más de ti [camren]

By cabellosfreedom

1.1M 59.5K 108K

[camren] More

INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
1
2
3
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
EXTRA #1
65
66
67
68

4

16.3K 817 1.2K
By cabellosfreedom


Camila

— ¿No crees que sea hora de que te mudes en una residencia?

Mi mamá luce ensimismada en preparar las tostadas antes darme la libertad para levantarme de la mesa e irme. Y aunque no está mirándome directamente, sé que es a a quien me habla porque ha estado sugiriéndomelo durante semanas.

— ¿Por qué te urge tanto que me vaya de la casa? —Le pregunto—. Recién está empezando el año.

—Porque imagino que querrás tener tu libertad, Camila. Siempre dices que aquí vive mucha gente.

—Mucha gente que no soporto —agrego, mirando a mi hermana con una sonrisa falsa.

—Estuve pensándolo mucho y creo que es la mejor opción para que comiences a independizarte. Acordamos que te daríamos tiempo para adaptarte durante el primer año, pero ya estás comenzando el segundo y te sentirás mucho mejor con una compañera, con tu espacio y tus cosas... ¿Qué crees?

Me limito a encogerme de hombros, bebiendo un poco de café para quitarme este dolor de cabeza que amenaza con asesinarme antes de que termine el día.

— ¿Qué piensas tú, Julia? —Al aceptar que no voy a seguirle este intento de conversación, busca aprobación en mi hermana, como siempre cuando se trata de deshacerse de mí—. Sabes mucho más de esas cosas que yo. Una amiga tuya vive en una de esas residencias, si mal no recuerdo. Podrías pedirle recomendaciones para comenzar a buscar algunas opciones.

— ¿Cómo va a saber lo que es mejor para mí si nunca se quedó en una residencia? Nunca ha estado fuera de esta casa por más de una noche, no tiene idea de lo que se siente. —Me apresuro a responder antes de que Julia se entrometa, frunciendo el ceño—. De hecho, estoy confundida. No entiendo por qué estás tan empeñada en echarme cuando a ella nunca la presionaste a nada. Tiene veintitrés años y sigue sin saber qué estudiar.

—Estoy en la universidad —me recuerda Julia—. Hago algo con mi vida, no sólo me quedo encerrada en mi habitación esperando que me mantengan hasta los cuarenta.

—Ya perdí la cuenta de todas las veces que has dicho que quieres cambiarte de carrera aunque ya estés en la segunda. Y te recuerdo que ni siquiera terminaste la primera.

—Ten cuidado con lo que dices —me dice, amenazándome con lanzarme el vaso de agua—. Creo que irte de aquí te servirá para madurar, que es exactamente lo que necesitas para ser un ser humano decente. Si nunca quisieron echarme quizás sea porque no soy una insoportable de mierda como lo eres tú.

Suelto una risa.

— ¿Ah, no lo eres?

—No, Camila, no lo soy.

—Me cuesta creer que alguien con más de veinte años que no hace más que irse de fiesta los fines de semana sea alguien muy soportable. Si no te echaron todavía es porque saben que eres una buena para nada que no sobreviviría más de una semana.

—Ya, mis niñas, no quiero más peleas en la mesa. —Nos advierte mamá, sentándose en la mesa mientras prepara su taza de té—. No es que quiera echarte, Camila, sólo pienso que podrá servirte para abrir caminos que quedarte en casa no lo harán.

— ¿Qué caminos exactamente? —La miro con una mueca.

—Experiencias que te servirán como persona. Yo viví en una residencia hasta mi quinto año de universidad y no me arrepiento de nada, conocí mucha gente y hacerme cargo de mí misma fue una experiencia muy... —Duda, hace una pausa—. No sé cómo describirlo porque es difícil, pero se los agradezco a tus abuelos hasta el día de hoy. Sé que te gustará.

Me llevo una mano a la cabeza para frotarme la frente mientras cierro los ojos. En este momento me arrepiento de haber bebido tanto porque la cabeza está matándome.

— ¿Me dices que confíe porque es algo que ya está decidido? —No puedo evitar que mi voz demuestre lo alterada que me siento, lo inconforme que estoy con cualquiera sea su decisión de trasladarme a un lugar donde no conozco a nadie. La idea de estar sola me revuelve el estómago y arruina mi disposición a no pelear—. ¿No vas a pedir mi opinión?

—Acabo de pedírtela.

—No —le digo—. Lo que estás haciendo es convencerme de que es una buena idea porque en el fondo sabes que no quiero irme a una residencia. No dejarás de insistir hasta que te diga que sí.

—Si piensas que soy así de manipuladora, Camila, entonces esta conversación no llegará a ninguna parte.

— ¿Y qué quieres que piense si hace menos de una semana te dije que no quería hablar del tema? Insistes e insistes porque ya tomaste la decisión de echarme, ¿por qué mejor no eres honesta y nos arruinas toda esta pérdida de tiempo?

— ¿Y por qué tendría que hacer lo que tú quieres o pedirte una opinión? —Me interrumpe Julia, enredando un mechón de su pelo castaño alrededor de sus dedos con expresión divertida—. No es tu casa, Camila. Considera cortesía que papá haya permitido que te quedaras por tanto tiempo. Si fuera por mí, habría dejado que te las arreglas solas desde que cumpliste los dieciocho.

— ¿No tienes nada más interesante que hacer? —Mascullo.

— ¿Mejor que ver que mi sueño de no vivir contigo está tan cerca de cumplirse? No.

—No pienso hablar contigo si ella está aquí escuchando todo. —Le pido a mamá, poniéndome de pie—. ¡No deja de meterse! Me tiene harta.

—Me meto porque yo también soy parte de la familia.

—Julia, ya cállate. No eres nadie para insinuar que tienes más derechos que yo de vivir aquí, puedo quedarme tanto como quiera. —Miro a mamá, quien está nerviosa pero se queda callada—. ¡¿De verdad no piensas decirle nada?!

—No soy nadie, excepto que lo soy —continúa Julia—. Y lo sabes. Estás acostumbrada a solucionar tus problemas con Nicholas con esos gritos y eso te llevó a creer que intimidas a todo el mundo, pero si no te has dado cuenta, Camila, eres la primera en empezar a gritar cuando algo no te gusta. Yo también tengo opinión en esto aunque no quieras escucharme.

