Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

5.7M 562K 731K

Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 42

88.3K 8.2K 17.7K
By Mila_Darkness

Un arrebato de ira puede tener consecuencias graves, y cuando esta fiesta termine las sentiré en carne propia. 

Las uñas se clavan en mi palma con tanta fuerza que siento la piel romperse. La copa tiembla en mi mano, casi a punto de quebrarse. Por más que trato de respirar hondo el maldito sentimiento de asfixia no se va, permanece allí, tensando los músculos de mi garganta. La mirada de Patrick es oscura y aterradora, retándome a decir una sola palabra equivocada para poder destruirme. Antes quizás fuese amenazante, ahora es asesina. 

Unas manos cubren mis ojos repentinamente, oscureciendo todo a mi alrededor. Mi corazón se acelera del susto, la desorientación me inquieta, el no poder ver qué hace mi padre me aterra. Alguien besa mi mejilla haciéndome sentir cálido, esa risita traviesa me revela enseguida quién es mi captora. 

—Kara... —digo sin contener mi sonrisa, la tensión abandona por completo mi cuerpo. Oigo un gruñido lejano, ni siquiera tengo que verlo para saber que es él. Por algún motivo la calidez inunda mi pecho, los celos tontos de Aaron a veces se me hacen tiernos.

—La única —contesta mientras me suelta y se pone frente a mí, orgullosa. Me atraganto de la impresión al verla. 

Esta chica no puede ser mi niña. 

—¿Qué te pasó? —suelto asombrado. 

No hay remeras holgadas, pantalones anchos, ni esa vestimenta tan peculiar en ella. Ahora trae un vestido negro con escote prominente, delicado. Es largo hasta las rodillas, con volados extravagantes y pomposos. Como si eso no fuese mucho, lleva todo el rostro maquillado cuando Kara jamás se maquilla, no le gusta. En verdad se ve preciosa, su cabello también está cuidadosamente arreglado en un moño, parece una princesa. 

Esto es obra de Adrienne Jones. 

—Mamá me pasó —responde rodeando los ojos, con una pequeña sonrisa. Ja, lo sabía, ella jamás usaría ropa tan dolorosamente femenina si no fuese por obligación—. Es un gran sacrificio usar esto pero bueno, hacemos las cosas más horribles por nuestra familia. 

—No lo hagas sonar como si te estuviera torturando, una vez que te pido arreglarte y haces tanto drama —la voz exasperada de la señora Jones nos interrumpe, logro verla caminando hacia nosotros. Me doy la vuelta para saludarla, encontrando algo que ya esperaba: una elegante y bella mujer.

Ella no parece una princesa, sino una reina. Trae puesto un vestido deslumbrante, ajustado por donde lo mires marcando cada una de sus curvas, de color rojo con detalles negros en forma de flores que cubren su escote. El cabello rubio cae suelto por sus costados, increíblemente largo y bien cuidado. Quisiera estudiarla más a detalle pero puedo sentir la mirada penetrante de Aaron apuñalando mi espalda, intento mirarlo por el rabillo del ojo y compruebo mis sospechas: está irritado. Su ceño fruncido en completo desagrado lo deja muy claro. Es un poco absurdo teniendo en cuenta que mirarla solo confirma más mi homosexualidad, así como si mirase a cualquier mujer de aquí, todas son hermosas y aprecio su belleza (porque no soy ciego) pero no provocan nada en mí. 

Solo hay un tonto celoso que provoca algo en mí. 

—Buenas noches, señora Jones —digo cortés, dándole un beso en la mejilla que recibe con aprobación, sonriéndome. 

—Buenas noches, Dominik —saluda parándose delante mío—. Deberías de comenzar a llamarme por mi nombre, pasas tanto tiempo con mi niña que ya te siento parte de la familia. 

La miro con sorpresa, sin esperar esas amables palabras. No es que Adrienne sea una mala persona, es solo que ella parece ser de las que reservan sus sentimientos. Tampoco es que la viese mucho como para conocerla, siempre viaja.  Al que veo seguido es a Bastian, el padre de Kara, que en personalidad es lo contrario a su esposa: abierto, dulce, y sentimental. 

—Muchas gracias, Adrienne —contesto.

—Me alegra tenerte aquí, querida —dice Rebeca a mis espaldas, acercándose a ella para saludarla en un gran abrazo. Había olvidado que eran buenas amigas, ahora entiendo por qué Kara y su mamá están aquí.

