Hero | TodoDeku

By melistylinsonbutera

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AU. Midoriya Izuku es un joven médico de veintisiete años, pues gracias a su gran intelecto -que sorprendió a... More

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Final. 36
Epílogo

33

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By melistylinsonbutera

Antes de iniciar con el capítulo quería agradecerles a:

MidoriOtakuUwU por este Kiribaku todo soft *gritos geis*


DRAXYT por este bello dibujito de Izubb


XMelissa_uwu por este hermosísimo fanart de las gemelas Miritama


Y a Amarthia0 por este bello fanart de mi con el trajecito de Kacchan (versión bisexual para celebrar el ya pasado mes de orgullo lgbtiq+) y uno del capítulo anterior que nana, épicos los dos


¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODXS!, ME ENCANTARON, DE VERDAD ESTÁN BELLÍSIMOS :"3💜💜

Ahorita sí. Sin más que decir, lxs amo bbs y disfruten la lectura💜✨
PD: reproduzcan la canción puesta en multimedia (cuando lleguen al segundo separador) para darle más emoción💧

Shoto

Con una velocidad y habilidad increíbles, el bicolor se deslizaba por su hielo, esquivando escombros y trozos de los edificios, hacia las carpas con un adolescente inconsciente en brazos.

"—Fue encontrado en el momento exacto para tratar la herida de su cabeza, de haber tardado más tiempo, no estaría aquí." Eso fue lo que le dijo el personal médico una vez allí, ya que si hubiera tardado solo unos pocos minutos más, el chico no lo habría logrado. Y Shoto se sintió agradecido, agradecido con cualquier fuerza divina que le guió a encontrarlo, logrando salvar su vida.

Casi al instante recibió una interferencia en su auricular y esperanzado lo colocó nuevamente dentro de su oído, comprobando así que la señal había regresado, y obviamente no dudo en ponerse en contacto con sus compañeros.
Hanta fue quien le puso al tanto de la situación y no pudo evitar sentirse impotente al oír la noticia de que la madre del niño había fallecido. Pero ellos sólo son humanos con dones que les permiten salvar a quienes necesitan ayuda, no dioses capaces de controlar la vida y la muerte; algo que tuvo que grabarse con fuego en su cabeza desde muy joven para evitar afligirse y que aquello interfiera con su trabajo.

Tendrán tiempo de lamentar las vidas que perdieron cuando la misión termine, pero mientras tanto... deben permanecer fuertes.

Hizo tronar los dedos de sus manos antes de pasar uno de sus brazos por su frente y volver a su carrera en busca de más sobrevivientes, sintiendo un frío interior muy familiar además del leve humo helado que brotaba de su boca con cada exhalación. Shoto sabe perfectamente por lo que está pasando su cuerpo. El uso excesivo de su kosei de hielo necesita ser equilibrado utilizando el fuego, pero casi no ha tenido tiempo para ello, ya que, cada menos de cinco minutos, encuentra a alguien nuevo a quien ayudar.

«Puedo aguantar, no hay problema»

Nuevamente se vio caminando con cuidado por sobre los escombros, agudizando su oído de manera en la que pudiera percatarse hasta del más débil pedido de auxilio, pero ya llevaba un rato largo de esa manera, y al no toparse con nadie optó por recargar su espalda un momento en un árbol —que seguía en pie— y cerrando sus ojos comenzó a soltar unas pequeñas llamas de su brazo, sintiendo cómo, poco a poco, dejaba de temblar por el frío que se expandía lentamente en su interior.
Sin embargo, una vez más logró distinguir un llamado de auxilio, y su cuerpo, reaccionando por sí mismo, lo siguió: encontrándose con un grupo numeroso de personas, que al parecer decidieron no moverse de allí hasta que algún profesional —héroe o bombero— les notificará que era seguro abandonar la zona.

Shoto logró ver que el llamado de auxilio que escuchó provenía de una mujer, sosteniendo a otra aparentemente inconsciente en sus brazos.

—¡Héroe Shoto! —exclamó con alivio puro un hombre acercándose a él, sosteniendo uno de sus brazos amablemente cuando le vio tambalearse.

—Cielos, ¿está bien? —se aproximó otra persona. Él asintió, intentando regalarles una sonrisa.

—No deben preocuparse, aquella chica —señaló con su mirada—, debo llevarla a las carpas del personal médico.

—Shoto-sama, no parece encontrarse muy bien —contradijo una señora mayor.