—Por favor, sin peleas. —Repite mamá—. Nadie está aquí para discutir, sólo hablábamos.

—Sobre echarme —le reclamo.

—Sobre ver tus opciones. —Mi mamá intenta tranquilizarme, pero en el fondo sé que lo hace solamente para evitar una de mis escenas a esta hora de la mañana y no porque esté interesada en lo que pueda llegar a decirle sobre quedarme en una residencia. Me pregunto si habrá sido realmente su idea o se trata de otro intento de papá por mantenerme lejos de esta casa—. Si necesitas más tiempo para adaptarte, entonces podemos seguir ahorrando dinero hasta el próximo año. No intentaba herirte o presionarte, ¿cómo puedes pensar eso de mí?

Me aclaro la garganta e intento que mi arrebato de ira disminuya antes de convertirme nuevamente en la hija problemática, en la adolescente incontrolable en comparación a la perfección de Julia. Lo último que deseo es darles más motivos para quererme lejos de aquí. Pero también siento que, sin importar lo que haga o cuánto tiempo esté dispuesta a postergarlo, no me quedan más posibilidades que buscarme un lugar para vivir antes de que ocurra lo inevitable.

Podría estar viviendo con Nicholas si no estuviera tan entusiasmado con reemplazarme. Pensar en cómo comenzó a ignorarme cuando más lo necesito, cómo no tuvo ningún titubeo al dejarme sola, consciente de lo mucho que detesto estar aquí, hace que la vista se me nuble con una furia que pareciera tener su nombre.

— ¿De quién fue la idea? —Le pregunto a mamá, haciendo mi más grande esfuerzo por no alzar la voz al escucharla ser tan cínica.

— ¿De qué hablas? ¿Qué idea?

—Irme a una residencia —murmuro—. Prometiste que no volveríamos a hablar de ese tema, mamá. De tu asunto con papá, pero parece que sigue siendo algo que te molesta. —Lo enfatizo con la clara intención de lastimarla, o al menos causar alguna reacción que no sea fingir que todo sigue igual.

Y como es costumbre, la mención de ese asunto hace que aparte la mirada y se ponga nerviosa. Sacude la cabeza y finge no saber de lo que estoy hablando cuando pide que vuelva a sentarme para desayunar.

—La idea fue mía, ni siquiera se lo he mencionado a William —me responde, ofreciéndome una tostada—. Vamos a comer en paz, Camila. Discúlpame por tocar el tema cuando todavía pareces tener resaca. Lo hablaremos en otro momento, pero no fue con mala intención. Julia adora molestarte aunque le he dicho mil veces que no lo haga —le lanza una mirada de advertencia; mi hermana se las arregla para ignorarla.

— ¿Qué es lo que no me has comentando? —Escucho la voz de mi papá a mis espaldas; está ajustando el reloj de su muñeca mientras su perfume, de un olor intenso, pareciera estar en toda la cocina en el instante que entra. Cuando me mira aún en pijama a pesar de estar duchada, deja caer sus hombros—. ¿Todavía no te vistes, Camila?

—Buenos días para ti también —le digo.

— ¿Qué hora piensas que es? —Alza la mirada hacia el reloj de la estancia, entrecerrando los ojos sobre sus anteojos—. Tu primera clase es en cuarenta minutos, si no me equivoco. ¿Cómo piensas llegar a tiempo en autobús?

Mi papá se pasa las manos por el pelo mojado, con arrugas en la comisura de sus ojos cuando sonríe hacia mi mamá al ver que ella le hace espacio en la mesa, como la esposa subordinada que siempre se ha esforzado por ser. Podría vomitar de lo servicial y condescendiente que es porque sé que no es más que una actuación que intenta ocultar el verdadero problema: Yo.

Me queda claro con su pregunta que nadie planea llevarme en su automóvil, así que no me queda más opción que irme como solía irme antes de que Nicholas se ofreciera a pasar por mí todos los días.

—Los lunes no tengo clases hasta las nueve. —Le recuerdo, manteniéndome en la misma posición aunque mi mamá vuelve a ordenarme que me siente—. ¿Sabías que mamá está considerando que mudarme a una residencia es bueno para mí?

Sé que estoy comportándome como una niña desobediente, pero no me gusta la sensación que viene tras ser excluida, no puedo soportar la idea de irme a un lugar donde no conozco a nadie. He llegado a pensar que preferiría mil veces quedarme en casa, con las discusiones con Julia y la indiferencia de mamá, a estar en una residencia. Creo que a veces es mucho mejor estar mal acompañado que solo.

— ¿No piensas que tenga razón? —Dice mi papá, mirándome.

—Es que no quiero irme —respondo—. No estoy de acuerdo.

—Eres la única que no está de acuerdo —murmura Julia. Me cruzo de brazos, esperando que alguien me defienda, por mínimo que sea, antes de tener que verme en la obligación de subirme a la mesa y golpearla para que cierre la boca. Pero nadie lo hace.

— ¿No te gustaría tener tu espacio para hacer tus cosas sin que estemos vigilándote? —Me pregunta papá, enarcando las cejas—. Pensé que te gustaría quedarte con alguna de tus amigas. ¿Kat no se queda en una residencia?

—Lo hacía. Volvió a vivir con sus papás este verano.

—Pero imagino que tendrás más amigas —continúa él, interrumpiéndome—, y piensa que podrías pasar los fines de semana con Nicholas sin que nadie esté molestándote, ¿no estás quejándote siempre de no tener privacidad?

—Es... Es diferente. Que no me guste que me controlen no significa que acepte mudarme.

—Te ahorrarías los viajes hasta la facultad —insiste—. Yo no veo que sea tan malo. Piénsalo mejor, Camila, no creo que la idea de tu mamá sea tan terrible como para rechazarla sin siquiera tomarte unos días para darle unas vueltas.

—Es exactamente lo que le dije —concuerda mi mamá, limpiándose la boca, sus ojos se detienen en mi expresión—. Se lo tomó mal porque piensa que vamos a obligarla, pero sólo quería que lo pensaras para que tomes la mejor decisión cuando tengas todas tus opciones sobre la mesa. Todo lo que hacemos es por tu bien.