Ambas rompen el abrazo, separándose. Esto me permite ver mejor a Rebeca, haciéndome sentir una enorme piedra cayendo en mi estómago. Lentamente siento la ira filtrarse por mis venas, ardiendo como alfileres clavados en mi piel. 

Algo le ocurrió. 

Los trajes que tanto ama usar fueron reemplazados por un vestido sin gracia, que la cubre por todas partes. No es que no sea bonito, simplemente ella jamás lo usaría. El brillo en sus ojos parece haberse ido, se ve tan apagada que duele. Su postura seria e implacable fue cambiada por una dócil y rendida. 

Me recuerda a mamá. 

Patrick la obligaba a usar lo que él consideraba ''adecuado'', si ella lo desobedecía las consecuencias eran horribles. Aún puedo recordar cada uno de los insultos, cada golpe que recibía solo por usar un vestido con apenas un poco de escote. ¿Y si le está haciendo lo mismo a Rebeca? Aaron confía en que eso no podría pasar, pero él no vivió dieciocho años con mi padre, él no sabe la capacidad que tiene para romper a alguien. 

Suspiro de alivio al ver que no tiene ningún tipo de marca o moretón en su cuerpo, aunque eso no me tranquiliza por completo, pueden encontrarse en lugares que a simple vista no se ven. 

Y su nota... 

Joder, casi la olvido. Ella quiere que hablemos cuando todos estén distraídos, necesita decirme algo, y tengo miedo de que sea lo que sospecho. Deseo que no lo sea. 

Luego de que mi padre se presentara con Kara y le diera la bienvenida a la señora Jones, sugirió que nos sentáramos en una de las mesas principales. Está ubicada a pocos metros del gran árbol navideño, cerca del escenario ostentosamente decorado. Para mi desgracia tuve que sentarme junto a mi padre, en el asiento más lejano al de Aaron. Por suerte a mi lado derecho se encuentra Kara, quien no para de mirarse el vestido como si fuese a morderla. 

—Satanás hizo esta cosa... —murmura tocándose el escote por décima vez desde que llegó, reprimo una carcajada. 

—No me imagino a Satanás usando eso —susurro entretenido, ella bufa. 

—Exacto, nadie en este mundo debería de usar algo tan incómodo —refunfuña. 

—Estás exagerando, reina del drama —contesto alegre. 

No esperaba que ella viniera, fue una enorme sorpresa que alegró mi noche. Sé que está Aaron, pero con él no puedo hablar normal sin que Patrick lo note, él cree que nos odiamos. Es diferente con mi mejor amiga, no tengo que fingir nada y puedo bromear lo que desee. 

—Lo dices desde una posición privilegiada, mi querido Dominik —espeta mirándome de cuerpo entero—. Ese traje se ve jodidamente cómodo. 

—¿Estás bromeando? —murmuro conteniendo la risa—. Tú porque no viste mi trasero, duele de lo que aprieta este pantalón. 

—Aaron debe de estarlo disfrutando —dice muy bajo, logrando que mi rostro arda debido a ciertos recuerdos de hace unas horas... maldición—. ¡Ja, lo sabía! 

Su grito llama la atención de todos en la mesa. 

—Cariño, modales —le dice su madre, quien está sentada frente a ella. 

—Lo siento —responde hundiéndose de hombros, avergonzada. 

Habíamos pasado desapercibidos hace unos minutos, todos estaban sumergidos en sus propias conversaciones y concentrados en sus platos llenos de la excesiva comida que hay por toda la mesa. Ahora son conscientes de lo que hacemos, especialmente cierto rubio que no para de mirarme. Genial, ya no podremos seguir hablando en paz. 

—Dominik, ¿por qué nunca me presentaste a tu linda novia? —pregunta mi padre, su voz ridículamente suave y amable—. Puedes traerla a casa cuando quieras, es encantadora. 

El impacto de sus palabras hace que me atragante con mi propia saliva, las reacciones de los demás no son mucho mejores que la mía. Aaron deja caer su cuchillo al plato, aparentando tranquilidad cuando desde aquí siento su molestia. Rebeca comienza a toser con poco disimulo, sorprendida. Kara está sonrojada, parece un pez fuera del agua, posiblemente yo me vea igual. Y por último Adrienne, quien su reacción es la más preocupante de todas, sonríe como un zorro astuto. 