—Lo estoy —aseguró—. Y mientras pueda moverme, seguiré ayudando a quien lo necesite.

Las tres personas que le rodeaban intercambiaron miradas, dudosos, pero aun así asintieron; guiándole hacia ambas jóvenes.

Cuando la mayor de ellas le vio, un destello de esperanza brilló en sus ojos a la par que le tendía el cuerpo con el que cargaba, siendo ahora tomada en brazos por Shoto.

—¿Qué le sucedió?

—M-Mi hermanita posee un kosei de barrera —explicó entre lágrimas—. Y creo que se excedió al u-usarlo para cubrirnos a todos nosotros, cuando un edificio cayó no muy lejos de aquí.

Shoto asintió, conmovido, observando el rostro de la chica inconsciente que no debe tener más de unos catorce o quince años. Había sido muy valiente.

—No te preocupes, todos están a salvo ahora —tranquilizó, alzando su tono de voz hacia los demás—. Les avisaré a mis compañeros que se encuentran aquí para que sean movilizados a una zona segura.

Las personas sonrieron, suspirando de alivio o abrazándose con algún ser querido que se encontraba allí también.
El héroe les devolvió el gesto, enviando un rápido mensaje de voz —a través de su auricular— realizando lo dicho anteriormente, recibiendo casi al instante una respuesta afirmativa de Rikido en nombre de todos.

Con la chica mayor a su lado y su hermana en brazos, caminaron juntos hacia donde Shoto vio por última vez una de las carpas médicas. Y llevaban unos pocos minutos avanzando cuando lo escuchó.

—¿Sho-chan?

En segundos su cuerpo se volteó, siendo capaz de ver cómo Izuku se alejaba de un grupo de médicos —que cargaban con varias camillas con sábanas blancas cubriendo lo que parecían cuerpos sin vida— para acercarse a paso apresurado. Y el bicolor no pudo evitar sonreír enormemente cuando le tuvo a su lado.

—Izu... —los deseos de abrazarlo fuertemente le causaron cosquillas en el pecho, pero no tenían tiempo para ello—. Esta niña necesita ser atendida.

Los iris esmeraldas se movieron preocupados hacia la persona mencionada, y con cuidado revisó sus signos vitales; suspirando aliviado cuando le encontró pulso.

—¿Está muy mal? —preguntó la mayor, cuya presencia no había notado.

—Es difícil saberlo. Pero tranquila, es joven, fuerte, se pondrá bien —aseguró. Ella asintió, pasándose sus manos por sus mejillas

—Sí que lo es...

—¡Ibara! —llamó a su compañera y ella se acercó enseguida—. Lleva a estas jóvenes contigo, por favor. Busca a Shimano Katsuma-kun para que trate sus heridas.

—Yo me encargo —accedió, recibiendo a la paciente en sus brazos, y con amabilidad le sonrió a su hermana, dándole apoyo mediante palabras alentadoras.

En el momento en que se fueron, Shoto se permitió dejarse caer, e Izuku por supuesto que no lo dejó tocar el suelo siquiera.

—Izu... ¿Estás bien? ¿No estás herido, verdad?

—No... bueno, tendremos tiempo para charlar sobre ello después. ¿Qué hay de ti? Estás helado —murmuró preocupado, acariciando la escarcha que poco a poco empezaba a desaparecer de su mejilla derecha gracias al balance de temperaturas que logró al volver a expulsar leves llamas de su brazo izquierdo.

—En este tipo de situaciones, el hielo es más efectivo que el fuego... —respondió sin más, recargando su cabeza en su pecho. Izuku acarició sus cabellos y con cuidado tomó asiento en el suelo.

—Descansa, Sho. Dentro de poco amanecerá, descansa hasta que suceda.

—No puedo, tengo que...

—Solo unos minutos. Haz estado todo el día y la madrugada usando tu kosei sin parar y sin dormir —intentó convencerle, y lo logró.

Asintiendo, el héroe cerró sus ojos y se dejó envolver no solo por el calor de su kosei, sino que también por el del amoroso abrazo de Izuku, quien dulcemente besó su frente, sin detener las caricias en la parte rojiza de sus cabellos.
Sin embargo, aquel momento de paz duró muy poco.

Los dos sintieron el suelo empezar a temblar y, a unos cuantos metros de ellos, los edificios que permanecieron de pie temblaron en consecuencia de un pequeño sismo que solo duro un instante. Causando terror en el grupo de personas que aún se encontraban allí a la espera de los héroes.