— ¿Qué? ¿Te enfadaste con tu mamá por eso? —Papá suelta una risa—. Por favor. Debes ser la única persona que hace una rabieta porque sus padres insisten en darle su propio espacio. Ni siquiera te estamos exigiendo que encuentres un trabajo para pagarte una habitación, correrá por nuestra cuenta.

Que me hable de esa forma, como si fuera la oferta de mi vida, sólo hace que me sienta peor. Es como hablar con una pared invisible que ni siquiera se voltea a verme porque no le importa escucharme. Lo único que quiere es dejar de verme y lo disfraza con ese falso entusiasmo por hacerme feliz. Toda esa emoción que intenta contagiarme respecto a vivir sola no es más que una consecuencia del día que supo que, en realidad, no soy su hija biológica.

—No es una rabieta —le digo de mala gana—. No parecía una idea sino más bien una orden. No me interesa ver opciones porque ya dije que quiero quedarme a vivir aquí. No me importa tomar el autobús ni tener más espacio para mí.

—Ay, les está mintiendo. Su mal humor no tiene nada que ver con la residencia. —Exclama Julia—. Camila sólo está enojada porque Nicholas no quiere volver a verla.

— ¡¿Qué?! —Exclama mi mamá.

— ¿O no te diste cuenta que volvió de la fiesta más temprano que de costumbre? —Continúa Julia—. Tuve que traerla porque ni siquiera tenía dinero para un taxi, fue vergonzoso. Creo que ahora terminaron de verdad. —Habla con la boca llena—. Bueno, siempre terminan y luego regresan, pero ahora se ve que Nicholas está más decidido.

— ¿Cómo... Cómo que terminaste con Nicholas? —Pregunta mamá, con sus manos sobre la mesa—. ¿Qué le hiciste?

— ¿Yo? —No sé qué me indigna más: que automáticamente asuma que yo cometí un error o que Julia no pueda mantener su boca cerrada—. ¿Por qué yo tendría la culpa?

—Debió ser algo muy terrible como para que decidiera dejarte después de tanto tiempo —dice mi papá, casi al mismo tiempo—. Te ha perdonado muchas cosas...

Intento tragarme la rabia, morderme la lengua mientras permanezco en silencio, escuchando, aguardando hasta que decidan cambiar el tema. Lo intento, juro que lo hago. Pero que inmediatamente supongan que yo he sido la responsable hace que pierda la paciencia.

Julia me mira con atención, y veo que entreabre los labios para continuar respondiendo por mí cuando la detengo. Cierro mis ojos y suelto un gruñido de indignación.

—Se cansó de perdonarla, es obvio —continúa Julia—. Era algo que se veía venir...

— ¡Ni se te ocurra seguir hablando! ¡Tú no sabes si será definitivo o no! —Le grito mientras me acerco a ella, sintiendo el calor propagándose por mi cuello. Instintivamente se cubre el rostro con sus brazos como la cobarde que es—. ¡¿Por qué no te preocupas de tu vida en lugar de meterte en la mía como una chismosa de mierda?!

—¡Camila! —Me detiene mamá, poniéndose de pie—. ¡No le grites así a tu hermana! —De alguna manera su tono de voz es suave, pero determinante al mismo tiempo. Está advirtiéndome.

— ¿O qué? —Le digo—. ¿Vas a castigarme por un mes como lo hacías antes?

— ¡Basta! —Alza la voz—. No voy a tolerar que sigas faltándole el respeto. Es tu hermana mayor.

— ¡¿Y ella sí puede gritarme?! —Espeto hacia ella, girándome—. Molestarme todo el día, meterse en mis problemas y ventilarlos como si tuviera algo que ver-...

—Julia no te gritó como tú lo estás haciendo —dice mi papá—. Lo único que hizo fue contarnos algo que debiste decirnos hace tiempo, Camila.

— ¡Pero si terminamos hace sólo días y-...

—Y ya hemos hablado de que no me gusta cuando le faltas el respeto a tu mamá —me interrumpe—. No te lo voy a permitir.

— ¿Sabes qué? Es cierto. —Asiento lentamente con la cabeza—. Julia no grita porque es una cobarde que prefiere murmurar lo mucho que me odia cuando nadie la escucha. No tiene el valor como para enfrentarme.

— ¡Ándate a la mierda, Camila! —Me grita Julia, inclinándose sobre la mesa—. No tenemos la culpa de que te hayas quedado sola y ahora no tengas cómo desquitarte. Si Nicholas dejó de quererte, ¡será porque tú misma hiciste que ahora te deteste!

Papá coloca sus manos sobre sus brazos para tranquilizarla.

— ¿Por qué terminaste con Nicholas? —Pregunta mamá, en un intento desesperado por cambiar el tema—. ¿Qué pasó, Camila? ¿Te pidió un tiempo? Los hombres pueden sentirte atemorizados por el compromiso, pero si hablas con él podrías arreglar las cosas.

Ruedo los ojos y la ignoro. Claramente pienso arreglar las cosas, pero no a su manera.

—Discúlpate con tu hermana —me pide papá—. Mira cómo la dejaste.

No quiero responder. Trato de respirar normal y concentrarme en mis manos que están en puños a los lados de mi cuerpo para no mandarlo a la mierda a él también. Prefiero quedarme callada respecto a todo este tema de la separación porque estoy convencida que será una medida temporal. Mi separación con Nicholas no durará más de lo que tarde en encargarme de Lauren, y ya tengo bastante claro cómo hacer que salga de mi camino.

—No voy a disculparme con nadie. No hice nada malo.

—Hiciste que se alterara —me dice él—. Pídele perdón.

—Julia siempre es así, papá. ¡Siempre me trata como si me odiara! —Les discuto, desviando la atención—. Lo que pasa es que ustedes nunca se dan cuenta de todas las veces que...

—Camila, ¿no crees que es suficiente? ¿De verdad no te cansas de ser incapaz de tener una conversación civilizada? —Mi mamá se lleva las manos a la frente, suspirando—. Te hemos hecho una pregunta que nada tiene que ver con tu hermana y tampoco la respondes. ¿Te avergüenza admitir que lo espantaste?

