High School Pyrex ✓

By OdysseyRamirez

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Saga #School 1 High School Pyrex. Instituto para varones. Un reformatorio. ¿Entonces que hace una chica ahí m... More

High School Pyrex
Advertencia
1. Decisiones precipitadas
2. Instituto Pyrex
3. Nueva estudiante
4. Tratos propuestos
5. Viejos deseos
7. Fumador nocturno
8. Paradas silenciosas
9. Peculiar reconciliación
10. Curiosa preferencia
11. Cumpliendo deseos
12. Noches playeras
13. Típica realidad
14. Preparatoria Orange
15. Cruda verdad
Ares
16. Exasperante desigualdad
17. Amor juvenil
18. Tormentosa interrupción
19. Regreso Bailey
20. Tinta negra
21. Deformada A
22. Halloween colorido
23. Obra interminable
24. Touchdown problemático
25. Extraña soledad
Ares
26. Esa constelación
27. Libreta materna
28. Intensa competitividad
29. ¿Te quedarías?
Agradecimientos

6. Desastrosa escapada

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By OdysseyRamirez





— ¿Pero qué les pasó? —Conan se ríe en cuanto entramos al cuarto.

Hace un ratito llegamos de la plaza.

—Lo que pasó fue Ava —explica Ares adentrándose al cuarto en busca de algo en la silla del escritorio, al rato lo veo es tomando una toalla del armario luego de descartar l silla.

—Ni siquiera llovió —apunta Robin desde la cama con un libro de tapa dura color azul en sus manos.

—Se metió en una fuente y tuve que ir a buscarla —sentencia la conversación la cabeza del grupo empezando a despojarse de su ropa mojada. Le veo la espalda desnuda y no puedo evitar morderme el interior de la mejilla.

En ese momento la resolución golpea a Robin, a Conan y hasta a mí.

— ¿Salieron?, ¿los dos salieron? —la voz de Conan está teñida de desconcierto. Ares le lanza una mirada gélida sobre su hombro que lo hace ponerse de pie — ¿Por qué no me dijiste que iban a salir?

"Bueno, Ares ya nos exhibió".

—Porque no era tu problema —escupe el rubio español metiéndose en unos pantalones nuevos luego de quitarse la ropa interior —obvio que no ví nada— y los pantalones mojados —. Ya salimos. Fin de la historia.

Conan arruga las cejas, la emoción en su rostro es furiosa, su gesto es peor. Luego toma una inspiración profunda antes de asentir duramente y dirigirse a la salida del cuarto.

Le echo un vistazo a Robin que se encoge inmediatamente de hombros perdido en la conversación.

Ares no me dice nada por lo que decido salir en busca de Conan por una explicación de su parte; no obstante, en ese momento Ares habla:

—Se ha cabreado y no tienes que ir a buscarlo. Tan solo quería salir con nosotros —lo observo, el cabello lo tiene húmedo todavía, yo debo de verme peor que él.

— ¿Por qué no le dijiste?

"Hipócrita, nosotras no le dijimos". Pienso.

—No necesitaba a alguien más sobre mí —sisea y me siento herida por un segundo. En su gesto veo que no midió sus palabras y mueve la boca arrepentido.

—Si no querías gente sobre ti entonces no me hubieras pedido salir —esgrimo. Robin me ve como si me hubiera salido una cabeza de más, como si yo estuviera loca pero no se mueve ni dice nada —Voy a la biblioteca —digo —ni siquiera me esperen.

Así pues, con toda la ropa mojada salgo del cuarto dejando a Ares en el umbral de la puerta sin tiempo de decir nada.

La biblioteca me relajó un poco. Leer esos libros nunca me aburriría, pero ya se estaba haciendo tarde y debía ir a almorzar, así no quisiera verle la cara a Ares me tocaba hacerlo.

Mi ropa se había secado un poco y mi cabello estaba enredado, aún así me dirigí por los pasillos del castillo y sus salones a donde se encontraba el comedor lleno de chicos. Mi grupo estaba en la mesa asignada con Justin de polizón. El coreano discutía con Robin con lo de siempre: llamarlo coreano en vez de chino.

Tomo asiento en medio de Justin y Robin con mi charola llena de comida pasable esta vez.

