Cuando despertó, estaba rodeado de larga y profunda oscuridad. A lo lejos escuchaba el eco de una gota caer al suelo en un sonido húmedo, olía a azufre y suciedad. Sus sentidos seguían adormecidos y el dolor de su cuerpo que calaba en lo más profundo de sus huesos ya no estaba, como si hubiera desaparecido por arte de magia, su omóplato ya no dolía como antes ni podía sentir el agujero de la flecha en su carne, de hecho solo se sentía un poco cansado.
Con dificultad levantó uno de sus brazos, lo percibía torpe y pesado. Logró tocar su hombro para ver si existía algún dolor en él, tocó un poco más abajo hasta llegar a su pecho donde la flecha había atravesado, está había desaparecido como si nunca hubiera estado ahí. Lo que si notó es una línea atravesando su garganta, era suave y rugosa como una cicatriz vieja que ya estaba terminando de sanar, espantado porque no había tenía eso antes levantó su cuerpo para quedar sentado sumergido en sus pensamientos.
La habitación en la que se encontraba era oscura y mohosa, se notaba que el aire era frío por un presentimiento, sin embargo extrañamente no lograba percibirlo. La poca ropa que cubría su cuerpo era incapaz de darle calor y mucho menos en una habitación como esa. Alertado de levanta con un movimiento demasiado rápido; se estampó contra la pared por no poder controlar su velocidad. Casi grita.
Sus ojos lograban ver todo lo que le rodeaba sin dificultades aparentes al haberse acostumbrado, era extraño por qué no había indicios de luz ni ventanas que permitieran percibir con esa facilidades, casi parecía que era de día.
El sonido chirriante de una puerta al ser abierta lo saca de sus extraños pensamientos y mira a quien ahora lo acompañaba. Un hombre, alto y corpulento enfundado en una chaqueta oscura, su espalda ancha indicaba el tamaño de sus músculos y la fuerza brutal de sus brazos capaces de fracturar sus huesos con un chasquido.
Asustado, lanza su cuerpo a la pared en el mismo movimiento precipitado que había hecho hace un momento. El hombre suelta una risa, sus colmillos salieron a la luz en un destello blancuzco, dos colmillos afilados como agujas burlándose a luz de la luna en un mortal juego de sus temores, como si el simple pensamiento de su horror lograba divertirle.
—¿Quién eres?— Se atrevió a gritar. El extraño suelta otra risa suave y llena de cruda maldad.
—Tu nueva familia. Y creador de tu nueva naturaleza.
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Habían pasado varias semanas en cautiverio, lo mantenían encerrado en aquella habitación húmeda como si fuera una maldita basura. Y lo estaba pasando fatal.
El primer día fue fácil, no tenía hambre ni sueño. Se sentía fuerte por una extraña razón, sus músculos los percibía mucho más flexibles similares a un gato, su piel la notaba más pálida y sin vello, la imaginaba pulida e inmaculada a pesar de estar hace unos momentos tirado en el suelo sucio. Al tercer día la falta de interacción social empezó a pasarle factura, estaba solo con sus pensamientos.
Pensaba el Luhan, en su madre, en SeHun con su mal carácter y su horrible personalidad, en los chicos de su manada que tanto quiere hacer desaparecer, e inevitablemente en la madre de Luhan. Lo demacrada que estaba con sus huesos salidos y la luz de sus ojos apagada ¿Su madre estaría igual? Esperaba que no, no quería verla de esa manera, no deseaba que la luz que tanto la caracterizaba desapareciera con la misma intensidad que la señora Lu.
¿Qué estaría pasando en el exterior? Esperaba que lo estuvieran buscando porque no tenía idea de dónde se encontraba, ni mucho menos en cómo escapar de aquella cárcel, los minutos le pasaban como horas y las horas como siglos.
Al cuarto día la cordura empezó a perderse, su garganta se sentía seca y dolorosa, no tenía saliva para tragar ni mucho menos lágrimas para llorar su miseria. Sin embargo, el hambre era la peor de todas.