—No me sorprende que ese fuera el caso porque a mí también me tienes cansado —murmura mi papá—. Llevo en la cocina el mismo tiempo que tú, ¿y piensas que no me habría dado cuenta si Julia te hubiese levantado la voz primero? Despertaste de mal humor y lo entiendo. Debes estar muy afectada por la separación porque sé lo duro que es. Todos aquí tuvimos tu edad, Camila, no eres la única que tiene problemas. ¿Podrías dejar de pelear y disculparte de una vez?

—No. —Vuelvo a negarme antes de que siga hablándome como si fuera estúpida. Habla exactamente que Nicholas, incluso me mira como si mi personalidad arrebatada suprimiera cualquier opinión que pudiera tener respecto a todo lo demás—. Tengo que ir a vestirme.

—No te irás hasta que escuche que estás arrepentida.

—Camila... —Dice mi mamá, suavizando su expresión—. Quédate hasta que terminemos, ¿está bien? Tienes que comer algo.

—El autobús no va a esperarme y tengo que llegar antes para hacer algunas cosas. —Le digo, suspirando. Evito mirar a mi mamá directamente porque no creo que pueda soportar esa autocompasión durante mucho más tiempo, y tampoco tengo energía como para darme cuenta que a papá ni siquiera le importa tenerme en el desayuno o que Julia está mirándome con esa mirada de satisfacción que me irrita hasta el punto de querer gritar hasta borrársela—. Comeré con Kat antes de clases, no te preocupes. —Me anticipo a escucharla insistir.

— ¿Estás segura? —Se atreve a preguntar—. ¿Tienes dinero?

—Sí, estoy segura. Y tengo dinero, gracias. —Es lo único que respondo antes de subir hasta mi habitación, con una tensión en mi garganta que sólo se intensifica porque otra vez tuve que ser yo la que se calla.

Escucho que grita que me quiere, un sonido vacío que ya no creo, y que piense en lo que hablamos sobre la residencia. Lo que hablamos. Suena hipócrita para haber sido una decisión que tomó sin consultarme. Me pregunto si realmente tendrá la obligación de preguntármelo o sólo hablo desde la necesidad de sentirme parte de algo... De ser parte de alguien.

Porque podría ser que Julia tuviera razón, que siempre la haya tenido y que estuviera demasiado cegada por mí misma para verlo, demasiado orgullosa para darme cuenta. Puede que realmente no tenga más motivos para quedarme que mi propia angustia al imaginar que estoy quedándome sola. Puede que la razón que me impide tomar mis cosas e irme sea lo aterradora que es la opción de no tener a nadie, lo imprevisible que sería. Soy incapaz de arriesgarme a un nivel de soledad al que le he temido toda mi vida. Honestamente no sé qué es lo que haría si tuviera que irme de verdad.

Ay, ¿a quién quiero engañar? Sé perfectamente lo que haría. Querría llamar a Nicholas.

Es la única persona que logra disminuir lo aterrada que me siento, que logra suprimir ese vacío que aparece cada vez que estoy a oscuras en mi habitación. Siempre ha sido el único que me ha entendido, que ha estado para acompañarme. ¿Qué voy a hacer sin él? Sólo pienso en lo que podríamos estar haciendo ahora, en que sólo pensar en verlo me ayudaba a ignorar esta sensación de abandono que no me deja tranquila.

Y no me avergüenza decirlo, no me atemoriza admitir que no sólo estoy profundamente enamorada de él a pesar de todo, sino que también lo necesito. Necesito estar con él. ¿Cómo podría avergonzarme de lo único que es capaz de hacerme sentir bien?



Lauren

—Entonces... —murmura Audrey, recostada en el césped con su cabeza sobre mis piernas—, ¿no vas a juntarte con ella? —Pregunta, abriendo sólo uno de sus ojos mientras espera mi respuesta—. ¿De verdad vas a decirme a la cara que no tienes ni un poco de curiosidad sobre lo que quiere decirte?

Hago como que lo pienso. Pero en realidad no tengo necesidad de hacerlo porque supe que me negaría desde el instante que recibí el mensaje de Camila. Cuales sean esos sentimientos que todavía siente por Nicholas, no son de mi incumbencia y no quiero hacerme pasar por una discusión similar a la que tuvimos en la fiesta.

Haberla ayudado no nos convierte en cercanas, y esa culpabilidad que sentía al permitirme sentir la emoción de una salida mientras ella continuaba inconsciente desaparecieron en el momento que comenzó a tratarme como si fuera superior a mí.

Sé que no la conozco la suficiente como para juzgarla, casi no reconocía más que su nombre antes de esa noche en que vomitó mi camiseta, pero no tengo ningún interés en que eso cambie. No cuando deseo acercarme a Nicholas. Me convencí de que haré lo que sea necesario para protegerme de peleas que solamente me harán sentir peor.

—Imagino que luego se habrá enterado de tu cita con Nicholas... —dice Sophie con el lápiz entre sus labios, no muy convencida de lo que está diciéndome—, aunque pienso que su mensaje no habría sido tan tranquilo... No, tal vez quiera disculparse, ¿no crees? O agradecerte por haberla cuidado cuando pudiste dejarla sola...

—Debió agradecerme esa misma noche y no esperar hasta verme en la universidad —le respondo, restándole importancia.

—Hiciste bien en ignorarla, Lauren —me dice Audrey, incorporándose para verme directamente—. ¿Piensa que puede tratarte horrible y después pedirte disculpas? Claro que no. Así no se arreglan las cosas. Lo que está buscando es que le tengas compasión para que te apartes de Nicholas, ¡estoy segura!

— ¿Cómo puedes estar tan segura? —Pregunta Sophie, cruzándose de brazos—. No conoces a Camila. Estaba muy ebria y acababa de vomitar. Tú misma lo dijiste, Lauren. Puede que ni se acuerde de lo que te dijo, o puede que se sienta avergonzada de haberte gritado tanto.

—Dices eso porque estás suponiendo que quiere disculparse —le digo.

—Y porque soy muy curiosa —admite, soltando una risa—, me sorprende que tú no lo seas. Moriría por saber lo que quería decirte.

También me sentí curiosa al leer el mensaje, y muchas veces tuve la tentación de responderle que sí. Mentiría si dijera que mientras caminaba a la facultad no pensé ni una sola vez en llamarla para decirle que estaba esperándola para hablar con ella.

