

– ¿Pasó algo entre ustedes dos? – Preguntó Cifuentes sorprendida de que le pidieran ahora hacer las sesiones por separado.

– No – Contestó abruptamente Gerard, mirando el piso de brazos cruzados.

– Ayer... – Empezó Frank.

– ¡No te atrevai maricón! – Le gritó desesperado el más alto, rojo hasta las orejas.

– Mira quién lo dice... – Respondió irónico, algo resentido por haber sido ignorado toda la mañana.

– Cállate culiao – Le advirtió con los ojos en llamas de ira.

– No permitiré ese vocabulario en mi oficina, pueden insultarse todo lo que quieran al salir – Les dijo indignada. Se quedaron en silencio unos segundos hasta que Frank habló.

– Si ni del clóset sale este tipo – Bromeó, y Gerard se puso de pie violentamente.

– Cállate ctm me violaste – Le gritó enfadado.

– No es violación si te gusta – Le contra-arrgumentó infantilmente.

– No me gustó aweonao – Le discutió el pelinegro.

– ¡¿Se puede saber qué pasa aquí?! – Interrumpio la pelea la mujer.

– Le hice una paja al Gerard. Fin. Lo dije ¿Puedo irme a fumar al baño ahora? – Preguntó hastiado de todo.

– Frank... – Suspiró la inspectora. Mientras que Gerard se encogía cada vez más en su asiento por la vergüenza.

– Oiga, no significó nada, y ya no me llaman a inspectoría, subí las notas, y quiero volver a clases luego.

– No puede no haber significado nada, si no Gerard no pediría esto – Le corrigió la inspectora, poniendo aún más nervioso al pobre pelinegro.

– No me significó nada, sólo un trauma, no quería que lo dijera, es vergonzoso, y... – Intentó excusarse, pero la voz se le quebró en medio de la oración, impidiéndole seguir hablando.

– ¿Saben qué? Solucionen esto ahora, no los llamo a esta oficina a pelear, permiso – Sentenció irritada, cerrando la puerta con firmeza.

– Pero ¡Oiga! – Intento detenerla Frank, pero escuchó el click del seguro de la puerta y supo que esto iba en serio.

– ... – El más pálido seguía sollozando en silencio, con la capucha del polerón de cuarto medio puesta, sin ánimos de nada.

– Oye, Gee – Puso una mano en el hombro del más alto, tratando de iniciar una conversación.

– Me sale todo mal estos días – Se quejo en un puchero el pelinegro.

– ¿Por qué decí eso? – Le pregunta agachándose frente a su silla donde está sentado, viendo sus ojos cristalinos.

– Y-yo... – Intentó hablar pero el nudo en su garganta lo traicionó.

– Agh... – Suspiró un poco angustiado al verlo tan triste. Acercó una silla para sentarse junto a él y abrazarlo con fuerza. Le quitó la capucha y Gerard ocultó su rostro en el hombro del contrario, mientras recibía caricias en su pelo. No sabía qué decir o cómo reaccionar, su cabeza era un lio de pensamientos, entre aparentar que no sucedía nada, que no estaba enamorado de nadie, y de liberar todas sus penas guardadas – ¿Qué pasaría si dijera que me gustai, Gerard? – Le preguntó en un susurro Frank, haciéndole nanai en el pelo.

– N-no sé – Contesta Gerard avergonzado, apretando el abrazo.

– ¿Me rechazaríai? – Le pregunta el de piercings y el más alto niega con la cabeza, sin despegarse de su hombro – Me gustai – Lo obliga a mirarlo directamente y lo besa dulcemente.

– Frank, tú también me gustai – Confiesa el pelinegro, secándose las lágrimas y el castaño se ríe enternecido.

Gerard lo mira sonrojado y tímido al principio, pero se contagia de su sonrisa y ambos terminan riendo en la sala, mientras la inspectora satisfecha sonríe afuera del salón. 

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Creo que esta cosa tiene más palabras de lo que lleva mi fanfic hasta el momento xd

Si ven algún error me lo señalan en un comentario no más, no me enojo

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