—Gracias, señor —Kara se apresura a responder, todavía con las mejillas rojas. Parece reunir coraje interno, respira hondo para luego sonreír con altivez, superando su vergüenza inicial—. Sí soy encantadora, pero no soy su novia. 

—Oh, vamos —responde Patrick riéndose—, estuvieron hablando muy íntimamente como para no ser novios. Sin mencionar cómo le cubriste los ojos a mi hijo cuando lo viste, eso fue demasiado cariñoso. 

—Es mi mejor amiga —contesto enseguida. 

—Es lesbiana —contesta Adrienne al mismo tiempo. 

Si Kara estaba roja antes, ahora es un tomate. 

—¡Mamá! —espeta cubriéndose el rostro, la entiendo perfectamente. Mi padre es de lo más homofóbico que existe, no sé cómo vaya a reaccionar. 

—¿Qué? Es mejor que lo sepa ahora, cariño —habla despreocupada—. El señor Evans podría creer realmente que son novios, lo cual no es verdad, y siempre hay que ir con la verdad.

Muy cierto. 

—Además, si fueses heterosexual, ni loca dejaría que un chico se quedara tantos días en nuestro hogar —responde seria—. Te puedo dar muchas libertades, pero no querría que tú me dieras un nieto. 

Esta vez fue mi mejor amiga la que se atragantó. 

—Lamento si las incomodé —dice mi padre consiguiendo que todos lo miremos—, no sabía que eras homosexual. De todas formas déjame decirte que sigues siendo más que bienvenida en mi hogar, no está mal ser lo que eres. 

Una sensación nauseabunda recorre mi garganta. Es tan cínico e hipócrita, era obvio que diría algo así. Cada uno de sus gestos es fingido, esa sonrisa amable y comprensiva, esos ojos que brillan apaciguados, incluso su maldita postura relajada. Una farsa. A la única que puede engañar es a la señora Jones, porque los demás somos conscientes de que tiene una mente podrida, llena de odio irracional. 

—Exactamente, dulzura —habla Rebeca, dirigiéndose a mi amiga—. Está genial que te gusten las chicas, ojalá a mí me gustasen, los hombres a veces son una molestia —bromea haciéndola reír. 

—Comparto el sentimiento, querida —responde Adrienne, alegre—. Hoy mismo no supe qué hacer con mi esposo, quise convencerlo de venir conmigo pero se negó. 

—Y por eso me arrastraste a mí, ¿no? —dice divertida, su madre niega con la cabeza en desaprobación. 

—No mientas, bicha embustera —le contesta exasperada—. Tú me pediste venir para ver a Dominik.

—Me alegra ver que por fin tengas una amiga, Dominik —escupe mi padre, con una mirada maliciosa—. ¿Por qué nunca hablas de ella? Takara parece preocuparse por ti, pero a ti parece que no te importara. ¿Por qué la ocultas así?

El aire se queda atrapado en mis pulmones, intento respirar pero la ira me lo impide. ¿Qué mierda planea hacer? Nunca le hablé de Kara porque prefiero tirarme de un quinto piso antes que entablar una conversación con él. 

¿Por qué querría contarle sobre mi vida a alguien que activamente quiere arruinarla?

—¿Nunca te habló de Takara? —pregunta la señora Jones, su voz ya no es alegre, sino preocupada.

—No, jamás —responde mirándola con seriedad—. Parecen tan cercanos que me preocupa no haber oído nada de ella hasta ahora. 

—Eso no tiene sentido, él ha pasado incluso más de una semana en casa —dice intranquila, se la ve rígida—. ¿No te ha dicho que viene seguido? 

¡Es verdad! ¿Cómo no me di cuenta antes? Cuando ocurrió ese momento tenso entre Aaron y yo, la noche después de haber tenido sexo por primera vez, me quedé en casa de Kara por una semana entera. Bastian Jones tuvo que hablar personalmente con mi padre para que me dejara, él sí sabía de la existencia de mi amiga. ¿Por qué está mintiendo?...

Es un hijo de puta. 

Él sabe que nunca fui de tener amigos, entonces cuando por fin ve que tengo a una verdadera amiga, me la quiere quitar. 

—Padre —interrumpo su conversación—, olvidas que conociste al señor Jones. Él habló contigo para que me dieras permiso de quedarme con ellos. 