Es una sensación extraña porque una parte de mí siente como si en realidad hubiera tenido que forzarme a decirle que no. Puede que sea mi orgullo herido y que esté cediendo a esa parte de mí que repite constantemente que merezco más que una simple disculpa antes de darle oportunidad de volver a tratarme mal.

—A mí no me importa —respondo con algo de honestidad. Peino el pelo de Audrey con mis dedos mientras ella cierra los ojos—. No necesito sus disculpas o su gratitud porque hacer lo que cualquier persona cuerda hubiera hecho en mi lugar no necesita una recompensa. —Niego con la cabeza.

— ¿Pero le dijiste que no querías verla o sólo la ignoraste?

—Le envié un mensaje esta mañana y si no me ha respondido hasta ahora, entonces no creo que lo haga. Quiero suponer que entendió el mensaje. No es como que esté dejándola plantada, sólo prefiero mantenerme alejada de ella. ¿O es mi obligación escucharla? —Sueno a la defensiva.

—No, obvio que no. Es que es curioso que dijera que estuvo buscándote en la fiesta después de que nos fuéramos. ¿Para qué lo haría si no fuera para decirte algo importante? —Insiste Sophie, como siempre experta en ignorar lo que digo para hacerme dudar de mis decisiones.

—Quizás quería asegurarse de hacerme entender que Nicholas es tuyo y solamente suyo.

—No creo. Si yo fuera tú, me habría reunido con ella por curiosidad —se queja—. Ay, era sólo una conversación, Lauren, nada más que eso. ¿Todavía estás a tiempo de aceptar verla? ¡No voy a dormir tranquila si no lo haces!

Ruedo los ojos.

—Estás loca si crees que voy a arrepentirme. No quiero tener ninguna relación con ella, me hace sentir incómoda porque estoy interesada en su ex y... Argh. Es raro. —Es la única excusa que se me ocurre para no terminar diciéndoles que puedo estar arrepintiéndome un poco porque no soy de hierro. Mi vena chismosa también quiere escucharla.

Audrey asiente con la cabeza en silencio, dándome la razón.

—No vas a odiarla sólo porque ellos tuvieron una relación, ¿verdad? No pensé que fueras ese tipo de persona. —dice Sophie, frunciéndome el ceño—. Es una tontería crear una rivalidad sólo porque estuvo con alguien que ahora te gusta.

—No dirías lo mismo si hubieras visto cómo se puso cuando me vio hablando con Nicholas —respondo—. Claro que no voy a odiarla, sólo... sólo es mejor mantener distancia.

— ¿Por qué?

—Porque tengo la sensación de que ella continúa enamorada de él y no quiero meterme en problemas que no me corresponden. Si Nicholas está soltero y quiere verme, entonces continuaremos con esto, como sea que se llame. Y si no, entonces no pasa nada. Pero no voy a involucrarme con ella. —Suspiro antes de cerrar los ojos—. Estoy hablando en serio, Sophie.

Ella levanta sus brazos en señal de rendición.

—No me refería a que tuvieras alguna relación de amistad con ella, sólo decía. Los chismes son mi serotonina y una conversación con ella se escuchaba como una buena fuente de felicidad para hablar después.

Suelto una risa.

—No, gracias. Estoy demasiado entusiasmada con Nicholas como para sentirme culpable por estar lastimando los sentimientos de Camila o de cualquier persona. Lo último que necesito es sentir que me estoy equivocando, así que no hablaremos más de ella o de lo que podría querer decirme, ¿está bien? Desde ahora es un tema cerrado y lo que ocurrió en la fiesta, se queda en la fiesta.



******

Prácticamente estoy quedándome dormida cuando termino el café que me compró Sophie después del receso. Estoy desayunando sola, como acostumbro a hacerlo cada día, aunque mentalmente estoy en cualquier otro lugar menos estudiando una materia que no me gusta.

A veces desearía que la universidad estuviera menos atiborrada de gente a esta hora de la mañana, pero no tengo más opciones que ponerme a estudiar en la cafetería si no quiero llegar a tarde a mi siguiente clase. Podría irme a la biblioteca si no estuviera en una facultad diferente, casi a cuatro calles del edificio donde me encuentro la mayoría del tiempo. Bostezo antes de estirar mis brazos.

Siento un murmullo constante, martirizante, pero trato desesperadamente de continuar leyendo mis apuntes por tercera vez consecutiva aunque sea físicamente imposible concentrarme. Dudo ser capaz de terminar el párrafo sin distraerme con las luces parpadeantes de esta zona de la cafería, aunque por alguna razón continúo haciéndolo. He llegado a pensar quizás esté acostumbrada a mantenerme ocupada... O más bien pretender estar ocupada.

Son casi las nueve de la mañana y hace mucho, mucho frío. Todavía perdura una leve llovizna que humedece el asfalto de las escaleras, más del que acostumbra en esta época del año. Me ajusto la chaqueta para entrar en calor antes de levantarme y empiezo a ordenar mis cosas para encontrarme con Audrey, pero alguien lanza sus cosas en la mesa antes de que pueda marcharme. Me sobresalto por la sorpresa.

—Ya me iba... —murmuro, enfadada. Pero me detengo al ver que es Camila quien se cruza de brazos frente a mí—. ¿Tú? ¿Aquí?

Mi voz suena más seca de lo que pretendía. Inevitablemente tomo mis apuntes con más fuerza al encontrarla viéndome tan segura de sí misma. No quiero que siga pensando que saldré corriendo como lo hice en la fiesta, así que me preparo para lo que sea que tiene que decirme como si estuviera esperando que me grite sin razón.

—Sí, yo. —Dice al apoyar ambas manos sobre la mesa. Su vista baja hacia mis apuntes y vuelve a mirarme con una superioridad que no me gusta—. Rechazaste verme.

—Eh... —Suelto, mirando a mi alrededor como si verla fuera una especie de ilusión; no creí que volvería a buscarme, que estaría interesada en continuar hablándome, ni que le diera tanta importancia a mi mensaje—. Dije que estaría ocupada estudiando.

— ¿Estudiando qué? —Enarca las cejas, sin creerme.

— ¿Perdón?

—Me escuchaste.

Frunzo el ceño.

—Sólo estudiaba, no tengo que decirte nada más. No tenía tiempo para hablar contigo.