—Hola, Ava —me saluda Justin con una sonrisa amable en sus labios, sus ojos volviéndose pequeños al sonreír. Le devuelvo la sonrisa pero es más tensa de lo que prefiero.

Ares está picando su ensalada con un tenedor y Conan come en silencio. La tensión entre ambos me asfixia.

Robin y Justin no se percatan de ella, por eso están tan divertidos a mis lados.

Como mi comida con el mismo silencio de Conan y la misma falta de ansias por comer que Ares.

En cuanto termino voy a llevar mi charola a su lugar sobre el cesto de basura y las ganas de ir a bañarme son muchas, por lo tanto, me voy del comedor más rápido de lo que pretendo.

Pero lo que encuentro al llegar al cuarto es una máxima expresión de que aquí el rencor es grandísimo. Ante mis ojos todo lo que llevaba conociendo hacía dos semanas atrás ha cambiado: mi cama, mis sábanas... Ahora están en la cama de Conan y las cosas de Conan en la cama que alguna vez fue mía con anterioridad.

La incógnita no tarda en presentarse en mi cabeza.

—Está exagerando.

Un pequeño brinco sale de mis pies al escuchar la voz detrás de mí.

—No hagas eso —exijo al español detrás de mí cruzado de brazos — ¿A qué has venido?, ¿a decirme que soy un peso sobre tus hombros?

¿Qué? No, joder, no ¿Por qué piensas eso?

—Porque me lo has dicho en la cara —siseo cruzando mis brazos como él —, llevamos tan solo unas horas del trato y tu manera de tratarme me hace dudar de tu palabra.

—No quería agarrar esa ira contigo pero es que Conan a veces se comporta como un completo gilipollas y mi enojo detona con todos a mi alrededor.

—Debes aprender a contener tus sentimientos así sean enojados, así sean felices, así sean de cualquier tipo de índole: debes aprender a manejarlo.

—Sé que puedo lastimarla a alguien con ellos, y lo he logrado, pero es involuntario. Tú estando enojada pagas tu molestia con los demás o me vas a decir que no.

—Es inevitable no hacerlo.

—Te lo he dicho —señala con obviedad tomando asiento en la que parece ser mi nueva cama —Yo de verdad quiero cumplir con el trato, Ava, así como hicimos con la apuesta.

—Nunca me diste tus sábanas, tuve que buscarlas yo —apunto con un filo en mi voz.

—Hace frío en la noche —se excusa —. Volviendo al trato, quiero hacerlo, quiero cumplir, quiero que me hagas reír, sonreír, lo que sea está bien.

—Lo haré si tú dejas de ser un idiota con los demás —aprieta los labios en una línea recta. Ve un punto sobre mi cabeza antes de volver la vista a mis ojos.

—Bien —acepta —, ¿dónde está esa lista?

Voy a rebuscar en mi maleta hasta sacarla.

La lista está arrugada, con las malformaciones del papel doblado en cuatro, manchas de tinta y con el pasar de los años varias cosas había que escribirlas de nuevo pues se borraron. Él la toma entre sus manos en cuanto se la doy, le echa un vistazo a las cosas y puedo ver un ápice de sonrisa en sus labios pero la reprime.

— ¿Y? —insisto.

—Vale, una que otra la podemos hacer aquí. Las demás habrá que pedir días libres.

Sus ojos avellanos divagan por el papel leyendo por encima, no recuerdo bien las cosas que escribí ahí desde pequeña, puede que tenga una idea de las cosas pero no las suficientes.

Hasta que...

— ¿Dar tu primer beso? —pregunta con incredulidad. Algo en mí reacciona, las mejillas se me tiñen de rojo al escuchar ese deseo. No recordaba ese deseo. Tampoco quiero verle la cara a Ares —¿En serio no has dado tu primer beso, Ava? Le dijiste a Conan que a unos cuantos la otra vez.

—No me juzgues —pido con la voz trémula —, pero si estuvieras en mis zapatos y vivieras ese momento hasta tú mentirías.

—No te estoy juzgando —dice con naturalidad —, es solo que me sorprendió descubrir que mentiste.

Aprieto los labios mirándolo con cierto nerviosismo.

—No tienes que besarme —aclaro casi corriendo —, eso lo podemos tachar de la lista —aprieto los labios en una línea fina.