Por un segundo pude ver como su brillo malicioso se apagaba, cambiándolo por uno asesino. Contengo la sonrisa triunfante que quiere formarse en mi rostro, le acabé de ganar en su propio juego. 

—Lo había olvidado —responde tranquilo, como si no acabara de arruinar su intento de romper mi amistad—. De todas formas nunca hablas de ella.

—Nunca hablamos de nada —espeto tratando de no sonar demasiado mordaz, Adrienne me mira fijamente. 

—Este pollo asado está delicioso —habla Aaron, tragando un enorme pedazo. 

—Y esta ensalada es excelente —continúa Kara, engullendo un trozo de lechuga. 

Los adoro. 

El tiempo pasa de manera lenta, agonizante. Todos cenan a gusto, cada platillo es delicioso y refinado, hecho por cocineros profesionales. Pero es el ambiente lo que arruina mi apetito, impidiéndome ingerir más de cinco bocados. Es algo a lo que estoy acostumbrado, solo puedo comer debidamente si estoy lejos de mi padre. Él me quita el hambre, hace que mi estómago se retuerza y quiera vomitar allí mismo. La parte positiva es que soy el único visiblemente incómodo, los demás parecen estar disfrutando de la noche, me alegra ver a Kara metida en una discusión acaloradamente amistosa con Aaron. 

En cada rincón del salón principal suena una melodía agradable, pacífica, que poco a poco es reemplazada por un suave vals. Varias parejas comienzan a levantarse de sus asientos, los hombres elegantes piden las manos de sus bellas acompañantes. El centro del salón se va llenando con más y más personas, quienes comienzan a bailar enseguida de forma agraciada y sincronizada, pareciendo casi perfectos. Una pareja en particular llama mi atención, compuesta por dos mujeres preciosas. Una lleva el traje negro más bonito que haya visto, la otra trae puesto un largo vestido azul. 

—Extraño a Rose... —suspira mi mejor amiga, también observando a la pareja. Su barbilla está apoyada descuidadamente en la silla, Adrienne la mira con desaprobación pero a ella no parece importarle. 

—¿Otra vez dejaron de hablar? —pregunto preocupado.

—¿Dejar de hablar? —arruga la nariz, confundida. Su expresión cambia de inmediato, convirtiéndose en una de asombro—. ¡Olvidé decírtelo! Por los dioses, se nota que estoy distraída —ríe sacudiendo la cabeza—. Rose y yo somos novias. 

...¿Qué?

—¿Cómo se supone que olvidas decirme algo así? —siseo en voz baja, mirándola frustrado. Es una noticia muy importante como para que olvidara contármela.

—No seas hipócrita —me acusa con el dedo, retándome—, tú no me cuentas cada cosa que pasa con Aaron. 

—Te he contado prácticamente todo —ataco indignado. 

—Me dices todo superficialmente, lo cual es injusto —contesta, su mirada fija en mí—. Ni me das detalles sexuales, ni me das detalles en absoluto. Siempre termino armándome ideas de lo que creo que realmente ocurrió, pero tú dices muy poco, amiguito. 

¡Eso no es cierto!...

Bueno, solo un poco.

—Te digo lo justo y necesario —respondo cruzándome de brazos.

—Pues yo también, y ya te lo dije —se cruza de brazos para luego sacarme la lengua, haciéndome reír. 

—Quiero detalles —demando. 

—Cuando tú me des detalles, yo te daré detalles —ataca sonriendo. 

—¿Qué más quieres que te diga? —pregunto con exasperación. 

—Nunca me dijiste cómo es Aaron en la cama, por ejemplo —dice encogiéndose de hombros.

—Y nunca te lo diré, pervertida —respondo divertido. 

—Entonces nunca te diré cómo es que nos hicimos novias porque digamos que hay algunas cositas sexuales de por medio —contesta con voz muy baja, apartando la mirada. Mis ojos se abren de par en par, estupefactos. 

—¿Ya follaron? —susurro impactado.

La niña es rápida.

—Bueno, yo no le llamaría follar como tal, pero sí hicimos algo —dice con las mejillas un poco rojas y un brillo indescriptible en sus ojos—. Es tan hermosa en todos los sentidos, y no me importa que debamos ocultarnos por culpa de su estúpido hermano, haría cualquier cosa por ella. 