Camila ladea su cabeza y se queda en silencio unos segundos antes de asentir con la cabeza e ir moviendo sus dedos hasta mis apuntes. Los presiona contra la mesa y se sienta en la silla que estaba frente a la mía.

—Vi que te estabas levantando, así que supongo que terminaste de estudiar —me dice, apoyando su barbilla en sus manos—. ¿Ahora sí puedes hablar o tienes alguna otra excusa?

—No fue una excusa. —Me defiendo—. No tengo motivos para mentirte.

—Está bien, no lo fue. —Sonríe con ironía—. Es tan obvio que no me conoces porque entonces ni intentarías mentirme. Nadie lo hace mejor que yo.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunto cuando no luce interesada en irse a pesar de que no vuelvo a sentarme porque no quiero quedarme. De pronto me siento nerviosa, como si su presencia fuera suficiente para ponerme los pelos de punta por tener un mal presentimiento.

Posiblemente sea la presión de que esté esterada de la cita que tendré con Nicholas, o sólo mi sexto sentido gritándome que me aleje de ella.

—Buscándote, ¿no es obvio?

— ¿Para qué?

—Para hablar —me hace saber, indicándome la silla con sus manos—. Siéntate.

—No... No quiero. —Niego con la cabeza—. Estoy bien así.

—Bien, como quieras —ni se molesta en insistir u ocultar su molestia cuando rueda los ojos—. ¿Se puede saber por qué no quisiste hablar conmigo, Lauren?

—Porque tenía cosas que hacer.

—Dile tus mentiras a alguien que las crea —murmura—. Si es que lo encuentras porque eres una pésima mentirosa.

La miro mal.

—No estoy mintiendo, Camila. Te envié un mensaje para avisarte que estaría estudiando y si te dije que no quería verte fue porque no creo que tengamos nada que hablar.

Chasquea la lengua, sacudiendo sus manos para que me detenga. Se quita el pelo de la cara, ahora más seria por la determinación de mantenerme atenta a sus palabras. Se gira sobre la silla para caminar hasta quedar frente a mí con una de sus manos todavía apoyada sobre la mesa.

Me quedo en silencio al verla sin retroceder, tal vez porque todavía estoy sorprendida de verla... aquí y también porque que no hay nada que pueda hacer para irme sin escucharla. Todo se siente diferente ahora porque en parte quiero escucharla y al mismo tiempo quisiera correr fuera de aquí.

Camila humedece sus labios antes de seguir hablando.

—Sé que me estás ignorando después de lo que pasó en la fiesta y ¿te digo algo, Lauren? —Toma una de mis manos para mostrarme que se siente mal al respecto—. No te culpo porque sé que lo merezco.

Por alguna razón me relajo al escuchar que está con la guardia baja, pero se siente como si en cualquier momento fuera a reírse de mí y a mostrarme la misma actitud de la fiesta. No puedo creer que estas palabras estén saliendo de la boca de Camila justo después de gritarme que soy estúpida por siquiera pensar en llamar a su hermana al verme con Nicholas.

La miro para comprobar que esté diciéndome la verdad y su cara no demuestra más que arrepentimiento. Se ve... ¿Afligida? No podría decirlo con certeza, pero ya no está viéndome desde los celos y la rabia.

— ¿Lo dices en serio? —Le pregunto, apartando mi mano de las suyas.

— ¡Te lo juro! —Me asegura—. Iba a decírtelo esa misma noche, pero te fuiste de la fiesta antes de que pudiera disculparme por tratarte tan mal.

— ¿Y por qué no enviarme un mensaje si tenías mi-... ¿Cómo conseguirte mi número, por cierto? —Frunzo el ceño porque acabo de acordarme de ese detalle—. Nunca te lo di.

—Se lo pedí a Nicholas. No podía pasar más días sin disculparme, necesitaba asegurarme de que aceptaras verme, pero como no lo hiciste, tuve que buscarte.

—Ah... Bueno, está bien. Gracias por disculparte, ahora tengo que irme. —Le digo antes de ordenar mis apuntes para guardarlos en mi bolso y marcharme.

Tengo que hacerle caso a mi instinto. Entre menos hable con ella, mejor. Mucho mejor.

— ¡Pero espera! —Camila me detiene—. Ay, Lauren... Estoy muy arrepentida, te lo juro. Te grité como una loca cuando fuiste la única persona que quiso cuidar de mí y me da hasta vergüenza porque ni mis amigas han sido tan buenas como lo fuiste tú. —Suelta una risa, arrugando la nariz—. No recuerdo muchas cosas de esa noche, pero perdóname. Tenía muchas cosas en la cabeza y exploté contra ti.

—Está bien, Camila —le aseguro—. No pasa nada.

— ¿Cómo que no? De lo poco que recuerdo es que te vomité encima y que a cambio hice que Nicholas te echara de la habitación.

—No, no lo hiciste —le aclaro—. Nicholas no lo hizo, yo salí por mi cuenta.

Ni eso parece incomodarla porque la estoy observando y en lugar de mostrar al menos un signo de rabia, sólo se muestra más culpable.

— ¡Menos mal! —Me dice—. Me sentiría mucho peor si él te hubiera tratado mal por mi culpa. Fui una persona horrible.

Su cercanía es un poco intimidante. Pienso que intenta obligarme a disculparla hablándome prácticamente a centímetros, así que retrocedo un par de pasos y coloco una silla entre nosotras para que entienda que necesito mi espacio personal.

—Te... Te disculpo, Camila. —Digo sólo para que termine la conversación—. Es verdad que fuiste un poco grosera... No. Muy grosera, en realidad, pero ya no me importa. Entiendo que estabas borracha y que te sentías mu-...

—Todo el tema con Nicholas me puso en una situación en la que no era yo misma —me interrumpe—. Ya debes saber que terminamos porque bueno, todo el mundo lo sabe, y me pasó la cuenta el guardarme tantas cosas. —Suspira con pesar—. El alcohol no es un buen amigo cuando tienes el corazón roto.

—Imagino que no. —No sé qué más decirle.

—Espero que no me odies por siempre, Lauren.

—No te odio —le digo—. Y si te refieres al hecho de no querer verte, sólo no pensé que hubiera nada que aclarar entre nosotras.