Lo acababa tan barbáricamente hasta dejarlo doblado del suplicio en su cuerpo; venas oscuras se marcaban como telarañas en sus brazos y piernas, las sienes le palpitaba dolorosas y sus ojos escocían calientes contra su cuerpo. Se acurrucó en posición fetal en el suelo y llevó sus manos a su pecho intentando buscar un consuelo consigo mismo. Y se percató.
Tocó su pecho buscando consolarse un poco a sí mismo con el sonido de su tambor intentó mas no encontró nada, estaba sano y mucho más esbelto de lo que era hace una semana pero seguía viéndose bien, más que bien.
Y eso era lo extraño, estaba quieto y sin sonido aparente, tampoco movimientos. Palpó en busca de su pulso pero no lo encontraba, tocó su cuello en la zona donde se notaba mejor las palpitaciones pero no había nada de lo que estaba buscando y con desespero examinó en su muñeca mas obtuvo el mismo resultado. ¿Acaso estaba muerto? Imposible, seguía respirando.... tocó de nuevo su pecho, no ascendía o descendía como tan acostumbrado estaba que hiciera, ahora estaba inerte sin la necesidad de respirar. Su cabeza comenzó a darle vueltas por el pánico que estaba experimentando.
—Estás soñando—intentó tranquilizarse, el hambre comenzaba a crearle ilusiones.
—No, no lo estás— hablaron a sus espaldas, era una voz grave y profunda igual a las oscuridades de las aguas profundas y negras. Llena de tonalidades misteriosas.
Su cuerpo se congeló. Conocía esa voz en algún lado, en algún recoveco de su mente había registrado aquel sonido, aquel timbre en su inconsciente. Registraba una presencia a sus espaldas, no habia calor que pudiera percibir o alguna respiración que comprobara la estancia de otra persona pero lo sabía cómo un sexto sentido. Con cuidado se puso de pie para dar la vuelta sobre su lugar mirando al techo donde sabía que estaba sin una explicación que pudiera dar el porque.
Él estaba allí, con una gabardina oscura al igual que una mancha en la oscuridad como toda su demás ropa. Su cara era lo único blanco en él, tan pálida marmoleada como una calavera pulida. Pero lo más escalofriante, eran aquellos ojos.
Pálidos al igual que su rostro, desprovistos del color natural de las personas llenas de vida, estos eran brillosos e intensos como los de las panteras en las profundidades de la noche en sus horas de caza.
«Azules» pensó, azul sucio y pálido sin rastros de humanidad de ellos. Un estremecimiento recorrió su espalda e inevitable, se aterrorizó. No obstante, su corazón no se inmutó, no sudó frío ni su respiración se aceleró. Lo único que indicaba su miedo era su conciencia, el sentimiento de miedo que desprendía en forma de aroma.
Al igual que le había dicho Luhan una vez en aquellas veces que lograron encontrar una paz juntos después de su transformación.
— Cada persona tiene un aroma Jun, pueden oler al sol y al fuego cuando están enojados o a los océanos pacíficos y tranquilos cuando están felices. Pero el aroma más asqueroso es el del miedo. Nunca podré comparar ese aroma con algo Junmyeon, no existe algo que se compare y espero... jamás olerlo en ti.
Ahora apestaba la habitación a su propio miedo, y era capaz de percibirlo. Capas y capas de una fragancia amarga y espesa que se le pegaba en el paladar al igual que una sustancia pegajosa como desagradable, era tan extraordinario como brutal el descubrimiento de su olfato ahora más fino, más perfecto.
«¡Oh! Luhan, ¿en qué me he metido?» se lamentó, las posibilidades de su ahora muy segura muerte eran más elevadas. Moriría aquel día sin que nadie pueda escuchar sus gritos de auxilio ni su pelea contra aquel hombre.