—Para nada —añade al instante. Su acento se remarca —, tú y yo vamos a cumplir todas estas cosas así sean vergonzosas. Lo hemos pactado.

—En parte tienes razón pero muy fácilmente puedo romper el trato.

— ¿Me vas a dejar así? ¿Te atreverías a hacerlo?

Lo observo con desazón. No quiero que me bese. No necesito que lo haga.

Muerdo mi labio inferior sacudiendo la cabeza.

—Por favor, no hagamos ese... No por ahora.

Ares acepta mi condición, sus ojos pasean por las letras a molde, las pegatinas de pastelitos y pega con escarcha.

—Esta hoja le hace honor a tus siete años —regocija levantándose de mi cama caminando hasta la cómoda del cuarto donde está su ropa —. Por el momento haremos las más fáciles, las prácticas.

De uno de los cajones saca un bolígrafo rojo, agarra un cuaderno que estaba en la cómoda y afinca el papel sobre el cuaderno haciéndole asteriscos a los deseos más fáciles —según él— de la lista.

—Varios de ellos no tenemos que hacerlos —repito.

—Te he dicho que los haremos —refuta dejando el bolígrafo — ¿Meterse a una biblioteca en la noche?, La veo fácil.

—Nos van a regañar.

—Eso es un quizá —apunta, haciendo un asterisco en el deseo. Le da vuelta al papel —. Joder, por atrás y por adelante. Estabas esmerada —lamo mis labios desviando la mirada a otro lado. Vuelve a dibujar asteriscos en los otros deseos —. Vale, creo que así estamos bien, ¿no?

—Como tú prefieras —acudo, silenciosa.

— ¿Qué tienes? Te entusiasmaba la idea.

—Es que... Hacer varios de esos deseos nos va a meter en problemas y me da bochorno saber que te regañarían por mi culpa.

—Ava —dice, bajando el cuaderno con el papel —, esa parte es lo de menos. ¿A qué tanto le temes? Somos críos, nuestro trabajo es dejar desastres en el tiempo que llevemos de adolescencia.

Una risa reverbera en mi garganta y le sonrío con sinceridad al culminar. Su postura cambia, se pone más serio que antes, me echa una mirada neutra antes de darme el papel y llevarse el bolígrafo junto al cuaderno dejándolos sobre la cómoda de antes.

—Tengo que ir al campo, antes de venir para acá me avisaron —explica con determinación metiendo las manos en los bolsillos de su chándal negro.

—Ve —tranquilizo.

—Tampoco te estaba pidiendo permiso —responde y quiero lanzarle uno de mis zapatos, mas, contengo mi furia de ardilla rodando los ojos como una ofensa para él.

Muy a mi pesar, cuando mis ojos vuelven a su punto normal Ares ya no está en la habitación, lo sé cuando observo la puerta abierta y no hay rastro de su presencia por ningún lado. Me levanto de la cama observando la lista, mis ojos leen los deseos con asteriscos, la diversión pica en la boca de mi estómago cuando leo algunos de los más viejos.

Por ejemplo el de: «comer tantos dulces como pueda», era el capricho de una niña de nueve años que le prohibían los dulces por miedo a las caries, también porque parte de mi vida usé brackets y a papá le aterraba que comiera caramelos.

Sigo leyendo, rondando el cuarto.

Hay deseos como:

«Ir a una playa de noche; reunirse en un ascensor con varias personas y decirles "se preguntarán porqué los he reunido aquí"; hacer una torre de cartas; ver un maratón de películas hasta el amanecer»

Muchas más se presentan en la parte de atrás, la hoja decorada me trae nostalgia. Uno de ellos está tan tachado que me pregunto y me alegro de que Ares no me haya preguntado el motivo por el cual está así, aunque, tampoco era que se lo iba a decir. Ese deseo es bastante personal, lo suficiente como para tacharlo con todo color que tenga cerca, la última vez que lo rayé fue con un color violeta, aún se ve el color.

Continúo leyendo. Sonrisas involuntarias salen de mis labios, me avergüenza también que Ares sea consciente de muchos de los deseos aquí.

Bajo la mirada hasta el último de la hoja y toda la sangre se agolpa en mis pies.