Un mal presentimiento recorrió mi cuerpo, lleno de preocupación. Amo verla feliz, con esperanza en su mirada, pero a su vez siento que esto terminará mal. Liam es un imbécil agresivo que no tendría problemas en lastimar a Kara, su homofobia da miedo. Y rose tiene una personalidad tan contraria a la de ella que me cuesta verle un futuro juntas. Kara es abierta, alegre, siempre risueña con un toque de sarcasmo... Rose es apagada, poco comunicativa y tímida. Bueno, no es como si la conociera realmente, apenas hemos hablado un par de veces. 

Aunque por algo dicen que los opuestos se atraen.

—Me alegra mucho que por fin estén juntas —termino diciendo, ganándome una cálida sonrisa de su parte. 

—Luego te contaré cómo es que sucedió —dice dándome un codazo amistoso—. Ahora atiende a tu Gryffindor malhumorado que viene hacia nosotros. 

Suelto una carcajada cuando levanto la vista y efectivamente veo a Aaron, con su traje rojo, viniendo hacia aquí. 

En verdad parece un Gryffindor. 

Él se acerca a mí con un semblante serio, mi padre está distraído hablando con Rebeca como para notarlo. 

—Sígueme —ordena inclinándose hacia mí. 

—No te olvides de darme los detalles esta vez —habla Kara cuando comienzo a levantarme, divertida. Solo puedo rodear los ojos, resignado al hecho de que me tocó una mejor amiga pervertida. 

¿Quién diría que los Hufflepuff tendrían ese lado perverso?

Ignoro las miradas sugestivas que me lanza y sigo al rubio, teniendo cuidado de que no se vea demasiado obvio. Aaron camina hacia un pasillo apartado, con apenas algo de iluminación, dando la vuelta en una esquina. Camino más rápido para tratar de alcanzarlo pero termino perdiéndolo, logrando desorientarme. El salón principal ahora se ve como un punto de luz lejano, solo la música se escucha por los pasillos solitarios, aunque bastante atenuada debido a la distancia. 

Nunca estuve en este lado de la mansión, quizás suene extraño que no conozca el propio lugar en donde vivo pero tampoco he tenido el interés de ver cada maldita habitación. Fue un gasto innecesario, el sitio es descomunalmente grande para apenas cuatro personas (y algunos empleados que residen aquí). Me sorprende lo tétricos que pueden llegar a ser estos pasillos cuando las luces son tenues, y las decoraciones lúgubres solo consiguen empeorarlo. Mientras me adentro en la oscuridad, mi desconcierto aumenta. Tal vez sea algo infantil temerle a la oscuridad, pero lo que en verdad es aterrador está en imaginar qué seres desconocidos ocultan las sombras. Allí donde los ojos no pueden ver, donde somos más vulnerables. 

Mi piel se eriza al sentir algo pasar detrás de mí, volteo rápidamente encontrándome con la misma nada. El corazón se me acelera. Reanudo el paso, caminando con tanta rapidez hasta el punto en el que termino corriendo. No hay rastro de Aaron, no hay rastros de nadie, ya ni siquiera hay algún tipo de luz. Lo único que alumbra vagamente es el final del pasillo, donde hay un gran ventanal por el cual pasa el brillo de la luna. Antes de que consiga llegar a él, siento una mano cubrir con fuerza mi boca, la otra me toma de la cintura bruscamente para enseguida arrastrarme hacia una habitación desconocida. Intento escapar, trato de patear a mi captor, pero es en vano. Abro mi boca lo más que puedo y muerdo su mano, de inmediato escucho un grito enojado como respuesta, ambas manos abandonan mi cuerpo. 

—¡Dominik! —el grito indignado de cierto rubio hace que mis extremidades abandonen la tensión que no sabía que tenían.

—¿Aaron? —pregunto sin poder ver nada, mi respiración sigue acelerada. 

—¡Sí, maldito caníbal! —gruñe soltando quejidos de dolor—. ¡Casi me arrancas la mano! ¡Nunca más intento darte una sorpresa!

Mis manos tratan de localizarlo, chocando con lo que parece ser su pecho. Rápidamente lo tomo de los hombros y comienzo a sacudirlo ignorando sus reproches, enojado. 

—¡¿Intentabas darme una sorpresa o matarme, idiota?! —le grito, él me empuja hacia atrás haciendo que choque contra una pared. Desearía que él pudiera ver la mirada asesina que le estoy lanzando.