Shoto abrió sus ojos ante los gritos y enseguida quiso ponerse de pie, más las sombras de seis figuras, moviéndose en el cielo justo sobre sus cabezas, le dejó inmóvil en su lugar.

Eijiro, Hanta, Kyoka, Rikido, Hitoshi, Yuga, Tenya y Denki descendieron desde el cielo gracias al kosei de Ochaco, que al momento de liberarlos no pudo evitar apartarse un segundo para vomitar y luego dejarse caer de rodillas al suelo. Agotada y sin fuerzas para continuar.

Rikido corrió hacia el edificio a la par que abría un paquete un tanto exagerado de azúcar y lo ingería rápidamente, volviendo así el doble de grande sus músculos, posicionándose de espaldas al edificio; manteniendo con todas sus fuerzas en su lugar el trozo de pared que quería desprenderse, haciendo tiempo para que sus compañeros movieran a las personas. Tanto jóvenes como mayores.

Hanta y Hitoshi decidieron ayudarlo. Moviéndose al mismo tiempo encima de una montaña de escombros, para quedar a una altura elevada, envolviendo sus diferentes cintas alrededor del mismo y jalando hacia atrás.

—Eso no va a funcionar —murmuró Denki para sí mismo, observando con terror a su pareja y amigos, temiendo que estos pudieran salir heridos.

—¡No pienses en esas cosas y mejor ayuda a Ochaco! —regañó Kyoka, señalando con la mirada a su amiga, que se encontraba en el suelo. Izuku quiso acercarse a ayudarla, pero tenía a Shoto, completamente indefenso, en sus brazos y se negaba a soltarlo.

El rubio eléctrico, suspirando, obedeció y corrió junto a la castaña, ayudándola a sentarse; hablándole con voz aterciopelada mientras le quitaba algunos mechones de su cabello del rostro. Pero cuando un violento sismo volvió a mover el suelo, y un sonido de ruptura seguido de un grito desgarrador cortaron el aire, todos quedaron paralizados.

—¡Hanta!

—Muchísimas gracias, otra vez, Pinky-san, Froppy-san.

Ambas heroínas negaron, moviendo sus cabezas, amablemente.
Al fin y al cabo lograron encontrar al padre de los dos hermanitos, y ahora mismo se encontraban juntos fuera de peligro.

—No tiene nada que agradecer, señor. Nos alegra que se hayan reencontrado, ¿no es así, Froppy?

—Kero —respondió sonriente.

El hombre les agradeció una vez más, inclinando su cuerpo hacia adelante en una reverencia, y los infantes les regalaron un pequeño abrazo antes de irse junto a su padre.

Mina suspiró rendida, pasándose sus manos por su traje, quitándose así el polvo y escombros que le cubrían, pero una repentina punzada en su pecho la obligó a tomar asiento en una de las camillas vacías, guiando instintivamente su mano allí.

—¿Mina-chan? —Tsuyu se acercó a ella, viéndole preocupada—. ¿Estás bien?

—Yo... creí sentir un... —intentó explicarle, pero al no encontrar las palabras, pues ni ella misma sabía qué le pasaba, le restó importancia agitando una de sus manos—. No te preocupes... fue un mareo.

—Bien... Sho-chan envió un mensaje, hace rato, con una ubicación y diciendo que los que estuviéramos libres fuéramos allí.

—Será mejor que vayam-... —un repentino sismo movió el suelo e hizo temblar la carpa, sin darles tiempo a asustarse siquiera ya que fue por un momento y luego se detuvo.

—¿Qué fue eso? Creí que el niño ya se encontraba con Aizawa-sensei, kero.

Su amiga se encogió de hombros, y ambas notaron cómo las personas comenzaban a abandonar la carpa solo para observar con asombro algo a la distancia. Las heroínas no tardaron en imitarles, jadeando exageradamente cuando sus ojos dieron con un edificio amenazando con derrumbarse.

—Seguramente allí es donde Shoto nos quería.

—Démonos prisa, kero.

Mina se subió en su espalda cuando ella se lo indicó y empezó a correr de esa manera, utilizando sus habilidades de rana para ir muchísimo más rápido.

•••

—¡Hanta! —gritó Eijiro, viendo a su amigo encogerse en el aire, tomando su vientre, y cayendo de espaldas al suelo en un golpe seco cuando sus cintas perdieron el agarre.

Los ojos de Shoto se abrieron cual platos y enseguida intentó activar su kosei de hielo, al ver cómo el edificio se venía abajo, pero este simplemente brotó como una brisa helada. Izuku frunció el ceño.