Dar mi primer beso *

Leerlo es más aterrador que asimilarlo... No, ambas son aterrorizantes.

El muy idiota me mintió.

Camino apresurada por los pasillos de Pyrex. He chocados con varios chicos sin disculparme al golpearlos sin querer.

Estoy buscando a Ares y es qué, él no puede hacerme eso, simplemente no puede poner ese deseo para cumplirlo.

Me niego a hacerlo.

Me detengo en el campo de fútbol americano mirando la extensión verde de hectáreas en Pyrex. He dejando la hoja en el cuarto, tan solo he venido a reclamarle al español lo que se le ha ocurrido hacer, pese a que solo es un beso y no debería importarme, pero me importa demasiado. Me gustaría no enfrascarme en lo que sucede, solo que es imposible cuando sé que Ares quiere hacer ese deseo sabiendo que le impide mi condición de no hacerlo.

Me aproximo por el camino de piedra que da al campo abierto de fútbol americano observando a unos chicos en las canchas de tenis y a otros en el voleibol. Mis ojos divagan hasta la entrada del de fútbol americano haciéndome apresurar mis zancadas con los puños apretados. Deseo tanto darle un golpe que no me contendría al dárselo, entonces, cuando voy a poner un pie dentro de la cancha encontrándome con la imagen de Ares lanzando el ovoide a uno de sus compañeros de americano alguien me toma del hombro deteniéndome.

Giro a ver sobre mi hombre a quién me ha agarrado.

— ¿Sor Margareth?

—Por Jesucristo bendito, Ava, caminas muy rápido —dice la mujer quitándose el sudor de la frente.

—Madre, quítese ese traje, está bañada en sudor —sugiero, en respuesta alza la mano derecha creando un ademán que me hace entender rápidamente que declina mi sugerencia.

—Me encuentro de maravilla, Ava —habla con naturalidad agarrando compostura como la madre superiora que es —. Te he estado buscando porque tu padre ha llamado.

—Sor Margareth, yo estaba a punto de hacer algo y... —No me da tiempo de responder cuando jala de mí por medio de mi brazo llevándome a rastras al edificio donde he tenido que ir a contestar las llamadas de papá las veces que se comunica conmigo.

La llamada dura al menos media hora la cual papá me cuenta que los abuelos fueron a la casa a quedarse un tiempo pues su casa está siendo remodelada luego de que la abuela ganara un concurso —no me dio detalles al respecto del concurso—, así pues ha estado toda la mañana con la abuela encima de él preguntándole por mí, por como están las cosas en su trabajo, entre otros. La oportunidad que tenía para ir a reclamarle a Ares se fue tan pronto contesté la llamada, aunque, no me decepcionó, sé que puedo reclamarle en el cuarto o en algún otro lugar en Pyrex.

De regreso al cuarto me encuentro con Conan caminando también hacia él, viene vestido con una sudadera roja y unos vaqueros azul, tiene el cabello mojado y desordenado y la toalla en su hombro me hace saber de inmediato que estaba en la piscina del castillo tal vez practicando su deporte.

No me ha visto ni ha habla conmigo desde que llegamos el medio día.

Doy zancadas largas para llegar a la habitación con él.

—Conan —lo llamo, el azabache me observa, sus ojos cafés muestran cansancio e irritación, los tiene rojos — ¿Estabas llorando?

Esboza una mueca incrédula, espantada.

—No —dice tajante —, abrí los ojos bajo el agua, el cloro me los irritó —explica rápido abriendo la puerta.

Encuentro a Ares en su cama con un libro en sus manos apenas entramos, mientras, Conan deja sus cosas en su nueva cama antes de acostarse en ella y buscar dormir al parecer.

Tomo asiento en mi cama mirando la puerta de la habitación. El sábado en Pyrex es bastante aburrido, de verdad. Tal vez intente dormir como hace Conan.

El obstáculo es que, en el momento que cierro los ojos la puerta de la habitación se abre de golpe dejándome ver a Robin y a Justin con una diversión impresa en los ojos y en las acciones. Conan los ve con un cansancio molesto.

— ¿Qué, en el jodido infierno, los tiene así? —habla el azabache en la cama.

— ¡Hay una reunión! —Es lo suficiente como para hacer que Conan se le quite el cansancio y Ares se baje de la cama.