—Tenía que llevarnos a un lugar lejos de todos —dice bajando la voz, en un penoso intento de calmarme—. No sabía que intentarías arrancarme la mano.

Respiro hondo, olvidándome por ahora del terror que sufrí en esos pasillos. Saco de mi mente todos los escenarios donde creí que podría ser un maniático queriendo secuestrarme. Sonará exagerado y paranoico, pero la gente que viene a estas fiestas podría ser capaz de eso y más, mi miedo no era injustificado. Todos allí saben que soy hijo de Patrick, quizás muchos lo respeten y hasta admiren, pero en este tipo de ambientes hay competencia, hay peligro. 

—Voy a arrancarte otra cosa si vuelves a darme un susto así —amenazo, ya más calmado.

Él se queda en silencio, poniéndome un poco nervioso. Escucho cómo empieza a moverse, casi al mismo tiempo siento su mano sobre mi cadera, apretándola despacio. 

—¿Y qué sería eso que vas a arrancarme? —pregunta provocativo mientras se acerca a mí, siento su aliento en mi rostro. 

Esa maldita voz grave, lasciva, y deseosa hace que el calor recorra cada centímetro de mi cuerpo. Los suaves roces de su mano sobre mi piel caliente logran encenderme, sofocándome. Hace que me olvide de todo lo que nos rodea, de la apenas perceptible música, de la oscuridad misma. Quiero besarlo, quiero sentir cada parte de su cuerpo en mí. 

Pero mi deseo más grande es provocarlo, enojarlo, hacer que explote de anhelo. 

—Algo que definitivamente no vas a extrañar porque no sabes usar —susurro rodeando su cintura con mis brazos, atrayéndolo hacia mi cuerpo—. Podrás tener un buen tamaño, pero si no puedes usarlo bien... —bajo mi mano hasta su entrepierna, acariciando la zona ya un poco dura—. ¿De qué te sirve tenerlo?

Su respiración agitada choca contra la mía, lamo mis labios necesitando probar los suyos. Acaricio con más presión su miembro, él suelta un gruñido insatisfecho. 

—Deberías aprender a mentir mejor, Dominik —ronronea presionándose contra mí, su mano se desliza por mi pecho con una lentitud insoportable—. Anoche tus gritos demostraron que sé usarlo muy bien.

Suelto un gemido ahogado cuando toca uno de mis pezones, solo la fina tela de mi camisa separándome de su tacto. Como si leyera mi mente, su mano libre comienza a desprender los botones. Siento el aire frío contra mi pecho, pero enseguida sus manos calientes vuelven a deslizarse en él. Aprieto con cuidado su entrepierna, sintiendo el pene de Aaron completamente erecto, duro. Él gime con voz ronca, deseoso de más. 

Sus labios rozan los míos, intento besarlo pero él no me lo permite. Se aleja cuando ansío desesperadamente su lengua en mi boca. Está torturándome apropósito, el maldito. 

—Bésame... —susurro entre gemidos. 

—Admite que sí sé usarla —contesta burlón, una de sus manos empieza a descender, tan lento que me enloquece. Mi pene está dolorosamente duro, necesito su toque ahora. 

—M-Maldición —gimo cerrando los ojos con fuerza—. ¡Sí, sabes usarla, solo tócame y bésame!

—Qué exigente —responde divertido, todavía siguiendo con su toque lento y tortuoso.

Antes de que pueda quejarme, siento sus labios encontrándose con los míos. Al principio es casto, apenas un ronce, pero mientras su mano baja más hacia mi entrepierna, el beso se vuelve más intenso y profundo. Siento su lengua deslizarse por mi labio inferior, haciendo presión para que la deje entrar. Se lo permito sin esperar un segundo más, deleitándome ante la sensación esperada. Él busca dominar el beso, su lengua lucha contra la mía, pero no quiero que gane. Dejo de acariciar su miembro recibiendo un quejido de Aaron, rápidamente uso mis dos manos para tomarlo de las caderas y lo pego a mí. Gimo en voz alta al sentir la fricción de su pene contra el mío, no me detengo ahí, comienzo a moverme para que se froten más.