El de ojos azules estaba de cuclillas, con sus pies pegados al techo como si tuvieran pegamento en ellos o lo hubiera mordido una araña y ahora era Spiderman. Su cabello largo y cenizo extrañamente estaba intacto en sus hombros, la gravedad no hacía efecto en este en contra cualquier otro pronóstico. Le recordaba a un murciélago de cabeza mientras dormía.
—¿Quién eres?—Chilló. No iba a admitir cuánto le dolió la traición de su propia voz ante su cobardía, pero era demasiado tarde para echarse para atrás. Con el poco orgullo que le quedaba y toda la valentía que no sentía sacó el pecho y observó directamente aquellos ojos demostrando su determinación, él hombre inclinó su cabeza a un lado como gesto curioso. No había burla en ese gesto, sólo una auténtica curiosidad ante el encare en contra suya.
—No tengas miedo— rompió el silencio el colgado de cabeza, hubiera sido gracioso en otra situación, en una donde su vida no corriera riesgo — después de todo lo que he hecho por ti, solo busco que seamos amigos.
Incrédulo por aquella falsa cortesía, se percató de aquel extraño acento en sus palabras, un acento que no lograba identificar del todo pero que hacía evidente de su procedencia extranjera ¿Acaso ya estaba fuera del país? ¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente y cómo lograron sacarlo del país sin identificación y pasaporte?. Era evidente que no buscaba aquel hombre ser su amigo, la pregunta más importante en toda su critica situación eran las verdaderas intenciones del desconocido y qué podría hacer para sobrevivir al cautiverio.
—No mientas— masculla con rencor, casi juraba que soltó un gruñido sorprendentemente cercano al de un animal mas no estaba muy seguro de eso. La sombra con la que hablaba se dejó caer al suelo en un movimiento grácil y silencioso. La ligereza de sus movimientos eran casi etéreos como una criatura sobrenatural, y a estás alturas comenzaba a sospechar que era así. El sonido de sus pasos acercándose a su posición interrumpía la batalla de miradas entre ambos, pasos con las suelas de sus tacones enmarcando el sonido de sus botas finas. El suave andar de una pantera segura de su propia fuerza, y del miedo que provoca.
Le recordaba a alguien de otra época; sus modales, sus gestos y manera de hablar. Incluso su vestimenta tan excéntrica y fuera de tiempo. Su gabardina ondeaba con el poco aire frio en un suave velo, los muchos botones de oro centelleaban bajo la leve resolana de luz de luna reflejada en ellos, un gótico victoriano sin duda. El largo cabello castaño cobrizo en una larga tela revistiendo sus hombros amplios.
—Nadie está mintiendo Junmyeon, podemos ser amigos y llevarnos bien. Podrás salir de aquí y todos seremos felices— promete, exclamando la propuesta con un ronroneo sensual como un bálsamo acariciando las palabras y prometiendo el cielo y la tierra. Pero ese bálsamo no era para sus heridas y no era el elixir que curará sus miedos, solo eran cadenas disfrazadas de promesas.
— A costa de qué— refuta, sus sentido de supervivencia gritando que se arrodille y pida clemencia por lo que solo atinó a morder sus labios hasta provocar dolor y esclarecer su mente, buscando desesperadamente una salida que lo llevará a la libertad.
—Inteligente— contesta el victoriano gótico— demasiado para darte tu propio bien, enciérrenlo
La miel desapareció en la última palabra convertida en hiel, dirigiéndose a nadie en particular hasta la aparición de dos hombres igual de misteriosos con sus vestimentas fuera de época, materializando sus cuerpos pálidos con una bruma violácea y brumosa. Lo tomaron con fuerza de sus extremidades y se lo llevaron consigo arrastrando su cuerpo por los pasillos oscuros llenos de suciedad y tierra hasta una habitación mucho más oscura que la anterior, llena de aromas asquerosos y putrefactos.