— ¿Reunión? —cuestiono a los cuatro chicos que de repente me ven como si me hubieran salido dos cabezas en los hombros —Tienen que entenderme, soy nueva aquí.

—Se nos acabó el aburrimiento, Ava —explica Robin aproximándose a donde estoy, tomándome de los brazos y sacándome de la cama. Me zarandea rápidamente moviéndome todas las ideas —Cuando los Pyrex tienen reuniones las monjas también entran a esa reunión dejando a Pyrex completamente solo.

— ¿Y eso quita el aburrimiento? —pregunto un tanto desconcertada.

—Lo bueno de que los Pyrex se reúnan es que nos dan una noticia excelente al día siguiente y, además podemos fugarnos —Justin es quien habla ahora con voz entusiasta.

— ¿Fugarse? —escupo con los ojos entornados en dirección del coreano —O sea, ¿se escapan de Pyrex y...?

—Volverémos mañana en la mañana —culmina Justin —. Vamos al bosque de aquí cerca, lo bueno de estas reuniones es que los Pyrex citan a los demás directores de los demás reformatorios. Tenemos amigas que se reúnen con nosotros —clavo los ojos en Robin.

¿Amigas?

—Después de todo el campo verde que tiene Pyrex hay otra escuela, un internado para niñas, es mejor que aquí. Los Pyrex tienen esa idea arcaica de seguir con los libros mientras allá en Richardson las chicas tienen computadoras, televisores, celulares, es más moderno.

—Aquí es cuando me pregunto por qué papá no dejó cargar la página de Pyrex —tomo asiento en mi cama —. Está bien, diviértanse en su huida.

—No es tan mala —acude Robin al ver mi recelo por la propuesta. Toma asiento a mi lado en la cama sonriéndome con una complicidad enfermiza.

—Ni se te ocurra, Robin —advierto apuntándolo con mi dedo índice. Justin llega a donde nosotros apoyándose en la litera —. No —niego —, ustedes no va a llevarme allá...

—Será buena idea —interrumpen mis quejas; Ares las interrumpe —Se pueden cumplir cosas —el doble sentido es aterrador, no puedo ir así como así a escaparme de Pyrex una noche solo para cumplir deseos de mi lista —. Deberías ir, Ava —insiste. Por mi parte entorno los ojos en su dirección.

—Doy mala suerte —advierto pero es mentira —, no creo que sea buena idea que vaya con ustedes. Mejor hagan como siempre sin mí incluida, por favor —no tengo tiempo para una tregua cuando ya Robin y Justin me están agarrando de los hombros — ¡Chicos! ¡Piedad, soy de mala suerte!

Me llevan a donde guardo mi ropa. Justin comienza a rebuscar en los cajones de la cómoda buscando algo, Conan se le suma a la tarea y un bochorno recorre desde mi estómago hasta mi rostro cuando alzan algunas prendas de vestir con estampado de animalitos.

Desordenan todo pero, consiguen algo.

—Vamos a las duchas —anuncia Robin —para oler rico para las chicas —me explica y me empujan al baño, sin embargo, al ver mi estado defensivo y negativo por no querer salir de la habitación Justin me sube a su hombro llevándome como si nada. Me aferro al marco de la puerta cuando por fin logran salir conmigo y es Conan quien me hace soltarme cunado me pellizcar los dedos haciendo que deje de agarrar el marco de la puerta.

Suelto una sarta de quejas y chillidos hacia los cuatro Y la necesidad de querer despotricar en coreano hacia Justin para que se enoje y me baje en mucha; no obstante, primero debo aprender el idioma.

El plan es sencillo. Es salir por una rejilla que Diego va abrir para nosotros.

Sí, quedé sorprendida cuando vi que el hombre dulce que cargó mis maletas en cuanto llegué a Pyrex es el primer cómplice en lo que van a cometer los chicos, no podía con el estupor, tuvieron que zarandear mi cuerpo para que reaccionara.

En fin, es tardísimo.

Lo sé pues todas las luces de Pyrex están apagadas y nos guiamos es por medio de unas linternas que nos dio Diego cuando nos abrió la rejilla. Así pues, estamos caminando por un camino de tierra a oscuras con pinos y pinos a nuestro alrededor, hay tanta vegetación que la idea de que un araña se me suba me tensa completamente.