 Mi rubio no esperaba eso, aprovecho su sorpresa para dominar el beso, entrando esta vez yo en su boca. El cuerpo de Aaron tiembla, puedo sentir su excitación. Es una desgracia que no haya luz, amaría ver su rostro sonrojado y sus ojos brillando de lujuria. Hay veces que lo hacemos con amor, que sus toques son para transmitirme cariño, dulzura. 

Hoy no quiero que sea una de esas veces.

Ansío ver el desenfreno, esa lujuria que tanto nos trajo a esta situación en primer lugar. Porque ahora hay amor, uno extraño y quizás difícil de entender, pero antes era la pura fuerza de atracción lo que nos hacía querer devorarnos el uno al otro.

 Necesito más de esa fuerza. 

—Fóllame... —ordeno rompiendo el beso, él exhala aire hirviendo sobre mi rostro. 

—Dije que tenía una sorpresa para ti —contesta quitando mi mano de su entrepierna, apartándose un poco de mi cuerpo. 

Si pudiera verlo ahora mismo, estaría a punto de bajarle el maldito pantalón y decirle que no puede provocarme así, que debe terminar lo que empezó en este instante.

—En verdad quieres matarme —gruño frustrado, esperando que su maldita sorpresa sea mejor que un buen sexo—. Quiero que seas consciente de que estás desperdiciando una buena oportunidad, no suelo ponerme tan caliente y lo sabes. 

Es la verdad: amo tener sexo con él, pero generalmente tengo mejor control sobre mí mismo, el cual faltó por completo ahora.

—Solo cállate —espeta ganándose mi indignación. 

Estaba a punto de insultarlo cuando siento cómo desabrocha mi pantalón, bajándolo de un tirón. Los pequeños vellos de mis piernas se erizan debido al frío, el cual no dura mucho porque enseguida las manos de ese demonio rubio acarician mi pene por encima de la ropa interior. 

—¿Q-Qué haces? —pregunto con la voz entrecortada, el placer inundándome. 

—¿No es obvio? —pregunta arrogante, bajando lentamente la única prenda que separa mi miembro de sus manos. 

Su voz se escucha algo lejana, como si estuviera...

Espera, ¿va a hacer lo que creo que va a hacer?

Mis dudas no duran mucho, la lengua que empieza a lamerme responde todo. Muerdo mi labio con fuerza, conteniendo el grito que quiere escaparse de mí. Aaron se aferra a mis caderas firmemente, chupando los costados de mi pene. De nuevo está torturándome, lamiendo de forma pausada, lenta, haciéndome desear más. Lame la punta con calma, sin prisas, de forma seductora. Maldición, está de rodillas ahora mismo... ¡Y yo no puedo verlo! Solo puedo imaginarlo, lo que hace de esta una tortura peor. 

—P-Por favor... —digo como puedo, sintiéndome avergonzado. 

No me gusta rogar, pero sé que es lo que él quiere, y se lo voy a dar. 

—¿Por favor qué? —pregunta fingiendo inocencia, su aliento caliente choca contra mi pene, estremeciéndome.

—P-Por favor, más rápido —suelto necesitado, él ríe despiadado. Un repentino y agradable calor me rodea, haciéndome jadear. 

Se lo metió entero en su boca.

La espera valió la pena. 

Me ha hecho otras mamadas pero ninguna se sintió como esta, tan ardiente, tan ruda y apasionada. Mis manos van inconscientemente hacia su cabeza, agarrándolo mientras él chupa con intensidad, absorbe cada centímetro sin piedad. Agradezco al cielo que este demonio sea lo suficiente inteligente como para alejarnos de todos, porque mis gemidos son incontrolables. Mis dedos se entierran en su cabello, mi cuerpo entero arde demasiado. 

Es la mejor sorpresa que me dieron en mi vida. 

Continue Reading

You'll Also Like

5.3K 974 26
Sang se ha mudado de ciudad al iniciar la universidad, al llegar al campus conoce a Prem, su compañero de habitación, quien resulta ser un chico coqu...
7.7K 1K 16
MC enfrenta un dolor indescriptible y una culpa que la carcome al enterarse por Alan Bloomgate que la mina se ha incendiado sin dejar sobrevivientes...
6.4M 654K 20
Tercer libro en la Saga Darks (2021) Portada: BetiBup33 design studio.
144K 8.5K 31
Hermione, Ginny y Luna cursan su séptimo año después de la guerra en Hogwarts. Cuando Draco y Hermione se topan en un lugar en el que ninguno de los...