—No pensabas que iba a disculparme, ¿verdad?

—No. La verdad es que no.

—Lo suponía —murmura, sentándose sobre la mesa antes de verme—. Yo... No soy así, ¿sabes? No me gustaría que te quedaras con la impresión equivocada.

Antes de que pueda decirle que no voy a guardarle rencor por una pelea tan estúpida como esa, Camila aparta la vista y creo que... Oh, no. ¿Va a llorar?

O sea, no hay muestras de que vaya a llorar en el sentido literal de la palabra. Pero contrae su rostro en una manera que me deja descolocada porque entre todos los escenarios que imaginé para esta mañana, verla así no entraba en ninguno de ellos. Es un momento fugaz del que rápidamente se recompone, pero sigo sin saber cómo reaccionar.

Miro a mi alrededor en busca de ayuda y al comprobar que no hay nadie que nos conozca cerca, me aclaro la garganta.

—Camila, no puedo quedarme más tiempo hablando contigo porque mis clases comienzan en menos de diez minutos, pero... ¿Quieres que llame a alguien? —No entiendo esa necesidad de apartarme a pesar de verla tan triste.

Por más amable que esté siendo, por más interesada en disculparte que parezca, todo esto es tan surrealista que me cuesta creer que esté pasando de verdad.

—No, no, está bien. Yo entiendo. No quiero quitarte más tiempo. —Alza sus cejas como obligándose a no llorar y aunque quiero irme, no soy tan poco empática—. Estoy haciendo el ridículo. Debes pensar que soy patética.

Puede que sólo sea una sensación sin importancia, pero me siento fuera de lugar. Suelo confiar en mi intuición cuando conozco a una persona, en lo que me produce sin siquiera tocarme, pero nunca me había sentido así de rara con nadie.

Está dispuesta a marcharse cuando contra todo pronóstico, la llamo para que no se vaya.

—Espera. —Camila se gira y aunque tiene los ojos enrojecidos, se ve que no va a llorar. Menos mal—. No pienso que seas patética. Todos tenemos malos días.

—Puedes decirlo, Lauren. Soy patética por sufrir tanto por alguien que claramente no me quiere.

—No pienso igual. Sufrir no es algo que se pueda controlar. —Evito mencionar cualquier cosa respecto a Nicholas.

—Ojalá se pudiera —me dice—. Tengo tantos problemas que resolver que hasta me está afectando en la universidad. Bajé tanto mis notas que es como si el universo estuviera conspirando contra mí. Quizás sea mi karma por todas las cosas malas que hice.

—Las notas se pueden mejorar estudiando. —Digo, encogiéndome de hombros—. Ahora, si no necesitas que llame a nadie y aclaramos lo que pasó en la fiesta, entonces voy a guardar mis cosas para irme.

—No tengo a nadie con quién estudiar porque... —Se detiene al hablar y me mira—. Tú estudias lo mismo que Nicholas, ¿verdad? Ahí lo conociste.

—Sí, ¿por qué? —Pregunto desinteresada. Acomodo unos mechones detrás de mi oreja para mantener mis manos ocupadas cuando sostengo el bolso en mis hombros.

—Porque quizás podrías ayudarme. —Asiente con la cabeza, esbozando una sonrisa—. ¡Sí! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¿Crees... —Se acerca para bajar la voz—. ¿Crees que podríamos estudiar algunas tardes después de clases?

— ¿Qué? —Casi me atraganto con la idea.

Es oficial. Esto es lo más estúpido que escuché en mi vida.

— ¡Tómalo como un favor! —Exclama—. Ni siquiera tendrás que hacer mucho. Piensa que es una pequeña ayuda con algunos temas que no entiendo... Soy mucho mejor con los números que con la fisiología. —Hace una pausa antes de continuar—. Mira, uno de mis talleres extracurriculares trata de ciencias básicas con mención en anatomía, ¿lo has escuchado?

—Yo... —Parpadeo.

—Es mucha memoria y puede sonar fácil, pero Nicholas... Bueno, él solía ayudarme antes de que termináramos. Comprenderás que no quiero pedirle que me ayude ahora que no estamos juntos porque tenemos que mantenerlos lejos el uno del otro. No es sano seguir viéndonos.

—Pero estudias finanzas —le recuerdo—. ¿Por qué querrías tener un taller de ciencias en tu horario? —En realidad lo entiendo. He tenido que tomar talleres en la facultad de otras carreras para completar mi horario, pero en el fondo desearía no entenderlo para que encuentre a otra persona.

—Porque pasaba el noventa por ciento de mi tiempo con Nicholas —me explica—. Pensé que sería mucho más fácil mantener mi promedio al tomar un taller que alguien cercano pudiera enseñarme. No pido que me hagas clases, Lauren. Tampoco tendrás que pasar mucho tiempo conmigo si eso es lo que te incomoda. Sólo serán unas horas a la semana.

—No creo que sea una buena idea, Camila. —Dudo en lugar de negarme desde un principio—. Estoy segura de que si preguntas, cualquiera aceptará ayudarte a estudiar.

— ¿Y por qué no tú?

—Porque no somos amigas. A penas te conozco.

—Puedo pagarte o lo que tú quieras. Como un trabajo. Ya verás que soy muy estudiosa y casi no vas a notar mi presencia.

—No soy muy buena explicando las cosas —me excuso, fingiendo que mi intención inicial es aceptar—, el primer año estuve a poco de reprobar. Puedo recomendarte algunas compañeras que tienen mejores notas que yo.

— ¡No! —Se niega. Noto en su cara que está perdiendo la poca paciencia que le quede, aunque ver que la miro con el ceño fruncido por su insistencia la hace reír un poco—. Nicholas siempre dijo que eres muy inteligente y si no necesitara subir mis notas, te juro que no te lo pediría. ¡Por favor, Lauren! ¿Qué quieres que haga para que aceptes?

—Nada —le digo—. No quiero que hagas nada, en serio.

—Podríamos hacer la prueba un día y luego me dices qué tal, ¿te parece? Sólo un día.

— ¿Por qué estás tan interesada en que te ayude a estudiar? ¿Yo, precisamente? Podrías perfectamente pedírselo a Nicholas y te diría que sí...