En el centro se encontraba una jaula del tamaño de casi la habitación completa, hecha de grueso de metal lleno de óxido y de una sustancia de la que no quería tener conocimiento, abrieron la jaula y lanzaron su menudo cuerpo al interior ignorando sus gritos y protestas ahogadas, contorsionaba su cuerpo con todas sus fuerzas a todas direcciones buscando alivio y libertad, lastimosamente, sus intensos forcejeo eran inútiles y sus súplicas ignoradas por oídos sordos.
Después de ser encadenado con gruesas cadenas impregnadas de una sustancia transparente que ardía al tacto fue encerrado, privado de su libertad junto a la esperanza de una vida y ahora...era un prisionero en todas sus letras.
—¡Arde!— gritaba, los grilletes en sus muñecas escocían a carne viva y quemaban como lumbre ardiente directa a su piel. Ampollas aparecieron al momento en que su piel estuvo en contacto con el metal contaminado.
— ¡Por favor!— suplicó —¡Quema, se los suplico quítenmelas, duele!
Las sombras que lo encerraron en aquella habitación desaparecieron con la misma bruma con la que habían aparecido momentos antes, solo el de ojos azules se había quedado en la habitación fuera de la jaula. Observando con sus brazos cruzados y una mueca de desprecio en las comisuras de sus labios.
Junmyeon continuaba gritando su dolor, los nombres de las personas que ama formuladas de sus labios como rezos para su dolor sordo que arrancaba trozos de sí mismo, una tortura más allá de la comprensión. En la nubosidad de su mente logró escuchar las palabras del extraño como lejanas palabras ajenas a él.
—Tengo que admitir que te subestimé Junmyeon, la tenacidad de tu carácter es un molesto impedimento para mis planes y no dispongo de mucho tiempo, ahora dime ¿Cuáles son los planes de Oh Sehun?— el dolor no le permitía pensar con claridad, solo lograba retorcerse y halar las cadenas buscando romperlas con su propia fuerza. El ojiazul irritado chasqueo la lengua y soltó una palabrota antes de salir para dejarlo solo murmurando cosas que solo logró escuchar por palabras como «dejarlo débil» «manada» y «guerra».
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Pasaron cuatro días después de su encierro, cuatro días con torturas más allá de lo humanamente imaginables y de las cuales explicaría muy poco. Solo podía decir que ahora el sol quemaba más que el ácido y la belladona era un arma mortal contra su cuerpo inmortal.
El hambre era fiera y voraz contra sí mismo, las venas negras en las sienes de su cara y brazos eran el indicativo de lo hambriento que se sentía, la desesperación de beber del líquido rojo que tan bien olía como la heroína para el drogadicto y su nuevo talón de Aquiles.
Un vaso por cada confesión que hiciera en contra de la manada Oh, el interrogatorio duraba horas con un bombardeo de preguntas acerca de los planes de ésta; cosas como cuáles eran los miembros de la manada, lugares donde se reunían o sus fuentes de información. Estaba demás decir que el era ignorante de todas estas y no hubiera podido decir todas las respuestas aunque quisiera.
Sus labios se mantenían sellados y resecos, no había probado una gota de sangre después de que le dieran el primer vaso para despertar su hambre y dar origen a la dulce adicción por la sangre humana.
Le gritaron palabrerías como que ahora era un vampiro y su lealtad debía de estar con ellos, a su propia raza y a su propia especie.
—¡ Eres un vampiro!— gritaba Jung Il Woo, como había aprendido después de escuchar a uno de sus subordinados dirigirse a él.
—Un vampiro que pertenece al Clan Jung , no a la manada Oh— continúo maldiciendo con rabia. Sus ojos cristalinos reluciendo por la ira y el descontrol de sus emociones, apestaba a cobre fundido y una agria bruma de su desprecio. Junmyeon agotado por el hambre y sus heridas solo lo observaba con sus ojos cafés llenos de feroz dolor así como de determinación en no hablar ni una sola palabra en contra de la familia de Luhan, era capaz de soportar el dolor con tal de salvar a su amigo y a sus pulgosas mascotas.