—¿Qué... Por qué no funciona? —jadeó con impotencia, golpeando el suelo una y otra vez con su mano derecha, intentando que uno de sus típicos muros de hielo saliera—. Maldita sea, ¡funciona!

A Rikido, al no poder seguir resistiendo el peso en su espalda, y a Hitoshi, perdiendo las fuerzas en sus brazos, no les quedó más opción que soltar y correr lejos —al igual que las personas y sus compañeros— sin notar que Hanta continuaba inmóvil en el suelo. Estaba semi consiente.

Eijiro nisiquiera dudó y se arrojó encima suyo, abrazándolo y cubriéndolo con su cuerpo en el momento justo en el que la arquitectura se vino abajo. Los gritos y llamados desesperados de los presentes no se hicieron esperar.

Izuku cubrió su boca con una de sus manos, completamente en shock.
Por otra parte, Shoto se puso de pie, con una fuerza que desconoció, y corrió; siendo seguido por sus compañeros y compañeras, quitando entre todos los escombros en busca de sus amigos.

—¡¿Los ven?! —preguntó Kyoka.

—¡Aquí están! —gritó Ochaco, tocando un enorme trozo de suelo para elevarlo y arrojarlo lejos.

Shoto y Rikido tomaron Eijiro, y Denki junto a su novio a Hanta. Pero no pudieron moverlo mucho al ver una barra de fierro incrustada hasta la mitad dentro de su abdomen.

—¿Eiji? Eiji, ¿estás despierto? —Yuga palmó una de sus mejillas y el héroe jadeó adolorido, desactivando su kosei, respirando agitadamente haciéndoles suspirar de alivio.

No obstante, el repentino llanto de Denki les alteró una vez más... y fue entonces que se volvieron consientes de la situación de Hanta.

—Hanbro —sollozó el rubio, quitándole el casco de la cabeza y recostando la misma en su regazo—. Oi... Hanta...

Hitoshi observó el objeto clavado en el abdomen del pelinegro y su propio estómago se revolvió.

—¡Midoriya-san! —llamó Kyoka, obligándole a ponerse de pie y acercándole a la escena—. T-Tú, tú puedes ayudarlo ¿no es así?

El peliverde no respondió, y aquello solo ayudó a que todos comenzaran a quebrarse.

—¡Tienes que salvarlo! —insistió nuevamente la pelivioleta, mientras tomaba sus hombros y le sacudía—. ¡Por favor! Tienes que hacer alg...

—¡Chicos! —la voz de Mina congeló sus corazones.

—¡Oigan! ¡¿Están bien?! —cuestionó Tsuyu desde la distancia.

Cuando ambas llegaron a ellos, las sonrisas de alivio, por verles a todos en pie, se borraron en segundos luego de que sus ojos dieran con el cuerpo inmóvil y herido de Hanta en el suelo.

—¡HanHan! —chilló Mina, dejándose caer al lado de Denki, quien le cedió su lugar, y con dulzura tomó su cabeza, dejándola descansar en sus muslos—. Mi amor...

—¡Midoriya-san! —volvió a gritar Kyoka. El médico enfocó sus esmeraldas en ella, sin saber qué decir.

La zona en la que el objeto estaba incrustado se encontraba llena de órganos vitales, es imposible retirarla sin que se desangre. Izuku sabe eso muy bien. Y al estar en el medio de la nada —sin koseis ni vehículos que logren llevarles a un hospital—, no puede trabajar; solo pudo tomar su celular y marcar el número de Yui.

¿Izuk-...

—Yui, te mandé mi ubicación por mensaje, envía un equipo médico ya mismo.

¿Cómo? La señal no es muy buena, Izuku. ¿Están todos bie-...

—¡Envía un equipo médico ahora mismo, Yui! —repitió, colgando sin esperar una respuesta de su parte. Los nervios le comieron la paciencia.

Mina sollozó, tomando una de las manos de su amado y entrelazando sus dedos.

—¿HanHan? —llamó una vez más, y este lentamente apretó sus párpados antes de abrir sus ojos con algo de dificultad.

—Mi-Min... ¿Mina?

—Sí —sonrió a pesar de las lágrimas, dejando un beso sobre los nudillos de la mano que sostenía—. Aquí estoy, amor.

—T-Todos... —quejido—. ¿Están todos bien?

—Sí. Sí lo están, y t-tú también lo estarás, cielo. No debes preocuparte; la ayuda ya está en camino.