Me echo para atrás la capucha del gran suéter que los chicos hicieron que me pusiera.

—Todavía no me explican porqué me hicieron poner esta ropa —suelto luego de un rato. Tengo el cabello húmedo por la ducha y me da frío en la nuca por quitarme la capucha dejando que la brisa del bosque me dé en el cuello.

—Las chicas se sentirían celosas de que estemos llevando a otra chica a la reunión —explica Robin detrás de Justin, se detiene y arregla mi capucha ocultando mi cabello.

— ¡¿Entonces por qué me trajeron?! —agito mis brazos con desesperación.

—Te hacía falta salir de Pyrex así ya hayas salido hoy —añade Conan.

—Insisto —me dirijo a Robin —que esto esto es una pésima idea.

—Deja de quejarte —escucho a Ares en la cabeza del grupo. Tiene mi lista en uno de los bolsillos de su pantalón y lo sé porque lo vi guardarla en la habitación —, puede ser que te diviertas aquí.

—Es mas probable encontrar un unicornio que divertirme en esa dichosa reunión con mis nervios corriendo por todo mi cuerpo —Robin me ve sobre su hombro.

—Relájate —recomienda volviendo su atención al frente.

No sé cuánto caminamos pero es mucho, es demasiado bosque el que recorremos, ya tenía en la mente que íbamos a llegar pero, por desgracia, no fue así.

Seguimos caminando. Pasamos unos árboles y no puedo evitar chillar y agarrarme a Robin cuando algo cruje debajo de mi zapato.

— ¡Es un hoja! —susurra violentamente en mi dirección, su ceño está fruncido y sus labios apretados.

—Disculpa —murmuro caminando más cerca de él que antes — ¿Por qué soy la última? A los últimos los atacan primero.

Hostia —escucho decir a Ares, me ve desde donde está haciendo una seña con la cabeza para que vaya con él pero niego frenéticamente — ¿Y ahora por qué no? Joder.

—Porque también atacan a los primeros —el español me ve como si viniera de otro planeta antes de seguir caminando sin importarle que esté atrás.

"Hubiera aceptado."

Finalmente, cuando creo que las piernas no me van a dar más, empezamos a acercarnos hacia una luz anaranjada y amarilla, las voces juveniles llegan hasta mis oídos calmando mis nervios pero no del todo, igual sigo aferrada a Robin. Al instante llegamos a un claro rodeado de árboles, con la fogata que iluminaba desde lejos, las chicas y los chicos dueños de las voces y para mejorar: refrescos y chucherías.

Las chicas —unas cuatro— se levantan todas viniendo a saludar a los muchachos, claro, no pasan por alto mi presencia, las preguntas no tardan en salir por lo que opto en irme a sentar junto a un chico que anda fumando.

Agarro el calor de la fogata porque tengo frío así tenga la sudadera de Ares puesta. Las chicas se acercan con los del grupo a sentarse alrededor de la fogata y de mí.

— ¿Quieres algo de tomar? —escucho a mi lado al chico que está fumando, él me observa con neutralidad y espera de que responda.

—Sí, ¿qué hay de tomar?

—Refrescos, si creíste que hay licor, triste.

—No estaba pensando en eso —admito con una sonrisa en los labios. El muchacho sonríe a medias pasándome de una heladera una lata de Seven Up.

La destapo tomándomela, el torrente gaseoso pica en mi garganta, una oleada de gas sale por mi nariz poniéndome los ojos llorosos volviendo a asegurar lo que tanto sé:

"Adoro el Seven Up."

—Gracias —digo alzando la lata con los ojos llorosos.

Él suelta algo parecido a un bufido con una risa ronca.

—No hay de qué —hace un ademán volviendo a inhalar del cigarrillo, al botar el humo me extiende su mano —soy Seth, soy hermano de la chica con Ares.

Estrecho la mano con él.

—Ava —arquea una ceja confundido —, soy una chica que trajeron estos idiotas, pero nadie aquí debe saber que lo soy —Seth vuelve a soltar una risa asintiendo. Hace un gesto de cerrarse la boca como un cierre y botar la llave.

— ¿Qué te llevó a Pyrex?