Las manos sin cicatrices e inmaculadas de Jung lo tomaron del cuello de su camisa manchada de rojo antes blanca. Lo agitó con violentas sacudidas maldiciendo lo deshonrosa que era su existencia para los vampiros, una aberración y un insulto.
Sobre todo concentraba sus insultos a sus ojos, no entendía aquella manía de mirar y referirse a sus iris siendo que estos eran normales.
Luego de muchos gritos y más torturas salió por la misma puerta a la que entraba y salía cada vez que buscaba información, la puerta a su libertad que ahora veía cada vez más lejana. Aliviado por el término de la sesión por ese día soltó un suspiro lleno del aire que no necesitaba pero que aún así respiraba por no poder perder la costumbre, el no ser capaz de aceptarse a sí mismo como un vampiro o una asquerosa sanguijuela como tanto se empeñaban en señalar los lobos las pocas veces que convivió con ellos, recordaba aquellas platicas esporádicas en las que Chanyeol le informaba a SeHun que había limpiado el área de sanguijuelas antes de que lo fueran dejar en la salida del bosque o las que JongDae, en chico gritón de la manada alegando haber visto más caras pálidas en el área que lo usual. Ahora se sentía estúpido de ignorar esa información y lanzarse al bosque como si estuviera a salvo, como si los lobos lo fueran a defender.
Escuchó a Il Woo vociferar órdenes a Changbin y JungHo (como también ahora sabía eran los subordinados preferidos de Woo) con respecto al aquelarre y lo pronto que quería una reunión con el resto. Ignorando esas palabras cerró sus ojos buscando paz y dejar de pensar en los retorcijones de sus dientes y sienes por su sed, hasta que escuchó su última orden que lo dejó helado. «Que nadie se acerque al área, vamos a dejar que se muera de hambre» para después salir sin mirar a su espalda, como si fuera órdenes a diario acabar con la vida de otra persona. Tal vez era así.
Los chicos lo miraron con pena, algo que había notado era lo renuentes que se sentían los subordinados a acatar las órdenes de su líder, las muecas a sus gritos y la pena ante su agonía. Pero los odiaba por igual, ellos permitían esas torturas, no movían un dedo para sacarle las cadenas ahora sangrantes de sus muñecas y tobillos ni refutaban ante las órdenes de abrir la ventana para exponerlo al Sol. Esperaba que los Oh acabaran con ellos cuando tuvieran oportunidad aun si él ya no fuera capaz de gozar sus muertes, anhelaba que fueran igual de dolorosas.
Cuando todos se marcharon se quedó sólo con sus pensamientos.
Pensó en su madre, aquella mujer fuerte y amorosa pero tan ausente en su vida como un recuerdo lejano. Las canas de su cabello pareciendo cada vez más para formar una mezcla de colores en sus hebras, un lienzo a blanco y negro contra su piel pálida. Los ojos cafés como los suyos apagados por el cansancio pero gentiles al acariciar su cabeza. La extrañaba, la extrañaba más que nunca.
Pensó en Luhan, su mejor amigo y compañero de toda una vida. La persona a la que era capaz de recitar de memoria todos sus gustos y ademanes, porque eran hermanos, porque eran amigos y compañeros. Su alma gemela. Nada tenía que ver Eros en su amor según los griegos, Storgé definía su lazo fraternal: amor fraternal, amistoso y comprometido.
Pensó en su hermana muerta, ahora sería capaz de verla y conocerla más de lo que pudo hacerlo en vida. Aquella chica a la que no recordaba su rostro ni su voz pero que era una presencia constante en su vida, ¿Hubiera estado menos solo si no estuviera muerta, hubiera tenido a una hermana a su lado en las noches de lluvia y truenos calmando sus miedos?.