—Me diría que no —dice casi al mismo tiempo que yo—. Dices eso porque no lo conoces, pero no aceptaría ni aunque me arrodillara durante una noche entera fuera de su departamento. Creo que ha estado desarrollando un odio hacia mí que es muy difícil de retractar. Te lo estoy pidiendo porque necesito tu ayuda, Lauren. Yo... no soy muy buena pidiendo favores. —Parece estar esforzándose por pedírmelo de buena manera.

— ¿Y se supone que eso tiene que hacerme sentir afortunada o qué? —No estoy muy segura de sus intenciones al mencionar eso.

—No, claro que no. Lo dije para que entiendas que no estaría aquí si no estuviera arrepentida de verdad o necesitara este favor. No conozco a nadie más que estudie ciencias. Kat estudia finanzas como yo y su novio dejó la universidad el año pasado. No tengo muchos amigos aquí.

Que diga eso me sorprende porque siempre está rodeada de mucha gente, no escondo mi desconcierto. Reconozco vagamente a Hook, el novio de Kat que menciona, porque lo he visto en algunas fiestas, aunque no tenía idea que fuera tan cercano a Camila.

Ahora que sé que él es una de las personas que viven en el departamento de Nicholas porque él mismo me lo dijo esta mañana cuando nos enviamos mensajes, entiendo que deben tener muchos amigos en común.

— ¿No los tienes?

—No. —Responde—. No tengo a nadie a quien pedírselo. —Sigue viéndose tan culpable que mi fibra sensible empieza lentamente a resignarse.

Ojalá poder leer la mente para saber si está diciéndome la verdad. Y ojalá pudiera ser más cruel para simplemente decirle que no, que no me importa si no tiene a nadie y que lo único que me interesa que tiene relación con ella es su ex. Nicholas.

Pero no puedo. ¡Argh! No puedo negarme cuando está por ponerse a llorar.

— ¿Sólo será por unos días? —Le pregunto, entrecerrando mis ojos hacia ella.

Camila alza la mirada sorprendida e incrédula segundos antes de asentir con la cabeza, sospecho que estaba acostumbrándose a que me negaría; ni yo misma puedo creer que esté aceptando, pero me convenzo de que no hay motivos para desconfiar de ella. Sophie tiene razón en decir que no puedo odiarla o rechazarla solamente porque tuvo un romance con Nicholas, no soy tan inmadura.

—Puedo enseñarte algunas cosas, pero desde ya te advierto que no prometo ser la mejor ayudante que hayas tenido. —Le advierto—. Haré mi mayor esfuerzo y no necesitas pagarme, sólo no exijas demasiado.

— ¿Lo dices en serio?

—Sí —murmuro, encogiéndome de hombros—. Es decir, podemos intentar un día y ver cómo nos va.

— ¡Ahhhh! —Grita con emoción. Se abalanza sobre mí para abrazarme y sonrío incómoda antes de alejarme—. ¡Muchas gracias! Gracias de verdad, Lauren.

—De nada —le digo—. Lo tomaré como un favor.

—No te imaginas lo aliviada que estoy porque me hayas perdonado y aceptes ayudarme. Si no quieres que te pague, está bien. Pero encontraré la manera de agradecértelo. ¡Gracias!—Repite, inclinándose para besarme la mejilla.

Su energía hasta podría ser contagiosa si no sintiera que serán las tardes más extrañas e incómodas que recuerdo haber tenido desde siempre.

¿Estudiar con Camila para después ir a una cita con Nicholas de la que ella ni siquiera está enterada? Raro.

Sophie va a matarme.

Camila se lleva las manos a la frente y hace una exclamación exagerada. De pronto luce preocupada.

— ¿Qué pasa?

—Tendrá que ser en tu casa, ¿o no puedes? Es que no hay manera de que vayas a la mía porque nunca estoy sola... —Me mira triste—. Mi hermana siempre está con su novio y mi mamá está obsesionada con meterse en mis cosas. No será un buen lugar.

— ¿Por qué no podemos estudiar en la biblioteca?

— ¿Planeas explicarme las cosas en lenguaje de señas?

— ¿Cómo?

Rueda los ojos.

—En la biblioteca no se puede hablar, Lauren.

—Oh. Cierto, tienes razón —murmuro, pensando mientras ella continúa mirándome—. Bueno, sí podemos en mi casa, pero sólo si es después de las nueve y media. —Le digo finalmente, esperando que no sea un problema—. Mi papá trabaja en la noche y si puedes ir a esa hora entonces estaremos solas. No es un departamento muy grande, pero servirá.

—Por mí no hay problema. —Accede antes de que pueda terminar de hablar—. ¿Cuándo tienes la tarde libre?

—Mmmm... —Lo pienso mentalmente—. Creo que mañana.

— ¡Perfecto! —Exclama—. Te enviaré un mensaje cuando esté en camino, pero no me ignores. ¡Me daré cuenta si lo haces!

—No lo haré —le aseguro—. Está bien, a las nueve y media entonces —digo, asintiendo con la cabeza cuando veo la hora—. Ahora sí tengo que irme o no me dejarán entrar. Y será tu culpa.

Me mira llena de confianza.

—Ups, me declaro culpable. —Eleva sus brazos, mostrándome sus manos al rendirse—. Pero tranquila que ya se me ocurrirá algo para recompensártelo. —Dice mientras retrocede, mordiéndose el labio inferior con diversión para evitar reír antes de girarse y marcharse hacia la dirección opuesta.

Continue Reading

You'll Also Like

3M 181K 87
'Todos tenemos un capítulo que compartir el cual no llegamos a leer en voz alta por miedo a aferrarnos a una realidad' - Lauren Jauregui '¿Cómo miras...
9.9K 833 8
── 001 ── ˖ ࣪ . 𝗦𝗣𝗬×𝗙𝗔𝗠𝗜𝗟𝗬 𝗙𝗔𝗡𝗙𝗜𝗖𝗧𝗜𝗢𝗦. 𝗧𝗪𝗜𝗟𝗜𝗚𝗧𝗛 un espía profesional, quien -bajo su identidad civil de Loid Forger- es...
624K 41.3K 92
Cuando tenía 15 años, creía fielmente en el amor. Creía en la fidelidad de un hombre. Le atribuía todo lo bueno que un príncipe azul pudiera poseer...
933K 151K 146
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...