— ¿Qué te llevó a ti a Richardson? —inquiero luego de él. Me da un mirada divertida, su sonrisa no toca sus ojos, al ir borrandola suelta un suspiro.

—Estoy ahí porque soy hijo del dueño de Richardson, no tomo las clases de las chicas. Más bien soy como el que lleva y trae los cafés, el correo, notificaciones a los profesores ahí... —encoge los hombros —Es un excelente trabajo de verano.

Comprendo asintiendo. Miro la fogata.

—No me respondiste —señala.

— ¿Huh? ¡Oh! ¡Sí! Es una larga historia que además es chistosa y bastante trágica.

—Te escucho entonces.

Le relato sobre lo sucedido, desde mis notas deprimentes hasta nuestra conversación. Omito algunos detalles que veo bastantes denigrantes como para contarlos. Al final de mi relato Seth me está mirando con una mezcla entre el pesar y la diversión.

—Será una buena anécdota para el futuro —destaca apagando el cigarrillo en una roca cerca de su zapato —. ¿Y cuánto conoces a los muchachos de Pyrex?

—Desde que entré ahí me llevo bien con Robin y con Justin, en cambio Conan es un tanto alejado al grupo pero es agradable.

— ¿Y Ares?

—Un desastre —soltamos una carcajada ambos —. No, mentira. Ares también es agradable, pese a su seriedad y necedad es bastante amable. Me ha ayudado en cosas.

— ¿Te tocó estar con ellos?

—Sí, soy de su grupo.

Se ríe.

—El último que estuvo en su grupo salió con una pierna fracturada.

— ¿Qué? —mi voz suena una octava más alta — ¿Y como por qué? —ahora sueno aterrorizada.

—No lo sé, los cotilleos entre el internado y la escuela Pyrex dicen que discutió con Ares de algo y este sin medir su fuerza lo agarró a golpes hasta quebrarle una pierna.

"Oh, vaya. Otra cosa más que incrementa mis sospechas de los violento que es Ares".

—Ya como que quiero que pasen los cuatro meses —mascullo mirando mis zapatos. La suela blanca tiene tierra salpicada por la caminata y una que otra hoja pegada.

—Tu padre te metió en el cupo primario, al menos pensó pese a no ver la página de Pyrex.

— ¿Cupo primario?

—Está el primario y el secundario. En el que tú estás es así: de cuatro meses; mientras que el secundario es hasta que te gradúes —escupo el poco Seven Up que tenía en la boca. El refresco cae a la fogata haciendo un sonido ensordecedor, me gano las miradas acusadoras de las chicas y los chicos que están con los de mi grupo y Justin.

Vuelvo a donde Seth.

—Ares me dijo algo acerca de graduarse en Pyrex, no creí que fuera cierto.

—Todo lo que Ares Costner dice... —ruedo el cuello encontrándomelo. Está hablando con la que es hermana de Seth, se nota a gusto aunque se muestre impasible —Es cierto, Ava.

Y, de repente, los ojos de Ares vienen a donde yo estoy. Lo avellanado se ve intimidante contra la luz de la fogata, la chica con quien está no para de hablar de quién-sabe-qué-cosa siendo ignorante a lo que hace la cabeza del grupo en el que estoy.

Sus ojos parecen dagas tratando de meterse en lo más profundo de mi alma, el contacto dura más de lo esperado, me sorprendo también de la fuerza de voluntad que tengo para no bajar la mirada como una tonta intimidada. Entonces, la hermana de Seth le da un golpecito a Ares en el hombro y el español la tiene que mirar casi obligatoriamente.

— ¿Cuánto conoces de Ares, Seth? —Llevo mi mirada a la suya, el castaño sacude la cabeza con un gesto despreocupado, encoge sus hombros en el proceso.

—Lo conozco gracias a Harriet quien no para de hablar de lo fantástico que es Costner. Las veces que se ven, o sea, como dos veces al mes trata de ponerse los más bonita posible.

Dirijo mi vista a su hermana; desde la falda de vuelo púrpura pastel y ese suéter blanco no cabe duda que tiene un sentido de la moda que yo siempre voy a carecer, su cabello es negro es lindo, es bonita, es más bonita que yo si lo admito.

—Bueno, parecen el uno para el otro —digo llevando la mirada otra vez a Seth.