Y su padre; quien no recordaba o sabía mucho de él. Su madre le dijo que estaba muerto, el pueblo también lo decía aún si no había una tumba para recordarlo, un nombre con que relacionarlo. Solo palabras vacías «pobre Hye Ok, viuda con dos hijos, uno vivo y una muerta».
Pensó en su patética vida, las cosas que ya no haría por la imprudencia de su corazón y la maldad de las personas a su alrededor. Ahora era muy tarde para compadecerse de sí mismo y lamentar sus errores, tal vez debió pasar más tiempo con su madre, tal vez debió buscar fotos de su hermana y llorar por ella, tal vez debió buscar quien fue su padre, pero no hizo nada de eso. Puede que su vida fuera patética pero su muerte será con toda la dignidad que tenía. Le arrebataron su libertad, su naturaleza y lo que era. No dejaría que le arrebataran su muerte también.
Justo cuando ese pensamiento vino a su mente la puerta fue abierta nuevamente, el rechinido de las bisagras apretaron su estómago. No se avergonzaba en decir que tenía miedo, vinieron a matarlo.
Entrecerrando los ojos, observó una cabellera castaña y alborotada asomarse por la abertura de la puerta; unos ojos dorados y expresivos aparecieron llenos de curiosidad y miedo. Preciosos y pequeños como los de un cachorrito, no lo reconocía de ningún lado.
Solo Changbin y JungHo eran los vampiros que se encargan de él aparte de Il Woo, le sorprendió que algún otro supiera de su existencia. La constante repugnancia del ojiazul lo convencían de que su existencia debía ser secreta y eliminada cuánto antes.
Lo observó acercarse, el dudoso andar del bello joven y su aura de inocencia se le antojaba dulce y pura. Su cuerpo era pequeño y menudo como el suyo, con más curvas en las caderas y suaves muslos en telas semi transparentes y vaporosas como si estuviera vestido de nubes negras y suaves. Su torso pequeño y delgado con la curvatura de su cintura en una bella forma de reloj de arena cubierto con la misma tela de sus pantalones. Era precioso y delicado como una bella flor rodeada de oscuridad y nieve, un rayo de luz en lo profundo de la habitación. Sus ojos expresivos brillaron en la oscuridad como los de un gato, el resplandor dorado de ellos sorprendieron a Junmyeon, quién agonizaba con los grilletes cada vez más apretados y su cuerpo recargados penosamente contra los fierros de su jaula, el aspecto ceniciento despertó la compasión en el bello joven quien con pena se acercó al muchacho de cuerpo encadenado y torturado.
Baekhyun al principio no lograba registrar bien los rasgos del joven encerrado. Solo alcanzaba a ver las ropas hechas jirones y llenas de suciedad con sangre negruzca. Sangre de vampiro. Era curioso, Baekhyun al ser también vampiro podría haber visto el rostro del muchacho perfectamente con su visión, sin embargo solo lograba atisbar facciones finas y delicadas con borrones, parecida a la imagen de una foto movida. Estaba casi seguro de la existencia de protecciones en la jaula para evitar que el chico escapara desde dentro, una precaución diría Jung Il Woo.
Al acercarse más el campo de protección era menos evidente y de podía apreciar con mucho mejor claridad el interior. Y quedó horrorizado.
Un hombre joven, en su primera década y un poco más de vida agonizante tirado en el suelo. Su cabello castaño oscurecido por la mierda y la tierra con la que adhería a sus apelmazadas hebras, sangre seca en sus muñecas y tobillos llenos de ampollas nuevas y reventadas (algo inusual en un vampiro como pudo detectar al no escuchar sus latidos, ellos podían curarse en segundos por lo que supuso que las cadenas estaban envenenadas), su piel era pálida y lisa sin poros como es común en los de su especie. Pero todo esto quedó en segundo plano al ver sus ojos, del color del chocolate dulce.