«Nadie fue herido además de mí... qué alivio» pensó Hanta, sonriendo débilmente.

—Es bueno oírlo —tosió, escupiendo algo de sangre en el proceso. Mina tuvo que cerrar sus ojos un segundo, sintiendo en su corazón millones de agujas clavándose—. Vida...

—¿Sí?

—¿Qué es lo que i-ibas a decirme? —murmuró.

El grupo simplemente se mantenía en silencio, procurando no hacer ruido y soportando sus propias lágrimas.

—¿Qué?

—Hace unas horas... dijiste que tenías algo mu-muy importante que contarme.

Cuando Mina recordó aquello, ya no fue capaz de controlar su llanto. Le abrazó con fuerza y, pegando sus frentes, intentó sonreír.

—Es-Estoy embarazada —reveló.

Los ojos de Hanta se nublaron por las lágrimas.

—E-Embarazada... —repitió sin poder creerlo—. ¿Embarazada? ¿De verdad?

Mina asintió, riendo dolorosamente y frotando su mejilla contra la mano que sostenía.

—Sí... Tendremos un bebé, amor. Por eso tienes que quedarte conmigo...

Denki no pudo soportarlo más, cubriendo su boca con una de sus manos y aferrándose en un abrazo a un lloroso Hitoshi, siendo automáticamente abrazado por él, permitiéndole llorar libremente en el espacio de su cuello y su hombro.
Los demás no tardaron en romper a llorar luego de tal noticia, al igual que los civiles a su alrededor, que observaban conmovidos la escena, pues el héroe que había dado todo de sí para salvarles, se encontraba en estado crítico.

—Lo siento tanto... —consiguió formular, sonriéndole apenado—. Tendrás... tendrás que cuídarlo sin mí.

—No, HanHan. No digas eso... por favor —sollozó.

El héroe, con la poca fuerza que poseía en esos momentos, logró acunar su mejilla izquierda en su diestra; obligándola a mirarlo, demostrándole todo el amor que siente por ella en una mirada.

—Eres la mejor persona que conocí en toda mi vida, Min. Gracias —Mina le observó confundida, con su cuerpo temblando violentamente del frio que sentía atravesando su alma en ese preciso momento—, gracias por amarme tanto, tanto como yo te amo a ti...

—HanHan... Te amo, te amo muchísimo —llorando, dejó pequeños besos en sus labios, cargados de amor y dulzura, sin importarle que estos estuvieran manchados de sangre.

—¿Podrías prometerme una cosa?

—Lo que sea, amor.

—Jamás dejes de sonreír, ¿sí? No sufras... Quiero que sonrías cuando pienses en mí.

Ella cerró fuertemente sus ojos, provocando que millones de lágrimas siguieran bajando por su ya húmedo rostro, y se forzó a sonreír.

—Lo haré... Te lo prometo, HanHan —al momento en que abrió sus ojos, los de Hanta se cerraron—. ¿Hanta... ?

La mano que sostenía su mejilla, lentamente perdió su fuerza. Y de no ser porque ella la tenía firmemente agarrada, habría caído a un costado.

—No... no, por favor. Han —llamó, pegando su frente a la suya, sintiendo un ardor terrible en su garganta por la fuerza con la que los sonidos dolorosos brotaban de su boca seguidos de las bocanadas de aire—. ¡Por favor! ¡Por favor, no te vayas!

Nada cambió. El joven ya no podía escucharla.

Mina gritó y suplicó a cualquier entidad, en un desgarrador llanto, que por favor se lo devolvieran, que no podía irse aún... no podía dejarla sola. Y en ese mismo momento, el personal médico apareció.

Eijiro, con todo el dolor del mundo recorriendo su cuerpo, tuvo que separar a la pelirosada del cuerpo de su amigo; abrazándola con fuerza, permitiéndoles así a los profesionales comenzar a tratarle allí mismo.
Aunque lo intentaron una y otra vez, no lograron reanimarlo, y no poseían manera de operarle, ni mucho menos de trasladarle a un hospital, porque ya era demasiado tarde.

Sero Hanta falleció aquella mañana, cumpliendo su deber como héroe, con la luz de un nuevo amanecer acariciando los rostros bañados de lágrimas y sumidos en la profunda tristeza de los que habían sido sus mejores amigos y amigas, los seres más queridos para él, además de su familia. Puesto que ellos también se volvieron una familia... y eso serían siempre.

Continuará.













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