—Para nada —asegura. El desconcierto en mi cara es difícil de ignorar —. Ares nunca ha intentado nada con ella, ni siquiera la abraza, solo hablan.

— ¿Es en serio? —le echo una mirada incrédula a Seth.

Él asiente muy seguro de lo que dice, y, la idea de que Ares no esté saliendo con Harriet —aunque lo dudo pues se ven dos veces al mes según Seth— me parece una patada de realidad a la cara.

—Si quieres pregúntale, te quedarías pasmada con la respuesta —hago una mueca asintiendo.

—Ava —giro tan rápido que el cuello me duele en el proceso. Frente a mí está el español —, hola, Seth —dice y el chico junto a mí le regala una sonrisa amigable —. Si me permites quisiera llevármela a otro lado —el castaño asiente sin mucho interés.

Me despido de él levantándome del tronco no sin antes dejar la lata de Seven Up con un poco de refresco en el tronco. Sigo a Ares por un camino de tierra que da a una camioneta jeep con las luces encendidas. Asumo que ahí es donde vinieron los del internado, tanto los chicos como las chicas.

— ¿Por qué pusiste un asterisco en el del beso? —no puedo evitar preguntarle, y él gira a verme luego de meter la cabeza en la ventanilla delantera del copiloto de la jeep y sacar otro six-pack de refrescos.

—Dije que iba a cumplir tus deseos.

—Pero acordamos que ese no.

Alza su mano derecha con sus dedos cruzados.

— ¡Oh, joder! —expresa con fingida sorpresa —, que he cruzado los dedos.

—Ares —regaño sin ánimos.

—Le he puesto un asterisco porque es un deseo de la lista y es fácil de hacer.

¿Qué? ¿Y es que acaso pensaste en lo que causaría si haces eso?

—Tampoco es que me importe mucho —se apoya en su costado derecho contra la puerta del jeep —. Venga, Ava, no pienses en eso y volvamos.

—No, me niego a que pongas por encima de mí tus caprichos para cumplir esa estúpida lista de deseos que hice a los siete años. Si no quiero que me beses deberías al menos de respetar mi opinión pues soy yo quien...

Y empieza a reír.

Alzo la mirada a su rostro. Está riéndose.

Ares está riéndose. Su risa es vibrante, es burlona y muestra sus dientes tan perfectos. Seguramente nunca ha usado brackets, seguramente esos dientes han sido mejor cuidados que cualquier par de otros. No obstante no me concentro mucho en su dentadura, sino en la manera jovial en la que se ve riéndose, en cómo se ve de alguna manera divirtiéndose.

Entonces, sobre mis hombros cae un balde de agua fría.

— ¿Te estás burlando de mí?

Asiente cesando esa risa ronca.

—En como te quejas, más bien —corrije —. Te ves graciosa cuando te enojas, pareces una jodida ardilla rabiosa con cuerdas vocales similares a una ametralladora por lo rápido que hablas, cosa que, me da risa.

— ¡Te estás burlando de mí!

—Sí, ¿podrías superarlo?

—Es que te reíste —destaco esperando ver en su rostro una sorpresa o algo por lo sucedido, sin embargo, Ares es Ares y su impasibilidad vuelve luego de esa sonrisa y esa risa.

—Has logrado hacerme reír —comenta —. Gracias... Por cierto, ¿se te pasó el enojo o debo aguantar otra vez la ardilla furiosa?

— ¿Por qué no puedes tomar en serio esto?

—Lo tomo en serio, Ava.

—Parece que no —recrimino agarrando del six-pack una lata, es Seven Up. La destapo tomando de ella.

— ¿Ahora sí volvemos a la fogata?

— ¿Tienes la lista?

—Sí.

—Pásamela.

En cuanto lo hace desdoblo el papel arrugado mirando un deseo en específico, ese que tiene unas calcomanías de estrellas alrededor.

— ¿Qué vas hacer?

—Me vendría bien un lapicero —mascullo.

— ¿Por? ¿Cuál vas hacer?

Le doy la lista, se la guarda.

—Quiero salir de una vez de eso para no reclamarte más nada —arquea la ceja derecha.

—No te pillo, Ava.

—Prométeme que entre los dos nada va a ser incómodo.

¿Ava?

Lo beso.




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