Dio un paso atrás, era tan extraño en los suyos que habían pasado más de cincuenta años para que volviera ver ojos tan puros y llenos de un alma fuerte. Por un momento casi inhala una profunda respiración innecesaria, más como un gesto sorprendido que por verdadera funcionalidad. El chico delante suyo murmuraba nombres como una mantra, un rezo para no perderse en la locura del dolor y desesperación. Ambos ojos se enfrentaron, chocolate y oro fundiéndose.
—¿Quién eres?— preguntó Baekhyun en un susurro, sabiendo que sería escuchado. El hombre frente a él soltó una serie de balbuceos con sonidos gorjeantes llenos de saliva y dolor, el sonido de su voz como el quejido de un animal moribundo
— Junmyeon— farfulló incomprensible, solo hasta ese momento se percató de las venas oscuras muy marcadas en las esquinas de sus ojos y a lo largo de sus brazos desnudos. Tenía hambre y por lo que veía llevaba más de cuatro días sin comer, a ese paso para pasado mañana sería vampiro muerto y cenizas para luego desaparecer. Dio la vuelta y salió corriendo con dirección a su habitación, en la nevera aún conservaba su reserva del banco de sangre.
Ese día Il Woo había salido de la mansión como alma que lleva el diablo, gritó órdenes a sus ciervos de sangre seguirlo y a sus subordinados mantener el orden dentro de la mansión mientras el estaba fuera. Todos en la casa le tenían el suficiente miedo para no hacer nada durante su ausencia por lo que se limitaron a encerrarse cada quien a sus aposentos para evitar contacto con los otros. Los Vampiros no acostumbran a ser unidos ni mucho menos tener alguna relación emocional con los otros, eran lo suficientemente viejos con demasiadas dolencias.
Pero Baek lo vio como una oportunidad, siempre escuchaba gritos en esa habitación cuando pasaba de infraganti en las mazmorras (amaba jugar con los gatos quienes siempre se escondía en lo más profundo de la casa) y su curiosidad no le dio cabida a negarse a investigar, espero a que Changbin saliera en dirección a las habitaciones del señorito Félix, hermano de Il Woo.
Cuando ya no hubo nadie entró lleno de excitación por descubrir uno de los tantos secretos del líder. Ahora que sabía lo que ocultaba y la crueldad en la que era capaz podía darse la fuerza asimismo para escapar.
Regresó agradeciendo ver qué Changbin todavía no había llegado y entró nuevamente, el joven seguía en la misma posición.
—Oye— susurró. Lo miró removerse con dificultad, apenas era capaz de abrir los ojos como si estos le pesaran igual que intentar levantar el plomo. Rodeo la jaula para acercar la bolsa de sangre fría. No era muy agradable de tomar pero servía de igual forma.
Con precaución metió las manos dentro intentando no tocar las barras, agradecía que el hechizo solo funcionará de dentro hacia afuera o si no ya hubiera salido volando. Tomó la cabeza castaña con sus pequeñas manos y metió sus muslos a los lados de los barrotes como si intentará abrazar una de las tiras de metal con todo su cuerpo; con cuidado puso la cabeza en su regazo y con ayuda de una pajita en la bolsa le dio de beber.
—Sé que necesitas más sangre pero se darán cuenta, en lo que formulo una forma de sacarte de aquí— musitó con voz mermada y tranquila intentando dar consuelo al chico que con sobria lentitud al igual que alguien que temía acabarse su comida y comía lento para hacerla durar. Se le encogió el corazón con ese pensamiento por lo que acarició las mejillas abultadas. Mientras alimentaba como un bebé a Junmyeon se dio el tiempo de contemplar cada rasgo de su rostro, era bonito y con facciones delicadas; nariz pequeña y respingona, mejillas grandes y rechonchas con suavidades tiernas parecidas a las de un conejo, cejas espesas y oscuras abarcando arriba de sus ojos enmarcando una mirada tierna y amable junto a labios finos y partidos. Podía apostar que sin todos esos golpes y cortes pudiera ser una belleza.
—¿Tu nombre?— lo escuchó preguntar con voz rota, el sonido de las hojas resecas del otoño comparándose con su voz. Ya había terminado de beber y ahora lo observaba con sus ojos naturales llenos de una nueva esperanza. Una posibilidad de no morir entre las rejas.
— Baekhyun, tu nuevo amigo.
—Amigo
Pasaron dos días después de haberse conocido, Junmyeon esperaba a que Changbin se fuera a visitar a su amante como le había dicho Baekhyun explicando las desapariciones del vampiro. Su cuerpo seguía igual de débil y muy pocas veces lograba moverse, pero la sangre que constantemente le era traída por el chico de ojos dorados ayudaba a los dolores de sus sienes y extremidades. Esperaba que tardarán en darse cuenta que no moría a causa de Baek. El chico era demasiado noble como para sufrir las consecuencias por él.
— Ya es hora de que salgas de aquí— rompió el silencio el de cabellos cobres, su bello rostro quieto mortalmente en una estatua angelical sin edad o expresión.
—Nunca voy a salir de aquí Baek— le responde con resignación —Aunque saliera de aquí Il Woo me buscaría por cualquier rincón del mundo y me asesinaría sin remordimientos.
—Va ha haber un levantamiento — informa con voz pétrea. Junmyeon abre sus ojos fascinado con la información.
—P-Pero cómo— susurra.
—Changbin, está harto de todas las leyes de Il Woo, sus maneras de llevar el aquelarre son pésimas y hace quedar a los vampiros como bestias hambrientas y asesinas cuando la realidad es muy diferente, Woo y sus secuaces han arrasado con comunidades humanas y lobunas por siglos y gracias a eso hemos tenido más enemigos que aliados. Los vampiros de otros aquelarres cercanos están intentando tomar el nuestro por esos motivos: algunos intentan detener esa masacre para no llamar la atención y otros solo buscan poder.
»Félix sería un gran líder, es justo y amable con todos por su corazón bondadoso, si decidiera hacer un levantamiento todos lo seguirán. Por eso Il Woo lo encerró en una de las torres del Sur de la mansión, uno de los lugares más alejados aparte de las mazmorras. Changbin era uno de sus guardias y se enamoraron, ahora está buscando la manera de detener a Woo y liberar a Félix. Aprovecharemos esa oportunidad para salir de aquí sin que nadie se percate de nuestra desaparición, habrá muchas bajas durante la rebelión por lo que podemos dejar cenizas en tu jaula para hacer creer a quien gane que moriste aquí.
—¿Por qué me ayudas? No me debes nada, yo en cambio te debo tanto— cuestiona Junmyeon, agradecía de todo corazón la ayuda que le era dada y daría lo que fuera para salvar al chico a pesar de conocerlo de hace unos días.
—Todos tenemos una razón para escapar Jun, algunos más que otros pero tú me has dado la oportunidad de darme un motivo para luchar. Quiero ser libre — Baek le tomó la mano con cariño, a pesar de no tener calor corporal se sentía cálido, una amistad formándose dentro de lo adverso — Mañana traeré la sangre que necesitas para recuperarte.
Después de eso se levantó de su lugar y con una suave sonrisa de despidió con la promesa de una libertad. Podía ir a ver a su madre, podría buscar a Luhan y averiguar si lo estaba buscando o ya lo creían muerto. Ese día durmió profundamente, tranquilo con lo que vendría cuando el sol bajara y la madre luna se alzará a todo su mágico esplendor.
Sonrió entre sueños.
Libertad.
Como dice la sinopsis de la historia está será lenta, con un avance pausado explicando el cambio de Junmyeon y los eventos que lo hicieron ser como es después de la desaparición de Luhan.
Haré una guía en donde explicaré los personajes y los cambios que experimentan los vampiros, lobos y demás seres sobrenaturales.
Gracias por leer y en breve corregiré inconsistencias y faltas de ortografía.
28/01/21 editado